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ArielLingüística
Robert-Alain de Beaugrande Wolfgang Ulrich Dressler
Introducción a la lingüística del texto / española /!Versión ;;¡ /,'1
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estudio preliminar de ,
SEBASTIAN BONILLA
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EditorialAriel, S.A
Barcelona
Diseño cubierta: Nacho Soriano Título original:
Einfíihrung in die Textlinguistik Edición en inglés:
lntroduction to Text Linguistics 1.' edición: mayo 1997 ID 1\lax Niemever Yerlag, Tübingen 1972 ID Roben de B� augrand� . 1981 � ID Longman Group Limited, 1981, 1994 Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo
ESTUDIO PRELIMINAR
y propiedad de la traducción:
ID 1997: Editorial Ariel. S. A. Córcega, 270 · 08008 Barcelona ISBN: 84-344-8215-0 Depósito legal: B .. 13.441- 1997 Impreso en España
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Qué es
versus
un texto, o cristalización urbanismo
Especulemos un poco. Supongamos que los textos se organizan si guiendo un procedimiento parecido al de la cristalización m ineral. El fenómeno de la cristalización consiste, en esencia, en que una reunión caótica de elementos independientes se convierte en una es tructura máximamente ordenada. Ello es posible gracias a la conjun ción de miríadas de actividades microscópicas e inconexas entre sí, las cuales, en el interior de un medio mineral, van creando, poco a poco, zonas crecientemente cohesionadas de coherencia que se van am pliando de manera sucesiva hasta completar la reorganización estruc tural total del medio. Aunque haya pocas cosas en el universo tan ejemplarmente orde nadas como un cristal observado a través de un microscopio, no se puede aceptar que la metáfora de la cristalización sirva como base de un modelo textual explicativo, a causa de una razón obvia: la cristali zación consiste en un fenómeno natural no intencionado y, por lo tan to, no resulta pertinente aplicarlo en el análisis de la actividad comu nicativa humana, prototípicamente cultural e intencionada. No obstante, el fenómeno de la cristalización puede utilizarse como argumento en contra de la idea, demasiado extendida, según la cual para que un texto esté ordenado basta simplemente con que esté cohesionado y sea coherente. Si no se quiere reducir el texto a un per fecto pero muy poco interesante ente mineral cristalizado, se ha de en tender que la cohesión y la coherencia que lo caracterizan son pro ducto de una actividad cultural intencionada, y que, por lo tanto, am bas propiedades son inseparables de la intencionalidad. Antes de continuar; na aclaración pertinente con respecto al con cepto de intencionalidad. Parece obvio que es imposible (re)conocer la
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I'-:TRODCCCIÓL\
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intención última, recóndita, que mueve a un hablante o a un escri tor a producir un texto. Pero no es a eso a lo que nos estamos refiriendo aquí, sino más bien a una concepción intersubjetiva de la intención . En la vida cotidiana, cuando alguien produce un texto está muy inte resado en que sus receptores lo entiendan, en el sentido de que reco nozcan la intención que transmite. Tal y como se demuestra en el ejemplo siguiente que aparece en casi todos los manuales de pragmá tica, cuando alguien nos aborda en la calle y nos dice «¿ tiene hora?» , habitualmente entendemos ese enunciado, no como una pregunta li teral que haya de responderse con un «SÍ» o un «nO», sino como una petición que requiere una respuesta informativa (puesto que hemos reconocido la intención con la que ha sido producida). Se trata de de volver el aura mediocritas a la intencionalidad, de desalojada de su prolongada estancia en la filosofía hermenéutica y trasladarla al con texto de la interacción comunicativa cotidiana, ya despojada de cual quier tipo de especulación . En su manual, Beaugrande y Dressler tra tan la problemática que plantea la intencionalidad en el contexto am plio y suficientemente explorado por la ciencia cognitiva de los planes y de las metas. Sigamos especulando. Supongamos que los textos se organizan si guiendo un procedimien to parecido al de la urbanización de un terri torio. El urbanista ha de resolver los mismos problemas que se plantean en la organización de cualquier otro espacio semiótico, como, por ejemplo, un texto (Zunzunegui, 1 990). El entramado urbano será re corrido por transeúntes y por vehículos (el texto será interpretado por sus receptores), y, por esa razón, el urbanista ha de prever sus movi mientos interpretativos, proyectando la estructura de los l ugares de tránsito y de los lugares de encuentro, amueblándolos con elementos de naturaleza interactiva, en forma de carteles, letreros, indicadores, etc., que informen, propicien o exijan determinados comportamientos a sus usuarios (como, por ejemplo, imponer un lím i te de velocidad a los automóviles, obligar a los transeúntes a cruzar la carretera por un determinado lugar señalizado con un paso cebra o bien organizar los movimientos de entrada y de salida de los usuarios en los transportes públicos). El transeúnte o el conductor respetuosos con la urbaniza ción prevista del teiTitorio realizarán una descodificación adecuada del texto urbano, asegurándose el éxito de sus movimientos (interpre tativos). Una descodificación aberrante (por ejemplo, cruzar por don de no está previsto o aparcar el coche en la zona de los peatones) es una infracción. De igual manera, el productor textual ha de prever los movimientos de sus receptores potenciales, incluyendo en su texto in formación interactiva (presentada prototípicarnente por los conectores
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v los marcadores discursivos) que guíe la trayectoria interpretativa de Íos usuarios textuales. En este sentido, un texto se parece más a un espacio urbano que a un mineral cristalizado. Al igual que los espacios urbanísticos, los tex tos están modelados para dirigir la actividad interpretativa de sus usuarios (ambos suelen estar cohesionados, ser coherentes y son un producto intencionado e interactivo). Como sucede en la trama urba na, los textos toleran un cierto nivel de entropía, de desorden relativo, siempre que el receptor (o el transeúnte del texto) acepte realizar un esfuerzo adicional de procesamiento para compensar sus errores e imperfecciones formales y para recuperar la información elidida e im plícita (Beaugrande y Dressler denominan a este fenómeno «aceptabi lidad»). Dando una última vuelta de tuerca a la analogía, de manera parecida a como una nueva plaza ha de entablar con los edificios del entorno un diálogo urbanístico, cada nuevo texto ha de relacionarse intertextualmente con los textos previos que lo han hecho posible. Dada la compatibilidad del modelo que Beaugrande y Dressler pre sentan en este manual con la metáfora del urbanismo, puede afirmar se que ésta sirve corno base intuitiva para fundamentar un modelo de texto centrado en las ideas de construcción de un espacio formal y conceptualmente homogéneo (cohesión y coherencia), de actividad productiva e interpretativa (intencionalidad y aceptabilidad), de inte racción con el entorno a causa de su localización física y conceptual (situacionalidad e intertextualidad) y de calidad (nivel de informativi dad, eficacia, efectividad y adecuación).
Un problema previo de terminología sin apenas importancia
El cronista de la evolución de las disciplinas científicas debería re servar siempre un espacio para los chistes privados. Por ejemplo, se han impreso muchas páginas y se han dedicado muchas horas de dis cusión a la pasión inútil de establecer las supuestas diferencias exis tentes entre «texto» y « discurso» . Quien escribe estas l íneas no t iene noticia de ningún caso equiparable en otros ámbitos del conoci miento: l o que unos lingüistas llaman « texto» es, precisamente, l o que o tros denominan « discurso» y viceversa. Existe unanimidad en el de sacuerdo. Teun A. van Dij k comentó recientemente que los investigadores ale manes y holandeses que trabajaron, a principios de los años setenta, en la fundamentación científica de la lingüística del texto, no dispo nían en sus propias lenguas de un concepto transparente de discurso,
Il'T RODCCC!Óf-.: A L A Lll'G0ÍSTICA
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por lo que optaron por utilizar de manera unánime el término « tex to>>, que les era más familiar, empleando «discurso», cuando escribían en inglés, para referirse a una entidad marcadamente abstracta. Si se sigue la trayectoria de las publicaciones de Van Dijk, puede compro barse que en sus trabajos anteriores a 1 9 8 1 utiliza el concepto << textO>> , mientras que en los aparecidos a partir de esa fecha emplea el térmi no «discurso>> , ya de manera sistemática, aunque en ambos casos y desde enfoques distintos, Van Dijk esté tratando, en esencia, el mismo objeto básico de estudio. En el caso de las publicaciones más recien tes de Robert de Beaugrande, el problema terminológico sencillamen te desaparece, . puesto que suele utilizar de manera habitual el sintaab ma « texto y d1scurso>> . Pero acaso donde se advierta mejor la escasa importancia de este quizá seudoproblema terminológico algo sobredi mensionado es en la relativa coincidencia entre el contenido de la ma yor parte de los trabajos de lingüística del texto y de análisis del dis curso (compárese, por ejemplo, los trabajos «textuales>> de Van Dijk, 1 980, Beaugrande y Dressler; 1 98 1 , o Balliday y Basan, 1 976, con los trabajos «discursivos>> de Brown y Yule, 1 98 3 , Stubbs, 1 987, o Schif fTin, 1 994).
allá del mundo conocido de los límites de la oración, probablemente no imaginaron nunca que, algunos años después, los temas estrella de la disciplina texrual (la cohesión y la coherencia) estarían incluidos en los programas oficiales tanto de la enseñanza secundaria como de la universitaria. De entre las muchas maneras posibles de presentar este manual clásico de la lingüística del texto, en este estudio preliminar se ha pre ferido el procedimiento de seleccionar algunos aspectos relevantes que caracterizan el concepto clave de « textualidad>> , para comentar el tra tamiento (breve, pero casi siempre original, cuando no revelador) que les aplican Beaugrande y DressleL Con la excepción hecha de la retórica clásica (entendida, en su acepción no restringida, como la formación de comunicadores ex pertos), de la estilís tica literaria y de la tradición didáctica de la en señanza de la lectura y de la escritura, los objetos de estudio de las diversas disciplinas lingüísticas han sido casi siempre, o bien la pa labra, o bien la oración. Desde el punto de vista de la lingüística del texto, es un lugar común afirmar que lo que hace que un texto sea un texto no es su gramaticalidad, sino su textualidad. Un texto no es sim plemente una suma de palabras, oraciones o párrafos; un texto tam poco es una superoración de gran longitud compuesta parcialmente por oraciones bien formadas y colocadas en secuencia lógica (para una exposición de las diferencias entre texto y oración, puede con sultarse en la bibliografía en inglés Balliday y Basan, 1 976, y Van Dijk, 1 978; en italiano, Conte, 1 977; en español, Petófi y García Be rrio, 1 97 8 , Bernárdez, 1 98 2 , Mederos, 1 98 8 , y Fuentes, 1 996b; en ca talán, Rigau, 1 98 8 , y Castella, 1 992). Bien es verdad que, como seña la Beaugrande ( 1 997), entre 1 96 5 y 1 97 5 , en la época de las denomi nadas gramáticas textuales de base generativa, se consideraba que l as diferencias teóricas entre una oración y un texto eran únicamente cuantitativas. Culminando esta l ínea argumentativa generativa, se hi potetizó con escasa fortuna acerca de la existencia de un supuesto « principio de suplementación >> según el cual, para explicar la estruc tura de un texto, bastaba con añadir unas reglas textuales nuevas a los sistemas de reglas y demás formalismos oracionales ya conocidos. Esta vía de investigación, que hoy se considera situada en los lejanos inicios de la disciplina textual, renunciaba explícitamente a la idea de que el texto fuese una unidad lingüística específica y diferenciada de la oración. Todas las teorías textuales posteriores a esa época funda cional dan por sentado, incluso corno si fuera una trivialidad, que el texto no es necesariamente una unidad lingüística supraoracional (una palabra, como «PELIGRO>> , o un enunciado, como « Abróchense los cinturoneS>> , debidamente contextualizados, también son textos),
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A modo de presentación de la Introducción de Beaugrande y Dressler
Resulta cuanto menos paradójico el hecho de que un conocido gru po británico de música pop haya grabado su último disco compacto utilizando la tecnología digital más avanzada precisamente para si mular el ruido de fondo que la aguja del tocadiscos producía en su roce con los antiguos discos analógicos de vinilo; por toda explicación, el líder del grupo declaró a los medios de comunicación que quería obtener un «Sonido clásico>> . Con la traducción de este libro, quince años después de su prime ra edición, se intenta recuperar y reivindicar el sonido clásico, genui no, de la lingüística del texto. En cualquier otra disciplina científica resultaría una rareza que hayan pasado tantos años antes de disponer de una versión en castellano de un manual que sigue y seguirá siendo de cita obligada en la práctica totalidad de los trabajos especializados en temas textuales. Esta versión en castellano pretende acabar con esta suerte de extravagancia. Quizá la razón última que pueda justificar la iniciativa de traducir ahora este libro haya sido que el paso de los años ha situado a la lin g �ística del texto en un lugar privilegiado. Quienes, a principios de los anos setenta, se aventuraron en la investigación de lo que sucedía más
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INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA
sino que se trata de una unidad comunicativa cualitativamente dis tinta. Aun a riesgo de que parezca una afirmación que invi ta a la polé mica, puede suponerse que las unidades lingüísticas denominadas « palabra» y «oración» se han establecido mediante la aplicación de unos planteamientos teóricos que contrastan de manera evidente con la realidad de la comunicación, ya que, sin ir más lejos, los mismos lingüistas que estudian de manera exclusiva la oración producen, re ciben e intercambian continuamente, tanto en su vida cotidiana como en su vida académica, textos genuinos monologados y conversaciona les. Que no se interesen científicamente en ellos quizá sea consecuen cia de una elección metodológica basada en dos suposiciones: la pri mera, que todo lo que de interesante hay en un texto está contenido necesariamente en las oraciones que lo componen y, la segunda, que más allá de la oración no se puede aplicar seriamente el método cien tífico, ni se pueden obtener resultados respetables. En este manual in troductorio, la apuesta de Beaugrande y Dressler es, precisamente, de mostrar la inconsistencia de ambas suposiciones. Basándos e en la idea de que los comunica dores producen y reci ben textos siguiendo intencionadamente unos planes cuyo cumpli miento les permitirá alcanzar las metas deseadas (éste sería el motivo no ingenuo que movería a los interlocutores a participar de manera cooperativa en las interaccion es comunicativas), Beaugrande y Dress· ler proponen un modelo de procesami ento textual muy exigente, en el sentido de que ha de cumplir rigurosam ente muchos requisitos de control, modelo que coloca a la lingüística del texto en la posición de columna vertebral interdiscip linaria encargada de regular las rela ciones entre la lingüística , la ciencia cognitiva y la inteligenc ia artifi cial. En el modelo propuesto en este manual, cualquier texto ha de cum plir siete normas (interrelac ionadas entre sí mediante restriccio nes) y tres principios reguladores de la comunica ción textual. De entre los siete criterios de textualida d aludidos, hay dos de tipo lingüístic o (cohesión y coherencia) , dos psicolingü ísticos (intencion alidad y acep tabilidad), dos socioling üísticos (situacio nalidad e intertextu alidad) y uno de tipo computa cional (inf'onnatividad); los tres principio s comu nicativos son eficacia, efectividad y adecuación. Según este modelo in terdiscip linario, la cohesión consiste en que las secuenci as oraciona les que compon en la superfic ie textual están intercon ectadas a través de relacion es gramati cales, como la repetició n, las formas pronom inales, la correferencia, la elisión o la conexió n. Un texto posee coherencia cuando los conceptos (configu raciones de conocim iento) que compo nen su universo del discurso están intercon ectados a través de rela-
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cio nes de diversa naturaleza, por ejemplo, de causalidad. La inten cionalídad consiste en que la organización cohesiva y coherente del texto sigue un plan dirigido hacia el cumplimiento de una meta, ha bitualmente extralingüística. La aceptabilidad se manifiesta cuando u n receptor reconoce que una secuencia d e enunciados constituye un tex to cohesionado, coherente e intencionado porque lo que se comunica es, a su juicio, relevante. La situacionalidad se refiere a los factores que hacen que un texto sea pertinente en un determinado contexto de recepción. La intertextualidad indaga en el hecho de que la interpreta ción de un texto dependa del conocimiento que se tenga de textos an teriores. La informatividad es el factor de novedad que motiva el inte rés por la recepción de un texto. En cuanto a los principios regulati vos de la comunicación textual, la eficacia de un texto depende de que quienes intervengan en su intercambio obtengan los mejores resulta dos comunicativos posibles invirtiendo en esa tarea un esfuerzo míni mo. La efectividad está en relación con la intensidad del impacto co municativo que el texto provoca en sus receptores. La adecuación es el equilibrio óptimo que se consigue en un texto entre el grado de ac tualización de los criterios de textualidad, por un lado, y la satisfac ción de las demandas comunicativas, por otro. A continuación se se ñalan, sin afán de exhaustividad, algunos problemas relevantes que plantea el funcionamiento de esas normas y de esos principios. La cohesión representa la función comunicativa de la sintaxis. Beaugrande y Dressler demuestran, mediante un sistema de análisis dinámico basado en redes cognitivas, que la cohesión, en contra de lo que prevén otros enfoques más estáticos (como, por ejemplo, el de Ha lliday y Hasan, 1 976), no consiste únicamente en un conjunto de re laciones superficiales que interconecta gramaticalmente los diversos componentes textuales, sino que cada elemento lingüístico dirige y mediatiza la operación de acceso a otros elementos lingüísticos con los que se interrelaciona. De esta manera, el modelo de procesamien to de la cohesión que proponen Beaugrande y Dressler no cae en la fa lacia (señalada convenientemente por Brown y Yule, 1 98 3 : 2 36-46) de o tros modelos textuales no cognitivos de cuyo funcionamiento se de duce, por ejemplo, que cuando el receptor encuentra un pronombre, ha de retroceder en el texto hasta que encuentra su referencia. Sobre este punto en concreto, la explicación que ofrecen Beaugrande y Dressler es que la cohesión funciona asegurando que se mantenga ac tivada en la memoria la información relevante, de manera que cuan do aparezca un elemento pronominal, el receptor no tenga que trasla dar su atención físicamente hacia atrás en el texto, sino que bastará con que recupere en su memoria activa esa información. Precisiones de este tipo son las que permiten entender, por ejemplo, que un lector
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pueda comprender en tiempo real el texto que está leyendo o que un ovente entienda a su in terlocutor a la vez que éste le está hablando: la c;hesión textual le asegura a ese lector o a ese oyente la disponibili dad de la información que sea relevante en cada momento. Bien es verdad que la propuesta de Beaugrande y Dressler de re presentar gráficamente las r elaciones de cohesión y de coherencia tex tuales mediante redes cogni tivas repletas de etiquetas y de trayectorias (véanse los capítulos IV, V y IX) puede parecer compleja y desanimar a más de uno. Ahora bien, se ha de tener en cuenta que este tipo de visualización cartografía de una manera bas tante reveladora interrela ciones textuales muy abstractas que serían muy difíciles de clarificar mediante otros procedimientos. En cualquier caso, Beaugrande y Dressler consideran que este tipo de redes cogni tivas consti tuye un mal menor a falta de otro sistema de análisis más conveniente: en efecto, pese a su aparente complejidad, simplifican enormemen te las representaciones mentales auténticas que construyen los receptores textuales mediante operaciones inferenciales tan extraordinariamente complejas y veloces de ejecución como la de aplicar el conocimiento previo del mundo almacenado en su mente a la comprensión del tex to que están procesando en ese momento en tiempo real (véase, por ejemplo, la figura 1 4). Una de las ideas que desmantelan Beaugrande y Dressler en su ma nual es la de que la cohesión y la coherencia (esta última se encarga de asegurar la continuidad del sentido y la interconectividad del con tenido textual) son propiedades intrínsecas de los textos y respon sabilidad absoluta de quien los produce. En un giro copernicano, Beaugrande y Dressler proponen que la cohesión y la coherencia son, por un lado, restricciones i nscritas en el texto por el productor; en cargadas de orientar los procesos cognitivos interpretativos que han de poner en funcionamiento los receptores; y, por otro, ambas pro piedades constituyen el producto de esa misma actividad interpretati va. Sólo un planteamiento similar a éste podría explicar el hecho cla ve de que un texto con irnperfecs;iones formales, que presente un de terioro más o menos grave en su cohesión o en su coherencia, pueda ser interpretado sin problemas (aunque sí con dificultades) por los re ceptores textuales. En este sentido, el mantenimiento de la cohesión y de la coherencia textuales se apoya (y, en ocasiones, se suple) con la actividad interpretativa de los receptores; es decir� con la «aceptación» del texto por parte del receptor, con la realización de sus propias con tribuciones al m ismo y con la sistemática aportación de inferencias reparadoras de la superficie y del sentido textuales. Desde este punto de vista, si en el primer apartado de este estudio preli m inar se apun taba la i nterrelación entre cohesión, coherencia e i ntencionalidad, ha
de asociarse necesariamente a esos tres fenómenos el de l a aceptabi lidad. El carácter interactivo de la cohesión y de la coherencia se advier te con claridad cuando se examina el hm ¿ ionamiento de la elisión tex tuaL Si bien la mayor parte de los modelos textuales se centran, de manera casi exclusiva, en la posibilidad de borrar de la superficie tex tual la información conocida y los elementos redundantes, para po tenciar así la presencia de la información relevante, Beaugrande y Dressler proponen que se preste atención sobre todo a la utilización estratégica de la elisión: cuando el productor elide un elemento tex tual está, en realidad, propiciando que el receptor lo reponga mediante su propia actividad interpretativa. De esta manera -que en el ámbito de la política se calificaría sin duda de «maquiavélica»- el productor obliga a que el receptor se implique en el proceso de reconstrucción textual . Aunque pueda parecer paradój ico, un texto completo, acaba do, cerrado en sí mismo, minimiza, cuando no repele, la actividad re ceptora; por el contrario, un texto con zonas de elisión, la potencia. En este punto, sólo es de lamentar que en muchos manuales de com posición se enseñe a escribir; pero no a no escribir lo que conviene eli dir para implicar de una manera efectiva al lector en el texto. El nivel de informatividad textual plantea siempre una especie de dilema interactivo similar al de la mayor parte de los j uegos de estra tegia. Un texto que posea un bajo nivel de informatividad (es decir; que sea predecible y esté compuesto por i nformación conocida) requiere un esfuerzo m ínimo de procesamiento, pero carece totalmente de in terés para el receptor (por ejemplo, en los aviones, nadie atiende a l as instrucciones de la tripulación sobre cómo colocarse el chaleco salva vidas, excepto si se tiene una motivación especial, como la de ser fa talista o la de haber viajado poco en ese medio de transporte). Un tex to con un nivel alto de informatividad (es decir, que sea sorprendente y contenga información nueva) requiere un esfuerzo elevado de pro cesamiento, pero promete que no defTaudará el interés que el recep tor ponga en su in terpretación (por ejemplo, un mensaje en clave que contenga i nformación sobre movimientos de tropas del ejército ene migo). Habitualmente, los textos reales poseen zonas de diferente ni vel de informatividad; no obstante, lejos de buscar un equilibrio en el nivel de informatividad del conjunto del texto, como parece aconsej ar la lógica, Beaugrande y Dressler postulan que para potenciar la efec tividad textual , el productor ha de decantarse sin duda por proporcio nar el mayor nivel de informatividad posible a su texto en la promesa de que el receptor invertirá un mayor esfuerzo, pero obtendrá un ma yor beneficio cognitivo: comunicarse con eficacia exige, por lo tanto, correr un riesgo (calculable) .
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Suele ser una tendencia bastante habitual en lingüística intentar demostrar la validez de una hipótesis mediante complejas demostra ciones teóricas, cuando, en ocasiones, se plantean problemas que ya han sido resueltos en el contexto de la comunicación en la vida real. Por ejemplo, la existencia de una interrelación necesaria entre texto y situación todavía es motivo de especulación y de discusión entre lin güistas, cuando ese problema ya ha sido resuelto en la práctica por los ayuntamientos que alquilan el espacio público a empresas que quie ren anunciarse en vallas publicitarias: la tarifa se establece de acuer do con dos parámetros, teniendo en cuenta las dimensiones del anun cio (es decir, el tamaño físico del signo), y, sobre todo, el contexto, el lugar (situacionalidad) en que se va a colocar el texto propagandísti co. Resulta obvio el hecho de que la situacionalidad multiplica o dis minuye el impacto persuasivo de una valla publicitaria; un texto colo cado en una ubicación privilegiada i ncrementa su valor comunicat ivo; un texto situado en un lugar periférico, lo disminuye. La situacionali dad relativiza los conceptos de cohesión y de coherencia: un texto pue de ser coherente en una situación e incoherente en o tra (precisamen te en este j uego se basa el mecanismo principal del humor). Para finalizar esta breve presentación, parece oportuno recordar, mediante un ejemplo, la elegancia explicativa que caracteriza a este manual. Para explicar en qué consiste la intertextualidad, Beaugrande y Dressler u tilizan la metáfora de las señales de tráfico. Si un con ductor encuentra en la carretera una señal de tráfico en la que se mar ca el final de la limitación de velocidad, eso quiere decir que kilóme tros antes encontró otra señal que limitaba la velocidad. No se trata de que un elemento remita a otro espacialmente, sino de que un ele mento activa un determinado conocimiento almacenado previamente en la memoria. La relación entre ambas señales de tráfico es i ntertex tual, es decir; no se puede i nterpretar una sin hacer referencia a la otra. En este punto, Beaugrande y Dressler levantan la sospecha de que quizá n ingún texto pueda interpretarse de o tra manera si no es en clave i ntertextual.
Con la intención de complementar de un modo modesto el trabajo Beaugrande y Dressler; esta prospectiva, necesariamente breve, deja de a un lado la crónica de la evolución reciente de la disciplina textual y se centra en el tratamiento de tres temas, dos de ellos prototípicos (la tipología textual y los conectores) y uno tan novedoso que, en el mo mento de publicar este estudio preliminar� todavía no existen trabajos específicamente lingüísticos sobre el mismo (la hipertextualidad) . El afán por reducir a la máxima sencillez lo que e s extrema damente complejo ha llevado a simplifi car, de manera abusiva, la cuestión de las tipologías textuales. En contraste con la orientación empírica, característica de la disciplina textual desde sus orígenes, la actividad en este terreno se ha circunscrito de manera casi rnonote mática a la elaboración de inventarios clasificatorios de tipos puros e ideales de texto, cuando la realidad comun icativa ofrece textos com plejos, que bien podrían denominarse, provisionalmente y de manera hipotética, «intertipológicos» . En un trabajo reciente, que reorienta la discusión de una manera quizá definitiva, uno de los especialistas en el tema, Adam (1 992), demuestra que no existen textos tipológica mente puros, sino textos en donde se integran secuencias prototípicas de naturaleza diversa (descriptivas, argumentativas, explicativas, na rrativas, etc.). Por lo tanto, desde esta nueva perspectiva, lo i nteresan te es analizar empíricamente cómo se ensamblan en un mismo texto secuencias prototípicas distintas, y, ya desde una perspectiva teórica, estudiar cómo funciona la i ntertipologicidad. El terna discursivo de moda en estos últimos años de fin de siglo es, sin duda, los conectores y los marcadores del discurso, o por lo me nos eso parece a la vista del creciente número de publicaciones, de la cantidad de tesis doctorales que se están realizando y del inusitado i n terés que despierta actualmente el terna entre los lingüistas . Retando la concepción de Saussure de que el signo lingüístico po see un significante y un significado, los conectores parecen requerir una estrategia de tratamiento bastante distinta. No ha servido de mu cho colocarlos, corno ha s ido habitual durante varios siglos de pensa miento gramatical, en el l imbo evanescente de las partículas y de los elementos de relación. Ha resultado muy fácil llevar a cabo la tarea de ubicar los conectores en cuadros clasificatorios, pero muy problemá tico mantener esas clasificaciones cuando en ellas se ha i ntroducido un bisturí crítico . El primer dato obvio acerca de este tipo de elemen tos que se ha de tener en cuenta es que un conector relaciona cogni tivamente al menos dos elementos informativos (ya sean textuales y/o contextuales) y que, por lo tanto, no parece que sea una buena estra tegia de investigación analizarlo aisladamente de su entorno y de sus condiciones de uso.
Prospectiva
Desde el año 1 98 1 , en que se publicó originalmente esta Introduc ción, hasta la fecha, han ido apareciendo nuevos enfoques y se han propuesto nuevos t ratamientos de las cues tiones textuales más signi ficativas, especialmente desde una disciplina, el análisis del discurso, llamada a integrar, entre o tras, las aportaciones de la lingüística del texto y de la pragmática.
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Junto con otras teorías pragmáticas recientes (como la de la argu mentación francesa, por ejemplo), la teoría de la relevancia (Sperber y Wilson, 1 9962, y Wilson y Sperber; 1 990; véase también Espinal, 1 988, Garrido, 1 990, Leonetti, 1 993 , Sánchez de Zavala, 1 994, Escan de!!, 1 9962, Bonilla, 1 992, 1 996, y Montolío, 1 992, 1 997) ha sentado las bases para un nuevo tratamiento de los conectores. En esta línea de investigación des tacan sobre todo los trabajos de Blakemore ( 1 987) y Blass ( 1990). Como punto de partida puede analizarse el trabajo . de � lass sobre el funcionan:iento de los conectores a y ka de la le ngua sissala (hablada en Burkma-Faso), en principio equivalentes a la con junción and inglesa o y española. En esencia, a se u tiliza cuando el acontecimiento que se describe en el segundo m iembro de la coordi nación sucede de una manera normal, mientras que ka se emplea cuando el �egundo acontecimiento ocurre de una manera especial, anormal o mesperada . Así, por ejemplo, la diferencia entre X iba paseando por la calle y (a) se encontró a z X i ba paseando por la calle (ka) se encontró a z
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radica en que a señala que el enunciado que le sigue ha de i nterpre t �rse segú ? .el guión estandarizado con respecto a ese tipo de s i tua Ciones cotidianas (un encuentro casual en la calle), mientras que, por su parte, ka da una instrucción de procesamiento especial, que sugie re que el encuentro s � ha producido de u n modo i nhabitual (por ejem plo, que B estaba hendo e n el suelo o que A se ha asustado al ver a B porque pensaba que estaba muerto). Esta idea de que hay elementos cuya función no es tanto la de codificar un concepto o la de marcar una relación, como la de i ndicar de qué manera ha de procesarse una secuencia, juega un papel decisivo en el tratamiento de los conectores que proponen las últimas líneas de i nvestigación sobre el tema. E n el acercamiento explicativo de la teoría de la relevancia sobre e ! funcionamiento de. los conectores discursivos se maneja la hipóte SIS de que los enunciados poseen dos tipos básicos de información: por un lado, contienen información conceptual, es decir; información gramat � cal � cerca de ! contenido conceptual del enunciado, y, por o tro, _ computacional, esto es, información pragmá t �·ansmlten mfo m;aczon tica acerca de como ha de procesarse el contenido concep tual del enunciado. Blakemore ( 1 9 87) ya h a�ía formulado esta idea cuando argumen . to, que los enunciados contienen « constricciones de procesamiento» que guían la trayectoria interpretativa de los mismos. E n este sent ido, cuand? un hablante u tiliza u n conector está indicando el t ipo de pro cesamiento que espera que ponga en marcha el oyente, reduciendo así
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el gasto de energía que éste ha de emplear en sus operaciones menta les de in terpre tación. Así, por ejemplo, cuando el hablante introduce su enunciado con una secuencia conectiva del tipo <
El delantero chutó mal el balón, [pero] (B) el portero no pudo evi tar el gol
la relación semántica que se establece entre las dos proposiciones (A) y (B) exige la presencia de un conector de tipo adversativo o con tra argumentativo. De ahí lo anómalo que resulta, desde un punto de vis ta pragmático, usar en ese contexto un conector de tipo, por ejemplo, conclusivo: ?
El delantero chutó mal el balón, [por lo tanto] el portero no pudo evi tar el gol
A pesar de haberse insertado un conector ( <
o si el nexo es inadecuado (precisamente porque la relación semánti ca, como se dijo antes es previa el nexo, puede advertirse cuándo se está utilizando incorrectamente u n conector). Ahora bien, la ventaj a evidente d e usar e l conector pertinente e s la d e hacer explícita la re lación cohesiva que mantienen ambas secuencias. El receptor que ha
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1:\TRODCCCIÓ::.: A L A LINGUÍST!Cr\
ESTUDIO PRELIMINAR
de interpretar un texto puede apoyarse en la guía que le proporcionan los conectores, entendiendo que funcionan a modo de indicios rele vantes que restringen y señalan la dirección en que es pertinente pro cesar la información" La presencia del conector adecuado, de la infor mación computacional precisa, multiplica la eficiencia interpretativa del receptor; ya que reduce al mínimo el esfuerzo, y con ello, el gasto de energía de procesamiento. En consecuencia, que se utilicen conec tores no sólo es una manifestación como se afirma por doquier de que los comunicadores intentan organizar formalmente sus enunciados, proporcionándoles cohesión, sino de que intentan ser máximamente relevantes para que el receptor acceda a la i nterpretación más ade cuada a un coste mínimo que rentabilice el esfuerzo empleado en la interacción comunicativa. A causa de la reciente invasión de los teléfonos móviles, ya puede decirse que hoy día casi todos los lugares habitados por seres huma nos del planeta Tierra están i ntercomunicados mediante el teléfono. La red Internet utiliza esa misma infraestructura telefónica, sólo que en cada extremo de la línea hay un ordenador que permite intercam biar con otros ordenadores no sólo sonido, sino también imágenes y texto. Cuando, después de unas maniobras de navegación por el ci berespacio (universo virtual formado por los ordenadores que están interconectados entre sí en una red telemática), un internauta entra en un documento (cuyo emplazamiento físico puede residir en un orde nador situado en las antípodas geográficas), se encuentra con un hi pertexto. Como explica Codina ( 1 996), un hipertexto es un texto digital (un documento electrónico) con múltiples enlaces asociativos que remiten a otros textos digitales. Mientras que un texto analógico se estructura de acuerdo con el orden lineal de lectura previsto, un hipertexto digi tal es un conjunto de elementos informativos interconectados en for ma de red y que aprovecha las ventajas de acceso aleatorio a la infor mación que facilitan los ordenadores . Aunque pueda leerse de la ma nera tradicional, es decir, en forma secuencial, la modalidad típica de desplazamiento hipertextual es la lectura navegacional (no ha de olvi darse que el texto analógico también posee herramientas propias de navegación, como los índices temáticos, de autores o de contenidos, las remisiones i nternas, las referencias bibliográficas, etc.). Navegar por la i nformación supone una liberación de las restricciones impues tas por la secuencialidad textual, ya que se aplican criterios de bús queda basados en asociaciones que i ncluyen potencialmente cualquier tipo de relación que pueda imaginarse entre dos elementos textuales. En este sentido, la navegación por la información digital es responsa ble de buena parte de la interactividad característica del hipertexto: el
navegante va construyendo con sus movimientos y decisiones u n tex to vi ;tual nuevo. Como señalan Rouet et al. ( 1 996), la hipertextualidad plantea un nuevo objeto de estudio, no sólo a la ciencia cognitiva, s ino _ _ también a la lingüística. La perspectiva que se abre ante el mvestiga dor es apasionante: ¿ cómo tratar, en el seno del hipertexto, el fenó meno multidimensional de la conexión virtual?, ¿qué modificaciones pueden sufr i r nuestros viejos conceptos analógicos de cohesión y de coherencia en el marco de la hipertextualidad digital?, ¿de qué mane ra se verá afectado el problema de la s ituacionalidad en el contexto del hiperespacio virtual?, ¿qué sorpresas deparará la revisión del conce� _ to, ya algo añejo, de intertextualidad en este nuevo planteamiento di gital'?, ¿qué tipo de tratamiento analítico se aplicará al nuevo proto colo de procesamiento de la información que plantea el fenómeno de la navegación hipertextual'? El lector tiene ahora en sus manos una in troducción a la lingüística del texto y, desde este apartado titulado «prospectiva>> que aquí concluye, se le i nvita a imaginar cómo sería una hipotética i ntroducción a la lingüística del hipertexto. Para seguir leyendo
En este apartado se presentan exclusiv amente referenc ias biblio gráficas de trabajos publica dos en nuestro país. Algunas de las i ntroduc ciones a la lingüíst ica del texto (más o me nos extensas y profund as) son: Petofi y García Berrio ( 1 979), Ramón Trives ( 1 979), Rigau ( 1 98 1 ), Acosta ( 1 982), Albaladejo y García Berrio ( 1 982), Bernárd ez ( 1 982), Lozano ( 1 982), Mezeltin ( 1 988), Núñez La devéze ( 1 99 1 , 1 993), Castella ( 1 992), Casado ( 1 993), Fuentes ( 1 996b) y Núñez y Del Teso ( 1 996). El fenóme no de la cohesió n se trata monote máticam ente en Mecleros ( 1 988), Luna ( 1 990) y Fuente s ( 1 996a). Acerca de las tipologí as textuale s, puede consulta rse Fernánd ez-Villanueva ( 1 990) y Milián ( 1 990). En cuanto a reflexio nes sobre la relación entre escritur a y textua lidad, resultan recome ndables Calsam iglia ( 1 990) y Poca ( 1 99 1 ). Han tratado diversos aspectos de la textualid ad desde distinto s puntos de vista didáctic os Battane r ( 1 985), Cassany ( 1 978, 1 99 3 ), Az nar, Cros y Quintan a ( 1 99 1 ), Camps et al. ( 1 990) y Camps ( 1 994). Sobre la i ntertextu alidad, abordada desde una perspect iva textual y pragmát ica, destaca Reyes ( 1 994). Han acometi do el estudio de los conectores desde práctica mente todos los puntos de vista (convers acional, argume ntativo, gramati cal, relevant ista, etc.) Fuentes ( 1 987, 1 993a y b, 1 995-96) , Portolés ( 1 989,
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l"TRODL'CCIÓ" A LA LI'-:GCíSTIC.;
ESTL'DIO PRELI!v!INAR
1993 , 199Sa y b), Casado ( 1 99 1 ), Cortés ( 1 99 1 ), Mar tín Zonaqu ino ( 1 99 1a y b, l 994a y b), Montolío ( 1 99 1 1 992, 1 997) y Briz ( 1 993a y b) , Martín Zorraquino y Montolío ( 1 997). Referencias bibliográficas Acosta, L ( 1 982): Cuestione s de lingliistica textual. Con una selección biblio gráfí'ca , Salamanc a, Eds. de la Universidad de Salamanc a. Adam, J. M. ( 1 992): Les textes: types et prototypes, París, Nathan. Albaladej o, T. v García Berrio, A ( 1 982): «La lingüístic a del texto>>, en F. Abad y A. García Berrio (eds.), Introducción a la lingliística , Madrid, Alhambr a, pp . 2 1 7-60. Aznar, E., Cros, A. y Quintana , L ( 1 99 1 ): Coherencia textual v lectura, Barcelona, ICE/Horsori. Battaner , P. ( 1 985): « El estudio gramatic al del discurso » , en P. Battaner , J. Gu tiérrez y E . Miralles , Introducción a la ense11anza de la lengua v la literatu ra , Madrid, Alhambra , 1 98 5 , pp. 2 9 5-326. Beaugra nde, R. de ( 1 980): Text, Discourse, a nd Process. Toward a Multidisc i plinmy Science of Text, Norwood, Ablex. - ( 1 984): Text Producti on Tmvard a Science of' Composition , Nonvoo d, Ablex. - ( 1 997): A New Introduction to the Stud_v of' Text and Discourse, Nonvoo d, Ablex. Bernárde z, E.. ( 1 982): Introducción a la lingüística del texto, Madrid, EspasaCalpe. - ( 1 995): Teoría y epistenzologia del texto, Madrid, Cátedra. - (ed.) ( 1 987): Lingiiistica del texto, Madrid, Arco/Libros. Blakemo re, D. ( 1 987): Senzanti c Constrai nts mz Relevanc e, Oxford, Basil Black well. Blass, R. ( 1 990): Relevance Relations in Discourse, Cambrid ge, Cambrid ge Uni versi ty Press. Bonilla, S. ( 1 992): « Modelo de código, modular idad y explicac ión gramatic al, modelo de inferencia, relevanc ia y explicac ión pragmática » , en Lenguaje s . . formales naturales y lengua¡es VIII, Barcelon a, Universidad de Barcelon a, pp. 2 1 3-20. - ( 1 996): «Información y relevanc ia. Una hipótesi s acerca de cómo los seres los humano s procesarnos la información lingüísti ca» , Revista Espaf'íol a de Documen tación Científica (CSIC, Madrid). Briz, A. (l993a): «Los conector es pragmát icos en español coloquia l: su papel argumenta tivo » , Contextos, XI/2 1 -2 2 , pp. 1 45-88. - ( 1 993b ) : «Los conectores pragmá ticos en español coloqui al (II): su papel _ ursivo» , Espm1ol metad1sc Actual, 59, pp. 3 9-56. Brown . G. y Yule, G. ( 1 983): Discourse Analysis, Cambridge, Cambri dge Uni . _ versity Press (verswn en castella no: A nálisis del discurso ' Madrid Visor ' 1 993). Carnps, A. ( 1 9 94): L 'ensenya ment de la composicíó escrita, Barcelo na, Barca nova. .
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!)JTRODL!CCI6:.; A L A Ll!\GÜÍSTI C.-\
ESTUDIO PRELL\1!!\AR
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SEBASTIÁN BONILLA
Direcciones de contacto: WüLFGANG
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DRESSLER
Universitat Wien Ins ti tul für Sprachwissenschaft Berggasse 1 1 A- 1 090 Wien Austria Fax: 4 3 - 1 -3103 88623 Voz: 43- 1 -3 1 03 88637 Correo electrónico: a7501dag@awiuni1l . b i tnet ROBERT
D E BEAUGRANDE
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I'\TRODCCCIÓ'\ A LA LI!\G UÍSTICA SEBASTIAN BONILLA
Sección de Lingüística Departamento de Traducción Cni\'ersidad Pompeu Fabra La Rambla, 30-32 08002 Barcelona
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Filología �
Voz: 93-542 24 49 (desde España) 34-3-542 24 94 (internacional) Fax: 93-542 23 02 (desde España) 43-3-542 23 02 (internacional) Correo electrónico: [email protected]
AGRADECIMIENTOS Este manual intenta introducir al lector no especialista en la cien cia del texto y del discurso. Los perfiles básicos de la disciplina ya fue ron expuestos en el libro de Robert-Alain de Beaugrande Text, Dis course, and Process (Norwood, New Jersey, Ablex; Londres, Longman, 1 980), una introducción más exhaustiva y especializada que la pre sente. En este libro hemos intentado presentar una síntesis de las aportaciones a la lingüística del texto, por un lado, de aquellas ten dencias de la lingüística tradicional cuyo objeto de estudio se encuen tra situado más allá de la oración, y, por otro, de un amplio abanico de i nvestigaciones interdisciplinares en el campo de la producción, de la recepción y del uso de los textos en la interacción humana. No que remos dej ar de señalar que las consultas personales que realizamos a la mayor parte de los investigadores cuyos trabajos citamos repe tida mente han sido de un valor y una ayuda inestimables. Brad Schultz y Sofía Solczak-Roberts leyeron el manuscrito. Peggy Drinkwater negoció con paciencia las condiciones que permitieron l a creación del libro. A todos ellos y a todos aquellos cuyas ideas han quedado reflej adas aquí, nuestro agradecimiento más sincero.
PREFACIO l . E n el encuentro de la Societas Linguistica Europaea del vera no de 1 97 6, decidimos preparar una traducción actualizada del libro del profesor Dressler EinfLilmmg in die Textli11guistik ( 1 972a) que tan buena acogida tuvo en su momento. Ahora bien, mientras realizába mos la tarea preliminar de someter a examen y dar un sentido unita rio a las nuevas i nvestigaciones llevadas a cabo desde 1 972, nos dimos cuenta de que nuestro plan era i ngenuo. En esta etapa inicial de bús queda de teorías y de métodos novedosos, advertimos en seguida que las tendencias más recientes en l ingüística del texto no se l imitaban simplemente a ampliar los antiguos métodos conocidos para que pu dieran aplicarse a un objeto de estudio nuevo, sino que pretendían modificar las condiciones teóricas mismas que requiere la constitu ción de una ciencia del texto. A todo ello se añadía el hecho de que esta evolución de los estudios textuales estaba mucho más marcada por la cooperación i nterdisciplinaria de lo que era habitual en la lin güística de tipo tradicional. En consecuencia, decidimos desarrollar un plan y un formato de trabajo completamente nuevos para confec cionar nuestro panorama introductorio. 1 2. Queremos i nsistir desde el principio en que de ningún modo hemos dado un tratamiento exhaustivo ni definitivo a las cuestiones que conciernen a la l ingüística del texto. Con frecuencia nos hemos ocupado de problemas que han ido apareciendo recientemente, pro blemas que sólo recibirán un tratamiento adecuado cuando los i nves tigadores trabajen en la materia de un modo coordinado muchos años. Aun así creemos que puede ser útil no sólo plantear tales cuestiones, sino también intentar sugerir algunas respuestas razonables que las
1 . En nuestra nueva división del trabajo, Robert de Beaugrande se ha ocupado de la mayor par te de los temas que han aparecido desde 1 972 ; la contribución del profesor Dressler se ha centrado en las áreas que ya había cubierto en su libro de 197 2 , especialmente en el campo de la cohesión.
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1 '\ T ROD LCCIO'\ .:, L A LI'\GLÍSTICA
PREFACI O
aclaren. En cualquier caso nos daremos por satisfechos si nuestm li bro pudiera ser utilizado como guía en estos momen tos de cambio y de rápida transición en que vive inmersa la disciplina. Cualquier estudio de transición que trate cuestiones multidis 3. ciplinal eS del tipo que proponemos en este manual está abocado a la con troversia. Así, por ejemplo, algunos investigadores niegan el valor de la lingüística del texto en su conjunto e insisten en que la dimen sión oracional es el terreno más apropiado para la investigación lin güística. 2 O tros desean admitir que los textos son un objeto de estu dio pert inente, pero no están dispues tos a pagar como precio el que se alteren de un modo sustancial los métodos de análisis conocidos.3 Quienes sí aceptan modificaciones profundas en su trabajo no se po nen de acuerdo, sin embargo, en cuál de las nuevas direcciones de in vestigación es la mejor . 4 Con independencia de lo que las personas o instituciones comprometidas en la tarea hicieran en el pasado, en nuestra opinión lo que debería decidir qué métodos han de usarse en la investigación es la naturaleza misma de los textos, entendidos como acontecimientos comunicativos. En la práctica, nuestro enfoque no i ntenta competir con los métodos tradicionales, sino complemen tarlos, aunque, en muchas ocasiones, nos hemos ocupado de cuestio nes que los enfoques antiguos ni siquiera l legaron a plantear: 4. Thomas Kuhn (1 970) contribuyó de un modo decisivo a la di vulgación de la idea de hasta qué punto las actividades realizadas en el campo de lo que podríamos llamar <
las correlaciones profundas entre las partes que componen una totali� dad (véase X.29). S . Parece razonable suponer que una ciencia joven como la lin güística ambicione alinearse entre las ciencias más prestigiosas, como la física, las matemáticas y la lógica formal. Sin embargo, no hay que olvidm que la comunicación, como cualquier otra actividad humana, posee una física especial propia y unas propiedades matemáticas y ló gicas peculiares. Una aplicación i ndebida y rígida de las nociones pro vinentes de las ciencias <
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Por ejemplo, Dascal y Margalit ( 1 974) Por ejemplo, Ballmer ( 1 975). 4. Para hacerse una idea de la impresionante diversidad de puntos de vista, véanse los artículos . reumclos en Petüfi (ecl.) ( 1 979) y el panorama que se presenta en Dressler (ed.) ( 1 978). 2.
3.
5.
El estatuto científico ele los estudios textuales se explora en Beaugrande ( 1 98 1b )
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1 :\ T RODCCClÓ� A LA L ll\GUiST lCA
la materia confundiría al estudiante con una colección desorganizada de disputas, muchas de las cuales no son relevan tes desde nuestra perspectiva actual. En este libro dedicamos algún espacio a comparar el « paradigma» de la lingüís tica del texto con paradigmas an teriores. También hemos intentado mantener un grado razonable de unidad y consistencia en nuestra exposición, incluso en cuestiones que todavía provocan vivos debates en el seno de la comunidad de la lingüística del texto. En este sentido, hemos señalado cuáles son algunas de las principales áreas de disensión, aunque inevitablemente hayamos pa sado por alto o atenuado algunas afirmaciones y puntos de vista que nos parecían demasiado personales. Esperamos que tales deficiencias sean perdonadas en un manual sobre u n ámbito de conocimiento no vedoso que vive i nmerso en una rápida evolución.
CAPÍTULO I NOCIONES BÁSICAS l . He aquí seis muestras de lenguaje que comparten algunos ras gos y difieren en o tros: 1 [1]
NIÑOS JUGANDO
DESPACIO
[2]
Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá
[3]
A sus veinte años de edad, Willie B. es un teleadicto i ntransigente. Odia las noticias y los programas de entrevistas, pero es un fanático aficionado de los partidos de fútbol. Se pone tan nervioso cuando in terrumpen con anuncios la retransmisión de un partido que i ncluso a veces le pega puñetazos al televisor. Un amigo s uyo dice que se comporta como «Un niño pequeño>> . Willie B. es el único gorila del zoo de Atlanta. El pasado mes de diciembre un representante de Ten nessee TV se enteró de la solitaria vida que lleva Willie B. y le regaló un televisor para que le hiciera compañía.
[4]
En una zona del desierto de N uevo México se alzaba un enorme cohe te V-2 de color amarillo y negro de 1 4 metros de altura. Vacío pesa ba cinco toneladas. Llevaba como combustible ocho toneladas de al cohol y oxígeno líquido. Todo estaba preparado para el lanzamiento. Los militares y los científicos se habían parapetado detrás de unos
Los ejemplos [ 1 ] y [2] son de dominio público. El ejemplo [3] se extrajo del número publicado el 22 de enero de 1 979 de la revista Time. El ejemplo [4] aparece en McCall y Crabbs ( 1 96 1 ); este ejem· plo ha sido muy utilizado después en otros trabajos (véase la nota 10 en el capítulo V, Beaugrande, 1 980a y e, 1 9 8 l b , y Simon y Chester, 1 979). El ejemplo [5] procede de House at Poolz Conzer de Mil ne ( 1 928: 44 y ss.). El poema [6] es un soneto del amor oscuro de Federico García Lorca. Estos ejem plos serán tratados a lo largo del libro: [ 1 ] en L4-6 y 1 9-2 1 ; [2] en 1.1 1 ; [3] en VII .Z J -28; [4] en Ill.26, IV.7- 1 0 , 24, 29, V.29-39; [5] en VL29-3 1 ; y [6] en VIL29-42
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3-+
1\0CIOr-;ES BASICAS
1:\TRODLCC IÓ :\ A LA LI:\Gl!ÍSTIC-\ montículos de tierra, a cierta distancia del ingenioo Dos destellos 1 o j os anunciamn la inmi nencia del lanzamientoo De pronto, con una gran llamarada y un fuelle estmendo, el enorme cohete ascendió pri mero lentamente v luego cada \oez más ele prisao Iba dejando una es tela de llamaradas amarillas de unos 20 metms de largo. En un ins tante, la llamarada parecía una csl! ella amarillao En pocos segundos, se había alejado tanto que ni siquiera podía \·islumbrarse; el radar se guía su trayectoria a medida que ascendía a una velocidad cercana a los 200 kilómetros por horao lVlinutos después del lanzamiento, el pi loto de un avión de vigilancia lo vio regresar. Aterrizó a unos 64 ki lómetros del punto de partida. [5]
(relal/liéndose) : ¡Jo, jo! (distraídamente) : Tra-la-la, tra-la-la. HE FFALUI\lP (sorprendido .v no lo suficientemente seguro de sí mismo) : HE FFALUMP
PIGLET
¡Jo, jo! (más dislraídanzente aún}: Tu-tu-tu, tu-tu-lLL (iba a decir de nuet•o «jo, jo", pero le da z u z repentino ata que de tos) : Lo (tose). .. ¿Qué pasa aquí? PIGLET (sorprendido) : ¡ Hola! Mira, he hecho una trampa y estoy espe
PIGLET
HE FFALUI\lP
rando que caiga en ella un heffalump. (con et•idente desaprobación ) : ¡Vaya ! (Después de wz largo silencio) ¿ Estás seguro de lo que dices? PIGLEI : Sí. H EFFALUMP: ¡Vaya! (Nervioso) Yo . . . yo creía que era una trampa que había hecho yo mismo para cazar un piglet. PIGLET (s01prendido): ¡ Oh, no! H EFFALUMP: ¡ O h ! (En tono conciliador) Puede ... , puede que yo me haya equivocado. PIGLET: Me temo que sí. (Cortésmente) Lo siento (en tono burlesco). H EFFALUJ\lP: Bueno, bueno, bueno. Supongo que será mejor que me vaya. PIG LET (descuidadamente) : ¿Te vas? Bien, si por casualidad ves por ahí a C hristopher Robín, ¿puedes decirle que lo estoy buscando? H E FFALUI\lP (ansioso por quedar bien) : ¡ Desde l uego! ¡ D esde luego ! H EFFALUMP
(huye a toda velocidad). [6]
EL
POETA PIDE A SU AMOR QUE L E ESCRIBA
Amor de m is entrañas, viva muerte, en vano espero tu palabra escrita y pienso, con la flor que se marchi ta, que si vivo sin mí quiero perderte. El aire es inmortal. La piedra inerte ni conoce la sombra ni la evita. Corazón interior no necesita la miel helada que la luna vierte.
35
Pero yo te sufTL Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas. Llena, pues, de palabras mi locura o déjame vivir en mi serena noche del alma paro siempre oscura. 2 . Todos los ejemplos anterio1 es son TEXTOS usados e n SITUACIO NES DISCURSIVAS diferentes. El hecho de que estos textos puedan utili zarse de diversas maneras indica que pertenecen a TIPOS DE TEXTO dis
tintos : [ 1 ], señal de tráfico; [2], canción de cuna; [3], artículo perio dístico; [ 4], fTagmento de artículo científico; [5], conversación entre dos participantes que intercambian el tumo de habla; y [6], poema. Pa rece razonable exigir a una ciencia del texto que sea capaz de descri bir o de explicar tanto los rasgos que comparten como las diferencias que separan unos tipos de texto de otros. De igual manera, una cien cia del texto debería hacer explíci to qué normas han de cumplir los textos, cómo se producen y cómo se realiza su recepción, de qué ma nera los usan los hablantes en el marco de una situación comunicati va determinada, etc. Las palabras y oraciones que aparecen literal mente en un texto son indicaciones interesantes que ha de tener muy en cuenta el analista, pero no reproducen la totalidad de lo que se está comunicando, por lo que si en nuestro análisis nos limitásemos a ellas nunca podríamos ofrecer una descripción completa de cómo funciona un texto. Y precisamente el problema más apremiante que ha de re solverse es cómo FUNCIONAN los textos en la INTERACCIÓN COMUNICATIVA . 3 . U n TEXTO e s un ACONTECIMIENTO COMUNICATIVO que cumple sie te normas de TEXTUALIDAD. Si un texto no satisface alguna de esas nor mas entonces no puede considerarse que ese texto sea comunicativo. Por consiguiente, los textos que no sean comunicativos no pueden analizarse como si fueran textos genuinos (véase III.S). En este capí tulo se esbozan las siete normas de textualidad de una manera i nfor mal y, más adelante, se dedica un capítulo aparte a profundizar en cada una de ellas. 4. La primera norma de textualidad es la COHESIÓN. La cohesión establece las diferentes posibilidades en que pueden co11ectarse e11tre sí de11tro de ww secue11cia los componentes de la SUPERFICIE TEXTUAL, es decir� las palabras que realmente se escuchan o se leen. 2 Los compo2.
La « Superficie• textual no es, desde luego, un material e11 bmto compuesto por sonidos o mar· cas impresas. Su existencia presupone que las expresiones lingüísticas que la componen han sido pre sentadas por alguien en la interacción y el receptor ha logrado identificarlas. La cuestión que plantea el enfoque procedimental es cómo se produce realmente esa identificación Sobre este tema puede con sultarse Selfridge y Neisser ( 1 960); Sperling ( 1 960), Neisser ( 1 967), Crowder y M ot1on ( 1 969), Woods et al. ( 1 976), Rumelhan ( 1 977a) v Walker (ecL) ( 1 978).
3ó
1 '\TRODLCClÓ'\ A LA Ll '\G LÍ ST l C A
'\OC!Oi'\ES BASICAS
nen tes que integran la superficie textual dependen unos de otros con forme a unas convenciones y a unas formalidades gramaticales deter minadas, de manera que la cohesión descansa sobre DEPENDENCIAS GRAi\IATICALES. Tal como han señalado con frecuencia los lingüistas, las secuencias superficiales de un texto no se pueden reorganiza¡ de un modo 1adicalmente distinto al originario sin que ello cause al teracio nes significativas en ese texto. Por ejemplo, sería absurdo modificar el ejemplo [ 1 ] de la manera siguiente
explica� cómo es posible que s e produzcan AMBIGÜEDADES d e este tipo en la superficie textual , sino que también ha de aclarar cómo los ha blantes resuelven, de hecho, la mayor parte de estas ambigüedades sin ninguna dificultad. En la interpretación de un texto, como puede ver se, la superficie textual no es decisiva en sí misma; para conseguir que la comunicación sea eficaz ha de existir INTERACCióN entre la cohesión y las otras normas de textualidad (véase III.4). 6. La segunda norma de textualidad es la COHERENCIA. La cohe rencia regula la posibilidad de que sean accesibles entre sí e interac túen de un modo relevm1te 5 los componentes del MUNDO TEXTUAL, es de cit; la configuración de los CONCEPTOS y de las RELACIONES que sub_va cen bajo la superficie del texto. Un CONCEPTO es una estructuración de conocimientos (o contenidos cognitivos) que el hablante puede activar o recuperar en su mente con mayor o menor unidad y congruencia (véase V.4 y ss.). Las RELACIONES son los VÍNCULOS que se establecen en tre los conceptos que aparecen reunidos en un mundo textual deter minado : cada vínculo recibe una denominación según los conceptos que conecte. Por ejemplo, en 'niños jugando', 'niños' es un concepto objeto y 'jugando' es un concepto acción. Que se pueda establecer una relación mental entre ambos conceptos se debe a que los 'niños' son los agentes de la acción 'jugar' (véase V. 26[b ]). En ocasiones, aunque no siempre, las relaciones no se establecen en el texto de un modo EX PLÍCITO, esto es, no se ACTIVAN directamente a través de las expresiones que aparecen en la superficie textual (véase V.4). Para suplir esta ca rencia de indicaciones explícitas los hablantes suelen aventurar hipó tesis acerca de la existencia latente de tantas relaciones como sean ne cesarias para dar sentido al texto desde el inicio. Así, por ejemplo, en ausencia de otras pistas, en la señal de tráfico [ 1 ], 'despacio' tiene más sentido si se entiende como « Cantidad de movimiento>> que como un «atributo>> asociado con 'niños'. 7. El tipo de relaciones que se incluyen bajo la denominación de CAUSALIDAD6 ejemplifican de un modo particularmente claro en qué consiste la coherencia. Las relaciones de causalidad regulan la mane ra en que una situación o un acontecimiento influye en las condicio nes que han de darse para que ocurra otro acontecimiento. En un ejemplo como el siguiente:
[ ] a]
JUGANDO
DESPACIO NIÑOS
y
pedir luego a las autoridades pertinentes que lo adopten como texto en una señal de tráfico. La serie de palabras [ l a] es tan inconexa que los conductores apenas entenderían una señal con esas características, debido, obviamente, a que se han deteriorado las dependencias gra maticales inscritas en su superficie textual, y éstas son las principales indicaciones que permiten entender el significado y el uso de las pa labras que aparecen en el texto. Todos los procedimientos que sirven para marcar relaciones entre los elementos superficiales de un texto se incluyen en el concepto de COHESióN} 5. Adviértase que el ejemplo original [J]
NIÑOS JUGANDO
DESPACIO
podría in terpretarse de diversas maneras. Del hecho de que los 'niños' estén 'jugando despacio'-+ podrían derivarse algunas conclusiones nada favorables sobre la capacidad física o la i nteligencia de esos niños. Sin embargo, la interpretación más natural aconseja segmentar el texto en dos partes ('niños jugando', por un lado, y 'despacio', por otro), dedu ciendo a continuación que los conductores han de aminorar la veloci dad de sus vehículos para evitar poner en peligro la vida de los niños que juegan en las i nmediaciones. Una ciencia del texto no sólo ha de 3 . El término «cohesión" fue divulgado p o r Halliday y m á s tarde p o r su esposa Hasan (véase Ha lliday, 1 964, Hasan, 1 968, y Halliday y Hasan, 1 976). Cotéjese también con el uso de esta noción en Crymes ( 1 968), Harweg ( 1 968), Palek ( 1 968), Hobbs ( 1 976) y Webber ( 1 978). Advié11ase que la utili zación que se hace en este manual del término «cohesión» es extremadamente amplia, puesto que in cluye todos los medios de señalización de dependencias textuales superficiales (confróntese con Halli dav, 1 964: 303) . . 4. Los ejemplos lingüísticos se enmarcarán entre comillas simples. Para otros tipos de ejemplos se usarán las comillas angulares"
37
5 . Sobre la coherencia, véase Harwcg ( 1 968), Km1tunen ( 1 968), Bellert ( 1 970), Van Dijk ( 1 972a, 1 977a ), Kintsch ( 1 974) y Beaugrande ( 1 980a) La «coherencia» se ha confundido o mezclado a menu do con la «cohesión"; no obstante, parece indispensable establecer una distinción entre la conectivi dad superficial y la conectividad del contenido subyacente (véase \Viddowson, 1 973, Coulthard, 1 977, y Beaugrancle, 1 980a) 6. Pueden encontrarse desc1ipciones sobre la causalidad diferentes pero compatibles con la nues tra en Schank ( 1 975) y \Vilks ( 1 977b). En IV.46 se mencionan algunos «marcadores" que señalan la causalidad.
-
38
I\:TRODCCCIO\: .-\ L.-\ Ll\:GCÍSTIC.-\ [7]
Se cayó de un ter cer piso
v
se rompió una pierna
el acon tecimiento 'caída' es la CAUSA del acontecimien to 'rotura', pues to que el primero ha creado las condiciones necesarias para que se diera a continuación el segundo. En el ejemplo siguiente, por el con tJ ario, se aplica un tipo de causalidad más débil: [S]
María del Campo cocinó un delicioso pastel de chocolate. Horas des pués, María del Mar robó el pas tel y se lo comió con sus amigas.
En este caso, la acción de María del Campo ha creado las condi ciones suficientes, pero 110 necesarias, para que María del Mar pudiera llevar a cabo su acción (es decir; la ha hecho posible, aunque no obli gatoria); a esta relación se le llama POSIBILIDAD. 8. Las relaciones conceptuales mencionadas no agotan todos los tipos de causalidad. En un ejemplo como el siguiente: [9]
No gana más dinero porque trabaja pocas horas
la primera acción no es la causa o lo que hace posible que suceda la segunda, sino que 'no gana más dinero' es indudablemente un resul tado predecible y razonable de 'trabaja pocas horas'. Cuando una ac ción es el resultado esperable de un acontecimiento previo, la relación que se establece entre esa acción y el acontecimiento se denomi na RA ZON. En resumen: que alguien se caiga de u n tercer piso es la causa (y no lo que hace posible o la razón) de que se rompa una pierna; que alguien haga un pastel hace posible (pero no es la causa ni la razón) que alguien lo robe; que alguien trabaje poco es la razón (y no la cau sa ni lo que lo hace posible) de que gane poco dinero (véase Wilks, 1 9 7 7b : 2 3 5 y ss. ). 9 . Aún hay otra relación distinta a la d e causa, la posibilidad y la razón, como puede apreciarse en el ejemplo siguiente: [ 1 0]
La abuela fue a la alacena para darle un hueso a su perTo
\:OCIONES B..i.SIC.-\S
1 0 . O tra manera d e observar los acontecimientos o las situacio nes es desde el punto de vista de su ordenación en el TIEMPO. La cau sa, la posibilidad y la razón se caracterizan por su direccionaliclad pro gresiva, esto es, el primer acontecimiento es la causa, hace posible o roporciona la razón para que suceda el acontecimiento posterioL En cambio, el propósito se caracteriza por su direccionalidad regresiva, es decil; la acción posterior conlleva el propósito que ha movido la realización de la acción anterior. Las relaciones temporales pueden lle gar a ser muy complejas, dependiendo de la manera en que se orde nen las acciones, los acontecimientos o las situaciones implicadas en ellas. En el ejemplo siguiente:
�
[1 1]
PROPOSITO.
Cuando fue a coger un yogur, vio que la nevera estaba vacía
nuestro conocimiento estereotipado del mundo nos indica que la ac ción A 'ir a coger un yogur' sucedió con posterioridad a la acción B 'acercarse a la nevera' (la acción B marca el límite terminal de la ac ción B), pero también nos indica que la acción A sucedió al mismo tiempo que la acción C 'ver la nevera vacía'. La relación de PROXIMIDAD TEMPORAL que puede darse entre dos acontecimientos distintos se con cretará ele maneras diferentes, según los límites establecidos entre las acciones que compongan esos acontecimientos. 7 1 1 . La sección V.2 5 y ss. se reservan para una exposición sobre otras relaciones ele coherencia. No obstante, hemos ele señalar que nos estamos moviendo s iempre entre consideraciones que van más allá del texto, entendi do éste en un sentido restringido como aquello que se ha dicho o se ha escrito ele un modo explícito. De ello se deduce clara mente que la coherencia no es un simple rasgo que aparezca en los textos, sino que se trata más bien ele un producto ele los procesos cog nitivos puestos en funcionamiento por los usuarios de los textos. La simple yuxtaposición de acontecimientos y ele situaciones en un texto activa operaciones que generan relaciones ele coherencia. Puede ad vertirse ese efecto en el ejemplo siguiente: [2]
La primera acción de la abuela (dirigirse a la alacena) hace posi ble la segunda (darle un hueso al perTo), pero existe una diferencia muy importante entre los ejemplos [8] y [ 1 0] : en [ 1 0] el agente tiene u n PLAN, mientras que en [8] el agente no hizo su pastel para que se lo llevara u n ladrón. Cuando se planea i ntencionadamente que suce da un acontecimiento B a partir de la concreción de un aconteci miento anterior A, se considera que el acontecimiento B posee u n
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Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá
En el texto se señalan de un modo explícito una serie de acciones ('dormir', 'venir' y 'comer'); las únicas relaciones que se establecen en· tre cada acción son las de AGENTE ('coco') y ENTIDAD AFECTADA ('niño') (acerca ele estos términos, véase V. 2 6 y ss. ) . Aunque sea simplemente 7.
En IV.47 se analizan algunos marcadores que indican proximidad temporal. Sobre las !i·onte ras entre acontecimientos, véase IIL2-l
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�OCIO:\ES BASIC..\S
I�TRODL:CCIÓ� A L A L l t\ G C Í STICA
en virtud de la configuración verbal, es probable que cualquier re ceptor textual suponga que las acciones descritas intentan ser una pis ta de la CARACTERIZACIÓN de los agentes (aunque no se dice en ningún momento que el niño no quiere dormir y que el coco se come a los niños que no duermen) . Esta operación de enriquecimiento del mun do textual mediante la aportación del propio conocimiento del mundo que realiza el receptor se denomina H A C E R INFERENCIAS (véase V. 3 2 y ss .). 1 2 . El fenómeno de la coherencia puede ser también útil para perfilar mejor algunas características que debería reunir una ciencia del texto sólidamente fundamentada sobre la idea de que el texto es una forma de actividad humana. Un texto no tiene sentido por sí mis mo, sino gracias a la interacción que se establece entre el CONOCI M IENTO PRESENTADO EN E L TEXTO y el CONOCIM IENTO D E L MUNDO ALMACE· NADO EN LA M E M ORIA de los i nterlocutores (véase Petofi, 1 974, y IX.2440) . De este planteamiento se deduce que los lingüistas textuales han de cooperar con los psicólogos cognitivistas en la exploración de cues tiones básicas para ambas disciplinas, como por ejemplo el problema del sentidoS de un texto. O tra conclusión que puede derivarse de lo ex puesto hasta aquí es que las teorías y los métodos que se u tilicen en la investigación no han de ser DETERMINísncos sino, por el contrario, PROBABI LÍSTICOS, es decir, deberán aclarar no lo que sucede siempre sino, por el contrario, lo que sucede 11ormalme11te. Bien es verdad que hablantes diferentes pueden inferir sentidos ligeramente distintos en la interpretación de un mismo texto. No obstante, no cabe la menor duda de que el «Sentido del texto» es una propiedad bastante estable: la mayor parte de los hablantes pueden ponerse de acuerdo sin pro blemas en cuál es el contenido de un texto, puesto que normalmente realizan unas operaciones de interpretación similares (véase V. l ) . 1 3 . Tanto l a cohesión como l a coherencia son nociones centra das en el texto que designan operaciones enfocadas hacia los mate· riales textuales. Además de éstas, se necesitan otro tipo de nociones centradas en el usuario que expliquen con mayor amplitud el fun cionamiento de la actividad comunicativa en la que están implicados tanto los productores como los receptores de textos. Un ejemplo de ese tipo de nociones es la tercera norma de textualidad: la INTENCIONALI DAD . La i ntencionalidad se refiere a la actitud del productor textual: que una serie de secuencias oracionales constituya un texto cohesio nado y coherente es una consecuencia del cumplimiento de las inten ciones del productor ( transmitir conocimiento o alcanzar una META es8. En V.l se distingue entre •significado", entendido como la capacidad que tienen las expresio nes l ingüísticas para ser significantes, y "sentido', entendido como el conocimiento que realmente transmiten las expresiones que aparecen en los textos.
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pecífica dentro de u n PLAN ) . 9 Bien es verdad que -en algún grado al menos- puede considerarse que, en sí mismas, la cohesión y la co herencia son metas operativas que si no se alcanzan podrían bloquear la consecución de otras metas discursivas. No obstante, como sucede de maneJa notoria en la conversación espontánea, los receptores prac tican habitualmente cierta TOLERANCIA hacia producciones lingüísticas de sus interlocutores que difícilmente pueden considerar;e como cohesionadas y coherentes (véase VI.2 y ss.). Una estructura relati vamente confusa como la siguiente (documentada en Coulthard, 1 977 : 72) : [ 1 2]
Bien, ¿dónde . . . en qué parte de la ciudad vives?
no provoca trastornos en la comunicación, pues aunque la meta se cundaria de mantener la cohesión no se cumpla por completo, el ha blante consigue alcanzar su meta principal: enterarse de la dirección de su i nterlocutor. Ahora bien, también es cierto que si el hablante se obstina tercamente en producir un texto sin cohesión ni coherencia entonces ese texto puede perder buena parte de su interés (véase IX. l S y ss.), por lo que la relación comunicativa con el receptor también puede deteriorarse completamente. 14. La cuarta norma de textualidad es la ACEPTABILIDAD. La acep tabilidad se refiere a la actitud del receptor: una serie de secuencias que consti � uyan un texto cohesionado y coherente es aceptable para un determmado receptor si éste percibe que tiene alguna relevancia por ejemplo, porque le sirve para adquirir conocimientos nuevos � porque le permite cooperar con su interlocutor en la consecución de una meta discursiva determinada. 1 0 Esta actitud receptora es, en últi ma i nstancia, la responsable de factores tales como el tipo de texto, la situación social o cultural y la deseabilidad de las metas que preten den alcanzar los hablantes. En este sentido, podría interpretarse que una de las metas propias del receptor textual es el mantenimiento de la cohesión y la coherencia, puesto que tiene la potestad de tolerar las imperfecciones formales que presenta el material textual hasta donde 9. Se ha discutido mucho acerca de la una con clusión definitiva. No obstante, pueden consultarse las publicaciones siguientes, � n las que e trabaja con este concepto: Wünderlich ( 1 97 1 ), Héirmann ( 1 976), Bruce ( 1 977), Van Dijk ( 1 977a), Schlesinger 0 77), Coh':? ( 1 78), Mc ·� lla ( 1 978), \ ilensky ( 1 978a), Allen ( 1 979) y Beaugrande ( 1 979a y b, 1 980a) (\ease tamb � en \ L6) Adv1e11ase que qUJ en produce un texto no tiene por qué ser el mismo que lo pre . s��ta, p� r eJemplo e� el caso de la alus10n textual (IX. 1 2); este fenómeno puede incluirse bajo la no Cien de mtertextuahdad (acerca de la parodia, véase !.22) 1 0 . Sobre la aceptabilidad, puede consultarse Quirk y Svartvik ( 1 966) y Greenbaum (ed.) ( 1 977). Sobre la aceptación de las metas discursivas de los otros pa11icipantes, véase Cohen ( 1 978), McCaila ( 1 978) y Allen ( 1 979)
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l �T RO D C C C l Ó � A LA L I N G L' i S TI C.-\
NOCIONES BASICAS
sus propios intereses se lo aconsejen. En este mismo sentido, la ope ración de HACER INFERENCIAS mencionada en L 1 1 demuestra de un modo contundente cómo los receptor es apoyan el mantenimiento de la coherencia mediante la realización de sus propias contribuciones al sentid o del texto. Si el receptor minimiza su grado de aceptabilidad, el proce 15. so comunicativo puede deteriorarse. Si el receptor cuestiona la acep tabilidad de lo que dice el hablante, cuando la intención de éste ha sido en realidad ser claro y comprensible, el hablante puede conside rarlo como una señal de que el receptor no quiere cooperar en el man tenimiento de la conversación o en que ésta transcurra de un modo habitual. Véase el ejemplo siguiente (Dickens, 1 947: 774):
Parece ser que al receptor se le persuade con mayor facilidad si se le obliga a que realice un esfuerzo aportando conocimiento adicional para entender el contenido del texto: de esa manera se crea la ilusión subj etiva de que el propio receptor; en alguna medida al menos, ha enunciado el texto. El ejemplo [1 4] es más informativo que el ejem plo [ 1 4a] debido a un factor que constituye la norma de textualidad que se tratará a continuación. 1 7 . La quinta norma de textualidad es la INFORMATIVIDAD. La in formatividad sirve para evaluar hasta qué punto las secuencias de un texto son predecibles o inesperadas, 1 1 si transmiten información co nocida o novedosa. La afirmación 'probablemente no pueda telefo neamos' es mucho más sorprendente en el escueto ejemplo [ 1 4] que en el [ 1 4a], donde se presenta, después de una prolija argumentación, como una conclusión lógica. Procesar secuencias con un alto nivel de informatiyidad requiere realizar un esfuerzo mayor que procesar se cuencias con un baj o nivel de informatividad, pero por el contrario también suele ser una actividad mucho más interesante. No obstan te, el productor textual ha de ser cuidadoso y evitar que la tarea de pro cesamiento que ha de realizar el receptor no sea tan ardua como para que se ponga en peligro la comunicación. 1 8. Cualquier texto es, en alguna medida al menos, informativo . El problema no radica en qué medida la forma y el contenido de un texto sean predecibles, puesto que, en cualquier caso, siempre habrá alguna serie de secuencias que no puedan preverse. Con toda proba bilidad, un nivel especialmente bajo de informatividad puede pertur bar� causar fastidio e incluso provocar el rechazo del texto. Tómese en consideración la secuencia que abre un típico manual científico: 12
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[ 1 3]
-Lo que necesitamos, señor, es pruebar esto. -Se dice probar, señor Weller, probar -dijo Pe!! . -Bueno, señor -replicó bruscamente el señor Weller-, pruebar y probar es lo mismo, poco más o menos; si usted no entiende lo que quiero decir, señor, estoy seguro de que ya encontraré quien me en tienda. -No se enfade, por favor, señor Weller -dijo Pell mansamente.
1 6. En ocasiones, el productor textual especula con la actitud de aceptabilidad de sus receptores, presentando textos que exigen que éste se esfuerce si quiere dotarlos de sentido. Por ejemplo, la Compa ñía Telefónica Bell advierte a sus abonados: [ 1 4]
Llámenos antes de cavar una zanja. Probablemente no pueda tele foneamos después
La Compañía Telefónica Bell i nvita a que sus abonados i nfieran que cuando se excava una zanja se corre el peligro de cortar un cable telefónico soterrado y, en consecuencia, puede averiarse la instalación para llamar por teléfono no sólo a la Compañía Telefónica para que arregle la avería, sino i ncluso para insultar a quienes pusieron ahí ese cable o para recibir la llamada del jefe e n la que nos despide por co meter una negligencia profesionaL Resulta curioso que [ 1 4] sea una versión más efectiva del mensaje que cualquier otra que, como [ 1 4a], sea más explícita (en el sentido que se expone en 1.6) : [ 1 4a ]
Llámenos antes d e cavar una zanja. Cabe la posibilidad d e que haya un cable soterrado. Si usted rompe ese cable, se quedará sin servi cio telefónico, por no mencionar que puede recibir además una fuerte descarga eléctrica. En cualquiera de estos casos, usted no po drá telefoneamos.
[ 1 5]
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El mar es agua
El hecho que se afirma aquí es tan conocido por todos que no vale la pena enunciarlo en un libro científico. Nadie duda de que [ 1 5 ] sea un texto cohesionado y coherente, y que, como tal, indudablemente in tente ser un texto aceptable. Sin embargo, se trata en realidad de un texto con muy poco i nterés para sus receptores puesto que es míni mamen te informativo. Ahora bien, cuando se accede a su continua ción, el texto va adquiriendo una mayor entidad:
11 Sobre la informatividad, puede consultarse Shannon ( 1 9 5 1 ) , Weltner ( 1 96.\ ) , Grimes ( 1 975), Loftus y Loftus ( 1 976), Groeben ( 1 978) y Beaugrande ( 1 978b, l 980a) Véase también el ca pítulo VII 1 2 .. Con este enunciado comienza el libro de Chanslor ( 1 967: 9). Para un análisis más profundo del fTagmento véase Beaugrande ( 1 978b)
NOCIO!'-iES BÁSICAS
I N TRODUCCIO!'-i A LA LINGU i ST I C A
44 [ l Sa]
El mar es agua únicamente en el sentido de que el agua es la sus tancia predominante en su composición .. En realidad, el agua es una mezcla de sales y gases que, además, contiene una cantidad enorme de organismos vivos . . .
La afirmación de u n hecho obvio e n el ejemplo [ 1 5] funciona como punto de partida a partir del cual se pueden realizar a continuación afirmaciones con un grado más elevado de informatividad. La expre sión 'en realidad' que aparece en la superficie textual de [ 1 5a] señala que la relación entre 'mar' y 'agua' (véase V. 26[l]) no es, en absoluto, rigurosa. La refutación de una creencia estereotipada eleva el nivel de informatividad del fragmento en que aparece (véase VII. l 6 ) . 1 9. L a sexta norma d e textualidad e s l a SITUACIONALIDAD. L a si tuacionalidad se refiere a los factores que hacen que un texto sea RE LEVANTE en la SITUACióN en la que aparece; l 3 ya se vio anteriormente que la señal de tráfico [1]
NIÑOS JUGANDO
DESPACIO
podía i nterpretarse de diversas maneras, pero la i nterpretación más probable era bastante obvia. La facilidad con que los hablantes pue den decidir semejantes cuestiones se debe a la influencia de la situa ción en la que se presenta el texto. En el caso del ejemplo [ 1 ], la señal está emplazada en una localización en la que cierta clase de recepto res, llamados conductores, probablemente esperan que la señal se re fiera a un determinado tipo de acción, cuyo cumplimiento o desobe diencia puede afectarles. Parece razonable suponer que 'despacio' ha de entenderse como un requerimiento para reducir la velocidad, más que como un anuncio acerca de las capacidades físicas o mentales de los niños. En ese mismo contexto, los peatones entenderán que el tex to de la señal no es relevante para ellos, porque su velocidad de mar cha no puede poner en peligro a nadie. Todo ello demuestra que el sentido y el uso de ese texto se ha decidido por medio de la situación en la que aparece. 20. La situacionalidad puede afectar i ncluso a los medios de co hesión. Por un lado, una versión del texto similar a la siguiente:
[ 1 b]
45
Los conductores deberían conducir despacio, porque los niños que juegan en las inmediaciones podrían cruzar la calzada sin miraL Los vehículos pueden detenerse con mayor facilidad si circulan despacio
podría aclarar cualquier posible duda acerca del sentido, el uso y el grupo de receptores a quien va dirigido el texto. Ahora bien, en una ;ituación como la circulación de tráfico en la que los receptores tie nen limi tada su capacidad y su tiempo de atención, no parece que sea lo más apropiado señalizar todas y cada una de las circunstancias que puedan concurrir en una situación determinada. Esta consideración f·uerza al productor textual a emplear un máximo de economía en su actividad comunicativa. La si tuacionalidad constriñe con tanta fuerza el intercambio comunicativo que la versión minimizada [ 1 ] es mucho más apropiada que [ 1 b], aunque ésta sea más clara y proporcione una mayor cantidad de información (véase I.23). 2 1 . La séptima norma de textualidad es la INTERTEXTUALIDAD. La intertextualidad se refiere a los factores que hacen depender la utili zación adecuada de un texto del conocimiento que se tenga de otros textos anteriores. 1 -l Un conductor que ha visto la señal de tráfico [ 1 ] probablemente se encontrará más adelante con otra señal del tipo: [ 1 6]
FIN DE LA LIMITACIÓN DE VELOCIDAD
No se puede anular el límite de velocidad a menos que anterior mente se hubiese establecido una limitación previa. Parece claro que el sentido y la relevancia de [ 1 6] depende del conocimiento que se ten ga de [ 1 ] y de la aplicación de su contenido a la situación en curso. 22. La intertextualidad es, en un sentido general, la responsable de la evolución de los TIPOS DE TEXTOS, entendiendo por 'tipo' una cla se de texto que presenta ciertos patrones característicos (véase IX. l y ss.). Cada tipo de texto en particular posee un grado diferente de de pendencia de la intertextualidad. En ciertos tipos de textos como la parodia, las reseñas críticas, las contraargumentaciones o los i nfor mes, el productor textual ha de consultar continuamente el texto prin cipal para construir su discurso paródico, crítico, contraargumentati vo o informativo, y, con toda seguridad, los receptores textuales nece sitarán conocer el texto previo para entender el texto actual. Como ejemplificación de este planteamiento, recuérdese que hace algunos años apareció un anuncio en varias revistas con la fotografía de un jo ven que imploraba:
1 3.
La "situacionalidad» ha recibido un tratamiento más adecuado en disciplinas como la socio lingüística y la etnometodología que en la propia lingüística. Pueden consultarse los artículos reuni dos en Gumperz y Hymes (eds.) ( 1 972) y Bauman y Scherzer (eds ) ( 1 974). Dittmar ( 1 976) ofrece un panorama global de la sociolingüística
1-l..
Puede encontrarse un uso más I estringido de la noción de « intertextualidad" en Klisteva 0 968); Quirk ( 1 978) presenta una concepción más parecida a la nuestra.
46
r :--; TRODl)CCIÓ'\ A LA L I '\ G C Í ST ICA
[ 1 7]
Tú que estás en las alturas, concédeme un DON 's
Cierto profeso!� que estaba esperando a que el Ministerio fi nancia su proyecto de investigación, rec01tó el texto del anuncio y, reto cándalo ligeramente, lo pegó en la pue1ta de su despacho.: ra
[ 1 7a]
Tú que estás en las alturas, concédeme un DON
En su contexto original, [ 1 7] era una incitación para que el públi co adquir iera una determinada marca de pantalones vaqueros (ooN's). En el nuevo con texto, [ 1 7a ] parece en principio fuera de lugar: la co locación de un recorte de revista en la puerta de un despacho difícil mente ayudará a conseguir la financiación de un proyecto de investi gación . Sin duda alguna, para acceder a una interpretación compe tente ele [ 1 7a ] se ha de recurrir al conocimiento del texto anterior [ 1 7] y ele la intención que lo produjo. Una vez que se tiene en cuenta esta información, puede entenderse mejor que lo inesperado de la nueva versión incremen ta el interés y la informatividad del texto reutilizado (véase 1. 1 7) . Este efecto de sorpresa suple la falta de relevancia situa cional inmediata y revela, además, la intención humorística que ha movido al nuevo usuario textual. 23. En este capítulo se ha hecho una primera presentación de las siete normas de textualidad: cohesión (1.4-5), coherencia (1.6- 1 2), i n tencionalidad (I. 1 3 ) , aceptabilidad (!. 1 4- 1 6 ), informatividad, s ituacio nalidad (!. 1 9-20) e intertextualidad (1. 2 1 -22). Estas normas funcionan como los PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS (en el sentido en que emplea este término Searle, 1 969: 3 3 y ss.) de la comunicación textual: estas siete normas crean y definen la forma de comportamiento identificable como « comunicación textual» . No puede quebrantarse ese conjun to ele normas sin atentar contra el proceso comunicativo mismo. Existen también PRINCIPIOS REGULATIVOS (ele nuevo siguiendo a Searle) que, más que definirla, controlan la comunicación textual. En nuestro modelo prevemos la existencia de al menos tres principios regulativos. La EFI CACIA de un texto depende de que los participantes empleen o no un mínimo de esfuerzo e n su utilización comunicativa. La EFECTIVIDAD de un texto depende de si genera o no una fuerte impresión en el recep tor y si crea o no las condiciones más favorables para que el produc tor pueda alcanzar la meta comunicativa que se había propuesto. La ADECUACIÓN de un texto depende de si se establece o no un equilibrio entre el uso que se hace de un texto en una situación determinada y el modo en que se respetan las normas de textualiclad. I S 1 5.
