Aguas de Valparaiso

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Aguas de Valparaíso... camino de San Francisco De todos es sabido que Avilés se surtió desde tiempos inmemoriales del manantial que mana a los pies de la parroquia de Miranda llamado Valparaíso. Sus aguas discurrieron a curso descubierto muchos años hasta Galiana, tomando frente al convento de San Francisco el nombre de La Canal, que pasó a nominar la propia calle. Canteros de San Francisco Y de él se surtían los famosos caños de San Francisco que, al decir de Pepe Galiana, habían sido labrados por canteros tomando por modelo a personajes mirandinos de aquel tiempo: «Esos que ahí contempláis, mofletudos con rostro de pasarlo bien... eran vecinos de Miranda, que sirvieron de modelo a los canteros con manos de plata para labrar y dar a la piedra vitalidad y espíritu»... «Hicieron más esos caños por estrechar los lazos entre Miranda y Avilés que muchas sesiones del Ayuntamiento...». Y termina su artículo insistiendo: «...esos seis paisanos, cuya vera efigie corresponde a otros tantos vecinos de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán..., hace muchos años que pasaron a mejor vida». («Revista de Miranda», 1983, p. 47). Insiste de nuevo en el tema años más tarde («Revista de Miranda», 1990, p. 83), pero sin aducir el dato de que los rostros pertenecen a vecinos de Miranda. En el barrio de El Riego había abrevadero con fuente de caño y carátulas de piedra que, según dicen, eran hermanas de los caños de San Francisco, o al menos de la época de Carlos III (1759-1788). Sería interesante un estudio comparativo de las mismas. Y acaso encontraríamos un lazo más de unión entre Santo Domingo y su parroquia madre de San Nicolás, abonando así la tesis que planteaba Nicomedes Santos (Pepe Galiana). La moderna carretera hacia Las Bárzanas, a su paso por La Curtia (Miranda), barrió la fuente desde sus propios cimientos dejando discurrir el agua a flor de tierra. Sus restos, piedras y carátulas se hallan enterrados bajo el firme de la curva. ¿Volverán? Tal vez. Y algún día futuros arqueólogos tendrán la sorpresa de redescubrirlas y contarnos alguna divertida fantasía. La leyenda M. Álvarez recoge en su libro sobre AvilésÉ una leyenda. En las inmediaciones de Gaxín hacia el año 1475 existía un castillo..., en él vivía uno de los descendientes del conde Artur, de la Casa de Enrique Albar, que tomó parte en la batalla de las Navas de Tolosa... Parecía ser el castillo de Albar la mansión de la dicha. Les faltaba un heredero y el cielo se lo concedió. Su amor a los vasallos remediaba las

necesidades de la comarca sobre todo durante aquel aciago año de 1483, en el que el hambre hizo estragos en la Villa y su comarca. Habían muerto ya los dadivosos condes, cuando una noche llegaron a las puertas del castillo a pedir pan un anciano con sus nietos. Pedían sólo un gaxín, un garitín de pan. No hubo respuesta. Una fuerte tempestad, rayos y truenos se dejaron oír por todo el valle. Un rayo al que siguió un horrísono estallido destruyó por completo la mansión y el castillo. Castigo del espíritu del conde contra la soberbia del castellano que había negado un gaxín o garitín de pan a un viejo y a sus nietos que, asustados y hambrientos, caminaban sollozando. Quiso el viejo echar la vista atrás pero una voz le avisó: «No, tú... mira y anda». Y así se llama el lugar hasta el día de hoy, lo mismo que el sitio del castillo se llamó desde entonces el Gaxín. Nuestro Venancio Ovies ampliaba la leyenda diciendo que las lágrimas de los pequeños y del anciano fueron cayendo por el camino. Al amanecer una xana que vagaba por el valle en busca de una fuente las recogió en sus manos e hizo brotar con ellas un abundante manantial entre los árboles convirtiendo el entorno en un edén, y allí se quedó a vivir para siempre. Desde entonces dejó de llamarse Albar Paraíso para denominarse Val Paraíso... («Revista Miranda» 1969). Cofradía y Caridad Es una leyenda que combina los mismos elementos y casi idéntico esquema mitológico que la que dio origen al lago Enol de Covadonga recogida en varias antologías. Una pobre mujer que andaba perdida con un hijo en los brazos por los montes llega una noche de frío y agua a pedir alojamiento y comida en una cabaña de pastores en la Vega de Enol. Nadie les dio posada ni alimento. Como en mitad de la noche su pequeño gemía de hambre y frío empezaron a brotar de sus ojos lágrimas, en tal abundancia que con ellas se formó poco a poco un lago: el lago Enol. Lo que para muchos pueblos fue su alma: Mitología y su Leyenda, en Avilés se perdió o se olvidó. Y no deja de sorprender que habiendo bebido del caudal de sus aguas durante tantos siglos no se hayan conservado ni leyenda ni mitos sobre su origen y devenir histórico del manantial, ni siquiera se la tenga en mejor consideración, ya que la fuente, lágrimas de aquel abuelo y nieto a quien se les negó un gaxín, un garitín de pan, aún mana y mana, abundante y olvidada entre el follaje, lágrimas de abandono por parte de la Administración. Precisamente el escudo de armas de los Albear (Albar): un puente de plata sobre las aguas y un castillo de piedra, recoge en parte fuente y leyenda. El manantial que discurría a cauce descubierto, protegidos sus costados por «riberos», se encauza el año 1584, previa solicitud al rey, aplicando al vecindario una sisa de tres mil quinientos ducados. Un documento sacado del Libro de Acuerdos del Ayuntamiento avilesino (12 de