Más adelante se apela a este concepto en IL6, III.9, IV. ! ! , 28, 37, VIL28, VIII 1 1 , IX. ! ! y XJ6.
'\OCIO:\ES B.i.SICAS
47
24. A lo largo de este manual analizaremos los principios consti tutivos y regulativos de la comunicación textual . En cuanto a los prin ci pios constitu tivos, nos ocuparemos de la problemática que plantea cada una de las siete normas de textualidad. En cuanto a los princi pi os regulativos, intentaremos demostrar de qué manera la eficacia, la efectividad y la adecuación controlan la constitución y el uso de los text os. No ha de sorprender a nadie que la propia naturaleza de los te mas a tratar nos aleje a veces ele las fronteras conocidas de la linaüís "' tica. Más en concreto, en algunos momentos ele nuestro estudio nos veremos obligados a confiar en los resultados obtenidos por otras dis ciplinas, especialmente la CIENCIA COGNITIVA, un campo en el que se en trecruzan la lingüística, la psicología y la inteligencia artificial (véase X.3 y X .26 y ss. ) . Téngase en cuenta que para poder explicar ele un modo competente algo en apariencia sencillo, como qué es un texto, hemos de recurrir a la interrelación de factores que afectan tanto a la cognición como a la planificación y al entorno social en que se en marcan los acontecimientos comunicativos. Quizá no sea demasiado ilusorio esperar que el con torno excesivamente amplio de la ciencia del texto que hemos intentado bosquejar en este manual se vaya lle nando gradualmente de contenido gracias al trabajo de los investiga dores ele diversas disciplinas que compartan nuestro m ismo compro miso por el estudio del uso del lenguaje entendido como la actividad humana más importante.
CAPÍTULO II LA EVOLUCIÓN DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 1 . Si se tiene en cuenta que hace veinte años sólo un grupo muy reducido de i nvestigadores conocía la noción « lingüística del texto » , parece i nteresante analizar la s ignificativa expansión que está viviendo la disciplina en la actualidad. En los años setenta se publicaron mu chas exposiciones y recopilaciones de artículos sobre el tema (véase, por ejemplo, S tempel, ed., 1 97 1 , Dressler, 1 972a, Fries, 1 972, Schmidt, 1 973, Dressler y Schmidt, eds., 1 973, Sitta y Brinker� eds., 1 97 3 , Jelit te, 1 973 -74, 1 976, Petofi y Rieser, eds., 1 974, Kallmeyer et al., 1 974, Harweg, 1 974, 1 978, Hartmann, 1 975, Schecker y Wunderli, eds . , 1 975, Danes y Viehweger; eds., 1 976, Coulthard, 1 977, Gülich y Raible, 1 977, Jorres, 1 977, Dressler, 1 978, G indin, 1 978, Grosse, 1 978 , Kuno , 1 978, Noth, 1 978, Rieser, 1 978, y Beaugrande, ed., 1 980). La visión de la disciplina que reflejan estos trabajos es heterogénea y algo confusa, debido a que aún no se ha establecido una metodología aplicable a los textos que pueda equipararse, en alguna medida, a la que han con sensuado los enfoques tradicionales que tratan objetos l ingüísticos convencionales como la oración. 2. Teun van Dijk ( 1 979a ) llamó la atención sobre el hecho de que, en realidad, «lingüística del texto" no es una denominación que se re fiera a una única disciplina o a un determinado método en concreto. En el ámbito de la ciencia del lenguaje, este término se u tiliza para etiquetar cualquier tipo de estudio relacionado con el texto, siempre que éste sea el objeto principal de la i nvestigación. El breve panorama de la disciplina que se presenta en este capítulo se centra en la pre sentación del reducido i nventario de líneas de trabajo que ha marca do la evolución gradual de la teoría y la metodología textual, encami nándola hacia la creación de una disciplina i ndependiente, diseñada específicamente para el estudio de los textos. Pero antes de afrontar
1 '-: T RO D L C C ! Ó '-: ,.; LA L l '-: G L Í STIC\
LA E\'O L UCIÓ� D E LA LING UÍSTICA DEL TEXTO
esta cuestión parece conveniente detenerse en el examen de las raíces históricas de las que tan importantes consecuencias se han derivado para la disciplina. 3 . La RETÓRICA es la forma más antigua de preocupación textual. Su origen se remonta a la Grecia antigua y su historia se extiende por la época latina y, a través de la Edad Media, llega hasta nuestros días (sobre el resurgimiento reciente de la retórica clásica, véase por ejem plo Corbett, 1 97 1 , Winterowd, ed., 1 97 5, Plett, ed . , 1 977, y Brown y Steinmann, eds., 1 979). El punto de vista tradicional que adoptaban los retóricos estaba mediatizado decisivamente por la tarea prioritaria a la que dedicaban la mayor parte de su tiempo: el entrenamiento de los oradores ante un auditorio. Por regla general, las áreas principales de investigación retórica eran las siguientes: la inventio o selección de las ideas, la dispositio u organización de las ideas, la elocutio o selec ción de las expresiones apropiadas para las ideas, y la memoria u ope ración previa a la deliberatio , entendida como la situación efectiva de habla. En la Edad Media, la retórica formaba parte del trivium (con junto de tres disciplinas) junto a la gramática (dedicada normalmente al estudio de los patrones formales de las lenguas latina y griega) y a la lógica (entendida como la construcción de argumentos y de pruebas suasorias). 4. La retórica tiene algunos intereses en común con el tipo de lin güística del texto que se explora aquí (véase Spillner; 1 977), entre los cuales puede destacarse las suposiciones siguientes: 1
cesan y cómo se reciben en la interacción comunicativa. Mientras que la pregunta convencional que se hace quien trabaja en lingüística es ¿qué es tructuras emergerán cuando se analice una lengua?, la pre gunta que se hacen los lingüistas textuales (véase III.6) es esta otra: ¿cuáles son las estmcturas construidas mediante operaciones inten cionadas de selección, y cuáles son las repercusiones que esas opera ciones tienen en la interacción comunicativa? A pesar de la diversidad de métodos y terminologías que la integran, parece claro que, al igual que la lingüística del texto, la retórica clásica estaba comprometida vi talmente en la búsqueda de una respuesta a la segunda pregunta. 6. Se puede llegar a una conclusión parecida a la anterior con respecto al campo tradicional de la ESTILÍSTICA. Quintiliano, un teóri co de la Antigüedad (siglo I d.C.), identificó cuatro cualidades estilís ticas: corrección, claridad, elegancia y adecuación Mientras que la co rrección depende de la conformidad con respecto al uso prestigioso de la lengua, y la adecuación puede definirse en términos presumible mente similares a la noción textual del mismo nombre (véase I. 23), las nociones de claridad y elegancia parecen, en principio, demasiado va gas y subjetivas como para que puedan definirse y cuanti ficarse de una manera fiable. No obstante, sin llegar a ser idénticas, estas no ciones estilísticas son parecidas a los principios textuales de eficacia y efectividad, con la diferencia de que las categorías establecidas por Quintiliano se basaban en la suposición de que unos textos difieren cualitativamente de otros a causa de la efectividad de los recursos de procesamiento empleados en su producción (véase III.28). 7. Los estudios estilísticos recientes se han realizado desde pun tos de vista muy diversos (véase la panorámica que presenta Sebeok , ed., 1 960, y Spillner, 1 974). Últimamente se ha empleado la lingüísti ca como un instrumento para descubrir y describir estilos (véase l a panorámica que presenta Enkvist, 1 97 3 ) . A pesar de la variedad de en foques, casi todos los trabajos en este campo se basan en la convic ción de que el estilo es el resultado de una determinada elección entre opcio11es diversas que se ha realizado durante el proceso de produc ción de un texto o de una serie de textos. De ahí que pueda explorar se el estilo de un texto aislado, de los textos completos de un único au tor, de los textos representativos de un período histórico completo e , incluso, del lenguaje predominante e n el conjunto de textos caracte rísticos de una cultura determinada. 2 Como es lógico, las dificultades metodológicas que plantean los estudios estilísticos se incrementarán en la medida en que la investigación se adentre en campos cada vez más amplios.
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a) b) e) d) e)
se puede controlar d e u n modo sistemático el acceso a las ideas y a la manera de organizarlas; mediante un entrenamiento consciente puede mejorarse el paso que media entre las ideas y su expresión lingüística; s i se evalúan textos diferentes que expresen verbalmente de maneras distintas un mismo conjunto de ideas, habrá algunos que tengan una calidad superior a otros; pueden emitirse juicios sobre los textos según el efecto que provoquen sobre una audiencia concreta de receptores; y el texto es un instrumento de interacción comunicativa.
5 . Dentro de ciertos límites, los investigadores pueden estudiar desde un punto de vista relativamente abstracto unidades de sonido y de forma o patrones formales de oraciones. Ahora bien, muchos as pectos relevantes de los textos sólo aparecerán de un modo sistemáti co si se analizan en la perspectiva de cómo se producen, cómo se proL
Volveremos sobre estos asuntos en nuestro bosquejo de la producción textual (III.I S-28).
2.
Citado en Stegmüller
(1969: 205)
51
1'-:TRODLCCJÓ:\ A
L..\
8 . El medio más neutral para descubrir qué tipo de elecciones se han realizado en el proceso de producción de un texto o de una serie de textos es la tabulación estadística directa de la frecuencia de apa rición de secuencias (véase Dolezel y Bailey, eds . , 1 969). A este méto do, sin embargo, se le pueden hacer algunas críticas significativas. La fTecuencia relativa de aparición de una secuencia es, en ocasiones, me nos importante que el índice de probabilidad de encontrarla en el con texto específico en el que aparece normalmente (véase VII.S y ss). Lo que es esperable dentro de las normas de una lengua considerada en su conjunto puede convertirse en inesperado cuando aparece en un contexto concreto, y al contrario (véase Riffaterre, 1 959, 1 960, y Beau grande, 1 978a: 39 y ss.). Además, existen variaciones en cuant ¿ al gra do en el que una opción cualquiera puede influir en la identificación de un estilo, por ejemplo, por el simple hecho de que llame la aten ción o de que pase inadvertida. A partir de las consideraciones hechas hasta ahora, se deduce que el estilo sólo puede definirse realmente si se tienen en cuenta las operaciones que han llevado a cabo los pro ductores y los receptores de los textos, precisamente una de las cues tiones principales por las que se interesa este libro . 9 . Desde los inicios de la lingüística moderna se estableció como costumbre limitar la investigación al marco de trabajo de la oración, entendida como la unidad más amplia que posee una estructura in herente (véase Bloomfield, 1 933: 1 70). Cualquier tipo de estructura que desbordara los límites oracionales era considerada como objeto de estudio de la estilística. Bien es verdad que esta división refleja, a fin de cuentas, una propiedad fundamental de las lenguas. Parece m ucho más sencillo establecer con claridad en qué consiste una oración acep table o gramatical,3 que concretar de una manera explícita en dónde estriba la aceptabilidad o la gramaticalidad de una secuencia de ora ciones, párrafos, textos o discursos. 4 Cuando un investigador traspasa los límites de la oración, está adentrándose en un campo caracteriza do por una mayor libertad de elección o de variación y un menor gra do de conformidad con respecto a las reglas establecidas. Por ejemplo, a nadie le extraña la afirmación de que una oración declarativa ha de contener al menos un sintagma nominal y un sintagma verbal que concuerden entre sí, tal como se muestra en la sempiterna oración fa vorita de los lingüistas:
Acerca de los juicios de gramaticalidad o de aceptabilidad, véase V L 2 1 v ss. Ello no ayudaría a entender los textos o los discursos como oraciones cÍ e gran longitud (véase Kat� Y Fodm; 1 963: 11.28) o como secuencias de oraciones unidas mediante •signos de puntuación• (penados) (wnse Ballmer, 1 975). Las oraciones se juzgan únicamente por su cohesión, mientras que . los textos Y los discursos han de seguir todas las normas de textualidad enumeradas en el capítulo L
3.
,
4.
LA EVOLLCIÓ'-: DE LA LJ'-:GUÍSTICA DEL TEXTO
LI:\GL' ÍST ICA [ 1 8]
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El muchacho golpeó la pelota
Pero s i l a cuestión que s e planteara fuese cómo puede i nsertarse adecuadamente [ 1 8] dentro de un texto, por ejemplo en: [ 1 9a] [ ! 9b] [ 1 9c]
El muchacho golpeó la pelota. La multitud lo aplaudió El muchacho golpeó la pelota. Fue aplaudido por la multitud El muchacho golpeó la pelota. La multitud aplaudió a la joven promesa
resulta mucho más difícil decidir qué expresión referida a 'muchacho' ha de emplearse en la oración que quiera producirse a continuación (por ejemplo, qué hace preferible elegir 'lo' [ 1 9a ] frente a 'joven pro mesa' [ 1 9c]) y en qué formato (por ejemplo, qué hace preferible elegir la modalidad de oración activa [ 1 9a ] frente a la pasiva [ 1 9b]). Cierta mente, no existen unas reglas estrictas y contundentes que obliguen al productor textual a elegir necesariamente una continuación determi nada y no otra distinta. 1 0. No obstante, si se entiende que un texto es una forma de ac tividad humana, la distinción hecha más arTiba entre oración y se cuencias de oraciones no es tan importante para una ciencia del tex to como podría parecer a primera vista. Si se asume que las estructu ras lingüísticas son siempre el resultado de operaciones intencionadas de selección (véase II.S), en consecuencia ha de entenderse que las oraciones aisladas no se generan únicamente a partir de un conj unto de reglas abstractas, sino que, como los propios textos, han de cons truirse también mediante un proceso de selección. Más aún, existen muchas relaciones superficiales, como por ejemplo la corresponden cia entre un sustantivo y un pronombre, que pueden aparecer tanto e n el seno de una oración como en el interior de una secuencia extensa de oraciones. Por esa razón, cuando se está constmyendo una ciencia del texto existen buenos motivos para interrelacionar la lingüística oracional y la estilística textual. 1 1 . Los textos han sido durante mucho tiempo el objeto de in vestigación prioritario de los ESTUDIOS LITERARIOS, aunque también es cierto que esa disciplina se ha limitado a analizar únicamente unos ti pos de textos determinados con ciertas características concretas (véa se X. 1 3- 1 8) . Los especialistas en l iteratura se han embarcado en di versas ocasiones en tareas como las siguientes: a)
describir los procesos y los resultados d e la producción textual de un autor o de un grupo de autores de un mismo país o du rante un mismo período de tiempo;
1:\TRODLCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA
54 b) e)
descubrir algunos aspectos problemáticos o discutibles que aparecen en los textos; asignar valores a los textos.
El intento de realizar estas tareas del modo más objetivo y siste mático posible ha propiciado la aplicación de métodos lingüísticos en los estudios literarios (véanse los trabajos de Spitzer, 1 948, Levin, 1 962, Chatman y Levin, eds. , 1 967, Jakobson y Jones, 1 970, Ihwe, ed., 1 97 1 , Koch, ed., 1 972, Van Dijk, 1 972a y b, Ihwe, 1 97 2 , Spillner; 1 974, y Kloepfer; 1 97 5 ) . Con toda probabilidad, el punto de vista am pliado más allá de los límites oracionales que emplea la lingüística del texto ha resultado ser de mayor utilidad para los estudios litera rios que la metodología convencional de descripción gramatical cen trada en las estructuras oracionales: la lingü ística del texto intenta ir más allá de las estructuras y preguntars ; cómo y por qué se cons truyen y se utilizan los textos (véase el prefacio, punto 6, y X. 1 6 y ss .). 1 2 . Los textos también han estado sometidos al escrutinio de la ANTROPOLOGÍA en su exploración de los artefactos culturales (véase X.8). Bronislaw Malinowski ( 1 923) defiende la importancia de enten der el lenguaje como una forma de actividad humana para compren der en profundidad el problema del s ignificado. La antropología ha dedicado una atención especial a los mitos y a los cuentos folclóricos; el pionero en este campo fue Vladimir Propp ( 1 928), secundado más tarde por Claude Lévi-Strauss ( 1 960) y sus seguidores. Estos antropó logos tomaron prestado de la lingüística diversos métodos de descrip ción y análisis estructural (puede consultarse también Dundes, 1 962, Bremond, 1 964, Greimas, 1 967, Zolkovskij y Sceglov, 1 967, y Colby, l 97 3a y b ) . En los últimos años (véase Beaugrande y Col by, 1 979) la antropología va adoptando cada vez más un enfoque basado en ope raciones de procesamiento, similar al tipo que se está presentando en estas páginas. 1 3 . La investigación antropológica centrada en el estudio de cul turas poco conocidas se apoyó de un modo significativo en un méto do lingüístico conocido como TAGMÉMICA (desarrollada ampliamente por Kenneth Pike, 1 976; véase también Longacre, 1 964, 1 970, 1 976). La tagmémica se interesa en objetos de estudio enormemente com plejos, situados más allá de las fronteras de la oración y del texto, como el juego del fútbol o las ceremonias religiosas. El método tag mémico reúne y analiza datos a partir de un cuestionario previo e n el que s e reserva una serie d e huecos que h a n d e ser rellenados por una� determinadas unidades susceptibles de ocupar esas posiciones. Habitualmente, en la investigación tagi'1émica se u tilizan estrategias
LA E\'O LLCJ6:-.: DE L\ LINGUiSTICA DEL TEXTO
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de obtención de muestras lingüísticas que estimulen a los hablantes nativos de manera que éstos produzcan unos enunciados que reúnan ciertas características peculiares buscadas por el investigador. Este método es muy útil sobre todo para empezar a describir lenguas que el analista no conoce, puesto que es una manera de que el descono cimiento del código no entorpezca las fases iniciales de la investiga ción. 14. La integración de la antropología y la lingüística en el enfo que tagmémico ha generado documentación de un valor incalculable sobre muchas lenguas de regiones remotas que se han extinguido. No obstante, la contribución más importante que ha realizado la antro pología a la ciencia del texto es el reconocimiento sistemático de la re lación entre el lenguaje y la situación de comunicación. Sin embargo, un enfoque como el tagmémico, basado en la idea de que existen una serie de opciones previstas en el sistema que determinan la elección del hablante en cada momento, es quizá demasiado rígido como para abarcar el fenómeno de la textualidad, tal como se conceptualiza en este manual; el enfoque tagmémico pasa por alto la existencia de pro cesos operativos previos al hecho de que una unidad lingüística enca je en un hueco previsto por el propio sistema. De nuevo, se plantea el problema de si es más importante para un investigador descubrir cuá les son las estructuras de una lengua o descubrir cuáles son los pro cedimientos estructurales de selección y construcción textuales (véase prefacio, punto 6, II.5 y III.6). 1 5 . La sociOLOGÍA se ha interesado por el análisis de la CONVER SACIÓN, entendida como una manera de interacción y organización so cial (véase X.8). Buena parte de las investigaciones realizadas en esta línea se centran en cómo se apropian los hablantes del turno de habla ( Sack, Schegloff y J efferson, 1 97 4). La disciplina denominada ETNO METODOLOGÍA indaga la correlación entre los patrones de habla y los grupos o los papeles sociales: por ejemplo, cómo los hablantes adap tan su comportamiento lingüístico para a frontar ciertos encuentros en grupo, cómo se establecen o se modifican las convenciones comuni cativas, cómo las relaciones de poder social se manifiestan en la len gua, etc. (sobre estos temas puede consultarse Gumperz y Hymes, eds., 1 972, y Bauman y Scherzer� eds . , 1 974). 1 6. El estudio de la conversación -a veces también llamado de un modo más general ANÁLISIS DEL DISCURSO (véase Sinclair y Coult hard, 1 975, y Coulthard, 1 977)- es de vital importancia para una ciencia del texto. Los mecanismos que interrelacionan las contribu ciones aisladas de cada participante dentro de la conversación, con virtiéndolas en una serie de textos relevantes entre sí, activan ciertos fenómenos muy significativos que conciernen a las normas de textua -
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lidad. 5 La cohesión se ve afectada cuando las estructuras superficia les que aparecen en una conversación han sido emi tidas por partici pan tes distintos en tumos de habla diferentes (véase IV. 3 3 y VI. 26). La coherencia de una contribución conversacional aislada sólo puede entende rse en el contexto del discurso global al que pertenece (véase IX. 22 -y ss. ) . La intencionalidad se manifiesta de una manera evi dente e n la conversación dirigida hacia la consecución de una meta (véase VI. 1 6 y ss. y VIII. 1 3 y ss .). El fenómeno de la aceptabilidad puede verse con toda claridad en la retroalimentación inmediata típi ca de la conversación (véase 1. 1 5 y VI .4). El papel que juega la situa cionalidad es especialmente claro en la conversación (véase VIII. 1 3) . La propia organización conversacional ofrece los mejores ejemplos acerca del funcionamiento de la intertextualidad (véase IX. l 3 y ss.). Por último, la exigencia de informatividad (véase IX. 1 4) regula en buena medida la selección de cada participante de su contribución a la conversación. 1 7 . En los apartados anteriores se ha pasado revista a algunas disciplinas que, por diversos motivos, comparten intereses en común con la ciencia del texto. Es posible que la lamentable falta de coope ración entre estas disciplinas en el pasado se haya debido, en realidad, a la inexistencia de un eje vertebrador del tipo que pueda representar una ciencia del texto. A continuación se examinan algunas líneas de investigación en el campo de la lingüística que antecedieron a la cons titución de la ciencia del texto, en momentos en que lo normal era considerar el texto como una entidad marginal, sin interés cientí fico alguno. 1 8 . La FILOLOGíA es una disciplina precursora de la lingüística moderna, en general, y de la ciencia del texto, en particular. La filolo gía se ocupa de la organización y de la evolución de los sonidos y de las formas de una lengua en su devenir histórico. Mediante la compa ración del orden de palabras en las lenguas antiguas y modernas, Hen ri Weil ( 1 844, 1 887) detectó la existencia de ciertos fenómenos que no podían considerarse como enteramente gramaticales: las diferentes re laciones que pueden establecerse entre unos «pensamientos» y otros en la mente del hablante afectan de una manera evidente a la organi zación de las palabras dentro de las oraciones. La línea de investiga ción de Weil fue retomada por algunos lingüistas checos (la mayor 5.
El uso en este manual del término «discurso» es más compatible con el que proponen Sinclair y Coulthard que con el sugerido por Zelig HmTis ( ! 952), que también utiliza el término (véase 1!.2 1 22). Si, como s e argumenta aquí, los discursos heredan todas las normas d e textualidad, podríamos sucumbir a la tentación de hacer de los discursos nuestra noción central (véase por ejemplo
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parte de ellos pertenecientes a la escuela de Praga) bajo la denomi nación de PERSPECTTVA FUNCIONAL D E L A ORACIÓN (véase IV. S l -53 y VII . l 8.4). En esta línea de trabajo se considera que los elementos ora cion ales oper·an si tuando el conocimiento activado en un « horizonte» de expectativas en el que se valora su grado de importancia o de no vedad. Así, por ejemplo, en muchas lenguas los elementos que trans portan información sorprendente, nueva o importante se suelen si tuar habitualmente en la última parte de la oración (véase IV 52 y ss . ) . 1 9. E l surgimiento d e l a lingüística moderna en e l siglo ::<.,'( s e aso ció (particularmente en Estados Unidos) con metodologías de corte ESTRUCTURAUSTA O DESCRIPTIVISTA6 que operaban de la manera siguien te: se reunían muestras lingüísticas, y se analizaban y clasificaban en SISTEMAS de UNIDADES MÍNIMAS. Así, por ejemplo, a la unidad mínima de sonido se le denominó « fonema»; a la de forma, <
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S. Harris ( 1 952, reimpresión 1 963) propuso analizar la distribución de los morfemas en los textos siguiendo el criterio de la «equivalencia>> (tipo de relación en la que dos elementos distintos pueden aparecer en un mismo entorno). Para poder analizar de una manera más precisa la cantidad y la calidad de equivalencias entre elementos diversos y, por lo tanto, para poder realizar análisis más exhaustivos, Hanis apli có la noción de « transformación,, que más tarde sería adaptada y mo dificada por su alumno aventajado Noam Chomsky. El proceso de « transformación" gradual de un texto hace evidente la existencia de una cantidad máxima de equivalencias entre los elementos que lo componen. Por ejemplo, para obtener un patrón equivalente a 'usted quedará satisfecho', Harris transforma mediante una serie de opera ciones de supresión, susti tución y permutación un fragmento de texto previo en otro ('cliente satisfecho' 4 'los clientes quedan satisfechos' 4 'usted quedará satisfecho'), un entresijo de operaciones que segura mente le resultará familiar a los gramáticos oracionales actuales. 22. A pesar del enorme impacto que tuvo el concepto de « trans formación,, la propuesta de «análisis del discurso" basada en princi pios distribucionales tuvo una repercusión muy reducida (véase Prin ce, 1 978), quizá porque no estaba demasiado claro qué es lo que se proponía descubrir el método de Harris. Mientras que la lingüística descriptiva se centraba en la clasificación de unidades, nunca antes se había investigado cómo funciona la operación de «representar el or den discursivo en el que aparecen sucesivamente los elementos que pertenecen a una misma clase" (Harris, 1 95 2 : 8). No obstante, el pro pio Harris admitió ( 1 952: 493 ) que las equivalencias estructurales en tre oraciones diversas no dicen nada acerca de las relaciones de siao ni ficado que mantienen entre s í (está claro que Harris deseaba eludir como fuera cualquier referencia al significado); como mucho, «puede formularse el criterio que ha de cumplir una oración nueva para ser formalmente idéntica a otras oraciones previas que aparezcan en el mismo texto , . Como señala B ierwisch ( 1 965a) en su crítica de Harris, a fin de cuentas da lo mismo que un texto satisfaga o incumpla el cri terio de equivalencia cuando de hecho se está usando comunicativa mente. Sea como sea, el trabajo de Harris proporciona una prueba in teresante de que la cohesión textual presupone la existencia de un cierto grado de repetición y paralelismo entre los patrones sintácticos de las oraciones que componen un texto (véase N. 1 2 y ss.). 2 3 . El trabajo de Coseriu ( 1 955-56, reimpresión 1 967) titulado «Determinación y entorno" se basa en consideraciones totalmente di ferentes de las que se han tenido en cuenta hasta ahora. Coseriu afir·· ma que la investigación lingüística exige tener en cuenta no sólo el co nocimiento de los hablantes sobre su propia lengua, sino también las
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técnicas que emplean para convertir ese conocimiento lingüístico en actividad verbaL Coseriu emplea el concepto « determinación" para se ñalar de qué manera se concreta el significado virtual de las palabras, por ejemplo mediante las operaciones de «discriminación" (escoger uno de entre los posibles referentes de una expresión), « delimitación" (seleccionar un aspecto concreto del significado) y « actualización" (activar el conocimiento potencial; véase III. 1 2), cada una de las cua les puede dividirse en suboperaciones relacionadas con identidades, individualidades, cantidades, clases incluidas, especificaciones, distin ciones y especializaciones. A partir de este planteamiento, Coseriu pre senta una elaborada clasificación de « entornos" basada en factores de tipo cultural, social, cognitivo e histórico y en el grado de adecuación entre el texto y la situación en la que aparece inserto (véase VIII. l ) . 24. Es de lamentar que las propuestas de Coseriu fueran desa tendidas en su momento. Algunos de los problemas de los que él ya se había ocupado se consideran en la actualidad muy significativos para el estudio empírico de la comunicación. Si algunas de las ideas de Co seriu hubiesen recibido la atención que merecían, por ejemplo su con cepción de las unidades de contenido, entendidas no como partículas fijas con una identidad estable, sino como conglomerados difusos sen sibles a sus condiciones de uso (véase V.4), se hubiera podido evitar buena parte de los absurdos efectos secundarios provocados por los ilusorios intentos posteriores de describir el lenguaje aislado de sus condiciones de uso. 25. La primera investigación a gran escala que se ocupó de la or ganización textual fue la realizada por Roland Harweg ( 1 968). 8 Har weg postuló que los textos conforman un conjunto unitario gracias al mecanismo de la «Sustitución" (dos expresiones que aparecen en un mismo texto y que tienen el mismo sentido o la misma referencia es tablecen entre sí una relación cohesiva o coherente). Como revela su capí tulo sobre « La fenomenología del encadenamiento pronominal" ( 1 96 8 : 1 78-260), la concepción de Harweg acerca de la «Sustitución" es extraordinariamente amplia y compleja, puesto que incluye rela ciones tales como la repetición (véase N. 1 2 y ss.), la sinonimia (véase V. 1 8), la clase/ejemplo (véase V. 1 7), la superclase/subclase (véase V. 1 7) , l a causa/efecto, la parte/todo, etc. 9 Harweg hizo hincapié sobre todo en la DIRECCIONALIDAD de la sustitución, es decir� en la importancia del 8. Como la mayor parte de los trabajos iniciales de lingüística del texto -Schmidt ( 1 968), Koch ( 1 9 7 1 ) y Wienold ( ! 97 1 )-, Hnrweg ( !968) fue una tesis doctoral dirigida por el profesor Peter Hart mann de la Universidad de Munich .. Las fechas de publicación de todos estos trabajos son, lógicamente, posteriores a las que se han señalado. 9. Con el objetivo de promover la unidad y evitar la confusión, cuando citamos varias fuentes pre ferimos exponer nuestras propuestas más que las de cada investigador mencionado individualmente, dando por supuesto, y así ha de entenderlo el lector, que existen conespondencias entre unas y otras .
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orden de aparición del elemento sustituido con respecto al elemento que lo sustituye. Aunque el modelo que se presenta en este manual tie ne una organización distinta y sigue una metodología diferente a la de Harweg, en r·ealidad ambos modelos se ocupan del mismo tipo de re laciones textuales. 26. No puede dejar de mencionarse la existencia de toda una se rie de estudios textuales basados en mayor o menor medida en el en foque descriptivo-estructuralista. l ü En esta línea de trabajo se definió el texto como una unidad mayor que la oración (véase Pike, 1 967, Koch, 1 97 1 , y Heger; 1 976). El procedimiento de investigación con sistía en establecer diversos tipos de estructuras textuales y en clasifi car-los en una serie de esquemas. De manera ocasional, el marco de trabajo de la investigación estructuralista amplió sus intereses inclu yendo secuencias de textos o de situaciones en las que aparecían tex tos (por ejemplo, Coseriu, 1 955-56, Pike, 1 967, Harweg, 1 968, y Hoch, 1 97 1 ) . No obstante, lo más habitual en esta línea de investigación es que las estructuras analizadas se construyeran de una manera artifi cial y preconcebida y no como algo que hubiera de crearse mediante procedimientos operativos puestos en funcionamiento por interac tuantes humanos. El fTuto de las investigaciones de corte descripti vis ta fueron una serie de clasi ficaciones de elementos agrupadas en diversas series de categorías y grados de elaboración, pero no una re presentación clara de cómo se utilizan los textos en la actividad so cial. 27. Incluso en el interior de sus propias fronteras teóricas, el mé todo descriptivo eventualmente se colapsa en presencia de la COMPLE JIDAD (un aspecto lingüístico demasiado complejo, cuyos constituyen tes son demasiado numerosos y están demasiado diversificados puede impedir que se realice una clasificación) y cuando se analizan SISTE MAS ABIERTOS (compuestos por una serie de aspectos lingüísticos for mados a su vez por series infinitas de miembros cuya complejidad im pide su clasificación). Por ejemplo, aunque se pueda clasificar sin lí mite series de oraciones, entendidas tal como propone Harris como distribuciones de morfemas, en absoluto se habrán agotado los patro nes de todas las oraciones posibles, por lo que resulta inoperante cons truir una clasificación. Por esa razón, cuando apareció el modelo lin güístico conocido como «gramática transformacional» fue muy bien recibido entre los especialistas, puesto que ofTecía unos medios para manejar la complejidad y los sistemas abiertos: la serie infinita de da tos posibles -«oraciones de lengua» en la terminología del modelo es tándar transformacional- se generaría a partir de un conjunto redu1 0..
Muchos de ellos se encuentran en las referencias que se presentan en Dressler ( 1 972a) ..
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ciclo de patrones básicos, al que se añadiría una serie de reglas de ma nip ulación y creación de patrones más elaborado s. 2 8 . El nuevo enfoque transfor mativo condujo a una visión dife ren te de los textos. En lugar de en tender el texto como una unidad sit uada por encima de la oración, se concept ualizó como una cade na de oracion es correcta mente formada s y colocad as en secuenc ia. Al prin cipio, Katz y Fodor ( 1 963) argume ntaron que podía afronta rse con éxito el análisis de un texto entendi éndolo no como una serie de secuencias oracion ales relacion adas entre sí median te nexos, sino como una oración de gran longitud constru ida por una conjunc ión de período s. No obstante , este planteam iento no tiene nada de nove doso, puesto que incluso la gramáti ca tradicio nal había tenido en cuenta esta opción, ya que ninguna teoría conocid a ha establec ido ja más una limi tación sobre la longitud de las oracion es . Ahora bien, aunque exis ten ciertas estructu ras típicas que aparece n habitua l mente en el interior de una oración simple larga l l y en muy raras ocasiones se emplean en secuenc ias de oracione s separad as entre sí, los textos obtenido s empíric amente adoptan , casi siempre , el forma to de oracione s separad as, y ello es así por motivos profund os an clados en alguna parte del conocim iento de los hablante s sobre su propia lengua. No hay manera alguna de que la propues ta de Katz y Fodor pueda explicar la textualid ad, entendid a en el sentido usado en este manual . 29. Karl-Eri ch Heidolp h ( 1 966) señaló la dimensi ón textual de factores tales como la acentuación, la entonac ión y el orden de pa labras que, aun aparecie ndo dentro de una oración, depende n en rea lidad de la organiz ación que presente n las otras oracion es de su en torno. Heidolp h sugirió que, para regular estos factores , podría intro ducirse la distinció n gramati cal entre rasgo « mencion ado>> con ante rioridad en el texto frente a rasgo «no mencion ado>> . Horst Isenberg (1 968, 1 97 1 ), siguiend o a Heidolp h, enumeró algunos fenómen os que no podían tratarse adecuad amente dentro de las fronteras de la ora ción aislada, sino desde una perspect iva textual, tales como el funcio nam iento de los pronomb res, de los artículos y de las secuenci as de verbos en correlac ión temporal. A todo ello, Isenberg añadió ciertos rasgos intencio nales que permitía n entender la naturale za de los sin �agmas nominales más allá de la simple sintaxis, como por ejemplo la Identida d, la identific abilidad , la generali dad y la contrast ividad. Isen berg también se refirió a las relacion es de coheren cia como la causa ' la intenció n, la especifi cación y la proximi dad tempora l. 1 1 . Un ejemplo es la «Catáfora » , fenómeno en el que una f01ma pronominal suple el contenido de un sustanti\'o o ele un sintagma nominal que aparecerán posteriormente (\'éase IV.23-24).
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30. Poco tiempo después de que estos mismos especialistas mos traran su apoyo más o menos explícito a la lingüística del texto, se reuen la Universidad de Constanza (Alen 1· 0- Ltn ooTupo de investiaadores o , . participar en un proyecto sobre la noc10n d e «gramatrca manía) para _ textual, . Este grupo, constituido alr�?edor de Hannes R1ese1; � � ter Hartmann, János Petofi, Teun van DIJk, Jehs Ihwe y Wolfram K_-ock, , Y entre otros, empezó trabajando en la formulación de una gramat1ca de un lexicón abstractos que, hipotéticamente, «generaría, un texto de Brecht titulado «El animal favori to de Mr. K. , , es decir; asignaría des cripciones estructurales a las oraciones de ese texto. Lo� resultados d � l _ _ Ihwe, � e to proyecto (algunos de los cuales se pubh � aron � n Van DIJk, _ fi y Rieser; 1 972) concluyeron que las d1fe :·en� ra� � ntre una gramat!Ca _ oracional y una gramática textual eran mas s¡gmf¡catJvas de lo que se había supuesto en un principio. A pesar del enorme aparato de reglas, no se llegó al establecimiento de ningún criterio para juzgar la gra maticalidad o la correcta formación de los textos: 1 2 no se encontró ninguna razón de peso por la cual las oracion� s que a� arecen � n un _ m por que esas texto debieran estar organizadas en un orden d1stmto, oraciones presentaban un determinado formato y no cualq� ier, o �ro. Tampoco quedó resuelto el problema general de la referencm: umca mente se le reservó un lugar especial dentro del lexicón del texto. 1 3 Como era de esperar, no tardó demasiado tiempo en producirse un de bate, en este caso protagonizado por Werner Kummer ( 1 972a Y b) Y algunos m iembros del propio equipo de inv� sti�ación de C ? nstanz,a _ (Ihwe y Rieser� 1 972) en el que Kummer cuestiOno las suposiciones basicas del proyecto en su conjunto. . 3 1 . El proyecto de Constanza era de alguna m anera u na rer_:n _ ( 1 9_::> 2 ) niscencia del proyecto de «análisis del discurso, de Harns (véase II. 2 1 y ss. ) . D e nuevo, s e había aplicado u n método gramatical a un proceso textual, y, de nuevo, nada parece haberse probado ex cepto que las oraciones exhiben las m ismas propiedades estructurales tanto en su dimensión gramatical como en la textual. Tampoco se en contraron normas para distinguir lo que es un texto de lo que no lo es. De todo ello se dedujo que las reglas gramaticales no pueden re flejar los procesos que operan en la producción o en la recep �ión d e _ un texto. En efecto, como advierte Kummer ( 1 972a: 54), los mvesti gadores del proyecto de Constanza dieron por supuesto que el texto se -
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La noción de «conecta formación» se ha exportado a campos de la gramática en los que su aplicación es bastante dudosa. Para e\'Ítar que aumente la confusión, en adelante no usaremos e: ta no _ ción, asumiendo el hecho de que todos los textos producidos están correctamente formados SI esa era __ la intención del productor y si así los acepta el receptor; ahora bien, es posible que sean tamb1en tex tos ineficaces, no efecti\'OS o inapropiados (\'éase Puesto que ya los ejemplos reales dan bastan te trabajo, no consideramos opm1uno in\'entar textos deliberadamente « malformados» . 13 . Con respecto a l lexicón, \'éase
L 23 ).
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,,genera , , pero no demostraron que lo hiciera a partir de una gramáti c a . 32. János Petofi ( 1 97 1 ) ya previó las dificultades que plantea la lización de la gramátic a transform acional en una teoría del texto . uti revisó etofi la teoría «estánda r, (tal como quedó diseñada después de P Ch omsky, 1 965) proponie ndo que primero se generab a la estructu ra si ntáctica y después se realizaba la «interpre tación semántic a , , si guie ndo el modelo de la «Semánt ica generati va, (véanse los artículos que aparecen en Steinberg y Jakobovits, eds . , 1 97 1 ) , la cual consider a que la estructur a básica es una represen tación del significa do y la for ma sintáctic a se activa con posterior idad a la semántic a. Petofi se pre guntó si sería oportuno construir una gramátic a con dos compone n tes separado s, uno que explicara la actividad del hablante y otro la del oyente. Mientras que el hablante iniciaría su actividad a partir del sig nificado y posterio rmente crearía un patrón sintáctic o secuenci al para producir el texto, el oyente empezar ía su labor de interpret ación a par tir de la secuenci a completa que se presenta en la interacci ón, e iría recorrien do el camino inverso al que siguió el hablante hasta llegar al significado. 1 4 3 3 . El volumen editado por Petofi en 1 97 1 estaba dedicad o al de sarrollo de una teoría del texto sumame nte elaborad a, conocida como «teoría de la estructur a del texto/estr uctura del mundo>> (en abrevia tura «TeSWeS T, ) . Petofi había intentad o distribui r los diversos aspec tos que presenta un texto entre una batería exhausti va de mecanis mos de represen tación derivado s de la lógica formal. Conform e iba desa rrolland o la teoría, la cantidad y la compleji dad de sus compon entes crecía constant emente (para una versión actualiza da véase Petófi , 1980) . L a tendenci a seguida por Petofi fue la d e integrar e n e l mode lo cada vez más factores relacion ados con los usuarios de los textos, desechan do aquellos que supusier an entender el texto como un arte facto aislado. Por ejemplo, el LEXICÓN, que originari amente contenía poco más que el vocabula rio definido por el propio texto (véase Van Dijk, Ihwe, Petofi y Rieser; 1 972), se construyó ahora de manera que pudiera incorporar progresivamente cada vez más «conocim iento típi co de sentido común , acerca de la organiza ción general del mundo (véase Petófi, 1 978: 43 ). La idea subyacen te en esta reorienta ción del modelo es que no puede establecerse el estatuto lógico del sentido de un texto a menos que se tome en consider ación su interacci ón con el conocim iento previo de los usuarios (véase también Petofi, 1 974). 1 4.
Sin embargo, este modelo únicamente da cuenta d e algunas acti\'idades de la producción y de la recepción reales de textos, explayándose en exceso sobre el fenómeno de la linealización (\'éase y SS.).
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En la versión de 1 980, Petofi dio por supuesto que todos los componentes del modelo facilitan la representación textual desde to das las perspectivas posibles. Para satisfacer la exigencia de que el mo delo tuviese una fundamen tación lógica sólida, Peto fi estableció la existencia de una modalidad «Canónica>> (un correlato regularizado e � idealizado) paralela a la modalidad del <
1 5.
Con toda probabilidad, se requiere una maquinaria tan compleja como la que se describe para construir cualquier modelo textual basado en la lógica desde un punto de vista tan amplio como el ele Petófi . Lo más sorprendente es que la representación ele la que parte Petófi se base todavía en cálcu los ele predicados ele primer orden. Para un tratamiento más extenso, véase Biasci y Fritsche (ecls . ) ( 1 978)
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mas textuales que las gramáticas oracionales no podían tratar de una manera : atisfactoria. En este trabajo de Van Dijk el principal objeto de estud1 o f�1ero � los textos poéticos y literarios, que, aunque per . tenecen md1scut1 ? lemente al conju � to de textos de una lengua, a menudo no encaJan en las convenciOnes gramaticales y semánticas establecidas (véase IX.9). Utilizando las metáforas literarias como ilus tración de su tesis, Van Dijk concluyó que existen ciertas «operaciones literarias » aplicadas al sonido, a la sintaxis y al significado, a partir de las cuales se obtendrían textos no convencionales. Algunos ejemplos de dich as operaciones serían la adición , la supresión y la permutación . . (es decn; msertar; eliminar o modificar los materiales lingüísticos bá sicos) . 3 7 . Aparte d e los estudios sobre las secuencias ele oraciones una de las nociones más importantes para la constitución de una ci� ncia del texto que aportó Van Dijk fue la de MACROESTRUCTURA, 1 6 que con siste básicamente en un resumen conceptual del contenido del texto. Van Dij k razonó que la generación de un texto ha de partir de una idea principal que, gradualmente, se va desarrollando diversificándo se en significados cada vez más detallados que van penetrando en el interior de los fragmentos simples de longitud oracional (véase III. 2 1 ) . Cu �ndo un texto � e actualiza, han de ponerse en marcha ciertas ope racw � es que funciOnen en 1� dirección contraria a la producción y que perm1 tan extraer retrospectlvamente la idea principal del texto. Estas operaciones son la «supresión» (eliminación directa de material lin güístico), la «generalización» (reconsideración del material lingüístico en un contexto más amplio) y la «construcción» (creación de material lingüístico nuevo susceptible de ser actualizado) (Van D ijk, 1 97 7a). l 7 Las gramáticas oracionales, por supuesto, no prevén que tales opera . clOnes mantengan relación alguna con las macroestructuras, puesto que se trata de un problema que simplemente no se plantea cuando se analizan oraciones aisladas. En coherencia con este planteamiento, Van Dijk recurrió a la psicología cognitiva para encontrar un modelo textual orientado hacia el procesamiento. En colaboración con Walter Kintsch, investigó las operaciones que los hablantes ponen en marcha para resumir textos de cierta longitud, especialmente narraci ones (véase Kintsch y Van Dijk, 1 978, y Van Dijk y Kintsch, 1 97 8 ) . 1 8 Aun que se presupuso que el resumen típico de un texto debería basarse en su macroestructura (véase Van Dijk, 1 979b ), sin embargo, la investí?
1 6. En Van ijk ( 1 972a) se usa el término «estructura profunda, sólo en contadas ocasiones para . . e\'ltar la confuswn con el uso chosmkiano (,·éase Van Dijk, 1 979b). Véase la nota 1 9 siocuiente. 17. Van Dijk no considera que estas nociones sean parecidas a las que emplean D \�cl Ausubel o John Bnmsforcl. Véase también la división que se propone en IX.28. 1 8 . En cuanto a In comprensión ele nanaciones, véase la nota 22 del capítulo IX.
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gación demostró que el resumen real hecho por los hablantes incluía � o sólo la macroestr uctura del texto, sino también las macroest ructuy basadas en 1 as previame nte almacena das en la mente del hablante y las si ientos acontecim los n organiza el conocim iento de cómo se concep una , » as <> (smvsl � abstraer el significad o fuera del posible es o expresar 1ede p se nera entiende la <> «Significa Por sí. en texto blante para expresar una única idea de maneras diferentes y la habi lidad del oyente para interpreta r que una serie de enunciado s formal mente distintos son sinónimos y tienen el mismo significad o >> (Mel'cuk y Zolkovskij , 1 970: 1 1 ) . Como se deduce de este planteamie nto, el in terés principal de esta línea de investigac ión se centra en la cons trucción de <> (sobre la paráfrasis , véase l\1. 1 8- 1 9) . 3 9 . Mel'cuk previó la existencia en su modelo de una representación del significad o que tuviera una <> propia, es decir, un nivel de conectivid ad no visible en la organizac ión gramatica l. Para formaliza r su análisis, Mel'cuk utilizó una red de interrelac iones de alguna manera similar a la que se propone en el capítulo V de este li bro, con la diferencia de que atomizó la representa ción de los con ceptos en unidades mucho más simples. Las unidades más elementa les se extraerían de un <> , se trasladarí an a la red de interre laciones y a continuac ión se formatear ían mediante la aplica ción de operacion es de <> ( <> en el sentido de que se trata de una sintaxis compuest a por elemento s básicos pri mitivos más que por palabras y sintagma s perteneci entes al texto ac l tualizad o). l 9 Con el objeto de controlar la selección de opciones, e modelo de Mel'cuk interpone <> que garantice n la ge neración de pará frasis aceptab les. 40. Las <> de Petofi, Van Dijk y Mel'cuk son un buen ejemplo de modelos que intentan reconducir la gramática ge-
nerativo�transformacional. En abierto contraste con investigaciones anteriores que, aceptando sólo alteraciones menores, postulaban la existencia de un único tipo de relaciones tanto entre secuencias de ora ciones como en el interior de las mismas (por ejemplo, Heidolph, 1 966, Isenberg, 1 968, 1 9 7 1, y Van Dijk, Ihwe, Petofi y Rieser; 1 972), las ten dencias posteriores partieron de una concepción radicalmente distin ta a la gramatical. El modelo de Mel'cuk adaptó la noción de « tr ans formación>>, incluyendo en ella la capacidad para construir paráfrasis (véase Ungeheuer; 1 969), con el objetivo de dirigir la investigación lin güística hacia la « imitación artificial del comportamiento humano>> (Mel'cuk y Zolkovskij , 1 970: 1 O). Para afrontar esta tarea, Mel'cuk creó un nuevo tipo de representación del significado que captase la conti nuidad cognitiva (véase V.2). En este sentido, el propio Petofi había trasladado la operación de transformación de su campo sintáctico ori ginal al textual, permitiendo la existencia de transformaciones textua les entre distintos niveles, e incluso Van Dijk había ampliado la noción de transformación para que fuera operativa en la descripción de los procesos cognitivos activados en la producción de textos <> o de resúmenes. 4 1 . En conclusión, parece seguro que casi todos los modelos y las gramáticas textuales han hecho o harán virtualmente algún uso de la noción de <>, aunque con toda probabilidad no se tra te del mismo uso del concepto que se hace en la gramática chornskia na. Más aún, cuanto m ejor se vaya definiendo la interacción real entre hablantes, las exigencias de una modelización adecuada de la comu nicación humana harán que se marchiten la mayor parte de las supo siciones básicas que se encuentran en el núcleo de la gramática ora cional, tales como la de autonomía de la sintaxis. Las tendencias apuntadas por los trabajos de Petofi, Van Dijk y Mel'cuk son un ejem plo claro de esta línea de evolución tanto en la teoría como en la me todología textuales. 42. En este capítulo no se ha pretendido presentar un panorama exhaustivo de las investigaciones que se llevan a cabo sobre el texto. Por el contrario, se ha preferido simplemente mencionar algunas lí neas de i nvestigación representativas en este campo dentro y fuera de la lingüística. Más en concreto, se ha presentado una serie de enfoques que han aparecido m ientras se investigaban los textos desde perspec tivas variadas y a causa de diversos motivos. En la mayor parte de es tos enfoques, la noción de <> con la que se trabaja (por ejemplo, el texto entendido corno una unidad superior a la oración, como una distribución discursiva de morfemas o como una secuencia de oracio nes correctamente formadas) es mucho más restringida que la que se defiende en este libro. No obstante, como afirman Petofi y Van Dijk,
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que En gramática transformacional, las entidades "profundas» son elementos "primordiales» axiomas. no se puede� descomponer en unidades más simples, es decir, encarnan la estructura de los la re En un enfoque procedimental, las entidades "profundas» son aquellas que se han suprimido de de presentación superficial; de ahí que el procesamiento «más profundo» incluya menos operaciones III.9 identificación y más de integración y de organización que el procesamiento más superficial (véase y la nota 6 del capítulo III).
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el punto de vista desde el que se investiga el texto se va amplian �o continuamente. En consecuencia, consideramos que nuestro prop10 enfoque es el resultado de una evolución continuada en el modo de entender el objeto de estudio; no pretendemos, por lo tanto, refutar te sis o metodologías previas.
CAPÍTULO III
EL ENFOQUE PROCEDIMENTAL l . Durante muchos años en lingüística se ha estudiado sintaxis y semántica pero sin prestar demasiada atención a cómo se usa la gra mática y el significado en la comunicación. El estudio del uso del len guaje apenas se ha explorado, relegado al campo de la PRAGMÁTICA. En un enfoque procedimental, sin embargo, se describen todos los nive les lingüísticos en relación con su uso comunicativo. En este tipo de enfoque se considera que el campo de trabajo genuino de la pragmá tica es el estudio de los PLANES que proyectan y de las METAS que se fi jan los hablantes; de acuerdo con este planteamiento, las cuestiones relacionadas con el uso pueden tratarse, por qué no, de un modo per tinente desde una perspectiva sintáctica y semántica. En este sentido, cuando se analiza un texto, las nociones de «cohesión» y «coherencia» sólo son fructíferas si explican cómo se establecen realmente conexio nes e interrelaciones entre acontecimientos comunicativos diversos. Lo que incumbe en realidad a la pragmática es todo lo relacionado con la exploración de las actitudes de los productores (
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las demás. Sin embargo, a nadie se le ocurriría aplicar este tipo de sis tematización en el análisis de las operaciones que se realizan en la co municación, puesto que los hablantes no combinan unidades di� ti.nti vas de una manera obvia o directa. En efecto, las pruebas empincas demuestran que la mayor parte de las distinciones abstractas cons truidas especulativamente en la teoría no se perciben luego en el ha bla real (véase Pollack y Pickett, 1 964, Woods y Makhoul, 1 973, Y Wal ker; ed., 1 978). 3. La perspectiva de un investigador sobre su objeto de estudio depende de la tarea científica que lleve a cabo. La SISTEtv!ATIZACION del objeto de estudio -una noción promovida especialmente por Ca�'l Hempel-2 se realiza desde la suposición básica de que los aconteCI mientos no suceden de una manera aleatoria, sino que están contro lados por principios metódicos. La DESCRIPCióN del objeto de � stu?io requiere la identificación de todos aquellos principios de orgamzación que permitan clasificar de una manera objetiva '! fiable las � uestras . empíricas que se analicen. La EXPLICACION del objeto de estud1o exige, por su lado, la formalización de los principios mediante los cuales ese objeto adquiere sus características propias y la concreción de los pro cedimientos de creación y uso de las muestras empíricas analizadas. Se puede describir una lengua perfectamente sin tener que dar e�pli cación alguna, ya sea de manera explícita o implícita. En este sentido, se puede simplificar una descripción excluyendo deliberadamente de la m isma muchas consideraciones que sería obligatorio a f rontar en el caso de una explicación. Ahora bien, sin ninguna duda, la ciencia del texto ha de ser explicativa. 4. Un asunto significativo que ha de tratarse obligatoriame nte es la oposición entre MODULARIDAD (según la cual los componentes de un modelo se consideran independiente s unos de otros) e INTERACCIÓN (se gún la cual los componentes de un modelo están interrelacio.nados Y se controlan mutuamente) (véase Sussman, 1 9 7 3 : 1 2 y ss., y Wmograd, 1 975: 1 92). Los sistemas m odulares son muy difíciles de diseñar Y de mantener actualizados, puesto que las modificaciones que se produ cen en el sistema modular afectan únicamente a elementos específi cos; en cambio, el sistema de operaciones que incluye un sistema mo dular es inmensamente complejo (véase Levesque y Mylopoulos, 1 979: 94) . En consecuencia, los modelos lingüísticos que sean en su mayor parte modulares, como los desarrollados a la vez por la lingüística des criptiva estructural y por la gramática transformacional, acaban pro poniendo un tipo de sistema operativo muy ineficaz para dar cuenta del uso del lenguaje en tiempo real. En los modelos modulares pare2.
Citado en Stegmüller ( 1 969: 205)
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ce como si los usuarios del lenguaje flotasen a la deriva en un m ar in terminable de estructuras diminutas situadas en diferentes niveles lin güísticos, mientras sigue siendo una cuestión misteriosa la manera en que interactúan la sintaxis, el significado y las intenciones de los ha blantes durante el proceso comunicativo. S. No hay duda de que únicamente puede explicarse el compor tamiento comunicativo real de una manera adecuada si el lenguaje se modeliza como un sistema interactivo (véase Walker; ed., 1 978). No puede ignorarse o reservarse para una hipotética fase de «interpreta ción>> a posteriori la correlación entre los diversos niveles lingüís ticos. Los experimentos empíricos realizados en este sentido demuestran que un modelo lingüístico basado en la autonomía de la sintaxis no puede funcionar en tiempo real a causa de la EXPLOSióN COMBINATORIA que produciría su puesta en marcha: una inmensa sobrecomputación de estructuras y de lecturas alternativas que chocarían con operacio nes de procesamiento ejecutables únicamente en un lapso de tiempo astronómicamente enorme. 3 La comprensión de la señal de tráfico [ 1 ] (' NIÑOS JUGANDO DESPACIO') -por poner un ejemplo sencillo- exigiría del receptor un esfuerzo de procesamiento colosal si tuviese que ana lizarla sin hacer referencia alguna al contexto en el que aparece (véa se I.l 9) . La producción y la recepción de un texto de gran longitud, s i se hace sin tener en cuenta l a interacción entre los niveles lingüísticos y los factores situacionales o cognitivos, sólo podría explicarse como una especie de milagro. 6 . Consideracion es de este tipo han propiciado la inserción de un enfoque PROCEDIMENTAL en el estudio de los textos en la comunicación . En este sentido, aunque el establecimient o de unidades y patrones es tructurales es todavía una actividad central en la investigación lin güística, ya ha dejado de ser un objetivo en sí mismo. En cambio, lo que interesa ahora son las operaciones mediante las cuales se mani pulan esas unidades y esos patrones durante la utilización de los sis temas lingüísticos en la comunicación (véase II.S). El TEXTO es el re sultado real de esas operaciones. De ahí que un texto no pueda ex plicarse como una s imple combinación de morfemas o de oraciones (véase el capí tulo II) : en todo caso, podría afirmarse que esos morfe mas y esas oraciones funcionan a modo de unidades y patrones ope rativos que transmiten los significados y las intenciones de los ha blantes durante la comunicación . La m inuciosidad con la que los usuarios de los textos organizan y utilizan de manera efectiva los ma teriales morfémicos y sintácticos debería considerarse no como una 3.
La importancia de este factor ya se planteó en los primeros modelos de procesamiento del len gua� e mediante ordenador (véase Petrik, 1 975, y Woods, 1 970).
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suposición apriorística dictada por una teoría determinada y acepta� a sin discusión, sino como una cuestión que ha de pasarse por el tam1z ele la investigació n empírica en condiciones realistas. . Como señaló Manfred Bierswisch ( 1 966: 1 30), no ex1sten res 7. tricciones claramente definidas sobre la cantidad ele gramáticas abs tractas que pueden construirse para describir una lengua. Habitual mente se suele evaluar la calidad ele una gramática sobre la base ele criterios tales como la simplicidad, la consistencia y la generalidad. En el enfoque procedimental, sin embargo, los criterios decisivos que han ele incluirse en la valoración ele un modelo lingüístico son los ele ope ratividad y plausibilidad .¡ Puesto que las intuiciones ele los lingüistas no pueden ir más allá de lo meramente heurístico, y no aportan, por lo tanto, elatos primordiales (véase la discusión sobre este tema en Crystal, 1 97 1 : 105 y ss ., Spencer; 1 973, Ringen, 1 975, y Snow y Meije1� 1 977), la validez ele las teorías y ele los modelos ha de demostrarse, no a partir ele intuiciones, sino ele su contrastación con las actividades humanas naturales. 8. Investigar siguiendo el enfoque procedimental supone un cambio ele prioridades en cuanto a las cuestiones que han ele tratar se.s Por ejemplo, la distinción entre qué es y qué no es una oración resulta a bsolutamente imprescindible para una gramática abstracta, puesto que ese criterio sirve para decidir qué gramáticas son admisi bles y cuáles no. Pero si se puede demostrar que, ele hecho, los ha blantes son incapaces ele establecer una distinción consistente entre qué es una oración y qué no lo es -tal c.omo sugiere la investiga�ión > que entien revisada en VI.23 y ss.-, en consecuenCia, en una teona da el lenguaje como una forma de actividad humana, la gramaticali clacl oracional es simplemente un VALOR POR DEFECTO (esto es, algo que se asume en ausencia ele una indicación contraria) (véase III. 1 8) . U n hipotético texto puede ser rechazado como texto genuino si cl e safí.a abiertamente las normas ele textualidad hasta el punto ele que su u ti lización comunicativa no es ele ninguna manera factible (por ejemplo, porque carece totalmente ele cohesión, coherencia o adecuación con respecto a la si tuación en la que aparece, etc.) (véase 1 . 3 ) . La fron te ra entre lo que es un texto y lo que no lo es también puede depender de factores externos al texto mismo, por ejemplo ele la tolerancia y del conocimiento previo ele los interlocutores o del tipo el e texto que se esté utilizando. 9. En la misma medida en que deja ele tener importancia la dis tinción entre qué es una oración y qué no lo es, o entre qué es un tex.
4. 5.
Véase l a noción de «procedi miento de adecuación» en Schank y Wilensky ( 1 977). Véase el prefacio, punto yX
6,
6
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to y qué no lo es, pasan a ser claves las nocion es textua les el e eficac ia, efe ctividad y adecua ción (véase L 2 3 ). Estos tres factores contro lan la producción lingüís tica por lo menos en la misma medid a en que lo ha cen las reglas abstractas ele la gramá tica o de la lógica. Desde el pun to de vista proced imenta l, la eficacia contribuye a aumen tar la facili dad de procesamie11 to , puesto que concentra los recursos cognit ivos, co m o la atenció n y el acceso a la inform ación, en el funcio n; miento controlado de las operac iones. La efectividad favorece la profún didad de procesamien to , puesto que intens ifica el rendim iento ele los recur sos cognitivos que actúan sobre los materia les lingüís ticos que no apa recen en la repres entació n superf icial explíci ta del texto. 6 La adecu a ción es el factor que determ ina la homol ogació n del texto presen tado en la interac ción con las norma s ele textual idad, de manera que per mite calcula r de una manera fiable cómo pueden los interlo cutore s procesar la inform ación con facilid ad y en profun didad. Adviér tase que la eficaci a y la efectiv idad tiende n a funcio nar ele una manera compl ement aria. Si bien el lenguaje común y un conten ido trivial son muy fáciles ele produ cir y ele interpretar; sin embargo puede n provo car el aburri miento y apenas dejan huella retrosp ectivam ente en la memo ria. Por el contra rio, el lenguaje creativ o y un conten ido inespe rado puede n provoc ar un efecto intens o, aunqu e sean induda bleme n te di �íciles ele produ cir e interpretar: De ahí que la adecu ación haya de media r entre los factor es contra puesto s de la eficaci a y la efectiv idad para poder evalua r qué es lo conven cional y qué no lo es en cada si� tuación. 10. El grado ele calida d ele un texto, en cuan to a su nivel ele efi cacia, ?e efectiv idad y ele adecu ación, depend e ele los recursos de pro cesamien to emplea dos en su produc ción y recepc ión (véase III . 2 8 ) . En princip io, no existe un pun to concre to en el que pueda decirs e que se . ha realiza do la produ cción el e un texto de una manera definit iva, sino que a lo sumo puede detecta rse un UMBRA L DE FINALIZ ACióN en el que el produ ctor consid era que el resulta do obteni do es satisfa ctorio con respec to al propós ito que preten día alcanz ar (véase Flowe r y Hayes , 1 979: 1 7) . De maner a simila r; el juicio sobre la calidad del texto influ ye sobre los recursos que está dispue sto a emplea r un recept or en su proces amien to. En absolu to puede darse por finaliz ada la recepc ión en un punto concre to, sino que más bien acaba en un umbra l de fiVéase Craik Y Lockhart ( 1 972) y Mistl er-Lachman ( 1 974) Parece fuera de discusión que los ni l'eles de profundidad son los siguientes: 1) sustancia del sonido/letra, 2) presentación superficial lineal : 3) estructura d � dependencia gramatical, 4) relación conceptual texto/mundo, 5) idea principal ; 6) plan. Estos ;m·eles de profundización -que en esta lista se han ordenado desde lo más superfici ;l h �sta lo mas profundo se tratarán (excepto el nh·el 1 , al que se dedica la nota 2 del capítulo 1) mas adelante en este mismo capítulo
6.
(! )
(6)-
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I :\TRODUCCIÓ0: A LA LINGUÍSTICA
nalización en el que se considera que la interpretación textual parece satisfactoria. En principio, cualquier receptor distinto del originario podría continuar revisando y analizando e � texto donde lo dejó pri mero todavía con una mayor minuciosidad. ' 11. Las consideraciones que han surgido e n los apartados ante rior es dejan entrever la dificultad de limitar el estudio de los textos únicamente a los artefactos escritos o hablados. Debido a su natura leza peculiar, estos artefactos no están completos cuando se aíslan de las operaciones de procesamiento que se han realizado sob�-� ellos. Si se parte de la base de que un texto es un documento de dectst � ne� , se . lecciones y combinaciones, la mayor parte de los textos son stgmflca tivos en virtud de todas las alternativas posibles que podrían haberse elegido en lugar de las que se prefirieron. Con fl·ecuencia, la organi zación básica de la lengua (por ejemplo, sus regularidades en cuanto al sonido, la gramática, el vocabulario, etc), no proporciona una ayu da decisiva sobre qué alternativa es más conveniente escoger en cada momento para construir progresivamente un texto. Para dar cuenta de cómo se realiza esa tarea, han de establecerse y sistematizarse las MO TIVACIONES y ESTRATEGIAS de acuerdo con las cuales se generan y utilizan los textos . 1 2 . Por otro lado, no se puede permitir que la corporeidad del texto se desvanezca diluida en una parafernalia de procesos mentales. Debates recientes sobre el papel del lector advierten del peligro de su poner que el receptor puede hacer lo que quiera con el texto que ha de interpretar� s Si el receptor no se sometiera a ningún tipo d � res tricción interpretativa, la comunicación textual sería muy poco fiable, quizás incluso solipsística. Han de existir en definitiva, aunque no de una manera férrea, controles que prevean las variaciones en los mo dos en que puedan utilizar un mismo texto diferentes receptores (véa se III . l 6) . Beaugrande ( 1 980a) propone que el texto sea visto como un sistema como una serie de elementos que funcionan conjuntamente.9 Si se c¿nsidera que una lengua es un sistema VIRTUAL de opciones dis ponibles susceptibles de ser activadas, entonces el _ texto es un sistem� REAL en que se han elegido unas opciones determmadas y se han uti lizado en la producción de una ESTRUCTURA concreta (que relaciona en7. Como señaló Peter Hartmann (en comunicación personal a Robert de Beaugrande), los lin· güistas profesionales poseen un umbral de procesamiento desproporcionadamente elevado y, por esa razón, pueden descubrir muchas más estructuras que Jos usuarios normales del lenguaJe Desafor:u nadamente, el tipo de análisis que realizan Jos lingüistas ha sido considerado, en demasiada� oca;; r� nes, como el modelo por excelencia de la comprensión lingüística; quienes han adoptado mas drastl· camente este criterio han sido los transformacionalistas (véase el panorama que, sobre este asunto, se presenta en Clark y Clark, 1 977). 8. Véase especialmente los artículos incluidos en Warning (ed ) ( 1 975), 9. Véase Hartmann ( 1 963a: 85 y ss.), Domen ( 1 969) y Fowler ( 1 977: 69 )
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tre sí elemen tos diversos). Estas operaciones se realizan mediante pro ced í m ien tos de ACTUALIZACIÓN . 1 0 1 3 . Puesto que la lingüística estructural y la gramática tranfor mativa se han ocupado ambas de los sistemas virtuales, en realidad se ha investigado muy poco sobre los procedimientos de actualización . Incl uso en el estadio inicial en el que se encuentra la investigación tex tua L parece claro que la actualización funciona de tal man� ra que no pue de aplicarse directamente al análisis de los sistemas virtuales. Por ejemplo, parece que hay una relación de i nterdependencia muy mar cada entre las decisiones que se toman y las selecciones que s� reali zan, aunque ambas estén en el mismo nivel o en niveles distintos. Esta interdependencia ejerce un control estricto sobre las modalidades vir tual es de utilización de un mismo texto. Si cualquier i nterlocutor adoptase una actitud desviada e idiosincrásica con respecto al aconte cimiento textual, la comunicación se vería seriamente dañada. 14. De este planteamiento, Beaugrande ( 1 980a) concluye que un texto consti tuye un sistema CIBERNÉTICO en el que continuamente se están regulando las funciones de sus elementos constitutivos. Cuando un elemento textual no puede interpretarse a partir de los sistemas de conocimiento establecidos de los interlocutores acerca de la lenaua, el contenido y la intención comunicativa, se perturba la ESTABILID: D del sistema textual, lo cual obliga a que sea restaurada mediante un pro ceso de INTEGRACIÓN REGULATIVA que asimile en el sistema ese elemen to textual esquivo, por ejemplo mediante la adición o la modificación del co �ocimiento almacenado por el usuario en su memoria. El pro cesamiento de un elemento textual sólo queda bloqueado si fracasa su integración regulada en el sistema de conocimiento de los usuarios, es decir, si pese a todo persisten en su interpretación problemas irr·eso lubles. En condiciones normales, los interlocutores consiguen la esta bilidad del sistema mediante el mantenimiento de una solución de CONTINUIDAD entre cada elemento textual significativo y su contexto. ! ! Incluso aunque sea posible construir varias relaciones de continuidad posibles, siempre h abrá alguna que sea más satisfactoria o más pro bable que o tra y, por consiguiente, que pueda considerarse como una relación PREFERIDA. 1 2 En la medida en que una comunidad comunica tiva comparte un conocimiento preferido similar (precisamente el cri terio que sirve para ide11ti{icar dicha comunidad) , el resultado obteni1 O. Coseriu ( 1 955-56) también ha tratado la actualización . l l: La vital importancia que tiene la continui dad ha sido minusvalorada con frecuenc ia por los �m�urstas preocupados por el análisis ele unidades y constituy entes. Las normas de textualid ad están mtrmamente relacionadas con la continuidad (véase por ejemplo !LI6, IV, ! , V.2, VII . 1 3 v IX . 2 9 ). 12. El uso en este manual del término « preferenc ia• es bastante más amplio que el propuesto por su creador, Yorick Wilks ( 1 979).
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do del procesamie nto de un texto determinado será bastante parecid ? para todos y cada uno de los miem ? ros pertenecientes a e sa con: um� , . dad. Cualquier resultado interpr·etatlvo claramente excentnco actrvara un proceso de regulación especial y, en es � mismo momento, el indi . viduo idiosincrásico se dará cuenta de cuales son las preferencras de esa comunidad. 1 5 . Ser consciente del conocimiento preferido por la comunidad a la que se pertenece no supone de ningún modo una invitación a claudicar y a conformarse con esa si tuación . Al contrario, un texto cuyo formato y cuyo contenido se amoldasen completamente al cono cimiento establecido poseería paradój icamente un grado extrema damente bajo de il1formatividad (en el sentido descrito en I. 1 7 y ss.; véase también el capí tulo VII). El conocimiento «Conocido» -o, ex presado en términos cibernéticos, la estabilidad tot �l del siste r:na-: carece evidentemente de interés desde el punto de VIsta de las mch naciones cognitivas humanas. En este sentido, la comunicación fun ciona a modo de constante supresión y restauración de la estabilidad del sistema mediante la ruptura y la reposición de la con tinuidad entre ele mentos textuales diversos. En consecuencia, ser consciente del conoci miento preferido no excluye la creatividad de la comunicación textual, pero sí hace posible que los interlocutores encuentren una orientación para esa creatividad y sirve también de ayuda para que puedan cum plir sus intenciones comunicativas más eficazmente. 1 6. La línea argumental que se ha desarrollado en los apartados anteriores sugiere la manera en que un enfoque de teoría de sistemas puede resolver el dilema de si han de admitirse o no los procesos cog nitivos humanos como factores que intervienen decisivamente tanto en la utilización como en la investigación de los textos. Los usuarios de un sistema han de ser conscientes de los principios de funciona miento de ese sistema, puesto que una utilización errónea sería per judicial o bloquearía el proceso comunicativo. Ciertos tipos de ac�n tecimientos textuales, por ejemplo las ambigüedades, las contradic ciones o las discrepancias, parecen difíciles de someter a un control de regulación, por eso son consideradas inadecuadas excepto para conseguir; mediante su empleo, un efecto especial (por ejemplo, un chiste o una paradoja). Las normas de textualidad establecidas en este manual tienen un carácter relacional, es decir; tienen que ver con cómo se conectan unos elementos con otros: mediante dependencias gramaticales en la superficie (cohesión), mediante dependencias con ceptuales en el mundo textual (coherencia), mediante las actitudes de los interlocutores hacia el texto (intencionalidad y aceptabilidad), me diante la incorporación de lo nuevo e inesperado en lo conocido y es perable (informatividad), mediante la adecuación a la s ituación (si-
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tuacionalidad) y media nte l a interp retaci ón d e l a depen denci a entre textos distinto s (intertex tualidad ). 1 7. Este énfasi s en la contin uidad y en la conec tivida d de relaci o nes entre eleme ntos diversos permi te estudi ar la textua lidad y el pro cesa mient o textua l como si fuera una opera ción forma l de RESOL UCióN DE PROBL EMAS (en el sentid o en que emple an este conce pto Newe l y Si mon, 1 972). 1 3 Desde este punto de vista, un PROBL EMA consis te en que la trayectoria de conex ión entre dos eleme ntos ha FALLAD O (no se ha po dido recorrer) porque no se ha podid o encon trar todavía. Los PROBL E MAS FORMA LES apare cen cuand o las oport unida des de fracas ar en el es tabl ecimi ento de una conex ión son más proba bles que las de tener éxi to. Se dice que un problema se ha RESUELTO cuand o se ha podid o esta blecer una trayectoria que conec ta sin interrupción el ESTADO Il\TICIA L de un eleme nto con el ESTADO META. Si se alcanza un punto en el que quien pretende resolver un probl ema no puede avanzar pese a todo hacia la consecuci ón de la meta, se dice que existe un BLOQU EO. Obvia mente , la opera ción decisi va de resolu ción de problemas es la BúSQU EDA de una conex ión entre estado s distin tos. Existe n tres tipos de búsqu eda: 1 4 a) En la BÚSQU EDA EN U N PRIME R NIVEL D E PROFU NDIDA D, el resolv e dor ?e probl� mas se dirige hacia la meta siguie ndo una trayec toria c? ntmu ada, sm tomar en consid eració n las altern ativas que vayan sur grend o con tal de progr esar hacia adela nte con mayor rapid ez. Si en cuent ra un bloqu eo, el resolvedor de probl emas retrocederá sólo lo su ficien te como para poder recuperar el movim iento y, a contin uació n, reanu dará su condu cta de progresar hacien do caso omiso de las al ternat ivas colate rales. La búsqueda en un prime r nivel de profu ndida d no condu ce al éxito excep to cuand o la trayec toria que ha de seguir se es obvia e incont establ e. b) En la BÚSQU EDA EN UN PRIME R NIVEL DE AMPLI TUD, el resolv edor de probl emas progresa con rapid ez hacia adela nte sólo hasta que al canza la subm eta más próxim a y sopes a qué trayec toria puede seaui r a partir de ese punto . A contin uació n, sigue la trayec toria elegid a, ;, si resulta ser una elecci ón exi tosa, el procedimie nto se repite hasta al canzar la subm eta siguie nte, y así suces ivame nte hasta cump lir la meta princ ipal defini tiva. La búsqu eda en un prime r nivel de ampli tu� es prude n_te y segur a, pero puede ser inefic az e inútil si la trayec tona que se sigue es obvia . 1 3 . El « resolvedor general de problemas» fue un program a informático pionero (Ernst v Newell 19 69) que deel �ciia qué tipo ele operaciones
principales debían activarse para afrontar tarea; específi � cas. El trat � m1ento que se ofrece en este manual es más cercano al ele Winston ( 1 977) a causa de las repres entaciones ele redes con que trabaja. Véase también la nota siguient e. 14. Véase Winston ( 1 977: 90 y ss , 1 30 y ss )
INTRODLCCIÓ:\ A L A LINGCÍSTIC..l.
EL ENFOQL'E PROCEDI\! ENTAL
En la estrategia de búsqueda denominada ANALISIS MEDIOS/FI esolvedor de problemas identifica, en primer lugar, las princi entre el estado inicial y el estado meta, e intenta con diferencias pales quistar uno tras otro los estados intermedios que los separan, Si las diferencias entre ambos estados son demasiado graneles, el resolveclor de problemas intentará alcanzar primero una submeta intermedia. Mient1as que la búsqueda en un primer nivel de profundidad y en un primer nivel ele amplitud pueden aplicarse con anterioridad al análi sis medios/fines, parece lógico que la eficacia ele la búsqueda pueda incrementars e si el resolveclor ele problemas trabaja a la vez progre sanclo a partir del estado inicial y retrocediendo desde el estado meta. Como consecuencia ele es te planteamiento bidireccional, cualquier es tadio puede utilizarse como CENTRO DE CONTROL a partir del cual con tinua! la búsqueda en cualquier clirección . I 5
sición hacia una opción en detrimento de otras) que aliviarían la car ga ele procesamiento permi tiendo que el sistema opere con eficacia en distintos niveles al mismo tiempo (véase VII. 1 2 ) . 1 9 . E n condiciones normales, las operaciones d e procesamiento aplican con la misma in tensidad y de manera indiscriminada a se no todos los materiales individuales que componen el texto. Existen pro cedim ientos generales muy poderosos capaces de adecuarse al tJ:ata miento de una considerable diversidad de datos y coyunturas (véase X. S). La noción de Bobrow y Winograd ( 1 977) de PROCEDIMIENTO D E AD ECUACIÓN (mecanismo que permite la modificación ele operaciones normalizadas para las necesidades que surjan sobre la marcha) pare ce encajar aquí. Los procedimientos de adecuación funcionan me diante la activación de mecanismos de EMPAREJAMIENTO DE PATRONES que detectan la existencia de similitudes razonables entre los materia les actualizados en el texto y los materiales almacenados en la memo ria. 17 De esa manera, mientras funcionan los procedimientos genera les de adecuación, cuando sea conveniente puede procesarse sin pro blema alguno cualquier elemento, se halle en el nivel que sea. 20. Normalmente, la primera fase de la producción textual es la PLANIFICACIÓN (véase Flower y Hayes, 1 979, y Meye1� 1 979). El produc tor textual tiene la intención de alcanzar una meta concreta a través de un texto, por ejemplo mediante la transmisión de conocimiento o la obtención de la conformidad de un interlocutor con respecto a su plan (véase 1. 1 3 y VI. 1 6 y ss.). En ese sentido, la producción textual es una submeta que se encuentra a lo largo ele la trayectoria para alcan zar la meta principal. Mediante el análisis de medios/fines (III. 17c ) el productor textual puede intentar calcular cuál ele entre los varios textos posibles contribuiría de manera más efectiva a recorrer la dis tancia entre el estado actual en que se encuentra y el estado meta que pretende alcanzar. Si este tipo de análisis resulta difícil ele llevar a cabo, el productor textual puede intentar poner en marcha una bús queda en 1m primer nivel de amplitud para disponer así ele varios textos alternativos y confiar en que uno de ellos alcance el éxi to. Los textos se integran dentro de un plan mediante un PROCEDIMIENTO DE ADECUACIÓN (véase lll. l 9) . 2 1 . A l proceso de fijar una meta y elegir u n tipo d e texto deter minado le sucede (o se superpone) una fase de IDEACIÓN . Una IDEA es una configuración de conocimiento generada internamente (no forza da por el entorno externo) que porporciona un CENTRO DE CONTROL para orientar los comportamien tos productivos y significativos, entre
78 e) NES, el
1
18. Ya es posible esbozar un modelo ele la producción textual uti lizando las nociones presentadas en este capítulo (compárese con Beaugrande, 1 979b, Flower y Hayes, 1 979, y Meye1� 1 979). El modelo prevé, aunque todavía de un modo impreciso, la existencia de una se rie secuencial de FASES PREDOMINANTES DE PROCESAMIENTO. Se conside ran «predominantes» porque no parece probable ni necesario que cuando se activen las operaciones de una fase se detenga el funciona miento de las demás; en lugar de eso, habría un umbral más allá del cual el foco ele atención ele los recursos de procesamiento se dirigiría hacia una determinada fase de operaciones, mientras que las otras fa ses operativas no quedarían suspendidas, sino minimizadas. La no ción de « predominio>> ayuda a resolver la oposición entre modularidad e interacción (III.4) ya que permite que el procesador realice sus acti vidades distribuyendo sus recursos entre varias tareas (véase Wino gracl, 1 975). La interacción entre niveles distintos (sonido, sintaxis, significado, etc.) puede controlarse mediante un tipo de operaciones denominado pro_vecció11, que prevé la correlación entre elementos, es tructuras y relaciones ele diferentes tipos. I 6 A pesar ele este plantea miento, no es posible todavía concretar de qué manera buena parte ele la actividad organizativa ejecutada en un nivel determinado se puede llevar a cabo también en otros niveles al m ismo tiempo. Quizá la res puesta sea la existencia ele ASIMETRÍA (falta de correspondencia entre niveles), de VALORES POR DEFECTO (suposiciones que se hacen cuando no se clan especificaciones de ningún t ipo) y PREFERENCIAS (predispo-
1 5 . La noción de «centro de controL• es decisiva en la comprensión de los procedimientos de ac ceso (véase por ejemplo IV.7, V .24 , 2 9 y ss., y Beaugrande, 1 980a). 16. El concepto de «proyección» procede originariamente del campo de l a lógica formal, pero se ha recon\'ertido en una noción operacional (véase Goldman, Balzer y Wile, 1 977)
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. Sobre el emparejamiento de patrones, véase Colby y Parkinson (1974), Kuipers ( 1 97 5 ), Padi . 17. ( 1 977), Rumelhart ( 1977a) y Winston ( ! 977).
d!s
1:\TRODCCC!O:\ A L A LI:\G USTICA
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los que se puede incluir la producción textual. La proyección de la es tructura de un plan dentro de una idea (o viceversa) es, sin duda, un problema complicado, sobre todo cuando no tesulta conveniente ex poner de una manera clara el plan que se ha diseñado" Por ejemplo, la meta de persuadir a un receptor exige la elaboración de un proce dimiento de búsqueda de ideas que sean atractivas desde la presumi ble visión del mundo de ese receptor o que, al menos, modi fiquen esa visión de una manera que el receptor per ciba como provechosa (véa se VI. 1 6 y VIII . 1 7 y ss. ) . Sean cuales sean las circunstancias, no pare ce que sea nada aconsejable decla1ar el plan que quiere seguirse (véa se VI. 8 y VIII . l ) . 22. Después del proceso de ideación, se pone en marcha una fase de DESARROLLO que permite ampliar, especificar; elaborar e interconec tar las ideas obtenidas. La fase de desarrollo puede visualizarse como una búsqueda de ESPACIOS DE CONOCiivHENTO previamente almacenados en la memoria (configuraciones de conocimiento organizadas inter namente). La fase de desarrollo oscila entre el procesamiento indivi dualizado de espacios de conocimiento homogéneos e íntegros y el procesamiento conjunto de espacios de conocimiento raramente rela cionados entre sí. La táctica de resolución de problemas que se sigue para hacer coherente el conjunto -en ocasiones heterogéneo- de los espacios de conocimiento activados, consiste en conectarlos entre s í mediante trayectorias d e relación (como s e demuestra e n e l capítu lo V ) . En ese caso, el texto será máximamente informativo, en el sen tido que se señala en el capítulo VII, puesto que se habrán encontra do nuevos espacios de conocimiento para añadir al mundo textual. I S 23. Los resultados de las fases de ideación y desarrollo no nece sitan concretarse en expresiones lingüísticas (véase Flower y Hayes, 1 979: 24 ) . Las escenas o secuencias de acontecimientos que se idean y se desarrollan pueden componerse, por ejemplo, mediante imágenes mentales. I9 Por esa razón, ha de haber una fase de EXPRESióN en la que el conocimiento modelado hasta el momento pueda ser transmitido. La búsqueda de expresiones lingüísticas es un ejemplo especial de re solución de problemas mediante la construcción de trayectorias de relación que cruzan desde un nivel de organización a otro. No obs tante, este tipo de búsqueda se vería muy apoyada si, como parece plausible, la activación del conocimiento mental tendiese de manera
natural a empar ejar expresiones y contenidos (véase V. 1 2 ) . Las expre siones activadas mediante ese procedimiento podrían considerarse en wnces como PREFERENCIAS en el sentido que se expone en III. l 8 . 24. En este punto surge un tipo especial de PROBLEMA. Mientras que la imagen mental de una escena o de una secuencia de aconteci mientos es un contenido CONTINUO, su expresión lingüística está com puesta por elementos DISCRETOS (estamos ante un ejemplo típico de asimetría entre contenido y expresión). Si el productor textual quiere resolver este problema de asimetría ha de establecer las fronteras en tre los diversos componentes o acontecimientos que componen la es cena (véase Halliday, 1 967-68, Miller y Johnson-Laird, 1 976, y Talmy, 1 978 ) " En esta tarea suele ser de gran ayuda el hecho de que cada una de las diferentes expresiones tomadas en consideración aconsejará el establecimiento de fronteras de un mayor o menor grado de continui dad y discrecionalidad. 25. Debido a que la presentación de los textos se concreta por medio de secuencias de sonidos o de letras, la fase final de producción ha de ser necesariamente el ANÁLISIS GRAMATICAL, que consiste en r ela cionar entre sí las expresiones lingüísticas mediante DEPENDENCIAS GRii. MATICALES, organizándolas en formatos LINEALES que permitan cons truir la SUPERFICIE TEXTUAL. En este punto hace su aparición de nuevo la asimetría, puesto que el repertorio de dependencias gramaticales de una lengua es mucho más reducido que el repertorio de relaciones conceptuales que necesitan activar los hablantes (compárese IV. 7 y ss. con V. 2 6 ) . En lenguas con muchos casos gramaticales que marquen re laciones conceptuales (por ejemplo, el finlandés o el húngaro), el ni vel de asimetría entre expresión y contenido es mucho menoL 2 o 26. Desde el punto de vista de la linealización, la preferencia más evidente es la ad.vacencia, es decü; los elementos integrados en una relación de dependencia gramatical están ordenados en series progresivas. El proceso de ahnacenamiento activo (véase IV.2 y V.4 ) es capaz de analizar relaciones de dependencias muy fácilmente cuan do los elementos que las componen se agrupan en series homogéneas adyacentes. Sin embargo, existen muchas motivaciones que invalidan esta preferencia por la adyacencia. Así, por ejemplo, cuando un ele mento concreto entra a formar parte de varias relaciones de depen dencia establecidas en el interior de un sintagma o de una oración, es posible que la copresencia de otros elementos dependientes en la mis ma secuencia obligue a trasladarlos de su emplazamiento adyacente. · La secuencia siguiente:
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1 8" Entre las cuestiones candentes de la ciencia del texto figuran hasta qué grado un mundo tex· tual (véase L6 y V.2) debería emparejarse o diferir del conocimiento previo almacenado en la memo lÍa y cómo se realiza este emparejamiento" Véase IX .3 1 y ss 1 9 . Las imágenes mentales es una cuestión que plantea extraordinarias dificultades (véase Paivio, 1 97 1 ), pero que no puede ignorarse en un planteamiento riguroso de la comprensión (véase VL2 6 , Vll. l O y IX.32).
81
20" La asimetría significa, en términos operacionales, la resolución de problemas en niveles inte ractivos con unidades y trayectol"ias de dife¡ entes dimensiones, rangos y constituciones" No obstante, los niveles se apoyan unos en otros. aunque sea de manera ocasional (v¿ase V30)
I � T RODUCCIÓN
82 [4a]
.-\
Un cohete V-2 , enorme, negro
EL E'-.;FOQL'E PROCEDL'v!ENTAL
LA LINGCiSTICA y
amarillo, de 1 4 metros de altura
determ i contien e un elemen to nuclear 'cohete ' del que depend en el lo' y 'amaril 'negro', e', 'enorm nante ('un') y cinco modific adores ('V2', elemen esos todos no ente, 'de 1 4 metros de altura') . Ya que, lógicam o remedi nás n hay cia, adyacen : � tos depend ientes pueden situarse en � que aplicar ciertas conven �i ? nes que regulen la _distanci_a que ha d , Vendler (vease nucleo al o respect ador observa r cada tipo de modific se caso este en que ), 1 97 1 erg, Glucksb y 1 968, Martin, 1 969, y Danks puede ejempli ficar en la secuenc ia 1 ) tipo de .cohete, 2) tamaño � elati vo, 3) color y 4) tamaño absoluto . En cambio, en otra secuenc ia del mismo texto: [4b]
Con una gran llamarada
y
un fuerte estruendo
en la organización de la adyacencia interviene el conocimiento del mundo para indicar que, sin ninguna duda, 'gran' modifica a 'llama rada' y 'fuerte' a 'estruendo'. En contraste, la secuencia Grandes palabras o silencios de amor
podría haberse construido perfectamente invirtier: do el orden ?e lo� , modificadores ('palabras de amor o grandes silencios ) . Ahora bien, SI los modificadores que aparecen en la secuencia expresan conceptos opuestos, por ejemplo Grandes palabras o silencios diminutos
entonces cada modifica dor ('grande s' y 'diminut os') se vincular ía de una manera menos dinámica con el núcleo más cercano. Como pue de verse, en el proceso de análisis gramatic al la adyacenc ia es un tipo de preferen cia útil pero relativa mente inestab le. . 27. En los apartado s anteriore s se ha presentad o una VISlon de conjunto de las fases que, presumi blement e, constituy en la pr� �uc ción textual: la planifica ción, la ideación , el desarrol lo, la expresw n Y el análisis gramatic al. Como se advirtió en III . l 8 , estas fases de pro ducción no pueden entender se como una secuenci a ordenada tempo ralmente de operacion es delimitad a por fron teras claramen te marca das. Puede concebirse perfectam ente que las cinco fases de produc ción interactúe n entre sí al m ismo tiempo, modifican do los centros de contro l con rapidez. Cuando apareciese n resultados imposible s o i n satisfactor ios en una de las fases, el centro de control retroceder ía . ,
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trasladá ndose a una fase «más profunda» 2 1 (es decir; e l resultado in deseable se suprimiría de la superficie textual sometida al proceso de producción ). Las decisiones posteriores pueden hacer evidente que las adoptadas anteriormente no fueron convenientes; por ejemplo, las fa ses de desarrollo y de expresión pueden requerir ciertos cambios en las fases inmediatamente anteriores de planificación e ideación. 22 Por consiguiente, ha de haber algún principio similar al de la «intención del texto>> por el cual los materiales textuales revelen tendencias orga nizativas propias durante el proceso de producción y que se las im pongan al productor; a la vez que funcionen como una motivación que ponga en marcha operaciones de procesamiento que no tengan una vida efímera (acerca de la intención del texto desde el punto de vista del lector, véase Iser; 1 980). En III . l O se sugirió que la producción es un proceso inherentemente abierto e inconcluso, aunque de manera convencional se considera que se produce su finalización cuando se alcanza cierto nivel de satisfacción. Quizás el productor llega a este lí mite cuando obtiene materiales lingüísticos específicos adecuados a su intención. No obstante, incluso entonces el productor originario habría dej ado sin desarrollar cierta potencialidad que podría ser ex plotada de manera diferente por otro productor. 28. El ejercicio continuado de la producción textual favorece la superposición dinámica de fases. En este sentido, podría alcanzarse de una manera sencilla un buen nivel de calidad textual en un sim ple ensayo preliminar si hubiera un mayor dinamismo entre las dife rentes fases durante la tarea de revisión. Los escritores o los hablan tes que se consideran importantes y con talento no parecen emplear un esfuerzo extraordinario en la producción de sus textos, aunque se ven obligados a pagar con una intensidad mayor la menor duración de la tarea de procesamiento. Probablemente, los productores tex tuales expertos ya preparan el terreno en los estadios iniciales, en los que habitualmente emplean de manera consciente un enorme gasto de procesamiento. La experiencia alcanzada por un escritor o un ha blante experto facilita el discernimien to de la <> . Esto explicaría el hecho de que un productor experimentado pueda L Sobre este uso de la noción •más profundo» véase la nota 6 de este capítulo y la nota 1 9 del capítulo JI. El escritor Peter von Tramin (en comunicación personal a Wolfgang Dressler) mantiene que, antes de ponerse a escribir, ya ha decidido el contenido del texto, el curso que seguirán los aconteci mientos, la organización de las secuencias nanativas, el cometido que desempeñarán los matetiales que aparezcan en primer plano o en el fondo, el uso de la contracción o de la expansión de la acción, los elementos del diálogo y la línea que seguirán los personajes de la historia. Este ejemplo es quizás inusual: las decisiones del tipo que se han enumerado parece que en la mayor parte de las ocasiones se realizan sobre la marcha durante el proceso de escritura. No obstante, un fenómeno mucho más pe11urbador es cómo otros escritores pueden valorar esas decisiones e incluso sugerir cambios, aun cuando no han participado en el proceso de planificación otiginal (véase IIL28).
2
22 .
l'.;TRODCCClÓ'.; A LA Ll'.;GUÍSTICA
EL E'.;FOQU E PROCEDI\!E:\TAL
mejorar los textos generados por otra persona (no ya tan sólo los su yos propios) sin tener que tomar parte r ealmente en sus procesos ;-nen tales.2 3 29. La RECEPCIÓN textual puede modelizarse como una serie de fases dominantes de procesamiento que se recorren en dirección con traria a la producción 24 La recepción comienza en la « superficie>> , en la presentación misma del texto, y opera «descendiendo" progresiva mente a las fases « más profundas , 2 5 Las cadenas lineales que com ponen la superficie textual se ANALIZAt\J en términos de relaciones de dependencia gramatical (una operación que se analizará en IV.7 y ss.). Los elementos afectados por estas relaciones de dependencia son las expresiones que ACTIVAN los conceptos almacenados en la memoria du rante una fase denominada RECUPERACIÓN CONCEPTUAL (véase V.4). Tan pronto como la configuración conceptual crece y adopta cierta densi dad, pueden extraerse las IDEAS principales mediante una fase de RE CUPERACióN DE LAS IDEAS. La posterior extracción de los PLANES que el productor textual intenta seguir se realiza durante la fase de RECUPE RACióN DEL PLAN textual. Una vez que el receptor ha recuperado los conceptos, las ideas y los planes que concurren en el texto, estará por fin en disposición de ofrecer un tratamiento adecuado a todas las po sibles acciones y reacciones suscitadas en el texto. 30. Puesto que ya se exploran en detalle los procesos de recep ción en los capítulos IV, V y IX, no se tratarán aquí en extenso. Sin embargo, nótese que al igual que sucede con las fases de producción, tampoco es necesario separar las diferentes fases de la recepción me diante fronteras rígidas. Lo más probable es que existan movimientos alternativos de prevalencia entre las diferentes fases, que se activarán de manera especial cuando los resultados de cualquier fase se consi derasen dudosos o extraños. Habrá también cierta variación en la in tensidad y en la duración de las fases, en dependencia directa de fac tores tales como: a) el juicio del receptor sobre la calidad del texto (véase III. l ü) , b) el grado en el que el contenido del texto se integre en el almacén principal de conocimientos del receptor (véase Spiro, 1 977, y Beaugrande, 1 980c) y e) la implicación emocional y cognitiva del re ceptor en la situación comunicativa. Por ejemplo, la cantidad de tra bajo inferencia! invertido por el receptor textual puede variar consi derablemente (véase I. l l y V. 34).
31. Siguiendo e l planteamiento anteri01� l a recepción textual in cluye un UMBRAL D E FINALIZACIÓN en que el nivel de comprensión del texto se juzga satisfactorio (véase III. l ü). Si el receptor considera que el texto es importante, el umbral será elevado. Un profesional de la crí tica li teraria, por ejemplo, dedica de una manera atípica un esfuerzo de procesamiento enorme cuando se en fre nta a ejemplos literarios es pecíficos, centrando su atención no sólo en los aspectos más espera bles y evidentes de la forma y del contenido textual, sino también en muchos otros aspectos sutilmente subsidiarios que pasan inadvertidos al lector aficionado. Un ejemplo todavía más extremo de actitud re ceptora atípica es la clase de análisis que realizan los lingüistas pro fesionales, puesto que no sólo recuperan la organización estructural del texto que había previsto intencionadamente el producto1 textual, sino que también consideran muchas posibles alternativas que los re ceptores normales ni siquiera podrían imaginar. 32. En algunos aspectos, la recepción de un texto no es un pro cedimiento inverso a la producción (véase III.29). El receptor intenta anticiparse a las actividades del productor con el objetivo de reaccio nar con rapidez e inteligencia. En este sentido, la recepción tiene la misma direccionalidad que la producción, es decir; el receptor inten ta emular el proceso de producción,2 6 de ahí que intente recuperar las ideas y los planes principales a corto plazo (III.29) que subyacen en el texto. Sin la continua generación y comprobación de hipótesis sobre qué intenta hacer en realidad el productor en cada movimiento tex tual, el receptor se atascaría seguramente en el tratamiento indiscri minado de masas de alternativas e indeterminaciones. Se produciría, entonces, una EXPLOSióN combinatoria de estructuras y de relaciones que sería muy difícil de procesar en tiempo reaJ.2 7 3 3 . Este bosquejo algo rudimentario de los procesos de produc ción y recepción textuales se completará en buena medida en los ca pítulos siguientes. Estamos, sin duda, ante un objeto de investigación muy difícil de formaliza¡� puesto que la mayor parte de las operacio nes implicadas en la producción y en la recepción textuales son muy difíciles de observar y controlar empíricamente mediante una simula ción experimental fiable. Por esa razón, se hace necesario establecer MODELOS PROCEDIMENTALES que reflejen las operaciones responsables del control de los recursos mediante los cuales se crean y se utilizan los textos. Este tipo de modelos puede evaluarse de dos maneras dis tintas. En primer lugar; puede realizarse una simulación de su funcio namiento mediante ordenador, criterio habitual en el campo de inves-
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23. Claro que e l proceso d e revisión parace más fácil para quienes n o h a n producido e l texto, por que el productor siempre sabe lo que quena decir y no ad,·ierte los casos en los que la expresión es ineficaz o directamente enónea 24. En Simmons y Chester y Beaugrande se presenta un formalismo reversible que analiza gramaticalmente el texto del 'cohete' dentro de una red 25. Sobre la o profundidad» , véase la nota de este capítulo.
( 1 979)
( 1 98lb)
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Un procedimiento denominado «análisis mediante síntesis» (véase Neisser, Sobre el concepto «explosión» véase la nota 3 de este capítulo.
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! 967)
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! '.; T RODCCC!Ó'.; A L A LI0:Gl.!iSTIC.-'\
EL E'.;FOQL'E PROCEDL\IE:-.JTAL
tigación denominado INTELIGENCIA ARTIFICIAL (véanse las expoS I C I Ones que, acerca de esta disciplina, se presentan en Minsky y Papert, 1 974, Goldstein y Papert, 1 977, Winston, 1 977, Winston y Brown, eds , 1 979, y X.26 y ss .) 28 Terry Winograd ( 1 972) ha demos trado cómo se puede p rogramar un ordenador para que utilice una gramática al estilo de Halliday en el procesamiento de enunciados de una lengua natural mediante movimientos de piezas sobre una mesa. La teoría de la « de pendencia conceptuaL> de Roger Schank considera que la compren sión lingüística consiste en la aplicación del conocimiento previo acer ca de secuencias prototípicas de acontecimientos y acciones (véase Schank et al. , 1 97 5 , y Schank y Abelson, 1 977). En la medida en que incluyen tareas de procesamiento, se han podido replicar informáti camente algunas de las cuestiones típicas de la lingüística del texto, como, por ejemplo, el uso de los pronombres (véase Grosz, 1 977, Webber� 1 97 8 , y Hobbs, 1 979). Aunque bien es verdad que la mente humana no maneja los procesos lingüísticos exactamente de la misma manera que los ordenadores, estas máquinas son, hoy por hoy, i ndis pensables para evaluar con cierta fiabilidad si los complejos modelos procedimentales son operativos y plausibles (véase X.27). 34. La segunda línea de investigación en evaluación de modelos procedimentales ha sido desarrollada por la PSICOLOGÍA COGNITIVA, rama de la psicología que se ocupa de la adquisición, el almacenaje y el uso del conocimiento (véase una exposición de la disciplina en Kinstch, 1 977a).29 En la psicología cognitiva, los modelos se evalúan contrastando el comportamiento cognitivo y lingüístico entre sujetos humanos sometidos a la realización de tareas tales como el reconoci miento y la rememorización de lo que se ha escuchado o leído. Aun que la mayor parte de los trabajos psicocognitivos se han dedicado al reconocimiento y rememorización de oraciones (véase un panorama de los estudios en este campo en Clark y Clark, 1 977), los textos tien den a convertirse progresivamente en los objetos principales de i nves tigación. En IX.24 y ss. se revisan algunas de las tendencias predomi nantes en este campo. 3 5 . Sería erróneo suponer que la producción y la recepción tex tuales ya han sido perfectamente estudiadas. Nada más alejado de la realidad: lo único que se ha conseguido hasta el momento ha sido un consenso gradual acerca de cuáles son las cuestiones que han de tra-
ta rse e n este terreno. L a verdadera complejidad de las operaciones i n volucradas en la producción y la recepción textuales sobrepasan sin dud a en varios niveles de magnitud la complejidad de los modelos de sarrollados actualmente (véase X.28). Hoy día se tiende a creer que puede ohecerse un tratamiento apropiado de la complejidad (véa se X.29) basándose en principios como el de la adecuación procedi mental (III. 1 9) y el protocolo general de resolución de problemas (III. 1 7). De esta manera, aunque hubiese una enorme cantidad de ope raci ones involucradas en el procesamiento textual, sólo habría una can tidad razonablemente reducida de tipos de operaciones, por ejem plo el mantenimiento de la continuidad y de la conectividad textuales, la evaluación de las hipótesis, el emparejamiento de patrones, las pro babilidades de computación, la planificación dirigida a la consecución de una meta, la resolución de problemas, etc. (véase X.4 y ss .). En los capítulos siguientes se exponen las normas de textualidad, por lo que se volverán a revisar repetidamente los diversos tipos de operaciones, ejemplificándolos mediante el análisis de textos de muchas clases dis tintas utilizados en situaciones comunicativas diversas.
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28. La noción de «inteligencia» designa una capacidad inherentemente humana para afrontar una enorme cantidad de tareas diferentes y una amplia diversidad de formatos de entrada de la infOima ción (en oposición a la necesidad inherente a los ordenadores de seguir servilmente cie11os pasos es· trictos, admitiendo únicamente formatos rígidos de entrada de la información). 29. La cooperación entre los psicólogos cognitivistas y los científicos de la inteligencia artificial ha promovido la creación de la disciplina denominada «ciencia cognitiva» (véase L24 y X3)
CAPÍTULO IV COHESIÓN 1 . En III. 1 4 se sugirió que la ESTABILIDAD de un TEXTO, como su cede con cualquier tipo de SISTEMA, se mantiene gracias a la CONTINUI DAD DE LOS ELEMENTOS que la integran. La noción de «COntinuidad» se basa, a su vez, en la suposición de que existe una relación entre los di ferentes elementos lingüísticos que configuran el texto y la situación en la que el texto mismo se utiliza de hecho; o expresado en términos cognitivistas: cada elemento lingüístico es un instrumento eficaz para ACCEDER a otros elementos lingüísticos. El ejemplo más obvio que pue de ilustrar este planteamiento es el funcionamiento del sistema SIN TÁCTICO que impone patrones organizativos a la SUPERFICIE TEXTUAL (es decir� modela la organización patente de las palabras) . Como se com probará más adelante, cuando se usa el término «cohesión» se quiere destacar, a fin de cuentas, la función que desempeña la sintaxis en la comunicación. 1 2. La mente humana manifiesta una capacidad muy restringida para almacenar materiales lingüísticos superficiales extensos el tiem po suficiente como para poder operar eficazmente sobre ellos (véase Keele, 1 973, y Loftus y Loftus, 1 976). Este tipo de materiales se suele someter a un proceso de ALMACENAMIENTO ACTIVO en una especie de «memoria operativa» , en donde los elementos que se procesan se dis tribuyen entre los recursos cognitivos disponibles de acuerdo con la importancia que se les haya adjudicado a cada uno de ellos (véase Ei senstadt y Kareev, 1 975: 3 3 8 y ss., III.26 y V.4, 1 0) . El paso siguiente consiste en que, sobre la base de las impresiones efímeras que han ido aportando los materiales percibidos visual o acústicamente se cons truye, con mucha rapidez, una organización mnemotécnica provisioComo señaló David Johnson ( ! 977: l 53), las ¡;:ramáticas oracionales estandarizadas, construi das en tomo a conceptos como el de ujerarquización :, se han ocupado muy poco de las relaciones de conexión y de dependencia. No obstante, la •gramática relaciona], (véase Cole y Sadock, eds., l 977) intentó, en su mon1ento, con1pensar esta carencia"
1'\TRODLCC!Ó'\ A LA Ll'\G UiSTI C.-\
COH ESIÓ'\
na! (véase Sperling, 1 960, Neisser; 1 967, Crowder y Morton, 1 969, y Rumelhart, 1 970). Una vez realizada esta operación, los materiales or ganizados aún de manera provisional pueden retenerse sin excesivo esfuerzo durante períodos de tiempo más prolongados, aunque toda vía dentro de unos límites bastante modestos. De forma paralela, exis ten ciertos sistemas secundarios que restringen aún más si cabe la or ganización formal de las opciones y de los patrones que se utilizan en el discurso. En las lenguas naturales, este sistema secundario suele ser el sintáctico, cuyas clases de elementos y de estructuras constitutivas, aunque en algunos idiomas sean más o menos numerosos que en otros, son todavía muy limitadas en número en comparación con las clases y estructuras de que se dispone habitualmente para organizar los conceptos y las relaciones (véase III.25 y ss. y V.30). De todo ello puede concluirse que el mecanismo habitual de procesamiento textual no proporciona a los interlocutores vastos almacenes de conocimien to del mundo de una manera inmediata. En otras palabras, el enfoque que se ha planteado en este párrafo se basa en la evidencia observa ble de que las estructuras lingüísticas superficiales se suelen almace nar en la memoria «a corto plazo>> , m ientras que el contenido con ceptual se almacena en la memoria «a largo plazo>> (Wright, 1 968). 3 . Las funciones sintácticas reflejan, como es lógico, las restric ciones cognitivas mencionadas en el párrafo anterior. Debido a que las dependencias gramaticales se establecen a menudo entre elementos que aparecen alejados discursivamente unos de otros (III.26), la sin taxis ha de proporcionar patrones homogéneos de varios tipos y de di ferentes grados de complejidad en los cuales puedan acomodarse los materiales reales. 2 De ahí que las unidades sintácticas principales sean patrones de dependencias bien marcadas: en primer lugar; el SINTAGMA (compuesto por un núcleo modificado al menos por un elemento de pendiente), en segundo lugar; la CLÁUSULA (una unidad compuesta al menos por un sustantivo o un sintagma nominal que concuerda con un verbo o un sintagma verbal) y, en tercer lugm� la ORACióN (una uni dad compuesta al menos por una cláusula dependiente) .3 Desde un punto de vista cognitivo, estas tres unidades lingüísticas (sintagma, cláusula y oración) se caracterizan porque todas ellas pueden proce sarse en un intervalo breve de tiempo. En el procesamiento de frag mentos textuales más largos suelen intervenir otros mecanismos que permiten la reutilización, la modificación o la compresión de las es tructuras y de los patrones usados previamente. Estos mecanismos, que contribuyen tanto a ESTABILIZAR el sistema (véase III . 1 4) como a
ECONOMIZAR esfuerzo de procesamiento (véase V. 1 5), son los siguientes:
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2. Sobre el emparejamiento de patrones, véase la nota 17 del capítulo III. 3. Existen, por supuesto, muchas otras definiciones de oración (O'Connell, 1 977, ofrece un pano rama muy surtido), aunque muchas de ellas son inconsistentes o confusas.
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repetición, repetición parcial, paralelismo, pará frasis, uso d � profor mas, elisión, tiempo y aspecto verbales, conexión y entonación. La RE PETICióN consiste en la reutilización directa de elementos o de patro nes formalmente idénticos. La REPETICióN PARCIAL permite la transca tegorización de un elemento utilizado con anterioridad en otro tipo de elemento distinto (por ejemplo, un verbo, como 'andar', puede con vertirse en un sustantivo, como 'los andares'). El PARALELISMO se cons truye sobre la repetición de una estructura enriquecida por la aporta ción de nuevos elementos. La PAR.AFRASIS consiste en la repetición de un mismo contenido, pero transmitido mediante expresiones lingüís ticas distintas. El uso de PROFORMAS permite reemplazar elementos in dependientes portadores de contenido por formas dependientes más breves. La repetición incompleta de una estructura y de su contenido, en la que se ha omitido alguna de las expresiones superficiales origi nales, está en la base del mecanismo de la ELISióN. Un procedim iento para marcar de una manera explícita las relaciones existentes entre los elementos lingüísticos y las situaciones que configuran el mundo tex tual es insertar señales superficiales, como, por ejemplo, la elección de determinados TIEMPOS y ASPECTOS verbales o de determinados CONEC TORES. Como se comprobará más adelante, la teoría denominada PERS PECTIVA FUNCIONAL DE LA ORA.CIÓN proporciona algunos criterios plausi bles para ordenar las expresiones lingüísticas según la importancia o la novedad de su contenido. En cuanto a los textos hablados, el me canismo que permite marcar la importancia o la novedad del conte nido lingüístico es, por excelencia, la ENTONACióN. 4. La cohesión existente en el interior del sintagma, de la cláusu la o de la oración es más directa y más obvia que la cohesión que se da entre dos o más de estas unidades. No obstante, la manera en que se construyen estas unidades tan homogéneas durante el proceso co municativo real es una cuestión que merece examinarse detenida mente. Desde un punto de vista procedimental, se considera que los sintagmas y las cláusulas básicas de una lengua natural son configu raciones de vínculos establecidos entre pares de elementos, muchos de los cuales mantienen otras conexiones adicionales con terceros (véase Perlmutter y Postal, 1 978, y Johnson y Postal, 1 980). En este punto, el problema que se plantea es el siguiente: ¿cómo y en qué orden se han de crear esos vínculos? 5 . Las gramáticas abstractas aducen varias respuestas a l a pre gunta que cerraba el párrafo anterior; pero, en general, este tipo d e gramáticas n o tiene en cuenta, en absoluto, los procesos cognitivos implicados en los fenómenos lingüísticos que acontecen en tiempo real. No obstante, existe un tipo distinto de sintaxis que ha demos-
1:\TRODCCCIÓ:\ A LA LI:\GCÍSTIC\
COHESIÓ:\
trado su valía en la realización de simulaciones de procesamiento lin güístico mediante ordenador: se trata de la RED DE TRANSICióN POTEN � IADA (véase Thome, Bratlev- :v Dewar, 1 968 , Bobrow ;y Frase1� 1 969, Woods, 1 970, y Christaller y J\1 etzing, eds", 1 979)" Una ed es una con figuración de NUDOS O, en este caso, de ESTADOS G RAMATICALES,.¡ CO nectados entre sí mediante VÍNCULOS o, en este caso, mediante D EPEN DENCIAS GRAMATICALES. Para trasladarse de un nudo a otro, el pro cesador realiza un movimiento de TRic\NSICióN cruzando el espacio textual a través de un vínculo . Esta operación exige identi ficar cada vínculo que se transite como si fuera un elemento perteneciente a un repertorio fijo de modalidades de dependencia, por ejemplo, del tipo «Sujeto con respecto al verbo» o «modificador con respecto al nú cleo>> . El movimiento de transición se puede POTENCIAR realizando cualquier tipo de operación de búsqueda o de acceso, como, por ejemplo, la identificación de la categoría exacta a la que pertenece el nudo activado (véase Winston, 1 977: 1 72 ) . De probar qué relación conceptual conesponde a la dependencia gramatical que se ha crea do se encargaría un tipo especial de movimiento potenciado de tran sición (véase V30). 6 . En una red de transición, la estructura de los sintagmas y de las cláusulas se utiliza como medio para construir y evaluar hipótesis acerca de qué tipos de elementos pueden aparecer en un momento de terminado en el discurso. De ahí que, por un lado, esas redes repro duzcan las ESTRATEGIAS y las EXPECTATIVAS de los usuarios lingüísticos y, por otro, expresen las reglas gramaticales a modo de PROCEDIMIEN TOS de utilización de esas reglas (Rumelhart, 1 977a: 1 22 ) . Desde este punto de vista, el sintagma, la cláusula o la oración son MACROESTADOS gramaticales y los elementos que los componen son MICROESTADOS del sistema textual. 5 Puesto que las reglas intentan estipular el papel REAL y no el papel VIRTUAL que desempeñan las dependencias gramaticales6 (acerca de la distinción entre real y virtual, véase III. 1 2) , de alguna manera se resuelve la divergencia teórica entre competencia y actua-
ción (la argumentación que intenta justificar la oposición entre ambos con ceptos puede encontrarse en Chomsky, 1 96 5). 7 . A continuación se ofrecerá una breve muestra del funciona miento de una red de transición (para más detalles, véase Winston, 1977, Rumelhart, 1 977a, y Beaugrande, 1 98 0a y b). Considérese esta versión ligeramente modificada del comienzo del ejemplo [ 4] que apa rece en L 1 :7
Si se quiere construir un modelo plausible del procesamiento del enu nciado [ 4. 1a], como ya se advirtió en III.26, el analista no puede limitarse a trabajar únicamente sobre la secuencia lineal del enuncia do, puesto que ésta es parcialmente engañosa, debido a que contiene varios modificadores situados a distancias desiguales de su núcleo co mún 'cohete'. Por consiguiente, uno de los problemas principales que ha de resolver el sistema de análisis es encontrar un procedimiento para expresar como vínculos directos las diferentes relaciones exis tentes «de modificador a núcleo» . 8 La respuesta que se propone a esta cuestión es la siguiente: tan pronto como aparece el determinante 'un', el procesador activa una RED SINTAGMÁTICA NOMINAL, es decir, un MA CROESTADO que presupone la existencia de un núcleo nominal con, al menos, otro elemento que depende de él. Una vez que el procesador ha desechado sucesivas hipótesis fallidas y ha alcanzado la meta prin cipal de acceder al núcleo de la estructura, acto seguido, ese núcleo ya localizado se utilizará como el CENTRO DE CONTROL desde el cual se ex plorará retrospectivamente el resto del macroestado. 9 8. En la figura 1 se simulan los movimientos interpretativos que realiza un procesador a través de una red sintagmática nominal. La fi gura propone una predicción sobre qué elemento funciona como nú cleo de la estructura y cuáles, en cambio, desempeñan la función de modificadores. Con toda probabilidad, el procesador PREFERIRÁ, en pri-
4. El «estado» de un sistema es el punto en que se concentran las operaciones en un momento detern1inado" Existen {(macroestados)) o « microestados)) según sea mayor o rnenor la amplitud de las operaciones que se realicen. Existen también diferentes tipos de estados: estados gramaticales en la co hesión (véase IV.6), estados de conocimiento en la coherencia (véase V,3 1 ), estados de planes en la in tencionalidacl (véase VI 3 1 y ss ). estados de información en la informath·idad, estados ele objetos y ele panicipantes en la situacionalidad (\·éase la nota 6 del capítulo VII), etc. Como la mayor parte de las nociones teóricas que se manejan en este n1anual, " estado)) también constituye una entidad que ope ra en los mundos textuales (véase V26a) 5. La conjunción de « macroestados» produce una « macroestmctura » , en el sentido en que emplea este término Van Dijk ( ! 979b) (véase IL37). Adviértase que e l uso real ele un mismo elemento puede variar según las dependencias grama ticales a las que se encuentre sometido. Por ejemplo, «en un desierto» es un «modificador» del «nú cleo)) 'se alzaba', pero 'desierto' es, a su vez,
7. En principio, las redes ele transición pueden aplicarse ele igual manera tanto en el proceso de producción como en el ele recepción textuales, tal y como demostró lógica y matemáticamente Sim mons Y Chester ( 1 979) No obstante, existe una diferencia obvia entre ambos procesos en cuanto al tipo ele búsqueda que se activa en cada caso, puesto que el productor textual toma las decisiones ori ginales y el receptor únicamente las recupera. En este apm1aclo, se enfoca esta cuestión desde el pun· to ele vista ele la recepción, ya que es el uso pJincipal para el que se han diseñado los formalismos ana· líticos que aparecen (véanse las referencias en IV.S) 8: Quizá sea mejor subdividir los modificadores en diferentes tipos, por ejemplo, «adjetivos», «ad· verbros», etc.; no obstante, esta cuestión tendrá que resoh-erse ele manera empírica: quienes emplean el lenguaje, ¿hacen siempre estas distinciones? Y si la respuesta es afirmativa, ¿qué sucede cuando los hablantes comunes y corrientes no acaban ele decidirse por una opción en concreto, como sucede, por ejemplo, cuando utilizan 'biillante', no se sabe muy bien si corno adjetivo o corno adverbio, en 'la luna reluce brillante'? Véase la nota 1 5 del capítulo III
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6.
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9.
Un enorme, negro
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amarillo cohete se alzaba en un desierto
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m er lugar; localizar el núcleo de la construcción y, a continuación, in te ntará identificar los modificadores que lo complementan (este orden de preferencias interpretativas es típico del español o del inglés, pero no es universal, puesto que existen otras lenguas que muestran ten dencias distintas) . En la figura 1 se representan los supuestos movi mientos interpretativos de un procesador encaminados a la identifica ción del núcleo de la estructura mediante vínculos trazados, o bien, en línea discontinua para marcar la hipótesis fallida, o bien, en línea con tinua para destacar la suposición correcta. En cuanto aparece en la se cu encia la conjunción 'y', l O el procesador puede suponer; con toda confianza, que a) aparecerá a continuación otro modificador y que, además, b) éste ocupará la última posición de los complementos no minales . Si estas predicciones se confirman, se habrá identificado el núcleo y se habrán establecido los vínculos existentes entre él y sus elementos dependientes, tal como muestran las líneas continuas 4, 5 , 6 y 7 d e l a figura 1 . Ahora bien, l a secuencia de movimientos inter pretativos descritos hasta ahora podría analizarse desde una perspec tiva muy diferente. Supóngase que el procesador, en primer lugar, vaya amontonando de manera compacta todos los elementos que compo nen la secuencia lingüíst ica tal y como vayan apareciendo, y que, a continuación, construya, a partir de este material, una RED DE DEPEN DENCIA GRAMATICAL (o macroestado) . En este sentido, puede interpre tarse que el amontonamiento compactado del material lingüístico se utiliza como un procedimiento provisional de almacenamiento «com primido » de la info rmación en el que los elementos se introducen en un cierto orden y se eliminan en el orden inverso al que entraron. En la figura 2 se representa el modo en el que se agrupan los com ponentes del sintagma nominal: en primer lugar; aparece el orden tem poral (tiempo) de entrada de cada elemento; a continuación, la fun ción (estado) que desempeña cada elemento, y, en tercer lugar, se pre sentan los elementos mismos. Una vez que ha identificado el núcleo de la construcción (mediante el procedimiento hipotético descrito más arriba), el procesador crea la red estructural trazada en la parte dere cha de la figura. Los números que aparecen junto a las líneas que sa len de los elementos en esta zona del esquema indican el orden de vin culación que siguen de acuerdo con este principio. No obstante, no puede dejar de señalarse la falta de pruebas empíricas que demuestren que los procedimientos que utilizan los comunicadores durante la in teracción comunicativa real sean los mismos que los que se han pre sentado aquí. l l 1O
Como se advir1ió en IV.43, la coordinación con 'y' es el procedimiento prototípico para mia y normalmente une elementos del mismo tipo o de idéntico nivel jerárquico. Por ejemplo, puede haber varías transiciones posibles que el receptor intente recorTer en paralelo.
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FIG. 4 .
Clave: cj, conjunción; d, determinante; m , modificador; n , núcleo
FIG.
2
alzab a El resto del mater ial l ingüís tico del ejemp lo [ 4. 1 � ] ('se L. VERBA CA GMATI en un desie rto') puede procesarse como una RED SINTA verbo el ntra Este macr oesta do se activa cuand o el proce sador encue ctura . En es� 'se alzab a', que funci ona tamb ién como núcle o de l_a estru aparecera q';le mom ento, se pued e supon er, casi con toda segun dad, el pro�e rsa, algún tipo de comp lemen to verb �l ; a partir _ de esta prem ando ; e �u que o . sador puede simpl ificar su tarea mterp retat:va, puest �l �n srcwn prepo � pare en la prese ncia de la estruc tur� de sr � tagm a, Sl� ocer recon la o) (pre posic ión), un (determinan te) desrer t� (nucle _ fl La lugar. de ral stanc probl ema algun o, como comp lemen to Clrcun , se alzab a en ( l verba ma gura 3 prese nta el anális is sintác tico del sintag os, de manera un desier to') como si se tratar a de un esque ma de estad . . l figura la en nte . simila r a como se proce dió anter iorme iesta la se mamf que ión cohes la 1 0 . Para agota r el anális is de to, no ya ple ;n c? ento fragm el nta cuenc ia [4. 1a], en la figura 4 se prese . _ tada. etrque cron transr de red una como un esque ma lineal , sino como 9.
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Los nudos son los estados (o funciones) de los elementos y los enlaces expresan sus interrelaciones gramaticales. El papel que desempeña este tipo de red consiste en la organiza ción de la estructura lingüística superficial de acuerdo con el cri terio de aumento ele su nivel de accesibilidad; por esa razón, el texto lineal puede construirse, durante la producción, o recibirse, duran te la re cepción , de una manera rápida y sencilla. 12 Pese a que la investigación sobre el fenómeno de la producción textual es todavía escasa, existe, no obstante, alguna evidencia empírica sobre la recepción que apoya algunas ele las suposiciones teóricas expuestas más arriba acerca del modelo de redes de transición. Más en concreto, a raíz de unos expe rimentos, Stevens y Rumelhart ( 1 975) demostraron que las prediccio nes sintácticas realizadas por los sujetos sometidos a la i nvestigación, acerca de cómo consideraban que seguiría una secuencia a partir de un punto concreto, coincidieron, en un significativo setenta y cinco por ciento de los casos. Y no sólo eso: cuando los lectores alteraban el texto mientras lo estaban leyendo en voz alta , u sus cambios coinci dían en un ochenta por ciento de las ocasiones con sus propias ex pectativas, que ya habían manifestado con anterioridad median te el tipo de pruebas pertinente. Estos porcentajes de coincidencia son sor prendentemente altos y confirman muchas de las suposiciones en las que se basa el modelo de procesamiento de la cohesión textual que se expone en este capítulo. Tal como se prevé en la noción de PROCEDI MIENTO DE ADECUACióN (véase III. 1 9) , la incidencia de las expectativas sobre la información de entrada en el sistema permite minimizar los requisitos de especificación formal que han de cumplir las secuencias discursivas. Si se aplican estos resultados a las redes gramaticales, se advierte claramente cuál es el procedimiento mediante el que se po!2.
13.
Véase la nota 7 de este capítulo Este tipo de alteraciones se denominan
DESLICES
o gazapos (véase Goodman y Burke, 1 973)
I:\TRODLCCIÜ:\ .-\ LA U:\GLÍSTIU
COH ESI�
tencian las transiciones entr e elemen tos (véase IV9): lo más habitual suele ser que los mater iales lingüísticos que se estén procesando se emparejen con los patrones de expectativas previstos. 1 1 . En unidades sin tácticas muy homogéneas, como son los sin tagmas, las cláusulas y las oraciones, la cohesión se consigue hilva nando los elementos mediante relaciones de dependencia gramatical de corto alcance. En fragmentos textuales más extensos, la operación cohesiva principal consiste en establecer los procedimientos mediallte los cuales los elemelltos v los patro11es utilizados previamente e11 el dis curso puedan reutilizarse, modificarse o comprimirse. Los mecanismos enumerados en IV3 satisfacen esta f�unción mediante la repetición, la sustitución, la elisión y la conexión . La utilización de estos mecanis mos no es tan obligatoria como la de aquellos que se suelen emplear en la homogeneización de las unidades sintácticas más breves, en las que la simple elisión de un elemento se percibe inmediatamente como un desajuste y puede interferir en el proceso de almacenamiento acti vo de la información l-l Una equivocación en la construcción estructu ral de una cláusula o de una oración puede desorientar mucho más al receptor, que no un error en el uso de la repetición, de los conectores, de las proformas, etc. Analizado desde un punto de vista gramatical (véase Beaugrande, 1 980a ) , los mecanismos textuales que operan a largo alcance, pese a que su uso no es obligatorio, contribuyen de ma nera muy significativa a que la superficie textual sea estable y a que el proceso de producción y de recepción sea económico (IV 3 ) . 1 2 . L a reaparición li teral de u n mismo elemento en dos lugares distintos de un texto se denomina REPETICióN (véase Plett, 1 975). Wein rich ( 1 972) demostró que las categorías gramaticales tienden a repe tirse más que a modificarse (un hallazgo obtenido unos años antes por Harris, 1 952 , aplicando un enfoque diferente; véase IL2 1 y ss . ) . Van Dijk ( 1 969) sugirió que los componentes conceptuales de los textos se repiten para apoyar la coherencia discursiva. Si bien la repetición es un fenómeno que afecta a varios niveles lingüísticos, a continuación se analizará únicamente la repetición léxica, es decir; la reaparición de las mismas palabras o de expresiones idénticas en el mismo texto.IS 1 3 . La repetición léxica es bastante frecuente en el habla espon tánea, como resultado del breve tiempo de que dispone el productor
par a planificar la efí mera superficie textuaL En el ejemplo siguiente se recogen las declaraciones de un concejal muy impresionado después de haberse pmducido una inundación repentina en la zona (el artícu lo apareció en el periódico Gaimsville Swz del 20 de diciembre de 19 78; en este fTagmento se adopta la convención de destacar en cursi va los elementos repetidos):
98
14. En cuanto a este asunto, no se da por supuesto que los hablantes construyan redes de transi ción que cubran todas las dependencias gramaticales posibles que se hayan establecido entre todos los elementos que componen el texto en su globalidad (parece ser que los hablantes construyen, por el contrario, redes de relaciones conceptuales cuando cada fragmento de texto ya ha sido procesado; acer ca de este asunto, véase el capítulo V). No obstante, es bastante probable que existan huellas dejadas por una red similar construida previamente: resulta más económico reutilizar una red preexistente que no constntir una nueva para cada ocasión. 1 5 . Acerca de otros tipos de repeticiones, véase el análisis que se realiza en VI! .29-42.
[20]
99
Muchas casas han quedado completamente inundadas de agua. Yo diría que la mayor parte de ellas están inundadas de agua. Están completameme hundidas debajo del agua.
Cuando existe un entorno apropiado para desarrollar más recursos de procesamiento y, sobre todo, cuando se dispone de más tiempo para realizar la producción textual, habitualmente la repetición se mantiene controlada y dentro de unos límites razonables. Si se fre cuenta indebidamente el procedimiento de la repetición, entonces des ciende de manera significativa el nivel de infonnatividad del texto (en el sentido en que se emplea este término en I. 1 7 y ss.). Por este moti vo, Georgia Green ( 1 96 8 : 22) sugirió que un enunciado como: [2 1 ]
Juan regresa a casa y Juan regresa a casa
era inaceptable, puesto que parece que se use sin ningún motivo que lo justifique para decir exactamente la m isma cosa dos veces. No obs tante, la repetición suele utilizarse de manera bastante habi tual por quienes quieren reafirmar puntos de vista propiosl 6 o por aquellos que quieren transmitir su sorpresa ante lo que están oyendo. Ambas mo dalidades de uso se atestiguan en los ejemplos siguientes: [22]
MARLOW: ¿ Qué, mi buen amigo? ¿Y si nos sirves un vaso de ponche cuando puedas? H ARDCASTLE:
¿ ¡Ponche .. , ! ?
MARLOW: ¡Sí señor, ponche ! Después d e nues tro agotador viaje, un vaso de ponche caliente será muy reconfortante.
(Oliver Goldsmith, Ella s e rindió para
vencer, 1 773, p, 24)
Hardcastle se sien te desconcertado porque Marlow lo trató como un criado, cuando él era el dueño de la casa. Por esa razón repite el nombre de la bebida que le acaban de pedir que sirva como si no lo 16.
P o r supuesto, los repertorios limitados que conforman cada uno d e los niveles d e l sistema lin güístico, especialmen te el fonético, hacen ine\·itable que en los textos se vavan acumulando las repeti cion�s (vé se Wet1h, 1 97 , Y Beaugrande, 1 978b). No obstante, este tipo d� repeticiones forzadas por . � . las ltmrtactones del propto srstema son muy difíciles de percibir En cuanto al uso de la repetición a través de la insistencia, véase VI. 1 8, VIIL24 y
?
26.
hubiese oído bien ('¿ ¡ponclze ! ?'), mientras que, a su vez, Marlow lo re pite también dos veces, por un .lad � , . para r� iterar ,su demanda ('Sí se ñor, ponclze'), y, por otro, para JUStificarla ( despues d � nuest 1 o a?� t,a dol viaje, un vaso de ponche será muy reconfortante ). La r: pet1c � on también puede utilizarse como estrategia de RECHAZO (en.tendJenclo re chazo' en el sentido en que ut ilizan este concepto Halhcl a y y Has_an, 1 976): como una maneJ a ele negar algo que s� h � bía afirmado .(o 1:-n plicaclo) en el discurso previo. En el ejemplo s1gUJent � , el n: atenal lm güístico repetido acota exactamente los elementos discursivos que se rechazan: [23]
-Creo que ya te dije que me llamo Bumside. -También podría llamarse Snútlz , señor, o Iones o Robinson. -Ni me llamo Smith , ni Iones, ni Robinson.
En este intercambio, el señor Burnsicle está combatiendo, utilizan do el recurso el e la repetición, los intentos el e su interlocutor ele rechazar su verdadera identidad diluyéndola con nombres muy fre cuentes, triviales y vulgares. Otra de las situaciones contextuales pro totípicas en las que se suele usar la r� �etición se pr? cluce cuan� o el hablante se empeña en hacer sobrev1vn· sus enunctaclos a las Inte rrupciones impertinentes de sus no demasiado cooperativos interlocu tores, como sucede en el ejemplo siguiente: [24]
HARDCASTLE:
Primero pidió ayuda a la guarnición . . .
¿No crees que este chaleco dorado queda demasiado i n formal encima de una camisa marrón?
M ARLOW:
HARDCASTLE: Primero pidió ayuda a la guarnición, que estaba forma da por unos quinientos hombres. . .
[25]
[26]
los textos poéticos s e definen d e acuerdo a s u modo d e organizar Como s e advirtió e n I X las estrategias de esquematización de la superficie del texto, de tal manera que invitan a que los re ceptores e; foquen su atención sobre las diferentes modalidades de repetición que se explotan en el poema.
1 7.
1 9,
Y tantos antes de Y tantos antes de
kilómetros que recorrer que pueda dormir kilómetros que recorrer que pueda dormir
La in tención ele Frost es evocar el movimiento uniforme, continuo de un largo viaje en un trineo a través ele un paisaje nevado durante la noche. El uso ele la repetición en [25] y [26] se denomina ICONICI DAD, puesto que fuerza la semejanza externa entre la expresión lin güística superficial y su contenido conceptual. 1 5 . En los ejemplos [20] a [26], todas las expresiones que se re petían, ya fuera por la razón que fuese, coincidían en mantener siem pre la misma REFERENCIA, es decir; pese a su aparición en distintos lu gares del fragmento, continuaban designando la misma entidad en el :Cmunclo» textual (o en el universo del cliscurso) . I S Por ese motivo, la estabilidad se apoyaba, en esos casos, en la continuidad referencial ele una manera muy evidente (véase IIL1 4). Ahora bien, repárese en el in quietante resultado que provoca la repetición ele un vocablo que ten ga dos referencias distintas: [27]
Creo que no; pero l a mezcla de marrón y dorado queda un poco pob1 e. HARDCASTLE : Como iba diciendo, caballeros, les estaba contando que
1 4 . Con bastante fTecuencia, la peculiar organización superficial del texto poético está justificada por las especiales corres�o � clencias que se establecen entre el significado del p � ema y el prop? slto gene ral que persigue la comunicación poética. 1 ' En los conocidos versos ele Tennyson ( 1 930: 237):
Rompe, rompe, rompe en estas frías piedras grises, ¡ oh, mar!
se repite en eco la forma verbal 'rompe', en un intento ele evocar en la mente del lector el mismo movimiento ele las olas que se está descri bie ndo. Con una intención poética similar; Frost ( 1 969: 224) concluye uno ele sus poemas con los versos siguientes:
HASTINGS:
primero llamó a la guarnición, que estaba formada por unos quinien tos hombres. . .
101
C OH E S I Ó N
I '.; T R O D L C C I Ó :\ .-\ L.-\ L I '.; G L Í S T I C .-\
1 00
Las malas noticias no sorprendieron a la señora Ankrom, que esta ba esperando un niño. Ella dijo que lo había estado medio esperm1do. (Wi/1011 Times,
citado en Levin
y
Goldman, 1978: 1 )
En este ejemplo aparece un elemento ('esperando') que se repite formal pero no conceptualmente, puesto que se usa en dos sentidos distintos (véase V. l y ss.). I 9 El pronombre 'lo' apoya la ambigüedad ele 18.
La discusión filosófica en torno a la referencia ha sido extensa y rara vez se ha llegado a una conclusión tajante (véase un panorama en Lyons, La tendencia actual es intentar ex plicar todos los tipos de referencia sobre la base de los pocos casos marginales que se puedan aducir. para acercarse a una perspectiva distinta, que considera que la referencia es una propie· Véase dad de la lógica de los mundos textuales v no de las palabras que los componen. El ;sentido» es el conocimiento ;.ea! transmitido por un elemento textual dentro de la conti nuidad que proporciona la coherencia discursi,·a (véase V. y ss ).. Por supuesto, la consecuencia lógi ca de un sentido dudoso es una referencia dudosa, aunque no tiene por qué suceder al contrario ne de este capitulo) cesariamente (véase la nota
1 977: 1 74 -229).
V.40
19.
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18
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1 02
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C O H ESIÓ�
u:--; GuiSTIC..\
la estructura po1 que tiene, en este caso, una referencia i ndefinida y tanto puede remitir a 'malas noticias' como a 'niño'. Si bien es verdad que la segunda alternativa puede desecharse por ser algo absurda, sin embargo, el receptor se ha visto forzado antieconómicamente, a cau sa precisamente de la repetición, a prestar una atención especial a la interpretación del enunciado. 1 6. El mecanismo de la REPETICi ó N PARCIAL supone la reutiliza ción de algunos componentes léxicos básicos que han sufrido una transcategorización (recuérdese el mecanismo denominado « polipto ton>> de la retórica clásica) . En los ejemplos siguientes, extraídos de la Declaración ele la Inelepe11elencia americana, podrá advertirse cómo un concepto ya activado previamente puede reutilizarse de nuevo en el texto, siempre que su expresión se adapte a la situación discursiva nueva: . . comprometerse en que los poderes terTenales se alinearán con quienes apoyen la independencia y la igualdad ... que son las causas que nos impulsaron a i11dependizamos. [ 2 8 . 2 ] Los gobiemos son elegidos por los ciudadanos, y su poder emana únicamente del común acuerdo entre los gobernados.
[28. 1 ]
.
En su revisión del fenómeno de la repetición parcial, Dressler ( 1 979a ) advirtió que, en ocasiones, la simple presencia de una expre sión hace posible que, a continuación, puedan aparecer otras, aunque sean muy raras o completamente i nsólitas. Dressler cita un fragmen to de una historia escrita por Joachim Ringelnatz titulada « Las balle nas y el extranjero» : 20 [29]
Había un famoso rascacielos construido con pieles de plátano . . Al sur del rascaplátanos. . . .
La expresión «rascaplátanos» sería m uy difícil de entender, en el sentido en que se emplea en el ejemplo, sin recurrir a las expresiones correferenciales ('rascacielos' y 'plátanos') que aparecieron previamen te. Dressler también analizó un fragmento de un relato escrito por Erich Fried ( 1 975) titulado La vuelta ele la tortuga. La expectativa que se crea en el título (algo así como 'el regreso de la tortuga') luego no se corresponde con el desarrollo de la historia (cuando se repite el vo cablo 'vuelta', el lector advierte que no se refiere a 'regreso' sino a 'gi rar el cuerpo'): 20.
El uso creativo de la repetición parcial está en conformidad con la «teoría genera], de la creatividad que se esboza en Beaugrande ( 1 979c).
[30]
103
Cualquiera puede encontrarse con una desvalida tortuga tumbada de espaldas y que no puede girarse sola. En ese momento, se puede o no tomar la decisión de darle la vuelta.
1 7 . La repetición tiene la desventaja, ya mencionada en IV. 1 3 , de que reduce el nivel de informatividad del texto. Para contrarrestar ese i nconveniente, en ocasiones, se utiliza la técnica de repetir los mismos ele mentos formales, pero que transmitan contenidos diferentes o de repetir el mismo contenido, pero expresado en formas diversas. Una de estas técnicas, el PARALELISMO, consis te en reutilizar formatos su perficiales pero rellenándolos con expresiones distintas. 2 1 En la Decla ración ele la Inelepenelencia, el rey de Inglaterra se presenta como sigue : [3 1 ]
H a saqueado nuestros mares, ha destrozado nuestras costas, h a que mado nuestras ciudades.
En este caso, se han expresado en cláusulas paralelas (con la es tructura verbo + pronombre posesivo + objeto directo) una serie de acciones negativas similares, aunque no idénticas, en las que el pose sivo 'nuestro(a)s' (el único elemento que se repite en el enunciado) ocupaba el centro de cada una de ellas. En otro pasaje del mismo do cumento, se enuncian distintas acciones monárquicas mediante parti cipios de presente precedidos por la preposición 'por': [32 ]
Por acuartelar grandes ejércitos ... Por impedir nuestro comercio . . . Por imponer tasas . . . Por depravamos . . . Por expulsamos d e nuestros territorios . . . Por abolir el Sistema de Libertades . . .
De nuevo, existe una relación e ntre esas acciones (todas s o n ejem plos de abuso de poder) que se enfatiza utilizando como medio ex presivo el paralelismo de la forma. Además, la repetición del m ismo formato evoca subjetivamente la reiteración abominable de las accio nes del rey. En el ejemplo siguiente, la expresión 'repetidas' se rei tera con la i ntención de marcar el paralelismo antagónico existente entre dos facciones (los poderosos y los sometidos ) : [33]
Nuestras repetidas peticiones han sido respondidas únicamente con repetidas i njurias.
De igual manera, un cambio ele forma , aun conservando el parale lismo estructural, puede potenciar expresivamente el cambio de conte nido, como sucede en el ejemplo siguiente: 2L
Puede verse más ejemplos en VII .34.
!'.;TRODLCCIÓ0: A LA L!'.;Gl'ÍSTICA
1 04 [34 ]
Debemos deternerlos.
Enemigos en la GueiTa; en la Paz, Amigos.
1 8 . La PARAFRASIS consiste en utilizar expresiones distintas para repetir el mismo contenido , 22 como se ejemplifica en el pasaje si guiente (Beerbohm, 1 9 5 8 : 5 6 y ss . ) : [35 ]
Nunca he visto a lleva la l'ida .
111 1
asesino, ni el símbolo abominable de quien se
Mientras que [ 3 5 ] muestra la paráfrasis de un concepto simple ('asesino'), [36] ilustra el parafraseado de una estructura mucho más compleja ( Govinda, 1 976: 206): [36]
COHESIÓ!\
En circunsta ncias normale s, la serie de palabras 'requerim iento 1 1 propuest a' y 'obsceno 1 impúdico 1 lascivo 1 sucio 1 inde ugerencia s ce n te', se entiende que está compues ta por elemento s que poseen, más o menos, el mismo significad o (y, por lo tanto, parece difícil definir ca da miembro de esas series sin poder utilizar en su definició n alaún otro miembro de la misma serie). Sin embargo , la legislació n ac :r ca del uso telefónico intenta cubrir todos los posibles vacíos legales en los q�te pueda ampararse un delincue nte, pagando el precio, si es ne ces ano, de parecer repetitiva o pedante. El alguacil Dogberry de Sha kespeare proporcio na una parodia inmortal de esta tendencia leaa. b list a: [38]
Desde que Dios se reveló en su mente, sintió un ten"ible sufrimien to, porque ( * ) sabia con anterioridad qué pasaría en cada momento
[37]
cualquier tipo de comentario, requen'miento, sugerencia o propuesta que sea obsceno, impúdico, lascivo, sucio o indecente.
Marry, señor, han cometido pe�iurio; más aún, han dicho cosas fa l sas; en segundo lugar, son calumniadores; en sexto v último Jugar, han calumniado a una dama; en tercer lugar, han j¿;rado cosas al sas; y, para concluir, son unos bravuco11e s mentirosos.
f
( )
fu turo. * * Para él ya no hubo más smpresas; no pasó nada que no supiera de antemano que iba a suceder.
Puesto que no es, en absoluto, seguro que el contenido del frag mento (''' ) sea el mismo que el de su paráf-rasis (",;'), no es de extrañar que el fenómeno de la paráfrasis se relacione últimamente con la cues tión mucho mejor conocida de la SINONI!\1IA. 2 3 Cada vez se fortalece más la suposición de que existen únicamente unas pocas expresiones de la lengua natural cuyos significados virtuales sean totalmente idén ticos. Lo cual no quiere decir que la sinonimia o la paráfrasis sean in necesarias, puesto que, tal como sucede tanto en [ 3 5 ] como en [3 6], en muchos contextos completan, aclaran o profundizan en el signifi cado real (o sentido, véase V. 1 ) de los fragmentos a que se refieren. 1 9 . La situación en la que aparece un texto puede afectar de ma nera decisiva a la i nfluencia discursiva que ejerce la paráfrasis y la si nonimia. Así, por ejemplo, en el discurso legal se intenta definir cier tos tipos de comportamiento más allá de toda duda razonable; para cumplir con ese objetivo, se u tiliza con mucha frecuencia la paráfra sis con la esperanza de aprehender todos los aspectos posibles del con tenido de lo que se pretende expresar. Adviértase cómo este plantea miento se aplica en la Guía Tele{ó11ica de Gaimsville ( 1 978-79: 1 6), en donde se recuerdan ciertas «Leyes de Florida» que prohíben el uso del teléfono para hacer
(Mllclzo ru ido y pocas lllleces, V i
Puede verse más ejemplos en VIU7 y 4 1 , y en VIIL24. Véase por ejemplo Hirsch ( 1 975) Aparecen algunos ejemplos en VIL37.
22 4 -29)
El efecto cómico de este pasaje descansa a la vez sobre el conoci miento del tipo de texto legalista que se parodia (recuérde se que la pa . rodia se basa en la intertex1 ualidad, véase 1.22) y en el fracaso del al guacil en reproduc ido (confund iendo los marcado res de ordenaci ón del discurso y acaband o con el térm ino no rigurosam ente legal de 'bra vucones mentiros os'). En este caso, coincide la excentric idad textual con un tipo de comport amiento que se considera excéntric o en el «mundo real» (véase IX.8 y X. l 6) . 20. Los ejemplos anteriore s (del [20] al [ 3 8 ]) sugieren algunos ti pos de motivacio nes que mueven a los producto res textuales a utilizar la repetición , la repetición parcial, el paralelism o y la paráfrasi s. Como ha podido advertirse , en general, estas técnicas se emplean con el ob jeto de marcar de manera explícita la existencia de relacione s internas entre elementos o contenido s (habitual mente se trata de relacione s de EQUIVALEN CIA, aunque también pueden darse relacione s de oposición , c_omo sucede en el ejemplo [ 34]). 2 4 Todo el amplio abanico de posibi hdade:S de repetició n se despliega , en toda su excelenc ia, en aquellas . s1tuacwn es en las que la estabilid ad textual y la m inuciosid ad del con tenido discursiv o pueden acarrear consecue ncias prácticas significa ti vas, como sucede en los textos legales que han de aplicarse e n la vida 24 L? noción ele «e�uivalencia" fue básica para la lingüística descriptivista (véase IL2 1 y ss ) . Para . .. .
In linguistica del
22. 23.
1 05
texto, sm embargo, existen grados de aproximación más que equivalencias claras; en cualqUler caso, desde un punto de vista discursivo, el factor importante es la estabilidad del sistema cuan o los elementos (o bloques de elementos) que lo componen comparten la pertenencia a un tipo comun, con1o sucede en este caso
?
.
1 07
! 0:TRO D L C C I Ó 0: .\ LA L I � G UiST I C A
COHESIÓ�
real. No resulta en absoluto sorprendente que, en el co � tex �o legis lativo, los productores textuales se esf� ercen e � �onstrun· �rscursos escrupulosamente definidos, para no depr resqurc10 a la mahnterpre tación 0 a la ambigüedad, que podría causar un vacío legal de conse cuencias im previsibles . Téngase en cuenta, a modo de ejemplo , el fTa �· mento siguiente, extraído del contrato sindical de los profesores um versitarios americanos: 2 5
mico mecanismo de la repetición. Las formas pronominales más usa das son los PRONOMBRES, que operan sustituyendo a los sustantivos o a Jos sintagmas nominales con los que han establecido una relación de coRREFERENCIA (es decir� comparten la misma referencia, en el sentido en que se plantea este fenómeno en IV. 1 5) . 2 6 Así, por ejemplo, en el cuento infantil:
1 06
[39]
!
Excepto en lo que hace referencia a los descubr n:ientos o a los in ventos hechos durante el periodo en que no se disfrutaba de empleo y de sueldo a costa de la universidad, cualquier descubrimiento o in �·ento que el investigador haya hecho mientras estaba emplea o por . la universidad o mientras u tilizaba fondos del presupuesto umvers¡ tario, facilidades, materiales, equipamiento, personal o informa�ión tecnológica procedente de la universidad, es propiedad de la umver sidad, el descubridor o el inventor deberá compartir sus ganancias con la ·universidad que ha hecho posible ese trabajo.
�
,7
En el fraomento se advierte la utilización de casi todos los meca nismos que �e han analizado anteriormente, como la repetición ('des cubrimientos' 1 'descubrimiento', 'inventos' 1 'inven to', 'hecho' 1 'hecho', 'universidad' 1 'universidad' 1 'universidad'), la repetición parcial ('in vento' 1 'inventor', 'empleo' 1 'empleado') y la paráfrasis ('descubri miento' 1 'invento', 'investigador' 1 'inventor', 'facilidades' 1 'materiales' 1 'equipamiento' 1 'información tecnológica'). 2 1 . Afortunadamente, no siempre comunicarse exige expresarse con semejante grado de exactitud todo el tiempo. Ant� s. al contrar�o, en la i nteracción comunicativa cotidiana se suelen utihzar mecams a economizar o a simplificar la superficie mos cohesivos que ayudan textual, aun a costa de que se pierda cierto grado de determinación _ (véase IV.2 9 y 37) . Desde este punto de vista, el mecanismo cohesivo, por excelencia, es el uso de las FORMAS PRONOMIN�L�S : se tra :a de ele _ economicos, vacws de un de muy corta longitud, mentos linaüísticos "' significado propio concreto, que p ueden aparecer en la superfi�ie tex tual en lugar de otras expresiones más definidas y con contemdo se mántico activo (véase Karttunen, 1 969, Paduceva, 1 970 y Dressler, 1 972a: 27). Una de las misiones de las formas pronominales es la de permitir que los interlocutores mantengan el contenido discursivo ac _ _ tualizado en el texto en situación de almacenamiento activo (vease IV.2 y V.4) sin tener que recurrir al -en buena medida- antieconó-
[40]
el pronombre personal 'él' hace innecesario repetir de nuevo 'un vieje cito muy pequeñito que vivía en un zapato'; mientras que el pronom bre personal 'ella' evita que se tenga que volver a reproducir la expre sión 'una viejecita muy pequeñita que vivía en un zapato'. 22. El fragmento [ 40] ejemplifica el fenómeno de la ANÁF O RA, que consiste en utilizar una forma pronominal después de la expresión co rreferente (véase Postal, 1 969, Bresnan, 1 97 1 , Edmondson, 1 976, Han kamer y Sag, 1 976, Kaplan, 1 976, Bullwin kle, 1 977, Camarazza et al. , 1 977, y Webber, 1 97 8 ) . La organización anafórica del texto suele ser el modo más habitual de construir la correferencialidad (pri mero apa rece la expresión referencial y, después, se introduce una remisión anafórica), ya que es éste el procedimiento más económico para man tener activado durante un mayor espacio de tiempo el contenido con ceptual de una expresión _ 27 Por esa misma razón, la organización ana fórica del texto puede propiciar algún problema interpretativo, si en tre la expresión referencial y la forma pronominal se interpone un fragmento textual excesivamente amplio (véase V. 3 5 y ss .). Si eso ocu rre, cuando el receptor tenga que interpretar la forma pronominal realizando el movimiento de remisión anafórica, la i nformación de re ferencia probablemente se habrá visto desplazada de la zona del al macenamiento activo en beneficio de otro fragmento discursivo que dificultará la recuperación de la información correferencial . 2 3 . El fenómeno de la CATÁFORA consiste en utilizar una forma pronominal antes de la expresión correferente (véase Halliday y Ha san, 1 976). El protocolo de procesamiento de la catáfora requiere la creación temporal de una casilla vacía (es decir; de una posición en la que se prevé la existencia de una bolsa de i nformación, en el senti do que se señaló en IV.8) que se rellenará cuando aparezca en el tex to el contenido suplido pronominalmente. Un mecanismo de estas 26.
? 5 E l fraamento se ha extraído del Acuerdo ell/re el equipo recroral, los órganos de gobiemo del sis tem� ;miversit;rio de Florida y la Universidad de Florida, 1978- / 98/ (sin fecha ni lugar de publi cación), p . 22
Érase una vez un viejecito y una viejecita muy pequeñitos que vivían en un zapato. Él fumaba en pipa y ella cosía en una mecedora
Aquí se utiliza el término «Correferencia» porque está sólidamente establecido, aunque se pue den seguir manteniendo las reservas acerca de este concepto expresadas en la nota 1 8 En algunos ca sos, quizá el neologismo '(cosentidol> sería más apropiado que «correferencial> Acerca de información sobre usos diferentes de la anáfora en samoano, véase Chapin
2 7..
.
( 1970)
caracterís tic as funcionar á óptimame nte cuando la distancia entre la forma pronomina l y la expresión correferent e se mantenga dentro de unos límites razonables , por ejemplo, entre oraciones contiguas : [4 1 ]
No s é si lo que ella quiere hacer va e n serio, pero m i compañera de habi tación sueña con caminar por un cable que atraviese las cata ratas del Niágara�
24. Con el objeto de comprobar si este efecto de aumentar el in t erés del receptor puede documentarse empíricamente, se realizó un experim ento con e l texto del 'cohete' (en cuyo análisis se pr ofundiza rá con mayor detalle en IX.2 5 y ss.) consistente en exponer a un gru po de lectores ante un fTagmento manipulado del texto original [ 4] que se presenta en I. l : [ 4c]
Este ejemplo, extraído de una redacción escrita por una estudian te, es muy parecido, en cuanto a su estructura catafórica, a otro que proponen Halliday y Hasan ( 1 976: 56): [ 42]
Nunca lo hubiese creído. Aceptaron todos los puntos de nuestra pro puesta.
En ambos casos, una forma pronominal anticipa catafóricamente un contenido complejo. E n [4 1] , 'ella' remite al fragmento 'mi compa ñera de habitación' que aparece en la oración contigua, y 'lo' a 'sueña con andar por un cable que atraviese las cataratas del Niágara'; y, en [ 42], 'lo' se refiere a 'aceptaron todos los puntos de nuestra propues ta'. O tro uso habitual de la catáfora es la generación de incertidumbre y, en consecuencia, la i ntensificación del interés del receptor en el tex to que está procesando (véase VII . 1 3 ) . Repárese en el inicio del relato siguiente (Coppée, 1 8 9 1 : 9 1 ) : [43]
(Él) tenía apenas diez años cuando le arrestaron por primera vez por vagabundo. En su declaración le dijo al j uez: «Me llamo Jean Fran ¡;:ois Leturc � " ' "
Lo que sigue a este fragmento es la continuación detallada de la vida del muchacho, desde su nacimiento hasta ese mismo i nstante en que, en la cumbre de su desgracia, está prestando declaración ante un juez. S i la primera secuencia era algo enigmática, la conti nuación del relato irá eliminando todas las dudas acerca de la identidad del indi viduo celosamente ocultada en la oración de apertura. Los lectores se sentirán motivados para encontrar una respuesta a cómo un niño de diez años ha llegado a ser arrestado y p uesto ante un juez (se trata de conocimiento PROBLEMÁTICO, con un alto nivel de i nformatividad; véase III. 1 7) . 28 La catáfora, aparte de ayudar a que progrese la infor mación textual, ejerce una influencia notable en la motivación de los lectores para que se adentren en el relato. 28�.
La tendencia a preferir el conocimiento problemático c o m o material discursivo se vuelve a plantear de nuevo en y ss. y en IX . 1 4,
IV.29
26.
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C O H ES I Ó N
I N T R O D C C C I Ó N A LA L I :\ G U Í ST I CA
1 08
Vacío, pesaba cinco toneladas. Como combustible, llevaba ocho to neladas de alcohol y de oxígeno líquido. Se alzaba en un desierto de Nue\·o !\•léxico: un enorme cohete V2 negro v amarillo de 14 metros de altura. , . �
.
Mediante la colocación de la secuencia de apertura original ('un eno rme cohete V2 negro y amarillo de 14 metros de altura') en la zona final del párrafo, se ha conseguido proporcionar al texto una estruc tma catafórica. Cuando se sometieron los informantes a la prueba de leer el texto y luego recordarlo, los resultados obtenidos en los proto colos de rememoración revelaron un efecto sorprendente. Mientras que únicamente el treinta por ciento de los lectores del texto original no manipulado recordaron la composición exacta del combustible, esta cifra se elevó hasta el ochenta por ciento entre los que habían leí do el texto manipulado. En cambio, el ochenta por ciento de los que leyeron el texto original recordaron exactamente los colores del cohe te, mientras que únicamente el treinta por ciento de los que leyeron el texto con el orden i nvertido los recordaron. La conclusión del experi mento parece encaminarse hacia la idea de que la inversión de la in formación textual provoca una redistribución de la atención de los lec tores, pero no un incremento absoluto de la misma. Este resultado coincide con lo que prevé el mecanismo denominado «efecto von Res torff» (se trata de un fenómeno relacionado con la información desta cada de manera especial; véase Wallace, 1 965). En cualquier caso, la utilidad de la catáfora para atraer el foco de atención sobre una zona textual determinada -en este caso, se trata de impelir a los lectores a que se esf-uercen en intentar encontrar el sujeto de todos los verbos que aparecen en el fragmento- está fuera de toda duda. 2 9 2 5 . Además de los sustantivos y de los sintagmas nominales, exis ten otros elementos que pueden correlacionarse mediante proformas. Así, por ejemplo, el verbo 'hacer' se emplea frecuentemente como una FORMA PROVERBAL amplia que mantiene actualizado el contenido de un verbo o de un sintagma verbal m á s concreto (Véase Karlsen, 1 959: 1 24 y ss., Isacenko, 1 96 5 : 1 7 2 y ss., Roggero, 1 968, Haskell, 1 97 3 , Vater� 29� 9
Puede haber también efectos de primacía (se destaca la primera parte del texto) (véase Me yer, 1 77 : del capítulo IX) y ss , JX37 5 y la nota
3 08
23
1 10
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1 :\ T R O D L C C ! Ó i\ A L.-\ L l :\ G L Í STICA
C O H ESIÓ!\
1 97 5 : 3 7 y ss., y Halliday y Hasan, 1 976: 1 25 y ss. ). En el ejemplo si (Goldsm ith, 1 77 3 : 36): auiente b
26. Sería equivocado suponer que las proformas han de correfe rirs e monotemáticamente siempre a elementos del mismo tipo, por ejemplo, los pronombres a los sust��tivos, los proverbos a los ver� os v los promodi ficad01 es a los modificadores . Tales correspondencias han de en tenderse como PREFE RENCIAS favoritas que tienen la ventaja de encajar en marcos gramaticales conocidos, y que son fácilmente an alizables y reutilizables. Lógicamente, las proformas han de amol darse a los emplazamientos gramaticales en donde aparezcan. Para ilustrar esta última consideración, préstese atención al conocido pa saje siguiente (Julio César, I ii 1 94-95):
[44]
Le comprendo perfectamente, señor (apar!e) : ¡ Caramba! Eso es más de lo que vo lo hago
SEÑORA HARDCASTLE: M ARLOW
la forma p1 overbal 'hago' susti tuye de manera muy económica a 'com prendo perfectamente al señor Marlow'. La forma proverb�l puede , como se ve, ser correferen te de un bloque de contemdo relativamente extenso. En este otro texto (Beerbohm, 1 958 : 57): [ 45]
Ese mismo día me avergoncé de no haberme levantado de un salto y no haberle atado las �anos a la espalda, en ese mismo i nstante y �llí mismo. Si hubiese tenido siquiera una pizca de coraje físico, ha bría hecho eso
podría usarse el término FORMA PROMODIFICADOR para describir la fun ción que desempeña el elemento complejo 'hecho eso' en el ejemplo [ 45] o, si se quiere una denominación más específica, FORMA PROCOM PLEMENTO (véase Steinitz, 1 968: 1 48 y ss. ) . 'Hecho eso', o alguna va riante similac puede aparecer sustituyendo a cualquier modificador que se relacione con el verbo principal de la construcción (véase Bo linger; 1 970, y Bouton, 1 970). En ocasiones, el elemento 'eso' de la ex presión 'hacer eso' se omite en el uso, multiplicando la economía de un mecanismo ya de por sí económico. Compárense, en este sentido, las dos estructuras siguientes (Priestley, 1 950: 299): [46]
SEÑORA BIRLING: N o le comprendo, inspector. I NSPECTOR: Querrá decir que no quiere hacer eso,
señora Birling
fre nte a [ 46a]
I NSPECTOR:
QuerTá decir que no quiere hacerlo, señora Birling.
O tra modalidad de proforma son los promodificadores del tipo 'tal' (véase Hasan, 1 968: 7 8, Palek, 1 968: 6 1 y ss., y Figge, 1 97 1 : 1 75 ) en (Wilson, 1 9 59: 3 ) : [ 4 7]
Gerald Middleton fue un hombre de temperamento apacible, aunque persistenternente depresivo. Tales hombres no se encuentran en su mejor forma a la hora del desayuno.
En esta secuencia, ' tal(es) ' se refiere a 'un hombre apacible, aunque persistentemente depresivo'.
[ 48]
El joven Casio tiene una mirada torcida y hambrienta. (Él) piensa demasiado. Tales hombres son peligrosos.
El mecanismo correferencial que vincula a 'Casio' con el pronom bre personal 'él' es muy simple: en primer lugar, aparece un sustanti vo; a continuación, sigue un pronombre. Ambos ocupan la casilla re servada para la [·unción de sujeto en sus respectivas oraciones. En con traste con la sencillez anterioc el promodificador 'tales' transporta el contenido que se incluye en las expresiones 'tiene una mirada torcida y hambrienta' y 'piensa demasiado' (dos sintagmas verbales que se convierten, de esta manera, en correferentes). Algunos investigadores (por ejemplo, Lakoff, 1 968) probablemente clasificarían 'hombres' como un seudopronombre, o como un cuasi pronombre, que, en el fondo, tiene ú nicamente un mínimo contenido y una relevancia míni ma. Este mismo es el criterio que se aplica a términos como el de 'cosa' y sus equivalentes en otras lenguas (ding en alemán, thing en in glés, etc.) (véase Green, 1 968: 25, Hasan, 1 968: 94 y ss., y Dougherty, 1 969: 5 1 3 v ss.). 2 7 . E� muchas ocasiones, las proformas son correferentes de cláusulas completas (se trata del fenómeno denominado 'sustitución clausal' en términos de Halliday y Hasan, 1 976: 1 30-4 1 ) . La proforma 'eso' es especialmente versátil. En el fragmento textual siguiente (Ca rroll, 1 960: 8 1 ): [49]
-Pero ¿ es que tienes que entrar? -le respondió el lacayo-. Es lo primero que deberías preguntarte, ¿ no ? Así era en verdad; sólo q u e a Alicia n o l e gustaba q u e le dijeran eso
el 'eso' transporta el contenido completo de lo que acaba de decir an teriormente el lacayo. En este otro fragmento ( Carroll, 1 960: 24 1 ) :
1 \: T R O D L C C I O \: .·\ LA L I \: G L Í S T I C A
1 12 [50]
-0:aturalmente esta1 ás ele acuerdo en que nos batamos en due lo -elijo Tararí con un tono más tranquilo. -Eso supongo -replicó malhu morado el otro
'eso' sei1ala la aceptación del enunciado previo del interlocutor.30 En general, las proformas se utilizan en la «susti tución de cláusulas>> para indicar que el contenido informativo se mantiene activado, aunque no el jor111ato supe1jzcial de su expresión. 28. La localización textual de las proformas puede variar de acuerdo con su nivel de especificidad. Lakoff ( 1 968) sugiere la existen cia de la siguiente progresión secuencial discursiva prototípica: a) nombre propio, b) descripción específica, e) clase general (seudo pronombre, en el sentido de IV. 26) y d) proforma. Considérese el ejem plo siguiente : [5 1 ]
Napoleón llegó al palacio . El conquistador de Austria estaba m uy ale are . Nunca he visto a un hombre alegrarse tanto. Nadie en el mun o podía estar como él tan satisfech ; ele sí mismo.
d
Este tipo de progresión textual comienza con un nombre propio ('Napoleón') , sigue con una descripción específica ('el conquistador de Austria') , continúa con un seudopronombre ('hombre') y finaliza con una forma pronominal ('el') . La progresión recorre la distancia que separa a lo más específico de lo más abstracto. No obstante, si se invirtiera esta modalidad prototípica de progresión textual se estaría explotando una manera muy eficaz de ir revelando la identidad del re ferente poco a poco, aumentando progresivamente el interés del receptor. En un relato de Nikolai Leskov ( 1 96 1 : 5 5 ) se puede encon trar un ejemplo en el que se sigue esta táctica: [52]
Quien está cruzando el camino no es otro que un anciano en cuya majestad se reconoce i nmediatamente a uno ele los santos de la Igle sia , que no es otro que el reverendo Sergius.
En este fragmento se demuestra que, en ocasiones, se puede incre mentar la efectividad de un texto si no se siguen las convenciones en focadas hacia la eficacia discursiva (véase II.23 y III.9). 29. El criterio de eficacia se presenta en Beaugrande ( 1 980a) como el principal motivo que mueve a la utilización de las proformas en general (véase IV. l l ) . Hasta cierto punto, sin embargo, en este punto se plantea un problema de NEGOCIACIÓN entre la concisión y la claridad discursivas. Por un lado, las preformas ahorran esfuerzo de 30.
Sobre los múltiples usos de 'eso', véase Halliday y Hasan
( 1 976: 1 40)
C O H E S ! Ó \:
1 13
procesamiento, ya que son más breves que las expresiones que reem plazan; ahora bien, si el emplazamiento textual de las proformas obs t acul iza su grado de reconocimiento y de determinación, e ntonces se pi erden todos los beneficios de su uso, porque han de realizarse cos tosas operaciones de búsqueda para lograr emparejar la proforma y la expresión correferente. No obstante, si se da el caso, existen varias téc nicas ele recuperación de la información no definida. Así, por ejemplo, Chafe ( 1 976: 47) sugirió que en un fTagmento algo enrevesado como el siguien te: [53]
Aver, Juan fue a visitar a Pedro. le habían dicho a él que él estaba enfermo
ha de procesarse de manera preferente la suposición de que el estatu to del sujeto se ha de mantener constante a lo largo del texto (es decir; 'Juan' 'él' y 'Pedro' 'a él') .3 1 O tra estrategia para proteger el siste ma in terpretativo de las proformas de dificultades interpretativas in salvables consiste en tener en cuenta la organización de las situacio nes, de los objetos o de los acon tecimientos tal y como se establece en el mundo textual. Cuando en la Declaración de la Independencia se lee: =
[54]
=
(El rey ele Inglatern) ha forzado a nuestros compañeros Ciudadanos a convertirse en ejecutores ele sus propios amigos y Hermanos, o les ha sustraído la voluntad, ele manera que ellos m ismos han caído en sus Manos
la proforma 'sus' traslada la referencia de una manera muy rápida eles de 'compai'íeros Ciudadanos' hasta 'amigos y Hermanos'; cualquier otra interpretación referencial violentaría de manera grave la cohesión del texto. En el fragmento del 'cohete' opera un mecanismo similar: [4]
En una zona del desierto ele Nuevo México se alzaba un enorme co hete ele color amarillo y negro. Vacío (él) pesaba cinco toneladas.
Desde un punto de vista estrictamente sintáctico, la forma prono minal 'él' podría ser correferente tanto de 'cohete', como de 'desierto' o, incluso, de 'Nuevo México'. No obstante, el lexicón no puede ayu dar a aclarar este problema de adjudicación de referencia, porque, en el contexto de la secuencia ('vacío (él) pesaba cinco toneladas') no exis te una definición razonable que estipule lo que debería pesar un co31
(1978: 290)
Reichman señala un caso interesante en el que un nombre propio se usa más que una preforma. aunque no sea posible la confusión, aparentemente porque la persona mencionada está fuera del foco de atención; habitualmente, la referencia a la persona enfocada se realiza mediante una pro forma
1 :\ T R O D L C C I Ó :\ ,.; LA L I :\ G L 'Í STIC\
1 14
hete, un desierto o un estado como el de Nuevo México. La correfe rencialidacl se resuelve, simplemen te, recurriendo al conocimien to es tel eotipado del mundo que considera absurdo pesar un desierto o un estado, pe1 o no un objeto volante del tipo 'cohete' (la variabilidad ele peso de los cohetes es un tipo de información relevante, puesto que se trata de un tipo de conocimiento problemático;32 además, precisa mente un exceso de peso podría ser la causa de que fl·acasase el vue lo, véase III. 1 7) ; los desiertos y los estados no suelen moverse de su emplazamiento, por lo que la estimación de su peso suele ser irrele vante para el transcurso normal de los acontecimientos (además, de todas maneras sería bastante complicado, sino imposible, pesarlos). 30. La preferencia de los comunicadores por introducir conoci miento de tipo problemático en el discurso textual es un principio om nipresente de organización, porque esa característica determina lo que se considera interesante y, de ahí, de lo que vale la pena producir y recibir textos (véase Schank, 1 977, y Beaugrande, 1 980a). Tómese en consideración este fTagmento de una conversación (Dickens, 1 947: 6 1 7) : [55]
-A l a mañana siguiente s e despertó, encendió e l fuego, ordenó en tres montoncitos los bollos y las tostadas, hum, se lo comió todo, hum, todo, y se golpeó la cabeza. -¿Por qué hizo eso ? -preguntó el señor Pickwick abruptamente.
Desde un punto de vista estrictamente sintáctico, las proformas 'hizo eso' pueden referirse a todas las acciones mencionadas en el re lato de Sam (despertarse, encender el fuego, ordenar en montones, co merse los bollos y las tostadas y golpearse la cabeza), pero no hay nin guna duda de que el señor Pickwick se está refiriendo únicamente a la última acción. 'Golpearse la cabeza' es, con bastante diferencia, la acción más problemática de todas las enunciadas, y, por lo tanto, la más relevante, ya que despertarse, encender el fuego o comer tos tadas son acontecimientos habituales en el transcurso normal de la vida cotidiana, mientras que golpearse la cabeza suele ser un aconte cimiento i nhabitual y que puede tener consecuencias posteriores. 3 1 . El mismo principio podría aplicarse a la interpretación de los homónimos (palabras con el mismo formato externo, pero que difie ren en cuanto a su significado o en cuanto a la función que realizan), tales como la proforma 'uno' o el cuantificador numeral 'uno'. La pro forma 'uno', en ocasiones, se emplea para referirse a un miembro no específico de una determinada clase, por ejemplo (Dickens, 1 948 : 1 28): 32 .
Véase la nota
28 d e este mismo capítulo
C O H ES ! Ó ]';
[56]
115
Se trata de un caso muv doloroso' mucho· nunca había visto uno ' que fuese tan doloroso c'omo éste.
En � ste fragment o, 'uno' designa un 'caso' cualquier a (es decir; in etermJ d � ado), . descrito simpleme nte como 'más doloroso que el caso te . De 1gual manera, la proforma 'uno' puede funciona r como resen p de una persona cualquier a, inespecíf ica, por ejemplo en (Go ustituto s vinda, 1 976: 1 5) : [57]
uuo no pue d e formarse juicios profundo s basados en tales percep. ciOnes, wzo no deber·ia permitir que los pensamie ntos de wzo es tén influidos y dirigidos por ellos .