septiembre de 1488) dice que «los jueces, regidores y procuradores avilesinos acordaron con un tal Govín, que cuidaba el "molín" de Alonso de las Alas que este trajese las aguas de la fuente de Alvarparayso, y que se obligase a limpiar la canal a fin de que toda el agua llegue a la villa y no se vaya por ninguna parte, so pena de pagar sesenta maravedíes cada vez que falte el agua...» etcétera. Una historia del agua El manantial, como haciendo gala de su legendario origen, causó no pocos quebraderos de cabeza a la Administración, que tuvo que pleitear con unos y otros en razón de su propiedad. Un resumen que no reproducimos en razón de la brevedad se puede encontrar en la obra de David Arias («Historia general de Avilés y su concejo», Avilés 1973, pp. 72-74). Pero sería apasionante recoger en un libro la «Historia de las aguas de Avilés», lo mismo que hemos pretendido hacer con las leyendas que giran en torno a sus fuentes, manantiales y Ría (El Bollo. Varios años). El año 1891 aparece publicada en una imprenta de Luarca un folleto que no pudimos consultar. («Cuestión sobre las aguas potables del Manantial de Valparaíso». Est. Tip. de Rollán, Luarca 1891). Un indiano mirandino, Feliciano de la Campa Álvarez, que había llegado de Cuba con una gran fortuna y había adquirido varias posesiones, entre ellas toda la finca y casona de La Lleda por 25.000 pesetas, fue uno de los que tuvo problemas con el Ayuntamiento de Avilés puesto que el 7 de abril de 1875 éste le presenta una demanda sobre restitución de aguas. La primera canalización iniciada en 1570 (s. XVI) se hizo a través de tubos de barro, supuestamente fabricados en los alfares de Miranda, por cuanto tenemos un documento del contrato de una canalización semejante: «fabricación y acarreo de mil caños de media vara de largo y una sexma de hueco a real y cuartillo cada uno» con destino al Convento de Ntra. Señora de la Vega (hoy Fábrica de Armas de Oviedo) a los alfareros Domingo Calvo Martínez y Juan de la villa de Miranda en 1657. (Archivo notarial de Oviedo. Escno. Pedro Fernández Rozada. Leg. 397). Por tanto es de suponer que también fabricaran los del manantial de Valparaíso. Enrique Tessier, gran conocedor del tema, habla en alguna ocasión sobre la «instalación desde Valparaíso a Avilés de una sencilla red de tuberías cerámicas... tales tubos de barro cocido no tardaron en presentar una serie de roturas», sin especificar más... hasta que en 1866 se acordó sustituirlos por tubos de hierro. («La Voz de Avilés», 29-I-1995, p. 17). Y dice Madoz en su Diccionario hablando de límites del «minicipio» avilesino: «En los descensos del pico Vallín (llamado también Moclín) se hallan casi las llanuras de La Ceba y de La Grandiella, y al N. del mismo pico el vallecito de Valparaíso en donde surge un rico manantial de aguas puras, frías y cristalinas... que después de surtir con exceso las fuentes públicas de Avilés deja un sobrante

suficiente para formar un riachuelo que se une a otro pequeño, (acaso el río San Martín?) y da impulso a los molinos que encuentra al sur de la Vega en el barrio llamado de Los Molinos...» (p. 58). El Dr. Villalaín en su «Topografía médica de Avilés» habla de estas aguas incorporando su análisis químico correspondiente. Balandrania En Balandrania todo pasa y todo vuelve. Desapareció el castillo de Albar y otro está a punto de restaurarse, castillo de memorias y leyendas sobre el Peñón de Raíces, y uno más dedicado a la cultura y arte del s. XXI al borde de La Ría. En Balandrania, país del eterno retorno y tierra de esperanza, como dice Miguel de Unamuno «Vuelve todo lo que es naturaleza / y tan sólo se pierde / lo que es remedo vano de los hombres: / sus artificios, invenciones, y sus leyesÉ». Ojalá que tantos buenos deseos en tantos no se pierdan valle abajo como se pierden las aguas que aún manan limpias y cristalinas en el legendario manantial de Albar Paraíso hoy Valparaíso.

Fuente de Valparaíso, en Miranda.

Nati Muñiz López, en la vieja fuente del Riego, en una imagen histórica en la que puede apreciarse el séptimo caño de San Francisco. archivo de la parroquia de miranda