� n contraposic ��n, co�sidérese este -algo extraño- ti tular perio , dts ttco que aparecto pubhcado en el Gainesville Stm el 20 de diciem bre de 1 978 : [58]
EL PISTOLERO DE S AN JUAN YA HA MATADO A UNO
En este ejemplo, los receptores textuales han de reconstruir con cierta dificultad el sentido de 'uno', entendido no solamente como una persona inidentificada ('El pistolero de San Juan ya ha matado a al guien'), lo cual sería escasamente informativo, sino como la cuanti fi cación del número de entidades afectadas por la acción del asesino (información típicamente periodística) . 3 2 . Otro mecanismo cohesivo que contribuye de manera decisiva a que se alcance la concisión y la eficacia textuales es la ELISióN (véa se Karlsen, 1 959, Gunter� 1 963, Isacenko, 1 96 5, C:rymes, 1 96 8 , Dress le!� 1 970, Halliday y Hasan, 1 976, y Grosz, 1 977). Ahora bien, un exa men pormenorizado de las fuentes bibliográficas citadas anteriormen te re�elaría la � �i stencia de una �i � cusión abierta acerca de lo que . constrtuye �a ehsto- � . La disputa teonca se centra en qué requerimien . tos gramattcales rrummos ha de cumplir una secuencia y hasta dónde p:rede ll � gar el nivel de elisión de material lingüístico en una secuen Cia consid � r:ada g:a � atical. Si el criterio para la correcta formación y la aceptabihdad logica de una secuencia es generoso, entonces la ma yor: parte de l�s �extos reales que se producen y se reciben son proto _ ttpicamente ehpticos. 33 En el enfoque procedimental defendido en este manu �l, la elisión s e presenta únicamente cuando las tareas de pro . cesamiento textual mcluyen completar una discontinuidad perceptible 33 .
�
.· En �·ealid · el proble ma radica en: «una secuencia es elíptica, ¿en comparación con � _ qué?» _ <"; ase C�senu, 1 9::>::>-::>6). Recuerdese b postura extrema adoptada por Alfred Whitehead, quien se mos tiO pwchve a condenar las lenguas naturales precisamente a causa de su incompletitu d
1 :\TRO D L C C I Ó :\ .·\ LA L l :\ G L'Í ST I CA
l 16
C O H ESIÓ"i
e11 la supe1jicie textual. En cualquier caso, la cuestión de si .u� eje m plo determinado es o no verda ? �ramente � líptico deb�ría dec1d1r�e, � n cada ocasión, de manera empmca (por e¡emplo, aplicando el c1 1 te uo intersubjetiva de ¿qué estructuras superficiales son las que los usua rios textuales consideran discontinuas ? ) . 3 3 . Normalmente, la elisión funciona obligando a que varias cláusulas de la superficie textual compartan determinados componen _ tes estructurales comunes. La elisión suele ser de tipo a11 afórico , es de cíe la estructura completa aparece antes que la elíptica (véase IV.22): [59]
Sé mina de mi amor, v usuaria de mis tesoros
(Shakespeai e,
So11e1o X.Y)
Para interpretar adecuadamente [59]. se necesita encontrar un ver bo para la segunda cláusula. El candidato para ocupar esa po � ición e� , sin duda alguna, el verbo 'sé' de la primera cláusula ('sé usuana de m1s tesoros'). La recuperación de la información elidida suele ser muy sen cilla en este tipo de casos, pero puede hacerse muy compleja si la dis tancia entre la entidad elíptica y la entidad completa se encuentran muy alejadas. También puede darse el caso de que la elisión se a de , . y tipo catafórico (es decir; que primero aparezca la estructura ehpt1ca después la completa): [60]
Se dice que la hija, sana y bella; pero el hijo, un muchachote des garbado, se crió atado al delantal de su madre.
En [60], la información verbal elidida en la primera secuencia ('se dice que la hija (se crió) sana y bella') puede recuperarse, e � un pro - suele ceso de remisión catafórica, en la segunda. En la conversac10n, ser muy habitual que aparezca información elidida en la intervenci?n de un hablante que se haya de recuperar en el parlamento del otro In terlocutor; como es el caso del ejemplo siguiente, en el que el verbo elidido en la intervención de Casio ('tener') se ha de recuperar en el turno de habla de Bruto (Julio César, IV iii 9- 1 2) : [6 1 ]
Permíteme que t e diga, Casio, que eres tú mismo quien tie nes las manos manchadas y que por eso te censuran muchos; por
BRUTO:
vender oro. CASIO:
y
por traficar con los i ndeseables tus favores a cambio de
¿Yo, las manos manchadas?
34. El fenómeno de la elisión se hace muy perceptible cuando se emparejan estructuras cercanas que comparten los mismos verbos. La
1 17
p osibi lidad de aliviar la superficie textual de elementos redundantes (véase Ross, 1 970) se debe, en este caso, a que en la constitución de una secuencia no es imprescindible i ncluir el verbo si ya apareció en la secuencia contigua. Una cosa parecida sucede con la elisión del su jeto (Dickens, 1 94 7 : 5 5 ): [62]
Está siempre dormido. Hace los encargos dm·mido . . . Estov orgullo so de este chico. No lo cambiaría por nada en el mundo.
Las primeras dos secuencias comparten el mismo sujeto (el 'chi co'), pero tienen un sujeto dis tin to de las dos segundas ('yo', que tam bién lo comparten). Para recuperar la información elidida, el lector ha de recurrir a fragmentos anteriores del mismo texto. El alto nivel de disponibilidad de los sujetos en cuanto a sus posibilidades de elisión se puede relacionar; en opinión de Chafe, con el papel que juegan en el procesamiento de la información textual (véase IV.29): la posición de sujeto es máximamente relevante, por lo que es el lugar hacia don de el receptor dirige su atención cuando ha de interpretar estructuras con un alto nivel de elisión, debido a que esa posición y ese papel lo suele desempeñar un tipo de información estable a todo lo largo del texto. Lo mismo sucede con la elisión del sujeto entre cláusulas de p�ndientes (véase Leech y Svartvik, 1 975: 1 68), como en: [63]
Estaba tan cansado que se fue a dormir
3 5 . La elisión del sujeto o de otros elementos supuestamente i n dispensables en la estructura oracional, como el verbo, ejemplifica la complejidad de la interacción existente entre la cognición y las con venciones sintácticas. Incluso en las construcciones menos habituales, como la [63], la identidad del sujeto elidido es totalmente recuperable. En este sentido, el enfoque procedimental se ocupa de describir las condiciones bajo las cuales la elisión se convierte en frecuente e, in cluso, en obligada. Por ejemplo, existen situaciones, como la de en viar un telegrama, en las que se producen textos de manera natural con un altísimo n ivel de elisión y que, a pesar de esta característica, son, sin ninguna duda, totalmente comprensibles. Verbigracia, el dis curso del señor Alfred Jingle, aunque claramente excéntrico por su formato fragmentado, es bastante fácil de entender (Dickens, 1 94 7 : 1 1): [64]
Disparaba un mosquete ... el fuego de una idea . . . corría a la taberna . . . la escribía . . . volvía o tra vez . . . pim, pam . . . otra idea ... a la taberna de nuevo ... pluma y tinta ... volvía otra vez ... disparar y escribir. . . tiempos heroicos, señor.
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Como se argumentó en IV 2 y ss., la función de la sintaxis en la in teracción comunicativa consiste en proporcionar al discurso una es tructuración superficial que constriña las hipótesis interpretativas acerca de la organización conceptual y de las relaciones subyacentes entre las secuencias lingüísticas (es deci1� se trata de un sis tema, en el fondo, con muy pocas opciones y que actúa como una suerte de filtro previo de control de otros sistemas, como el conceptual, que sí pre sen ta muchas opciones) . Por ese motivo, cuando, en apariencia al me nos, se reduce mediante la elisión la importancia de la sintaxis, co mo sucede en [64], se está obligando, tanto al productor como al receptor; a que realicen un esfuerzo de procesamiento adicional. En presencia de la elisión, la obligación de resolver problemas que impone al comu nicador el seguimiento de las normas textuales de la cohesión y de la coherencia en el discurso (véase el capítulo III) le obliga a trabajar, tanto productiva como interpretativamente, en unas condiciones más exigentes y de mayor gasto de energía de procesamiento. En este pun to se ha de matizar algún aspecto: por ejemplo, los enunciados del se ñor Jingle son bastante sencillos de recomponer en la escritura, pero plantearían más problemas de interpretación si únicamente se escu chasen oralmente. 36. Frente a la idea predominante de que la oración formada co rrectamente desde un punto de vista gramatical es la unidad que ha de manejarse obligatoriamente en todos los experimentos lingüísti cos, 3 -l en los párrafos anteriores se ha presentado una modesta i nves tigación sobre el procesamiento de los textos que presentan cierto ni vel de elisión. El papel, más que destacado, dominante, que juega la oración en las teorías lingüísticas modernas alienta la idea de que «quizá todos los enunciados se deriven, en última instancia, de las ora ciones completas » (R. Brown, 1 97 3 : 209). No obstante, esta noción no se puede probar empíricamente. En este sentido, reponer la informa ción elidida en un texto como [64] es una condición suficiente para completar oraciones, pero no es una condición necesaria para realizar su procesamiento de manera adecuada. Además, sería enormemente difícil ponerse de acuerdo en cuál es «realmente» la versión completa de una secuencia. Lo más probable es que exista un protocolo de pro cesamiento que, por un lado, permita al productor eludir el uso obli gatorio de ciertos mecanismos sintácticos, obteniendo sin embargo beneficios comunicativos y sin requerir un gasto de energía adicional, y, por otro lado, que le permita al receptor interpretar la coherencia textual de una manera directa, realizando únicamente un «análisis 3 -1.
COH ESIÓ�
LI '\GLiST IC-\
No puede dejar de señalarse el hecho de que el procedimiento de omitir palabras en una se cuencia para que los sujetos sometidos al experimento las recuperen en condiciones de laboratorio, no es realmente comparable con el modo en que se utiliza la elisión en el discurso espontáneo
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va cro >> de la superficie discursiva (véase Burton, 1 976: VII.9). En cuan to � la utilizació n exhaustiv a de la sintaxis, puede afirmarse que, por �m lado, aumenta las transiciones entre los elementos que constituye n la s redes gramatica les integradas en los textos (véase IV.9), y, por otr�, neutra liza la posibilida d de aparición de fenómeno s como la ambJcrüedad. "' 37. Al igual que sucediera con el uso de las proformas , la utilizació n de la elisión ejemplific a la búsqueda de un compromiso equi lib rado entre la concisión y la claridad textuales (véase IV.29). En un plato de la balanza, producir y recibir te.xtos en los que n ? aparezcan fe nómenos de elisión eleva el gasto de ttempo y de energw de proce sami ento; en el otro extremo, los textos con un elevado nivel de elisión pued en llegar a neutraliza r cualquier ahorro de tiempo y de_ e�ergía de procesam iento porque exijan activar unos costosos procedimi entos de búsqueda o unos gravosos protocolo s de resolución de problema s. El comunica dor ha de evaluar el nivel de adecuación de la elipsis con respec to a la situación comunica tiva en la que se ha de producir o de recibir el texto y valorar hasta qué punto la elipsis contribuirá a favo recer o a dañar la efectividad de ese texto (véase III.9). Esta opera ción de cálculo marca una diferencia prototípica entre el funciona miento de los sistemas abstractos , como el de la sintaxis, y de los mo delos procedim entales que analizan la sintaxis en interacció n con los demás factores que afectan a la textualid ad. 38. Uno de los vértices centrales en los que se apoya la cohesión textual es en el TIEMPO y en el ASPECTO de las formas verbales (véase Reichenba ch, 1 947, Weinrich, 1 964, Wunderlic h, 1 97 1 , y Dowty, 1 972). 3 5 Las categorías verbales temporales y aspectuale s se organizan de manera muy diferente en las diversas lenguas (véase Dresslei� 1 972a: 47 y ss.). Normalme n te, en todas las lenguas existen medios para distinguir entre: a) tiempos de pasado, de presente y de futuro; b) continuida d frente a discontinu idad; e) anteriorida d fTente a poste rioridad, y d) acontecim iento finalizado frente a acontecim ien to no fi nalizado. Algunas de estas distincione s se establecen desde la pers pectiva de los usuarios textuales en el momento de la enunciació n (por ejemplo, pasado, presente y futuro son relativos con respecto a la si tuación en la que se produce y/o recibe el texto); y, otras, se basan en el modo de organizar temporalm ente entre sí las situaciones o los acon tecimientos que i ntegran el mundo textual. En los casos en que no se emplea el sistema verbal para establecer estas distincione s, se En su uso común, el < tiempo \"erbal » se refiere a la inflexión de los \"erbos que les permite ex presar el tiempo relati\"o en el que transcurre un acontecimiento discursivo. mientras que el
35 .
COHESIÓN
l:\ TRODLCCIÓ0: A LA Ll:\GL ÍSTICA
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suelen utilizar los modificadores o los conectores para cumplir co n esa función" 39. El modo en que se utiliza la temporalidad y la aspectualidad verbales consti tuye una estrategia de construcción textuaL Así , por ejemplo, en hebreo existe una secuencia prototípica de tiempos ver bales que se ha de utilizar de una manera íntegra en el discurso, lo cual tiene una enorme repercusión en la organización estructural de los textos que la incluyen (véase Harweg, 1 968: 284 ) En bahinemo, una lengua que se habla en Papúa Nueva Guinea, la estructura del pá rrafo se organiza en tomo a la forma verbal que aparece en la prime ra cláusula del texto y que se responsabiliza de activar la perspectiva tem � oral en la que se insertarán todos los demás acontecimientos y si tuacJOnes que aparezcan posteriormente en el parágrafo (véase Lon gacre, 1 970)" Llevando esta característica a sus últimas consecuencias en la lengua godie, hablada en Costa de Marfil, la información acere� del tiempo verbal sólo se menciona una vez, puesto que se extiende, de manera automática y sin requerir más indicaciones, al texto com pleto (véase Grimes, 1 97 5 : 232). En la lengua brasileña denominada xavante, se utilizan dos sistemas distintos de aspectos verbales para los acontecimientos que se consideran relevantes fTente a los no rele vantes (véase ? : imes, 1 97 5 : 9 3) . En las lenguas nigerianas mumuye y longuda, se ut1hza el aspecto verbal progresivo para marcar los acon tecimientos que suceden al margen de la secuencia principal de acción (véase Grimes, 1 97 5 : 234). 40. Valga el somero inventario anterior para hacerse una idea ini cial acerca de la enorme d iversidad, complej idad y subjetividad con que se organiza el tiempo en los mundos textuales construidos en di ferentes lenguas (véase Bruce, 1 972). Aunque esté bastante extendido, el punto de vista pre-einsteiniano de que el tiempo transcurre de ma nera uniforme, desvirtúa las interrelaciones establecidas entre las si tuaciones y los acontecimientos que , en realidad, difieren no sólo en cuanto a su duración, sino también en cuanto a su estructura formal y a su importancia funcional. Así, por ejemplo, como señaló Talmy ( 1 978: 2 1 ) , el m ismo acontecimiento puede expresarse desde diferen tes perspectivas: "
[6Sa] [65b] [65c]
El faro iluminó la bahía El faro estaba iluminando la bahía El faro iluminó cinco veces seguidas la bahía
En [65a], el acontecimiento se contempla como una unidad ceiTa d � que sucede en un punto aislado del tiempo. En [65b], el aconteci miento es una unidad que se proyecta sobre una extensión ilimitada
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de tiempo" En [65c], el acontecimiento es una unidad formada por va rias secuencias con unas fTonteras temporales limitadas. Analizando ejemplos similares a estos, Fillmot e ( 1 977: 74) concluyó que <> con el objetivo de facilitar las operaciones de procesamiento, incluso en lo concernien te a las cuestiones superficiales como, por ejemplo, la aná fo ra). 4 1 . El sistema temporal y aspectual de los verbos también puede tex rela cionarse con algunos principios relevantes de la organización � tual . Si, corno se sostuvo en IIL 1 4 , la textualidad des cansa sobre la continuidad, los usuarios textuales han de entender que los aconte cimientos y las situaciones que aparecen en el mundo textual están relacionados entre sí (véase L 1 1 ) . Partiendo de esa suposición, los re ceptores no tienen problema alguno en rellenar las lagunas y los hue cos informativos existentes en el texto aplicando procedi � ientos de ACTUALIZACióN, como, por ejemplo, la realización de inferencias (en el sentido que se expone en I. l l ; véase, también, V.3 2-34) acerca de cómo se desarrollan los acontecimientos en el mundo textual (véase Sacerdoti, 1 977: 1 5 , y Winston, 1 977: 3 8 6 ) . Verbigracia, cuando el cohete 'despega' en el ejemplo [ 4], el lector actualiza inferencialmen te su trayectoria desde el 'desierto' hasta el 'cielo', supone que su com bustible, compuesto al principio de la operación de despegue por 'ocho toneladas', irá disminuyendo progresivamente, etc., aunque todo ello no se afirme de manera explícita en el texto" Por su lado, Leonard Talrny ( 1 978) sis tematizó una propuesta acerca de los principios de organización temporal que operan en los textos: a) la desplegabilidad, entendida como la capacidad de que en un mismo texto se abran múl tiples perspectivas o planos temporales; b) la limitabilidad, o la capa cidad de definir discursivamente límites temporales discernibles entre l�s acontecimientos descritos en el texto; e) la divisibilidad, o la posi . bthdad de segmentar la continuidad temporal interna del texto en diversas partes; y d) la distribución, es decir; la ordenación de los acontecimientos y de las acciones en patrones temporales. Aunque tanto Halliday como Talmy consideran que este tipo de nociones son puramente <> , no existe la menor duda de que también se encuentran fácilmente integradas en los protocolos de procesa miento cognitivo de los acontecimientos y de las acciones (véase Mi ller y Johnson-Laird, 1 976). En este sentido, tal y como sucede en mu chos otros ámbitos, la cohesión de la superficie textual se apoya evi dentemente sobre la coherencia que se le presupone al mundo textual (véase Margan, 1 978 ) .
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42. Quizás el mecanismo más evidente de señalización de las re laciones entre los diversos acontecimientos y si tuaciones que concu rren en un texto sea la CONEXIÓN, o, más en concreto, el uso de co ne ctores (en las gramáticas tradicionales se denominan de manera i n discriminada «Conjunciones » ; véase Gleitman, 1 96 5 , Dik, 1 96 8 , Tai, 1 969, Hanveg, 1 970, Doughe1ty, 1 970-7 1 , R. Lakoff, 1 97 1 , Halliday y Basan, 1 976, Lang, 1 976, y Van Dijk, 1 977b ) . Los cuatro procedi mien tos principales de conexión son:
O tra función que puede desempeñar la conjunción es la de vincu lar entre sí enunciados que no tienen un formato í ntegramente ora cional, favoreciendo, de esta manera, la activación de una relación aditiva o de interdependencia (Time , 26 de marzo de 1 979):
a) La coNJ UNCióN, que vincula entre sí elementos equiparables, por ejemplo, que ambos son verdaderos en el mundo textual. b) La D ISYUNCIÓN, que vincula entre sí elementos opuestos, por ejemplo, que ambos no pueden ser verdaderos a la vez en el mundo textual. e) La ADVERSACIÓN, que vincula entre sí elementos equiparables pero incompatibles en el mundo textual, por ejemplo, una causa que provoca un efecto i nesperado. d) La SUBORDINACIÓN, que vincula entre sí elementos ordenados jerárquicamente, por ejemplo, que son verdaderos en el mundo textual sólo si se cumplen ciertas condiciones (del tipo precondición/aconte cimiento, causa/efecto, etc.).
por defecto, en el sentido de que, a menos que se diga algo en con
43. Cada una de estas modalidades de conexión se reconoce por el tipo de conectores (entendidos en el sentido de indicios superfi ciales) que hacen evidente su uso. Desde u n punto de vista estadísti ' ' co, la CONJUNCIÓN se suele señalizar con el conector y , aunque, con una frecuencia menor; se utiliza 'también', 'además', etc. La conjun ción es una relación de tipo aditivo (añade información nueva al tex to), como puede comprobarse cuando se conectan entre sí dos acon tecimientos o situaciones interdependientes que se mencionan dentro de una misma oración, como sucede, por ejemplo, en (Time, 2 6 de marzo de 1 979): [66]
A los pájaros de gran envergadura les gusta dormir en los árboles de los parques que hay en las afueras de la ciudad, y desde 1 88 5 los ciu dadanos locales han considerado ese hecho como la mejor de las si tuaciones posibles.
No obstante, la relación que marca la conjunción también puede traspasar las fronteras oracionales (Time, 26 de marzo de 1 979): [67]
Sadat considera el acuerdo como u n medio de proteger los « derechos humanosn de los palestinos asentados en Gaza. Y para asegurar que Gaza consigue la autonomía, Sadat quiere firmar un acuerdo.
[ 68]
Después de todo, lo único que quiero es que se cumpla la ley; ellos dejen de maltratarn os de esta manera. ·
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que
Puede considerarse que la conjunc ión es una especie de conexió n
tra, unos acontec imiento s se van añadien do sucesiva mente a otros en el mundo textual. No es impresc indible la presenc ia de los conectores concreto s 'y ' , 'tambié n', 'además ', etc., relacion ando de manera explí cita cláusul as u oracion es para que se establez ca una relación de con junción genuina . De hecho, plagar el texto de conecto res conjunt ivos produce un efecto retórico redund ante conocid o como <> . Por supuest o, la probabi lidad de aparició n de este tipo de conecto r se increme nta cuando la i nterdep endenci a entre secuenc ias no es obvia y, por esa razón, se ha de marcar de una manera explícita . 44. La DISYUNC IÓN aparece marcad a habitua lmente por el nexo 'o' (en ocasion es, para señalar esta relación , se emplean varios element os coordi nados entre sí, del tipo 'ni/ni', 'si o no', etc.) (Dicken s, 1 948: 49 y ss.): [ 69]
Hay pocos momentos en la existencia de un hombre en que éste ex perimente tan lamentable angustia y encuentre tan escasa conmise ración caritativa corno cuando va en persecución de su propio som brero. Para alcanzar un sombrero se requiere mucha frialdad y un grado de especial discernimiento. Uno no se debe precipitar d� ma siado, o corre el riesgo de pisarlo; no debe caer tampoco en el ex tremo opuesto, o se quedará sin él seguro.
Por un lado, en el interior de una oración, 'o' se emplea para co nectar dos alternativas, de las cuales una se impondrá sobre la otra en el mundo textual ('uno no se debe precipitar demasiado, o corre el ries ?;o de pisarlo'). Por otro lado, entre oraciones, 'o' se emplea tanto para mtroducir una i nformación adicional, como para -como se ilustra en e� ejemplo siguiente- traer a colación una alternativa posible no con Siderada con anterioridad en el mundo textual (Dickens, 1 94 7: 3 1 ) : [70]
-!¿- no ser, claro, que el señor Winkle se sienta agraviado por el desafiO, en cuyo caso estimo que tiene derecho a una satisfacc ión. El señor Winckle , con gran abnegac ión, expresó que va se sentía bastante satisfec ho.
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l�TRODLCCIÓ0: A LA Ll�GL:Í STICA -0 posiblemente -dijo el otro hombre- el padrino de este ca ballero se haya sentido ofendido por alguna obser-vación que yo haya hecho.
La disyunción no es probablemen te fácil de procesar; ya que los usuarios textuales han de mantener en la memoria activa ambas al ternativas hasta que se encuentre una solución. 45. Los conectores que se emplean con mayor frecuencia para marcar la ADVERSACióN son 'pero', 'sin embargo', 'aunque', 'no obs tan te', etc. La función textual que desempeña la adversación es la de fa cili tar una solución a un problema en el que se combinan acontec i mientos en principio incompatibles entre sí. En un ejemplo como (Time, 26 de marzo de 1 979): [7 1 ]
Se produjo una debacle cuando las ayudas pactadas s e rechazaron abiertamente. Pero , en el úl timo minuto, Carter consiguió una vic toria de la diplomacia presidencial
el productor del texto utiliza el conector 'pero' para alertar a los re ceptores de que el anunciado 'debacle' se ha convertido finalmente en algo totalmente distinto y contrapuesto: en una 'victoria'. En este otro ejemplo (Time, 26 de marzo de 1 979): [72]
Carter estaba desconcertado y enfadado. Pero Begin permanecía firme
COHESIÓ�
O tro tipo de conexión textual subordinante es la RA.ZóN (entendida como la reacción humana racional, véase I.S) (Time, 26 de marzo de 1 979 ): [74 ]
[73]
Eso significa ensuciar Long Beach Harbour con manchas de aceite y aumentar notablemente los índices locales de contaminación, por que sólo por el simple hecho de descargar ese aceite ya se liberarían a la atmósfera los humos nocivos de los hidrocaburos.
El juez rechazó encargarse del caso, sobre la hase de que carecía ele la au toridad adecuada.
47. El r epertorio de conectores que se utilizan para expresar re lacio nes de PROXIMIDAD TEMPORAL es muy extenso (véase l. l O) . Entre los más significativos destacan: 'entonces', 'próximo', 'antes', 'desde', 'cuan do', 'mientras', 'durante', etc. Si unos acontecimientos se ordenan con respecto a otros, la proximidad temporal se secuencializa, como, por ejemplo, en [75], en donde 'entonces' marca el hecho de que un acontecimiento sucede a otro anterior (Time, 26 de marzo de 1 979): [75]
El presidente declaró emocionaclamente que estaba « muv contento de regresar a casa>> . Entonces habló de la reunión que fwbía cele brado.
También la superposición se puede indicar de una manera tan in mediata como la secuencialidad. En [76], el conector 'mientras tanto' indica que los dos acontecimientos que se enuncian acontecen de ma nera paralela y simultánea (Time, 26 de marzo de 1 979): [76]
la adversación indica que la interpretación adecuada de la secuencia es que no se produjo la conciliación entre Car·ter y Begin, cuando se sugiere entre líneas que ésta hubiese sido la respuesta más natural para calmar el enfado de un personaje tan poderoso como el presi dente de Estados Unidos. 46. La modalidad de conexión textual denominada SUBORDINACIÓN suele concretarse en el empleo de un amplio repertorio de conectores del tipo 'porque', 'ya que', 'como', 'así', 'mientras', 'por consiguiente', etc. Cuando operan entre secuencias, los conectores subordinan tes in troducen INTERRELACIONES DE COHERENCIA explícita, tales como las que se sugirieron en !.6- 1 1 (véase también el capítulo V). U n tipo de cone xión subordinante, como la CAUSA (en cuanto a sus condiciones nece sarias, véase I.7), suele aparecer introducido mediante un conector adecuado, en este caso, un porque (Time, 26 de marzo de 1 979):
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Al día siguiente, el gobierno egipcio también aprobó con desánimo los detalles finales del acuerdo. Mientras tanto, los minis tros de de fensa israel í y egipcio celebraban una reunión en \"lashington.
O tra modalidad de proximidad temporal consiste en un encadena miento de secuencias en que la finalización de un acontecimiento coincide con el inicio del siguiente, a lo cual se añaden implicaciones causales. En [77], por ejemplo, 'cuando' marca tanto la contigüidad temporal entre la oferta de un acuerdo y su rechazo, como el hecho de que el segundo acontecimiento es la consecuencia, y el primero, la causa (Time, 26 de marzo de 1 979): [77]
Cuando Carter le ofreció la propuesta a Sadat, Begin dijo que ellos la consideraban «completamente inaceptable » .
4 8 . El últ imo tipo de conexión subordinante que se tendrá en cuenta es la señalización de la CONDICIONALIDAD, esto es, de la proba bilidad, la posibilidad o la necesidad (o de todo lo contrario a eso) de unos acontecimientos con respecto a otros (véase Reichenbach, 1 976). El conector condicional, por excelencia, 'si' establece una condición
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que, si se cumple, permitirá que tenga lugar un determinado aco nte.. cimiento. Recué1 dese, por ejemplo, una de las declaraciones real iza das por la señora Tatcher durante una campaña electoral (Dailv Tele graplz , 26 de abril de 1 979):
qu e la 'declaración emocionada' del presidente no se debía a 'la reu nió n que había celebrado' (como hubiese sido el caso si 'entonces' se hubiera eliminado), sino al hecho ele haber regresado a casa; en este se ntid o, la utilización del conecto¡ permite al productor; además, in sell ar su propia interpretación, como una estrategia ele reconducción de la si tuación (véase VIII . l ) . 50. Teniendo en cuenta las apreciaciones anteriores, puede de que, en la interacción comunicativa, no sólo las reglas gra cirse du ticalmente obligatorias deciden qué formatos sintácticos han ele ma utilizar los participantes, sino que también la conexión juega un papel importante en el proceso. Tan probable es que los conectores sean simplemente un detalle ele cortesía del productor con respecto al re ceptor; para ayudarle a realizar una recepción eficiente del texto, como que ayuden ele manera eficaz al productor textual durante la organi zación y la presentación del mundo textual. Como se demostró en IV.49, los conectores pueden sugerir e, incluso en ocasiones, imponer; una determinada interpretación a las secuencias afectadas, aunque, bien es verdad, no siempre aparecen en todas las transiciones entre to dos los acontecimientos y situaciones que concurren en un mundo tex tual. En apariencia, al menos, puede suponerse que una manera de elevar el nivel de informatividad de un texto es no usar conectores, o al menos no utilizarlos ele manera continuada. En cualquier caso, exis ten otras categorías que pueden satisfacer las mismas funciones, por ejemplo, las formas verbales causativas (véase Grimes, 1 964, para una comparación entre la lengua huichol y el inglés) o mediante la i nser ción de interjecciones (véase Gülich, 1 970, y Franck, 1 979). 5 1 . La PERSPECTIVA FUNCIONAL DE LA ORACIÓN (véase Il. 1 8 ) s e ha ocupado de un aspecto especial ele la interacción entre la sintaxis, la informatividad y las situaciones comunicativas que puede ser perti nente en este punto. La simple decisión del emplazamiento ele los ma teriales l ingüísticos en la zona inicial o en la parte final de las cláusu las o de las oraciones es un indicio significativo acerca de la p rioridad relativa, así corno del nivel ele informatividad que el productor textual otorga, desde su punto ele vista, al contenido subyacente (para discu siones y panoramas sobre este asunto, véase Mathesius, 1 92 8 , Firbas, 1962, 1 964, 1 966, 1 968, 1 974, 1 97 5 , Halliday, 1 967-68, Benes, 1 968, Chafe, 1 970, 1 976, Sgall et al. , 1 973, Danes, ed., 1 974, Dahl, ed., 1 974, Grossman, San y Vanee, ecls ., 1 975, Grimes, 1 975, Firbas y Golková, 1976, Li, ed., 1 976, y Jones, 1 977). ¿ Hasta qué punto este tipo de de cisiones (por ejemplo, el de la ubicación estratégica de la información) controla el nivel sintáctico? La respuesta a esta cuestión variará, sin duda, de acuerdo con la incidencia de otros tipos de restricciones que se apliquen en la construcción de las secuencias. Así , por ejemplo, en
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[78]
Tendríamos el nivel de vida de Alemania productividad laboral de Alemania .
si
tuviésemos el nivel de
La condicionalidad es un movimiento mental muy importante que permite PROYECTAR aquellos acontecimientos y si tuaciones que podrían suceder o que podrían haber sucedido en el mundo textual (véase V.28). En cuanto a esta última posibilidad, la que afecta al tiempo pa sado, normalmente no caben demasiadas posibilidades de que la pro yección condicional sea verdadera (Dickens, 1 94 7 : 24 ): [79]
Si la torre pr-i ncipal del castillo de Rochester se hubiese echado a an dar repentinamente arrancando sus cimientos de cuajo y se hubiese
detenido ante las ventanas de esta misma sala del té, la sorpresa del señor Winckle no hubiese sido nada comparada con el profundo asombro con el que escuchó esas palabras.
El estatuto contrafáctico de la prótasis condicional (la torre de un castillo caminando) y su relación con la apódosis (el asombro) tam bién aparecen marcados y reforzados por el empleo de los tiempos verbales ('hubiese echado a andar' y 'hubiese sido') . 49. El nivel de complejidad de la conexión textual es, por su puesto, mucho mayor de lo que pueda deducirse de lo expuesto hasta el momento. Excepto en el caso de la disyunción, el uso de los conec tores como señales que marcan un determinado tipo de relación de una manera explícita es, en muy pocas ocasiones, obligatorio, porque los usuarios textuales no suelen tener excesivas dificultades en el re conocimiento de las relaciones existentes entre secuencias como la aditividad, la incongruencia, la causalidad, etc., mediante la simple aplicación del conocimiento del mundo almacenado en la memoria. No habría problema alguno en borrar los conectores de la superficie textual de los ejemplos [66], [67], [73], [76] y [77], con la precaución de añadir ocasionalmente algún signo de puntuación: no habría pro blema alguno en aceptar la grama ticalidad y la corrección de esos tex tos. Ahora bien, no cabe la menor duda tampoco de que mediante el uso de los conectores, el productor textual puede ejercer un control so bre el proceso de reconocimiento y de activación de las relaciones tex tuales que han de realizar los receptores. Así, por ejemplo, en [75], utic l izando el conector 'entonces', el productor textual consigue expresar
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inglés, la carencia de un sis tema morfemático distintivo impone unas fuertes constricciones sobre el patrón de ordenación de palabras. En cambio, en checo, a causa de su rico sistema morfemático, el orden de palabras es mucho más flexible y cumple con las predicciones de la perspectiva funcional de la oración de una manera muy signi fic ati va (véase Sgall et al. , 1 97 3 )36 52. Ya que la tendencia natural de los comunicadores es fijar un punto de orientación antes de presentar material nuevo o sorpren dente, el nivel de informatividad tiende a elevarse hacia el final de la cláusulas o de las oraciones. Considérese el siguiente inicio de un re lato de las biografías tibetanas de los ochenta y cuatro Siddhas (Go vinda, 1 976: 25 ) :
qu e esta actividad e s s u 'única ocupación' (es decir; caso d e n o ser una a cti vidad hones ta, Savari no podría redimirse mediante trabajos de orto tipo). Un 'eso' anafórico (en [80.4]) mantiene el contenido de la oración precedente activado en la memoria para que pueda añadírse le a la caracterización del cazador un nuevo dato (era 'un pecador so litario} El in icio de [80.5] presenta a Savari realizando su ocupación us ual y la secuencia finaliza con la irrupción de un nuevo personaje (' un extranjero') en la escena. 53. El tema de la informatividad se tratará con mayor detalle en el capítulo VIL En este momento, resulta interesante destacar que, puesto que la cohesión descansa sobre la suposición de la existencia de una coherencia subyacente (véase I\1.4 1 ), la secuenciación de la super ficie textual ha de ofrecer señales del productor que indiquen qué tipo de conocimiento compartido ha de activar el receptor en cada mo mento de la interacción comunicativa. Por ejemplo, debido a la utili dad estratégica de presentar en primer lugar la información conocida, los sujetos de las oraciones -aunque ciertamente no siempre- son, con fTecuencia, los elementos que se utilizan para (re)activar el conte nido establecido o predecible de la secuencia (véase Firbas, 1 966a), mientras que la zona final reservada para el predicado suele ser; por su lado, un lugar especialmente adecuado para crear un foco de a tención. 54. Un sistema cohesivo subsidiario disponible únicamente para los textos hablados es el de la ENTONACióN (véase Halliday, 1 967, Crys tal, 1 969, Lehiste, 1 970, 1 975 , y Brazil, 1 975 ) . En inglés, el patrón en tonativo normal marca una curva ascendente hacia el final de las cláu sulas o de las oraciones, alcanzando el cénit en la última expresión que transmite el contenido esencial del enunciado. Aunque la investi gación entonativa se ha centrado casi siempre en el terreno de las cláusulas y de las oraciones, David Brazil ( 1 975) propuso un enfoque de la entonación aplicable en el discurso o en los fragmentos textua les localizados dentro del discurso. En este sentido, Brazil adaptó el concepto de 'tonema' de Halliday ( 1 967), pero modificándolo, según sus i ntereses explicativos, para que pudiera referirse a diferentes t ipos de acciones discursivas (véase VI. l l ) . Así, por ejemplo, desde el pun to de vista de Brazil, la acción discursiva de INVOCAR (o «referirse a » ) se produce cuando el hablante presenta material que, en s u mayor parte, es conocido o esperable, mientras que INFORMAR ( « O revelar>> ) se da cuando el hablante presenta material nuevo, inesperado, correcti vo o contrastivo con respecto al material anterior (véase VIII . 1 0) . De ahí que la acción discursiva de i nformar provoque necesariamente una respuesta en los otros participantes involucrados en la interacción. E n contraposición, existe también una opción entonativa neutral que n o pretende i ncitar a que e l receptor realice acción discursiva alguna.
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[SO] [80. 1 ] [80.2] [80.3] [80.4] [80 5]
É rase una vez un cazador llamado Savari. Es taba muy orgulloso de su fuerza y de su puntería. Matar animales era su única ocupación, y eso hizo de su vida un pecador solitario. U n día, mientras estaba cazando, vio a un extranjero.
El texto comienza con la expresión vacía 'érase una vez', que sim plemente introduce al lector en el mundo imaginario de los relatos y establece la existencia del personaje principal ('un cazador llamado Savari' [80. 1 ] ) . Tan to el nombre como la profesión del personaje se han de mantener activados en la memoria del lector durante todo el texto, porque se van a ir actualizando continuamente. En la secuencia siguiente, el personaje reaparece como sujeto; en el predicado se ofre ce más información acerca de sus características ('orgulloso de su fuerza y de su puntería' [80.2]). Las diferentes partes del relato van en cajándose unas con otras, puesto que puede suponerse que el cazador sentía un orgullo lógico por su fuerza y por su puntería; pero, en este punto, el relato toma otro derrotero, ya que la interpretación adecua da es: [80.2a]
'Su fuerza y su puntería le hicieron ser demasiado orgulloso'
Dado el tratamiento que reciben, la fuerza, la valentía y el exceso de orgullo crean un foco de atención en el relato. En [80.3], 'matar animales' constituye un inicio esperable de secuencia, puesto que se trata de algo deducible de la profesión ya mencionada de 'cazador'; la información novedosa que aporta la secuencia al relato consiste en 36.. En cuanto a otras lenguas, véase Grimes ( 1 975), Grossman, San ·y Vanee (eds.) ( 1 975), Li (ed.) ( 1 976) y Grimes (ed.) ( 1 978)
COHESIÓN
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Las barras dobles marcan las fronteras entre los grupos tonales Las flechas señalan el movimiento tonal
FIG. 5 ,
5 5 . El TONEMA marca la tendencia ascendente o descendente de un GRUPO TONAL (entendido como u n fragmento de texto enunciado unitariamente). El hablante ha de tomar una decisión entre emplear un tonema descendente u o tro descendente-ascendente (es decir, que primero desciende y, a continuación, asciende; o sea, en el esquema de Halliday, los tonemas 1 y 4), El tonema descendente se utiliza nor malmente para informar; y el descendente-ascendente para i nvocar (en el sentido que se le da a estas acciones discursivas en IV.S4). Si se uti l izasen flechas señalando tanto la caída (descenso) como la caída�ele vación (descenso-ascenso) entonativas, se obtendrían cuatro patrones distintos para la misma secuencia de enunciados, como se muestra en la figura S (los ejemplos son una versión de los que presenta Brazil,
1 97 S : 6 ) .
Con i ndependencia del orden de aparición en el enunciado, la en tonación descendente coloca la i nformación en un primer plano, fren te a la ascendente-descendente, que la sitúa en el fondo: tanto en [8 1a] como en [ 8 1d], la primera parte de la secuencia se reserva para la in formación que el hablante supone que conoce el oyente, mientras que la segunda cláusula (con entonación descendente) transmite informa ción novedosa. En [ 8 1 b ] y [ 8 1c] sucede lo contrario. 56. Para completar su análisis, Brazil ( 1 97S: 7 y ss.) identificó la existencia de dos opciones marcadas o intensif!cadas que el hablante puede utilizar para conseguir ciertos efectos: en primer lugar, si el ha blante quiere enfa tizar el desarrollo de la acción de informar, puede emplear un tonema ascedente-descendente (en coincidencia con el to nema S de Halliday); así, por ejemplo, en la de apertura de [8 1 b] , el tonema ascendente-descendent e marca el tiempo en que concluirá la lectura de 'James Joyce' (es decir, e ntonces y únicamente entonces y no en o tro momento cercano). E n segundo lugar, si el hablante quie-
131
re intensificar la acción discursiva de invocar; puede utilizar u n sim ple tonema ascendente (en coincidencia con el tonema 2 de Halliday); así por ejemplo, en la segunda cláusula de [ 8 1b], la intensificación del to nema ascendente convertiría el enunciado en una pregunta o una confirmación, desde el punto de vista del hablante, de su propia in certidumbre. Finalmente, Brazil identificó la existencia de un tonema le vemente ascendente (es decir; ascendente sólo en un nivel muy bajo; véase IV.S7), utilizado por el hablante como opción « neutral» que le sirve para no comprometerse con ciertos tipos de acción discursiva (en coincidencia con el tonema 3 de Halliday). 57. Este esquema entonativo básico presentado por Brazil coin cide aproximadamente con la clasificación tradicional de las CLAVES, que sugirió en su momento Henry Sweet ( 1 906). La clave media sería la entonación considerada estándar en circunstancias normales y las claves alta y baja las entonaciones que se sitúan por encima y por de bajo, respectivamente, de la normal. Brazil argumentó que la secuen cia discursiva normal suele ser la que sigue el esquema alta-media baja, ya que la clave alta sugiere la intención de continuar el frag mento actual del discurso, y la clave baja la intención de concluirlo. Más en concreto, la clave alta se emplea principalmente para marcar los contrastes, tanto entre dos fragmentos que contengan información conocida, como entre un fragmento que presente información conoci da y otro que introduzca información nueva. Desde el punto de vista del análisis de la conversación, la clave baja sugiere la existencia de equivalencias entre un determinado fragmento y otro previo o espera ble: lo cual es lógico, p uesto que la estabilidad ha de articularse con un mínimo esfuerzo ( tanto productivo como receptivo) . En un i n ter cambio como el siguiente (Brazil , 1 97 S : 2 8) : [82 .1] ¿Dónde está ahora? [82.2 ] En la cama
una clave alta en la respuesta [82.2] sugeriría que la localización por la que se pregunta es extravagante o escandalosa, mientras que la cla ve baja sugeriría, más bien, que el lugar donde se encuentra esa per sona es esperable. De ahí que la clave alta motiva la discusión, la aper tura del discurso a nuevas intervenciones, mientras que la clave baj a indica que n o hay necesidad d e decir nada más, que e l discurso h a concluido. La clave media es neutral, puesto que n o s e compromete en este punto; por lo tanto, su u tilización es la más adecuada cuando el hablante desea dejar abierta la posibilidad de continuar el discurso. 5 8 . Del breve esbozo del esquema de Brazil presentado en los apartados anteriores, parece claro que se derivan unas significativas
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COHESIÓ'-:
implicaciones para el estudio de los textos, entendidos como activida. des humanas intencionadas. Así, por ejemplo, sin ánimo de exhaus ti vi dad, puede suponerse que la entonación no únicamente vincula en tre sí materiales pertenecientes a textos hablados; también se emp lea para clarificar el tipo de enlace establecido en tre los conceptos tant o dentro del mundo textual como en tre el mundo textual y el cono ci miento previo del mundo compartido entre hablante y oyente. Si se re consideran desde esta perspectiva los mecanismos de la REPETICióN y de la PARÁFRASIS (véase IV. 1 2 - 1 9 y 1 8- 1 9 , respectivamente), ha de en te nderse que cuando un comunicador repite o parafrasea un texto que acaba de presentar su interlocutor; el desarrollo adicional del discur so depende principalmente de la entonación con que se concluya la re petición o el parafraseado: por un lado, una repetición o una paráfra sis enunciada en clave alta obtiene habi tualmente, una justificación o una explicación adicional, tal como sucede con la exclamación del se ñor Hardcastle '¡ toma!' del ejemplo [22]; por o tro lado, una repetición o una paráfrasis enunciada en clave baja simplemente indicaría que el fragmento textual anterior ha sido escuchado o entendido; por último, una repetición o una paráfrasis enunciada en clave media por parte del receptor dejaría al productor la decisión de continuar o de finali zar su intervención anterior. Desde este punto de vista, la elección de la clave es una i ndicación fehaciente de la intencionalidad del ha blante y de la aceptabilidad del oyente, es decir; de las actitudes de los i nterlocutores con respecto a la cohesión, la coherencia y la in fonnatividad de los textos que intercambian en la interacción comu nicativa. Por consiguiente, cualquier descuido en que pueda i ncurrir un comunicador, con respecto a los requerimientos m ínimos de efi cacia, efectividad y adecuación que ha de cumplir un texto, puede ser neutralizado inmediatamente por su interlocutor: en esa tarea pue de emplear, o bien una paráfrasis enunciada en clave alta para con trarres tar un descuido grave, o bien una paráfrasis enunciada en cla ve baja para compensar un descuido moderado. 59. Este capítulo se ha dedicado a i ndagar en los factores que in tegran la cohesión textual. Se ha sugerido que, en el procesamiento de los fragmentos con una estructura superficial breve, se activan patro nes prototípicos de dependencias grama ticales estandarizadas; en el procesamiento de los fragmentos más amplios, en contraste, se reuti lizan continuamente patrones previamente usados, economizando el esfuerzo interpretativo hasta allá donde sea posible. Para demostrar este planteamiento, se progresó argumentativamente desde el caso en que los elementos superficiales s implemente reaparecían de nuevo, hasta el caso en que se aplicaba el criterio de la compactación máxi ma de la información. En este sentido, la REPETICióN supone la reuti-
lización literal de material ya empleado con anterioridad e n e l mismo texto (véase IV. l 2 - 1 7 ) ; la REPETICióN PARCIAL permite reutilizar de ma neras distintas los mismos elementos lingüísticos básicos (véase IV. 1 6) ; el PAR.\LELIS!v!O permite la reutilización de las mismas estructu ras superficiales con diferentes mate¡ iales lingüísticos (véase IV 1 7) ; la PARAFR.\SIS supone utilizar la equivalencia conceptual que se establece entre materiales diferenciados exteriormente (véase IV. 1 8- 1 9) . En su lugar pertinente, se argumentó que esos cuatro mecanismos se em plean preferen temente cuando los productores textuales desean ex cluir ciertos tipos de ambigüedad. En el uso habitual del lenguaje, también se emplean otros mecanismos para compactar la superficie textual, que se repasarán brevemente a continuación: las PROFORlllAS son elementos breves, vacíos que se emplean para mantener en si tua ción de procesamiento activo el contenido de los elementos comple tos, así como para operar con estructuras sintácticas básicas (o ver siones comprimidas; véase IV.2 1 -3 1 ) ; la ELISIÓN permite la omisión de algunos componentes estructurales, siempre que el interlocutor pueda recuperar sin dificultad esa información (véase IV.32-37); las profOI mas y la elipsis indican la existencia de una negociación ent1 e la cla ridad y el ahorro de energía de procesamiento (véase IV.29 y 3 7 ) . 60. A continuación, en este capítulo se anal izará cierto tipo de re laciones en el interior de y entre los acontecimientos y las situaciones que constituyen el mundo textual. En este sentido, el TIE!v!PO y el AS PECIO verbales señalan la temporalidad relativa, los límites, la unidad, el orden y la modalidad de los acontecimientos y de las situaciones textuales (véase IV. 3 8-4 1 ) ; la CONEXIÓN ofrece marcadores explícitos para señalar las relaciones de adición, alternatividad, incompatibili dad y subordinación, así como de causalidad, tiempo, modalidad, etc. (véase IV.42-50); también se revisó la contribución en este terreno de la PERSPECTIVA FUNCIONAL DE LA ORACIÓN, cif-rada en la correlación entre conoci miento e informatividad y la organización de las palabras en cláusulas y oraciones (véase IV. S l -5 3 ) ; y, para concluir, se trató el tema ele la ENTONACióN, entendida como la utilización de contornos car·acte rísticos audibles de tonemas y de claves en los textos que aparecen en situaciones discursivas, de manera que proporcionen pistas importan tes acerca de las expectativas, las actitudes, intenciones y las reaccio nes de los participantes en la interacción comunicativa (véase IV. 5458). 6 1 . Aunque no sea completo ni exhaustivo, este panorama hace evidente por qué la noción de «Cohesión textual >> es mucho más am plia que otras nociones en apariencia comparables, como las de «sin taxis textual» o de <> . Esta mayor amplitud concep tual se debe, fundamentalmente, a dos factores: en primer lugar� a la
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1 '-:TRODCCCIÓ� A LA Ll'-:Gl!ÍSTICA
operatividad de las estructuras sintácticas o gramaticales, entendidas como configlllaciones de elementos lingüísticos empleados textual mente en tiempo real y, en segundo lugar; a la interacción entre la sin taxis o la gramática y los demás factores que integran la textualidad. En el período que va desde 1 950 hasta 1 960 (imagínese el enorme lap so de tiempo que para la investigación científica significan diez años), las teorías sintácticas no intentaron explicar en ningún momento nin guno de estos dos factores, por lo que únicamente se incentivó el de sarrollo de nuevos modelos que «revisasen» o que « ampliasen>> los mo delos estandarizados conocidos. Para evitar que esa situación se re produzca en el seno de la lingüística del texto, en este capítulo se han ido sugiriendo algunas de las cuestiones fundamentales que las nue vas teorías de la cohesión textual deberían, primero, afrontar; y, des pués, resolveL En conclusión, se ha intentado aportar argumentos para construir modelos textuales que cumplan con garantías ciertos requisitos explicativos en el amplio contexto de la interacción comu nicativa.
CAPÍTULO V COHERENCIA 1 . Si el concepto SIGNIFICADO se emplea para designar la capacidad de una expresión lingüística (o de cualquier otro tipo de signo) para representar y para transmi tir conocimientos (es decir� significados vir tuales), entonces p uede usarse el término SENTIDO para referirse al co nocimiento que se transmite de manera efectiva mediante las expresio nes que aparecen en el texto. Si bien es cierto que la mayor parte de las expresiones lingüísticas transportan varios significados virtuales, sin embargo, en circunstancias normales, sólo poseen un sentido en el texto concreto en el que se usan . Si el sentido intencionado que intro dujo el productor en el texto permanece inaccesible para el receptor� entonces se manifiesta la INDETERMINACióN. Si la indeterminación per siste se denomina AMBIGÜEDAD, si no es intencionada, y POLIVALENCIA s i el productor textual pretender transmitir; d e hecho, sentidos múltiples al mismo tiempo. Aunque todavía no se ha encontrado una explicación convincente de cómo funciona el fenómeno, la habilidad humana para descubrir sentidos intencionados y excluir o resolver las ambigüedades es, sin duda alguna, uno de los procesos comunicativos más comple jos y sorprendentes (véase, por ejemplo, Hayes, 1 977). 2. Un texto « tiene sentido» porque el conocimiento activado por las expresiones que lo componen va construyendo, valga la redundan cia, una CONTINUIDAD DE SENTIDO (véase Hormann, 1 976). C uando los receptores detectan la ausencia de continuidad, el texto se convierte en un «Si nsentido» , característica normalmente atribuible a la exis tencia de una serie de desajustes entre la organ ización de los concep tos o de las relaciones expresadas en el texto y el conocimiento previo del m undo que tienen los receptores. La continuidad del sentido está en la base de la COHERENCIA, entendida como la regulación de la posi bilidad de que los CONCEPTOS y las RELACIONES que subyacen bajo la su perficie textual sean accesibles entre s í e interactúen de un modo re levante (véase I.6). Esta organización subyacente en un texto es lo que
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COHERE!\CIA
se denomina '\tUNDO TEX TUAL Los mundos textuales no tienen por qué con cOI dar con la visión in tersubjetiva sobre el «mundo reaL> que se suele compartir socialmente (véase VII. 1 8 . 1 ) , es decir, con la visió n de las cosas considerada válida por un grupo social en particular o p or l a sociedad en general. Adviértase, sin embargo, que el mundo textu al con tiene información que va mucho más allá del sentido li teral de las expresiones que aparecen en la superficie textual: de manera casi au tomática, los procesos cogn itivos aportan cierta cantidad adicional de conocimiento, denominado SENTIDO COMúN, que deriva de las exp ecta tivas y de las experiencias de los participantes en la interacción co municativa relativas a la manera cómo se organizan los acon teci mientos y las si tuaciones en el mundo real. Por esa razón , aun cu an do el sen ti do de las expresiones lingüísticas realice la contribu ción principal, la más obvia y, además, la más accesible, a la significac ión del texto, no obstante, el sentido no monopoliza de manera absoluta el significado textual transmi tido comunicativamente . 3 . Aunque es imposible que el conocimiento coincida exactamen te con las expresiones lingüísticas que lo representen o que lo transmi tan, sin embargo, sobre este asunto persiste un error que podría califi carse de endémico, tanto en lingüística, como en psicología. 1 Esta con fusión nace de la enorme dificultad que supone entender y describir el conocimiento sin relacionarlo de manera constante con las expresiones lingüísticas que lo transmiten. La mayor parte de los investigadores es tán de acuerdo en que es totalmente perentorio realizar una represen tación del lenguaje independiente del conocimiento (véase, por ejemplo, Schank, Goldman, Rieger y Riesbeck, 1 975).Ahora bien, por el momen to, aunque se hayan hecho propuestas, todavía no ha habido un acuer do sobre ningún modelo representacional en concreto. Esta situación de estancamiento en la que vive el problema no es, en absoluto, una cir cunstancia meramente accidental: por el contrario, reflej a con absoluta fidelidad la naturaleza huidiza del fenómeno que se está intentando sis tematizar (en el sentido que se le da a este concepto en III. 3 ) . 4. Tal y como se argumentó en 1.6, un CONCEPTO se define como una configuración de conocimientos que puede activarse o recuperar se de una manera más o menos consis tente y homogénea. Esta defi nición es de tipo operativo y se basa en el hecho indiscutible de que los usuarios del lenguaje, cuando producen o reciben una expresión lingüística determinada, t ienden grosso modo a ACTIVAR de manera pa ralela un fTagmento de conocimiento (o dicho con otras palabras, co-
loca n ese fragmento e n la si tuación de ALMACENAl\!IENTO ACTIVO, véase !Il . 2 6 y IV. 2 ).2 Las variaciones entre hablantes diferentes en este modo cíe procede! no parecen ser lo suficientemente sus tanciales como para producir trastomos significativos con demasiada fTecuencia. Quizás és tos se produzcan, más bien, porque el significado de un concepto es la sum a de sus usos posibles (véase Schmidt, 1 96 8 ) . Desgraciadamen te para el analista, la mayor parte de estos conceptos son tan adapta bles a tan diferentes entornos que suelen ser bastante Il\!PRECISOS en cua nto a sus componentes constitutivos y en cuanto a sus fTo nteras 3 Por lo tanto, el procesamiento de los conceptos implica operar con PROBABILIDADES comparativas. En este sentido, existen más o menos probabilidades de que un concepto incluya cierto tipo de conocimien to cuando se actualice en un mundo textual, si ese concepto puede en tab lar RELACIONES con otros conceptos, por ejemplo, del tipo «estado de», « atributo de» , etc. (véase V.26). El conj unto de estas relaciones constituye el abanico de posibilidades de VINCULACióN que delimita el uso efectivo de cada concepto. Si, como parece se1; los conceptos incluyen diferentes ele S. mentos de conocimiento de acuerdo con sus condiciones de activa ción, entonces, consecuentemente, los conceptos no pueden ser uni dades monolíticas ni primitivas. Ahora bien, no cabe la menor duda de que los conceptos man tienen relacionados sus propios componen tes cons titu � ivos aplicando en cada caso la FUERZA DE VINCULACióN que sea n � cesana (como se verá a continuación, determinada, prototípica y accidental) . De esta manera, los componentes esenciales que com ponen la identidad del concepto constituyen el conocimiento DETER MINADO (por ejemplo, del tipo « todos los seres humanos son morta les » ) . Por su lado, los componentes ú tiles únicamente para determi nados aspectos del concepto constituyen el conocimiento PROTOTÍPICO (por ejemplo, del tipo > ) . En tercer lugar; los componentes qu � se usan en ejemplos casuales únicamente constituyen el conocimiento ACCIDENTAL (del tipo <
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A lo largo de este manual, se utiliza el término <�conocimienton para designar contenidos cog· nitivos de todo tipo, en oposición al osignifícado" y al cscntido» de las expresiones (\·éase la discusión al respecto en VJ y ss.). Un fTacaso en el trazado de esta distinción conduce a desdibujar el hecho de que el conocimiento ha de seleccionarse y ha de procesarse antes de ser expresado y comunicado.
137
2. El término "fragmento» procede de Miller ( 1 956): se trata de una conficruración heterogénea de info �·mación que �e procesa como si fuera un bloque unitario (,·éase V 1 0). Bo k ( 1 979) señal ; que las . _ leonas psicolmgLnsticas olndan ut!hzar con la frecuencia que debieran el concepto de búsqueda ele in formación en la n1emoria Véase Rosch ( 1 973) y Kintsch ( ! 977a: 292 y ss. ) . En este sentido, una aplicación muv impor tante de l a " teoría de las series difusas, ha sido el tratamiento ele los conceptos i mprecisos (\:éase Za deh, 1 972, 1 975 y 1 979, así como Eikmeyer y Rieser, 1 979) 4 Smith, Shoben y Rips ( 1 974) usaron unas nociones de «definición» ·v « rasgos característicos» similares a las que se presentan en este párrafo, aunque ellos insistieron en que s� modelo se basaba en una teoría de sec� encias y no de redes (véase la refutación ele esta afirmación en Holland, 1 975 ) . _ Rosch Y M � r:·¡s ( 1 97�) argumentaron, e n cambio, e n favor de los «parecidos d e familia > , porque los
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CO H ERENCIA
ta nte tal y como señalan Loftus y Loftus ( 1 976: 1 34), esta gradació n que ¿scil � entre lo determinado, lo prototípico y lo accidental ta m bién es confusa. Así, por ejemplo, existen muy pocos elementos que compong an el conocimiento que estén absolutamente determinados: los pájaros siguen siendo pájaros aunque no puedan volar, como su cede en el caso de los pingüinos; las mesas son mesas pese a tener to dos los tipos de formas imaginables y cualquier número de patas p o sibles, etc Labov ( 1 9 7 3 ) evaluó dónde si tuaban los sujetos las fronte ras para llamar 'copa' a un recipiente que presenta una casi infinita variedad de formas en oposición a otros tipos de recipiente (como los 'tarros', los 'vasos', etc. ), y detectó únicamente un relativo acuerdo parcial entre sus informantes. Parece evidente que para que los con ceptos sean operativos, sus usuarios han de establecer algún tipo de gradación en cuanto a la manera en que se vinculan unos con otros. En cualquier caso, los conceptos que se emplean en las situaciones comunicativas cotidianas están diseñados para utilizarse en ejemplos normales , y no como contraejemplos extraños y ficticios pergeñados en situaciones peculiares (por ejemplo, a lo largo de un debate filo sófico). 6. Una cuestión en la que sí existe un acuerdo entre los especia listas es que los conceptos pueden descomponerse en unidades más básicas; otra cosa diferente es llegar a un entendimiento sobre qué ti pos de unidades puedan ser éstas (véase Le Ny, 1 979). 5 En lo concer niente a este asunto, incluso en el caso de los conceptos más sencillos, los especialistas se han enzarzado en interminables e inconclusos de bates. Así , por ejemplo, aunque parezca totalmente razonable aceptar que el concepto 'asesinar' se compone habitualmente de unidades me nores como 'existencia de una causa', 'realización de una acción vio lenta' y 'quitar la vida', incluso en este caso puede aparecer la contro versia. De hecho, pueden encontrarse textos en donde fracase com pletamente el sencillo análisis anterior: [83]
Y aunque yo no lo maté, yo soy la causa Su muerte fue así
(Shakespeare, Bie11 está lo que bien
acaba ,
III ii 1 1 8- 1 9)
Evidentemente, los componentes de los conceptos no son, en sí mismos, estables, llámense como se llamen, ya sea «rasgos», «marca5 . En repetidas ocasiones se ha demostrado la insostenibilidad de las propuestas iniciales de Katz v Fodor ( 1 963) (véase Bolinger, 1 965, y Hi:irtmann, 1 976). Actualmente se sospecha que la empresa �ompleta de estipular las tmidades mismas puede ser equivocada e in·emediablé . Parece más apropia do definir tipos de llllidades, por ejemplo, •atiibutos». Véase X .S para algunas implicaciones más am plias.
139
dores>> , «primi tivos» , «sernas», «sememas >> o d e cualquier otra ma nera 6 7. Aunque existiese un acuerdo sobre qué unidades de conoci mie nto constituyen los conceptos, no podría demostrarse que la des composición de los conceptos en unidades constitutivas sea una acti vid ad rutinaria durante el procesamiento textuaL La evidencia de que existen tales rutinas analíticas es, en el momento presente, insignifi can te (véase Kintsch, 1 974: 242, J. Anderson, 1 976: 74, y Hayes-Roth y Hayes-Roth, 1 977). Por el contrario, es alarmante la cantidad de cue stiones que quedan por resolver: por ejemplo, ¿cuántas unidades se necesitarían para componer todos los conceptos posibles?, ¿los con ceptos están compuestos por la misma serie de unidades que las ex presiones lingüísticas? Muchas son las cuestiones abiertas al respecto : puesto que los hablantes s e comunican mediante expresiones lingüís ticas, ¿cómo adquierén en realidad esas unidades?, ¿cómo pueden definirse las unidades sin tener que recurrir de hecho a los m ismos ti pos de expresiones o de conceptos en que se están intentando des componer?, ¿existen unidades que, en el peor de los casos, sean nece sarias solamente para constituir un único concepto o una única ex presión en el contexto de la totalidad de una lengua? 8. También cabe la posibilidad de que quizá sería más producti vo trabajar en otra dirección: más que preguntarse cómo pueden f rag mentarse las expresiones o los conceptos en piezas lo más diminutas posible (en un intento vano de encontrar una hipotética unidad esen cial), el interés de la investigación podría desplazarse hacia cómo se asigna un sentido conceptual a una expresión, o hacia cómo se inte gra el sentido de un enunciado en un tipo de organización más am plio, como el del mundo textual. No puede negarse el hecho de que la construcción de mundos textuales es una actividad rutinaria docu mentada en la comunicación humana, por lo que esta propuesta de in versión de la perspectiva de análisis alejaría la atención de aquellas cuestiones especulativas que a priori no puedan resolverse (como las que se citan en V.7), centrándola en asuntos que puedan recibir un tra tamiento empírico (por ejemplo, mediante experimentos de lectura y de rememoración de textos; véase IX.24 y ss.). La vaguedad y la ines tabilidad características de los conceptos y de sus componentes hipo téticos adquiriría concreción cuando apareciesen en contextos comu nicativos determinados. Desde este punto de vista, el sentido de una expresión o el contenido de un concepto se definen como una serie or denada de hipótesis sobre los elementos cognitivos que se han activado 6. Katz y Fodor utilizaron los términos "rasgos» y « marcadores» ; Wilks ( l 977a), el concepto "pri mitivos» , •sernas» aparece en Greim�s ( 1 966) y •sememas.. se empleó en Koch ( 1 97 1 ), Véase un pa norama general en Le Nuy ( 1 979).
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se Izan Jzeclzo accesibles dentro de wz detemzi¡¡ac/o patrón (véase Qui llian , 1 966). 9. Recientemente ha aparecido una tendencia en el estudio del signifi cado lingüístico enfocada desde el punto de vista expuesto en el párrafo anterior: la SEl'vlANTICA PROCEDIMENTAL (véase Miller y Johns on Laird, 1 97 6 , Winograd, 1 97 6 , .Tohnson-Laird, 1 97 7 , Levesque, 1 97 7, Schneider ; 1 9 7 8 , y Levesque y Mylopoulos, 1 979). Es un lugar co mún conside rar que, junto al conocimiento de tipo DECLARATIVO (afirmacio nes de hechos o de creencias acerca de la organización de los acon te cimientos y· de las si tuaciones en el «mundo real»), la comunicac ión requiere la activación de conocimiento de tipo PROCEDil'vlENTAL (hechos o creencias enunciados en formatos intencionados adecuados para ti pos específicos de usos y de operaciones) (véase Winograd, 1 975, Winston, 1 97 7 : 390 y ss ., Goldstein y Papert, 1 97 7 , y Bobrow y Wino grad, 1 977). La significación del lenguaje que aparece en los textos es únicamente un caso especial de adquisición, almacenamiento y uti lización del conocimiento de entre muchas otras modalidades de acti vidad humana. Puesto que el uso del lenguaje presenta en la comuni cación cotidiana una enorme variabilidad, aunque esté razonable mente regulado por el acuerdo social, parece claro que para el lin güista enfocar la investigación en el análisis de los casos concretos es mucho más prometedor que pretender ocuparse de los aspectos más generales y abstractos (véase X.7). 1 0 . Cuando se usan discursivamente los enunciados en los en cuentros comunicativos, se ACTIVAN los conceptos y las relaciones co rrespondientes en un espacio de trabajo mental que, en adelante, se denominará mediante el término ALMACENArvliENTO ACTIVO (véase III.29, IV.2 y V.4). George Armitage Miller ( 1 95 6 ) demostró que este espacio de trabajo mental tiene una limitación característica: únicamente ad mite operar con un máximo de siete elementos a la vez. En conse cuencia, observó Miller� la efectividad del sistema de procesamiento se facilita si los elementos que se manipulan están bien integrados en BLOQUES de conocimiento y no funcionan como unidades aisladas y sin relación alguna con otras unidades. En consecuencia, el tipo de cono cimiento que se maneja en las actividades textuales se puede repre sentar normalmente en términos de PATRONES GLOBALES integrados y especializados tanto en proporcionar la base a la información de sali da del sistema (en el momento de la producción), como en enmarcar la información de entrada al sistema (en el momento de la recepción) (véase V. 1 6) . Desde este punto de vista, la dificultad en el procesa miento de los elementos inesperados en la situación o discrepantes con respecto a las convenciones sociales (véase VII. 1 3) estriba en que no se pueden tratar como partes de patrones integrados almacenados
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COH ERENCIA
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en la memoria y han de recibir; por consiguiente, u n tratamiento pro vis ion al en la zona de almacenamiento activo del sistema hasta que se !es e ncuen tre un acomodo más adecuado . 1 1 . Estos patmnes de conocimiento difie·ren de acuerdo con las exige ncias que requieren las tareas de procesamiento que se estén eje cutando en cada momento. Así, por ejemplo, los receptores textuales utilizan patrones para construir y para evaluar las hipótesis acerca de cuá l es el TEl\lA principal del texto (véase V.2 3 ) y sobre cómo se orga niza el mundo textual que se está procesando. En consecuencia, el pa trón temático se utiliza en muchas más ocasiones que los patrones subsidiarios de utilidad marginal para el procesamiento del texto en curso (véase V. l 6) . Otro criterio escalar de diferenciación entre patro nes de conocimiento es la importancia del texto con respecto a la si tuación concreta en la que se encuentra el receptor: cuanta más rele vancia tenga un texto para su receptor; el conocimiento que transmi te se procesará de una manera más detallada y minuciosa (véase III.3 1 ) 1 2 . Cuando se activa algún elemento de conocimiento, parece ser que también se activan otros elementos cercanos asociados mental mente con él en la memoria (aunque quizá esa activación no se dé de una manera tan potente como la que concierne al elemento original) . Este principio s e denomina ACTIVACióN GENERALIZADA (véase Collins y Loftus, 1 97 5 ) y opera como un mecanismo intermediario entre los conceptos activados de manera explícita y los conceptos residentes en la memoria, de manera que cuando interactúan puede e nriquecerse el mundo textual de una manera sencilla pero muy s ignificativa. En las actividades de producción textual, la activación generalizada opera ex teriorizando los conceptos y convirtiéndolos en las expresiones de len guaje natural que se podrían utilizar con preferencia para transmitir los (véase III.23). En las actividades de recepción textual, la activación generalizada hace posible construir asociaciones elaboradas, generar predicciones e hipótesis, desplegar imágenes mentales, etc., más allá de lo que realmente aparece en la superficie textual como conoci miento explícito. Los conocimientos pertenecientes a los tipos DETER MINADO y PROTOTÍPICO son especialmente adecuados para protagonizar un proceso de activación generalizada (véase V.5), aunque el conoci miento ACCIDENTAL también puede incluirse con los otros tipos si se hu biese i mprimido con la suficiente fuerza en la mente del receptor. 1 3 . Hay algunas evidencias que apoyan la existencia de dos prin cipios diferenciados de almacenamiento y de utilización del conoci miento. Ende! Tulving ( 1 972) introdujo las nociones de MEMORIA EPI SóDICA frente a MEMORIA SEMÁNTICA para justificar este planteamiento. Desde el punto de vista de Tulving, mientras que la memoria episódi.
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1'-JTRODLCCIO:--.: A
L\ L I :-\ G l! Í STIC.\
ca contiene los recuerdos de la propia experiencia del individuo («todo aquello que me ha sucedido a mí mismo>>), la memoria semán tica -al menos en el sentido más atrayente del término-7 refleja los patrones generales inherentes a la organización del conocimiento, por ejemplo, las estructuras de los acontecimientos o de las situaciones ( « todo aquello que sea cierto con respecto al mundo en general»). Ahora bien, parece claro que no sólo las propias experiencias se integran de ma nera continuada en la propia visión general del mundo, sino que ésta, a fin de cuentas, impone su organización en el modo cómo se perci ben las experiencias . Más aún, el conocimiento episódico está vincu lado fuertemente con los contextos originales en los que se activó y, por esa razón, presenta unas características accidentales muy marca das. En contraste con el episódico, el conocimiento semántico, por contra, se organiza de manera predominante en términos de lo carac terístico y de lo que tiene en común la mayor parte de los ejemplos in dividuales . 1 4. La valoración de la importancia comparativa que se puede establecer entre «experiencia>> y «Capacidad de razonamiento» en la adquisición del conocimiento, ha sido motivo de debates más o me nos acalorados desde los tiempos de Platón y Aristóteles hasta nues tros días. Que los conceptos tengan una existencia virtual, con inde pendencia de que puedan encontrarse ejemplos concretos de los mis mos ( tal como sostuvo Platón), o que los conceptos hayan de extraer se necesariamente de la experiencia personal ( tal como defienden los empiristas) son, en cualquier caso, dos cuestiones irresolubles en el marco en el que se discuten habitualmente. Cualquier perspectiva que rechace tanto el poder de razonamiento innato en los seres humanos, como la influencia enorme de la experiencia real, sería insostenible si se j uzgase con imparcialidad en el marco de las investigaciones de conj unto sobre la conducta humana (un recurso que las actuales ge neraciones de filósofos parece ser que no han tomado demasiado en consideración) . Parece claro que cuando se utilizan textos comunica tivamente se ha de tener en cuenta las interacciones y los compromi sos continuos que se establecen entre los materiales textuales que se presentan en el encuentro y la disposición previa que tienen los par ticipantes, así como las condiciones contextuales en que se lleva a cabo la interacción, que, aunque flexibles y variables, no son nunca asistemáticas (véase la exposición que al respecto se hace en IX.37 y ss.). 7. En lo que hace referencia a los sentidos menos interesantes del término, véase Schank ( 1 975) y Kintsch ( 1 979b ) . Para evitar los problemas terminológicos que pudieran desviar la atención de lo realmente i mportante, quizá sería aconsejable utilizar el término «memoria conceptual» en lugar de «memolia semántica• (véase Rieger, 1 975, y Beaugrande, 1 980a).
COHERENCIA
143
1 5 . E n u n enfoque d e tipo procedimental, los argumentos en favor de un modelo de conocimiento y en contra de otro se pueden expresar en términos de tareas y de operaciones. Considérese, por ejemplo, la cuestió n desde el punto de vista de la ECONOí\1ÍA. Por un lado, podría imaginarse que cada elemento de conocimiento únicamente se po dría almacenar en el sistema en una sola ocasión, sin importar, no obs tante, cuántas configuraciones distintas pueda llegar a tener ese ele mento. Sería posible que un elemento determinado tuviese una enorme cantidad de posibilidades de configuración formal, o bien que se pre sentase en una configuración única que debería recuperarse literal mente cada vez que lo requiriera el sistema. Este tipo de organización o frecería una gran economía de ALMACENAMIENTO, pero supondría el em pleo de un enorme gasto de energía en las operaciones de BÚSQUEDA. Por otro lado, podría imaginarse que los elementos pudieran almacenarse redundantemente en cada una de las configuraciones que los inclu yan. Este sistema trabajaría muy rápidamente durante la operación de búsqueda, pero sería absurdamente inoperante si se considerase su fun cionamiento en términos de política de almacenamiento. Como sugirió Walter Kintsch ( 1 977a : 290 y ss.), esta negociación entre la economía de almacenamiento y la economía de búsqueda se podría resolver pro bablemente con una solución de compromiso entre ambas tendencias. En este sentido, parece lógico que las configuraciones de conocimiento sean almacenadas como bloques unitarios, a pesar de la cantidad de re dundancia que incluyan, ya que, cuando se activan en la memoria, es tas configuraciones requieren, en muy contadas ocasiones, una bús queda pormenorizada de los elementos que las componen. 1 6. Existen ciertos tipos de patrones globales que suelen almace narse corno bloques unitarios debido a su enorme utilidad en la rea lización de muchas tareas heterogéneas. Los MARCOS son patrones glo bales que contienen conocimiento de sentido común sobre algunos conceptos prototípicos corno, por ejemplo, las 'fiestas de cumpleaños' (véase Charniak, 1 975b, Minsky, 1 975, Winograd, 1 97 5 , Petofi, 1 976, Scragg, 1 976, y Metzing, ed., 1 979). En principio, los marcos indican qué elementos han de relacionarse entre sí, pero no en qué orden han de aparecer esos elementos. Por su lado, los ESQUEMAS son patrones glo bales de acontecimientos y de estados integrados en secuencias vincu ladas por relaciones de causalidad y de proximidad temporal (véase Barlett, 1 93 2 , Rumelhart, 1 97 5 , 1 977b, Kintsch, 1 97 7b , Mandler y Johnson, 1 977, Rumelhart y Ortony, 1 977, Spiro, 1 97 7 , Thorndyke, 1 97 7 , Kintsch y Van D ijk, 1 97 8 , y Beaugrande y Colby, 1 979). A dife rencia de los marcos, los esquemas siempre se organizan en una pro gresión temporal, y, por este motivo, permiten que puedan realizarse hipotésis sobre lo que se hará o se mencionará a continuación en el
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1:\TRODLCCIO:\
A LA
mundo textual que se está procesando. Los PL-\NES son patrones globa les de acontecimientos y de estados conducentes a una META intencio nada (véase Sussman, 1 97 3 , Abelson, 1 97 5 , Sacerdoti, 1 977, Schank y Abelson, 1 977, Cohen, 1 97 8 , McCalla, 1 97 8 , Wilensky, l 978a, Allen, 1 979, y Beaugrande 1 979a y b ) Los planes difieren de los esquemas en que un planificador (por ejemplo, el productor textual) evalúa todos los elementos en términos de cómo avanzan hacia la consecución de la meta que se había propuesto alcanzar el planificador. Los GUIONES son planes estabilizados activados con mucha frecuencia para especificar los papeles que deberían realizar los participantes en cada momento y las acciones esperables que deberían llevar a cabo (véase Schank y Abelson, 1 977, Cullingford, 1 97 8 , y McCalla, 1 978). Por lo tanto, los guiones se diferencian de los planes en que se montan sobre una ruti na preestablecida. En los procedimientos de adecuación de los tex tos producidos y recibidos se le da mucha importancia a todos estos ti pos de patrones globales, puesto que resuelven problemas como los que se enumeran a continuación: cómo se desarrolla un tema (mediante la activación de marcos), cómo progresa una secuencia de acontecimien tos (mediante la activación de esquemas), cómo los usuarios o perso najes de los mundos textuales intentan alcanzar sus metas (mediante la activación de planes) y cómo se activan las situaciones para que cier tos textos se presenten en el momento oportuno (mediante la activa ción de guiones). Diferentes tipos de patrones pueden compartir el mis mo conocimiento básico, pero utilizándolo desde perspectivas distintas (por ejemplo, un marco para la 'estructura de una casa' frente a un plan para la 'construcción de una casa'). En contraposición con el uso de los patrones locales, la utilización de los patrones globales reduce enor memente la complejidad textual y permite retener mucho más material en la memoria activa durante un mayor espacio de tiempo. Más ade lante se proporcionarán algunas demostraciones al respecto.s 1 7. Una cuestión adicional muy interesante que se plantea en los modelos procedimentales de conocimiento es la HERENCIA, es decir, la transferencia de conocimiento entre elementos de tipos o de subtipos similares (véase Fahlman, 1 977, Hayes, 1 977, Brachman, 1 97 8 , y Le vesque y Mylopoulos, 1 979). Al menos, existen tres tipos distintos de herencia. En primer lugar; un EJEMPLO hereda todas las características de la CLASE9 a la que pertenece, a menos que esta propiedad se haya .
Véase VLl l -20, VII 38 y IX..25-2 8 . U n a aclase» e s un grupo de entidades que con1parten algunas características e n cornún, mien tras que una "serie» se define, simplemente, por los miembros que la componen. Algunos consideran que la teoría de las series es la piedra angular para el estudio del significado (véase, por ejemplo, Smith et al., 1 974), aunque quizá más que responder a la cuestión real, la ignora: ¿qué procedimientos clasi ficatorios se usan para formar series por piimera vez' 8.
9.
COH ERE:\CL.I.
L! :\G l'ÍST I CA
145
CANCELADO de manera intencionada (véase Fahlman, 1 977). En este sentido, se puede asumir que Napoleón tenía dedos en sus pies -por usar un ejemplo familiar extraído de vValter Kintsch, 1 974- aunque nadie (excepto el propio Walter) lo haya dicho de esa manera, porque Napoleón es un ejemplo de la clase de los «seres humanoS>> . No cabe la menor duda de que si Napoleón no hubiese tenido dedos en los pies exi stiría alguna anécdota histórica que tuviera relación con esa pecu lia ridad. En segundo lugar; las SUBCLASES heredan de las SUPERC LASES en las que se encuadran únicamente aquellas características que per miten una CARACTERIZACióN restringida de las mismas. Por ejemplo, la subclase de los «avestruces» difiere de la superclase de los <
U n pollo U n pollo
es es
un animal un pájaro
No obstante, las pruebas que se han realizado sobre este asunto fracasaron paradój icamente en la confirmación de semejantes predic ciones (véase Collins y Quillian, 1 972). Por alguna razón, se confirmó que [ 84c] se procesaba regularmente con mayor velocidad que [84b], aunque 'pollo' y 'petirrojo' estén en el mismo plano jerárquico:
1 '-: TRODtCCIO:\ A LA LI"iGtÍSTIC\
1 46 [84c]
Un petirrojo es un pájaro
Smith, Shoben y Rips ( 1 974) explicaron este efecto curioso en tér minos de «rasgos» o componentes básicos de los conceptos: , sr_ u � . , ejemplo o una subclase tiene lo� rasgos más determmados Y mas trpr cos (véase V. S), entonces los mrembr? s de una clase � d � una super_ _ , que vuelan clase serán evaluados con mayor raprdez. Los , petrrrOJOS y cantan bien, son considerados 'p�jaros' con mayo :· f�cilidad que los 'pollos', que ni vuelan, ni cantan bren. De manera srmrlar� los hablan , tes son más propensos a juzgar erróneamente [84d] como mas verda dero que [84e ] : [84d] [84e]
Un murciélago es un pájaro Una piedra es un pájaro
a causa del rasgo compartido 'pueden volar' que relaciona a los 'mur ciélagos' y a los 'pájaros' mediante una analogía. Acerca de este asun to, Rosch y Mervis ( 1 975) argumentaron que los resp ? nsables de que _ se produzcan tales efectos paradój icos son los «parecrdos de fam rha» y no los rasgos definitorios de clase, porque resulta extremadamente difícil decidir� en muchos casos, qué rasgos deberían poseer todos Y cada uno de los miembros de una clase (véase los ejemplos que sobre este asunto se analizan en V. S ) . 1 9. Se puede apreciar fácilmente que las consideraciones d e tipo procedimental que se han esbozado -acti�� �ión C;éase V.4 Y 1 0) , �er za de vinculación (véase V. S), descomposrcwn (vease V.6 y 7), actrva ción generalizada (véase \1. 1 2) , memoria episódica f rente a memori a , semántica (véase V. 1 3) , economía (véase V. 1 5) , patrones globales (ve ase V. 1 6) y herencia (véase V. 1 7 y 1 8)- dependen ínt �gra_mente uno_s de otros. Todos estos conceptos se han de tratar en termmos de um dades básicas y de operaciones cognitivas. Aunque cualquier model? limitado, simplista, podría formalizar los resultados de los expe�r mentos sobre el juicio de oraciones (como las de [ 84a ] a [ 8 4e] ) , sr� embargo no podría ir mucho más allá de la mera constata:r_ �, n empr rica (véase Kintsch, 1 979b ). El intento de separar un « lexrco � » o un <
COHEREJ\CIA
147
20. Las conclusiones que pueden extraerse hasta este momento son las siguien tes. En primer lugar, en vez de inten tar separar el len guaje de todo aquello que no sea otra cosa más que lenguaje, se re qui � re un esfuerzo para construir modelos en los que el uso del len guaje en los textos reales se explique en términos de los procesos de p ercepción y de cognición que se realizan durante la interacción co municativa (véase Minsky, 1 97 5 , Miller y Johnson-Laird, 1 97 6 , Kintsch, 1 97 7a , Rumelhart, 1 97 7a , y Beaugrande, 1 98 0a ) . Las restric ciones en la investigación que reduzcan todas las cuestiones a algo concerniente a las variaciones en el tiempo para la realización de ta reas irreales (incluyendo los juicios sobre oraciones, siguiendo las lí neas marcadas en \1. 1 8 ) oponen obstáculos a la investigación rigurosa y científica de los fenómenos lingüísticos. Si bien es verdad que se ha de trabajar en una amplia diversidad de tipos de experimentos, tam bién es cierto que el análisis de la utilización cotidiana de los textos proporciona el criterio más importante y decisivo. 2 1 . Una segunda conclusión es que esos esfuerzos por incremen tar el estudio de los textos y del conocimiento en el marco de la lógi ca formal que ya se detecta en Aristóteles han rendido un beneficio es caso. En este sentido, la actitud científica más adecuada sería elevar a prioritario la construcción de modelos humanamente plausibles y, a continuación, y de manera secundaria, insistir en la aplicación de otros tipos de lógica que permitan un nivel de formalización más ele vado (véase Petofi, 1 97 8 : 44 y ss.). Los seres humanos están capacita dos para realizar procesos de pensamiento muy complejos que la ló gica tradicional no puede, sencillamente, explicar: saltar directamente a las conclusiones sin pasar por las premisas, seguir analogías subje tivas e incluso razonar en ausencia de conocimiento (véase Collins, 1 97 8 ) . Por ejemplo, cuando se en frenta a un hecho posible, las perso nas se dicen a sí mismas: «Si esto fuese cierto, debería saberlo; ya que no lo sé, probablemente será falso >> (se trata de la inferencia sobre una carencia de conocimiento, descrita por Collins). La norma importante que ha de aplicarse en el análisis de este asunto no es que tal o cual procedimiento sea o no defectuoso desde un punto de vista lógico, sino más bien de que si un procedimiento funciona lo suficientemen te bien en los asuntos cotidianos. 22. Una tercera conclusión es que, como ya se subrayó con ante rioridad (véase V.8), tanto el conocimiento como el significado son ex tremadamente sensibles a los contextos en que se utilizan. De este modo de contemplar el fenómeno se deriva una serie de implicaciones que debería asumir cualquier candidato a modelo de la coherencia textual. Básicamente, la combinación de los conceptos y de las rela ciones activados en un texto puede conceptualizarse como una cues-
1\:TRODLCCIÓ\: A LA L I 0: G L Í STIC. .\
COHERE:\C IA
tión de RESOLUCióN DE PROBLEMAS (en el sentido que se le da a ese t ér mino en III. l 7 ) . A partir de algunas unidades de sentido y de conteni do difusas e inestables, los usuarios textuales han de construir una configuración de trayectorias que genere la creación de un tv!UNDO TEX TUAL (véase V. 2 ) . No obstante, únicamente ciertas características o <> de los conceptos incluidos son realmente necesarios y rele vantes para llevar a cabo esas operaciones. Tales procedimientos, como la descomposición, la activación generalizada, la realización de inferencias o la herencia se llevan a cabo de acuerdo con las condi ciones de pmcesamiento activadas en ese momento. La cuestión cen tral es cómo pueden clasificarse y sistematizarse esas condiciones (y no cómo certificar únicamente que todos los usuarios textuales hace n las mismas cosas cuando se ven comprometidos en las mismas tesitu ras). En esta línea de investigación, se puede plantear lo siguiente: ¿cómo extraen y organizan los hablantes el contenido de los tex tos para almacenarlos en la memoria y para recuperarlos dt�rante los pro cesos de rememorización?, ¿qué factores de la interacción entre el co nocimiento presentado en el texto y el conocimiento previo almace nado en la mente de los comunicadores afectan a esas actividades?, ¿qué regularidades pueden descubrirse mediante la variación de fac tores tales como el estilo de la superficie textual o la idiosincrasia de los grupos de usuarios a quienes se les presenta el texto?, o ¿cuál es el papel que j uegan las expectativas en todos estos procesos? 23. Un paso inicial hacia la exploración de esa o de otras cues tiones similares es encontrar una representación básica de la cohe rencia textual. En este punto, se puede sugerir� al menos, la existencia de unos procedimientos análogos a los que se propusieron para el mo delo procedimental de la sintaxis descrito en IV.S- 1 0 y que podrían f1-mcionar en este pun to. La coherencia ha de entenderse como el re sultado de la combinación de los conceptos y de las relaciones en una RED compuesta por ESPACIOS DE CONOCIMIENTO orbitando alrededor de los TEMAS principales del texto. El texto sobre el que se realizará a con tinuación el análisis de la coherencia será el ejemplo [4] del 'cohete' que aparece en L 1 y que ya se usó también para indagar en algunos aspectos de la cohesión (véase IV. 7 y ss., 24 y 29), así como en ciertas investigaciones anteriores. IO 24. Antes de abordar el análisis del texto mismo, se harán algu nas consideraciones acerca de las características de la representación del mecanismo de procesamiento textual . El foco de atención se diri ge ahora sobre el proceso de recepción, en menoscabo del de produc-
ción , aunque, como ya se señaló en III. 2 9 , existen indudablemente im portantes simili tudes entre ambas actividades. La adjudicación de la coh erencia a cualquier fragmento textual se realiza siguiendo las lí nea s sugeridas en III . 2 9 y ss. La superficie textual se ANALIZA como si est uviese compuesta por una configuración de DEPENDENCIAS GRAi\!ATI CA LES, del tipo que se señala en IV. 5 - 1 O. Las expresiones que aparecen en la superficie textual se consideran indicaciones para ACTIVAR los con ceptos (véase VA y 1 0) . En esta fase no se incluye la consulta di recta de un << diccionario, mental (véase V. l 9). En vez de eso, se con side ra que los conceptos reciben un tratamiento como si fuesen pasos en la construcción de la continuidad del sentido textual (véase V. 2 ) y e l alcance del procesamiento generalizado variará d e acuerdo con aquello que sea requerido y útil para afrontar esa tarea. La atención se dirige, de manera particulac hacia el descubrimiento de los CENTROS DE CONTROL textual, es decir, a aquellos puntos desde los que se puede realizar estratégicamente el acceso a la información e iniciar su pro cesamiento. 25. Los candidatos más adecuados para ejercer de centros de control se denominan CONCEPTOS PRIMARIOS, y están constituidos por:
1 48
1 0. Véase McCall y Crabbs ( 1 96 1 ) , Miller y Coleman (1967), Aquino ( 1 969), Kintsch y Vipond ( 1 979) y Beaugrande ( 1 979(, 1 980a y b) Pa ra un nue,·o tratamiento del fenómeno en ténninos de ló gica computacional, véase Simmons y Chester ( 1 979) y Beaugrande ( 1 98 1 b).
149
a)
OBJETos: en tidades concep tuales con una identidad y una cons
b)
SITUACIONES: configuraciones de objetos presentes en sus-esta
e)
AcoNTECIMIENTOS: elementos que modifican una situación o un
d)
26.
titución estables .
dos habituales.
estado dentro de una situación. AcciONES: acontecimientos realizados intencionadamente por un agente. I I Los otros conceptos se pueden inscribir en una tipología de
CONCEPTOS SECUNDARIOS. La serie siguiente retoma la idea formulada en Beaugrande ( 1 980a ) , donde se ofTece una justificación más elaborada
de la misma: 1)
EsTADO: la condición temporal (y no característica) de una en
2)
AGENTE: l a fuerza que posee una entidad que realiza una ac
tidad.
ción y que, de esa manera, modifica una situación (véase
V. 2 5d).
11 Puede advertirse fáciln1ente que las "situaciones)} incluyen <'objetos)) y que los ((acontecimientos» incluyen "acciones» .. Lo más habitual será hablar de "situaciones y acontecimientos» para cubrir toda la designación de los conceptos primarios y de su organización
• 1 50 3)
C O HERENCIA
I '.;TRODCCCIÓ.\: A LA LIXGUÍSTICA
ENTIDAD AFECTADA: l a entidad cuya si tuación s e ve modificada
por un acontecimiento o una acción en la que no figura ni como agente, ni como instrumento. 4) RELACióN: una categoría residual para las relaciones fortu itas del tipo 'padre-hijo', 'jefe-empleado', etc. 5) ATRIBUTO: la condición característica ele una entidad (véase «es tado >> ) . 6 ) LOCALIZACióN: posición espacial ele una entidad. 7) TIEtv!PO: posición temporal de una si tuación (o un estado) o un acontecimiento (véase L 1 0) . MoviMIENTO: cambio ele localización. 8) 9) INSTRUMENTO: un objeto sin intenciones propias que proporciona los medios para que suceda un acontecimiento. 1 O) FORMA: configuración, contorno, parecido. 1 1 ) PARTE: un componente o un segmento ele una entidad. 1 2) SuSTANCIA: materiales ele los que se compone una entidad. 1 3 ) CONTENCióN: l a localización d e una entidad dentro el e otra pero no como parte o sustancia. 1 4) CAUSA: véase I.7. 1 5) POSIBILIDAD: véase l.7. 1 6) RAzóN: véase I . 8 . 1 7) PROPÓSITO: véase I . 9 . 1 8) PERCEPCióN: operaciones ele entidades creadas sensorialmente durante las que el conocimiento se integra mediante los ór ganos sensoriales. 1 2 1 9) CoGNICióN: almacenamiento, organización y utilización del conocimiento mediante entidades creadas sensorialmente. 2 0) EMOCióN: un estado experiencia! y no neutral con respecto a una entidad creada sensorialmente. 2 1 ) VoLICióN: actividad ele desear mediante una entidad creada sensorialmente. 2 2 ) RECONOCIMIENTO: emparejamiento exitoso entre percepción y conocimiento previo. 2 3 ) PosESióN: relación en la que una entidad creada sensorial mente se cree predominante y controla una entidad. 24) EJEMPLO: un miembro ele una clase que hereda todos los ras gos no cancelados ele la clase a la que pertenece (véase V. 1 7). 2 5 ) EsPECIFICACióN: relación entre una superclase y una subclase, con una afirmación ele los rasgos más restringidos ele la últi ma (véase V. l 7) . 1 2. La «percepción» s e refiere a l caso común de que s e suele aplicar e l conocimiento previo a lo que se experimenta por primera vez.
2 6) 27) 28) 29) 30) 3 1) 32)
33)
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CANTIDAD: un concepto numérico, ele alcance, escala o mecli
cla i 3
MoDALIDAD: concepto ele necesidad, probabilidad, posibilidad,
permisibiliclacl, obligación o sus opuestos. SIGNIFICANCIA: un significado simbólico asignado a una enti dad. VALOR: asignación del equivalente ele una entidad en términos ele otras entidades. EQUIVALENCIA: igualdad, mismidad, conesponclencia y pare ciclo . OPOSICióN: lo contrario ele equivalencia. CORREFERENCIA: relación e n l a que expresiones diferentes ac tivan la misma entidad (o configuración ele entidades) del mundo textual (véase IV. 2 1 ) . REPETICióN: l a relación e n que l a misma expresión reactiva un concepto, pero no necesariamente con la misma referencia a una entidad o con el mismo sentido (véase IV. 1 2 - 1 5) . 1 4
2 7 . L a mayor parte el e estos conceptos son familiares en l a ter minología empleada en la «gramática ele casos» , 1 s que emprendió la tarea ele clasificar las relaciones lingüísticas ele acuerdo con la orga nización ele los acontecimientos y ele las situaciones (véase Fillmore, 1 96 8 , 1 97 7 , Chafe, 1 970, Grimes, 1 97 5 , Longacre, 1 976, y Frecleriksen, 1 977) . En algunos casos, estos simples esquemas tienden a utilizarse como una clasificación del conocimiento e incluso se han llegado a aplicar en otros dominios cercanos al lenguaje (véase Kintsch, 1 974, Charniak, 1 975a, Schank et al. , 1 97 5 , Woocls, 1 97 5 , y Wilks, 1 97 7b ). En este manual se incorporan algunos conceptos más para abarcar tam bién las operaciones mentales (percepción, cognición, emoción, voli ción, comunicación, posesión), inclusión de clase (ejemplo, especifi cación) y nociones heredadas en los sistemas ele significación en sí mismos (cantidad, modalidad, significación, valor; equivalencia, opo-
1 3.
E n futuras investigaciones, sería conveniente subdividir esta categoría en cantidades "numé ricas,) y « medidas') En muchos casos no existe una necesidad especial de incluir la «COITeferencia» y la «repeti· ciOn» en los modelos del mundo textual, ya que los nudos en cuestión se utilizan de manera marginal de todas maneras. Pero seria de utilidad para marcar esas relaciones cuando se exploran factores c omo los efectos de la repetición y de la variación dentro de la superficie textual que se procesa o se reme mora. Véase la nota 1 9 de este capitulo. 1 5. La noción de «caso» procede de las lenguas (por ejemplo, el latín) que marcan el papel del sustantivo en las estructuras oracionales mediante una formación de tipo superficiaL Con frecuencia, no existe un criterio conceptual homogéneo que explique todos los usos de un caso gramatical con� creto considerado aisladamente. La concepción del caso de Fillmore consistía en que en una lengua como el inglés, los ((casos» son rasgos «subyacentes» de los sustantivos que aparecen en las oraciones" Sobre las investigaciones actuales de Fillmore, véase Fillmore ( ! 977).
. . 1 4.
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sición, correferencia, 1 epetición). Esta tipología no puede ser exha us tiva, ni supera a otras que se propusie1 on con ante1 ioridad. Simp le mente resulta de utilidad para etiquetar los vínculos establecidos en tre conceptos, poi ejemplo, que un concepto es el «estado de" otro, o el «agente de" otro, etcétera; y mediante varias combinaciones, se pue den simular las nociones de otras propuestas tipológicas. En este sen tido, se puede trabajar perfectamente con tipologías que presenten un mayor o un menor detalle que la que se propone aquí . l ó 28. Además de una tipología para etiquetar vínculos, se necesita una serie de OPERADORES que especi fiquen el estatuto de la vinculación. Por ejemplo, se puede introducir operadores que indiquen la FUE RZA DE UNA VINCULACIÓN (en el sentido que se le da a este concepto en V. 5): a) un operador de DETERMINACióN para marcar los componentes nece sarios en la configuración ele la identidad de los conceptos, y b) un operador de PROTOTIPICALIZACióN para marcar los componentes que sean frecuentes, aunque no imprescindibles en una relación concep tual. Estos operadores se aplican en las configuraciones del cono cimiento del mundo, como se muestra en V. 3 9 . Se puede in troducir operadores de vinculación que incluyan fronteras: a) un operador de INICIACIÓN para señalar una entidad que se acabe de crear o de repre sentar; b) un operador de CONCLUSióN para marcar todo lo contrario, e) un operador de ENTRADA para una entidad que opera sobre sí mis ma, y d) un operador de SALIDA para indicar todo lo contrario del de entrada. Finalmente, serán útiles dos operadores que señalicen las vin culaciones aproximativas o contrafactuales: a) el operador de PROXIMI DAD para marcar las relaciones en las que es relevante la distancia (véase la noción de proximidad temporal en I . l ü y de proximidad cau sal en V. 3 6 , etc.), y b) el operador de PROYECCióN para señalar las rela ciones que son posibles o contingentes, pero no verdaderas en el mun do textual (véase IV.48 ) . Para distinguir los operadores de las etique tas de vínculos formadas por las letras iniciales de los nombres de los conceptos (por ejemplo, <> para tiempo, etc.), los operadores se designan con letras del alfabeto griego en la prime ra o la segunda vez que aparezcan las respectivas palabras. 29. El funcionamiento de la tipología que se ha ido exponiendo más arriba se clarificará a continuación mediante una demostración. Considérese el párrafo con que comienza el texto del 'cohete': [4. 1 . 1 ] En una zona del desierto de Nuevo México se alzaba un enorme cohete V-2 de color amarillo y negro que medía 14 metros de altura. 1 6 . En general, las tipologías lingüísticas tienen menos categorías que las que se han propuesto aquí (por ejemplo, Fillmore, 1 968, Chafe, 1 970, y Longacre, 1 976), m ientras que, por su lado, las ti pologías empleadas en la inteligencia artificial tienen muchas más (por ejemplo, Wilks, 1 977a).
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1 53
[ 4J . 2 ] Vacío pesaba cinco toneladas. [4. 1 . 3] Llevaba como combustible ocho toneladas de alcohol líquido.
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El concepto 'cohete' desempeña claramente la fl.mción ele CENTRO DE CONTROL textual; a su alrededor se organizan sus atributos ('enor m e', 'negro', 'amarillo', 'que medía'), una especificación ('V-2') y un
est ado ('se alzaba') con su localización espacial ('Nuevo México', 'de sie rto'); en cuan to al atributo 'medía' se completa con las cantidades 'catorce' y 'metros'. Como se muestra en la figura 6, todas estas rela cio nes conceptuales se pueden formalizar ubicándolas den tro de una red. Las etiquetas de vinculación anuncian cuál es el tipo de concepto más adecuado que ha de activarse para atravesar los vínculos en las direcciones que señalan las flechas . Este modo de funcionamien to se puede comparar con el de las REDES DE TRANSICióN que ya se utilizaron en IV. S - 1 0 . El procesador se mueve del estado actual al siauiente esti"' mulada por el intento de identificar el tipo de nudo al que mejor puede adecuarse. En la consecución de ese objetivo se aplican estrategias de RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS (véase III. 1 7), complementa das por la ac tivación generalizada (véase V. l 2 ), la realización de inferencias (véase V.32 y ss.) y la evocación de patrones globales (véase V. 1 6) . 3 0 . Resulta muy significativa la comparación y el contraste entre la red conceptual que se presenta en la figura 6 y la red gramatical que se plantea en la figura 4 (véase IV. l O) . Aunque se utilicen palabras en la notación de la figura 6, en realidad se están representand o concep tos, y no expresiones lingüísticas supe�ficiales. Sería deseable disponer de algún otro tipo de representación alternativa, pero, hasta el mo mento presente, los investigadores no han sido capaces de ponerse de acuerdo en ninguna propuesta unitaria. Adviértase que el patrón ge neral de las dos redes es similar: incluso las rutas de acceso de un
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1 54
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nudo a otro son, en muchos casos, las mismas. De ahí que parece ra. zonable que el procesamiento textual haga uso de las similitudes es tructurales existen tes en tre niveles lingüísticos diferentes siempre que sea posible hacerlo (véase Bobrow, 1 9 7 8 , Walter, ed., 1 97 8 , y vVoods y Brachman, 1 97 8 ) Así, por ejemplo, la hipótesis sin táctica de que la fi mcióll de 11úcleo gramatical la desempefimz ¡ zormalmente conceptos primarios se confirma en tantas ocasiones en los textos como para que se pueda generalizar como afirmación discursiva. De manera pareci da, se puede postular que los denominados modificadores gramatica les funcionan, desde una perspectiva textual, como atributos, estados, localizaciones, etc., y que se organizan en el discurso siguiendo un cierto orden de preferencias (acerca de las preferencias, véase III . 1 8), en dependencia directa de los conceptos primarios, que ejercen la fun ción de centro de control textual. Este tipo de hipótesis y de prefe rencias contribuyen a la coherencia textual porque propician la PO TENCIACION de las transiciones en tre nudos, en el sentido que se le da a este fenómeno en IV. 5 . Siempre que sea posible, se ha de incentivar la relación entre las dependencias gramaticales y las textuales, de ma nera que interactúen significativamente; si no es el caso, se pueden es tudiar como niveles distintos aunque paralelos (es posible que, en ese caso, se produzcan ciertas ASIMETRÍAS, ya que el repertorio de relacio nes gramaticales es más limitado que el de las textuales; véase III . l 8 y 2 5 ) . Dicho con otras palabras: los problemas que afectan a u n nivel lingüístico se pueden resolver apoyándose en los que ya se resolvieron en otros niveles. 3 1 . Una distinción signi ficativa entre los dos tipos de red (la gra matical y la conceptual) radica en el tipo de fragmento que describen cada una de ellas. Parece muy poco probable que los hablantes cons truyan las mismas redes gramaticales cuando están procesando frag mentos textuales breves que cuando se enfrentan a textos completos.l7 El procedimiento normalizado prevé que la construcción de redes gra maticales es el protocolo más conveniente para tratar fTagmentos tex tuales parciales, retenibles en la memoria activa mientras se constru ye la red conceptual que abarque la totalidad del texto al que perte necen. El texto del 'cohete' se puede ensamblar con facilidad dentro de un ESPACIO DE CONOCIMIENTO coherente -es decir, de un MACROESTADO conceptual en el que los conceptos son MICROESTADOS (véase IV. 6) porque el concepto mismo de 'cohete' homogeneíza la información que aparece en todos los fragmentos que componen el texto. Así, por ejemplo, la información que se va añadiendo en sucesivos párrafos (verbigracia, 'vacío pesaba cinco toneladas' o 'llevaba como combusti1 7,
Véase la nota 14 de este capitulo,
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C O H E R E NCIA
1 57
ble ocho toneladas de oxígeno líquido') simplemente aporta informa ción nueva -concretada en estados, cantidades, contención, sustan cias, etc.- que se integra coherentemen te con el nudo central previa mente creado po1 'cohete'. Para visualizar este planteamiento, por un lado, la figura 7a muestra el espacio de conocimiento y su modo in temo de o� ganización de tres fTagmentos de longitud oracional no re lacionados ';; n tre sí, y, por otro lado, la figura 7b presenta toda la in formación anterior integrada en una unidad coherente. Todas las formas verbales que apm ecen en el fragmento ('se alza ba', 'pesaba', 'llevaba') tienen el mismo sujeto ('cohete') y están, por lo tanto, conectadas a ese nudo central directamente. 1 8 En este caso, la cohesión proporciona una continuidad referencial que apoya la cons trucción de la coherencia. 32. El nivel de integración de los elementos constituyentes del es pacio de conocimiento que construye el párrafo siguiente es mucho más complejo que el del ejemplo anterior: [4 . 2 . 1 ] Todo estaba preparado para el lanzamiento. [4.2 . 2 ] Los m ilitares y los científicos se habían parapetado detrás de unos
montículos d� tierra, a cierta distancia del ingenio. Dos destellos rojos anunciaron la inminencia del lanzamiento. [4 . 2 . 3 ]
En este fragmento, no se advierte la presencia de mecanismos cohesivos entre oraciones. La coherencia subyacente no es, por lo tan to, obvia. En [4.2 . 1 ] se menciona un estado de 'disponibilidad' ('todo estaba preparado para el lanzamiento'); en [4.2 .2] y [4 . 2 . 3 ] aparecen dos tipos distintos de acontecimientos de movimiento ('se habían pa rapetado', 'lanzamiento') . Para hacer coherente toda esta información, el receptor ha de REALIZAR INFERENCIAS (véase 1 . 1 1 ). Semejante opera ción exige suplementar los conceptos y las relaciones que se mani fiestan en el texto con el fin de rellenar los HUECOS o DISCONTINUIDADES que aparezcan en el mundo textual. En contraste con el fenóme �o de la ACTIVACióN GENERl1.LIZADA (véase V. 1 2) , que se pone en funclOna miento de manera automática, aunque no exista una demanda espe cífica, la realización de inferencias es i ntencionada y va dirigida siem pre hacia la resolución de un problema (en el sentido en que se en tiende este concepto en IIL 1 7), o, dicho con una metáfora, tender un puente para cubrir un espacio en donde no existe camino P?r donde pasar� 1 9 El tipo de i nferencias más lógicas que se han de reahzar para 1 8.
14
Compárese con la nota de este capítulo. . 1 9 . E'
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Clave: al, atributo de; cd, cantidad de; cm, compuesto de; co, continente de; ea, entidad afectada; es, estado esp. especificación de; lo, localización de; mo, movimiento de; p, percepción de; po, posibilidad de; 1; razón su, sustancia de; E, entrada; t , iniciación. FIG.
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8.
dar coherenci a al fragmento son las siguientes : que ' todo estaba pre parado' implica que se cumplen todos los requisitos para que la ope ración de 'despegue' pueda llevarse a cabo; los 'científicos ' y los 'mili tares' están en el escenario para 'observar' el lanzamien to del 'cohete' y 'se parapetan ' para protegerse de las llamarada s de ignición. Si to das estas observaci ones se integran esquemát icamente, señalando los nudos inferidos mediante corchetes, se obtendría el patrón de la figu ra 8 . 3 3 . En este punto surgen dos objecione s posibles. L a primera de ellas consiste en que se puede no estar de acuerdo con el hecho de que las i nferencia s que se han admitido como correctas se hayan escogido , en realidad, de una manera arbitrari a. Como respuest a a esta reticenci a, p uede aducirse que, s i bien es verdad que la i ntuición del analista juega un papel decisivo en la reconstru cción hipotétic a de
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COHERE'\C!A
inferencias, en el caso del experimento de rememoración (que sirve de base para estas reflexiones) sobre el texto del 'cohete' las inferen cias que realizaron los informantes se confirmaron empíricamente (como se argumentará en IX .34), puesto que los sujetos sometidos al experimento trataron las inferencias como si fúese/1 una parte illte grante de lo que habían leído. En un grupo de setenta y dos lectores, por ejemplo, no menos de veinticuatro recordaron que, aunque no se dice en el texto, los científicos 'observaban' el cohete. Resultados de esta índole previenen en contra de la creencia, quizás errónea, de que los lectores advierten de manera clara las discontinuidades existentes en el mundo textual; parece, más bien, como si no existiese una dis tancia excesivamente marcada entre, por un lado, los conceptos acti vados directamente mediante las expresiones lingüísticas que apare cen explícitamente en el texto, y, por otro, los conceptos inferidos que rellenan las discontinuidades de la superficie textual. Por lo tanto, desde este punto de vista, tanto los nudos y los vínculos activados tex tualmente, como los nudos y los vínculos inferidos, tendrían grosso modo una dinámica de funcionamiento muy similar (véase Beau grande, 1 9 80b). 34. La segunda obj eción se refiere a que las i nferencias que se han admitido como correctas son, en realidad, excesivamente restrin gidas. De hecho, los usuarios textuales podrían hacer muchas más in ferencias de las que se han descrito hasta el momento: desde que el 'combustible' prendió, y que por esa razón los 'científicos' y los 'mili tares' buscaron refugio detrás de los ignífugos 'mont ículos de tierra', hasta que se produjo la típica cuenta atrás o que el lanzamiento del cohete formaba parte de un experimento, etc. (véase IX.26). Bien es verdad que los i nformantes podrían recomponer estos materiales in formativos si se pusiera en marcha automáticamente el proceso de AC TIVACIÓN GENERALIZADA (véase V. 1 2), lo cual relevaría a los sujetos de te ner que realizar operaciones de búsqueda de ningún tipo. Para acla rar este punto, parece justificado establecer una distinción entre las adiciones forzadas por los problemas interpretativos que van surgien do sobre la marcha (véase Charniak, 1 976) y aquellas otras que son h·uto de la tendencia natural de los comunicadores a completar las la gunas informativas que aparecen habitualmente en las situaciones o en las secuencias de acontecimientos en general. Yendo un poco más lejos en este planteamiento, debería indagarse si esta distinción entre un tipo y otro de adiciones es plausible psicológicamente, es decir, si los usuarios textuales sometidos a un proceso rememorativo poseen un umbral de percepción que discrimine claramente entre la informa ción expresada y la información i nferida. Existe otro elemento que contribuye de manera decisiva a impedir la adopción de una postura
tajante en este asunto: de igual manera que un productor textual tie ne a su disposición casi infinitas posibilidades de expresión, pero es coge, de entre todas las posibles, solamente la que le parezca más ade cuada a la si tuación comunicativa en curso, los receptores podrían realizar cantidades enormes de inferencias, pero cuando, por ejemplo, la s consideran triviales ni siquiera las incluyen en sus informes reme morativos. Por esa razón, la cuestión debería replantearse en estos otros términos: ¿de qué manera se parecen los mundos textuales de los productores y de los receptores? Y esa pregunta lleva a otras: ¿pro ductores y receptores pueden ponerse de acuerdo en qué es lo que me rece o desmerece su atención?, ¿existen diferencias notables entre pro ductores y receptores en cuanto a la riqueza de sus represen taciones mentales acerca de las situaciones y de los acontecimientos expresa dos en el mundo textual? En la actualidad, estas cuestiones siguen aún abiertas y no se vislumbra una respuesta a corto plazo; no obstante, la acumulación de resul tados de la que se hizo acopio en el experi mento de rememoración sobre el texto del 'cohete' indica que los mun dos textuales construidos por diferentes sujetos son relativa, pero ra zonablemente, uniformes. 3 5 . El tercer párrafo supera al primero en cuanto al uso de me canismos cohesivos: aparecen repeticiones ('llamarada', 'más rápido', 'amarillo'), paráfrasis ('ascendió . . . más y más rápido' 1 'ascendía a una velocidad cercana a los 2 00 kilómetros por hora') y proformas ('se .. ' ) :
1 58
1 59
.
De repente, c o n u n a gran llamarad a v un fuerte estruendo e l enor me cohete ascendió primero lenta�ent e y luego cada v� z más v más rápido. ·
[4.3.2] Iba dejando una estela de llamarada s amarillas de unos 20 metros de longitud.
[ 4.3.3] E n un instante, la llamarada parecía una estrella amarilla. [ 4.3 .4] E n pocos segundos, se había alejado tanto que ni siquiera podía vislumbrarse;
[ 4.3 . 5] el radar seguía su trayectoria a medida que ascendía a una veloci dad cercana a los 200 kilómetros por hora.
No obstante, este fTagmento contiene una pequeña dificultad in terpretativa achacable a la ambigua localización de la forma prono minal 'se' en [4. 3 .4], ya que, en ese contexto, tanto puede referirse a 'cohete' (que aparece en [4.3 . 1 ]) , como a 'llamarada' o a 'estrella' (en [4.3 . 3 ] ) . Para salvaguardar la coherencia del fngmento, el tratamien to habitual que se da a las formas pronominales de referencia dudosa es asociarlas correferencialmente al nudo TEMÁTICO (véase V.3 8) , que en este caso es, por supuesto, 'cohete'.
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3 6 . E l espacio de conocimiento que representa e l parágrafo [4 . 3 ] aparece modelizado en la configuración que se presenta en la figu ra 9 . El movimiento de 'despegue' del 'cohete' es la causa inmediata de 'llamarada' y del 'estruendo' y recibe la cuantificación del movi la miento 'lentamente' y 'más y más rápido' (estas cantidades expresan la velocidad de progresión del artefacto) . En la proximidad situacional al 'cohete', aparece la 'llamarada', descrita con el atributo 'amarilla', cuantificada con la apreciación 'veinte metros de longitud' y animada por el movimiento 'iba dejando' y comparada perceptivamente ('pare cía') a una 'estrella' (véase V. 1 7) . En un breve intervalo de tiempo ('un ins tante'), el 'cohete' se encuentra (estado) en una indeterminada lo calización ('alejado') , cuya cuantificación inconcreta, pero significati va ('tanto'), es la causa de que el verbo 'vislumbrarse' reciba una mo dalización negativa ('no podía') (también ha de señalarse que aquí aparece una inferencia). En contraposición a esa laguna perceptiva de los observadores del lanzamiento, el 'radar' todavía tiene localizado (se dice en el fragmento que 'seguía') al 'cohete', caracterizado ahora por su 'velocidad', cuantificada ('doscientos kilómetros por hora') y por su alejamiento progresivo de la última localización en la que podía verse a simple vista ('ascendía') . Conectando, a continuación, el modelo de la figura 9 con el modelo de la figura 8 (es decir; uniendo entre sí los dos nudos temáticos p rincipales, ambos referidos a 'cohete'), y, asu miendo que los 'observadores' eran aquellos que 'no podían vislum brar' el cohete debido a la gran altura en la que éste se encontraba, se obtiene la figura 1 O. 37. El párrafo final [ 4.4. 1 ] Minu tos después del lanzamiento, [ 4.4.2] el piloto de un avión de vigilancia lo vio regresar. [ 4.4.3] Aterrizó a unos 64 kilómetros del punto de partida.
establece vínculos de cohesión con el texto precedente mediante re peticiones ('lanzamiento', 'velocidad', 'kilómetros por hora', 'vio') y la referencia elidida del sujeto que se incluye en la forma verbal ('aterri zó'), que es correferente, por supuesto, de 'cohete', aunque ambos ele mentos (el sujeto y el verbo) estén separados por la considerable dis tancia de tres oraciones (aquí opera de nuevo la presunción de que un elemento aparentemente desconectado se ha de relacionar con el nudo temático que opera como centro de control textual (véase V. 3 5) . Si se interconectan los dos nudos temáticos referidos a 'cohete' (fi gura 1 0) con los episodios que se describen en [4.4.2] y en [4.4.3], es decir, el 'regreso' y el 'aterrizaje', junto con su cuantificación y su localización
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FIG. 1 0.
con respecto a la situación inicial de partida, s e obtiene el mundo tex tual que aparece en la figura 1 1 . 2 0 3 8 . Esta representación en forma de redes de conocim iento del sentido global de un texto puede parecer, sin ninguna duda, excesiva m ente elaborada. No obstante, este tipo de visualización ofrece una utilísima cartografía que permite estudiar de manera bastante directa cuestiones como el nivel de de11sidacl de vi11culació11 existente entre los heterogéneos elementos que constituyen el texto, o la manera como se desp liega el tema (entendido como centro de control textual), o, in cluso, ayuda a entender que las operaciones de rememoración y de resumen incluyen protocolos de emparejamiento de patrones. No pue de dejar de señalarse, además, que este tipo de redes cognitivas están mucho menos elaboradas que las representaciones mentales auténti cas que construyen los receptores textuales mediante los procesos in ferenciales, de activación generalizada y de actualización (o, expresa do en resumidas cuentas, el resultado total de aplicar el conocimien to previo del mundo a la comprensión del texto). 2 I En este punto se ha de señalar una reticencia. Para que el texto del cohete resultase realmente comprensible, en principio deberían especificarse ciertos conocimientos lógicos. Así, por ejemplo, no es cierto que la locali zación 'en una zona del desierto de Nuevo México' tenga vigencia du rante todo el desarrollo textual, puesto que únicamente la tiene durante los momentos del 'despegue' y del 'aterrizaje'; el resto del tiempo la localización del cohete es indeterminada. En respuesta a esta reticencia, puede aducirse que la precisión, llevada a sus últimas consecuencias de una manera escrupulosa, podría contaminar el mo delo con una complejidad i ntratable. Por esa razón, los comunicado res suelen limitar el modelo del mundo textual únicamente a aquellos conceptos que hayan s ido activados de manera directa por las expre siones textuales, reservando la actividad i nferencia! para llevar a cabo la tarea de conectar coherentemente cada elemento del modelo con el resto de elementos que conforman la totalidad textual. En este senti do, los comunicadores intentan emparejar el conocimiento del mundo con la información que compone el mundo textual empleando un pa trón de reconciliación denominado CORRELATO DEL CONOCIMIENTO DEL MUNDO (en el que se i ntegran el conocimiento textual global y los pa trones cognitivos generales, como el esquema prototípico del 'vuelo de un cohete') (véase IX. 2 5-28). 2 0 . S e han utilizado dos etiquetas para la relación d e 'piloto' y de 'avión': el 'piloto' está dentro del concepto contenedor 'avión' y tambi�n el <
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39. La figura 1 2 representa el correlato del conocimiento del del ejemplo [4] . A las relaciones fijadas en la figura 1 1 se le undo m han añadido otros elementos relevantes enmarcados entre corchetes: todo este material nuevo se ha integrado en el modelo cognitivo me diante operaciones automáticas de activación generalizada o median te la realización de inferencias (para rellenar las discontinuidades tex tuales). En la figura 1 2 se introducen operadores de DETER!vHNACióN y de PROTOriPICALIZACióN para indicar la fuerza de la vinculación de los co nceptos relacionados entre sí, tal como se propuso en V.2 8 . 22 Son muestras de determinación los ejemplos siguientes: 'quemar' necesita 'combustible' y provoca 'calor'; una 'señal' se 'advierte' si se 'observa'; los 'segundos' son, por definición, parte de los 'minutos'. Son muestras de prototipicalización los ejemplos siguientes: el 'lugar' 'aislado' para 'despegar', localizado en una zona del 'desierto' de 'Nuevo México'; por un lado, las actividades de 'exploración' de los científicos y, por otro, las actividades de 'ataque' de los 'militares', ambas realizables me diante el instrumento 'cohete'; las localizaciones, las sustancias y los atributos del 'refugio' que requiere la protección del 'peligro' que pro voca la ignición del ingenio; los propósitos y los atributos de las 'lla maradas' y de las 'señales', etc. A pesar de la vaguedad de su delimi tación (véase V.S), la distinción entre el conocimiento determinado y el conocimiento prototípico parece de bastante utilidad. Por otro lado, se ha preferido i ncluir en la figura las repeticiones (en el sentido que se le da a este término en V.26, en lugar de reservarles un grafo sepa rado) . Para completar el cartografiado del texto, se ha de acudir a los apartados IX.25-2 8 , en donde se ofrece un tratamiento del marco glo bal del texto a modo de « esquema», con el objetivo de relacionarlo con el conocimiento global del mundo acerca de la noción de 'vuelo'. 40. En este capítulo se ha presentado un modelo del mundo tex tual sin haber clarificado previamente la noción de REFERENCIA, a pe sar de la importancia que se le dedica a esta noción en buena parte de las teorías filosóficas del significado. 23 En la antigua semántica, se es-
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1 65
Para averiguar si los miembros de un grupo de control se pondrían de acuerdo sobre este pun to, Beaugrande dirigió una pmeba en la que los receptores del texto del 'cohete' tuvieron de respon der, seis semanas después de haberse realizado la pmeba original, a preguntas del tipo: « ¿los cohetes necesitan o no necesitan combustible para volar? » , «¿los cohetes se utilizan siempre o nunca o sólo en ocasiones para atacar objetivos militares0 » , etc .. Como era de esperar, el acuerdo se alcanzó sin pro blemas, pero no por unanimidad .. Sólo dos afirmaciones alcanzaron el acuerdo unánime: «sin com bustible, los cohetes no pueden volar» y «las rampas de lanzamiento de cohetes normalmente se ins talan en tierra". Algunas respuestas que se obtuvieron demostraron que el grupo (compuesto, en su mayor parte, por profesores universitarios) estaban escasamente infmmados sobre asuntos de aviación y de lanzamiento de cohetes (por ejemplo, muchos informantes consideraron que el alcohol era un «combustible inapropiado» para un cohete). Tales resultados nos devolvieron a la desconfianza hacia las investigaciones en las que los informantes se presentan casi como expertos en léxico. Véase la nota 1 8 de este capítulo
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Clave: ag, agente; at, atributo de; ca, causa de; cd, cantidad de; co, continente de; ea, entidad afectada; eq, equi valente a; esp, especificación de; i, instrumento; p, propósito de; po, posibilidad de; r, razón de; re, repetición de; su, sustancia de; 8, determinado; E , entrada; rr, proximidad; r, típico,
FIG. 1 2 .
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peraba que el significado pudiese explicarse en términos de las « con diciones >> bajo las cuales las afirmaciones (erróneamente denomina das « OracioneS >> ) eran «VerdaderaS>> . En este contexto, que algo «sig nifi ca>> quiere decir que se sabe cómo «verifican> sus condiciones de «verdad>> . Este punto de vista, en ocasiones denominado «verificacio nismo>> , 24 conlleva adheridas algunas implicaciones indeseadas : por un lado, es de sentido común considerar errónea la creencia de que los comunicadores no pueden entender una afirmación a menos que puedan decir de ella si es verdadera o falsa; por otro lado, no pa rece demasiado serio creer que los comunicadores tienen un acceso inmediato a la «verdad>> , como queda implícito en el planteamiento verificacionista. Por el contrario, en la línea de investigación que se propone en este manual, el mundo textual se construye, de manera compleja, a partir del emparejamiento, no exento de problemas que han de resolverse, del contenido cognitivo (o «conocimiento>> ) 2 5 tex tual con las creencias del individuo acerca del funcionamiento del «mundo reah . Por esa razón, en lugar de afirmar de manera progra mática que «las palabras se refieren a los objetoS >> , en este manual se prefiere hablar del « conocimiento activado por las expresiones>> . Des de esta perspectiva, el acto de referir se convierte en un proceso com plejo de emparejamiento de patrones. El texto de FICCióN se carac terizaría, en este sentido, porque no supera un determinado umbral mínimo de coincidencia entre los patrones del mundo textual y los del mundo reaL Existen numerosos factores contingentes que pueden in fluir en el acto mismo de referir: por ejemplo, el tipo y el propósito del texto, su importancia y sus implicaciones con respecto a la situa ción en la que se inserta, la credibilidad del productor textual que lo construye, la experiencia previa con ese tipo de textos y los materiales temáticos que integran el mundo textuaL No obstante, la investigación empírica en este tipo de cuestiones que afectan a la naturaleza refe rencial de los textos es todavía bastante escasa. 4 1 . Este capítulo se ha dedicado a los medios para explorar y re presentar la coherencia, entendida como el resultado de la actualiza ción de los significados encaminado hacia la construcción del «senti do>> global textuaL Para estudiar las actividades humanas que se rea lizan mediante el i ntercambio de textos, se ha tratado el significado y el sentido en términos de procedimientos de utilización del conoci miento en una amplia variedad de tareas heterogéneas. Desde esta perspectiva, han aparecido cuestiones como las siguientes: la conti nuidad (véase V. 2 ) , la activación (véase V.4 y 1 0) , la fuerza de una vin24 Laircl 25
Para una discusión acerca de este actualmente desprestigiado punto de vista, véase Johnson
( 1 978)
Véase la nota
1
de este capítulo
1 68
1 :\ TRODLCCIO:\ A LA Ll:\Gl'ÍSTICA
culación (véase V S ) , la activación generalizada (véase V 1 2 ) , la me m o ria episódica frente a la memoria semántica (véase V 1 3 ) , la economía (véase V I S ) , la utilización de patrones globales (véase V 1 6 ), la heren cia (véase V 1 7 y ss .) y la compatibilidad entre el lenguaje especí fico que apar ece en los textos y la percepción o la cognición en gen eral (véase V 2 0 ) . De igual manera que los significados de las expresiones o el contenido de los conceptos son fenómenos bastante inaprehensi· bles si se analizan aisladamente, cuando han de procesarse dentro del mundo textual requieren un cierto nivel de estabilidad y de delimita ción, por lo que este problema puramente teórico se ha de resolver en la práctica de u na manera razonablemente aceptable. Todo ello se ha intentado ejemplificar con la construcción de un modelo de mundo textual que i ncluía los factores más relevantes que ha de tener en cuenta el analista (véase V. 2 3 -40; para una ampliación de esta pro puesta, véase IX. 3 1 y ss.). 4 2 . El estudio de la coherencia siguiendo estas líneas no prome te, por supuesto, ser simple. Ahora bien, se ha intentado abandonar el callejón sin salida que afectaba tradicionalmente a las cuestiones con cernientes al significado y al sentido. Parece razonable suponer que la insistencia dogmática en puntos de vista extremos, típicos de tantas discusiones entre filósofos y psicólogos en el pasado, debería ceder paso a un trabajo de modelización flexible, realista, de las heterogé neas, pero a la vez sistemáticas, estrategias que los hablantes aplican realmente cuando utilizan los textos en su vida cotidiana.
CAPÍTULO VI
INTENCIONALIDAD Y ACEPTABILIDAD l . Las normas de textualidad más obvias son la cohesión, que se manifiesta en la superficie textual, y la coherencia, que subyace e n los mundos textuales. La cohesión y la coherencia indican de qué mane ra se i ntegran y adquieren sentido los elementos que componen un texto. No obstante, n i la cohesión ni la coherencia s o n normas que sir van para trazar una l ínea fronteriza rotunda que separe, en las situa ciones reales de comunicación, lo que es un texto de lo que no lo es. Los hablantes pueden usar, y de hecho usan, textos que, por motivos diversos, no parecen estar demasiado cohesionados o ser plenamente coherentes. Para ofrecer un tratamiento adecuado de este asunto, en este manual se incluyen, entre las normas de textualidad, las actitudes de los usuarios de los textos. En este sentido, puede afirmarse que para que una determinada organización de elementos lingüísticos constituya un texto, ésta ha de ser el resultado de una elección inten cionada por parte del productor textual y que, para que esa m isma or ganización pueda utilizarse en la i nteracción comunicativa, ésta ha de ser aceptada por el receptor textual. 1 S iempre que se respete la natu raleza característica de la comunicación, tanto las actitudes de. i n ten cionalidad de los productores textuales, como las de aceptabilidad de los receptores, admi ten un cierto grado de tolerancia con respecto al deterioro que pueda s ufrir un texto en cuanto a su nivel de cohesión y de coherencia (véase I. l 3 y ss.) . En este sentido, las acciones de pro ducción y de recepción de textos han de entenderse no únicamente como procesos lingüísticos, sino también como una forma de activi dad discursiva relevante con respecto al cumplimiento de u n plan o a la consecución de una meta determinada prevista intencionadamen! . Como resulta lógico, estas normas se aplican de una manera distinta en los textos que produ cen o reciben los ordenadores. En este caso, las actitudes se originan, como es lógico, en los progra madores humanos y no en las máquinas: la intención y la aceptación se han de entender como activi dades que están simulándose artificialmente.
l �TEl'C!Oi\ALIDAD
r:--;TRODCCCió:--; .-\ LA u:--; G ciST I C.-\
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te por el productor y que necesita la aceptación, o un cierto nivel de complicidad al menos, por parte del receptor (véase VI. l l ) . 2. En I. l 3 s e introdujo l a noción d e INTENCIONALIDAD, e n l a que se incluía todo lo relacionado con las intenciones de los productores tex tuales . En el sentido más inmediato del término, el productor I NTENTA que la organización de los elementos lingüísticos sometidos al pro ce so de producción dé como resultado un texto cohesionado y cohe rente. Ahora bien, existen ciertas situaciones que impiden que la in tención de producir un texto cohesionado y coherente pueda llevarse a cabo completamente, ya sea porque el productor textual se vea li mitado expresivamente a causa de una escasa disponibilidad de re cursos cognitivos para el procesamiento de la información, ya sea p or que se encuentre sometido a ciertas presiones por falta de tiempo. Por ejemplo, en muchas ocasiones, la cohesión está ausente en la conver sación espontánea (este hecho está documentado en Coulthard, 1 977: 53, 1 08 y 8 8-89): [85]
Pero eso fue ... entonces, te fuiste al bar de Alfredo.
[86] [87]
¿Tú crees que ... de qué te ríes? Te voy a contar una cosa que ... eh . . . mi hermana me contó una his toria sensacional anoche. Cuando yo digo que quiero ser algo, no sólo estov diciendo que quie ro ser eso, yo sólo . . . yo . . . yo . . . yo sólo . . . la única cosa que le digo a la gente para que me entienda es que yo quiero ser artista.
[88]
Este tipo de estructuras superficiales carentes de consistencia (cuyo uso recibió el nombre de «anacoluto» en la retórica clásica) ha cen evidente la influencia que, en el proceso de comprensión, tienen determinados factores situacionales similares a los que se sugieren a continuación. En [85], el hablante modifica la planificación de su enunciado al intentar reconstruir un acontecimiento todavía confuso. En [86], el hablante abandona el enunciado en curso nada más co menzar a emitirlo y reacciona ante la impaciencia del otro partici pante. En [87], el hablante i ntenta al principio contar directamente una historia, pero entonces decide sobre la marcha que el relato de bería introducirse como si de un acontecimiento reciente y sensacio nal se tratase. En [88], el productor del texto aparentemente no se de cide a expresar sus verdaderos deseos de buenas a primeras, y, como no encuentra las palabras adecuadas, su intervención contiene varios falsos principios. Parece ser que las discontinuidades y los cambios de dirección se toleran normalmente en la i ntervención de un hablante siempre que éstos no entorpezcan la i nteracción y cuando se aclare con rapidez la causa que los provocaron.
Y
ACEPTABILI DAD
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3 . U n tipo de argumentación similar al anterior puede aplicarse tam bién a los problemas que afectan a la coherencia. Los productores textuales pueden llegar a parecer confusos e inconsecuentes si la si tuaci ón comunicativa es desorientadora y así lo propicia (Hardy, 1 97 7 : 3 0): [89]
-Bien, señor -dijo el guardia-, usted es el hombre que estamos buscando, aunque usted no sea en realidad el hombre que es temos buscando. Porque el hombre que estamos buscando no es el hombre que necesitamos para realizar este trabajo, señor. No sé si me explico.
Esta serie de afirmaciones, en apariencia ilógicas y contradictorias, adquieren un sentido pleno en el contexto de un caso policial en el que un doble ha de suplantar la identidad de otra persona. En otras oca siones, el productor textual puede, de manera deliberada, atentar con tra la coherencia de lo que está enunciando para conseguir un efecto especial determi nado. Cuando Sherlok Holmes simula estar delirante mente enfermo, su plan para engañar a Watson exige parecer incohe rente (Conan Doyle, 1 967: 444 ) : [90]
-¿Por qué el lecho del océano no es una masa sólida de ostras, siendo como son estas criaturas tan prolíficas? ¡Ah, soy un vaga bundo !
Por supuesto, para llevar a buen puerto sus intenciones, Holmes es muy cuidadoso en ocultar su plan a largo plazo, exhibiendo ante un sorprendido Watson el tema pintoresco de las ostras y de su crisis de identidad. Por desgracia, este tipo de intencionalidad -conseguir me tas mediante la simulación- no se suele tener demasiado en cuenta en las discusiones filosóficas sobre el tema. 4. La compleja relación de interdependencia que se establece en tre la cohesión, la coherencia y la intencionalidad, puede conducir a situaciones comunicativas complicadas. Por ejemplo, p uede suceder que cuando el productor textual quiera engañar al receptor, acabe trai cionándose a s í m ismo i ncurriendo en i ncoherencias (Twain, 1 92 2 : 242 y ss. ) : [91]
-Entonces pasaron esos dos tipos junto a m í llevando algo debajo del brazo, y creo que lo habían robado. Uno estaba fumando y el otro pidió fuego; casi se pararon justamente delante de m í y los puros iluminaron sus caras, y vi que el grandullón era el español sor domudo, por sus patillas largas y el parche en el ojo, y el otro era como un demonio enmohecido y harapiento.
I"iTRODCCCIÓN A LA LINGCÍSTICA
1 72
_(·Y pudiste ver los harapos con sólo la luz de los puros?
" Esto hizo vacilar a Huck u n momento. Luego d !JO: -Bueno, no estoy seguro . . . pero creo que fue así. -Entonces se marcharon y tú . . . -Los seguí; sL . eso hice . .Quería Yer l o que s e traían entre ma-nos, porque�caminaban muy recelosos. Les seguí los pasos hasta la casa de la viuda, me agazapé en la oscuridad y oí que el harapiento intervenía en favor de la viuda y que el español j uraba que le iba a cortar la cara con una navaja, tal y como les conté a usted y a sus dos . . . -¡ ¿ Cómo?! ¿ El sordomudo dijo todas esas cosas? ¡ Huck había cometido otro terTible error!
Hay otro tipo de situaciones en las que se ha intentado que el .tex to sea coherente, pero el receptor no ha aceptado esa coherencia a causa de que no comparten el mismo conocimiento acerca de la si tuación en la que están interactuando. En el fragmento siguiente de una novela de Mark Twain, en el que un jugador está hablando con un sacerdote ( 1 9 1 3 : 45 y ss .), se puede encontrar una ilustración quizás algo exagerada de esta cuest ión: [92]
-¿Eres el duque que predica el evangelio aquí al lado? -Soy eL, perdóneme, creo que no le he entendido. -¿N'a eres el jefe de los trabajos de redención? -Soy el pastor que tiene a su cargo el rebaño que se recoge en el redil de al lado. -¿Lo qué? -El supervisor espiritual de l a pequeña congregación cuyo santuario acoge el recinto adyacente. Scotty se rascó la cabeza, reflexionó u n instante, y dijo: -¡Puta madre! Calculo que no voy a perder esta partida. Apues te y cárguele el muerto a otro. --¡ ¿ Cómo?! Le pido perdón, pero ¿qué es lo que ha entendido de todo lo que le he dicho?
En circunstancias normales, todos los textos que se producen in tentan ser coherentes por sí mismos. No obstante, el producto discur sivo resultan te no siempre es comunicativo y, como consecuencia de ello, los receptores son incapaces de establecer, en algunas ocasiones, la coherencia de los textos que producen sus interlocutores. Así, por ejemplo, en [92] los interlocutores no se entienden entre s í porque el jugador u tiliza expresiones de la jerga de los tahúres, mientras que el sacerdote emplea términos religiosos. 5 . B ien es cierto que los fragmentos discursivos [9 1 ] y [92] de Twain presentan interacciones inhabituales y ha de recordarse taro-
I"iTENCIOI'\ALIDAD
Y
ACEPTABILIDAD
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bi én que forman parte de textos más amplios cuya coherencia está f·uera de toda duda. No obstante, en ambos fragmentos aparecen ejem plos del tipo de acciones regulativas que se ponen en marcha habi tualmente cuando se deteriora la coherencia textual, entendida como una continuidad de sentido (véase IIL14). En el capítulo IX se descri ben algunos modos de RECONDUCIR LAS SITUACIONES comunicativas ejer ciendo intencionadamente el control sobre los textos que se producen en las mismas (véase IX. l 5 y ss.). Desde la perspectiva amplia de la IN TERTEXTUALIDAD que se desarrolla en el capí tulo IX, se considera que la cohesión y la coherencia de un determinado fragmento textual aisla do puede depender de la cohesión y de la coherencia que posea otro fragmento que aparezca en el mismo discurso al que pertenecen am bos. De ahí que casos como [9 1 ] y [92] puedan resolverse eventual mente en el marco del discurso global en el que se localizan estos frag mentos. 6. En un amplio sentido de la palabra, la intencionalidad se re fiere a todas las modalidades en las que los productores textuales uti lizan los textos para conseguir que se cumplan sus intenciones. Sobre el tema de la intencionalidad existe un conjunto importante de inves tigaciones que se han llevado a cabo en diversas disciplinas como, por ejemplo, la sociología (véase Heider, 1 958), la psicología (véase Schmidt, 1 976 y Schlesinger; 1 977), la filosofía (véase Austin, 1 962, y Searle, 1 969) y la inteligencia artificial (véase Bruce, 1 975, 1 977, Schank y Abelson, 1 977, Cohen, 1 978, McCalla, 1 978, y Allen, 1 979) . Bien es verdad que la función que se le otorga a los textos difiere en cada una de estas disciplinas, tan distintas en sus planteamientos. Los sociólogos han explorado el uso de los textos en los «sistemas de in tercambio de habla» en los que los participantes interactúan e inter cambian turnos de palabra (Sack, Schegloff y Jefferson, 1 974). Los psicólogos han puesto el énfasis en la intención del productor textual «de guiar la mente del oyente>> (Jórg y Hormann, 1 978, y Hormann, 1976) . Por su parte, desde la filosofía se ha argumentado que un pro ductor textual que « quiera decir algo» mediante un texto « utiliza in tencionadamente la enunciación» de ese texto «para producir algún efecto en la audiencia mediante el reconocimiento de esa intención" (Grice, 1 97 1 : 58). Los investigadores en inteligencia artificial se han interesado en los planes y en las metas que habitualmente se marcan los hablantes con el objeto de «analizar de una manera más compe tente las intenciones de los comunicadores que se ocultan tras el sig nificado de las palabras que u tilizan en la interacción" (Schank y Abel son, 1 977: 1 29). 7 . La l ingüística ha sido influida de una manera muy profunda por el enfoque filosófico, centrado en la cuestión de cómo se relacio-
1:\T RODCCClÓ:\ A LA Ll:\GCÍST IC\
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1:\TE:\ClOXALIDAD
nan realmente las intenciones de los hablantes con la forma y el sen tido de los enunciados. Sea de ( 1 969: 43 y ss.) propuso que se corri giese el enfoque de la intencionalidad y del significado propuesto po G rice,2 ya que, a su entender, ignora la influencia significativa que tier nen sobre la comunicación las convenciones y los efectos que pretende conseguir el hablante . Searle construyó su propia explicación alt erna tiva basándose en el trabajo de Austin ( 1 962) y desarrollando la no ción de «acto de habla>> , entendida como la acción que se realiza in tencionada o convencionalmente por el simple hecho de enunciar un texto. Searle distinguió entre: a) actos locutivos o la simple enuncia ción de palabras u oraciones con contenido y referencia, b) actos ilo cutivos o las actividades convencionales que se realizan en el discur so, por ejemplo, promete1� amenaza1� etc., y e) actos perlocutivos o la consecución de determinados efectos sobre los receptores textuales, por ejemplo, convencer o asustar (Searle, 1 969: 23 y ss.). La primera tarea que acometió Searle fue la de establecer las convenciones que subyacen en los actos ilocutivos . Así, por ejemplo, prometer supone que el productor textual se compromete a realizar una acción en el fu turo que el receptor considera positiva para sí mismo (en caso con trario sería «amenazan>) y que no sucedería de manera natural en el transcurso normal de los acontecimientos (Searle, 1 969: 57 y ss.) . 8 . Aunque l a teoría d e los actos d e habla h a realizado una con tribución impresionante al estudio de la PRAGMÁTICA, en el sentido apuntado en III . l , sin embargo el tipo de explicación que propone pre senta, desde el punto de vista de la lingüística del texto, ciertas limi taciones intrínsecas. Existe una diferencia enorme entre acciones re lativamente bien definidas como las de «prometen> o «amenazan> y ac ciones extremadamente confusas como las de «afirmar, , « describir» o «preguntar, ; aunque todas ellas se clasifiquen de manera conjunta e indiscriminada dentro del grupo de los denominados <
Yo prometo Yo pido perdón
2 . Los trabajos de Grice fueron escritos, en realidad, en fechas significati\'amente m:ís tempranas ya circulaba en que las que se citan en las referencias bibliográficas Así, por ejemplo, Grice aunque, de acuerdo a Grice mis y Grice ya fue presentado en una conferencia en mo (en comunicación personal a Robert de Beaugmnde), ese trabajo fue escrito \'a!Íos años antes de esa fecha ..
1 957,
(1975)
1 967,
( 1 97 1 )
Y
ACEPTABI LIDAD
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la acción es suficientemente transpar ente porque la e11unciaciórz es e n si m is1 � w la acción. L� s verbos que se utilizan para enunciar ese tipo de acc 1 0 �es se d� nomman REALIZATIVOS, y su uso es muy habi tual en . _ el ! engua ¡e Jund i co y parlamentario, como muestran los ejemplos si gmen tes: [ 95] [96]
Por la presente, aplazo la sesión Os declaro marido v mujer
Sin emba rg� , la c omunicación cotidiana es bastante más variada y, transparente. Existen muchos tipos de mtenc 1 0nes que pmás se hacen explícitas. La gente nunca dice cosas del tipo: . . . ?e ma �era s¡gmf : catlva, menos
[97] [98]
Por la presente intento que obedezcas lo que te mando Por la presente i ntento convencerte de que adoptes el punto de vis ta que más me conviene
aunqu e, en realid ad, éstas son alguna s de las intenc iones más usuale s que motiv an a los interlo cutore s a embar carse en la intera cción dis cursiva. La teoría de los actos de habla es, por lo tanto, insu f iciente mente explic ativa y, ademá s, yerra en la apreci ación de cómo intera c túan las conve ncione s comu nicativas con los contex tos situac ionale s más habitu ales (véase Cohen , 1 97 8 : 26). 9. Sobr� el proble ma de la intenc ionali dad, Paul Grice ( 1 975, 1978) 3 aporto el enfoque más ampli o de los que se había n presen tado hasta es � mome nto. Gr� ce propu so la existe ncia de un princi pio de _ cooperac 1 0n que se mamfiesta en una serie de <
1 979
!NTENCIONALIDAD
INTRODl'CCIÓN A LA LINGÜÍSTICA
1 76
de estos planteamientos. El diálogo siguiente muestra una violació n de ese principio cooperativo (Carro!!, 1 960: 80 y ss.): [99]
-¿Cómo entraré? -repi tió Alicia en voz alta. -Yo estaré sentado aquí -subravó el lacayo- hasta mañan a o quizás hasta pasado mañana. -¿Cómo entraré? -volvió a preguntar Alicia, ahora en un tono más contundente. -¿Tienes que entrar sea como sea? -repuso el lacayo-. Eso es lo primero que deberías de preguntarte, ¿no'?n [ . . . ] Estaré sentado aquí, durante días y días. -Pero ¿y yo? -i nsistió Alicia-, ¿qué voy a hacer? -Todo lo que se te antoje -contestó el lacayo, y se puso a silbar
[ 1 00]
DYSART: Bien, ¿has tenido un buen viaje? Espero que al menos te hayan dado el desayuno en el tren. Aunque no hay comparación po sible entre la comida que s irven en los ferrocarriles británicos y la de aquí . (Alan lo mira fijamente.) DYSART: ¿No quieres sentarte'? (Silencio. Alan no quiere sentarse. Dysart consulta su archivo.) DYSART: ¿Tu nombre completo es AJan Strang? (Silencio.) DYSART: Naciste en el año sesenta y uno, ¿es correcto? ¿En el se senta y uno? .. ¿Y bien? ALAN: Es el cola-cao desayuno y merienda ideal. Lo toma el futbo lista para meter goles, también lo toman los buenos nadadores. Sí lo toma el ciclista, se hace el amo de la pista y si lo toma el bo xeador, pom pom, golpea que es un primor.
ACEPTABILIDAD
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Las interacciones discursivas de este tipo reflejan magníficamente ¡0 que sucede cuando uno de los p articipantes está perturbado men ralm ente, pero también cómo se viola la máxima de cantidad. 9.3. La máxima de CALIDAD tiene que ver con la sinceridad: <> . Esta máxima se aplica de un modo mucho más extremada mente riguroso en los textos científicos (véase IX. l O) que en la con versación cotidiana, aunque en ésta sea lo normal entender que decir la verdad es casi una obligación social. El incumplimiento de la má xima de sinceridad puede estar motivado por la intención de, por ejemplo, ocultar algo que se ha hecho mal, como sucede en la situa ción siguiente (extraída de Tom Sawyer; Twain, 1 92 2 : 2 ) : [101]
En este fragmento, la actitud anticooperativa de rechazo del laca yo a aceptar el plan de < bloquea la posibilidad de que Alicia lleve a cabo sus intenciones. 9.2. La máxima de CANTIDAD se formula como «haga que su con tribución a la conversación sea, teniendo en cuenta los objetivos del intercambio, tan informativa como sea necesario (pero no más infor mativa de lo requerido) >> . Es de suponer que ser « informativo >> i nclu ye transmitir a un interlocutor información novedosa o impredecible cuando sea oportuno hacerlo. Sin embargo, ello no siempre sucede así. Por ejemplo, en el fragmento extraído de un guión que aparece se guidamente (Shaffer; 1 976: 2 1 y ss.), Alan rechaza ser informativo, pri mero refugiándose en el silencio y después cantando un anuncio tele visivo a Dysart, un psiquiatra:
Y
-¿ Qué hacías ahí dentro ? -Nada. -¡ Cómo que nada! Mira tus manos. ¡Y mira tus morros ! ¿Qué es esa porquería? -No lo sé, tía. -¿Ah, no? Yo sí sé lo que es. Es mermelada, eso es lo que es. Te he dicho cuarenta veces que si no dejabas en paz esa mermela da, te zunaría. Tráeme la vara inmediatamente.
9.4. Grice formuló la máxima de RELACióN de una manera espe cialmente escueta: «sea relevante>> . La relevancia tiene que ver; por lo menos, con dos aspectos: a) qué tipo de conocimiento guarda relación con un tema determinado y b) qué clase de conocimiento será útil para alcanzar cierto objetivo. En las últimas i ntervenciones del diálo go [99] entre Alicia y el lacayo se violan ambos aspectos. En el frag mento conversacional [90] entre Holmes y Watson, si bien la referen cia a las 'ostras' es irrelevan te con respecto al tema en el que está interesado Watson, sin embargo es altamente relevante para la conse cución de la meta de Holmes ( fingir que está delirando). Todavía pue de aducirse un caso más de irrelevancia intencionada con el objetivo de desviar el discurso hacia una dirección imprevista, como sucede en este i ntercambio o ído por casualidad en el campus de la Universidad de Florida: [ 1 02]
¡ Es terrible encontrarse con God t he King [Dios, el Rey] ! EsTUDIANTE: ¿ Como cuando Godzilla se encuentra a King Kong? EVANGELISTA HACIENDO APOSTOLADO:
En esta interacción curiosa, el estudiante establece una asociación inusitada entre expresiones lingüísticas superficiales (God y Godzilla; Ki11g y King Kong) que, en realidad, no guardan relación alguna entre
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sí (a excepción de la fonética). De esa manera, el estudiante asocia las palabras del predicador con una película japonesa de monstruos de se rie B de los años sesenta, � n la q� e el mí�ico gorila gigante King Ko ng se enfl enta con una especre de dmosauno enorme llamado Godzi lla .-+ Quizás el estudiante considerase la observación del evangelista, pro fe. ricla a voz en grito en medio de un parque y dirigida a nadie en par tiCLdar; como una violación de la máxima de I elevancia en sí mis ma e inten tase, pese a todo, hacerla coherente, interpretándo la a partir el� su conocimiento personal del mundo; aunque lo más probable es que el estudiante sólo estuviese bromeando: incluso en ese caso, su bro ma estaría basada en una burla de la máxima de relevancia. Lo cierto es que, habi tualmente, los participantes en la situación discursiva suelen esforzarse en ser relevantes, por ejemplo, como una manera de neu tralizar los posibles malentendid os o de minimizar las indetermi na ciones en lo que se dice. Acerca de esta cuestión, Tom lVlagner (en co municación personal a Wolfgang Dressler) aportó un fragmento de una carta recibida por los inspectores de un hospital público de Pitts burgh: [ 1 03]
No hay manera de que cobre mi pensión por invalidez. Tengo seis hijos. ¿ Puede decirme por qué?
Lógicamente , el productor del texto no pide una explicación de por qué tiene tantos hij os, puesto que esa cuestión no es relevante para realizar un trámite ante la inspección de salud pública (aunque sí es máximamen te relevante para un aspirante a pensionista) . 9.5. La máxima griceana de MANERA se refiere a los modos en que los textos pueden organizarse (internamen te) y comunicarse (externa mente) . Grice (en comunicaci ón personal a Robert de Beaugrande) re planteó la máxima originaria ( « Sea claro ») de la forma siguiente: «Ac túe de manera que las intenciones que usted tiene acerca de lo que va a decir estén expresadas con claridad». Esta reorientació n es cohe rente con el enfoque que tenía Grice sobre el significado intencionad o (citado en VL6), al cual se le añade ahora una condición de claridad (véase II.6). Las mismas objeciones que se hicieron a esa teoría pue den aplicarse de nuevo a esta máxima, es decir; que las intenciones in dividuales no pueden invalidar completam ente la convención social, si bien es cierto que l a convención es un parapeto muy adecuado para disimular las intencione s (véanse los ejemplos [90], [9 1 ], [97], [98], [ 1 0 1 ], [ 1 09] y [ 1 3 9]). 9.6. La máxima de manera incluye otra precisión: «evite ser os curo en su modo de expresarse ». Desde este punto de vista, podría 4.
1 \: T E\:CIO\:ALIDAD
1 :\TRO D l C C IÓ\: A LA Llt\GL' ÍST IC\
«!Ung Kong contra Godzilla» (! 963)
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aparecer un obstáculo potencial para l a comunicación, n o ya e n el proceso mismo de selección de los elementos lingüísticos que se vayan a emplear, sino en la fase de proyección del contenido seleccionado y organizado sobre la expresión superficial (véase III.23) . Ya se demos tró en [92] que la intención de transmitir conocimiento y de alcanzar una meta podía frustrarse debido a que ambos participantes utili zab an expresiones oscuras desde el punto de vista de su interlocutOJ respectivo . No obstante, también es cierto que un productor textual podría tener algún motivo justificado para ser oscuro, por ejemplo in tent ar parecer erudito. Una muestra de ello la o frece el maestro de es cuela Holofernes cuando imita el estilo de habla de otra persona (El amor es una pérdida de tiempo, \1. 1 7 y ss.): [ 1 04]
Retomó el hilo de su refinada verbosidad en la expresión de sus ar gumentos y dijo: «Abomino de semejantes fantasmagorías fanáticas y detesto a todos esos compañeros insociables y un punto fanta siosos; son como dolores de ortografía.»
Otra motivación para expresarse de manera oscura sería las venta jas que la oscuridad reporta a quien posee poder de algún tipo. La pro verbial oscuridad de expresión en las leyes fiscales es una fuente de in gresos excepcional para los gobiernos (Neue Westfiilisclze Zeitung, 8 de mayo de 1 979): [ 1 05]
De acuerdo con Hubert Mockershoff, presidente del Consejo Fede ral de Hacienda, las apmximadamente 90 leyes y 1 00 regulaciones de impuestos son, en ocasiones, tan complicadas e i ncomprensibles que los ciudadanos que las pagan no pueden saber realmente en qué consisten.
9.7. La tercera parte de la máxima de manera recomienda que se «evite la ambigüedad» . Aunque existen muchas expresiones en las len guas naturales que tienen sentidos diferentes según en qué contextos se empleen, la ambigüedad sólo se activa cuando el receptor no logra decidir cuál es el sentido que intentaba comunicar realmente su in terlocutor (V. l ) . Si el productor textual pretende de manera intencio nada que su expresión tenga, de hecho, múltiples sentidos, entonces puede hablarse de «polivalencia» (V. 1 ). Mientras que el procesamien to de la polivalencia es indudablemente muy costoso, la ambigüedad le añade la penalización adicional de que el receptor puede estar em pleando un esfuerzo significativo de procesamiento en una interpreta ción equivocada, que no coincida con la intención del productor, y que, además, no sinra en absoluto para nada. Por consiguiente, los i n terlocutores suelen apresurarse para eliminar la ambigüedad median-
I['.; TE"C IONALIDAD
r:-;TRODUCCIÓ� A LA LINGUÍSTICA
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te acciones regulativas, habitualmente parafraseando el contenido sos pechoso en otro formato que no plantee problemas de interpretación. En el intercambio siguiente entre un empleado de ferrocarriles y un usuario (Allen, 1 979: 3 ) [ 1 06]
USUARIO: ¿Cuándo pasa el tren de Wi ndsor? EMPLEADO: ¿El que va a Windsor? USUARIO: SL EMPLEADO: A las 1 S' 1 S
la pregunta inicial del usuario es incuestionablemente ambigua, ya que en esa si tuación no se sabe a ciencia cierta si tiene la intención de averiguar si el tren <> Windsor. El empleado opta por reformular la parte problemática de la pregunta en un formato de sambiguado. En circunstancias normales, los i n terlocutores están lo suficientemente motivados como para intentar suprimir los elementos ambiguos de la manera más eficaz de la que sean capaces. La persis tencia de la ambigüedad puede desanimar a quienes participan en la interacción comunicativa. 9.8. La cuarta parte de la máxima de manera recomienda que el productor textual <> . La submáxima de brevedad se refiere a la cantidad de elementos que se empleen en decir algo (Grice, en co municación personal a Robert de Beaugrande) . En el fragmento dis cursivo del alguacil Dogberry recogido en IV. l 9 se m uestra la violación de la máxima de brevedad: se repite varias veces que los prisioneros han 'cometido perjurio'. No es sorprendente que la comunicación se quebrante a causa de esta violación (Mucho ruido y pocas n ueces, V. 2 34) :
[ 1 07]
PEDRO: Este sabio alguacil es demasiado artificioso como para que yo pueda entenderlo.
Después de todo, el alguacil Dogberry estaba intentando ser comu nicativo, aunque su incontenido deseo de imitar el lenguaje legal trai cione continuamente esa sana i ntención (véase IV. l 9) . 9 . 9 . La última parte de la máxima d e manera sugiere que el pro ductor textual <>, es decir, que <> (Grice, en comunicación personal a Robert de Beaugrande) . Un ejemplo obvio de cumplimiento de este requisito lo ofrecen las ESTRATEGIAS DE ORDENACIÓN ESTANDARIZADA del discurso que incluye acontecimien tos y situaciones, es decir, la expresión lingüísti ca que reproduce icónicamente la secuencia temporal en la que las co sas suceden (véase VII . 1 8 . 2 ) . En un experimento en el que se expuso a un grupo de sujetos a la lectura del fragmento siguiente:
[ l OSa]
Y
ACEPTABI LIDAD
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El cohete despegó más y más rápido y luego fue ascendiendo cada vez más lentamente
resulta muy significativo que el cuarenta por ciento de los lectores re memoraron el fragmento en el orden lógico de la secuencia temporal estandarizada siguiente: [ 1 OSb]
El cohete despegó lentamente y luego fue ascendiendo cada vez más y más rápido.
El favorecimiento de las estrategias de ordenación estandarizada del discurso refleja sin duda el hecho de que los lectores procesan y almacenan con una facilidad mayor un formato conceptual lógico: l a mente ha d e realizar un esfuerzo muy superior cuando busca un modo de organización discursiva no convencional. 9. 1 0. Lo que le interesaba especialmente a Grice con respecto a sus máximas es que proporcionaban la base para construir un enfo que de la IMPLICATURA CONVERSACIONAL, es decir, del conocimiento transmitido cuando los i nterlocutores « implican, sugieren, quieren decir; etc.>> algo distinto de lo que literalmente <> ( Grice, 1 97 5 : 43). Si los interlocutores cumplen e l principio d e cooperación y res petan las máximas de cantidad, calidad, relación y manera, resulta sencillo determinar qué es lo que intentan transmitir mediante sus contribuciones a la conversación. Ahora bien, cuando los i nterlocuto res <> o <> una máxima, o s implemente la « ignoran>> , surgen las implica turas conversacionales propiamente dichas ( Grice, 1 97 5 : 49). Por esa razón, en el ejemplo [99] las contribuciones no cooperativas del laca yo llevan a Alicia a concluir que es <> (Carroll, 1 960: 8 2 ) . En el ejemplo [ l OO], Alan transmite la implica tura de que no tiene intención de dar ningún detalle de sí m ismo, ni s iquiera el más trivial. En el ejemplo [ 1 O 1 ] , los enunciados de Tom implican que ha estado efectivamente haciendo algo prohibido. En el ejemplo [ 1 02 ] , l a expresión del estudiante parece sugerir que e l predicador se está ocupando de ideas tan tontas e i nsustanciales como esas películas sensacionalistas de monstruos. En opinión de Grice ( 1 97 5 : 5 1 y ss. ) , l a conclusión está clara: antes d e abandonar la suposición d e que el discurso de nuestro i nterlocutor intenta ser coherente, informativo, relevante y cooperativo, cualquier participante en una conversación preferirá sin duda, en circunstancias normales, i nferir contenidos no expresados l iteralmente que salvaguarden, a pesar de las apariencias en contra, la vigencia del principio de cooperación y de las máximas conversacionales.
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rc-;TRODCCClOc-; .-'\ L.-'\ LI\:GUÍSTICA
1 0 . Indudablemen te, las máximas de Grice poseen un rango ex plicativo superior al de las tipologías de los «actos de habla» cons truidas por Austin y Seade. En el seguimiento de las máximas, los productores textuales no se están comprometiendo personalmente a realizar determinadas acciones especiales bajo ciertas condiciones es tablecida s de maneJa convencionaL Por el con trario, simplemente intentan comunicarse con sus interlocutores evitando esfuerzos y malentendidos innecesarios. La aplicación de las máximas sería un caso de PROCEDIMIENTO DE ADECUACióN: los materiales discursivos habi tuales se procesan de acuerdo a procedimien tos convencionales (véa se IIL 1 9) . No obstante, como se ha podido comprobar anteriormente, las intenciones del productor textual pueden conducirle a violar las máximas cuando ello le parezca conveniente (un hecho que hace evi dente que el criterio de <
Jc-;T Ec-;C l00:ALIDAD
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AC EPTABILID.-'\0
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ADEC UACióN (que sitúa las acciones e n una secuencia planificada)
(véa se IIL 20 y VI.2 0) . 1 2. En la agotada tradición del conductismo (véase, por ejemplo, Watson, 1 930), ;e consideraba que el organismo humano era una es pecie de mecanismo que continuamente «respondía>> a los «estímulos >> de su entorno. Las teorías conductistas del lenguaje (Skinner, 1 957) y del signi ficado (Quine, 1 960) se construyeron sobre ese prejuicio. Una de las muchas capacidades humanas no sólo ignoradas, sino también abo lidas por el enfoque conductista, fue la PLANIFICACióN, es decir, la habilidad para prever estados futuros alternativos al presente y para maniobrar de manera adecuada hacia la consecución de la meta de seada.s Puesto que los planificadores humanos no son habitualmente ni omniscientes ni todopoderosos, resulta lógico que sean sensibles y reaccionen ante las sucesivas m utaciones de las condiciones ambien tales. Ahora bien, incluso teniendo en cuenta este factor; el planifica dor humano que reacciona ante un «es tímulo >> externo determinado, de hecho lo está procesando desde el punto de vis ta de las implica ciones que tenga en cuanto a la consecución de sus propios planes . 1 3 . Puede especularse con la idea de que la mente humana está dotada con lo que podría denominarse UMBRAL DE ACTIVACióN DE PLA NES. Este umbral representaría idealmente el grado mínimo de cono cimiento requerido sobre posibles estados futuros que estimule la confianza del sujeto de tal manera que ponga en marcha un plan. En este sentido, cuando un estado futuro deseable se vislumbra tan i n cierto como para que su consecución pueda fracasar; se considera que el planificador tiene ante sí un PROBLEMA, en el sentido que se da a esta noción en III. 1 7 . De ahí que las actividades de planificación puedan conceptualizarse como un tipo elaborado de protocolo de resolución de problemas aplicado a la previsión de la actividad de un planifica dor que quiere alcanzar una meta en una situación inmersa en una evolución continua. Para formalizar m ínimamente este planteamiento puede considerarse que el plan arranca en un ESTADO INICIAL a partir del cual se ponen en marcha las decisiones sucesivas. Por supuesto, ha de asumirse, como un VALOR POR DEFECTO, que el ESTADO META es de seable desde el p un to de vista del planificador (véase Beaugrande, 1 979a, l 980d). 1 4. La cantidad y la intensidad de la actividad planificadora pue de variar de acuerdo con varios factores: a ) la probabilidad o la im probabilidad de alcanzar una meta, b) la presencia o la ausencia de 5. El trabajo "pivote" de Míller, Galanter y Pribam ( 1 9ó0) inauguró una fase de transición entre la perspectiva conductista del estímulo/respuesta :.· la teoría moderna de los planes. Este modelo i n· termedio preveía que eJ organismo inmerso en el entorno <:realizaba pruebas)> hasta que alcanzaba la meta que se había propuesto
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1 '-:T RODCCC!Ó'-: A LA Ll!\G L'Í STICA
convenciones sociales estables pa1a conseguir una meta, e) la posible interferencia de contra-planes (otros agentes cuyas metas entren en con flicto con las del planificador), y d) el nivel de planificación re querido, por ejemplo, en la elección en tre la modalidad a corto plazo o a largo plazo (dependiendo de la cantidad de pasos necesario s que se hayan de recorrer para llevar a cabo un plan determinado). En la vida cotidiana de los seres humanos surgen problemas, como por ejemplo «tener apeti to», que se intentan resolver mediante planes con vencionalizados en los que basta con que el sujeto dé ciertos pasos ya previstos en un PAPEL (entendiendo por « pape],, un marco de acciones y de características prototípicas y predecibles) dentro de una situación bien estructurada. Schank y Abelson ( 1 977) emplearon la denomina ción de GUióN para referirse a este tipo de planes convencionales (véase V. l 6) . Su conocido «guión del restaurante» prevé la existencia de papeles para el cliente, el camarero, el cocinero y el cajero. Cual quier sujeto que tenga dinero puede resolver su problema de apetito ejerciendo el papel de cliente en un restaurante. Una vez que ha to mado esa decisión, no será necesario que desarrolle ningún plan en especial, m ás allá de adoptar algunas decisiones secundarias, como la de elegir un plato de entre varias alternativas posibles (de hecho, cual quier tipo de comida satisfaría el plan principal). 1 5 . Robert Wilensky ( 1 978a y b ) señaló, no obstante, que la ma yor parte de las situaciones en las que habitualmente se ve envuelto el ser humano en su vida cotidiana aún no se han descrito de una ma nera aceptable. Wilensky sugirió, además, que los seres humanos uti lizan estrategias poderosas y flexibles para descubrir qué planes tie nen sus interlocutores, a pesar de las acciones de disimulo que éstos lleven a cabo. Aunque la mayor parte de los trabajos de Wilensky, Schank y Abelson se ocupan de la recepción y del procesamiento de los textos relacionados con las acciones (es decir� de las acciones in mersas en los mundos textuales), no sería muy descabellado conside rar que este tipo de investigación puede ser m uy relevante también para el estudio de la intencionalidad en los procesos de producción textual. De hecho, siempre que el productor textual esté i n tentando encaminar la situación hacia una meta, puede considerarse que esa ACCIÓN DISCURSIVA, que sirve para modificar una situación determina da (VI. l l ), no es otra cosa que un plan. Este tipo de actividad podría conceptualizarse como DIRIGIR LA SITUACióN comunicativa, mientras que la simple reacción ante una si tuación mediante la descripción me diatizada subjetivamente de las supuestas evidencias disponibles en la realidad podría entenderse como una iniciativa para RECONDUCIR LA SITUACióN (véase VIII. l y ss., e n donde se presenta una argumentación adicional).
1:-.iTE:'JCIO:'JALIDAD
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1 6. Puesto que e l discurso puede definirse como una situación o una secuencia de acontecimientos en la que varios participantes pre se ntan textos, a modo de acciones discursivas, puede considerarse que ]a comunicación mediante discursos es un caso de PLANIFICACIÓN INTE RACTIVA (véase Bruce y Newman, 1 978). Considérese, por ejemplo, un plan que exigiese la inducción de creencias en la mente de los inter loc utores, de manera que éstos fuesen útiles para la consecución de las metas egoístas del productor textual. Acometer ese plan sería pro blemático si las creencias que se intentan imbuir fuesen contrarias a las evidencias disponibles en la situación real o si no estuvieran basa das de ningún modo en evidencias. [ 1 09 ] [ 1 ] [2] [3] [4] [5] [6] [7 ]
[8]
[9] [ l O] [11] [ 1 2] [ 1 3]
-¿Le parecen guapas mis sobrinas? -le susurTó su afectuosa tía al señor Tupman. -Me lo parecer·ían si no estuviera presente su tía -respondió con celeridad el pickwickiano, con una mirada apasionada. -Ah, qué malo es usted; ahora en serio, si mis sobrinas tuvieran un tipo un poco mejor, ¿ no cree que serían unas chicas guapas . . . ? Si no hubiese mucha luz, claro. -Sí , creo que lo serían -dijo el señor Tupman, con cierto aire de i ndiferencia. -Oh, qué pillín; ya sé Jo que iba a decir. -¿Qué? -preguntó el señor Tupman, que precisamente no pensaba decir nada en absoluto. -Iba a decir usted que Isabel camina un poco encorvada ... ya sé que iba a decirlo . . . ustedes los hombres son muy obser vadores. Bueno, es verdad; no se puede negar; y lo cierto es que si hay algo que desde luego afee a una chica es que camine en corvada. Muchas veces le digo que cuando sea un poco más mayor se volverá espantosa. ¡Ah, qué pillo es usted! El señor Tupman no tenía i nconveniente alguno en adquirir semejante reputación a un precio tan barato; de modo que puso cara de ser un entendido en la materia, y sonrió misteriosa mente. -¡Qué sonrisa tan sarcás tica! -dijo la solterona, con admiración-. Le aseguro que tengo verdadero miedo de usted. -¡Miedo de mí! -Usted no puede ocultarme nada; s é muy bien Jo que quiere decir esa sonrisa. -¿Qué? -dijo el señor Tupman, que no tenía ni la más remota idea de Jo que pudiera significar su sonrisa. -Usted quiere decir -dijo la amable tía, bajando aún más la voz si cabe-, usted quiere decir que no cree que sea tan malo que Isabel se encorve como que Emily sea tan a trevida. ¡ Es cierto que ella es a trevida! No se puede usted imaginar cuánto me duele a veces que sea así: le aseguro que, en oca-
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1 :\T RODLCCIO:\ A LA LI:\GL i STIC..; siones, me hace llorar horas seguidas por esa razón ... Mi her mano es ran bueno v ran i nocente que no se da cuenta; si se diese cuenta, es tov- segura de que se le partiría el corazón. Me gustaría poder cre er que se trata sólo de una pose pasajera . . . es p ero que lo sea. -En ese momento, la afligida tía lanzó un pro fundo suspiro y sacudió la cabeza con desaliento.
1 7. La primera acción discursiva del fmgmento [ 1 09 . 1 ] es una P REG UNTA aparentemente simple (véase VIII . 1 0), pero con ella la tía
quie1 e, en realidad, averiguar de qué manera intentará el señor Tup man RECONDUCIR la situación. Su entonación 'susurrante', además, in dica que espera oír una respuesta que dejaría consternadas a sus so brinas si pudieran escucharla. No obstante, la réplica del señor Tup man [ 1 09.2] hace evidente que, en principio, se siente inclinado a ser cooperativo y se presta a sufrir la persecución amorosa a que quiere someterle la tía, aunque también se muestra inquieto a la vez porque siente como si estuviese de hecho enjuiciando indiscretamente a las sobrinas delante de su tía. Incluso llega a sugerir que existen eviden cias objetivas en la realidad como para que le « parezcan guapas». Alarmada quizá por el atrevimiento de haber realizado una pregunta tan directa, la tía inmediatamente aduce una evidencia desfavorable que le quite hierro al asunto: las formas cor·� orales no e�cesiva �1 �nte acrraciadas de sus sobrinas que, aunque meJorasen de ftgura, umca �ente serían 'agradables' en condiciones de insuficiente iluminación [ 1 09.3] . Pero, en el fondo, las críticas de la tía enmascaran una mo dalidad de defensa, un intento de minimizar un defecto para no lla mar en exceso la atención sobre él (se trata de la puesta en práctica de un plan de ocultación ) . La respuesta del señor Tupman [ 1 09.4] es, de nuevo, sólo parcialmente cooperativa: simula no verbalmente 'indi ferencia' hacia las sobrinas, aunque su respuesta verbal sea todavía un 'sí' sin restricciones. Q uizás el señor Tupman se haya sentido compro metido con la evidencia objetiva de la fealdad irremediable de las so brinas de una manera tan enternecedora que incluso podría ablandar el casi irremisiblemente gélido corazón de un conductista. 1 8 . En VIII. 1 9 se sugirió una estrategia de acción discursiva en caminada a controlar las situaciones comunicativas. De acuerdo con esta estrategia, si el receptor rechaza o desaprueba un movimiento de control determinado, éste ha de ser reemplazado por una versión me nos MEDIATIZADA subjetivamente del mismo, es decir, por una versión que se base lo más directamente posible en las evidencias objetivas reales dispon ibles en la situación. No obstante, en el ejemplo [ 1 09] su cede justo lo contrario: la respuesta del señor Tupman [ 1 09.4] no está mediatizada subjetivamente lo suficiente como para que contrarreste
1:\TE:\CIO:\ALIDAD
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ACEPTABILIDAD
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con eficacia l a evidencia negativa aportada por l a tía. Por l o tanto, l a tía hará efectiva una serie d e acciones encaminadas a reemplazar las operaciones de control del señor Tupman con versiones medi � tizadas subjet ivamente conducentes a favorecer el avance de su prop1o plan. El primer paso que dará la tía consistirá, simplemente, en re�hazar el movimiento de indiferencia del señor Tupman en [ 1 09.4] a firmando «ya sé lo que iba a decir», al mismo tiempo que alaba sus habilidades perceptivas y cognitivas llamándole 'pillín' [ 1 09 . 5 ] . En efecto, la tía le atribuye al señor Tupman una acción discursiva premeditada en [ 1 09.6] que él no tenía la menor intención de llevar a cabo. Una vez que la tía ha advertido que el señor Tupman, por lo que pa: ·ece, s e . presta a sus insinuaciones, a partir de ese momento ella se s1ente l t bre para suministrar material discursivo de su propia cosecha para continuar la interacción a su gusto. Vale la pena analizar los pasos que se siguen en la reevaluación miniaturizada de las evidencias objetivas disponibles en la situación que se realiza en [ 1 09.7]. La tía arranca s u argumentación co n la idea principal de que 'Isabel camina encorvada', e i nmediatamente elogia los poderes de 'observación' del señor Tup man. Éste, desde luego, estará de acuerdo c o n que esa suposición e s ineludible para cualquier persona en su sano juicio que sopese la evi dencia; en cualquier caso, rechazarla equivaldría a automenospreciar su propia perspicacia. Los dos pasos siguientes que da la tía son sen das reafirmaciones ('bueno, es verdad', 'no se puede negar') en previ sión de que el señor Tupman sienta alguna inclinación a disentir. El paso cuarto conduce a una elevación del defecto de la sobrina a � n ni vel abstracto en 'lo cierto es que si hay algo que afee a una ch1ca es que camine encorvada'. La culminación de la táctica de la tía se al canza cuando ésta afirma que su sobrina será «espantosa» si sigue así de encorvada cuando se haga mayor ('cuando sea un poco más ma yor. . . ', aquí 'poco' presupone que sucederá próximamente); esta tácti ca resuelve el problema de que la sobrina no es 'espantosa' en el mo mento presente, aunque pueda serlo en el futuro. El remate final con siste en halagar por segunda vez la perspicacia del señor Tupman con el fin de asecrurarse su cooperación: se trata de un ejemplo de repeti ción discur;'iva al servicio de la reafirmación de un punto de vista (véase IV. l 3). 1 9. Como era de esperar; el señor Tupman 'no tiene i nconvenien te alguno' en parecer más astuto de lo que en realidad es [ 1 09.8]; au � que no tenga nada que añadir a la cualidad aduladora que se le atn buye, la asume simulando la expresión facial de ser un 'entendido' en materias femeninas. Naturalmente, la tía está dirigiendo la situación hacia la consecución del éxito de la primera fase de su plan. A conti nuación, realizará los mismos pasos de nuevo y empezará desacredi-
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tando a su segunda sobrina con las mismas tácticas que le han fun cionado anteriormente de una manera tan fructífera. 6 De nuevo, la tía se aferra a un ligem rasgo facial ('la sonrisa') para atribuirle al señor Tupman la premeditación de un plan de control de la situación [9. 1 1 , 1 3] , aunque, como en la ocasión anterior; él no tenga en realidad las intenciones que le supone la tía [ 1 09. 1 2] . En esta ocasión, mediante el halago a sus habilidades mentales, la tía le da la razón sobre lo que ella cree que él está supuestamente pensando. La tía construye su ac ción discursiva [ 1 09. 1 3] paso a paso, de manera análoga a la que ya utilizó en [ 1 09.7]. La tía parte de la idea de que es preferible el 'en corvamiento' de Isabel al 'atrevimiento' de su sobrina Emily (e, inten cionadamente, reafirma una vez más la idea de que 'Isabel camina en corvada'). Como en su intervención anterior; la tía continúa con una reafirmación ('es cierto que ella es atrevida'), fingiendo estar de acuer do con la supuesta opinión del señor Tupman sobre su sobrina. Para hacer que este rasgo potencialmente inofensivo parezca lo suficiente mente lamentable, la tía guía su propia respuesta para que parezca que se trata de la respuesta que su hermano (el padre de Emily) daría si éste se 'diese cuenta' de la situación. El 'dolor' que ella siente (que le hace 'llorar horas seguidas'), y el hecho de que a su hermano 'se le partiría el corazón' si se enterase de lo que sucede en realidad, ampli fican el defecto de su sobrina hasta alcanzar una magnitud que úni camente a una persona 'buena' e 'inocente' le sería posible pasar por alto (es decir� a alguien incapaz de darse cuenta de que el demonio está pasando por su lado). En este punto, la tía guía la situación de manera propicia para sus intereses, presentando la falta de compe tencia de su hermano como una simple ceguera (como un no 'darse cuenta' de la realidad que existe a su alrededor). En ese momento la t ía reanuda su aparente acción de defender más que difamar a su so brina diciendo que 'desea' y 'espera' que su defecto se deba al segui m iento de una moda efímera (que sea 'sólo una pose pasajera') y no algo profundamente enraizado en su forma de ser. No obstante, su uti lización de los tiempos verbales ('me gustaría poder creer', 'espero que lo sea') sugiere indirectamen te que lo que ella espera y desea es todo lo contrario a los hechos que se presentan en la realidad (véase IV48). Su comportamiento no verbal, su 'suspiro' y su 'sacudir la cabeza', han de entenderse, de igual manera, como una justificación de su senti miento de desaliento. Adviértase, además, que esa manera de terminar su intervención comunica simultáneamente la idea de que ella es muy bondadosa en el juicio de los actos que realizan los que le rodean, salSi un plan funciona bien y se aplica automáticamente, se denomina GUIÓ!'( (véase V. l 6). El plan de Toro Sawyer de intercambiar con otros muchachos sus pertenencias a cambio de tener el « privile gio" de pintar una valla, a fuerza de repetirse, se convirtió en un guión (véase VIII.27)
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vaguardando así su propia imagen mediante el procedimiento de ale ja r de sí cualquier sospecha de estar abrigando intención alguna de di · fa mar. 20. El ejemplo anterior demuestra cómo la tía DIRIGE una situa ci ón comunicativa aunque, en realidad, únicamente pretendiera RE coNDUCIRLA (véase VII L 1 ). La capacidad de convicción que tiene su discurso ficticio se debe, con toda seguridad, a su habilidad para con seguir; mediante la ejecución de un plan de adecuación, que los com ponentes textuales de su discurso vayan cumpliendo los pasos de su plan. La presencia de algunas perturbaciones en la coherencia discur siva como, por ejemplo, la asignación de un significado complejo y elaborado a una sonrisa probablemente inintencionada, así como la violación de la máxima de CALIDAD (véase VL9.3), no i nvitan a consi derar que su discurso sea inaceptable, puesto que esas perturbaciones se justifican como acciones intencionadas encaminadas hacia la con secución de una meta premeditada. 2 1 . E n I. 1 5 y SS . , s e introdujo l a noción de ACEPTABI LIDAD, en tendida como la actitud que acostumbran a adoptar los receptores textuales durante la interacción comunicativa. En el sentido más in mediato del término, los receptores textuales suelen ACEPTAR que una determinada configuración de elementos lingüísticos sea un texto cohesionado y coherente, susceptible de ser utilizado comunicativa mente. Al igual que sucede con la intencionalidad, el concepto de aceptabilidad i ncluye una zona de TOLERANCIA con respecto a las posi bles discontinuidades o a las perturbaciones menores que puedan dar se en la interacción comunicativa, como se ilustra en el ejemplo [ 8 5 ] , si bien en [90] (véase VI.2 y s s .) s e demuestra que l a continuidad dis cursiva también puede restablecerse mediante la aplicación de un pro tocolo adecuado de resolución de problemas (véase III. 1 4 y ss.) . Si se identifica la aceptabilidad con la «habilidad que manifiestan los re ceptores textuales para inferir instrucciones de funcionamiento a par tir de los enunciados» (Jorg y Hormann, 1 978: 76), entonces parece evidente que en el texto, y en la situación en la que éste aparece, han de figurar; aunque sea de una manera implícita, esas « instrucciones» (véase Schmídt, 1 97 1 b, 1 973, y Weínrich, 1 976). 2 2 . La importancia enorme que tiene el fenómeno de la acepta bilidad se advierte de manera inmediata cuando se está realizando una investigación sobre qué procedimientos pueden seguirse para eva luar la calidad de una « gramática» , entendida como el conjunto de to das las oraciones posibles permitidas en una lengua determinada (véase II.27). En apariencia al menos, parece que uno de los procedi mientos de evaluación más fiables consistiría en presentar l istas de oraciones a i11{ormantes (hablantes nativos que aplican sus conocí-
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mientas de uso de su lengua materna en la consideración de mues tras lingüísticas) para que juzgasen si son «gramaticales ,, o si son «agra maticales )) " Una «gramática'' que superase esa prueba cumpliría el re quisi to de generar únicamente oraciones gramat icales y de excluir las que no lo son . Este requ isito, que no suelen cumplir las escuelas gra maticales tradicionales, es enormemente económico, puesto que ex cluye expr esamente vastísimas series de oraciones que « nunca a nadie se le ocurrirá forman' (Quirk y Svartik, 1 966: 9 y ss.). 23. Ahora bien, incluso en las líneas de investigación gramatical más antigua, se ha comprobado que la obtención de un juicio unáni me, o al menos uniforme, emitido por informantes acerca de una se rie de oraciones determinadas es casi imposible (véanse los artículos que se dedican a este tema en Sebeok, ed., 1 960). La investigación más reciente y exhaustiva sobre este asunto ha confirmado, más allá de toda duda, que la dificultad que se plantea en este punto es insalvable (véase Heringer; 1 970, Ringen, 1 975, Greenbaum, 1 977, Mohan, 1 977, y Snow y Meijer; 1 977). Lambek ( 1 96 1 : 1 67) señala sarcásticamente la disparidad de acti tudes y de criterios que suelen aplicar los informan tes durante los experimentos: « En un extremo, se sitúan quienes lla man oración a cualquier enunciado, esto es, a cualquier cadena de pa labras tanto si sale de la boca de un poeta como de la de un campesi no" En el otro extremo, se sitúan quienes juzgan que el 'canibalismo' es agramatical porque el hombre no pertenece a la clase de los ali men tos. '' Lambek está caricaturizando dos puntos de vista opuestos en el estudio del lenguaje: por un lado, a) la creencia de que todos los ele mentos lingüísticos que se tomen en consideración, sea cual sea su procedencia, pertenecen de la misma manera a la lengua, y, por otro lado, b) la creencia de que la gramática puede prever y especificar to das las relaciones posibles entre los elementos lingüísticos que com ponen una lengua con independencia del uso real . Con el objetivo de situarse en u n punto intermedio equidistante entre estas dos posturas contrapuestas, se ha instaurado como costumbre en lingüíst ica distin guir entre la gramaticalidad (aquello que está estipulado en una gra mática abstracta) y la aceptabilidad (aquello que realmente aceptan los i nterlocutores implicados en la interacción comunicativa). No obs tante, no parece claro que debiera existir una distinción tajante entre la gramaticalidad y la aceptabilidad. Por el contrario, debiera supo nerse que ambas propiedades han de tender a fundirse en una sola. También puede conjeturarse que donde existe, de hecho, una distin ción muy importante es entre los sistemas virtuales y los procedí· mientos de actualización (véase III. 1 2) . Como puede suponerse, si durante el proceso de realización verbal aparece una motivación apro piada, la hipotética organización de los sistemas virtuales deja de te-
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ACEPTA BIL!D.-\ D
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ne r una influencia decisiva en lo que se dice" Esta suposición sitúa el fe nó meno del lenguaje y de la comunicación muy lejos de los objetos de estudio prototípicos en las ciencias naturales y en las matemáticas ( véase el prefacio, punto 5 ) . 24. Par ece muy poco probable que las teorías del lenguaje que n sea plausibles ignor en la correlación entre las realizaciones verbales y los modelos hipotéticos. A continuación se presentan algunas refle ;\i ones conducen tes a intentar superar la aparente dicotomía estable c ida m tificialmente en tre la gramaticalida d y la aceptabilidad . Una práctica muy frecuente entre los lingüistas ha sido la de inventar y la de ju :-gar sus propias oraciones, es decir; la de convertirse en sus pro pio s mformantes (véase la crítica en Labov, 1 972: 1 99 , Ringen, 1 975, And erson, 1 976: 69, y Schlesinger; 1 977: 2 1 0). En opinión de Sidney Greenbaum ( 1 977: 4), «es incluso muy peligroso para un lingüista de pender de sus propias habilidades introspectivas como el único medio de obtenció � de datos: la exposición prolongada a una serie de ejem p los convementes para la demostración de las propias tesis es muy po . sible que acabe abotargando la capacidad del lingüista para emitir jui cios objetivos, estimulando que sus opiniones profesionale s que d en inevitableme nte maleadas por los prejuicios que impone su posición teórica'' · Abundando en esta crítica, Spencer ( 1 973) advierte que, en muchas ocasiones, los lingüistas emiten juicios muy diferentes sobre los m ismos datos que los que emiten los hablantes que no son lin güistas. Remachando el clavo, Snow y Meijer ( 1 977) sugieren que los lingüistas acaban desarrollando una habilidad especial, excepcional, que no poseen los usuarios normales de lenguas. Los experimentos realizados por Snow y Meijer demostraban que los lingüistas acos tumbran a estar de acuerdo entre ellos y suelen enjuiciar la aramati calidad de una secuencia en base únicamente a su organiza d ón sin táctica, sin tener en cuenta su contexto de uso. No obstante, los auto res de este manual han podido comprobar en multitud de ocasiones que muchos lingüistas, sobre todo los embarcados en polémicas con otros colegas, construyen ejemplos con un tan alto nivel de elabora ción que, al final, los acaban aceptando como gramaticales (y dianas de anális � s, por tanto), cuando en realidad se trata de oraciones0que los usuanos comunes de la lengua juzgarían absolutamen te absurdas.' 25. William Labov ( 1 969, 1 972) propuso una segunda manera de relacionar aceptabilid ad y gramaticali dad. Labov argumentó que las . 7" C� n1o ilustración muy significath·a de este fenómeno tón1ese en consideración una oración pa� s¡,·a del t1po: "la manzana fue comida por Juan» Parece bastante claro que una persona razonable no produciría se�1ejante secuencia, o que, por lo menos, no lo haría habitualmente, Desde este punto ele nsta, parece mco �_rrensible que muchos in\'estigadores empleen su tiempo intentando explicar cómo procesan esa orac10n unos hablantes que no tienen la menor intención ele producirla nunca
1 92
I'.;TRODLCC!Ó'.; A LA LIC\GL' ÍSTICA
divergencias de uso que se contabilizan en el interior de los diversos grupos sociales pueden explicarse únicamente gracias a la existencia de reglas variables, en las antípodas de las reglas estrictas e infal ibles que prevé la normativa. El enfoque de Labov introdujo la diversid ad y la variación como un valor en el interior de la gramática, evitando la apelación al socorrido recurso de distinguir entre lo que es «gram ati cal>> y lo que es «agramatical>> . En coherencia con este planteami e nto , dada la flexibilidad del sistema, los usuarios de una lengua que perte nezcan a un mismo grupo social pueden ponerse de acuerdo sin de masiados problemas en qué oraciones son o no son aceptables. Ahora bien, tal como se ha señalado anteriormente (véase VI. 2 3 ) , es, preci samente, el acuerdo en sí, del cual no se ocupa y cuya existencia da por supuesto Labov, lo que resulta tan difícil de explicar. 26. Existe una tercera manera de relacionar la «gramaticalidad» y la «aceptabilidad>> que, quizá, sea más pertinente que las dos pri meras. Consiste en en tender que la producción y la recepción de los textos (o de las oraciones) es una tarea que incluye operaciones PRO BABILÍSTICAS. Contemplada desde esta perspectiva, para algunos l in güistas, la gramática se convierte en una colección de instrucciones «difusas» . En consecuencia, el único criterio de adecuación gram ati cal posible, es decir; la única manera de evaluar si una secuencia está o no bien construida, es situándola en una escala graduada que m ide la gramaticalidad relativa (véase Lakoff, 1 97 3 , y Moham, 1 977). En opinión de otros lingüistas partidarios del enfoque probabilístico, un informante juzga como «gramatical>> cualquier oración para la que sea capaz de imaginar un CONTEXTO de aparición (Bolinger, 1 968, Mcaw ley, 1 976, y Snow y Meije1� 1 977). En consecuencia, la «gramatica lidad>> , en interacción con otros factores, se convierte en un deter minante parcial de la aceptabilidad . Así, por ejemplo, se ha podido comprobar fehacientemente que el orden en el que se presentan los elementos que componen las oraciones afecta de manera muy signifi cativa al juicio de gramaticalidad que sobre ellas emiten los infor mantes (véase Greenbaum, 1 97 3 ) De igual manera, los hablantes son más propensos a aceptar las oraciones integradas por expresiones que evocan con mayor facilidad imágenes mentales, debido a que, presu m iblemente, las imágenes ayudan a inventar contextos posibles en los que esas oraciones puedan insertarse (véase Levelt et al. , 1 977). Si se considera el caso de las oraciones conectadas discursivamente, no cabe la menor duda de que la gramaticalidad de cada una de esas se cuencias puede estar i nfluida por la estructura de las oraciones conti guas (véase Van Dijk, 1 977c); tal es el caso, por ejemplo, de las cons trucciones ELíPTICAS del tipo [60] y [6 1 ] que se analizaron en IV.33. Este tipo de consideraciones invita a pensar que la noción de acepta.
l '.;TE'.; C! O'.;AL! DAD
Y
.-\CEPTABILIDAD
1 93
bil idacl , tal como se está planteando en este capítulo, es sumamente útil para ofrecer un tratamiento adecuado no únicamente de los tex to s usados en situación comunicativa, sino también de las oraciones aisl adas artificialmente por los lingüistas. 27. No obstante, las correspondencias entre la intencionalidad y aceptabilidad son extremadamente complejas. Por ejemplo, los ha la blantes sometidos a tensiones o a la presión del tiempo suelen produ cir enunciados que, en circunstancias normales, difícilmente estarían dispuestos a considerar como oraciones aceptables; y, en el reverso de la moneda, en contextos conversacionales, los hablantes suelen acep tar enunciados de sus interlocutores que ellos nunca producirían (véa se Van Dijk, 1 977c). Se ha podido comprobar que, habitualmente, los hablantes no son conscientes de sus propios estilos de habla, o de los ele su propio grupo social, hasta el punto de que suelen sorpren derse extraordinariamente cuando escuchan grabaciones auténticas de ellos mismos y de los de su grupo (véase Bloom y Gumperz, 1 972 : 430). No hay qu � olvidar, tampoco, que, en muchas ocasiones, los ha blantes vuelven sobre sus enunciados y los « reparan>> si los juzgan como i nsatisfactorios (véase Schegloff, Jefferson y Sack, 1 977). En ese mismo sentido, los hablantes pueden modificar sus estilos ele pro ducción textual con el objetivo de simular determinados papeles so ciales en diferentes situaciones, a causa de la falta de marca social de ciertas opciones lingüísticas (véase Ervin-Tripp, 1 972, Fishman, 1 972, y Tyler; 1 972). En vista de todas estas consideraciones, de nuevo pare ce i neludible llegar a la conclusión de que difícilmente se p uede des cribir o explicar un fenómeno lingüístico si no se entiende que ha de manifestarse en forma de texto y en situaciones reales. 28. En un sentido amplio del término, la «aceptabilidad>> textual debería subsumirse conceptualmente dentro de la noción de ACEPTA CióN, entendida como la actividad complaciente que realiza un comu nicador para participar en un discurso y para compartir una meta con sus interlocutores. En este sentido, la aceptación es una acción dis cursiva por derecho propio (Van Dijk, 1 977c) que supone la integra ción del comunicador en la interacción discursiva, con todas las con secuencias que de ello se derivan. Cuando un interlocutor no acepta participar en un i ntercambio, suele comunicar su decisión convencio nalmente mediante señales explícitas del tipo: [ 1 1 0] [1 1 1]
Ahora no puedo hablar porque estoy demasiado ocupado No me interesa hablar de ese tema
Ahora bien, en circunstancias normales, los interlocutores asumen, como si se tratara de un valor por defecto, que participar en una in-
1:\TE'\ C !O\:AUDAD
1 \:TRODLCCJO\: A LA Ll\:GUiSTJ C.-'1
1 94
teracción comunicativa implica, en general, la << aceptación>> de la di námica discursiva. 29. Que un hablante acepte colaborar en la consecución de las metas ajenas fijadas por los otms participan tes en la interacción co municativa se justifica por una serie de motivaciones de muy diversa índole (véase Wilensky, 1 978a y b ) . En el ejemplo [ 1 09] se pudo com probar que el señor Tupman compartía de manera más o menos en tusias ta la meta que perseguía la tía (cortejado), aunque su apoyo no f1.1era tan activo como la tía deseaba que fuese. Para que un hablan te pueda llevar a cabo con éxi to sus intercambios comunicativos ha de poseer la habilidad de detectar o de inferir cuáles son las metas que desean conseguir sus interlocutores sobre la base de lo que están di ciendo (véase Allen, 1 979). Por esa misma razón, los productores tex tuales han de ser capaces de anticiparse a las respuestas de sus re ceptores, previendo si van a ser favorables o contrarias a la ejecució n de su plan. La manera más habitual de proceder en este terreno es construyendo un modelo i11 temo de los receptores, de sus conoci mientos y de sus creencias.s El breve diálogo siguiente lo ha imagina do Piglet como una manera de liberarse a sí mismo de una situación molesta: Piglet imagina que ha caído en una trampa tendida por un 'Heffalump' (palabra distorsionada a partir del vocablo 'elefante') . Ya que Piglet es un animal diminuto, cree que la única oportunidad que tiene de sobrevivir en un enfrentamiento directo con un enorme Hef falump es ser más listo que él e intentar RECONDUCIR la situación co municativa de manera favorable a sus propios intereses. 9 P iglet espe ra que Heffalump acepte su derrota, suponiendo que se crea de pe a pa todo el montaje de Piglet. En otras palabras, Piglet postula una ac titud de total e ideal aceptación por parte de Heffalump. A conti nua ción se transcribe el diálogo planeado por Piglet (Milne, 1 92 8 : 44 y ss.) (se trata del ejemplo [S] que aparece en I . l ) : [S] [ 1 ] [2] [3] [4] [S]
HEFFALUMP
(relamiéndose): ¡Jo, j o !
PrGLET (distraídamente) : Tra-la-la, tra-la-la. HEFFAL UMP (s01prendido y no lo suficientemente
seguro de sí mis mo) : ¡Jo, jo! P I G LET (más distraídamente aún): Tu-tu-tu, tu-tu-tu. HEF FALUMP (iba a decir de nuevo ¡·a, jo ', pero le da w z repentino ata que de tos) : L. (tose) , . , ¿Qué pasa aquí?
Véase Goldman Bemstein y Pike Cm·bonell, k Cohen McCalla Rubín y Allen E n realidad, la escena ha sido previamente planificada por Pooh, por lo que el modelo de Pi glet es, simplemente, un préstamo. Las acciones que guían el intercambio podrían calificarse clara mente como RECTORAS de la situación (véase
8.
9.
( ! 978: ! 9),
( 1 975: 346). ( 1 978/J: 136)
( 1 977: 3), ( 1 979: 6).
Vlll . 1 )
( 1 978),
( 1 978: 16),
[6]
PIG LET
Y
ACE PTABI LIDAD
195
(sorprendido) : ¡ Hola! Mira, h e hecho una trampa y estoy
esperando que caiga en ella un heffalump.
[7]
HEFFALUMP (con evidente desaprobación) : ¡Vaya! (Después de prolongado silencio) : ¿ Es tás seguro de lo que dices?
[8] [9]
PIG LET: SL
[ 1 O] [1 1]
PIGLET
[ 1 2]
P I LET: M e temo que sí.
wz
HEFFALU;>.!P: ¡Vava !
(Nervioso): Yo ... yo creía que era una trampa que había hecho yo mismo para cazar un piglet. (s01prendido): ¡ O h, no! (En tono conciliador) : Puede . . . puede que yo m e
HEFFALUMP: ¡ O h !
haya equivocado entonces.
G
(Cortésmente) : Lo siento (en 10110 bur
lesco).
[ 1 3]
HEFFALUMP: Bueno, bueno, bueno. Supongo que será mejor que
me vaya.
E"T (descuidadamente) :
[ 1 4]
PIGL
[ l S]
ahí a C h ri s topher Robín, ¿ puedes decirle que lo estoy buscando? HEFFALUMP (ansioso por quedar bien) : ¡ Desde luego ! ¡ D esde luego !
¿Te vas? Bien, s i por casualidad Yes por
(Huye a toda velocidad)
30. El '¡jo, jo!' inicial de Heffalump [5 . 1 ] muestra el regocijo que siente por haber conseguido la meta de capturar a alguien con su trampa. Por lo tanto, Piglet está lo suficientemente motivado como para no hacer evidente muestra alguna de que está implicado en la si tuación o de que tiene miedo, lo cual confirmaría el acierto de Hef�a lump en el modo de conducir la situación. Su manera de tararear dis traídamente una canción [5.2, 5 .4] también sugiere su ociosidad des preocupada que tanto conviene a su pretensión de guiar la si � uación que se manifiesta en [5.6]. En ese momento, Heffalump comienza a . dudar de su recrocijo y, en cambio, solicita una indicación para que Pl glet le guíe en la comprensión de la situación ('¿qué pasa aquí?') [ 5 . S l _ Picrlet ha conseauido una posición óptima para proponer su propw b b . modo de conducir la situación en [ 5 .6]. A causa de 1 a acentuad a actitud de aceptación que se le atribuye a él, Heffalump no protesta, sino que simplemente pregunta si la nueva versión de l� sit�a � ión en la qu e _ está implicado es 'segura' [ 5 . 7 . ] (el 'prolongado silencio es, presumi blemente, tiempo empleado en ajustar su modelo de la situación). Tras la confirmación [ 5 .8], un '¡vaya!' señala su aquiescencia, seguida de un modesto intento de restablecer la situación original con una maniobra de reconducción en [5 .9]. La 'sorpresa' que recibe Piglet [5 . 1 0] hace evidente su improbabilidad, de igual manera que la 'sorpresa' anterior [5.6] sugería que Heffalump no tenía motivo alguno para estar allí, después de todo. El toque final derrota la versión de Heffalump com pletamente (el '¡oh ! ' final marca su último paso), abocándole a la con clusión de que 'puede que yo me haya equivocado entonces' [5. 1 1 ] . A
1 96
1:\TRODLCClO:\
.-\
LA LI"G UST lCA
continuación, Piglet puede permi tirse ser r eservado (compárese el 'me temo que sí' [ 5 . 1 2] con el 'sí' de [ 5 . 8] y el '¡oh, no!' [5. 1 0], y la cort esía con la que se dirige a su adversario [ 5. 1 2] ) . Adviértase que la insince ridad de la disculpa no es, en absoluto, relevante con respecto al plan de Piglet (acerca de la sinceridad, véase VI. 1 0). El habla vacilante de Heffalump señala, en ese momento, su indecisión sobre el pap el que está jugando y sobre el modelo de la situación en curso [5.9, 5 . 1 1 ] 1 0 es evidente en ese instante clave ele la interacción [5. 1 3] , hasta el pun to de que no puede pensar en nada más que no sea retirarse del modo más honroso posible de la interacción [ 5 . 1 3 ] . Manteniendo todavía su 'aire descuidado', Piglet consigue, de manera ingeniosa, que Heffa lump sea un agente cooperativo en la consecución de otra meta igual mente importante: para que Piglet se escape de la trampa [ 5 . 1 4] es ne cesario que encuentre a Christopher Robín . Para hacer las cosas del mejor modo posible y quedar bien, Heffalump evidentemente acepta de nuevo el papel que le otorga Piglet y 'huye' para poder cumplirlo [ 5 . 1 5] . 3 1 . No obstante, los planes tan bien urdidos por Piglet en su mente, acaban saliendo rematadamen te mal a la hora de la verdad. Cuando se presenta la ocasión de poner en práctica lo planeado, su in terlocutor no actúa como se esperaba ele éL En efecto, Piglet i ntenta ba que la situación transcurriera como un GUióN, pero se encuentra con que ha de volver a planificar los detalles que no había previsto, lo cual resulta ser un obstáculo insalvable. El otro hablante (en realidad, Christopher Robín, aunque Piglet no puede ver de quién se trata) co mienza con un '¡jo, jo!', pero después del 'tra-la-la' de Piglet continúa inesperadame nte tarareando otro fragmento de canción. El plan guio nizaclo queda, desde ese momento, fuera de funcionamien to: [ 1 1 2]
" Acaba de decir una cosa equivocada -pensó Piglet con angus . t i a-, tendría que haber d i c ho '¡jo, j o ! ' de nuevo . »
Los intentos de Piglet de salvar su plan, por ejemplo, diciendo él mismo '¡jo, jo !', no son de demasiada u tilidad, por lo que pronto se en cuentra 'completamen te aniquilado' y los textos que produce a partir de ese momento pierden algo de cohesión y mucho ele coherencia (Milne, 1 92 8: 49): [ 1 1 3]
-Ésta es u n a trampa para Poohs, y estoy esperando a que caiga uno en ella, jo, jo, qué pasa aquí, y entonces yo digo jo, jo de nuevo.
10. La pérdida de cohesión textual a causa de factores como la indecisión o la sorpresa es bas tante común (véase VL2 y 3 1 ).
1:\T E:\CIO:\AL!DAD
Y
ACEPTABI LIDAD
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-¿ Qué? -dijo C h ri s topher Robín. -Una trampa para jo, jos -dijo Piglet, con voz cascada-. Aca-
bo de terminarla y estoy esperando a que un jo jo caiga caiga en ella.
La confusión surge del cortocircuito que se produce por la super posición ele los diversos componentes del discurso planificado por cad a uno ele los participan tes, por eso en este fTagmento se hilvanan elementos pertenecientes a textos distintos y que, sin embargo, apare cen unidos en la superficie textual, mezclados con detalles literales del plan mismo (por ejemplo, 'entonces yo digo'). La noción 'trampa para Poohs' es consecuencia de una conversación anterior en que Pooh pre dijo la llegada de Heffalump. La interjección 'jo, jo' reemplaza 'Heffa lump' aparentemente mediante la confusión causada por un sonido inicial l I en medio de la confusión mental, aparece un fenómeno de duplicación en 'caiga caiga en ella'. 32. Aunque esta conversación sea ficticia, proporciona una ilus tración apropiada de cómo un hablante prepara su plan discursivo, previendo las. posibles intervenciones de los demás participantes en la interacción. Si sus interlocutores no aceptan ese plan, violando fla grantemente el principio de cooperación, se exponen a deteriorar la textualidad de sus intervenciones. De ello se deduce que un partici pante no dispuesto a cooperar puede bloquear un discurso rechazan do su aceptación del mismo, es decir; no apoyando ni restableciendo su coherencia. A continuación se presenta un ejemplo instructivo en el que Robert Benchley ( 1 9 54: 1 06) disuade a Mr� Thwomly para que no cuente sus aburridas aventuras en el extranjero. Ya que los partici pantes están en un vagón de tren, Benchley no tiene escapatoria físi ca posible. Por esa razón, su táctica consistirá en rechazar el TEMA principal de las sucesivas intervenciones de su interlocutor ('vagón de tren', 'Francia', 'francés') (Benchley, 1 954: 1 06): [ 1 1 4] [ 1 ]
TmvOivlLY: He pasado todo el verano en Francia, ¿sabes ? , y to
dos los trenes fTanceses llevan compartimentos . . . D urante el trayecto d e París a Marsella me sucedió una divertida expe riencia. Estaba sentado junto a un caballero francés que se ha bía subido al tren en Lyon . . .
[2] [3]
BENCHLEY: ¿Fuiste a Francia este verano?
TmvOMLY: Acabo de decirte que estuve en
Francia. Para hacer
el trayecto de París a Marsella i ba en un tren con comparti mentos . .. .
1 1.
La confusión d e los elementos superficiales qu� tienen u n sonido similar o compartido e s [Te cuente en los <:deslices» (errores con1etidos por alterar un texto mientras se lee en \' O Z alta, \'¿ase la nota 13 del capitulo IV) . No obstante, las equivocaciones de Piglet son bastante inverosímiles desde un punto de vista lingüístico
1 98
I'\TRODLCCI O'\ A LA LI'\ G L'Í STIC-'\ [4]
BENCIILEY. Los
[5]
Tm\.0.\ILY
[6] [7]
BENCII LE Y : ¿ Francés?
[8] [9 ]
BENCHLEY: Ah, en tiendo.
1 '\TE'\ CI O'\ALIDAD
u enes fra nceses ¿son como los nuestros? He vis to algunas fotografías y me ha parecido que llevaban co m par timentos.
(con cierto desaliento) " Viajé en u n tren fTancés y bo de descr-i bí rtelo Viajaba j u nto a un caballem " .
aca-
TmVO'-IL y · Exacto, un caballero francés. Eso es lo que estoy in
tentando decir.
TIIWOI\ILY : Bien, el caballero francés es taba dorm ido, v cuando
l l egamos a Marsella, tropecé con su p i e . Entonces se despertó
[ 1 O] [1 1]
y me dijo algo en francés que no pude entender. . . BENCHLEY: Estaríais a t ravesando l a fron tera d e Francia, ¿no? THWO:\!LY
(dándose tota!!llente por vencido): Y ¿qué es lo que tú
hi cis te es te verano?
3 3 . En el capítulo V se utilizó la noción de TEMA para designar aquellos conceptos del mundo textual que mantienen una alta densi dad de vinculación con los otros conceptos que aparecen en el mismo texto (véase V.38). El procesamiento del mundo textual sólo es facti ble si se activan los conceptos temáticos principales, porque una de las condiciones que proporciona un CENTRO DE CONTROL textual es la exis tencia de IDEAS principales. De esta manera, Mr: Thwomly se bloquea cuando tiene que volver a contar una y otra vez su pesada 'experien cia' por la impresión de que su audiencia no comprende los concep tos en base a los cuales él está intentando construir su discurso. Las preguntas de Benchley serían cooperativas si trataran de aspectos no comentados con anterioridad o desconocidos del mundo textual (véa se IX. 14), pero, en lugar de eso, tienen que ver con material discursi vo al que se hizo clara referencia un instante antes. Thwomly no ha violado la máxima de manera porque no ha sido ni oscuro ni ambi guo (véase VL8 y ss.); aunque la respuesta de su interlocutor parece indicar que lo ha sido de alguna manera . A lo largo del intercambio, se ha ido esforzando pacientemente en reiterar las nociones básicas como si nunca las hubiera enunciado [ 1 1 4 . 3 , 1 1 4 . 5 y 1 1 4.7], pero gra dualmente ha ido 'desalentándose' porque su interlocutor no parecía centrarse en 'lo que estoy intentando decir' [ 1 1 4 . 7] . Cuando finalmen te se lanzó a dar detalles de la escena trivial (intentando excusarse a sí mismo a través de una barrera lingüística), tuvo que retroceder inmediatamente al punto de partida inicial a causa de una pregunta insidiosa acerca del tema principal del texto (la localización del acon tecimiento). Comprensiblemente, 'se da por vencido' cuando se da cuenta de que no puede hacer progreso alguno en su discurso [ 1 1 4 . 1 1]. De esta manera, Benchley ha hecho imposible la consecución
Y
A C EPTABI LIDAD
199
de la meta d e s u in terlocut or y h a consegu id � alcanza r la ��ya prot:ia (la paz y el silencio) boicotea ndo la ceremom a de aceptac1 0n del dis .::: urso de su in terlocu tor. 34. Puede observar se a partir de los ejemplos que aparecen en est e capítulo el importa nte papel que juega el C ?�TEXTO comuni ca � ivo hdad. Er; este � entlclo, con respecto a la intencio nalidad y a la aceptab1 han de tomarse en consider ación factores como: a) que cantidad de con ocimiento comparte n o están transmit iéndose los interlocu tores , cir la b) el e qué manera los participa ntes intentan controla r o recondu en el compon que textos situ ación, v e) cómo se relacion an entre sí los L cada ele análisis al discurso . os próximo s tres capítulo s se dedican uno ele estos factores .
CAPÍTULO VII INFORMATIVIDAD 1 . Como ya se planteó en 1. 1 7 y ss., el concepto de INFORMATIVI DAD se relaciona con el grado de novedad o de imprevisibilidad que tie ne un texto para sus receptores. Aunque, en principio, no hay n ada que i mpida que cualquier elemento perteneciente a cualquier nivel del sistema lingüístico pueda ser informativo, normalmente, el nivel de informatividad de un texto se valora en función de su CONTENIDO. La importancia del contenido se explica (como ya se sugirió en el capí tulo V) por el papel dominante que juega la COHERENCIA en la tex tualidad, en detri mento de los fenómenos que se producen en otros niveles del sistema lingüístico, como, por ejemplo, el fonético o el sin táctico que, al ser subsidiarios o auxiliares desde un punto de vista textual, no suelen estar en el foco directo de ATENCióN de los i nterlo cutores. Ha de aclararse que por « atención» aquí se entiende la con centración de la mayor parte de los recursos de procesamiento dispo nibles del s is tema cognitivo en el tratamiento de una única tarea, lo cual restringe la potencia del sistema para realizar otras tareas al mis mo tiempo (Keele, 1 97 3 ) . Como consecuencia de ello, si el grueso de la atención se focaliza sobre la coherencia de los conceptos y de las relaciones que aparecen en el texto, es lógico que haya otros fenóme nos que no adquieran relevancia, a menos que se hayan manipulado deliberadamente de una manera sorprendente. Muestra de ello son las agrupaciones más o menos extravagantes de sonidos fonéticos que no forman palabras conocidas y que fueron utilizadas de manera provo cativa por algunas tendencias poéticas vanguardistas del sigl o xx, por ejemplo, en este fragmento de Emst Jandl: l [ 1 1 5]
la zeechn u bapp iileo zunggi
l,
Citado en Karl Riha, uSchi::gnnm. Zu Emst Jandj,, Replik, 314, 1 970,
pp ..
54-56
202
1 :\T RODLCCIO:\
,\ L\
Ll:\G LÍSTICA
Pues to que se trata de un texto incoherente, la atención del recep tor queda liberada para explayarse en la propia materialidad ele los sonidos, para crear hipótesis imposibles de confirma! acerca de los supues tos sentidos que pueda tener el fTagmento. También se puede focalizar la atención del receptO!� por ejemplo, sobre el componente sintáctico, como en la secuencia llamativamente inhabitual en que Dios dio la orden a sus ángeles de que obedecieran a Cristo, en El Pa raíso perdido (V, 6, 1 1 - 1 2) de Milton: [ 1 1 6]
A Él
quien desobedezca, a
mi
desobedece
Resulta muy curioso que aunque la sintaxis de [ 1 1 6] es ciertamen te rebuscada, en cambio, el contenido de la secuencia es bastante sen cillo de comprender (véase VII.6). 2 . Claude Shannon y Wanen Weaver ( 1 949) proyectaron una TEORÍA DE LA INFORMACIÓN basada fl.mdamen tal m en te en la noción de PROBABILIDAD ESTADÍSTICA, es decir; en la idea de que cuanta mayor sea la cantidad de alternativas posibles entre las cuales elegir en un mo mento determinado, más elevado será el valor que tenga la informa ción cuando se proceda a escoger una de entre todas las posibilidades disponibles. En lingüística, el método más exacto para decidir qué al ternativas se han de tomar en consideración en cada momento con siste en revisar el conjunto de todas las secuencias que configuran una lengua y en hacer un recuento de las ocasiones en que aparecen inte rrelacionados dos elementos determinados, por ejemplo X seguido de Y. Si, a continuación, se establece el número de ocasiones en que después de X aparece cualquier otro elemento distinto de Y, se habrá obtenido la « probabilidad ele transición» de X con respecto a Y (es de cir; la posibilidad de que cuando aparezca un « elemento X >> aparezca a continuación otro «elemento y,, en un texto). A una secuencia cons tituida siauiendo esa relación transicional entre elementos se le elenao mina CADENA DE MARKOV. 3. No obstante, ya es un lugar común totalmente admitido que este modelo de la probabilidad estadística no puede aplicarse con éxi to en el análisis de la comunicación mediante una lengua natural. Para empezar� está fuera de toda duda que el recuento de todas las se cuencias de una lengua es una tarea quimérica e irreal izable. Aunque se diera el caso de que ello no fuera así, surgirían o tros problemas irresolubles, como, por ejemplo, que la aparición de la mayor parte de los elementos lingüísticos depende de múltiples factores y no única mente de que haya aparecido con anterioridad un elemento determi nado. En VI.7 y ss. se demostró que las dependencias gramaticales, en muchas ocasiones, se establecen entre expresiones que no t ienen por
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1 :\FOR\lATIVIDAD
qué localizarse unas a conti � u �ción de las otras . O tra crítica �ue pue _ de hacerse al enfoque estadist1co es que no t1 � ne en cuent� m el sen _ ti do ni el propósito de los textos en las situaciOnes comumcatlVas en que éstos aparecen. 4. Pese a las reticencias que se han Ido senalando, las teonas realistas y los modelos textuales no pueden prescindir completa �1ente de la noción de probabilidad. A lo largo de este mam1� l se est � ap e lando repetidamente a conceptos tales como «expectativaS>> , «hipote sis», «Valores por defecto » , «preferencias >> y <> , enten diéndolos como impmtantes fenómenos de control sobre lo que suce de en los textos. Por ejemplo, las REDES DE TRANSICIÓN u tilizadas para representar la sintaxis en N.S y ss., así como las relaciones concep tuales mencionadas en V.29 y ss. funcionan sobre la base que propor ciona el principio de certidumbre de que existen ciertos víncul ? s que aparecerán con una mayor probabilidad que otr�os en determm �das condiciones, y que, por lo tanto, merecen selecciOnarse en un cier:to orden jerárquico . De igual manera, la utilización de PLA.t\J ES e ? el � :s curso requiere que quien planifica active un MODELO de la si tuaciOn presente y futura, y que, de acuerdo co � ese � odelo, prevea adecua damente las contingencias que puedan n· surgiendo sobre la marcha (véase VIII . l ) . ., . S . Para que la teoría de la informac10n fuese ut!l para la lmgmstica debería reemplazarse la noción de probabilidad estadística por otr� que podría denominarse probabilidad co11textual. � i se ll�vase a cabo esta sustitución, entonces lo más importante no sena avenguar el valor absoluto del índice de frecuencia de aparición de unos fenóme nos que ocurren a la vez que o tros, sino, más bi � �· preve � qué tipo de _ uen fenómeno pueda suceder con una mayor probabilidad baJo la m cia de las agrupaciones sistemáticas de factores contextuales mas ha bituales. Por o tro lado, desde un punto de vista estadístico, resulta bas tante verosímil suponer que, si se diesen las condiciones ap �opiad�s, podrían tener una elevada probabilidad de aparición las conf1gurac10nes extrañas de expresiones superficiales, así como los conceptos sub yacen tes raros o los pasos inhabituales en un plan. En cualquier caso, parece clara la conclusión de que cada uno de los elementos que apa . _ rece en un texto t iene unas probabilidades contextuales de apanc10n distintas (véase Millei� 1 95 1 , Shannon, 1 95 1 , y Sprung, 1 964). No obs tante, la cuestión de cómo interactúan los diversos sistemas l ingüísti cos en la determinación de esas probabilidades es un asun to bastante complejo y que, además, todavía no ha sido explorado en �ro fundidad . . 6 . Existe un motivo por el que el grado de probab1hdad no es igual en cada uno de los diversos sistemas lingüísticos: una secuencia puede estar compuesta por elementos sintácticamente probables (y, .
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por lo tanto, tener un nivel bajo de infor� atividad en su cohes ión) y . que, sm embargo , sean conceptualment e Improbables (y, por lo tan to que tengan un nivel elevado de informatividad en su coherenc ia; véa� se Hess, 1 96 5 ) . Por ejemplo, una secuencia como (Macbetlz , V v 2 2) [ 1 1 7]
Todos nuestros ayeres han mostr ado a los locos el camino hac ia la m u erte pol\'orienta
es convencional en cuanto a su cohesión, aunque bastante singular en cuanto a su coherencia, si se contrasta con una afirmación ordin ari a que se estructure en su mismo formato sintáctico: [ 1 1 7a]
Todas nues tras agencias venden viajes a Venecia
Por el contrario, una secuencia en la línea de la anteriormente ci tada (VILl ) : [ 1 1 6]
A Él quien desobedezca, a mí desobedece
es normal en su coherencia, pero i nhabi tual en su cohesión, que se opone al modo estandarizado de organizar este tipo de expresiones: [ 1 1 6a]
I � FOR\lATIVIDAD
L\ L l '-:G L ÍSTICA
Quien le desobedezca a él, me está desobedeciendo a m í
L a normalidad facilita las tareas de procesamiento, mientras que la originalidad opone un interesante desafío de procesamiento al re ceptor. 7. Parece bastante inverosímil que pueda asignarse un valor nu mérico totalmente exacto a la probabilidad de aparición de todos y cada uno de los elementos que componen todos y cada uno de los ni veles lingüísticos. Parece mucho más lógico suponer que, para todos los elementos y para todos los n iveles l ingüísticos, existe una serie de probabilidades ge11erales, es decir� una escala relativa de frecuencias de aparición más elevadas o más bajas, según de qué elemento y de qué nivel se trate. A falta de una explicación más satisfactoria, por el mo mento, puede especularse con la idea de que existe un conjunto jerar quizado de tres NIVELES DE INFORM.t
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ejemplo evidente es la señal de tráfico que contiene el texto 'stop': se trat a de un elemento completamente predecible en cuanto a su cohe sió n, a su coherencia y a su planificación, la situación de aparición es normalmente obvia y la señal misma incluso tiene una única forma y un único color reconocible desde una distancia considerable. La i n te nción que ha movido a las autoridades de tráfico responsables de la colocación de la señal es que los conductores no tengan que focalizar su atención en la m isma y que puedan a tender a o tras incidencias del tráfico (véase I.20). 9. Las opciones seleccionadas que se caracterizan por poseer un primer nivel de informatividad son elecciones bastante TRIVIALES, es decir; están tan bien integradas dentro del sistema de expectativas o de la situación comunicativa que reciben muy escasa atención por parte de sus receptores (en el sentido en que se utiliza el término «atención » en VII . l ) . En español, las PALABRAS FUNCIONALES (artículos, preposiciones y conjunciones), es decir; todas aquellas que marcan re laciones y que carecen de contenido, 2 aparecen con tanta frecuencia en cualquier texto, que su presencia pasa normalmente inadvertida. Lo más habitual suele ser que las palabras funcionales se pronuncien en el habla espontánea de una manera tan despreocupada, que no sólo son casi i ndistinguibles en el espectrograma fonético, sino que tam bién serían muy difíciles de identificar fuera de su contexto real de producción (véase Woods y Makhoul, 1 973). No obstante, en algunos trabajos especializados ha quedado plenamente establecido que las pa labras funcionales ocupan unos lugares determinados y no otros den tro de una secuencia. Por supuesto, estas consideraciones tienen unas implicaciones muy importantes en las tareas de procesamiento de es tos elementos. Sobre este punto en concreto, Clark y Clark ( 1 97 7 : 275 ) sugirieron que, por un lado, durante el proceso de la producción tex tual, las palabras funcionales se seleccionan con posterioridad a las palabras que transmiten contenido, y, por otro lado, en el proceso de recepción textual, los hablantes suelen pasar totalmente por alto las palabras funcionales y procesar con una mayor atención las palabras con contenido, si bien emplean en la tarea una especie de «análisis difuso» ejecutable a una velocidad muy elevada. 3 En cuanto a la im2,
La denon1inación ':palabras funcionales)) procede d e la significath·a contribución que realizan estos elementos a la organización de los sistemas reales y de su carencia de contenido estable. Este concepto de "función» es básico en la teoría de sistemas 3, Acerca de este tema, ,·éase IV 36. Parece ser que el hablante infiere la(s) función(es) desempe· ñada(s) por un elemento determinado no, como sería esperable, rastreando los marcadores de función que aparecen en la superficie textual, sino que más bien basan su búsqueda en criterios de sentido. Por esa razón, las � palabras con contenido)' pueden contribuir de una manera eficaz a la organización funcional del texto, hasta un punto inimaginable para la teoría que sostiene la existencia de una dico tomía estricta entre "palabras con contenido» frente a o palabras funcionales » .
1 :\ FOR:\1..\T l\'IDA.D
l :\ TRO D l C C l Ó :\ A LA L l :\ G L Í ST l C-\
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portancia 1 elativa de las palabras funcionales en el discurso, hay dos argumentos que han de tenerse en cuenta. En pr imer lugar, existen de terminados tipos de texto, como, por ejemplo, los telegramas o las se ñales de tráfico, que requieren el empleo de una máxima economía de medios expresivos, lo cual obliga a que sus productores prescindan del uso de palabras funcionales. En segundo lugar, se ha observado que una de las características de la afasia (pérdida de la habilidad lingüís tica motivada por una lesión cerebral) es que quien la padece suele omitir precisamente las palabras funcionales en el habla (Goodglass y Blumtein, 1 97 3). 1 O. En lo que hace referencia a las palabras con contenido, éstas son, por lo general, más informativas que las funcionales. Por razones lógicas, el conjunto de palabras con contenido que tiene a su disposi ción el hablante es mucho mayor que el de las palabras funcionales (véase el concepto de «probabilidad estadística » , citado en VII.2). Las palabras con contenido activan materiales cognitivos con una mayor intensidad y variedad (véase V8), y propician la evocación de emocio nes y de imágenes men tales en un grado cualitativamente superior al de las palabras funcionales. No obstante, el productor textual puede alterar o invertir el papel que habitualmente juegan en la comunica ción estos dos tipos distintos de palabras. Así, por ejemplo, en deter minadas situaciones, las palabras funcionales pueden emplearse de manera similar a las palabras con contenido, e incluso pueden ocupar huecos en la estructura enunciativa que parecían reservados en exclu siva a las palabras con contenido: [ 1 1 8] [ 1 1 9]
No le han puesto ningún pero a m i propuesta Voy a ir a la fiesta porque sí
El emplazamiento inhabitual de estas palabras clasificables nor malmente como funcionales, 'pero' en [ 1 1 8] y 'sí' en [ 1 1 9], focaliza la atención del receptor sobre el contenido especial que puedan estar transmitiendo; en este caso, 'pero' indica 'reparo' y 'sí' deja bien claro que la decisión de asistir a la fiesta 'es iiTenunciable'. No es casual el hecho de que, normalmente, se utilicen palabras con contenido para comentar metadiscursivamente el papel que juegan las palabras fun cionales en casos como los comentados. 1 1 . Existe una razón por la cual en cualquier t ipo de texto que se tome en consideración, aparece represen tado necesariamente el nivel más bajo de informatividad: cualquier opción que haya elegido el pro ductor textual, por trivial que ésta haya sido, supone el rechazo de cualquier otra alternativa. A ello se le añade el hecho de que cada op ción que se elige suele ser consecuente con las elecciones que se han
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tomado con anterioridad en el mismo texto (véase Wei nrich, 1 972, quien demuestra que en las decisiones gramaticales que se toman en un texto habitualmente se prima la coherencia que ofrece la similitud y se grava la incoherencia que pueda introducir la diversidad) .-+ Aho ra bien, tampoco puede perderse de vista el hecho de que la oposición entre elección 1 no elección y entre identidad/diferencia es bastante simplista, y que, en muchas situaciones comunicativas, se intenta c rear un foco de atención especial burlando los patrones establecidos: es evidente que muchos hablantes especulan con la denominada fala cia del jugador, consistente en explotar la expectativa que tiene el re ceptor de que su interlocutor realizará una serie de elecciones espera bles introduciendo la sorpresa de su ruptura (véase Kintsch, 1 977a : 1 9 )' SS . ) . 12.
E n l a interacción comunicativa, los procedimientos normali zados aplicados a las decisiones que se adoptan en un primer nivel de informatividad (el más bajo) son de dos tipos: en primer lugar� la ELEC CIÓN POR DEFECTO (se trata de operaciones o de decisiones que, en au sencia de indicadores en con tra, se ejecutan siempre de manera casi aut ? mática), y, en segundo lugar; la PREFERENCIA (consistente en ope racwnes o decisiones rutinarias que favorecen de manera sistemática la ejecución de unas determinadas alternativas frente a otras; véase III. 1 8) . Evidentemente, estos dos procedimientos minimizan el esfuer zo cognitivo que ha de realizar el receptor con el objeto de concentrar la mayor parte de sus recursos de procesamiento en la toma de deci siones en los niveles de informatividad más elevados. Cuando un ha blante evita seguir los procedimientos normalizados descritos, es de cir� cuando opta por realizar elecciones no previsibles, obtiene como rendimiento un SEGUNDO NIVEL de informatividad. La norma habitual en la comunicación suele ser que en un texto aparezcan al menos va rios elementos pertenecientes al segundo n ivel de informatividad, puesto que construir un texto con opciones adscribibles exclusiva mente al primer nivel no sólo sería muy complicado, sino también muy poco interesante, tanto para el productor como para el receptor textual. Según la ocasión, puede AUMENTARSE el grado de inform ativi dad de las opciones de primer nivel y DISMINUIRSE el de las del terce ro, de manera que se mantenga un nivel de informatividad medio e n el texto, tal y como se expondrá a continuación (véase VII. 1 3 y ss.) . 1 3 . Las opciones que s e escogen fuera del conjunto más probable de posibilidades disponibles adquieren un TERCER NIVEL de informati vidad. Se trata de elementos comparativamente infrecuentes que re4. No cabe la menor duda de que la tendencia descubierta por Weimich se debe a la inclinación natural de los sistemas y de los subsistemas textuales a permanecer ESTABLES (\·éase 11 1 . 1 4 y ss.).
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claman mucha atención sobre sí mismos y que exigen el empleo de abundantes recursos ele procesamiento, aunque, por contra, son m u cho más INTERESANTES, tanto para el productor como para el recepto1� s Los dos tipos más usuales de elecciones con un tercer nivel de in for matividad son las siguientes: en primer lugar, las DISCONTINUIDADES (el material seleccionado carece ele una configuración precisa) , y, en se gundo lugar; las DISCREPANCIAS (los patrones textuales que se utilizan no encajan con los patrones de conocimiento estereotipado almace nado en la memoria). Cuando el productor textual elige opciones con un tercer nivel de informativicl a d, el receptor ha de realizar una BÚSQUEDA DE LAS iv10TIVACIONES que, supuestamente, hayan movido al productor a actuar de esa manera (se trata ele un caso especial de pro tocolo de resolución de problemas), con el objetivo de intentar en contrar el significado de esas decisiones y la manera en que pueda n integrarse esas discontinuidades y esas discrepancias dentro de la CONTINUIDAD normalizada que está en la base de la comunicación (véase III. 14). En este sentido, el receptor habrá completado una bús queda exitosa de las motivaciones del productor cuando haya adverti do que la elección extraña objeto de su atención estaba, por ejemplo, disponible entre el abanico de opciones, aunque sólo podía llegarse a ella a través de una trayectoria interpre tativa marcadamente subjeti va. Por tanto, este procedimiento de búsqueda habría hecho DESCEN DER una opción de tercer nivel a un segundo nivel de informatividad. En este sentido, la disminución del nivel ele informatividacl puede dar se en tres DIRECCIONES distintas: si el recep tor textual realizase una búsqueda de motivaciones en las decisiones tomadas por el productor previas a un determinado punto, entonces el proceso de disminución de la i nformatividad sería regresivo; si sucediese lo contrario, enton ces sería progresivo; si las decisiones examinadas desbordaran las op ciones textuales habitualmente disponibles, el proceso de disminución sería abductivo . En el caso del mecanismo ele elevación del nivel de inforrnatividad pueden establecerse las distinciones i nversas. 14. El mecanismo del procesamiento ascendente, descendente o abductivo de la información, t ípico de la comunicación textual, puede aplicarse, por extensión, a las reacciones humanas fTente al mundo. Cualquier persona se quedaría atónita si un día abriese su buzón y en contrase un cheque por una enorme cantidad de dinero. Inmediata5 . El interés que pueda tener una elección determinada no se basa únicamente en su improbabi lidad, En su valoración han de considerarse también otros dos factores: por un lado, el potencial in herente que tenga para impactar con mayor o menor fuerza en el sistema perceptivo del receptor, es decir, su grado de RELEVANCIA (véase VII L 3), y, por otro lado, la importancia que pueda tener en la con secución de las metas personales que se haya fijado el productor (véase VL! 2 'y Le Nv v Denhíere,
1 980)
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mente, intentaría recordar si había comprado un billete de lotería que pudiera haber sido premiado (disminución regresiva del nivel de in formatividad); también podría reaccionar esperando que en un breve lapso ele tiempo se dirija a él alguien que le aclarase lo sucedido (dis minución progresiva); una última posibilidad sería suponer que al guien ha cometido un error y le ha enviado ese cheque a otra perso na (disminución abductiva). Si ninguna ele esas tácticas puestas en marcha disminuye el nivel de informatividad de ese acontecimiento tan inusual, ello querrá decir que, sencillamente, no se entiende. El sinsenticlo es un fenómeno difícil ele tolerar que procede ele la falta de continuidad cognitiva entre un determinado acontecimiento y el co nocimiento del mundo estereotipado almacenado en la memoria (véa se V. 2 ) . 1 5 . Una secuencia que presente un tercer nivel d e informatividacl puede obstaculizar su proceso de i nterpretación en la medida en que esa caracterís tica pueda afectar a su CAPACIDAD DE VINCULACIÓN con el conocimiento pro totípico almacenado en la memoria del receptor (véase V.S). Una secuencia que contradiga un conocimiento ele tipo ES PECÍFICO será mucho más desorientadora para el receptor que otra que se oponga a un conocimiento de tipo ESTEREOTIPADO; en este m ismo sentido, una vulneración del conocimiento estereotipado del mundo provocaría una perturbación mayor que otra que violase un tipo de co nocimiento simplemente ACCIDENTAL. Considérese a continuación el ejemplo siguiente (Carroll, 1 960: 2 34): [ 1 20]
Entonces otras cuatro ostras jóvenes se adelantaron, ansiosas de pasear: l i mpios sus abrigos y sus caras bien lavadas, pulidos y brillantes sus zapatos; lo cual era bastante extraño, porque ya sabéis que las os tras no tienen pies.
El efecto sorprendente que se consigue en este fTagmento deriva de la contradicción entre lo que en él se dice y el conocimiento concre to ele que las ostras no tienen p ies y que, por lo tanto, no pueden cal zar zapatos. Si esas ostras hubiesen sido, en realidad, seres humanos, su condición antropomórfica habría justificado todo lo que se dice e n el fTagmento (por otro lado, el hecho ele que los abrigos, l a s caras y los zapatos estén limpios es un tipo de conocimiento mudable, pura mente accidental). 16. En I . 1 8, se analizó la secuencia siguiente como un ejemplo de fragmento textual bastante sorprendente:
210 [ 1 5]
1 :\TR O D C C C I Ó:\ A LA L I :\ G L Í S T ! C.A
El mar es agua
En apar iencia al menos, el conocimiento concreto acerca de la sus tancia que compone el mar se presenta de una manera objetiva, sin intenciones secundar ias (se sugiere que el mar no podría estar com puesto de otra cosa que no fuera agua). Ahora bien, el propio p ro ductor textual eleva el nivel de informativida d de esa secuencia obvia cuando afirma posteriormen te que 'en realidad' el mar está comp ues to por una 'mezcla de sales y gases' (véase [ 1 5a] en L1 8) . Bien es ver dad que el productor textual podría haber empezado su discurso de esta otra manera: [ 1 5b]
El mar no es agua. En realidad, es una mezcla d e sales y gases.
En este caso, el receptor del texto se encuentra con una primera secuencia sorprendent e que presenta un tercer nivel de informativi dad; no obstante, en cuanto tenga en cuenta el contenido de la se gunda secuencia, no tendrá problema alguno en interpretar retroacti vamente la primera mediante un proceso de disminución progresiva de su nivel de informativid ad. Tan to en el caso de [ 1 5], como en el de [ 1 5b], la manera en que arranca el texto crea un ESTADO DE INFORMA CióN i nestable y, presumiblem ente incómodo, en la mente del recep tor: 6 La natural tendencia interpretativ a por parte del receptor a redu cir la incertidum bre es un argumento importante en favor de que la . comunicac ión puede entenderse como un proceso sistemático de re novación y de restauración de la ESTABILIDAD (véase III . 1 5). 1 7. Es de sentido común considerar que existe necesariam ente un requisito de procesamie nto que prevenga a los usuarios textuales en contra de las interpretaci ones claramente absurdas de un texto. El ejemplo que proponen sobre este asunto Schank y Wilensky ( 1 977: 1 4 1 ): [121]
Ti111e flies like a n arra \V (El tiempo vuela como una flecha)
podría recibir varias lecturas alternativas a la interpretac ión obvia de que el tiempo pasa velozmente : a) apoyándos e en el hecho de que, en inglés, 'flies', aparte de 'vuela', también significa 'mosca', un supuesto 6. El «estado de información» inestable es tan sólo uno de los diversos estados posibles que pue de experimentar un participante en una interacción comunicativa (véase la nota 4 del capítulo IV). Beaugrande ( 1 979a y b ) sugirió que los seres humanos acostumbran a decidir sus acciones teniendo en cuenta cuáles serán útiles para conseguir lo que desea11. No obstante, se ha de tener en cuenta que, durante el proceso de planificación, el deseo de interesar al receptor entra en conflicto constantemen te con el deseo de ofrecerle conocimiento
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1:\FO R \ ! .ATIVIDAD
receptor podría interpretar que [ 1 2 1 ] se refiere a la comparación en tre la velocidad de vuelo de una mosca y la de una flecha; o b) apo yándose en el hecho de que, en inglés, 'like', aparte de 'como' también quiere decir 'apre.ciar', un supuest ? rec�� tor P ? ría interpreta :· que una extraña especre de , mosca del tiempo aprecra las flechas. Sr bren es verdad que, dada su imprevisibilidad, las secuencias al ternativas a ) y b) poseen u n tercer nivel d e informatividad, t ambién e s ci : rto que . . c asi ninaún receptor realizaría unas interpretaclünes tan excentncas. En el ex�remo opuesto de la escala de la informatividad se encuentran las secuencias obvias que presentan un primer nivel de informativi dad, como es el caso del verso siguiente (perteneciente al poema «Ri cha rd Cory» de Edward Arlington Robinson, 1 9 14 : 3 5 ) :
�
[ 1 22]
Era humano cuando hablaba
Como es lógico, el señor Cory pertenece claramente a la especie de los 'seres humanos', y los humanos son los únicos seres que pueden 'hablar'; la elevación del nivel de informatividad del verso, manipula ción que justificaría el interés en procesarlo que pudiera tener un re . ceptor� p uede basarse en el hecho de que el huraño señor Cory vrvía tan apartado de sus semejantes que lo sorprendente era que actuase como un ser humano. Ya se argumentó en IV.3 1 de manera similar; aunque con respecto a otros temas, u tilizando el titular periodístico si guiente: [58)
E L PISTOLERO DE S AN JUAN YA HA MATADO A
UNO
en donde el hecho de que ese pistolero actúe en esa ciudad en con creto, provoca que el lector que no viva en San Juan no tiene por qué sentirse implicado y que considere irrelevante la noticia. 1 8 . La probabilidad contex tua!, a pesar de su limitada escala de tres valores, consiste en una amalgama compleja de factores. Entre ellos puede distinguirse cinco fuentes distintas de EXPECT!HIVAS que se aplican en diversos grados durante la interacción comunicativa (véase Beaugrande, 1 978b ) : 1 8 . 1 . El modelo socialmente dominante de l a situación humana y de su entorno constituye lo que comúnmente se denomina el MUNDO REAL. Las proposiciones que se consideran verdaderas en ese mundo son los HECHOS (véase Van Dijk, 1 978 ). Los hechos que una persona o un grupo de personas asocian habitualmente con las situaciones y co � los acontecimientos «reales» constituyen sus CREENCIAS. Por consr guiente, el « mundo real» es la fuente privilegiada que genera las creen cias que se utilizan en la comunicación textual. Por supuesto, se pue-
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¡ :-.; TR O D L CC I Ó :\ A
L\ L l :\ G U ST! C r\
den producir y recibir multitud de textos que no son reales en este se n tido; sin embargo, la tendencia natural de los comunicadores es l a de utilizar el mundo «real » como punto de referencia. Existen algunos «hechos>> que están tan firmemente enraizados en la manera de p en sai de los seres humanos, que actúan como valores por defecto en cualquier mundo textual que se tome en consideració n: una causa pro duce un efecto; un hecho no puede ser a la vez verdadero y fals o, 0 existente e inexistente a la vez y bajo las mismas circunstanci a s; los objetos tienen identidad, masa y peso, etc. Si cualquiera de estos fac tores se violase en un mundo textual determinado , el pmductor debe ría señalarlo de manera explícita e inequívoca, como sucede e n el ejemplo [ 1 20], en que las ostras calzaban zapatos sin tener pies p ara hacerlo, y Carroll puntualizab a inmediatam ente que 'era bastante ex traño'. Habi tualmente, las certidumbre s estandariza das son tan p ode rosas que parece muy poco probable que pudiera, primero, producir se, y, después, recibirse un texto de gran longitud en donde se recrea se un mundo posible en el que se hubiese suspendido , por ejemplo, la dinámica de la causa y el efecto. 1 8.2. Parece ser que los seres humanos aplican estrategias de percepción y de organizació n del mundo real consecuent es con sus ca pacidades intelectivas , con el fin de que la complejidad de ese mun do no llegue a desbordarl as. Los seres humanos no experimen tan el mundo real como un bombardeo de estímulos incoherent es; integran sus sensacione s en un MODELO del mundo a través de un « acto de aten ción selectiva sumament e habilidoso >> (Miller y Johnson-L aird, 1 976: 29). Cualquier conocimie nto que se adquiera se utiliza posteriormen te como base sobre la cual añadir nuevos conocimien tos. En V. l 6 se describió, por ejemplo, el USO de PATRONES GLOBALES, como MARCOS, ES QUEMAS, PLANES y GUIONES, para integrar y controlar enormes cantida des de conocimien to prototípico . 7 A este arsenal intelectivo se añade la existencia de ESTRATEGIA S DE ORDENACIÓN ESTANDARIZ ADA de la per cepción del mundo (real o imaginario ) y de su expresión discursiva: cuando, en un experiment o, se le pide a un sujeto que rememore una escena visual (véase VIII. 1 ), lo habitual suele ser que se desplace men talmente en ella (DeSoto, London y Handel, 1 965, y Clark y Chase, 1 974) . Cuando describen su propia vivienda, los sujetos del experi mento la recorren mentalmen te, refiriéndos e a cada habitación en el orden en el que las van viendo o van entrando virtualmen te en ellas; curiosame nte, las habitacion es más grandes a menudo se describen mediante expresione s que ocupan el lugar del sujeto en la secuencia oracional, mientras que las habitacion es más pequeñas se describen 7.
Véase VL! l - 1 6, VIL38 y IX.25-28
I :-.; FOR:"I ! AT I V I DA D
213
casi siempre en los predicados (Linde y Labov, 1 975). Siguiendo la misma lógica, los objetos móviles suelen mencionarse en el espacio sintáctico del sujeto gramatical con mayor frecuencia que los estáti cos, aunque ambos coincidan en la misma escena ( Osgood, 1 97 1 ) También se ha podido comproba1· una curiosa correlación: cuando el foco de atención discursiva se centra en un agente, los hablantes pre fieren utilizar el formato de oración activa; sin embargo, cuando el discurso se refiere a entidades afectadas por los acontecimientos sue len utilizar el formato de la oración pasiva (Olson y Filby, 1 972). Otra de las conclusiones que se ha extraído de este tipo de experimentos es que los hablantes narran los acontecimientos icónicamente en el mis mo orden temporal en el que sucedieron en la realidad (Labov y \>Va letzky, 1 967, y Clark y Clark, 1 96 8 ). No obstante, todas estas tenden cias mencionadas son simplemente PREFERENCIAS (véase VII . 1 2 ) que pueden verse modificadas en los contextos apropiados, siempre que se tome la precaución de que cada cambio quede marcado con un indi cador lingüístico i nequívoco .s 1 8 .3. Después del « mundo real», la segunda fuente de expectati vas que se utiliza en la comunicación textual es la organización de los ELEMENTOS LINGüísTicos usados en el texto. En cualquier lengua, la ma yor parte de las convenciones que se emplean para combinar formas son ARBITRARIAS; es decir; la organización real de los acontecimientos y de las situaciones no tiene por qué reflej arse directamente en la or ganización de los elementos lingüísticos que la expresa (no obstante, véase VII. 1 8 .2 ) . E n este sentido, las convenciones arbitrarias impulsan a los hablantes a considerar impronunciables ciertos grupos de soni dos porque su lengua carece de ellos. Así, por ejemplo, un hablante nunca intentaría pronunciar las agrupaciones de sonidos siguientes «ONG>>, « FBI>> o «FLP>> tal como están escritas, sino que las reconocería como abreviaturas de formas lingüísticas más extensas, con patrones de sonidos más convenientes a sus costumbres articulatorias ( « Oene gé>> , «efebeí>> , etc. ) . Siguiendo el mismo p rincipio, las secuencias to talmente desordenadas que utilizan algunos gramáticos para demos trar la importancia de la organización sintáctica oracional, por ejem plo, Dresher y Hornstein ( 1 976: 365): .
[ 1 2 3]
pelota hombre el la alto golpeó roja
apenas se producen ni se aceptan fuera de los debates l ingüísticos. Si se diese el caso de que semejantes agrupaciones de sonidos o de frag8. Por ejemplo, se puede natTar acontecimientos que no sigan el orden original en el que suce dieron en el tiempo, pero a costa de pagar el precio de utilizar los morfemas verbales adecuados, los conectores precisos o los modificadores temporales pe11inentes (véase IV38 y ss.).
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1 :\ T RO D LCC I Ó :\
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men tas inconexos fueran presentados en la in teracción comunicativa por un in terlocutor, los hipotéticos receptores que se enfrentasen a fracasarían en su intento de hacer descender su n iellas seauramente o . ve! de informatividad con el fin de hacerlas comprensibles. Por lo tanto, si la fonética y la sintaxis se utilizasen únicamente para cumplir una FUNCióN específica en la organización del contenido de la secuen cia 9 (véase VIL9), entonces esa falta de estructuración parecería in motivada, a menos que se descubriera que cumple una nueva función, en este caso la de ser una muestra típica de uso restringido en el ám bito profesional de los gramáticos (véanse los ejemplos [ 1 1 8] y [ 1 1 9] en VII. l O). 1 8 .4. Las técnicas de organización de las secuencias lingüísticas de acuerdo con el nivel de informatividad de los elementos o de los grupos de elementos que las componen proporcionarían la tercera fuente de expectativas que comparten los i nterlocutores en la comu nicación textual. En el capítulo IV se revisó la PERSPECTIVA FUNCIONAL DE LA ORACIÓN (IV. S l -5 3 ) y la ENTONACIÓN (IV. 54-58 ) como medios ade cuados para señalar lo que se considera nuevo, importante o inespe rado dentro de las cláusulas o de los grupos tonales . En su momen to se comprobó que los elementos altamente informativos t ienden a aparecer hacia el final de la cláusula y a recibir una entonación ele vada. En contraste, los elementos con un bajo nivel de informativi dad tienden a aparecer hacia el principio de las cláusulas y a recibir una entonación baja y a ser sustituidos por FORMAS PRONOMINALES (IV. 2 1 -3 1 ) o formas vacías mediante su ELISióN (IV. 3 2-37). Estas téc nicas de agru pación de secuencias lingüísticas permiten alcanzar un equilibrio relativo entre dos tendencias opuestas: por un lado, la de man tener un punto de referencia compartido claro, y, por otro, la de sostener un nivel de i nformatividad razonablemente elevado (véa se III. l S) . 1 8. 5 . Puede concluirse que, e n l a comunicación textual, l a pri mera fuente de expectativas (el « mundo reah y sus « hechos» consti tutivos) es totalmente independiente d el lenguaje, mientras que la se gunda fuente (las convenciones formales) y la tercera (el marcaje del nivel de informatividad) pueden variar de una lengua a otra. Este planteamiento, no obstante, todavía está abierto a la discusión. Así, por ejemplo, la diversidad de convenciones formales existente entre las diversas lenguas es un argumento i ncontestable: sin embargo, no hay un acuerdo claro sobre si esta diversidad es la responsable que im pulsa a los usuarios del lenguaje a organizar el mundo de manera di ferente, como afirma Whorf ( 1 95 6) . De un modo parecido, si el signi9,
Véase la nota 2 de este capítulo.
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L.-\ L l i' G L Í S TI C\
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fi cado de las expresiones y el sentido de los textos está fuertemente vi nc ulado a la adquisición y al uso del conocimiento, entonces tam bién deberían es tar sujetas a la influencia de los factores sociales y culturales (una suposición que ha sido explorada en los estudios de «semántica etnográfica » ; véase Colby, 1 966). En consecuencia, existe una indudable inter acción entre las tres fuentes ele expectativas bos quejadas en los apartados anteriores, pero cada fuente ejerce efectos distin tivos en correspondencia con sus principios organizativos parti culares. En algunas ocasiones, sería posible aislar cada una de esas fuen tes ele expectativas median te ejemplos especialmente construidos a tal efecto, pero los seres humanos no tienen motivo alguno para ha cer eso en el curso normal ele las interacciones comunicativas. 1 8 .6. La cuarta h1ente de expectativas es el TIPO DE TEXTO que se presenta en la interacción. Como se argumentará más adelante (véase IX. 1 y ss.), los tipos ele textos son marcos globales que controlan la se rie de opciones disponibles que pueden u tilizarse . Ahora b ien, incluso Jos patrones fonéticos o sintácticos más inhabituales, como los exa minados en [ 1 1 5] y [ 1 1 6] (véase VII. l ), son aceptables en los textos poéticos, en los que las convenciones expresivas habituales se ven modi ficadas de una manera característica y en los que la actividad de hacer descender el nivel de informatividad se realiza con bastante frecuencia (véase IX.9). En el subtipo ele texto poético que podría de nominarse <
Este tratado examina los datos recogidos en los informes del Ins t ituto de Investigación Oceanográfica sobre el grado de limpieza de los zapatos entre los moluscos del género Ostreidae.
El prototipo ele texto científico (véase IX. l O) es incompatible con la suspensión de los <
216
1 \: TR O D L CC I O \: A LA L l \: G L Í S TI C\
ganizac10n convencional que prevén los
SIST E i'v!AS
VIRTUALES, I I esta
quinta fuente supone la modi ficación de las expectativas sugeridas por
las otras cuatro fuentes anteriormente mencionadas. En este manual se ha empleado la noción de ESTILO para referirse a la suposición de que un texto aislado o una serie de textos interrelacionados suelen ca racterizarse por seguir ciertas tendencias homogéneas en la selección de opciones (véase 1 L 7 ). De acuerdo con este planteamiento estilísti co, los receptores esperan razonablemente que aparezca en el texto una determinada serie de secuencias dominan tes con mayor frecuen cia que otras. Los textos poéticos y los literarios (véase IX . 8f) con centran la atención en su estilo, por esa razón sus productores han de emplearse a fondo en la tarea de selección de procedimientos expresi vos. Ello no es óbice para que el nivel de informatividad de un texto literario pueda potenciarse mediante la ruptura intencionada de su propio estilo establecido (véase Riffaterre, 1 959, 1 960). Ahora bien, si esa táctica se repite con demasiada frecuencia, los receptores pueden llegar a desorientarse, hasta el punto de sentirse incapaces de utilizar de una manera adecuada semejante texto cambiante (ésa es una de las razones por la que, por ejemplo, Ulises, la novela de James Joyce, es tan difícil para muchos lectores): ante la inexistencia de patrones es tables que conformen la base sobre la cual puedan integrarse las se cuencias i nesperadas, mediante un proceso de disminución de su ni vel desmesurado de i nformatividad, los receptores se encuentran to talmente desasistidos en su tarea interpretativa. 1 9. La noción de « probabilidad estadística» , bosquejada en VIL2, presenta un enfoque de la informatividad significativamente empo brecido que no resuelve el problema: no parece que exista una corre lación estable entre el valor de la información que contiene una se cuencia y su frecuencia absoluta de aparición. Parece sensato suponer que el productor textual tiene siempre en cuenta que los efectos rea les de una secuencia en su contexto de aparición pueden variar me diante los procedimientos de elevación o de disminución de su nivel de informatividad. Por consiguiente, aunque la evaluación de la [Te cuencia de aparición de una secuencia sea útil, especialmente si se tie ne en cuenta una serie muy extensa de textos, sin embargo ese dato no es, a todas luces, ni suficiente ni fiable. 20. El interés en recurrir a los recuentos estadísticos de [Tecuen cia de aparición se debe, sin duda alguna, a que se trata de un méto do simple y conciso. Ahora bien, el establecimiento i nequívoco de las expectativas que tienen los usuarios de textos es, en el fondo, una ta rea bastante confusa y enrevesada. Salvo en muy raras ocasiones, los 1 1.
Véanse los ejemplos que aparecen en VI .2 y ss y en VI I.
1
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1 :-,; FO R.\ l.-\TIV I D A D
hablantes no suelen declarar qué expectativas tienen realmente (véase IX. 2 4 v ss ) De es te plan teamiento pesimista con respecto a la efica cia ex p licativa de la probabilidad es tadística se deduce que se ha de afrontar el problema desde otro punto de vista. Una vía de solución posible es la de inten tar profundizar en la misma evidencia t�xtual, iden tificando las técnicas lingüísticas que expresan las expectativas ele los interlocu tores . Un ejemplo bastante obvio ele este planteamiento es el análisis del uso que hacen los hablantes de la NEGACióN. El método que ha de seguirse es localizar y analizar las estructuras negativas que apm ecen en un texto para establecer qué tipo ele contenido presupo nen (véase VIL 3 8 ) : habi tualmente, sólo se u tiliza la negación cuando existe algún motivo (he aquí la expectativa revelada indirectamente) para creer que algo no es cierto (véase Wason, 1 965, Osgood, 1 97 1 , y Givon, 1 97 8 ) . Aparte ele la negación, pueden considerarse como mar cadores de expectativas prácticamente todos los mecanismos cohesi vos enumerados en VII . 1 8 .4. 2 1 . Ya se demostró la plausibilidad ele este enfoque, basado en la evidencia textual ele las expectativas ele los interlocutores, en el análi sis del ejemplo [3], un breve extracto ele la revista Time (22 de enero ele 1 979) que aparece en I. 1 : [3]
[ 1 ] A sus vein te años de edad, Willie B . es un teleadicto i ntransigen te. [2] Odia las noticias y los programas de entrevistas, pero es un fa nático aficionado de los partidos de fútbol. Se pone tan nervioso cuando inten1.1mpen con anuncios la retransmisión de un partido que a veces hasta le pega puñetazos al televisor_ [3] Un amigo suyo dice [4] que se comporta como «un niño pequeño» . [5] Willie B. es el úni co crorila del zoo de Atlanta. [6] El pasado mes de diciembre, un re pre�entante de Tennessee TV se enteró de la solitaria vida que l leva Willie B. y le regaló un televisor para que le hiciera compañía.
En el comentario del fragmento se procederá clasificando el flujo ele expectativas que su lectura va creando progresivamente en el re ceptor únicamente a partir del material lingüístico que conforma el texto. 22. Una de las marcas formales que hacen evidente la existencia ele expectativas por parte ele los interlocutores es el grado ele DEFINI cróN I 2 de los artículos que aparecen en el texto (definidos fTente a in definidos). Habitualmente, disfrutan del estatuto ele definidas las enti dades del mundo textual que sean identificables, accesibles y recupe rables sin un excesivo esfuerzo ele procesamiento. En principio, este 1 2. En este manual no se tratará la definición en detalle, ya que es un fenómeno que se mueve a caballo entre la i nformatividad y la cohesión. Véase Beaugrande ( ! 980a: para más detalles
1 37-44)
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I :\ TR O D L C C I Ó :\ A
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I '-: F OR'\1.-\TIVIDAD
L I :\ G L Í ST I C\
estatuto está ma1 cado convencionalmente en los textos por el artículo «definido >>, mien tras que el artículo «i ndefinido>> se reserva para enti dades que aparecen por primera vez en el cliscur_-so. �o obstante, son _ e muchas las objeciones que pueden hacer se al simphsmo que exhrb semejante plan teamiento del fenómeno. Par�ce basta nte claro qu � al _ as _ defmid aunas en tidades del mundo textual se consideran srempre arque forman parte del conocimiento prototípico compartido por lo s in terlocutores, por ejemplo, 'el sol' o 'la luna', mien tras que otras se consideran siempre indefinidas porque son miembros inespecíficos de una clase, aun cuando sean información conocida o se hayan men cionado recientemen te en el discurso. En el ejemplo [3], incluso la primera vez que aparece la entidad textual 'el zoo de Atlanta' 3 . 5 ] se considera como información conocida (se presupone, ademas, que únicamente existe un único zoo en esa ciudad) . Más adelante, apare ce mencionada de nuevo la secuencia 'el zoo' [3.6] (se presupone que se refiere al único que hay en Atlanta) . A causa de las expectativas que se les supone al lector; en ambas ocasiones aparece 'zoo' determi nado por el artículo definido. Por su parte, suele asignarse la INDEFI NICióN a las entidades que aparecen en su primera mención textual: 'un teleadicto intransigente' [ 3 . 1 ], 'un aficionado fanático' [3 .2], 'un amigo suyo' [ 3 . 3 ], 'un niño pequeño' [3.4], 'un representante ele Tenne ssee TV' [3.6]. No obstante, teniendo en cuenta el fTagmento, han de existir otras explicaciones que den cuenta del uso de la indefinición y que no se circunscriban de manera e �clusiva al momento ? iscursivo . en el que aparece cada una de las entidades textuales. Adv1ertase que tanto 'un niño pequeño' [ 3 .4] como 'el único gorila' [3 .5] son designa ciones que aparecen mencionadas por primera vez e � el te:< t o ref�r� . das a 'Willie B.', y, mientras que una de esas referencias esta mdefrm da, la otra se presenta definida. De igual manera, 'un televisor' [ 3 .6] se presenta como indefinido a pesar de que anteriormente se había he cho mención por primera vez 'a(e)l televisor' [3 .2] que aparece, para dójicamente, defi nido, si bien es cierto que se trata de dos aparatos de televisión distintos. 23. Esta utilización de la indefinición y de la definición, en oca siones contradictoria, invita a realizar un tratamiento del fenómeno en términos de ACCESO PROCEDilv!ENTAL. Si una entidad textual se encuen tra activada en la memoria i nmediata, entonces se propicia que el ac ceso al conocimiento definido y prototípico de la misma sea fácil Y rápido, tal como se explica en IV. 2 . Por lo tanto, la entidad textual 'un teleadicto intransigente' [3 . 1 ] se presupone que ya tiene 'un televisor', por lo que resulta esperable que en [ 3 . 2] aparezca definido 'a (e)l te levisor'. En contraste, 'un amigo suyo' [ 3 . 3 ] es un miembro acciden tal de una categoría: Willie B . puede tener muchos amigos, pero el
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productor textual ha seleccionado únicamente uno de entre los mu chos posibles, y, en estas condiciones, los hablan tes suelen ser reti cen tes a emplear el mecanismo de la definición . I 3 'Un niño pequeño' [3 .4] es un miembro accidental de una clase y, además, se menciona por primera vez. 'El único gorila' [ 3 . 5 ], en cambio, no es un miembro de una clase, puesto que sólo hay un único gorila en ese zoo, pero sí es la primera vez que se menciona; por consiguiente, resulta tan lógi co que aparezca indefinido el primero, como que se defina el segun do. 'Un televisor' [3.6] está indefinido de manera lógica sólo si se con sidera que el fragmento en donde se inserta comienza con una se cuencia de apertura del discurso ('En diciembre . . .') que da pie a un nuevo inicio textual. Desde este pun to de vista, si se reconsiderase la descripción ele la teleadicción de Willie B. en la primera secuencia del texto y, paradójicamente, la aparición de 'un televisor' indefinido en la última, podría establecerse que quizás esta inconsecuencia la impon ga la misma secuenciación lógica de los acontecimientos en el mundo real (véase VII . 1 8.2), ya que si 'a veces hasta le pega puñetazos al te levisor' [3.2], éste ha podido estropearse (no olvidemos que se trata de un gorila), lo cual justificaría que alguien le regalara 'un (indefi nido) televisor1 [3 .6] posteriormente. 24. Aparte de la definición/indefinición, otra de las marcas for males que hacen evidente la existencia de expectativas por parte de los interlocutores inmersos en la i nteracción comunicativa es la or denación secuencial (secuenciación ) de las oraciones y de las cláusu las que aparecen en el texto (véase IV. 5 1 y ss.). Así , por ejemplo, en el fTagmento [3], la oración de apertura [ 3 . 1 ] no tiene, por supuesto, material anterior sobre el cual construirse; ahora bien, el emplaza miento del elemento nominal 'Willie B.' en la posición de sujeto se ñala que tendrá la función de TEMA (véase el análisis que se hace del tema 'cohete' que aparece como sujeto en la secuencia de apertura del ejemplo [ 4] de I. l ). Por la misma razón, la entidad textual 'Willie B.' realiza la función de sujeto en cuatro cláusulas más: las dos que componen [3.2], una en [3 .4] y otra en [ 3 . 5]. Los materiales textua les remáticos que, refiriéndose también a Willie B . , presentan infor mación nueva o todavía no mencionada en el discurso previo, ocu pan los predicados del conjunto de seis cláusulas que componen el fragmento. El productor textual organiza todo este material lingüís tico mediante el uso de CONJUNCIONES (véase IV.42 y ss. ) : así, por ejemplo, la conjunción 'pero' [ 3 . 2 ] expone la oposición entre las fo bias y las filias que siente el gorila ( adversación, véase IV.45), m ien tras que 'tan . . . que .. .' señala la existencia de una relación de tipo cau1 3.
Para más detalles, puede consultarse de nuevo Beaugrande ( l 980a:
1 37-.f.f).
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1 :\ TR O D L C C I O :\ A LA L I :\ G L ÍSTIC\
l i\FO R.\ IATIVIDAD
sal en t re 'se pone nervioso' y 'pega puñetazos' (subordinación, véa se IV.46 ) . 2 5 . L a coherencia textual s e basa e n l a explotación discursiva de las expectativas que genera la información que va apareciendo p ro gresivamente en el texto. Por ejemplo, cuando el receptor lee la se cuencia 'un teleadicto intransigente' [3 . 1 ], de manera inmediata, se ac tiva en su mente la expectativa de que, a continuación, aparecerá al guna otra secuencia en donde se precise los programas televisivos que tanto entusiasman y que tanto odia Willie B. (lo cual sucede, efectiva mente, en [3 .2]). El comportamiento violento 'cuando interrum pen con anuncios la retransmisión de un partido' [ 3 . 2 ] no parece ser el más adecuado para alguien que ha cumplido 'veinte años de edad' [3 . 1]. pero sí que lo es si lo protagoniza un veinteañero infan ti !izado que actúa como 'un niño pequeño' ( tal como se dice en [3 .4]). Cuan do se descubre en el texto que 'Willie B . es el único gorila del zoo de Atlanta' [ 3 . 5 ] , el lector espera que el 'aparato de televisión' se lo lleven a Willie B . al zoo, aunque eso no se diga de manera explícita [3 .6]. 'di ciembre' [3 .6] es un mes muy apropiado para hacer regalos, especial mente, para los 'representantes' comerciales de las empresas, por eso no es de extrañar que suceda lo que sucede en el texto. Además, que Willie B. sea 'el único gorila del zoo de Atlanta' [3.5] crea la expecta tiva de que lleva una vida 'solitaria' [ 3 . 6] y, retrospectivamente, justifi ca, en alguna medida al menos, su conducta agresiva. 26. En contra de la idea comúnmente aceptada de que la cohe sión y la coherencia organizan el espacio textual de una manera pre visible, el productor textual de [3] ha sido capaz de burlar esta ex pectativa e introducir un elemento sorpresa: que 'Wi llie B .' no es, en realidad, un ser humano aunque así lo pareciese en la secuencia de apertura [ 3 . 1 ]. Una de las claves de la frustración de las expectativas iniciales es que la entidad textual 'Willie B . ' sugiere, en sí misma, la idea de ser humano, puesto que ni los animales domésticos ni los sal vajes suelen tener apellido. De manera más o menos explícita, los tér minos 'teleadicto' [ 3 . 1 ], 'amigo' [ 3 . 3 ] y 'niño pequeño' [3 .4] presupo nen, también, el estatuto humano. Que Willie B. se comporte 'como un niño pequeño' [3 .4] es quizás el detalle que mejor demuestra la as tucia y la habilidad del productor textual para ocultar su i ntención. El hecho de que Willie B. discrimine entre programas televisivos [3.2] in vita al lector a que suponga que puede entender sus contenidos; que uno de estos programas sea 'de entrevistas' sugiere que Vvillie B . en tiende el lenguaje. En otras palabras, el productor textual ha excluido toda aquella información que pudiera desvelar la identidad animales ca de Willie B . : así, por ejemplo, en lugar de u tilizar el término 'pata' emplea 'puño' y utiliza 'amigo' en vez del más lógico 'asiduo visitante
del zoo', aunque, e n cualquier caso, esos términos s e refieran a las mis mas entidades textuales. ! -+ 27. Cuando tras la lectma de las primeras secuencias [ 3 . 1 -4] ya d lector ha construido un entramado de creencias y de expectativas, la irrupción de la secuencia [ 3 . 5 ] provoca el desmoronamiento abso lu to de todas esas ideas previas: 'Willie B. es el único gorila del zoo de Atla nta'. El efecto inmediato que ello provoca en el lector es el de sor pres a (dado su carácter extraordinario, se encuentra ante una secuen ci a con un tercer nivel de informatividad) y el de tener que volver a rei nterpr·etar todo lo que antes había leído hasta ese momento (ha de poner en marcha un proceso retroactivo de disminución regresiva del nivel de informatividad de las secuencias anteriores; véase VIL 1 3 ). En este sentido, el receptor ha de revisar retrospectivamente en su memoria todo el material textual previo a la secuencia [ 3 . 5 ] y darle una nueva coherencia: ya no se trata de conocimiento estereotipado aplicable al comportamiento de los seres humanos, sino de conoci miento específico de algunas conductas muy sorprendentes que ha llevado a cabo un determinado gorila. También se hace necesario que el lector emprenda una labor de disminución progresiva del nivel de informatividad de las secuencias [ 3 . 5-6] para poder comprender el fragmento de una manera competente. En este sentido, es vital el dato de la 'solitaria vida' que lleva el gorila, ya que ello explicaría tanto la situación anímica difícil en la que se encuentra, como sus actitudes re lativamente humanas. Estas operaciones de disminución del nivel de informatividad de las secuencias sorprendentes preservan el texto del absurdo lógico. 28. El uso especulativo que el productor del texto [3] hace de las expectativas de los receptores ha incrementado, de una manera signi ficativa, el INTERÉS del fragmento (véase VIL 1 3) . Bien es verdad que la secuencia [ 3 . 5 ] podría haberse colocado perfectamente antes que la se cuencia [ 3 . 1 ], sin embargo, ello hubiese provocado que el nivel de EFECTIVIDAD del texto hubiese decaído notablemente (véase I . 2 3 ) . No cabe la menor duda de que semejantes tácticas de secuenciación de la información son habituales en la producción de muchos tipos de tex tos, especialmente de los periodísticos, en los cuales se ha de mante ner el interés a toda costa, aun cuando los acontecimientos y las si tuaciones que se narren no tengan, en sí mismos, una especial tras cendencia. No obstante, independientemente del tipo de texto que esté 1 4,
Consideraciones de este tipo (por qué los interlocutores utilizan unas determinadas expresio· nes Y no otras para referirse, a fin de cuentas, a lo mismo) jalonan la historia de la filosofía dd len inició la discusión sobre las diferencias entre las nociones 'estrella ma· guaje, desde que Frege y ssJ Por y Linsky, Quine, tutina' Y 'estrella vespertina' (véase Carnap, supuesto, este complejo asunto no se reduce a la relación entre los nombres y los objetos designados.
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to, tiene una co nstruy endo , el produc to¡ del fragme nto [3], en concre la táctica de ada interes a motiva¿ ión adicion al para explota ! de maner la situación lado, un Por aestion ar la secuen ciación de la inform ación" gente la e � ia el� que creenc la ue describ e en el mundo textual refleja la a m1sm endo recurn a un animal solitari o puede alivia¡ su soledad Por ios" o solitar os tro human tecnolo�gía (la televisi ón) que los seres lado, la imagen impacta nte de un gorila 'teleadi cto' capaz de enfure cerse porque interru mpen con anuncio s su programa favorito recuer da muchís imo la conduc ta de muchos telespec tadores human os in fanti lizados por su adicció n " El produc tor del texto [3] fuerza las ex pectativas de sus lectores para que conf: mdan " a un gorila co � u � ser humano , pero no de una manera gratwta : qmere demostrar mdJrec ta mente (irónica mente) que los telespec tadores humano s se compor tan, en muchas ocasion es, de manera irracion al, es decir, como ani males que no tienen concien cia de sus propios actos" De esa manera, a través de la manipul ación de las expectat ivas y de la secuenc iación controla da de la informa ción, el product or del texto consigu e trans mitir una idea de una manera extrema dament e persuas iva (véase L 1 6, VIL42 y VIIL20) " . 29. Como ya se señaló al principi o de este capítulo , la « mformatividad» afecta h abitualm ente, en el uso cotidian o del lenguaje , al con tenido textual (VIL J ) . Utilizan do el ejemplo [6] que aparece en I. l , en los apartad os siguient es, se analizar á de qué manera se explota la i n formativ idad en los textos en los que i nteractú an varios niveles lin güísti cos a la vez:
tipo de texto de que se trata (véase VII. 1 8 .6). En este caso, el recep t or se encuen tra inequívocamente ante un texto poético prototípico,
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"
[6]
EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA
Amor de m is entrañas, viva muerte, [1] [2] en vano espero tu palabra escrita [3] y pienso, con la flor que se marchita, [4] que si vivo sin mí quiero perderte. El aire es inmortaL La piedra i nerte [S] [6] ni conoce la sombra ni la evita. [7] Corazón interior no necesita [8] la miel helada que la luna vierte. Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, [9] [ 1 0] tigre y paloma, sobre tu cintura [ 1 1 ] en duelo de mordiscos y azucenas" Llena, pues, de palabras mi locura [ 1 2] [ 1 3 ] o déjame vivir en mi serena [ 1 4] noche del alma para siempre oscura.
El simple formato en el que se presenta el texto sobre la pá gina impresa activa por sí mismo una serie de expectati vas acerca del 30.
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ante un formato especial de poema, diferente a cualquier otro tipo de formato de cualquier otro tipo de texto (véase IX"9)" Una organización en catorce líneas (o versos) que riman entre sí y que tienen una lon gitud similat (once s ílabas o endecasílabos) iden tifica el texto como un ;ubtipo de poema denominado « soneto » . Ya que está compues to por dos cuartetos y dos tercetos, se trata de un soneto de metro « i taliano» o « petrarquista» , fTente, por ejemplo, al soneto típicamente «shakes periano», compuesto por tres cuartetos, un terceto y un pareado aña dido. El patrón rítmico del poema (abba-abba-cdc-ded) también es ha bitual en los sonetos" De igual manera, aparecen los paralelismos es tructurales característicos de los sonetos ('ni conoce la sombra' 1 'ni la evi ta' [6.6], 'la piedra inerte' [6.5] 1 'la miel helada' [6.8] 1 'la luna vier te' [6.8], 'tigre y paloma' [6. 1 O] 1 'mordiscos y azucenas' [6. 1 1 ], 'espe ro' [6.2] 1 'pienso' [6.3] 1 'vivo' [6.4] 1 'quiero' [6.4]) y contraposiciones típicamen te poéticas ('viva muerte' [6. 1 ]) . Ahora bien, la gestión de las expectativas de los receptores que impone el productor del poema es muy distinta a la que realiza el texto [3]. Mientras que en el fragmen to del 'gorila' se propiciaba que el lector avanzase progresivamente confiado y se encontrara abruptamente con la sorpresa final del cam bio de identidad de vVillie B., en el soneto, el título («El poeta le pide a su amor que le escriba» ) ya encauza las expectativas lectoras en una dirección muy determinada que ayuda a dar coherencia global al dis curso poético que va desarrollándose luego siguiendo la imaginería onírica típicamente lorquiana. Por lo tanto, la secuenciación de las ex pectativas en [6] es i nversa a la que se ha planificado en [ 3 ] . En el so neto, una vez declarado en el título del tema prosaico que va a desa rrollar (una petición), llega la sorpresa de las imágenes impactantes de la desesperación y del amor en progresión creciente que culmina en unos versos que homenajean al místico san Juan de la Cruz ('déjame vivir en mi serena 1 noche del alma para siempre oscura' [6. 1 4]). Mien tras que el texto del 'gorila' es un reportaje sobre la realidad, el sone to es literario, y por esa razón presenta un mundo poético de ficción, alternativo al real (véase IX.8); no obstante, en ambos casos, tanto en el de la realidad, como en el de la l iterariedad del discurso, se está comprometiendo la organización del mundo textual (véase VII. 1 8 . 1 ). 3 1 . En la exposición acerca de la informatividad que se ha pre sentado en este capítulo se ha pretendido ofrecer un tratamiento ade cuado de algunas cuestiones dignas de consideración en el estudio de los textos. Ha quedado demostrado que la informatividad, propiedad inherente a la materia discursiva novedosa e inesperada, ejerce un control decisivo sobre la selección y la organización de las secuencias
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ele opciones que integran el espacio textuaL Se ha argument ado, tam bién , que la norma estándar a la que tiende un texto es la que se ha denomi nado «Segundo nivel ele informativ iclacl >>, pues representa u n compromi so equilibrad o entre los intereses del productor y del recep tor: Para que pueda alcanzarse este punto medio ideal, puede elevarse el nivel ele informativ iclacl ele las secuencias que presenten un pri mer nivel .y disminuirs e el ele aquellas que alcancen el tercer nivel. Tam bién s e ha sugerido en este capítulo que los productor es textuales p ue den proyectar una secuenciac ión planificada ele expectativa s, con el objetiv o ele elevar el interés del texto. A modo ele conclusión , parece razonable suponer que el control del texto ejercido por la informa tivi clacl es un factor muy importante tanto en la configuració n interna como externa ele los textos .
CAPÍTULO VIII SITUACIONALIDAD l . El término SITUACIONALIDAD se refiere, en general, a los factores que hacen que un texto sea relevante con respecto a la situación co· municativa en que aparece (véase I. 1 9 y ss.). La influencia que tiene la localización situacional sobre el texto durante el encuentro comu nicativo está mediatizada por la intervención (o MEDIACióN) ele la sub jetividad ele los interlocutores, quienes suelen introducir sus propias creencias y sus propias m etas en el MODELO mental que construyen ele la situación comunicativa en curso (véase IX. l ) . Habitualmente, la EVI DENCIA que proporciona la situación real accesible por igual a los par ticipantes en la interacción se mezcla con el conocimiento previo y con las expectativas que éstos tienen sobre cómo se organizan proto típicamente las situaciones en el « mundo real» (véase VII . 1 8 . 1 ) . Suele ser m uy frecuente, no obstante, que el productor textual intente pre sentar al receptor un modelo ele la s ituación en apariencia no media tizado por su subjetividad, cuando en realidad está ocultando su in tención ele RECONDUCIR LA SITUACIÓN comunicativa. También p uede SU ceder que el productor textual intente manipular la situación de una manera favorable para el cumplimiento ele sus metas egoístas; en ese caso se considera que el productor intenta DIRIGIR LA SITUACióN. La línea fronteriza establecida entre las acciones ele « reconducir>> y de «dirigir>> las s ituaciones comunicativas es extremadamente difusa y puede variar de acuerdo con la visión que los participantes tengan i n dividualmente de la interacción en curso. D e hecho, lo más habitual suele ser que los comunicadores prefieran disfrazar sus maniobras de dirección de las situaciones comunicativas como si fuesen acciones de reconducción, con el fin de crear la impresión en su interlocutor de que el modo en que están sucediendo las cosas (que, curiosamente, es el más conveniente para el cumplimiento de los i ntereses egoístas del manipulador) es, en realidad, la manera natural como éstas han de su ceder en el curso normal de los acontecimientos. Por ejemplo, en [ 1 09]
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1 :\ T R O D L C C I Ó :\ .-\ L\ L I :\ G U Í S T I C.-\
(VL 1 6) , la tía sol terona intenta dir igir la si tuación comunicativa que le enfrenta con un posible pretendiente fingiendo que, simplemente, intenta reconducida de manera favorable para sus sobrinas casaderas. En el ejemplo [S] (VI.29), Piglet intenta dirigir la difícil situación en la que se ve inmerso intentando convence¡ a su interlocutor de que se deje guiar por él, aceptando someterse a cierto tipo de control. Si en cada uno de estos casos hubiese sido evidente que las acciones de re conducción de la si tuación realizadas por los manipuladores estaban, en realidad, mediatizadas subjetivamente y eran contrarias al trans cmrir lógico de los acontecimientos, entonces el plan de dirigir en su provecho la situación comunicativa que afecta a los manipulados hu biese fTacasado. En cualquier caso, la distinción entre reconducir y di rigir las si tuaciones comunicativas, considerada en términos de TEN DENCIAS DOMINANTES, es de una utilidad analítica enorme. 1 2. Los conocidos experimentos de Osgood ( 1 97 1 ), en que se pe día a los sujetos evaluados que «simplemente describieran» ciertos ob ·jetos y determinados acontecimientos que previamente les habían sido presentados/ son, sin duda alguna, una modalidad casi prototíp ica de reconducción de la situación. Casi sin excepción, los textos produci dos por los sujetos sometidos al experimento eran algo más que sim ples <
Si bien desde una perspectiva lingüística todavía no se han desarrollado plenamente hasta el momento las nociones de •reconducción» v de •dirección• de las situaciones comunicativas, estos con ceptos son de uso habitual en las investig;ciones sobre el procesamiento automático de datos . 2. Para ser más precisos, los experimentos de Osgood suponían en realidad la de acontecimientos (en el sentido que se le da a estos términos en IX . 6).
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alto nivel de informatividad, de sorpresa), el receptor no tendría pro blema alguno en reorientar su atención, desatendiendo las <
-¡Maldito muchacho! -dijo el viejo caballero-. Se ha vuelto a dormir. -Extraordinario chico éste -dijo el señor Pickwick-. ¿Siem pre duerme de esta manera'? -¡Que si duerme! -dijo el viejo caballero-. Siempre está dor mido. Va a hacer recados dormido y ronca mientras sirve la mesa. -¡Qué raro! -dijo el señor Pickwick. -Sí que es raro -respondió el viejo-. Estoy muy orgulloso de este muchacho; no lo cedería por nada del mundo: ¡es una curiosi dad natural!
Las operaciones de reconducción interesada de la situación pueden complementarse con el intento de dar una explicación supuestamente convincente (mediante la disminución del nivel de informatividad de lo que se cuenta) que justifique la inusual frecuencia de aparición de un determinado elemento (en este caso, la abundancia de maris querías en un barrio marginal) (Dickens, 1 974: 3 0 1 y ss .): [ 1 26]
-Mire en esa dirección, señor; hav una marisquería por cada media docena de chabolas, Bendito s �a Dios, estoy seguro de que cuando se es tan pobre como esa gentuza, de pura desesperación, sale uno corriendo de su casa a comer marisco.
El i ntento de reconducir una situación comunicativa también pue de tener como objeto subsanar la falta de coherencia de algún acon tecimiento mediante una interpretación que disminuya su nivel de in formatividad y lo haga, por tanto, comprensible; como sucede, por ejemplo, cuando las acciones de unos determinados personajes no pa rezcan racionales (Carroll, 1 960: 1 44 y ss.):
SIT CAClO!'\ALIDAD
1 '-:TRODCCCIÓ!'\ A LA U'-:GCÍSTICA
228 [ 1 27]
Los doce miembros del .j urado estaban muv atareados escribiendo en sus pizarras. -¿ Qué están haciendo? -susurró Alicia al Grifón-. No pueden estar apuntando nada, puesto que el juicio no ha empezado to davía. -Están escribiendo sus nombres -cuchicheó el Gri fón-, no vaya a ser que los olviden antes de que acabe el juicio. -¡Vaya estupidez! -empezó a decir Alicia, con una \'OZ muy in dignada. .
En este fragmento, el Grifón intenta reconducir de manera cohe rente la situación disminuyendo el nivel de informatividad de una ac ción aparentemente inmotivada (los miembros del jurado escribiendo antes de que comience el juicio) ofreciendo a su extrañado interlocu tor una explicación supuestamente razonable (aunque, en realidad, bastante surrealista). La exclamación de Alicia, '¡Vaya estupidez!', hace evidente no sólo que no acepta la reconducción de la situación que propone el Grifón, sino que esa misma explicación le parece tan des cabellada como lo que intenta explicar (lo cual también es un intento ahora por parte de Alicia, de reconducir la situación) . Cualquier acon� tecimiento sorprendente o DESTACAoo3 puede someterse a un procedi miento de disminución de su nivel de informatividad que lo resta blezca dentro de la normalidad predecible o, al menos, en el terreno de las expectativas habituales, como se advierte en este ejemplo (Ca rroll, 1 960: 2 7 9) : [ 1 2 8]
-¡Qué posturas m á s raras! -exclamó, pues e l mensajero n o hacía más que dar saltos de un lado para otro y retorcerse como una anguila a medida que avanzaba, extendiendo sus manazas a ambos lados del cuerpo como si fuesen abanicos. -No tan raras -dijo el Rey-. Es que es un mensajero anglo sajón, y sus posturas son anglosajonas. Se comporta así sólo cuan do está contento.
Fillmore ( 1 977) sugirió que la información destacada influye de una manera decisiva en la configuración de la superficie textual. En efecto, la información más relevante habitualmente suele ocupar el lu gar preemi nente de los huecos funcionales reservados al sujeto o al objeto directo. 4 3,
lo
VII
4.
Acerca de lo destacado, Yéase Kintsch ( 1 977a: 397
.y ss.).
Véase también la nota 5 del capítu-
Este enfoque proporciona una explicación satisfactoria de un par de secuencias oracionales que han pro\'ocado muchas discusiones entre los lingüistas ('He manchado la pared con barro' frente a 'He manchado con barro la pared'): sin duda alguna, en la construcción se le ha dado una mayor impor tancia al elemento que ocupa la posición de objeto directo en detrimento del sintagma preposi cional.
229
4. La reconducción de situaciones comunicativas, como las des cri tas en los ejemplos anteriores [ 1 2 5- 1 2 7 ] . puede considerarse como u na es trategia de RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS, entendida en el sentido que se da a esta noción en III. 1 7 . Habitualmente, el productor reser va la función de TE!vlA del texto para marcar los acontecimientos ines perados. Ello suele p1 ovocar en el receptor una de estas dos posibles reacciones: o bien los hechos extraordinarios se consideran directa mente 'raros' [ 1 2 5 ] o 'estúpidos' [ 1 2 7 ] . o bien se intenta disminuir su nivel de informatividad de manera que, pese a las apariencias, no bur len las expectativas habituales (ejemplos [ 1 26] y [ 1 2 8 ] ) . En cualquier caso, únicamente la segunda reacción resuelve el problema comuni cativo mediante la integración de todos los elementos que aparecen en el texto y en la situación en un esquema aceptable para ambos inter locutores. El procedim iento de disminución del nivel de i nformativi dad de las secuencias que planteen problemas comunicativos entre in terlocutores es una modalidad de NEGOCIACióN del modelo de la reali dad y del conjunto de normas aceptadas socialmente (véase VII. 1 8 . 1 ) . En este sentido, la manera d e reconducir las situaciones comunicati vas está bastante normalizada y no suele presentar variantes signifi cativas, aun cuando los diferentes participantes en la interacción ten gan opiniones contrapuestas acerca de lo que se está haciendo, como se muestra en el ejemplo siguiente (La flerecilla domada, ii 2- 1 7) : [ 1 29]
CRIADO 1 : ¿Querría su señoría tomar una copa de saque? CRIADO 2: ¿Seda tan amable su eminencia de degustar estos fiam bres? CRIADO 3: ¿Qué indumentaria desea su eminencia vestir hov'? . SLY: Me llamo Christophero Sly; no me llamen «Señoría» o « emi nencia». No he bebido saque en mi vida y si usted me quiere ofre cer fiambres, que sean de buey. No me pregunte qué i ndumentaria vestiré; no tengo más jubón que mi espalda, ni más medias que mis piernas, ni más zapatos que mis pies . . . LORD: ¡ Que e l cielo cese s u humor ocioso e n t u honor! ¡Oh, estamos ante un hombre poderoso de tal descendencia, con tales posesiones y digno de tan alta estima, que no puede estar maculado por man cha alguna! SLY: ¿ Qué, es que quiere volverme loco?
Cuando se rechaza un o frecimiento, aunque éste sea tal que satis faga una de las metas básicas del ser humano -la provisión de bebi da, comida y ropa-, el conflicto y el malentendido se mantendrá A efectos de interpretación, ha de asumirse que l a primera oración del par implica que l a pared ente ra ha quedado manchada de barro, mientras que la segunda sugiere que sólo está embarrada parcial� mente (Yéase Fillmore, 1 977: 79)
231
¡:--; T RODCCCIÓ:\ A L ..\ u:--; G C ÍSTIC.-\
SIT L'.-\CION.-\LID.-\D
mientras los participantes sigan reafirmándose en sus propios puntos de vista y no entren en la negociación de los mismos. Téngase en cuen ta, además, la tendencia a considerar como 'locos' a quienes sostienen un punto de vista divergen te al de la mayoría con respecto a la situa ción «reaL> (se trata de un mecanismo de autodefensa de las expecta tivas sociales fTente a las individuales) . 5 . No obstante, las desviaciones de la evidencia que proporciona la situación real suelen tolerarse de una manera convencional en cier tos tipos de texto, especialmente en los tipificados como dramáticos. Considerados como una subclase de los literarios, los textos dramáti cos disfrutan de la prerrogativa de presentar una organización textual alternativa de los acontecimientos que narran (véase IX.S); puesto que se representan en directo ante un público, sumen a sus receptores en una situación comunicativa peculiar que exige una participación sub jetiva muy elevada (en el sentido que se dio a este concepto en VIII . l ) . Muestra d e ello e s que algunos textos dramáticos i ncluso comienzan con una «exposición>> i nicial en la que se pide al público que partici pe en la ficción. El ejemplo más famoso podría ser el « Prólogo» a la segunda parte de Enrique V de William Shakespeare:
Aunque los textos dramáticos sean inequívocamente u n subtipo especial de texto de ficción , en muchas ocasiones sus productores ne gocian con el público los términos en los que se va a desarrollar la in teracción comunicativa, de igual manera que sucede, por otro lado, entre los hablantes en el ámbito más habi tual de la vida cotidiana (véase Goffman, 1 974). 6. En algunas ocasiones, la tarea de reconducir de manera ade cuada una si tuación comunicativa en la que se ha producido un ma lentendido puede llevarse a cabo, simplemente, mediante el uso de las FORMAS PRONOMINALES pertinentes en lugar de las denominaciones con ceptuales que sustituyen. Halliday y Basan ( 1 976) sugirieron el térmi no EXÓFORA (neologismo creado por analogía con los términos « aná fora>> y «Catáfora>> , véase IV. 2 2 y ss.) para referirse a este tipo de uso . La exófora no establece una relación de tipo correferencial en un sen tido estricto (véase IV. 2 1 ), puesto que no existe otra expresión conti gua en el texto que se corresponda exactamente con la forma prono minal (aunque algunos l ingüistas argumentan que, aunque no haya sido enunciada explícitamente en el texto, de hecho puede existir una expresión corr·eferente activada en la memoria del receptor que justi fique la remisión exofórica) . En el apartado siguiente se examinará el funcionamiento de la exófora aplicada en la reconducción de las si tuaciones comunicativas. 7. Los pronombres de primera y de segunda persona son, por su propia naturaleza, exofóricos, en el sentido de que han sido seleccio nados por el productor del texto para marcar su relación social con el(os) receptor(es), como sucede en este fragmento:
230
[ 1 3 0]
RUMOR Prestadme atención, porque ¿quién de vosotros, si el Rumor habla, se tapará los oídos? Yo, desde levante hasta el aburrido poniente, haciendo del viento mi caballo de posta, extiendo sin cesar la noticia de los actos realizados sobre esta bola de tierra. Y de mi lengua sin parar brotan mentiras, que en cada idioma yo pronuncio, y voy calentando la cabeza de todos los hombres con noticias falsas. Hablo de paz, mientras la oculta guerTa, amagando una sonrisa de satisfacción , hien; al mundo. ¿Y quién sino el Rumor, quién sino yo, reúne levas de hombres espantados que preparan la defensa cuando la vida, repleta de desgracias, se presenta bajo el dominio de la Estrella de la guena? El Rumor es una flauta soplada por la sospecha, los celos y las conj eturas; es tan fácil de tocar, es tan sencillo su manejo, que el estúpido monstruo de mil cabezas, la sempiterna mul titud i ntranquila y vacilante puede convertirla en música. ·
[ 13 1 ]
MARULUS: ¿Qué oficio tienes, gandúl? Habla claro. CIUDADANO II: Bah, no pierdas los estribos, señor; pero si lo haces, yo tengo un remedio para ti. MARULUS: ¿Que usted tiene un remedio para mí? ¿Qué quieres de cir con eso, mentecato? CIUDADANO II: Pues que os puedo ayudac FLAVIO: Eres curtidor de cuero, ¿ no?
Cuando el artesano trata de « tÚ>> al oficial gubernamental, la res puesta enfática de éste hace que en su siguiente parlamento el 'ciuda dano II' le trate de «USted>> , mientras que el oficial sigue tuteándolo, demostrando así su preeminencia social sobre él (véase un análisis de la expresión del poder y de la solidaridad en el uso de los pronombres en Brown y Gilman, 1 960). Mediante DEícncos, la exáfora puede se ñalar (en sustitución del dedo índice extendido) tanto al productor (primera persona) como al receptor (segunda persona) y a los demás
I � T RO D C C C I Ó � A LA L I 0: G C ÍST IC-\
participan tes (tercera persona) en la interacción (Julio César, II, 94-
97):
[ 1 32]
CASIO: É ste es Trebonio.
BRUTO: Biem·enido sea.
CASIO: É ste es Decio, Bruto.
BRUTO: También sea bienvenido. CASIO: Éste es Casca, ése Cinna y aquél Metelo. BRUTO: Sean todos bienvenidos.
En esta escena, cuando se presentan ante Bruto los conspiradores que quieren atentar contra la vida de Julio César; Casio identifica pri mero a los hombres que llevan máscaras y que, por lo tanto, no son reconocibles a partir de su apariencia externa. Cuando Casio ha acla rado la identidad de cada uno, Bruto les da la bienvenida. Llama la ate �ción c �mo p �·esenta a Casca ('éste'), Cinna ('ése') y Metelo ('aquél') . segun la distanCia relativa a la que se encuentran de la p rimera per sona. En este sentido, los deícticos organizan el espacio físico en que se desarrolla la interacción. También son útiles para referirse, de una manera inigualablemente sintética, al conjunto de acciones que se i n tegran en una situación (Goldsmith, 1 7 7 3 : 29): [ 1 3 3]
HARDCASTLE: Esto puede que sea modestia moderna, pero yo nunca
he visto nada tan parecido a la insolencia clásica .
233
S ITUACIO C.:ALIDAD
·
En su intervención [ 1 3 3], el señor Hardcastle se está refiriendo me diante el uso del deíctica 'esto' de una manera máximamente sintéti ca a toda la secuencia completa de acciones que llevó a cabo su invi tado desde el mismo momento en que llegó a su casa hasta que se des pidió muchas horas después. 8. En VIII. l se propuso la utilización del término DIRIGIR LA SI TUACióN comunicativa para referirse a la manipulación de los textos que conduzcan la situación hacia la consecución de las metas egoístas de los participantes en la interacción. En ese mismo lugar ya se ad virtió que la fro ntera existente entre « reconducir» y «diriair» una si tuación es bastante vaga y que, quizá, pueda describirse de una ma nera más apropiad� en términos de tendencias dominantes que pre valecen en un sentido o en otro. También se sugirió que, cuando las expectativas de los participantes en la i nteracción no coinciden, se plantea l a situa�ión típica en la que el productor textual, si pretende . . ser conCiliador, mtenta reconducir la situación para solventar esa dis crepancia o, si tiene intereses egoístas, para i ntentar reafirmar s us p�·opias expectativas frente a las del receptor (véase VIII.4). Ahora bien, cuando se opta por dirigir una situación, en cambio, ya existen
unas metas previas que mediatizan subjetivamente l a interacción, por ejemplo de las del tipo que aparece en la conversación entre la tía sol terona y el señor Tupman (véase VI. 1 6 y ss. ) . En el fragmen to si guien te, en donde se presenta la valoración que hacen dos personas distintas de un mismo episodio de la campaña electoral a la presiden cia de los Estados Unidos que enfrentó a Kennedy y a Carter (Gaims ville S un, 1 5 de octubre de 1 979), se advierte que la consecución de las propias me tas motiva una visión significativamente subjetiva acerca de la misma situación: [ 1 34] [ 1 3 5]
Los seguidores de Kennedy afirmaron que lo sucedido en Florida fue «uno de los mayores triunfos políticos de este siglo». «Ellos pusieron de su parte lo mejor que tenían y nosotros pusimos de nuestra parte lo mejor que teníamos y nosotros les golpeamos y les golpeamos de muerte» , sentenció Jody Powell [seguidor de Car� ter]. .
Parece claro que ambas versiones sobre los mismos hechos varían de una manera tan significativa que no pueden ser ambas ciertas: sin duda alguna, en este caso, el intento de dirigir la situación prevalece sobre el intento de reconducida. Adviértase el uso de la REPETICIÓN en las declaraciones de Powell, quien i ntenta reforzar con ese recurso su propia versión de los hechos (véase I\1. 1 3 ) . Un ejemplo todavía más claro de imposición de los puntos de vista propios sobre los ajenos lo proporcionaron unos hombres armados enfrentándose a los conduc tores de una furgoneta que transportaba dinero ( Gaimsville Sw1 , 20 de diciembre de 1 97 8 ) : [ 1 3 6]
Esto es un atraco. No estamos bromeando
Los atracadores describen la situación en curso intentando con centrar la atención de los participantes sobre su plan de 'robar el di nero', confiando en que las armas de fuego i nvaliden la versión dis crepante que, sobre la misma situación, puedan tener los demás par ticipantes .s 9. El análisis de los ejemplos anteriores, aunque superficial, invi ta a concluir que el intento de dirigir una situación puede explorarse de manera adecuada desde el punto de vista de un productor textual que intenta imponer su PLAN a un receptor (véase VI.22 y ss.). Los pla nes prototíp icos, con frecuencia denominados GUIONES, se activan úni camente cuando una determinada situación conocida exige transcu rrir de una manera estereotipada (véase VI. 1 4 y ss.). Partiendo de la Acerca del uso de armas de fuego en la redefinición de situaciones, ,·éase Goffrnan ( 1 974: 44n
23-+
S l TL;AClO'JA L I DAD
l � T R O D C C C l Ó � .-\ L A L l � G C i S T ! C A
supostcw n de que los comunicadores procuran siempre alcanzar sus metas, los participantes han de saber adaptarse a una serie de facto res variables y, en ocasiones, imprevisibles, cuando se ven implicados en situaciones de las que no tienen experiencia alguna. Una manera de realiz � r este cometido es evaluar los textos de los otros participan tes para rntentar reconocer las metas que les mueven a actuar de la manera determinada en que lo hacen (véase Allen, 1 979). Bien es ver dad que también pueden resolver esta cuestión asignando a la inten ción c ? municativa de sus interlocutores metas POR DEFECTO, es decir, supomendo que la mayor parte de la gente tiene los mismos dese os que tendrían � llos mi � mos en su lugaL 6 Ahora bien, si los recursos que han de reparttrse los r nterlocutores en su beneficio son limitados e in suficientes para cumplir todas y cada una de las metas de todos los participantes en la interacción, entonces lo más lógico es que se pro duzca un CONFLICTO (véase Wilensky, 1 978a ) . 7 Como resulta evidente en las declaraciones tanto de los seguidores de Kennedy [ 134], como de los de Carter [ 1 3 5 ] , cuando se produce un confl icto de metas cada participante intenta reconducir la situación de una manera distinta pero siempre favorable a la consecución de sus propios intereses. ' 1 0. Cuando se da el caso de que existe una cantidad significativa de metas que no pueden alcanzarse mediante las acciones realizadas por un úni � o agente, la tarea de dirigir una situación compleja impli ca, en ocas10nes, la apertura de un proceso de NEGOCIACióN DE METAS entre varios interlocutores, operación consistente en la puesta en mar cha de m étodos que ayuden a obtener la complicidad y la cooperación de los otros participantes en la i nteracción. En este sentido, Schank y �belson ( 1 97 7 ) analizan el hmcionamiento de una serie de « conjuntos rntegrados de planes» 8 que contienen los tipos de planes que se utili zan habitualmente en la negociación de metas entre diversos i nterlo cutores. Así , por ejemplo, un productor textual puede optar, simple mente, por PEDIR a su interlocutor que haga algo por él o que le preste alguna cosa. Si quiere obtener algo de su receptor, un productor tex tual también puede decantarse por RECORDARle, por ejemplo, la amis tad que los ha unido a lo largo de tantos años (en este contexto, «re6. 7.
13
6
Sobre la deseabilidad, véase VI. y la nota del capítulo VIL \Vilensky distinguió entre casos en los que el agente tiene metas conflictivas ( e.conflicto de me tas») y casos en que las metas de dos o más agentes se contraponen entre sí ( e.oposición entre metas•). El �]timo tipo e confli � to es computacionalmente más relevante que el primero; de ahí que sea la mo Colbv, dalidad que mas se utthce para e]e,·ar el nivel de interés de un relato (véase Beau>!rande v · • ya se exploró el funcionamiento de ambos tipos de conflic o. En el ejemplo [ Schank Y Abelson consideran que un «conjunto integrado ele planes» está compues to por auna acción clave cuya realización fm·orecerá que se alcancen las metas deseadas• , a la que se p� eden añadir tres tipos distintos de «precondiciones » : que la acción clave sea «controlable•, que sea amcontrolable> o que esté «mediatizada• .
�
1 979). 8.
1 39] ( 1 977: 90)
7
cOI·darJe,, algo a alguien es una acción discursiva consistente e n traer a colación una información conocida y compartida por ambos inter locutores, en oposición a « informarle», que consiste en presentar in formación nueva; véase IV. 54). Otra posibilidad que tiene a su dispo sición el productor consiste en RA.ZONAR la conveniencia de que ambos participantes cooperen entre sí (véase L8). También el productor pue de PACTAR con su interlocutor su cooperación a cambio de un FAVOR, o NEGOCIAR para obtener algo que se desea y que el otro tiene. Lógica mente, si todas estas acciones discursivas (sobre este concepto, véa se VI. l l ) FRACASAN, siempre queda el recurso de AMENAZAR al otro, de in tentar DOMINARlo mental o físicamente o de ROBARle lo que se quie ra obtener: Cuando, ante la negativa reiterada del receptor textual, el productor va seleccionando opciones cada vez más cercanas a la vio lencia, este proceso se denomina ESCALADA PROGRESIVA ENTRE CONJUN TOS INTEGRADOS DE PLANES. 9 Este tipo de escalada también puede prac ticarse en el i nterior de un único conjunto integrado de planes. Por ejemplo, el productor puede PEDIR, RECORDAR o RAZONAR siendo cada vez más i nsistente en su petición, en su recordatorio o en su razona m iento; también puede forzar un PACTO mediante el ofre cimiento de FAVORES progresivamente más beneficiosos para su interlocutor o pro metiendo regalarle OBJETOS deseables en mayor cantidad o con mejor calidad; otra opción consiste en AMENAZAR a su interlocutor progresi vamente con la comisión de acciones cada vez más violentas, o inten sificar su DOMINIO físico o mental sobre el otro utilizando de manera progresiva armas cada vez más destructivas. 1 1 . Como muchos otros procedimientos, 10 la escalada progresiva entre co�j �ntos integrados ?e planes supone una estrategia de tipo econoimcista. En este sentido, el planificador discursivo ha de en contrar un equilibrio entre la EFICACIA (facilidad y mínimo esfuerzo) y la EFECTIVIDAD (oportunidades de obtener éxito) de sus acciones, in tentanto que sean las más APROPIADAS a la situación y a los papeles que juegan los participantes en la interacción (véase I . 2 3 ) . Ni « pedin> , ni «recordar» , ni « razonar» exigen un excesivo gasto de energía, que vaya más allá de la activación de los recursos de procesamiento necesarios para producir el texto mismo. Por su lado, « pactar» compromete al productor a gastar determinados recursos materiales , pero proporcio na, en cambio, un incentivo elevado para el receptor. « Amenazan> , 9_
(1 977: 90)
Schank y Abelson proponen, como altemath·a a las opciones más violentas «recu tTir � otro conjunto integrado de planes que se halle situado tan alejado de la escala de benef cio po tenctal p� r� . el produc :or .como e peligro potencial para sus intereses , , como medio para crear una : •precondtcwn de medtacton" mas neutral, que le permita ir avanzando en la consecución de sus me tas. Como ejemplo proponen la aplicación del conjunto de planes denominado abuena voluntad». Véase IV.29, y V.. 1 5
�
10.
37
l
236
1 :\ T RO D L C C IÓ :\ A L A L I 0: G C Í ST ICA
«dominar» y < exigen que se asuma un gasto elevado de recur sos físicos y, además, suprime la posibilidad de cualquier tip o d e ne gociación; esta opción presenta, también, la desventaja de qu e los amenazados, dominados o robados intenten recuperar su digni dad 0 sus propiedades, lo cual hace que la meta del productor violento sea inestable, ya que se alcanza sin el consentimiento del otro. De h echo en la mayor parte de las sociedades civilizadas se adoptan medida� institucionales encaminadas a desalentar la activación de los co njun tos integrados de planes violentos, de amenaza, de dominio o de hur to. Bien es verdad que la simple amenaza es la acción violenta más fá cil de ejecutar; pero también es cierto que su puesta en práctica pla n tea muchos problemas (véase Apeltauer, 1 977): si el amenazado no cree en la capacidad del amenazador para ejecutar su amenaza, éste no sólo se sentirá cuestionado y no alcanzará su meta, sino que ten drá que adoptar una actitud todavía más violenta. 1 2. La escalada progresiva entre conjuntos integrados de planes es, por lo tanto, la respuesta normal al fracaso continuado del pro ductor textual. Wilensky ( 1 978a: 2 8 ) propuso un modelo de compren sión de relatos (que pudiese ser gestionado por un ordenador) basán dose, precisament e, en el conocimient o acerca del procesamien to es calonado de acciones planificadas. Considérese el ejemplo siguiente: [ 1 3 7]
Juan quería montarse en la bicicleta de Pedro. Se acercó a él y le preguntó si se la dejaba. Pedro rehusó. Juan le dijo que le pagatia 500 pesetas, pero Pedro no estaba de acuerdo. Entonces, le dijo que le rompería el brazo si no le dejaba la bicicleta. Pedro acabó ce diéndole la biciclet
El deseo de Juan de montar en bicicleta choca con la negativa con tinuada de Pedro a dejársela; en consecuenci a, si Juan persevera en su deseo, no le queda más remedio que realizar una escalada progresiva en su plan que va desde la PETICióN hasta la AMENAZA, pasando por el estadio i ntermedio de la proposición de un PACTO. No puede dejar de señalarse que, en el fragmento [ 1 37], uno de los criterios que permite al productor utilizar formas pronomina les imprecisas ('se acercó a él y le preguntó . . .', '[él] le dijo que le rompería el brazo . . .', 'acabó cedién dole la bicicleta') es, precisamen te, el conocim iento que sobre este tipo de secuencias progresivas de acciones tiene el receptor: En [ 1 38], Tom Sawyer PREGUNTA a o tro niño cuál es su nombre y como no obtiene una respuesta inmediata, i nicia una escalada progresiva desde la PETI CióN hasta la AMENAZA (Twain, 1 92 2 : 7 y ss.) : [ 1 3 8]
-¿Cómo te llamas ? -¿Y a ti qué t e importa?
SITLACIO"ALI DAD
237
-Hombre, si quiero, puedo lzacer que m e importe. -¿Ah, sP ¿Y por qué no lo haces? -Si no me dices tu nombre, lo haré. -Demasiao-demasiao-demasiao . ¿Qué pasa contigo, tío? -Oh, te crees muv listo, ¿1'erdad? Si yo quisiera, podría darte una paliza con una n{ano atada a la espalda. -¿Ah, sí? Muv bien, y ¿por qué no me la das?
Como puede preverse, este encuentro conflictivo se resolvió a pu etazos (es decir; se empleó el recurso de la IMPOSICióN violenta para ñ resolver el conflicto) . No obstante, aunque Tom finalmente le dio una 'paliza' al otro muchacho, no consiguió alcanzar su meta de saber cómo se llamaba. En este caso, quizás INVOCAR cierto espíritu de cor tesía y de camaradería, o PACTAR un favor en contrapartida, podría ha ber s ido una maniobra táctica más adecuada. 1 3. En el párrafo siguiente se describirá el modo en que se sue len dirigir las situaciones comunicativas en términos de una escalada planificada de secuencias de negociación. En el análisis de las con versaciones dirigidas a la consecución de una determinada meta ya se analizó el funcionamiento de ciertas estrategias de dirección de situa ciones que brindan un alto rendimiento al comunicador que las em plea. Bien es verdad que no todas estas estrategias funcionan en todos los contextos, ni cubren todas las acciones discursivas concebibles, pero, en principio, podrían aplicarse teóricamente en cualquier serie de textos o de acciones no verbales. Por supuesto, la acomodación de las estrategias a la situación real en curso sería otro ejemplo de PRO CEDIMIENTO DE ADECUACIÓN, tal como se definió este concep to en III. 1 9 . 1 4. El texto que se utilizará para ejemplificar lo expuesto en el párrafo anterior es un episodio muy conocido de Las aventuras de Tom Sawver (Twain, 1 92 2 : 1 6 y ss.), en donde a Tom le han mandado que pint� la valla de su casa en sábado, precisamente el día que tiene libre para irse al río a darse un chapuzón. Para empezar� Tom no es un mu chacho precisamente trabajador y, lo que es peor, deberá soportar el tormento adicional que supone la burla de otros muchachos que pa sen por su lado con sus toallas de baño camino del río. En concreto, en el fragmento, Tom ya ha empezado a pintar la valla y pasa junto a él su vecino Ben: l l [ 1 39] [ 1 ] [2] [3]
Ben le miró fijamente un momento y dijo: -¡Ji, ji ! ¿Te han hecho polvo, eh? No hubo contestación.
ll En la numeración del ejemplo, se ha preferido respetar la fronteru entre ucciones discursivus (ya sean verbales o no verbales), a pesar de violentar los límites entre secuencias oracionales, aunque, en algunas ocasiones, ambos pueden coincidir
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! '.; T R O D L C C I O :\ .-\ L A L l :\ G U ÍST ! C\
[4] [5] [6] [7] [8] [9] [ 1 O] [1 1J [ 1 2] [ 1 3] [ 1 4] [ 1 5] [ 1 6] [ 1 7] [ 1 8] [ 1 9] [20] [2 1 ] [22] [23] [24] [2 5] [26] [27] [28] [29] [30] [31] [32] [33] [34] [3 5] [36] [37] [38] [39]
Tom examinó su úl timo toque con la mirada de un arti sta , luego dio otro suave brochazo sobre la valla y se detm·o a con templar el resultado. Ben se le acercó, in teresado. A Tom se le hacía la boca agua viendo la manzana (que lle vaba Ben en su mano), pero continuó con su trabajo. En ese momento, dijo Ben: -Hola, viejo amigo, así que hoy te ha tocado trabajar, ¿eh? Tom giró su cabeza súbi tamente y dijo: -¡Ah, eres tú, Ben! No me había dado cuenta de que esta bas aquí. -Oye, (yo) me voy a nadar, ¿ no te gustaría venirte a nadar conmigo? Aunque, bien pensado, a lo mejor prefieres quedarte aquí tra bajando, ¿ no? ¡Seguro que lo prefieres! Tom con templó al muchacho durante un instante y dijo: -¿A qué llamas tú «trabajan> ? -¿Cómo? ¿Lo que estás haciendo no es « trabajar» ? Tom reemprendió su tarea de pintar y contestó despreocupadamente: -Bueno, tal vez sí o tal vez no, lo único que sé es que a Tom Sawyer, que soy yo, le gusta hacer esto. -Venga, vamos, ¡me vas a decir ahora que te gusta pintar! La brocha continuaba moviéndose. -¿Gustarme? No veo por qué no habría de gustarme. ¿Acaso tiene un muchacho como yo todos los días la oportuni dad de pintar una valla como ésta? Estas palabras iluminaron la escena con una luz nueva. Ben dejó de mordisquear su manzana. Tom deslizaba con elegancia la brocha de a trás hacia ade lante, se retiraba para observar el efecto, añadía un toque aquí, otro toque allá, y volvía a examinar el efecto de sus brochazos. Ben observaba cada movimien to y estaba cada vez más interesado en lo que veía, cada vez más absorto. De repente, dijo: -Oye, Tom, déjame pintar un poqui to, anda. Tom se lo pensó un instante. Estaba a punto de consentir; pero cambió por fin de opinión: -No, no; creo que pintar esta valla es demasiado difícil para ti. Mira, tía Polly le tiene un cariño especial a esta valla porque está justamente en la parte delantera de la casa, ¿sabes? La ver-
S !T U A C I O NA L I DA D
[ 40] [-+ 1 J [42 ] [43] [44] [45] [46] [47] [48 ] [49 ] [50] [5 1 ] [52] [53] [54] [55] [56] [57] [58] [59] [60] [61 ]
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dad e s que s i fuese la valla trasera, n o me importaría dejarte pintar, ni a ella tampoco le importaría que pintases; lo que pasa es que mi tia Polly cuida mucho de su valla, se tiene que pintar con muchísimo cuidado; creo que hay un muchacho entre miL o quizás entre dos mil, que pueda pintarla de la manera en que ha de hacerse para que quede perfecta. -¡No! ¿Seguro? ¡Venga! Déjame probar, aunque sólo sea un poquito. Yo te dejaría a ti, si estuviera en tu lugar, Tom, amigo. -Ben, ya me gus taría a mí dejarte . . . , te lo aseguro; lo que pasa es que tía Polly . . . fíjate, Jim quería pintar esta valla, pero ella no le dejó; Sid también quería hacerlo, pero mi tía tampoco le dejó. ¿No te das cuenta de que me pones en un aprieto si me pides que te deje pintar? ¿Y si te pones a pintar y pasa algo . . . ? -¡ Narices! Pondré todo el cuidado del mundo . ¡Venga! Déjame que pruebe ahora. Si me dejas, te daré el corazón de mi manzana. -Bueno, está bien, pinta un poqui to aquí. . . No, Ben, todavía mejor no. Tengo miedo de que no sepas . . . -¡Te daré la manzana entera ! Tom le entregó la brocha con cara de no estar m uy conven cido, pero con t;da la alegría de su corazón.
1 5 . La situación que se plantea en [ 1 39] está claramente más ela borada que las que enmarcan los ejemplos analizados hasta el mo mento en este capítulo. En contraste con la conversación entre el se ñor Tupman y la t ía solterona (véase VI. l 6 y ss .), los participantes e n esta escena no se sienten previamente predispuestos a cooperar entre sí. Para alcanzar su propia meta de dejar el poco apetecible trabaj o de pintar la valla e irse a nadar al río, Tom ha de dirigir la situación co municativa de manera que Ben se sienta inducido artificialmente a perseguir una meta que, en principio, no deseaba. Mientras que la tía solterona i ntentaba que el señor Tupman cambiase de opinión con res pecto a sus sobrinas casaderas, Tom i ntenta que Ben realice una ac ción puramente física que nunca hubiese realizado por su propia vo luntad. En consecuencia, en esta situación, la negociación es muy complej a y ha de estar muy bien planificada. 1 6. El primer paso que se da normalmente para i naugurar una situación i nteractiva nueva es que uno de los interlocutores ADVIERTA,
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I�T RODCCCIO� A LA LI:-:GLÍST JCA
SITL"ACIO:\:AUDAD
o preste atención a la presencia del otro (en el sentido que se expone en VIII . 2 ) . Esta secuencia de apertura, previa al inicio de la conversa ción, se desarrolla en [ 1 3 9 . 1 ] : 'Ben le miró fijamente un momento'. La secuencia siguiente [ 1 3 9 . 2 ] ejempli fica una de las estrategias típicas para iniciar una conversación:
EsTRATEGIA 2 : Si la secuencia de apertura de la interacción que pro pone su interlocutor choca contra sus propios puntos de vista o contra sus in tereses, no la acepte. Tiene la posibilidad de a) rechazarla abierta nzente, b) cuestionarla, e) ignorarla o d) reemplazarla con una secuen cia propia de apertura que sustitum a la ajena .v que dirija la situación de una manera más conveniente para sus i11tereses. La elección por parte del interlocutor de una de entre esas diver sas opciones (a-d) depende, en buena medida, del cálculo que haga de las relaciones de dominio social establecidas entre los participantes en la interacción y del coste que le exija acometer una escalada pro gresiva en su pla� alternativo. Un participante con el suficiente poder social no se preocuparía por el coste que le supondría i niciar una es cala progresiva en el desarrollo de su plan ante un rechazo frontal (op ción a) de su i nterlocutor� En el ejemplo siguiente, a la Alicia de Le wis CarToll no le preocupa demasiado que una simple oruga le con tradiga (Canoll, 1 960: 6 8 ) :
EsTRATEGIA 1 : Utilice una maniobra de dirección para empezar la in teracción. Es bastante habitual abrir una situación comunicativa con una ob servación sobre el tiempo meteorológico. Si bien es cierto que un co mentario de ese tipo tiene un nivel de informatividad bajo (puesto que cualquier persona puede observar por sí misma qué tiempo hace), sin embargo tiene la virtud de fomentar el acuerdo y de evitar que en la primera toma de contacto entre los interlocutores ya aparezca la discrepancia (véase VIII.4). Por supuesto, puede ELEVARSE el nivel de informatividad de un comentario intrascendente sobre el tiempo mediante la suposición de que, acto seguido, nuestro interlocutor pro ducirá un enunciado más informativo, como sucede en el ejemplo si guiente (Wilde, 1 95 6 : 14 ) : [ 1 40]
JACK:
Qué día más bueno ha hecho, señorita Fairfax.
GWENDOLYN: Le ruego que no me hable del tiempo, señor Worthing.
Siempre que la gente me habla del tiempo, no puedo evitar sentir que están hablando, en realidad, de otra cosa muy distinta. Y eso me pone muy nerviosa. JACK: Lo siento, yo no he querido decir otra cosa distinta a la que he dicho.
Justamente después de que [ 1 40] s irviese como preámbulo para romper el hielo, Jack le declaró su amor a Gwendolyn y le hizo una proposición matrimonial. 1 7. Volviendo al análisis del fragmento de Tom Sawyer, la se cuencia [ 1 3 9 . 2 ] de apertura de discurso que u tiliza Ben está MEDIATI ZADA, de manera evidente, por su propio p unto de vista (véase VIII. l) acerca del trabajo: [ 1 39.2] -¡Ji, ji! ¿Te han hecho polvo, eh?
Utilizar secuencias de apertura mediatizadas subjetivamente suele ser problemático cuando el receptor textual no comparte los mismos puntos de vista que el productor (véase VL1 8 ) . Si se da ese caso, el re ceptor p uede elegir entre varias opciones:
[141]
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-Cambiar tantas veces d e tamaño a l o largo del día ha d e ser muy desconcertante para tL -Ni mucho menos -replicó la Oruga.
Pero lo cierto es que el número de ocasiones en las que el rechazo firme del enunciado del otro interlocutor es aconsejable, no es ni de masido amplio ni demasiado significativo. Los enunciados de rechazo no suelen ser� precisamente, los más comunes en el interior de grupos sociales homogéneos; lo más habitual suele ser todo lo contrario: las ofensas anecdóticas se toman muy poco en serio en esos contextos, como por ejemplo en: [ 1 42] [ 1 43] [ 1 44]
¡Tonterías ! ¡Te estás pasando! ¿Te has vuel to loco?
En otros tipos de grupos más heterogéneos, en los que suele ser más habitual la negociación i ndirecta de las situaciones interactivas, gana peso la opción b) del cuestionamiento: [ 1 45] [ 1 46] [ 1 47]
¿Estás seguro? ¿ Qué te hace pensar de esa manera? ¿ No podríamos mirarlo de otra manera?
1 8. Volviendo al ejemplo [ 1 39], puesto que la meta que se ha im puesto Tom Sawyer requiere la cooperación servicial, la rendición in condicional, de su amigo Ben, no puede incluir en su plan la elección
"""¡ I:-\TRODL'CCIO;\ A LA Ll:\GCiSTICA
SITC.ACIONAUDAD
de la opción a) de rechazo. En cambio, puede elegir cualquiera de las otras tres, como ele hecho hace en diversos momentos de la interac ción: cuestionar la dirección de la situación que propone su interlo cutor ('¿A qué llamas tú trabajar?' [ 1 3 9 . 1 7 ]), ignorarla ('No hubo con testación' [ 1 3 9 . 3 ] ) y reemplazarla even tualmente por otra propuesta más convenien te para sus pr opios intereses ('¿ Gustarme? No veo por qué no habría de gustarme. ¿Acaso tiene un muchacho como -yo todos los días la oportunidad de pintar una valla como ésta? ' [ 1 3 9 . 2 6-28]). No obstante, la opción e) ele « ignoran> los enunciados del otro parti cipante en la interacción es particularmente conveniente en la fase ini cial ele apertura ele la conversación, puesto que puede aducirse que no se ha advertido la presencia del otro (y, ele esa manera, eludir la acu sación ele descortesía), cosa imposible una vez que la interacción ya está en marcha. Un ejemplo de aplicación ele esta táctica aparece en [ 1 3 9 . 3 ] ('no hubo respuesta') . Tom simula estar tan concentrado ('Tom exami nó su último toque con la mirada ele un artista, luego dio otro suave brochazo sobre la valla y se detuvo a contemplar el resultado' [ 1 3 9 A] ) que ello justifica que no puede dedicar su atención (véase VIL 1 ) a satisfacer las demandas cooperativas del inicio ele una con versación. Esta simulación ele la desatención tiene la función ele ele var el nivel de interés ele la actividad, en principio rutinaria y tediosa ele pintar una valla, superponiéndole un valor añadido l 2 La estrategia general para decidir cuándo ha de realizarse una elevación del nivel ele interés de una actividad es la siguiente:
EsTRATEGIA 4: Si su manera de dirigir la situación no es aceptada por su interlocut01; reemplázela por una versión menos mediatizada subjeti vamente de la misma. Esta estrategia se basa en la suposición de que los participantes en una interacción se muestran más dispuestos a aceptar que s u i n terlo cutor dirija la situación si su propuesta no contradice las evidencias disponibles en la realidad. En este sentido, Ben opera repitiendo de nuevo su saludo ('Hola, viejo amigo' [ 1 3 9 .9]) y reemplazando su pri mera iniciativa de control de la situación ('¡Ji , ji ! ¿Te han hecho pol vo , eh?' [ 1 3 9 . 2 ] ) por una versión menos mediatizada subjetivamente ('así que hoy te ha tocado trabajar; ¿eh?' [ 1 3 9 . 1 0] ) . La reacción de Tom consiste en reconocer; ahora sí, ele buena gana la presencia de Ben ([ 1 3 9 . 1 1 ]), pero sin aceptar que la dirección de la situación quede en manos de su interlocutor. Sin duda, Tom quiere que la s ituación se di rija implacablemente hacia el cumplimiento de sus metas egoístas. En coherencia con este planteamiento, Tom intenta de nuevo elevar el ni vel de interés de la actividad que está realizando y que, supuestamen te, tanto le ensimisma, cuando dice ' ¡Ah, eres tú, Ben! No me había dado cuenta de que estabas aquí' [ 1 3 9 . 1 2] . 20. Ya que, por fin a l segundo intento, s e pone e n marcha la con versación, Ben vuelve a intentar dirigir la situación e imponer su pro pio plan ('Oye, (yo ) me voy a nadar' [ 1 3 9 . 1 3 ] ) , actuando, en este sen tido, de la misma manera que actuaría un hablante cualquiera. Su si guiente i ntervención ha de entenderse como una i nvitación a que su interlocutor acepte s u l iderazgo estratégico ('¿No te gustaría venirte a nadar conmigo?' [ 1 3 9 . 1 4] ) (véase VIII.9):
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EsTRATEGIA 3 : Para estimular el avance de su plan, eleve el valor de la actividad que esté siendo cuestionada por su interlocutOJ: Esta estrategia especulativa suele resultar exitosa, al menos en el ejemplo que se está analizando. 1 9. Ben advierte i nmediatamente que su estrategia de dirección ele la situación ha f-racasado por el hábil rechazo de Tom, quien ha si mulado no verlo, ni haber escuchado su burla. Para hacerse notar de una manera más evidente, Ben opta por acercarse físicamente a Tom ('Ben se le acercó, interesado' [ 13 9 . 5]), pero lo que consigue, en reali dad, es mostrarle mejor la espléndida manzana que lleva en la mano, tentando de tal manera a Tom que éste se siente motivado 8. perseguir una nueva submeta (comerse esa manzana: 'A Tom se le hacía la boca agua viendo la manzana' [ 1 3 9.6]). Para i ntentar recuperar la iniciati va en la i nteracción, Ben aplica otra estrategia:
1 2.
Adviértase que Tom en ningún momento dice de manera explicita que pintar una valla sea una actividad maravillosa, con lo que se protege de que alguien pueda contraargumentarlo (lo que rio se ha llegado a decir no puede ser, por lo tanto, contradicho)
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ESTRATEGIA 5 : Presen te sus propios deseos y sus propias metas a los demás participantes en la interacción, excepto en el caso de que exista en la situación alguna evidencia en contra que se lo desaconseje. Sintiéndose seguro de su superioridad situacional, Ben se recrea irónicamente en el estado en que se encuentra Tom ('aunque, bien pen sado, a lo mejor prefieres quedarte aquí trabajando , ¿ no?' [ 1 3 9. 1 5] ) . A continuación Ben remacha el clavo de su burla respondiéndose a s í mismo ('¡Seguro que l o prefieres!' [ 1 39 . 1 5] ) . En ese punto, Tom pone en práctica la estrategia 2 y la opción b) de «cuestionan> el i n tento de dirigir la situación llevado a cabo por Ben, aplicándola en combinación con esta otra estrategia:
ESTRATEGIA 6 : Cuando se produce una contraposición entre su in tmto de dirigir la situación y el de su interlocutor, negocie el sentido de los conceptos problemáticos incluidos en el tema que se está cuestio nando.
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En este caso, el tema cuyo sentido se está negociando es el 'traba jo' ('¿A qué llamas tú trabajar?' [ 1 3 9. 1 7] ) . Ben, en su respuesta, inte n ta recupera! de nuevo la iniciativa e imponer su criterio ('¿ Cómo? ¿Lo que estás haciendo no es << trabajan> ?' [ 1 39. 1 8]). Lógicamente, To m no puede negar que está trabajando (estrategia 2a), porque ello deterio raría su credibilidad como hablante; por lo tanto, prefiere mostrarse ambiguo ('Bueno, tal vez sí o tal vez no' [ 1 3 9.2 1 ]) . De esa man era acepta un acuerdo parcial con su interlocutor; pero sin ceder comple� tamente el mando de la si tuación y preparando el terreno para i nicia tivas futuras:
yo todos los días la oportunidad de pintar una valla como ésta?' [ 1 3 9 . 2 8]). Sabido es que cuando un recurso es limitado, su valor se multiplica. Tom tiene, además, la habilidad de sugerir (no de «afirmar explícitamente>> para no arriesgarse a ser contraargumentado) que la tarea de pintar es más que un trabajo, una 'oportunidad' para entre tenerse. 22. Como puede apreciarse, los intentos maquiavélicos de Tom de reconducir la situación, en contraste con los ingenuos de Ben, se caracterizan por el intento de manipular a su i nterlocutor (véase VIII. l ). Tom ha conseguido, por fin, 'iluminar la escena con una luz nueva' [ 1 3 9.29], es decir; se ha hecho con el mando efectivo de la si tuación. En ese mismo instante, las metas de Tom y las de Ben CON VERGEN plenamente por primera vez: Ben está ansioso por pintar la va lla ('Ben observaba cada movimiento [de brocha] y estaba cada vez más interesado en lo que veía, cada vez más absorto' [ 1 39 . 32]). Ben ha centrado hasta tal punto su atención (véase la definición de este con cepto en VII. 1 ) en lo que está haciendo Tom que, i ncluso, ha dejado 'de mordisquear la manzana' [ 1 3 9 .30]. La coreografía gestual que des pliega en ese momento Tom ('Tom deslizaba con elegancia la brocha de atrás hacia adelante, se retiraba para observar el efecto, añadía un toque aquí, otro toque allá, y volvía a examinar e l efecto de sus bro chazos' [ 1 39. 3 1 ]) retoma coherentemente la actitud « de artista>> que ya mostró en [ 1 3 9.4] con el fin de elevar el interés (véase VIII. l 8) de su i nterlocutor en su trabajo. 23. Habiendo sido persuadido inconscientemente por Tom , Ben formula de manera explícita la nueva meta que ahora persigue (ya no quiere irse a nadar; sino que ahora quiere pintar la valla) mediante una PETICIÓN ('Oye, Tom, déjame pintar un poquito, anda' [ 1 3 9.34]). E n este momento triunfal, Tom podría haber dejado d e dar brochazos y podría haberle dado su brocha a Ben, como pretendía desde el prin cipio, porque acababa de alcanzar su meta principal. No obstante, Tom no aceptará i nmediatamente la petición de Ben porque tambié n quiere satisfacer la submeta (véase VIII. 1 9) de 'comerse la manza na'. l 3 En consecuencia, Tom elige, con buen criterio, seguir con algu na variación la estrategia 3 (de valoración de la tarea que se está rea lizando para encarecerla a los ojos del receptor). O tra estrategia apro piada que podría aplicarse en esta si tuación es la siguiente:
EsTRATEGIA 7: Si su propuesta 110 resulta verosím.il, es mejor que 110 la exponga, au11que tampoco se comprometa de ma11era explícita a re mmciar a ella. Ya que Tom no ha expuesto abiertament e su propuesta sobre qué dirección ha de tomar el encuentro, Ben no puede oponerse. No obs tante, 'Tom reemprendió su tarea de pintar' [ 1 3 9. 1 9], como si no pu diera pasarse sin pintar ni un momento; a continuación se autoafirma ('lo único que sé es que a Tom Sawyer [esta utilización de su nombre completo en lugar de su sustituto pronominal pretende sugerir que se trata de una actividad acorde con el papel social que desempeña] , que soy yo, le gusta hacer esto' [ 1 3 9 . 22-23]). La estratagem a que está uti lizando aquí Tom consiste en aumentar el i nterés de su interlocutor en la tarea que él está llevando a cabo, sabiendo que se persuade mejor a un receptor si, en vez de i ntentar convencerlo directamen te (lo cual podría provocar cierta resistencia, cuando no oposición), se le i nvita a que infiera por sí mismo lo que se está sugeriendo (véase I. l 6, VII.28 y 42). 2 1 . En su siguiente intervenció n, Ben aplica la estrategia 2b de «Cuestionam ientO>> ('Venga, vamos, ¡ me vas a decir ahora que te gusta pintar!' [ 1 3 9.24]), ya que, como prevé la estrategia 5 , no puede dar abiertamen te su opinión porque ello provocaría un enfrentamie nto di recto con su interlocutm� La respuesta de Tom al movimiento discur sivo de Ben ('¿ Gustarme? No veo por qué no habría de gustarme' [ 1 39 . 26-27]) sigue aproximad amente la estrategia siguiente: EsTRATEGIA 8: No se expo11ga a que su opi11ión pueda ser desacredi tada por su i11terlocuto r expo11iéndola directame11 te, pero explore por qué razón sería rechazada en el caso de que la expusiera. Es decir; avanzando en el entramado de su plan, Tom se confiesa i ncapaz de encontrar una razón por la cual no debería gustarle t raba jar. A continuac ión, eleva indirectam ente el valor de la tarea que está realizand o en ese momento diciendo '¿Acaso tiene un muchach o como
ESTRATEGIA 9: Si desea obtener algún objeto o algún favor de su in terlocutot; rechace las PETICIONES que éste le haga y que le obligan a des1 3 . En esta situación se plantea un "conflicto de metas> en el sentido propuesto por Wilensky ( 1 978a) Véase, también, la nota 6 de este capítulo.
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viarse de su meta e i11te11 te que su plan vawz progresando hasta que con siga ll/1 PACTO. Esta estrategia ha de aplicarse con sumo tacto para precave rse en con tra de las dos posibles reacciones siguientes por parte del receptor: si el otro participan te no acepta que haya sido rechazada su petic ión , a) puede abandonar su interés en la interacción, o b) puede iniciar una escalada progresiva de enfTentamien to con su interlocutor que culmi ne en la violencia, como sucedió en los ejemplos [ 1 37] y [ 1 3 8 ] : en el ejemplo [ 1 3 7 ] , Pedro se niega a prestar su bicicleta hasta el punto de que le acaban agrediendo y quitándosela a la fuerza, a pesar de que podría haber obtenido cuando menos un beneficio de quinientas pe setas aceptando el trato que le proponían. En el ejemplo [ 1 3 8], se re chaza una PETICióN de una manera tan enfática que se produce una es calada progresiva de beligerancia que acaba en una AMENAZA y en una posterior agresión . En las interacciones comunicativas, i ncluso en las más cotidianas, es muy importante saber calibrar la paciencia de los otros participantes e intuir el punto hasta el que estarían dispuestos a llegar con tal de alcanzar sus metas. Una estrategia que puede em plearse en este cometido es la siguiente: EsTRATEGIA 1 0 : Rechace de manera rotunda las peticiones no conve11Íentes para usted que le haga su interlocutm: Si muestra indecisión en su rechazo se expone a que su interlocutor inicie u na escalada progresi va en su plan 1 4 24. Para justificar su rechazo inicial a la PETICióN de Ben, Tom RECUERDA TEMAS que ya aparecieron con anterioridad y ARGUMENTA OPI NIONES que apoyen su discurso. El ARGUMENTO principal que emplea Tom es el i nterés de la t ía Polly en que la valla esté muy bien pintada, puesto que está s ituada en la parte delantera de la casa [ 1 3 9 . 39]. Esta táctica, que utilizará posteriormente (véase VIII.26), sigue una estra tegia del tipo: ESTRATEGIA 1 1 : Para elevar el interés de su contribución y conducir la escalada progresiva en el plan hacia u n PACTO ventajoso para usted, INFORME o RECUERDE puntos de vista sostenidos por personas con una opinión autorizada pero que estén ausen tes y 110 puedan contradecirle, por lo que usted 110 parecerá irrazonable o codicioso. 1 5 1 4.
Como ha podido atestiguar recientemente Robert de Beaugrande, los vendedores tienen la propensión a introducir en sus negociaciones enunciados del tipo siguiente: 'Me parece que no l e voy a vender este producto'. Por supuesto, estos enunciados no se pueden entender literalmente, puesto que intentan elevar el precio de la transacción No obstante, un comprador inexperto que no lo en tendiera así, abandonaría 1a negociación. Este mismo tipo de maniobra se utiliza en l a memorable escena de la obra de Moliere El ava ro, en el acto II, escena
1 5.
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El punto de vista supuestamente mantenido por la tía Polly, apoya el TEMA ahora conocido sobre la habilidad artística requerida para pin tar una valla (véase VIII. 1 8 ) . Para aumentar el efecto del argumento de autoridad, Tom lo remacha con una REPETICIÓN [ 1 3 9.40] (véase IV. 1 2 v ss.) -v, a continuación, con una PAR.Á.FRASIS [ 1 39 .4 1 ] (véase IV. l 8 v ss.) d e s u material previamente presentado. Su culminación es com p ararse a sí mismo (\m muchacho') con 'mil' e incluso 'dos . mil' mu chachos menos competentes que él [ 1 3 9 .42]. Estas proporc10nes nu méricas desorbitadas sugieren las dimensiones que un pacto adecua do debería encontrar. 2 5 . Si una petición, como la de [ 1 3 9 .42 ] , se hubiese hecho an te riormente en la conversación, habría sido, sin duda alguna, rechaza da enérgicamente por Ben. Pero gracias al desarrollo extenso del tema conocid� , Ben muestra únicamente un escepticismo momentáneo [ 1 3 9 .43-44] y, a continuación, retorna a su PETICIÓN con una limitación parcial ('sólo un poquito' [ 1 39 .45-46]) . La estrategia que explica estos movimientos es: ESTRATEGIA 1 2: Para alentar la cooperaczon, desprecie el gasto de tiempo y de recursos que su interlocutor haya de emplear para que us ted pueda alcanzar su meta. 26. La acción discursiva siguiente de Ben ('Yo te dejaría (pintar) a ti, si estuviera en tu lugar' [ 1 39.47]) sirve para PROPONER UN TEMA (que Ben y Tom son viejos amigos) y ARGUMENTAR UNA OPINION (q�¡e Tom debería ser tan generoso como cualquier otra persona en las m ts mas circunstancias). Tom sigue muy cómodo asumiendo el papel de que quiere ayudar ansiosamente a apartar los obstáculos que se i nter ponen en el camino de Ben para que éste pueda alcanzar sL: m� �a. Aunque está dispuesto a ayudarlo, Tom vuelve a elevar la cottzacwn de la actividad de pintar; argumentando esta vez que su tía no ha de jado que lo haga ni Jim, ni Sid (una acción que va un paso más allá de la estrategia 1 1 ; véase VIII.24). De nuevo, Tom emplea el recurso de la REPETICióN como reforzamiento de sus argumentos, expresando en términos casi idénticos [ 1 39 . 5 0·5 1 ] la experiencia frustrada de 'Jim' y de 'Sid'. Tom intenta que Ben suponga que s ! le deja J?intar es por que supera en habilidad tanto a Jim como a Std. A partir de ese mo mento, Tom intenta de nuevo elevar el i nterés de su tema todavía un poco más para indicar que podría 'suceder' algo calamitoso si un mu chacho poco hábil 'se pusiera a pintar esa valla' [ 1 3 9 . 5 3 ] . 2 7 . P o r supuesto, todas las acciones discursivas d e Tom están di señadas para i ncitar a que Ben ofrezca a cambio de p intar la valla, un OBJETO DE PACTO (la manzana). Ben permanece reticente durante un m inuto, renovando su PETICióN con una promesa ('pondré todo el
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cuidado del mundo' �1 39.54-5 5]. Finalmente, ofrece un PACTO [ 1 39.5 6]: darle a Tom el cor·azon de la manzana; el problema radica en que ésta no es, lógicamente, la meta que se había fijado Tom. Por consiguien te, Tom vuelve a retomar la estrategia 1 O y manifiesta su indec isión primero concediendo el « favor>> ('Bueno, está bien, pinta un poquit� aquí. . . ' [ 1 39.57]) y, después, rechazándolo ('No, Ben, todavía mejor no' [ 1 39.58]). Cuando Tom retoma de nuevo su tema preferido ('Tengo miedo de que no sepas . . .' [ 1 39.59]), Ben le interrumpe (sin duda se pone enf� rmo al oír hablar del asunto) ofreciendo por fin (en [ 1 39.60]) como objeto de pacto la manzana entera. Habiendo obtenido a la vez su meta principal y su submeta secundaria, Tom acepta por fin el tra to que él mismo ha forzado, pero sin olvidarse de señalar; eso sí, sus reparos con una expresión facial ('Tom le entregó la brocha con cara de no estar muy convencido, pero con toda la alegría de su corazón' [ 1 39.6 1 ]); quizá demasiada alegría por parte de Tom hubiese alertado a Ben del alcance de la manipulación que ha sido perpetrada y de la cual ha sido víctima propiciatoria. En la continuación del episodio no velesco, agradablemente impresionado por el éxito de su plan, Tom lo estabili�a c �mo GUióN susceptible de ser empleado muchas veces y lo practicara con todos los muchachos que pasen por los alrededores. Tom acaba disponiendo de una cuadrilla de voluntariosos y motivados muchachos realizando de manera entusiasta la ingrata tarea de pintar la valla un sábado por la mañana y, encima, habiendo pagado por ello. Por esa razón, el novelista comenta que 'Tom habría arruinado a to dos los muchachos del pueblo, si no hubieran acabado de pintar la va lla' (Twain, 1 922: 1 8). 28. En este capítulo se han descri to algunas maneras significati vas en que los textos se relacionan con las acciones discursivas y se aplican de forma efectiva en la dirección de las situaciones comuni cativas. Una de las conclusiones que p ueden extraerse de esta des cripción es que la relación establecida entre un texto y una situación no se agota en las evidencias disponibles en la realidad que envuelve a los interlocutores. Normalmente, los participantes suelen modificar el contenido de los textos MEDIATIZÁNDOLOS subjetivamente a partir de sus propias creencias, planes y metas. En este sentido, que un texto sea o no aceptable depende no de la « corrección» con que se <> , sino de la credibilidad y de la relevancia del punto de vista adoptado por los participantes en la interacción comwúcativa. En cualquier caso, ha quedado demostrado que las acciones discursivas que componen un texto han de entenderse lógicamente como realiza ciones de estrategias generales encaminadas a la reconducción y a la dirección de toda suerte de situaciones en que los seres humanos in teractúan.
CAPÍTULO IX INTERTEXTUALIDAD 1 . El término INTERTEXTUALIDAD, que ya se introdujo de manera esquemática en I. 2 1 y ss., se refiere a la relación de dependencia que se establece entre, por un lado, los procesos de producción y de re cepción de un texto determinado y, por otro, el conocimiento que ten gan los participantes en la interacción comunicativa de otros textos anteriores relacionados con él. Este conocimiento intertextual se acti va mediante un proceso que puede describirse en términos de MEDIA CIÓN (es decir; teniendo en cuenta la i ntervención de la subjetividad del comunicador, quien suele i ntroducir sus propias creencias y sus pro pias metas en el modelo mental que construye de la situación comu nicativa en curso; véase VIII. l ) : cuanto más tiempo se emplee y más actividades de procesamiento se realicen para relacionar entre sí el texto actual y los textos previos que tengan que ver con él, más eleva do será el grado de mediación . El uso de diferentes TIPOS DE TEXTO du rante la interacción puede servir como ejemplo de un nivel de media ción elevado: el comunicador espera que cada tipo de texto u tilizado posea ciertas características apropiadas para alcanzar ciertas metas que se propone cumpliL El grado de mediación decrece cuando se ci tan literalmente textos específicos conocidos, como, por ejemplo, mo nólogos famosos u obras literarias. El nivel de mediación es mínimo cuando se llevan a cabo acciones discursivas como repetir, refutar, in formar� resumir o evaluar otros textos, actividades que suelen reali zarse especialmente en el transcurso de la CONVERSACióN. 2. La existencia y el uso de diferentes TIPOS DE TEXTO plantea un fuerte desafío a la disciplina de la TIPOLOGÍA LINGÜÍSTICA, ocupada en la clasificación y en la sistematización de muestras verbales de diferen tes lenguas. Ya en la lingüística tradicional se solían establecer tipolo gías para organizar las formas y los sonidos de las lenguas (véase II. 1 9) . Posteriormente, surgió la preocupación por las tipologías ora-
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cionales. I La disciplina tipológica también se ocupó de la construcción de tipologías interculturales para lenguas que poseyeran una estruc tura similar (véase Romportl et o!. , 1 977) . En cualquier caso, todos es tos trabajos tipológicos se aplicat on al estudio de los SISTEivlAS VIRTUA LES, que representan, en toda su excelencia, el potencial abstracto de las lenguas. Ahora bien, una tipología textual también debería ocu parse de los SISTEMAS REALES en el momento en que ya se han llevado a cabo las decisiones y las elecciones de producción textual (véase III . 1 2 ) . La mayor dificultad en este campo todavía inexplorado es que la mavor parte de los ejemplos reales 1 1 0 encajan completamente en las carac terísticas exactas que se prevén en wz tipo ideal. Las expectat ivas o las exigencias asociadas con un determinado tipo de texto pueden verse modificadas e incluso anuladas a causa de los requerimientos que exija su contexto de aparición (véase VII . 1 8 . 7). Examinado el asunto desde una perspectiva más amplia, por supuesto, las discre pancias entre los tipos lingüísticos ideales y las concreciones l ingüís ticas reales son siempre inmanentes e i nevitables. Así, por ejemplo, nadie ha resuelto todavía los problemas fonéticos mediante la cons trucción de una tipología de fonemas. Por esa razón, cada lengua en particular tiene su propia versión de los tipos de fonema que posee (véase Skalicka, 1 97 7 ) . 3 . En 1 972 se celebró un coloquio sobre tipos de textos en la Uni versidad de Bielefeld, Alemania (las actas del mismo se publicaron en Gülich y Raíble, eds., 1 972) . Todos los intentos que se realizaron en tonces para aplicar o reconvertir los métodos lingüísticos tradiciona les fracasaron en la tarea de satisfacer las necesidades especiales que plantea la construcción de una tipología textual. En ese coloquio se quiso saber cómo y por qué aparecían determ inados rasgos caracte rísticos en los textos. Para averiguarlo, se realizó un recuento de las clases de palabras (nombres, verbos, etc.) y se midió la longitud y la complejidad de las oraciones que aparecían en los textos (véase Mis trík, 1 97 3 , y Grosse, 1 976), pero en ningún momento se llegó a definir realmente el perfil de cada tipo textual. Tampoco esta clase de análi sis gramatical estadístico no presta a tención alguna a la función que cumplen los textos en la comunicación y en la consecución de las me tas que desean alcanzar los comunicadores. No obstante, parece lógi co suponer que todos estos factores comunicativos e i ntencionales de berían relacionarse necesariamente, de alguna manera al menos, con las características gramaticales de los textos (Schmidt, 1 97 8 : SS). En cualquier caso, la construcción de una tipología textual debería orien tarse hacia la resolución de este problema.
4 . Siegfried J. Schmidt ( 1 97 8 : 5 5) previó la existencia d e « dos po sibilidades fundamentales>> de encarar el estudio de los tipos de texto de manera adecuada: o bien la investigación parte de los tipos ya de finidos e instituidos tradicionalmente como objetos lingüísticos ob servables y se intentan reconstruir en el seno de una teoría textual compatible con ellos, o bien se parte de una teoría textual que esta blezca los tipos teóricos que hayan de confrontarse luego con los ejem plos empíricos. Una vez planteada esta disyuntiva, debería desecharse la segunda opción, puesto que parece m uy peregrino suponer que una ciencia del texto que entienda el texto como una actividad humana pueda prescindir de los tipos de texto establecidos tradicionalmente y que los hablantes usan de hecho como procedimientos heurísticos o de invención en las tareas de producción y de recepción textuales. Si la tipología textual resultante basada en estos criterios fuese vaga e imprecisa, esa vaguedad e imprecisión reflejaría, en consecuencia, la manera en que se manifiesta la comunicación en la realidad. 5. La tipología textual ha de relacionarse necesariamente con las tipologías de acciones y de situaciones discursivas. En este sentido, un comunicador no podría siquiera cumplir las normas de textualidad a menos que evaluase la adecuación que presenta un tipo de texto de temlinado en relación con la situación en la que aparece (véase I . 2 3 ) . Téngase en cuenta que, por ejemplo, las exigencias que ha de cumplir un texto para estar cohesionado y ser coherente son menos estrictas en la conversación (véase VI. 2 y ss.) que en los textos científicos (véa se Huddleston, 1 97 1 ) . Adviértase igualmente que, en los textos poéti cos , el mecanismo de la cohesión puede burlarse esporádicamente, aplicando principios no convencionales (véase IX.9). En cualquier caso, no existe la m enor duda en que si se presenta un tipo de texto determinado en una situación i nadecuada, por muy cohesionado que esté o por muy coherente que sea, sin duda alguna se producirá una perturbación o un deterioro de la i nteracción comunicativa. 6. Algunos de los tipos de texto establecidos tradicionalmente pueden definirse mediante procedimientos FUNCIONALES, es decir, exa· minando la contribución que realiza cada tipo textual a la i nteracción comunicativa. 2 Contemplado el fenómeno desde esta perspectiva, se podrían identificar algunas TENDENCIAS DOMINANTES en cada tipo de texto, aunque no se obtuviese una categorización estricta para cada ejemplo concebible. Desde este punto de vista, los textos DESCRlPTIVOS se u tilizan para enriquecer los espacios de conocimiento cuyos cen tros de control son las situaciones o los obj etos; en este tipo de tex-
J. Además de las tipologías oracionales propuestas por In gramática transformacionnl, se ha de destacar las de Admoni y Brinkmann, entre otras (véase el panorama que se presenta en Helbig, 1 974).
La noción de «función» que se utiliza aquí se basa de nuevo en la teoría de sistemas: consiste en In contribución que realiza un elemento a la totalidad del sistema (en este caso, un tipo de texto al sistema comunicativo). Véase la nota del capítulo Vll
2.
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1 :\ T RO D C C C l Ó :\ A L\ L I :\G C Í STlCA
1:\TERTEXTUALIDAD
to es previsible que se dé una elevada frecuencia de aparición de rela ciones conceptuales de atribución de características, de estados, de ejemplific ación y de especificación; la superficie textual descrip tiva reflejará, como es lógico, una elevada densidad de modificadores v complementos; el patrón global más aplicado habitualmente en est� tipo de texto es el de marco (véase V 1 6 y VIL 38), En contraste con lo an terior, los textos NARR�nvos se utilizan para organizar· discursiva mente las acciones y los acontecimientos en un orden secuencia l de terminado; en este tipo textual se contabilizarán, con toda seguridad, elevadas frecuencias de aparición de relaciones conceptuales para marcar la causa, la razón, el propósito, la posibilidad y la proximi dad temporal (véase Labov y Waletzky, 1 967, Beaugrande y Colby, 1 979, y S tein y Glenn, 1 979); la superficie textual narrativa reflej ará una elevada densidad de estructuras subordinadas; el patrón de co nocimiento global habitualmente más aplicado en este tipo de texto es el esquema (véase V. 1 6 y IX.2 5 y ss.). 3 Por su lado, los textos AR G U!v1ENTATIVOS se utilizan para persuadir al receptor textual de que de terminadas creencias o ideas son verdaderas o falsas, favorables 0 desfavorables para sus intereses; en este tipo textual aparecen con mucha fTecuenci a relaciones conceptuales para expresar la razón, la significación, la volición, el valor y la oposición; la superficie textual argumentativa reflejará una elevada densidad de mecanismos cohesi vos que expresan el énfasis y la insistencia, por ejemplo la repetición, el paralelismo y la pará frasis, como pudo comprobarse en el frag mento de la Declaración de bzdepende1zcia analizado en IV. 1 6 y ss.; el patrón intelectivo global que se aplica normalmente en este tipo de texto es el plan encaminado a la inducción de creencias (véase V. 1 6, VI. 1 1 - 1 6 y VII. 1 8 . 1 ) . 4 7. Las propuestas precedentes se refieren a las características y a los usos prototípicos de los tipos textuales, por lo que constituyen una primera aproximación heurística al fenómeno. Ahora bien, en la ma yor parte de los textos se puede encontrar una mezcla de funciones descriptivas, narrativas y argumentativas. Así, por ejemplo, la Decla ración de Independencia contiene tanto descripciones de la situación de las colonias americanas como narraciones breves de las acciones llevadas a cabo por los británicos, aunque la función PREDOMINANTE
sea, sin ningún género de duda, la argumentativa, es decir; que el tex to intenta introducir en la mente del receptor la creencia de que Amé rica obró de manera justificada cuando se 'deshizo' de las 'cadenas po líticas' que la aprisionaban como nación. Los productores de ese tex to declaran abiertamen te su 'respeto hacia las opiniones de cualquier ser humano', así como su confianza en la 'rectitud' de sus 'intencio nes'. En otra categoría de textos, el manual de reparación Cómo mmz tener su Volks1Vage11 a punto (Muir; 1 969), aunque contenga más frag mentos narrativos y argumentativos que la mayor parte de ese tipo de manuales, predomina la intención de describir cómo está construido y cómo se hace el mantenimiento de los coches Volkswagen. En con secuencia, la asignación de un tipo textual a un texto no puede basar se simplemente en su formato superficial, sino que depende directa mente de la FUNCióN que ese texto vaya a desempeñar en la si tuación comunicativa en la que se inserte. 8. En lo concerniente a los textos LITERARIOS, éstos también sue len contener diversos fragmentos de descripciones, de narraciones y de argumentaciones. Se hace necesario, por tanto, emplear 6tro crite rio de distinción analítica más adecuado que el puramente formal. Quizá la definición más amplia de « texto literario>> sea la que lo con sidera un mundo textual de ficción apoyado en su relación de excep cionalidad con respecto a la versión aceptada socialmente del «mundo real» (véase VII . 1 8 . 1 ), 5 entendiendo por «mundo real» no algo deter minado objetivamente, sino un producto de la cognición, de la inte racción y de la negociación social. Con bastante fTecuencia, los mun dos textuales literarios contienen discrepancias con respecto al mode lo de «mundo real» aceptado socialmente (véase IV. l 9, VII.40 y X. l 6), Incluso las tendencias literarias como el realismo, el naturalismo o el documentalismo (cuya preocupación estética consiste en emparejar artísticamente el mundo textual con el mundo real) surgen de esta mo tivación: si bien el mundo textual no es «real» en un sentido estricto, si es, al menos, un ejemplo de un punto de vista de la «realidad» . En este sentido, un texto puede considerarse literario en la medida en que la intención de ofrecer una lectura alternativa del «mundo real» do mina sobre la intención de relatar <
3
Freedle y Hale ( 1 979) consideran que los esquemas naiTativos se utilizan también en el procesamiento de los textos descriptivos (o " expositivos" ) . 4. Una cuestión m u y impo11ante, y a tratada e n otros lugares (véase L l 6 , VII.28 y 4 2 y Vlll.20), es que los receptores textuales son persuadidos de una manera más efectiva por los productores cuando éstos dejan que aquéllos suplan por sí mismos los contenidos textuales implícitos .. No cabe la menor duda de que este fenómeno introduce un factor decisivo en los textos argumentativos. Como se sugi rió en el capítulo VII, todos los textos pueden analizarse teniendo en cu�nta lo que no dicen de ma nera explícita, pero sí sugieren de manera implícita lo que el receptor espera que digan.
5.
Los textos l iterarios también se denominan de [lccíó11, para señalar su nivel de relati\'O desa cuerdo con el "mundo real». No obstante, también hny textos ficticios que no son !iterados, por ejem plo, las mentiras; la ficcionalidad no es, en sí misma, una condición suficiente para la literadedad .. La condición necesaria y suficiente para que un texto sea literario es que el productor aplique, de mane ra consciente e intencionada, principios organizati\'OS que pro\'oquen, en mayor o menor medida, cier to desacuerdo entre el mundo textual y el
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!)!TERI EXT UA L I DAD
l 'iT R O D C C C I Ó 'i A LA L l :\ G L' Í S TI C..l.
den una organización peculiar de las estrategias de representació n de los planes subyacentes en el discurso y del contenido semántico en una superficie textual proyectada específicamente. La cohesión de u n texto poético se apo�'a . en parte, en oposición a otros tipos de texto y, . . en parte, en el segwm1ento de c1ertas convenciones tipológicas espe cíficas (véase VII.30 y ss.). En el capí tulo VII se intentó demostrar que el productor textual puede controlar la confirmación o la frustración del flujo de expectativas que genere el receptor mediante la organiza ción plani ficada ele la superficie textual. La función poética se utiliza por lo tanto, para conseguir que la organización ele la superficie tex� tual sea interactiva y negociable. No ha de sorprender a nadie el he cho de que muchos textos literarios que no se presentan como poemas aprovechen la función poética para subrayar la naturaleza interactiva, negociable del discurso acerca del «mundo real» (véase IX. l 8) . 1 0. Los textos poéticos y literarios s e oponen a los tipos el e tex tos que intentan incrementar y transmitir el conocimiento aceptado comúnmente acerca del «mundo real» . Los textos CIENTÍFICOS cumplen con esta finalidad en su intento ele explorar; ampliar o clarificar el co nocimiento almacenado por la sociedad en un campo específico ele «hechos » (entendiendo este concepto en el sentido que se da a este tér mino en VII . 1 8 . 1 ) mediante la presentación y el análisis ele la eviden cia a la que se ha llegado a partir de la observación directa o de la do cumentación. Los textos DIDÁCTICOS, por su lado, no van más allá del conocimiento habitual que la memoria social tiene almacenado, sino que únicamente se emplean para distribuir el conocimiento estableci do entre una audiencia no especializada, o en período de formación, de receptores textuales. Para cumplir con esta tarea, se requiere, ob viamente, la presentación ele un transfonclo ele conocimiento más abundante y más explícito ele lo que es costumbre en los textos cien tíficos. 1 1 . A pesar ele su reducido alcance, la esquemática tipología tex tual expuesta hasta el momento en los apartados anteriores dista mucho de ser satisfactoria. De hecho, todavía no se ha aclarado la vaguedad en torno a las características que identifican las distintas series de textos. Uno ele los problemas que ha de afrontarse es la ele vada complejidad que supone el hecho de que cada conjunto ele fun ciones (descriptivas, narrativas y argumentativas) puede variar en su grado ele predominio en un texto. A ello se le añade la dificultad adi cional que supone que un texto aislado perteneciente a un tipo deter minado puede manipularse hasta convertirlo en otro tipo distinto, uti lizando las estrategias apropiadas ele representación. Por ejemplo, en un momento determinado, se puso de moda publicar en las revistas li terarias textos que en su origen no eran poemas (véase, por ejemplo,
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Porter, 1 97 2 ) ; ante esos textos, poetizados a posteriori, las reacciones ele procesamiento del receptor textual, sin duela, son bastante distin tas a las que tendría si esos mismos textos hubiesen aparecido en su lugar de procedencia originaL Al igual que sucede con muchas otras cuestiones, la problemática ele los tipos ele textos sobrepasa la capaci dad explicativa de los métodos lingüísticos convencionales (véa se IX.3) y cae bajo la jurisdicción de las condiciones generales de uti lización de los textos en la interacción comunicativa entre los seres humanos . Un « tipo ele texto » es una serie ele mecanismos ele invención para producir, predecir y procesar secuencias textuales, y, por consi guiente, se trata de un determinaclor importante ele la eficacia, de la efectividad y de la adecuación (en el sentido que se da a estos térmi nos en I.23). No obstante, el criterio de diferenciación tipológica difí cilmente sirve para trazar unas fTonteras nítidas absolutas para dis tinguir qué textos pertenecen a un tipo y cuáles a otro distinto, ele la misma manera que es muy complicado establecer un juicio que sepa re los textos ele los que no lo son (véase III.S). Sencillamente, las con diciones ele comunicabilidad textual son tan cambiantes que impiden el establecimiento ele semejante caracterización rigurosa. 1 2. A la par que la tipología, una segunda cuestión que afecta a la intertextualicl a cl es el fenómeno de la ALUSIÓN TEXTUAL. Por alusión textual se entiende las maneras en que los comunicadores hacen refe rencia o utilizan textos conocidos (véase IX. l ). En principio, para pro ducir su discurso, el comunicador puede inspirarse en cualquier texto previo disponible a su alcance; ahora bien, en la práctica, se suele pre ferir la utilización ele textos c01�ocidos porque, dada su familiaridad y su prestigio, son más accesibles para la audiencia receptora. Como po drá comprobarse a continuación, la distancia temporal que puede me diar entre la producción del texto original y la del texto inspirado en él no tiene límites teóricos. En 1 600, 6 Christopher Marlowe escribió la famosa súplica de un 'apasionado pastor a su amada', que comenzaba así: [ 1 48]
Ven a vivir conmigo y sé mi amor, y probaremos todos los placeres que valles, arboledas, colinas y campos, bosques o abruptas montañas ofTecen.
En la continuación del poema, el pastor ofrece a su clama como re galo una fantástica y desmesurada colección ele flores hermosas y ele 6 La información sobre las fechas de publicación que se utilizan en este apartado se han extraí do de Tlze Norton lntroducti01z to Literature, editado por J Paul Hunter (Nueva York, Norton, pp. y SS )
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1 973 ,
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NTERTEX T U A L I DAD
pm la tarde, cruzando los melancólicos canales esperaremos oír algunos madrigales
rústicos atavíos. Ese mismo año, sir vValter Ralegh escribió 'la res puesta de la nin fa al pastor': [ 1 4 9]
Si mundo y amor fuesen etemamente jó\·enes, fuese verdad puesta en boca de pastor, esos preciosos placeres me conmoverían y consentiría en vivir contigo v en ser tu amor
v
pero, a continuación, la ninfa sentenciará que, pasado el tiempo, las o frendas del pastor se tornarán 'marchitas', 'rotas', 'secas' y 'olvidadas'. Llama la atención el hecho de que la «respuesta» de Ralegh intenta preservar el formato superficial (esquema rítmico, número de estrofas, etc.) y algunas de las expresiones literales del original de Marlowe, lo cual es lógico, puesto que la construcción de un texto inspirado en otro exige que el productor conozca en detalle el texto original y las convenciones a que ha de acomodarse. Unos años después, en 1 6 12, John Donne se apropió del esquema general del poema de Marlowe para escribir una elaborada declaración de amor imaginaria de un pescador inverosímil, que comenzaba así: [ 1 50]
Ven a vivir conmigo y sé mi amor, y probaremos todos los placeres, que doradas arenas y arroyos cristalinos ofrecen: sedosos sedales y plateados garfios.
Más adelante, el pescador sugiere que si su joven dama se desnu da y se baña en el río, entonces atraerá «a todos los peces que pulu lan por el cauce» y, de esa manera, podrá incluso prescindir de los cos tosos aparejos de pesca. Aunque el nivel de mediación (intervención subjetiva) con respecto al texto de Marlowe es mucho mayor en el de Donne que en el de Ralegh, en ambos casos la dependencia del origi nal es incuestionable. Bien es verdad que si los dos primeros versos del poema de Donne no hubiesen sido una cita l iteral de los de Mar1 0\ve, sin duda esta dependencia hubiese sido menos evidente. Muchos años después, en 1 93 5, Cecil Day Lewis escribió una nueva versión, en tono irónico. En esta ocasión, quien hace la súplica es un trabajador en paro: [151]
Ven a vivir conmigo y s é mi amor, y probaremos todos los placeres de paz y abundancia, cama y tablón de anuncios, que un empleo ocasional ofTece. Descargaré delicadamente en los muelles y tú leerás revistas de moda estival:
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La fuerza de este texto radica en su oposición a los diversos prin cipios y convenciones que subyacen en el poema original de Marlowe: la creencia de que las vidas de los pastores o de otras personas perte necientes a las clases trabajadoras emplean su tiempo en juegos y en bagatelas ornamentales, mientras la naturaleza los provee de lujosos juguetes y de baratijas. En [ 1 5 1 ] , la dama proletaria sólo podrá ver en las revistas de modas los opulentos vestidos veraniegos prometidos por el pastor de Marlowe a su amada. En cuanto al ripio que descri be la esperanza de oír 'madrigales' (un tipo arcaico de canción) por los 'canales' (un tipo moderno de construcción) parece bastante absurdo. Compárese todo este despropósito con la idílica escena que aparece en ese mismo punto del poema de Marlowe: [ 1 52 ]
Por los ríos e n cuyas cascadas melodiosos pájaros cantan madrigales
El poema de Cecil Day Lewis es mucho más devastador que la re futación de Ralegh o que el sarcasmo de Donne, porque ataca la rela ción de absoluta excepcionalidad sobre la que se basa el estatuto l i te rario del texto de Marlowe; Ralegh y Darme intentan ridiculizar la de claración de amor del pastor a su amada, pero no el modo en el que Marlowe seleccionó los elementos poéticos y la manera en que comu nicó su idea. En la versión de Day Lewis, la excepcionalidad del texto poético se refuerza cuanto más se oponga a las convenciones previs tas para ese tipo de texto. Adviértase que en el ejemplo citado se pre senta una situación típica del «mundo real» de 1 93 5 -tiempos de fuerte recesión económica- que prevalece sobre el estado de cosas idealizado que propone la tradición l iteraria y poética.? 1 3 . En la CONVERSACióN, las relaciones de intertextualidad suelen aparecer menos mediatizadas por la subjetividad de los interlocutores que en los textos literarios. En este manual ya se han analizado varios modos de organizar la estructura de la conversación a partir de crite rios como el de la intencionalidad (véase VL1 6 y ss.) o el de la si tuacionalidad (véase VIII. 1 3 y ss.). No obstante, ninguno de estos cri terios, considerados aisladamente, ha proporcionado una perspectiva global del fenómeno de la intertextualidad: un texto ha de ser rele vante con respecto a otros textos que aparezcan en el mismo discurso y no únicamente en relación con las intenciones de los participantes 7. En este punto, de nuevo, una discrepancia en el mundo textual señala deliberadamente una dis· crepancia en el «mundo real» (véase IV. l 9, IX.8 y X . l 6)
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J).JTERTEXT UALI DAD
o con la configmación de las características de las si tuaciones comu nicativas; de igual n; an � ra, un texto puede utilizarse, de manera glo bal, para reconducir (rntertextualmente) otros textos o, de manera parcial, para modificar las creencias implicadas en esos textos (véase Posner, 1 972, 1 980). La reconducción de un texto a partir de otro es una de las estrategias más recomendables cuando parecen violarse convenciones como las «máximas>> conversacionales ci tadas en VI.9 y ss. , puesto que reintegran el sentido a los textos que aparentemente no lo tienen. 1 4. En un texto, los temas se han de seleccionar� han de desa rrollarse e irse modificando progresivamente; en la conversación, en cambio, el TEl\lA principal surge de la enorme densidad de conceptos y de relaciones que caracterizan el interior de los mundos textuales � Ahora bien, un texto totalmente aislado de otros textos (sin posibili dad de relacionarse intertextualmente con otros) únicamente conten dría temas po tenciales pendien tes de un ulterior desarrollo (Schank 1 977: 424). Para decidir qué es lo que vale la pena exponer acerca d� un tema cualquiera, los participantes, presumiblemente, han de con side �·ac en pri �1er l �gar; cuál es el nivel de infotrnatividad de sus po �encrales . contnbuc10nes. Desde este punto de vista, los aspectos más rnformatrvos de un tema, es decir; los más aptos para recibir un desa rrollo que pueda interesar a los receptores, son aquellos que incluyen P �O B LEMAS y �ARIABLES, es decir; cuestiones abiertas y opinables que aun �o han srdo establecidas definitivamente porque están sujetas a cambiOs y p_lantean problemas todavía no resueltos.s En otras pala bras, formalizado a la manera de las «máximas, griceanas: Del tema que vaya a expone¡; explote aquellos aspectos que considere problemáti cos ? modiflc� bles. Esta máxima suele seguirse, por ejemplo, cuand o las mtervenc10nes de un participante son, simplemente, reacciones ante acontecimientos o ante situaciones que fueron introducidas con anterioridad en la conversación como temas (véase Schank, 1 977). En este � ipo de situaciones, un interlocutor realiza una pregunta cuya co . nexiOn con el mundo textual previo es una relación conceptual del tipo qu � se expuso en V.26. Por ejemplo, en los intercambios siguientes, ex trardos de obras de teatro contemporáneas, 9 aparecen los tipos de conceptos problemáticos o modificables enmarcados entre corchetes: [ 1 53 ]
SAMMY: ¿Cuándo viene a ver su silla? DAVE: ¿Quién, Se!by? [variable de agente]
9
8. Sobre la preferencia por el saber problemático véanse JV.23 v 2 v - JX.26. Acerca del trata miento de las variables en las operaciones de rememoración, véase JX: 37S_ �as fuentes a las que pertenecen estos extractos son las siguientes: [ 1 35] aparece en Wesker ( ! 964: 1 89), [ b4] en Osbome ( l 96 1 b: 67), [ 1 55] en Osbome ( l 96 1 a : 58) y [ 1 56-1 57] en Osbome ( ! 960: 5 !).
9.
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[ 1 54]
PIIOEBE: Quieren que nos vayamos y que Charlie controle el hotel de O tawa c o . JEAN: ¿ Cuándo te escribieron para decírtelo? [variable d e tiempo]
[ 1 5 5]
MARTIN: Dijo «en el momento de su muerte entró en el cie]o, Por eso yo le pregunté «¿Y tú cómo sabes eso?» [variable de cog nición]
[ 1 56]
JIMMY: ¿Te vas? ALISON: Exacto. JIMMY: ¿En una tarde de domingo en esta ciudad, a qué lugar de la tierTa te vas? [variable de localización]
[ 1 57]
HELENA: Se va a la iglesia. ¿A hacer qué? ¿Se ha vuelto loca o algo por el es tilo? [va riable de razón]
JrMtv!Y:
En [ 1 53] quien da la réplica (Dave) pide a su interlocutor que le dé variables posibles: la referencia de una forma pronominal, en este caso 'viene él', es variable en cuanto a su cohesión, es decir, con respecto al elemento nominal al que remite (véase IV.29) y se ha de poder recu perar si no está disponible durante demasiado tiempo en la memoria activa; en [ 1 54], Jean le pregunta a Phoebe por el momento en que su cederá algo ('¿cuándo . . . ?') porque el tiempo es variable desde el punto de vista de la coherencia, a causa de que pocos acontecimientos y si tuaciones ocurren en momentos prefijados. En [ 1 55], [ 1 56] y [ 1 57] se plantean los problemas siguientes. En [ 1 55 ] se expone un problema de conocimiento: ¿cómo sabe alguien que en el momento de la muerte se accede al cielo?; en [ 1 56], el problema es imaginar adónde puede irse alguien un domingo por la tarde en una pequeña ciudad; en [ 1 57], un ateo declarado se plantea si a su mujer le han lavado el cerebro y por esa razón quiera asistir a los oficios religiosos. En todos los casos, se escoge un aspecto problemático del tema que se está tratando ('ir al cielo', 'salir una tarde de domingo' e 'ir a la iglesia') como material cuestionable. 1 5 . En ocasiones, muchos de los problemas que aparecen en al gunos textos son i nherentes no tanto al contenido del mundo textual, como a su modo de presentarlo. Si un participante viola las conven ciones sociales o los principios conversacionales, o si sus intenciones y creencias son discrepantes con respecto a lo establecido o no pare cen obedecer a motivo especial alguno (cada uno de estos casos con lleva problemas diferentes), el otro participante probablemente in tentará reconducir discursivamente la situación para restaurar el acuerdo (véase VIII. l ) . En el apartado siguiente se ejemplificará, de
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nuevo con ejemplos extraídos de obras de teatro contemporáneas, 1 0 al gunos casos típicos de reconducción discursiva de situaciones. 16. Si un participante vulnera alguna de las convenciones so ciales, en este caso porque gri ta en público en una si tuación i napro piada, su i nterlocutor puede intentar reconducir la situación centrán dose en la modificación de ese modo inadecuado de exponer el texto: [ 1 58]
Gus: ¡ Una botella de leche! ¡ l'vledia pinta! ¡ Servicio urgente de le chería! BEN: No deberías gri tar de esa manera. Gus: ¿Por qué no'? BEN: Eso no se hace .
La reconducción de la situación es, también, la solución que se pone en práctica cuando uno de los participantes parece focalizar su atención en algún aspecto inadecuado de la exposición: [ 1 59]
CATHERINE: Durante las vacaciones, he pensado que Leonora ten dría que i ntentar ser más realista. ¿Me estás escuchando, Charlie? CHARLIE: Sí, Catherine. CATHERINE: ¿Qué estaba diciendo? Cr·IARLIE: Que Leonora tendría que intentar ser más realista.
En [ 1 59], el participante desatento se ve obligado a repetir el tex to producido por su interlocutor para demostrar su atención. También aparecen maniobras de reconducción de la situación cuando el moti vo que lleva a realizar una exposición parece injustificado: 1 1 [ 1 60]
HANS: He perdido un hijo; date cuenta: un hijo. LUCAS: ¿Cómo puedes decir eso? HANS: ¿Que cómo puedo decirlo'? Lo digo, sin más.
En [ 1 60], se consigue reconducir la situación empleando la táctica evasiva de enfocar la atención sobre el hecho de 'decir algo' y disimu lar el tema de 'perder un hijo'. Y, finalmente, la reconducción de una situación puede dirigirse hacia la modificación del estilo de la expo sición más que hacia la del contenido: 1 2 1 O. Las fuentes a las que pertenecen esos extractos son las siguientes: [ 1 58] aparece en Pinter ( 1 960: 1 08), [ 159] en Spark ( 1 963: 1), [ 1 60] en Osbome ( 1961a: 1 5), [ 1 6 1 ] en Orton ( 1 967: 67), [ 1 62] en Spark ( 1 96 3 : 100), [1 63] en Wesker ( 1 96 4 : 200), [ 1 64] en Osbome ( 1961a: 3 9), [ 1 65] en Orton ( 1 967: 82), [ 1 66] en Osbome (196 1a: 53), [ 1 67] en Osbome ( 1 968: 16), [ 1 68] en Spark ( 1 963 : 76), [ 1 69] en Os borne ( 196 1a: 38), [ 1 70] en Orton ( 1 967: 66), [ 1 7 1 ] en Orton ( 1 967: 70), [ 1 72] en Wesker ( 1 964 : 1 7), [ 17 3] en Orton ( 1 967: 72) y [ 174 ] en Orton (1967: 62). 1 1 En VII.13 se trató la función textual de la búsqueda de motivaciones; en este caso, el parti cipante está traspasando la tarea de búsqueda al productor del texto problemático (véase IX.2 1 ). Si el estilo es, como se afhmó en el resultado de procesos de selección y de decisión, en tonces podría recibir un tratamiento adecuado como fenómeno problemático y vari able y, en conse cuencia, como tema discursivo conveniente (véase IX. l 4).
12.
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1 \: T R O D C C C l O \: A LA u :-;G l'iST l C:\
[161]
261
FAY: Desde entonces no he tenido nada más que dolor de corazón. Me arrepiento del terTible crimen que cometí. TRUSCOTT: Muy . bien. Te expresas con un estilo sencillo y directo. Es un tema que manejado con menos destreza podría parecer una ofensa.
1 7 . A partir de la evidencia de los textos que producen, el esta do en el que se encuen tran los participantes también puede conver
tirse en el objeto de la reconducción: 13 [ 1 62]
DAPHNE: Márchate de mi \·ida, Charlie ... LEONORA: Daphne, sé que tienes problemas, pero creo que estás siendo muy desagradable.
El estado de un participante puede considerarse inadecuado dis cursivamente por su interlocutor y éste puede i ntentar reconducido: [ 1 63]
EsTHER: Entonces, ¿dónde se han ido tus ideales de repente'? CrssrE : Esther, no te metas en donde no te llaman, no entiendes es tas cosas.
La reconducción discursiva de una situación también puede i ncluir comentarios acerca de las condiciones que favorecen o que entorpe cen la habilidad comunicativa de los participantes: [ 1 64]
HANS: No tienes ni idea de lo que estás hablando. Aún no has be bido el suficiente vino, ése es tu problema . . . MARTIN: Estás bonacho.
1 8. Existe aún otra motivación para intentar reconducir discur sivamente una situación que surge cuando las intenciones subyacen tes a las contribuciones textuales de los interlocutores no parecen úti les para alcanzar una meta o para avanzar en el desarrollo de un plan: [ 1 65]
HA L : Si, como proclamas a los cuatro vientos, tu esposa es una mu jer mujer, realmente necesitarás tener unos ingresos elevados. TRUSCOTT: ¿A dónde nos lleva ese ataque de nervios jesuítico? HAL: Lo que te estoy sugiriendo es un soborno.
Si la i ntención que mueve a un participante es errónea, la recon ducción discursiva de la situación sirve para indicar el rechazo de ese error:
!.7,
13.
Acerca del estado de los participantes, \"éase la nota
6 del capítulo VII
262 [ 1 66]
1 :--J TRO D L' C C I Ó !'\ A L A LI0iG L'Í STIC..\.
STAUPITZ : Cuidará muv amablemente de ti y te protegerá. l\1.-\ RTIN: ¿Protegerme, a mí? STAUPITZ: Sabes perfectamente a qué me estoy refiriendo, herma no Martín, no quieras hacerte el inocente.
Un participante que sea intencionadamente ambiguo puede pro vocar que su interlocutor intervenga, reconduciendo discursivamente la situación: [ 1 67]
PAULINE: Pamela tiene algo muy especial, ¿no crees? EDITH: ¿ Qué quieres decir? PAULINE: Bueno, no es lo que se dice exactamente una belleza, pero tampoco es tan fea como para que no sepas qué hacer con ella.
INTERTEXT UA LI DAD
[171]
263
McLEAVY: ¿Está loco el mundo? Dime que no es así. TRuscorr: No me pagan para discutir hechos indiscutibles.
Adviértase la tendencia típica a identificar las creencias propias con los «hechos >> del «mundo real» en [ 1 7 1 ] (véase VIL 1 8 . 1 ) . Sin em bargo, se pueden rechazar creencias atribuidas a uno mismo sin com prometerse realmente con los « hechos» (véase VIIL 2 1 ) : [ 1 72]
SARAH: ¿Para qué quieren tener dos reuniones? HARRY: Bueno, y ¿por qué no iban a querer tener dos reuniones? SARAH: ¿Cómo? ¿De verdad crees que quieren tener dos reuniones? HARRY: No, no es eso lo que pienso.
En [ 1 67], la primera intervención de Pauline es deliberadamente ambigua acerca del tema 'Pamela', en cierto modo porque existe una dificultad real para clasificarla dentro de una escala de 'belleza/feal dad'. Se puede utilizar también la reconducción discursiva de la si tuación para reafirmar o para rechazar las intenciones subyacentes de las propias intervenciones:
La falta de creencias propias puede atribuirse a la inverosimilitud inherente a ciertos acontecimientos y situaciones:
CATHERINE: Y dices que Leonora fue expulsada en el acto. CHARLIE: Yo no he querido decir eso. CATHERINE: Extraña confesión para u n futuro profesor de economía eso de decir que has dicho algo que no querías decir. CHARLIE: No estoy encima de una tarima. En mi propia casa yo pue do decir lo que se me antoje.
De manera parecida, se puede señalar la inverosimilitud como ra zón de peso para no aceptar las contribuciones textuales de otro in terlocutor como aportaciones apropiadas al discurso:
1 9. Las creencias y el conocimiento previo que tienen los par ticipantes se pueden reconducir discursivamente si sus intervenciones presuponen que algo es un hecho, cuando en realidad se trata de una cuestión discutible:
20. Los extractos de diálogos teatrales analizados anteriormente ejemplifican la manera en que la textualidad se apoya en el discurso, a pesar de los problemas y de las perturbaciones que la amenazan. En muchas ocasiones, el contenido de los textos no parece concordar con los papeles, las intenciones y las creencias atribuidas a los participan tes. En este sentido, los principios conversacionales en la línea de las «máximas» de Grice pueden violarse. Por ejemplo, la máxima de CALI DAD (véase VI.9 . 3 ) se pone en peligro si el texto de un participante se basa en creencias infundadas, como sucede en [ 1 69], [ 1 70], [ 1 7 1 ] y [ 1 74]. La máxima de RELACióN (véase VI.9.4) se ve amenazada por una contribución aparentemente irrelevante, como en [ 1 65]. La máxima de MANERA (véase VL9.5 y ss.) ha de reafirmarse para contrarrestar la am bigüedad, como pasa en [ 1 67]. Además, todo lo concerniente a la cor tesía ( [ 1 58] y [ 1 62]), l a atención ( [ 1 59]), el estado de los participantes ( [ 1 63 ] y [ 1 64 ]) y a la no continuación de un tema ( [ 1 66]) o la evasión de las propias responsabilidades ( [ 1 68]), afectará seguramente al prin cipio de COOPERACIÓN (véase VI.9. 1 ) .
[ 1 68]
[ 1 69]
MARTIN: Padre, ¿por qué me odias cuando vengo a verte? HANS: ¿Cómo? ¿Qué quieres decir? Yo no te odio porque estés aquí.
Se puede explícitamente denunciar como falsa alguna creencia: [ 1 70]
FAY: Soy inocente hasta que encuentres una prueba de mi culpabi lidad. Éste es un país libre. La ley es imparcial. TRuscorr: ¿Quién ha llenado tu cabeza con esas bobadas?
Se puede rechazar una petición confirmando que, en el fondo, las creencias del o tro son ciertas, pero entran en conflicto con las propias:
[ 1 73]
[ 1 74]
McLEAVY: ¿No te parece que es como buscarle tres pies al gato? ¿A ti te convence? TRUSCOTT: A mí nada me convence nunca. Siempre elijo la explica ción menos inverosímil y la archivo en mi memoria.
McLEAVY: ¿ Cómo ejecuta un arTesto un guardiamarina? TRuscorr: Ni idea señor, yo no soy guardiarnarina.
264
1 :\ T R O D L C C I Ü :\ ,\ LA L l :\ G L Í ST ! C.-'\
2 1 . En VIIL4 se advirtieron ciertas similitudes entre la recon ducción de las situaciones comunicativas y los protocolos de reso lución de problemas: mediante la utilización de un acontecimiento
inesperado como tema textual el interlocutor puede estar intentando in tegrarlo en la versión compartida intersubjetivamente del «mundo real» , o, al menos, puede estar intentando defender su versión en con tra de las po � ibles refutaciones. Este principio podría aplicarse, de manera � arec.I da, a los aspectos de la reconducción de si tuaciones que . se han discut � do en . IX. l 6-20: la función de la reconducción de los pa peles, de las m tencwnes y de las creencias de los interlocutores sub yacentes en los textos consiste, de nuevo, en negociar las condiciones básicas �e la comuni �ación e i � teg�ar y neutralizar las desviaciones y los obstaculos potenciales que 1mp1clan su desarrollo normaL Por un lado, en la reconducción de situaciones, los elementos inesperados surgen del entorno externo que rodea al discurso. Por otro lado, en la reconducción discursiva intertextual, esos elementos inesperados son parte integrante de las acciones discursivas en curso. El receptor tex _ tual Siempre puede llamar la atención del productor y pedirle que le � aga saber la MOT�VACI ON que hay detrás de una acción discursiva suya I nesperada; de arll que productor y receptor puedan interactuar en la resolución de problemas (acerca de la «búsqueda de motivaciones» v�ase VII. 1 3) . Buena parte de los problemas comunicativos surge � s I mplemente a causa de que los in terlocutores creen que pueden sa . tisfacer mejor sus objetivos si se apartan de las convenciones conver sacionales, por ejemplo, ele las «máximas» griceanas: pueden estar in teresados en atribuir creencias infundadas a otros o en escabullirse de sus propias responsabilidades, etc. Bien es verdad que, en ocasiones, los problemas aparecen porque las normas estandarizadas de las creencias y de los comportamientos necesitan negociarse de vez en cuando. 22. Rachael Reichman ( 1 978) demostró que la coherencia con versacional no se basa necesariamente en la existencia el e conceptos compartidos entre todos los componentes que integran el texto. Reich man propuso una distinción entre « cuestiones de interés» general (es decir, actividades y puntos ele vista prototípicos) y situaciones y acon tecimientos específicos, idiosincrásicos, con respecto a los cuales los interlocutores desean hablar� Los ejemplos empleados por Reichman demostraron que la transición entre lo general y lo específico era una <
!0:TERTEXT UALIDAD
265
cuestión general que parece polémica, se obtiene una relación de tipo G E NER.:.. L IZADOR . Existen combinaciones en las que una situación o un acon tecimi ento ejemplifica varios asuntos a la vez: se trata de una re lación entre SUBCUESTIONES; si es una cuestión aislada la que ejempli fica varias situaciones o acontecimientos al mismo tiempo, se trata ele una relación de UNIFICACI O N . Las relaciones de Reichman aclaran el modo cómo interactúan los temas que interesan subjetivamente a los participantes y los < (en el sentido que se le da a este concepto en VII. 1 8 . 1) . 23. E n vista de las consideraciones anteriores, la noción ele < , que se avanzó en el capítulo V, podría am pliarse perfectamente al de MODELO DEL MUNDO DISCURSIVO (véase <> en Bullwinkle, 1 977, Reichman, 1 978, Rubín, 1 978 b , y Webber; 1 978). Esta entidad representaría la organización integrada de los concep tos y de las relaciones subyacentes en todos los textos que aparezcan en la misma situación discursiva. No obstante, los par ticipantes han de realizar concesiones a sus interlocutores para sol ventar los posibles desacuerdos que afloren entre los diferentes mode los del mundo discursivo que posean. La reconducción discursiva de situaciones analizada en VIII . 1 4 y ss. y IX. 1 6 y ss. ayuda a minimizar los conflictos que puedan plantearse entre versiones distintas de mo delos discursivos, especialmente mediante la remisión a suposiciones y a normas estandarizadas conciliadoras que no se mencionaron ele manera explícita en los textos. 24. A todo este planteamiento se le puede objetar claramente que el conocimiento implícito de los comunicadores es extraordina riamente difícil de observar y de estudiar. En la mayor parte de los ejemplos analizados, ese conocimiento únicamen te adquiere prota gonismo cuando se plantea una discrepancia; en una infinidad de ocasiones, sin embargo, pasa inadvertido aunque su concurso sea i n dispensable para dar sentido a las contribuciones ele cada uno de los participantes en la interacción. En cualquier caso, puede arrojarse luz sobre una cantidad significativa de saberes implícitos (sentido común) mediante la aplicación de experimentos diseñados especial mente a tal efecto. Por ejemplo, cuando se pide a unos s ujetos que escuchen o que lean un texto y, a continuación, que recuerden su contenido, aparece siempre un patrón sistemático ele adiciones, omi siones y modificaciones que se manifiesta en sus informes intros pectivos . La construcción de informes y de resúmenes de textos que antes se han leído representa otro de los importantes ámbitos en que opera la intertextualidad, como se expondrá en los apartados si guientes .
266
1 '-:TRO D L C C I Ó :\ A L.\ L I '-: G U Í STICA
I � T ERTEXTUALI DAD
267
25. El texto del 'cohete', que ya fue analizado en el capítulo V, se empleó en una serie de pruebas a las que se sometieron a diversos gru pos de receptores. 1 -l El texto que se propuso para el experimento fu e el siguiente: [4]
[ 4. L 1 ] En una zona del desierto de Nuevo México se alzaba un enor me cohete V-2 de color amarillo v negro que medía 1 4 metros de al t ura. [ 4. 1 .2] Vacío pesaba cinco toneladas. [ 4. 1 .3] Llevaba como com
bustible ocho toneladas de alcohol y de oxígeno líquido. [4.2 . 1 ] Todo estaba preparado para el lanzamiento. [4.2.2] Los mili tares y los científicos se habían parapetado detrás de unos montícu los de tierra, a cierta distancia del ingenio. [ 4 . 2 .3] Dos destellos rojos anunciaron la inminencia del lanzamiento. [4.3 . 1 ] De repente, con una gran llamarada y un fuerte estruendo, el enorme cohete ascendió primero lentamente y luego cada vez más y más rápido. [ 4.3.2] Iba dejando una estela de llamaradas amarillas de unos 2 0 metros de longi tud. [ 4.3 .3] En un instante, la llamarada pa recía una estrella amarilla. [ 4 . 3 .4] En pocos segundos, se había aleja do tanto que ni siquiera podía vislumbrarse; [ 4 . 3 . 5 ] el radar seguía su trayectoria a medida que ascendía a una velocidad cercana a los 200 kilómetros por hora. [ 4.4. 1 ] Minu tos después del lanzamiento, [ 4.4.2] el piloto de un avión de vigilancia lo vio regresar. Aterrizó a unos 64 kilómetros del punto de partida.
La mayor parte de los sujetos evaluados comenzaron sus infoimes introspectivos con afirmaciones del tipo: 'Se trata del relato del vuelo de un cohete'. De acuerdo con este planteamiento inicial, el proceso de recepción estuvo absolutamente guiado por la adecuación al ES QUEMA del vuelo (véase \1. 1 6) . 1 5 Este esquema contiene una progresión ordenada de los ACONTECIMIENTOS y de los ESTADOS que constituyen el 'vuelo'. Los acontecimientos fijos que se incluyen en este esquema son, al menos: el 'despegue', la 'ascensión', el 'alcanzar el cenit', el 'descen so' y el 'aterrizaje'; cada movimiento traslada al cohete a un nuevo es tado de localización. La figura 1 3 muestra el esquema del 'vuelo' como un gráfico de red, a cuyos componentes se les ha colocado una deno minación. 14. Acerca de trabajos anteriores sobre este texto, véase la nota l O del capitulo IV. Los autores de este manual reconocen su deuda con todos aquellos que participaron en estos experimentos: Manfred Bunge, Roger Drury, Richard Hersch, Walter Kintsch, Genevieve Miller y Althea Tumer, así como a los estudiantes que realizaron las pruebas en las universidades de Colorado y de Florida y en el Gymn sasium am Wall (Verden an der Aller, Alemania). 1 5. El texto es esencialmente narrativo y, por tanto, está guiado predominantemente, aunque no de manera exclusiva, por un esquema (véase IX.6).
objetos volantes
Tiempos
Clave: A, acontecimiento; E, estado; esp, especificación de; lo, localización de; mo, movimiento de; pa, parte de;
z, salida; E, entrada; t, iniciación; t. terminación
FIG.
13.
Estados y acontecimientos.
No obstante, tal y como demuestra el ejemplo [ 4], no es necesario que se hagan explícitos (en el sentido de I.6) todos los acontecimientos de un relato. Los acontecimientos del 'despegue' y de la 'ascensión' se recogen ambos en la forma verbal 'partió' que aparece en [ 4.3 . 1 ], mien tras que el acontecimiento de 'alcanzar el cenit' sólo puede inferirse de lo que sucedió en el lapso de tiempo que media entre su 'trayectoria as cendente' [ 4.3.5] y su 'regreso' [ 4.4.2]. Sin la menor duda, está demos trado que el esquema funciona como «organizador del avance» de la información textual (véase Ausubel, 1 960). Su aplicación al discurso es otro ejemplo de los PROCEDIMIENTOS DE ADECUACIÓN que ya que se ?re , para Ido sentaron en III. 19, entendidos como mecanismos poderosos neizar las estrategias generales aplicadas a la gestión de las tareas co municativas habituales. La figura 1 4 ofrece una proyección gráfica de cómo los nudos del modelo del mundo textual (véase la figura 1 1 ) se adecuan a los nudos de un esquema (véase la figura 1 3). 26. Como se podrá comprobar a continuación, los resultados pre vistos en el esquema del 'vuelo' (figura 1 3 ) se confirmaron en los pro tocolos de las pruebas rememorativas a que fueron sometidos un ele vado número de sujetos. El texto original comenzaba con una des-
268
1 \:T RODCCCI Ó \: ..\ L A LI\:G C Í ST!CA
Clav�:
A,, despegue; A2, ascenso; A3 , descenso; A,, tierra· E . . . E2 , en el trerra, Es_, en tierra; ca, causa ' ,, e n tierra arre; E3, en el cenit; E,, cerca de; cd, cantidad de; ea' enti . de dad afectada,: eq, equrvalent pecrflcaclon de; i, instrumento e a; es, estado de· esp es de'· lo locall·zac·lo· n de·· m o, mov1 • m1ento de· _mod' m od alrdad s·bTd 1 1 1 a d d e; r, razón de; re, repet ' ' ; po, · ' de; p, percepción ición de; su, sustancia de· t po' ' tiempo de, E, entrada; rr, proximida d; t. terminación.
FrG . 1 4 .
1 '-i T E RT EXTUALI D..\D
26 9
cripción sencilla de la escena, si bien en ningún momento se narraba acontecimiento alguno (acerca de las diferencias existentes entre des cripción y narración, véase IX. 6 ) . Los informantes, de manera unáni me, rememoraron el inicio del texto como si de un acontecimiento de 'despegue' se tratase, tal y como preveía el esquema mental del vuelo de un cohete. Excepto en casos muy raros, la mayor parte de los su jetos nunca se refirieron a que el cohete simplemente 'se alzaba' [ 4. 1 . 1 ] ; mucho más habitual fue que los informantes se refirieran a que el cohete estaba 'en la rampa de lanzamiento, esperando el mo mento del despegue'. Muchos sujetos iniciaron su informe diciendo di rectamente: 'un cohete despegó hacia el cielo' o 'un misil despegó' o 'en un desierto de Nuevo México, fue lanzado un cohete'. Parece evi dente que el material informativo que los sujetos no juzgaron esencial para el cumplimiento del esquema mental que tenían previamente acerca del despegue del cohete se consideró que no merecía la pena mencionarlo y se eliminó. Más aún, los informantes tendieron habi tualmente a reemplazar el concepto original 'ascendió' [ 4. 3 . 1 ] por el de 'despegó', expresado mediante una múltiple variedad de expresiones ('despegar', 'se elevó', 'lo dispararon', 'lo lanzaron', etc.) referidas al INI CIO del movimiento del cohete. En un grupo de 7 2 personas evaluadas, los protocolos rememorativos mostraron que se habían u tilizado con cep tos de inicio de movimiento en 7 1 informes. Además, las veces en que se utilizaron conceptos de movimiento que no incluyera la idea de inicio (en 2 1 casos, por ejemplo, 'ascendió', 'subió', etc.) fue con la intención de separar el momento del 'despegue' del momento de la 'ascensión' (que, a fin de cuentas, son dos acciones distintas en el esquema mental del 'vuelo' de un cohete). La insistencia unánime y reiterada en el 'despegue' quizá se justifique por la naturaleza pro blemática de esta acción, 1 6 hasta el punto de que si ésta falla, sería imposible que se llevaran a cabo todos los demás acontecimientos pre vistos en el esquema. En contraste con la unanimidad anterim� la ac ción de 'alcanzar el cenit', un acontecimiento que sucede necesaria mente entre la 'ascensión' y el 'descenso', sin embargo apenas fue men cionada en un puñado de informes, aunque (como se advirtió en IX.2 5) no se había utilizado en el texto original de manera explícita . Ahora bien, que no s e hubiese mencionado no e s u n obstáculo para que los informantes lo hubieran podido inferir; si no lo hicieron fue porque consideraron innecesario i ncluirlo en su informe (este tipo de decisiones subjetivas suele ser muy habitual e incontrolable en todos los experimentos de rememoración) . 1 7 16
17. V .34).
Véase l a nota 8 d e este capítulo . El acontecimiento de 'alcanzar el cenit' se puede recuperar mediante su actualización (véase
2 70 27;
l :\ T RODL'CCI Ó :\ A LA Lll\G Ü Í STICA
Otro de los efectos que tuvo el esquema mental previo d ei vuelo sobre esta � rueba de rememoraci � n fue la inclinación a la que se entregaron los m formantes a hacer comcidir las fronteras textuales con las fronteras del esquema. El texto original [ 4] concluía con el acontec imiento del 'aterrizaje' del cohete en las cercanías del punto de . lanzamiento . Los protocolos de rememoración siguieron fielmente esta e� trategia de presentación de los acontecimientos. En un grup o de 42 m formes, se mencionó el atenizaje del cohete en la oración fi nal en 37 de los ejercicios. Adviértase, en cualquier caso, el contras te entre el final abrupto del texto original (el 'aterrizaje') y el inicio (du rante nada más y nada menos que dos párrafos se describen, como . matenal textual intr� d� ctorio los i nstantes anteriores al 'despegue'): ; , en el esquema prototiplco del vuelo de un cohete se prioriza sin duda el � omento inicial y se simplifica al máximo el acontecimien to final . Cun � samente, en la mayor parte de los informes, se produjo una ten . denCia generalizada a reorganizar el texto de manera que el aconteci miento del 'despegue' ocupase el contenido de la primera secuenci a del texto r� me � orativo, mien tras que el resto de los preparativos , . c?mo la ubicac!On, el combustible, etc., fue mencionado con posterio ndad. Esta reorganizació n se hizo efectiva en 1 3 de los 72 protocolos examinados. Quizá los receptores habían dirigido su foco de atención hacia el esquema prototípico del 'vuelo' durante la fase inicial del ex perimento (la co � prensión del texto) , o quizás activaron el esquema . para que les suv1era de base en la organización del contenido de sus informes, o también es posible que el esquema operase en todo mo mento en ambos estadios. 28. Aunque la i nfl uencia de los esquemas en el proceso de reme moración textual es muy acusada, la posición adoptada en este senti do por David Rumelhart ( 1 977b : 268) es, probablemen te demasiado i r: �exi ?�e: «El proceso de comprensión es idéntico al de seÍección y ve nflcac!On del esquema conceptual que se proyecta sobre las situacio nes o sobre los textos para entenderlos. » Sobre esta cuestión parece razonable sostener una opinión menos rotunda basada en la idea de qu� �os proces ?s de selección y de verificación de los esquemas pro totlpicos contrzbu)'el1 a la comprensión , pero lo que no se ha demos trado aún es que puedan identificarse totalmente con ella. No cabe la menor duda de que durante la interacción comunicativ a se establece una relación muy profunda entre el conocimien to presentado en el texto, los patrones de conocimien to organizativo almacenado s en la memoria y la disposición cognitiva de quien procesa toda esa infor mación con el objetivo de entenderla . La aportación de Royer ( 1 977 ) a la re �? lución de es �e problema fue su propuesta de establecer una . . d1stmc10n entre tres t1pos de perspectiv as teóricas distintas sobre la re,
!:\TERT EXTUALI DAD
271
memoración de materiales que guarden similitud con e l contenido in formativo de los textos (la abstracción de huellas, la construcción y la reorganización ) . El proceso de ABSTRACCióN D E HUELLAS consiste, en primer lugar; en el almacenamiento de las huellas mnemotécnicas que produjo en el sujeto el texto original como si fueran elementos perte necientes a una experiencia sensorial; a continuación, una demanda de rememoración reactiva esas huellas previamente almacenadas (véase Gomulicki, 1 956), y, en ese momento, el sujeto ha de decidir de alguna manera qué serie de huellas merecen su atención y que otras pueden desatenderse (véase Neisser; 1 967); si esto no sucediese así, el almacenamiento de la información en la memoria sería caótico y con fuso. La segunda perspectiva teórica que intenta explicar el procedi miento habitual de rememoración textual es la CONSTRUCCióN . Las ope raciones constructivas permiten la utilización de los patrones de co nocimiento prototípico en el proceso de organización de las huellas mnemotécnicas (véase Bransford, Barclay y Franks, 1 972); la teoría de la construcción explica, por lo tanto, por qué razón lectores distintos recuerdan habitualmente versiones diferentes del contenido de un mismo texto, de igual manera que la teoría de la abstracción de hue llas explicaría en la misma medida las omisiones o los errores que se producen en el proceso de rememoración textuaL La tercera perspec tiva teórica, según Roye1� es la RECONSTRUCCió N. El proceso de recons trucción aplicado a la comprensión de textos presupone el uso de es quemas previos (o planes, o marcos, etc.), tal y como se encuentran almacenados en la memoria, en la recuperación de información de al gún texto que se procesó en el pasado y que tenga relación con el tex to que se está procesando en ese momento; el hecho de que las hue llas reales no tendrían tiempo para adquirir una identidad idiosincrá sica propia justificaría que se recurra al proceso de reconstrucción (véase Spiro, 1 977). El punto de vista de Rumelhart, anteriormente mencionado (la total coincidencia de los procesos de esquematización y de comprensión) parece proyectar la teoría de la reconstrucción de Royer sobre el acto mismo de la comprensión del contenido textual. En este sentido, Rumelhart predijo que los conflictos existentes entre un esquema y un texto -por ejemplo, la correspondencia inexacta en tre el texto del 'cohete' y el esquema del 'vuelo' (véase IX.25 y ss.)- se resolvería siempre en favor del esquema. También sugirió Rumelhart que la i nformación relacionada con el esquema siempre se recordaría mej or que la literal del texto que se intenta recordar: No obstante, los resultados obtenidos en el experimento de rememoración del texto del 'cohete' sugieren que las tendencias apuntadas por Rumelhart son me nos pronunciadas de lo que él pretende y que, en cualquier caso, no son iiTeversibles. Verbigracia, en el asunto de los datos concretos que
272
l'
aparecen en el texto [ 4], las huellas mnemotécnicas referidas, por ejemplo, a los colores exactos del cohete o a las ci fras de velocidad : al tura, etc., no se pueden almacenar en ningún esquema prototípico, por mayor que sea la frecuencia con la que se abstraigan, almacenen y re memoren. De igual manera, los informantes pusieron en marcha cla ramente el proceso de construcción cuando intentaron recordar los datos sobre la localización del relato (el 'desierto'), ya que añadieron elementos de su propia cosecha, como la intensa 'radiación solar' o la 'arena'. Por consiguiente, la teoría de la reconstrucción no puede o fre cer un enfoque global del fenómeno de la rememoración, a menos que tenga en cuenta también la existencia de patrones almacenables y re cuperables de «esquemas>> prototípicos. Y si se aceptase este argu mento, lo más sensato sería reconocer; a continuación, que la teoría de la reconstrucción es perfectamente prescindible. 29. En III . l 4 se sugirió que el texto puede entenderse como un SISTEMA CIBERt'JÉTICO en el que el procesamiento de la informació n ha de garantizar el mantenimiento de la CONTINUIDAD textual. El criterio de textualidad que se presenta en este manual se basa fundamental mente en la idea de que existen relaciones de acceso mutuo entre los elementos integrantes de un mismo nivel o de niveles distintos. Desde este punto de vista, la prioridad principal en la comprensión y en la rememoración del contenido textual sería la conversión de todo el ma terial percibido, almacenado y recuperado en un patrón de continui dad. Como quiera que las huellas reales dejadas por un texto son dis continuas (se trata de impresiones concretas), el sujeto las puede reu nir libremente utilizándolas como conocimiento previo (incluyéndolas en los esquemas o en los marcos que active durante el proceso de re memoración). En circunstancias normales, el receptor textual no tie ne una motivación clara para crear una huella exacta o completa del contenido de un texto en particular, ni para mantener separada una huella concreta de otros conocimientos que estén relacionados con ella (véase I. l l , V. l 2 y 34 y ss.). Donde el sujeto encuentra una moti vación extraordinaria es en la consecución de la continuidad del sen tido (véase V.2). 3 0 . De las consideraciones anteriores se deduce que es posible di señar experimentos para obtener la confirmación, en mayor o menor media, de cada una de las tres perspectivas teóricas de Royer bosque j adas en IX.28. Se puede demostrar la existencia del fenómeno de la abstracción de huellas analizando textos muy homogéneos cuyo con tenido concuerde perfectamente con el conocimiento prototípico del mundo. Desde otro punto de vista radicalmente opuesto, un relato ex traño como el de « La guerra de los fan tasmas" de Bartlett ( 1 932) se puede utilizar para demostrar la importancia de las operaciones de re-
1;-.;TERTEXTlJA L ! DA D
273
constmcción (como, de hecho, el propio Bartlett sugirió a su manera). Ahora bien , contemplado el asunto desde un punto de vista equidis tante tanto de la teoría de la abstracción de las huellas como de la perspectiva reconstructivista, el tratamiento adecuado de un texto como el del 'cohete' (cuyo . contenido es bastante -lo cual no quiere decir completamente- convencional) hace evidente la necesidad de encon trar un compromiso entre ambas concepciones extremas . 3 1 . En diversos lugares de este manual se han estudiado los pro � cesos INFERENCIALES y de ACTIVACI Ó N G ENERALIZADA considerándolos como mecanismos que amplían, actualizan, desarrollan o complemen tan el contenido expresado en un texto (véase Ll l , V. l 2 y 34 y ss.). Des de este punto de vista, puede interpretarse que la realización de infe rencias se aplica a la resolución de las discontinuidades de sentido y de los problemas interpretativos específicos, mientras que la activación generalizada se dispara automáticamente cuando se procesa un ele mento perteneciente a un patrón de conocimiento almacenado en la memoria. En los protocolos de rememoración del texto del 'cohete' se pudo comprobar el funcionamiento de ambos procesos. La informa ción adicional que los informantes incluyeron en sus textos rememo rativos provino de su vinculación con tipos de conceptos que sirven para representar estereotipadamente el conocimiento en los mundos textuales, tal como se esbozó en V.26. El tipo de vinculación que esta blecieron con una mayor fTecuencia los informantes, como puede su ponerse, fue entre el material conceptual presentado en el texto y el co nocimiento prototípico almacenado en los marcos o en los esquemas aplicados en el proceso de comprensión textual. Puesto que el esque ma prototípico del 'vuelo' incluye frecuentes cambios de localización, es lógico que este concepto apareciese con bastante frecuencia en la in formación adicional o en las modificaciones incluidas en los informes introspectivos de los sujetos sometidos al experimento rememorativo. 3 2 . Los informantes suelen enriquecer y desarrollar la informa ción sobre la localización de los acontecimientos rememorados me diante la intervención de IMAGINERÍA MENTA L . 1 8 Parece ser un universal humano el hecho de que la narración de acontecimientos o la des cripción de situaciones se complemente con la visualización de ESCE NAS (véase Fillmore, 1 975, 1 977) . 1 9 No es de extrañar, por lo tanto, que 1 8 . Rober1 ele Beaugrancle y Zafia Solczak-Roberts están diseñando actualmente, en la Universi dad de Florida, una nueva prueba para evaluar la incidencia ele la imaginería mental en el proceso ele rememoración . En concreto, el texto del 'cohete' se acompañará ele dibujos, en la pre\·isión de que el efecto de las i lustraciones sea bastante notable sobre el recuerdo. El uso que hace Fillmore del término «escenas» es mucho más amplio que el que se presenta aquí:
1 9. 1 975:
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Jos informantes rememoraran el 'desierto' del texto del 'cohete' co mo 'una extensión de arena ' si tuada, en unas ocasiones, en un 'lugar re1110to', 'aislado', -y, en otras, en las 'afileras de la ciudad'. 2 0 De igual ma nera, imaginaro n que el cohete se lanzó 'bajo Wl sol brillante' y desde una 'rampa de lanz_amiento'. Algunos sujetos rememoraron los 'montí culos' como si fueran 'montaiias', lo cual les exigió realizar más cam bios para mantener la coherencia de la escena, como sucede en este ejemplo: 'hay un cohete frente a ww montai1a en d01ule se oculta la gen te que lo controla'. No cabe la menor duda de que la persona que es cribió: 'el cohete fue !amado, se elevó y se alejó de la rampa de la nza miento . . . al llegar al cenit de su tra>•ectoria invirtió su recorrido y se des plomó descendiendo en su viaje ele vuelta a la tierra', había consultado previamente el esquema prototípico del 'vuelo' almacenado en su me moria. 33. Los sujetos sometidos al experimento de rememoración em plearon la info rmación temporal para vincular entre sí acontecimien tos en un patrón de continuidad, como puede verse en los enunciados siguientes: los 'científicos se escondieron detrás de los montículos cuando se lanzó el cohete', 'cuando llegó la hora del lanzamiento, el cohete se elevó arrojando dos llamaradas roj as', 'había un avión vo lando al mismo tiempo que el cohete'. Resulta curioso que las expre siones temporales del texto original referidas al regreso del ingenio ('en un instante', 'en pocos segundos' y 'minutos después') fueron re memoradas en muy pocos informes. Parece como si los sujetos hu biesen creado las relaciones temporales que necesi taban estrictamen te para organizar de manera coherente una secuencia propia de acon tecimientos conveniente en la configuración de su mundo textual y hubiesen desestimado las que aparecían en el texto originaL 34. Como ya se señaló en V. 3 3 , las inferencias sobre la percep ción de los acontecimientos rememorados llevó a los informantes a su poner que los 'científicos' y (con menor frecuencia) los 'militares' 'ob servaban' o 'miraban' el cohete, cuando eso no se dice de manera ex plícita en el texto originaL En muchos informes, se añadieron con lla mativa insistencia diversos verbos de percepción vinculados entre sí y formando una secuencia coherente, como demuestran los ejemplos si guientes: 'contemplaron el despegue y prestaron atención a las llamara das hasta que dej aron de verlo y entonces miraron el radar para detec tar a qué distancia se encontraba el cohete', 'pudieron verlo vía satélite, pero se elevaba tan velozmente que perdieron su rastro'. Resulta muy llamativo el hecho de que los informantes narraron la primera parte del vuelo desde una perspectiva a ras de suelo, mientras que relataron el 20.
Se han transctito en cursiva las palabras añadidas o modificadas por los propios informantes.
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aterrizaje adoptando como punto de observación la posición aérea del 'pi loto' del avión de reconocimiento. En buena parte de los protocolos rememorativos se justificaba la elección de ese punto de vista aducien do que era el propio piloto quien 'relataba' lo que había visto. 35. En las modificaciones in troducidas por los sujetos evaluados en sus informes rememorativos con respecto al texto original incidió decisivamente la manera de conceptualizar los fenómenos que se na rran . Así, por ejemplo, los informantes emplearon el concepto de cau salidad para concluir que el cohete 'chocó' o 'explotó' al tomar tierra; incluso un informante conjeturó: 'yendo aproximadamente a 1 .600 ki lómetros por hora, el cohete debió hacer una buena hondonada en la corteza terrestre'. La mayoría de los informantes aplicó el concepto de intencionalidad al conjunto del relato, entendiendo el 'vuelo' como una especie de 'experimento' o de 'prueba de un nuevo tipo de cohete'. A los 'científicos', los sujetos les atribuyeron la propiedad de la agen cialidad, al hacerlos responsables del lanzamiento del cohete (cuando en el texto original simplemente estaban parapetados tras los mon tículos de protección). En cuanto a la 'estela' dejada por el cohete la conceptualizaron como una sustancia: 'humo amarillo brillante' o for mada por 'gases'. 36. Toda la información adicional y todas las modificaciones sig nificativas introducidas por los suj etos sometidos al experimento de rememoración se basan en el conocimiento acerca de cómo se desa rTollan las situaciones y los acontecimientos en el mundo real. En este punto, la cuestión más importante es: ¿existen estrategias sistemáticas que controlen la interacción entre el conocimiento presentado en el texto y el conocimiento almacenado en la memoria, de tal manera que se puedan realizar y evaluar predicciones sobre cómo se rememorará un texto determinado? La respuesta a esta pregunta es compleja. Por un lado, parece claro que han de existir ciertas tendencias sistemáti cas, o, de otra manera, cada receptor entendería a partir de un mismo texto una cosa distinta y no aceptaría ningún tipo de consenso. Por otro lado, parece demostrado que existe un nivel suficiente de grada ción y de variación entre las diferentes estrategias que se aplican, las diferen tes expectativas personales que se tienen y los diferentes cono cimientos almacenados en la memoria que se poseen como para que las predicciones nunca sobrepasen el nivel rudimentario de la simple aproximación. Por ejemplo, en el texto del 'cohete', la inferencia de que los 'científicos' estaban 'observando' el ingenio fue incluida en el informe del 3 3 % de los sujetos evaluados, aunque es imposible saber cuántos informantes realizaron esa inferencia y luego no lo hicieran explícito en sus informes rememorativos, y si esa proporción aumen taría o disminuiría si se: alterase cualquiera de los múltiples factores
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que intervienen en la rememoración 2 1 En cualquier caso, parece más lógico, y así se hará a partir de este momento, centrarse en las apre ciaciones cualitativas y prescindir de las predicciones cuantitativas. 37. Sobre la base de los resultados obtenidos en las pruebas de rememm ación, en la última parte de este capítulo se hipotetiza acer ca de cuáles son las tendencias sistemáticas en la interacción entre el conocimiento del mundo almacenado en la memoria y el conocimien to presentado en el texto. 37. 1 . El conocimiento presentado en el texto tiene prioridad e11 la comprensión y en la rememoración si concuerda con los patrones de co nocimiento almacenados en la memoria. Ya que la mayor parte de los cohetes son puestos en funcionamiento mediante una combustión, no es en absoluto sorprendente que uno de los conceptos que ha obteni do un índice más alto de fTecuencia de aparición haya sido el recuer do de la 'llamarada', que se incluye en 48 de las 72 pruebas evaluadas. La significativa mención del 'desierto' en 36 protocolos rememorativos se justifica por el hecho de que suele ser habitual que las instalacio nes donde se prueban los cohetes se localicen lejos de los centros de población y de las tierras cultivables. La mención del 'radar', recorda do en 2 6 informes, se justifica porque es un elemento típico que siem pre aparece en todo lo relacionado con la aviación. Es decir, desde este punto de vista, se recuerda mejor lo que ya se sabía de antemano. 37.2. El conocimiento presentado en el texto tiene prioridad en la comprensión y en la rememoración si se adecua a la información pri11cipal de los patrones globales aplicados (marcos, esquemas, planes o guiones) . Esta tendencia es un corolario especializado de la preceden te, aunque introduce la idea de que el informante da prioridad a los patrones globales sobre los locales: en este sentido, los patrones glo bales realizan una contribución más significativa a los procesos de comprensión que los patrones locales, como quedó demostrado en IX.26 y ss., donde se revisó la influencia que el esquema del 'vuelo' tuvo sobre el modo en que los informantes rememoraron el texto del 'cohete'. En cualquier caso, existe un conjunto muy importante de in vestigaciones que documenta inequívocamente la utilidad de los es quemas en la comprensión de los RELATOS (dicho en otras palabras, en la enorme variedad de textos reales subyace un reducido número de patrones globales comunes). 22 21.
El fragmento '(el cohete] se alejó tanto que ni siquiera podía vislumbrarse' pudo haber influi do retrospectivamente en este punto. No obstante, ¿cómo se pueden e¡•aluar las inferencias sin haber las obte11ido previamente mediante preguntas directas? Véase Rumelha11 ( 1 975, ! 977b), Bower ( 1 976), Anderson ( 1 977), Kintsch ( 1 977b), Mandler y Johnson (1977), Meyer ( 1 977), Rumelhart y Orthony ( ! 977), Thomdyke ( ! 977), Kintsch y Van Dijk ( 1 978), Mandler ( 1 978), Stein y Nezworski ( 1 978), Adams y Collins ( 1 979), Beaugrande y Miller ( 1980) y Thomdyke y Yekovich ( ! 980). Véase, también, V. l 6
22 .
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3 7 . 3 . El conocimiento presentado en el texto suele modificarse en la memoria para que sintonice lo mejor posible con los patrones ele co nocimiento almacenado en la nze11 te. En apariencia al menos, el texto del 'cohe te' no parece contener incongruencias perturbadoras. No obstante, llama poderosamente la a tención el hecho de que los in formantes considerasen que los 'montículos de tierra' [ 4.2.2] eran incongruentes, quizá porque lo que se espera en un desierto es que haya arena y no tierra. Estos montículos fueron rememorados en muchísimos informes como 'colinas de arena', 'dunas de arena', 'ro cas', 'formaciones rocosas' y, en algunos casos, como 'montaiias' (ló gicamente, se trata de elementos susceptibles de formar parte de un desierto). Algunos informantes rememoraron los montículos como 'barreras' o, incluso, como 'bunkers de hormigón', lo cual parece indi car que enfocaron su atención sobre el hecho de que los 'montículos' sirvieran como protección del personal científico y militar. O tro pun to de discrepancia que presentaban los informes introspectivos con respecto al texto original se centró en la afirmación de que la llama rada producida por el cohete 'parecía como una estrella amarilla' [ 4.3.3]. En vez de recordar esa imagen, los sujetos evaluados reme moraron la llamarada como un una especie de 'resplandor', como una luz 'borrosa'; algunos informantes, para describir el movimiento del cohete, utilizaron la imagen de 'una estrella atravesando el firma mento' o de una 'estrella fugaz'. Otra modificación importante la realizó alguien que había visto por televisión reportajes sobre la Se gunda Guerra Mundial en los que aparecían cohetes V-2: 'el texto cuenta el lanzamiento de un cohete V-2 capturado a los n azis' . En to dos estos casos, los informantes modificaron el texto de manera sis temática para que coincidiese con sus conocimientos previos sobre el tema. 37.4. Los distintos elementos que configuran el conocimiento pre sentado en el texto se convierten en conflictivos o desconcertantes, a me nos que se asocien claramente con el conocimiento almacenado en la memoria. En la mayor parte de las muestras que ejemplifican esta ten dencia, los informantes confundían los 'destellos (fla res, en inglés) ro jos' utilizados como 'señal' de la inminencia del lanzamiento con la 'llamarada (jlame, en inglés) amarilla' emitida por el cohete cuando ya había despegado: 'el cohete salió despedido entre un estallido de lla mas'; 'cuando se lanzó el cohete, parecía una llam.aracla roja'; 'subió a gran velocidad a una altura enorme, dejando tras de sí una especta cular estela de llamas amarillas y rojas'. Esta confusión pudo haberse debido a la existencia de similitudes superficiales entre los vocablos flare (señal luminosa) y flame (llamarada) que aparecen en dos luga res distintos del texto original ( [ 4.2.3] frente a [ 4.3 . 1 ]).
El conocimiento presentado en el texto se deteriora e, inciu so, se convierte en irrecuperable si se refiere a conocimientos sobre e[ mundo de tipo accidental o variable. Esta tendencia tuvo, sin la menor duda, una influencia muy destacable en el tratamiento que aplicaron los informantes a la rememoración de los datos cuantitativos que aparecen en el texto. Los cohetes de los sujetos evaluados pesaban en tre cinco y 50.000 toneladas, y medían entre 1 3 y SO metros. La velo cidad del ingenio oscilaba entre los 1 2 0 kilómetros por hora hasta los 1 .200 kilómetros por hora. La distancia entre el despegue y el aterri zaje fluctuó entre los 300 metros hasta los 1 1 kilómetros. Y eso por no mencionar que en algunos informes rememorativos las ci fras de la ve locidad se convirtieron en cifras de altitud y las de peso en número de litros de combustible. Algunos sujetos, astutamente, utilizaron la ar gucia de referirse a los datos cuantitativos de una manera global, p or esa razón hablaron en términos de 'mucho combustible', 'cierta velo cidad' o 'muy rápido'. Un informante recordó incluso una cantidad que no sabía exactamente a qué correspondía: 'había un no sé qué que me día ciento veinticuatro no se cuántos'. Los sujetos sometidos al expe rimento recordaron, no obstante, los colores del cohete de manera más competente, aunque quizás ello se debiera a que su emplaza m iento en el principio del texto habría facilitado su retención en la memoria, en detrimento de otros detalles (se trata de un efecto cono cido como PRIMACÍA y que aparece de manera sistemática en los expe rimentos de aprendizaje). 23 Ningún informante parecía saber con an telación que los cohetes V-2 estaban todos pintados de color 'negro' y 'amarillo'; por esa razón, en uno de los grupos, el 50 o/o de los sujetos evaluados no recogieron el dato de los colores del cohete en sus in formes, m ientras que el 25 o/o mencionaron varios colores del espec tro, citando el 'rojo', el 'verde', el 'blanco', el 'azul' y el 'p lateado'; de todos estos colores, quizás el 'plateado' sea el único que podría ser el color prototípico de un cohete. Por consiguiente, la ausencia de cono cimientos previos con respecto a una información hace que ésta pier da interés para el sujeto, incluso hasta el punto de acabar pasando inadvertida. 37 .6. Las adiciones, las lnodificaciones v los cambios realizados m.ediante la activación generalizada o medim� te la realización de infe rencias se hacen indistinguibles del conocimiento presentado en el texto. 37 5 .
23 .
INTERTEXTUALIDAD
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278 .
Aún no se posee una evidencia inefutable de la existencia del efecto •primacía» en la reme moración textual (véase Meyer, ! 977: y ss.) (no obstante, véase Desde un punto de vista conversacional, si el fragmento final de un texto se ve favorecido en el proceso de rememoración a cau sa de la posición privilegiada en que aparece (lo último que se escucha es lo mejor que se recuerda), se está ante un ejemplo de recencia (es decir, de primacía de lo reciente). No obstante, sobre este fe nómeno, de nuevo, no se tienen pruebas definitivas.
3 08
IV.24).
279
Si, como se argumentó en IX.29, los receptores textuales habitual mente no sienten motivación alguna por preservar una huella mne motécnica individualizada para un texto o para un mundo textual concretos, en tonces lo más lógico es que sean incapaces de recordar aquello que han escuchado o que han leído y que no encaje con su pro � i� contribución cognitiva. El paso del tiempo, además, parece in tensi ficar esta tendencia: cuando los sujetos realizaron su informe re memorativo cinco minutos después de haber leído el texto del 'cohe te', las adiciones y las modificaciones fueron más numerosas que en el grupo de control en el que se pusieron a redactar su informe ins tantes después de la lectura. En sus investigaciones sobre este fenó meno, Harry Kay ( 1 955) concluyó que los informantes preferían afe rrarse a sus propias versiones aun cuando se les diese la oportunidad de volver a leer el texto original de nuevo; cuanto mayor sea el tiem po que transcurre entre la lectura del texto original y la escritura del info :me re� emorativo, más se aferran los informantes a sus propias versw r:es, sm preocuparse en exceso por mejorar su precisión. El lap so de tiempo parece reforzar la confianza que los informantes deposi tan en sus propias modificaciones. 24 � 8 . Las seis tendencias analizadas en los párrafos anteriores apa rec¡eror: en grupos de receptores de todas las edades. También se pasó una sene de pruebas de rememoración a hablantes nativos de alemán sobre el texto del 'cohete' traducido a su lengua25 y se obtuvieron re sultados similares que con el grupo de informantes de la Universidad de Florida. Así, por ejemplo, fue común la inferencia de que los 'cien tíficos' estaban 'observando', o la inserción del 'despegue' corno el acontecimiento i nicial del esquema, así corno la imprecisión en los da tos cuanti tativos concretos. Por supuesto, los grupos alemanes mos traban un conocimiento cultural de fondo distinto. A diferencia del grupo de americanos, los alemanes rara vez confundieron 'Nuevo Mé xico' con 'Arizona' o 'Nevada' (tal corno se diagnosticó en IX.35.4), pero sí cambiaron los 'montículos de tierra' por 'colinas de arena': es posible que estuvieran menos familiarizados con la noción de 'desier to' que con la geografía del sudoeste de Estados Unidos. Sus conoci n: ientos de química eran mejores que los de los americanos, que con sideraban el 'nitrógeno' (en realidad, una sustancia no i nflamable) como un combustible; el 'hidrógeno líquido' que se dio por error en la traducción alemana fue recordado exactamente o corTegido por 'oxí. 24. �
Bransford y Franks ( 1 97 1 ) concluyeron que los receptores confiaban más en las versiones ma mpulad as por ellos mis ':' os por�u e éstas presentaban de una manera explícita la mayor parte de las _ . aso :ac10nes que aparecmn 1mphcitas en el texto originaL -:>. Los autores de este manual agradecen a Manfred Bunge, del Gymnasium am Wall (Verden an der Aller), por controlar la realización de las pruebas, así como a Dany Paul por la traducción alemana
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1 :\ T RO D C C C I Ó :\ A LA L l :\ G L Í S TI C.-\
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geno l íquido' .2ó Los informantes alemanes tendieron a recor dar la pre de 'militares' en el lanzamiento en un porcentaje más elevado que los americanos (quienes se concentraban más en la presencia de 'cientí ficos'), debido quizás al recuerdo de los bombardeos durante la guerra. En resumidas cuentas, se observaron parecidas tendencias en ambos grupos de diferentes nacionalidades, pese a las variaciones cul turales en su conocimiento del mundo. 39. Hasta allá donde puede emitirse un juicio razonable, no p a rece probable que las seis tendencias mencionadas permitan realizar predicciones exactas sobre cómo se comprenderá un texto concreto o sobre cómo rememorará ese texto un receptor específico . De hecho, esas seis tendencias seguramente interactúan entre sí de una manera compleja e imprevisible. Por ejemplo, es posible que un determinado patrón de conocimiento presentado en el texto encaje tan perfecta mente con un patrón de conocimiento almacenado en la memoria, y que esa total coincidencia alcance tal estatuto privilegiado (véase IX. 3 7 . 1 ) que el sujeto se sienta inclinado a desatender completamente los elementos circunstanciales variables (véase IX. 3 7 . 5 ) o incompati bles con esa visión (véase IX. 3 7. 3 ) . O también, la experiencia personal del informante puede motivar que realice un tratamiento completa mente impredecible de los e lementos que componen el mundo textual como, por ejemplo, cuando aquel lector americano supuso que el cohete del texto había sido capturado a los alemanes. 40. A todo lo anteriormente expuesto se ha de añadir el hecho de que un protocolo de rememoración es un texto en sí mismo, de lo cual se derivan importantes implicaciones (véase Kintsch y Van Dijk, 1 978: 3 74). Es posible que aflore un cierto grado de variación entre el texto original y un determinado protocolo de rememoración a causa de que las personas evaluadas se hayan esforzado en construir la TEXTUALIDAD de sus propios informes introspectivos. Desde este punto de vista, las exigencias habituales que imponen la cohesión y la coherencia ex p licarían l as adiciones, los cambios y las omisiones de material tex tual. En el contexto de la vida real, la situación o las circunstancias bajo las cuales los sujetos han de recordar cosas tiene una influencia decisiva. Puede advertirse incluso una tendencia clara hacia la poten ciación del nivel de inforrnatividad del texto rememorativo mediante el embellecimiento o la exageración del contenido del texto original ; al menos tales procesos operan de manera sistemática en los « relatos fantásticos» que se cuentan en las áreas rurales. 2 7
4 1 . Todas las consideraciones anteriores indican que la intertex tualidad no puede desatenderse como uno de los factores decisivos en cualquier tipo de investigación textual, ya sea de tipo experimental, ya sea de tipo empírico o, simplemente, en la transmisión de conoci miento a través de textos. La comunicación satisface una miríada de propósitos diferentes bajo toda suerte de condiciones contextuales y, a pesar de que los hablantes disponen de unos medios sorprendente mente económicos de procesamiento de la información, de hecho realizan sus actividades comunicativas con muy pocas distorsiones y sin que se produzcan excesivos malentendidos . Ha de hacerse la sal vedad de que no se ha intentado definir la f-unción de todos y cada uno de los elementos lingüísticos para todos y cada uno de los contextos concebibles; tampoco se ha afirmado en ningún momento que cada contexto sea tan único que sea imposible apreciar sus regularidades sistemáticas. En este punto en concreto, la tarea central que ha de acometer una ciencia del texto consiste, más bien, en encontrar las re gularidades de acuerdo con las cuales las funciones convencionales de los elemen tos lingüísticos son, o bien reafirmadas, o bien modificadas para su adaptación al uso reaL Como conclusión, la intertextualidad ejerce una influencia poderosa sobre la concepción global de la tex
26. Uno de los informantes comentó, incluso, que el texto presentado contenía ese error Y señaló que los cohetes requieren oxígeno como combustible, -y• no hidrógeno. Weinrich ( 1 966) analizó la tendencia a representar objetos extrañamente grandes o pequeños en los textos literarios En las ptuebas de rememoración que se están tratando en estos últimos pá-
!Tafos, suele ser muy habitual que los sujetos evaluados amplíen, en ocasiones de manera exagerada, la longitud v la velocidad del cohete en sus informes (véase Cuando a los miembros de uno de los grup ;s del expe1imento se les propuso que esciibíeran su propio relato sobre el 'cohete', toda vía agrandaron más si cabe sus exageraciones, por ejemplo, lo presentaban volando desde la Tierra hasta Marte en seis horas
�encia
27.
V-2
28 1
tualidad.
IX375)
CAPÍTULO X INVESTIGACIÓN Y ENSEÑANZA 1 . En el pasado, las teorías y los modelos lingüísticos se constru yeron con frecuencia sobre la base del criterio puramente i nmanen tista de descripción de estructuras. Si bien es cierto que estas teorías y estos modelos han sido ú tiles para otras disciplinas relacionadas con el lenguaje y que, además, han contribuido metodológicamente a me jorar las habilidades lingüísticas entre los estudiantes de lenguas, sin embargo no es menos cierto que no eran éstas precisamente las cues tiones en las que estaban interesados quienes los diseñaron. La lin güística del TEXTO, entendida como una parte i ntegrante de la ciencia del texto, concentra de hecho todo su i nterés e n ofrecer un trata miento adecuado de estas cuestiones que afectan tanto a la i nvestiga ción i nterdisciplinaria como a la enseñanza. Por un lado, dada su na turaleza i nterdisciplinaria, la lingüística del texto necesita cooperar con o tras disciplinas adyacentes para poder tratar de manera compe tente sus objetos esenciales de investigación. Por o tro lado, desde un punto de vista didáctico, si las estrategias y los procedimientos que se activan durante la producción y la recepción textuales están controla dos claramente por los principios de eficacia, efectividad y adecuación (1.23), entonces la l ingüística del texto tiene una considerable capaci dad para contribuir al entrenamiento lingüístico (véase Kohonen y Enkvist, eds., 1 97 8 ) . Para desarrollar este planteamiento, en este capí tulo se sugiere la manera en que el enfoque l ingüístico expuesto e n este manual puede ser ú ti l tanto en la investigació11 i nterdiscipli naria como en la e11seiia11za de lenguas. 2. Si se hubieran de explorar en toda su extensión las implica ciones que tiene la ciencia del texto en la investigación y en la ense ñanza, sin duda se necesitaría un libro monográfico dedicado al tema. Por esa razón, en este capítulo únicamente se pasará revista a algunos asuntos relacionados con ciertas disciplinas en las que los textos son, o bien un objeto de i nvestigación en sí mismos, o bien un instrumen-
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LA Ll:\G LÍSTIC.-'1
IN\'ESTIG.-'I CIÓ'.;
to educa tivo : la CI ENCIA COGNITIVA, la SOCIOLOG ÍA, la ANTROPO LOGÍA, la PSICOLOG ÍA, la LECTURA, la ESCRIT UR-'1, los ESTUDIO S LITEMRI OS, los ESTU DIOS DE TMDUCC IÓN, la LINGÜÍST ICA CONTR-'IS TIV.-'1 , la ENSEÑAN ZA D E LEN G UAS EXTR-'INJ ERAS, la SE.\l ! ÓTICA y la INTELIG ENCIA ARTIFICI AL. 3. La C IENCIA COGNITI VA es un campo de investi gación relativa
mente nuevo que integra tanto los in tereses de la psic; logía cogni tiva (véase III.34) como los de la intelige ncia artifici al (véase X . 2 6 y ss.) (véase 1.24, Bobrow y Collins , eds., 1 975, y Collins , 1 977b ) . Se ha de señalar ; no obstan te, que en esta discipl ina el texto es sólo uno de los diversos centros de interés . En ciencia cognitiva se han hecho progre sos import antes en el estudio de cómo se utiliza el signific ado, cómo se organi za y cómo se accede al conoci miento del mundo almace nado en la memoria (véase el capítul o V). Aunqu e aún no se haya podido observar empíri camen te el funcion amient o de los mecani smos de aprend izaje, de conoci miento y de recuerdo del materia l lingüís tico signific ativo que operan en el interio r de la mente, sí puede afirma rse con toda segurid ad que las activid ades comun icativas textual es obser vables están determ inadas , en buena parte, por el modo en que se or ganiza la memor ia y por la propia naturaleza del compo rtamie nto pro ductivo que genera signific ado. ! 4. Eviden temen te, la comun icación textual es un campo de tra bajo muy import ante para la constru cción de teorías de tipo cognitivo. Los textos son esencia les para verbali zar los aconte cimien tos m.entales y para hacerl os accesib les al conoci miento consci ente. La comun ica ción textual es el sistem a más sutil, complejo y distintivo del comporta miento human o simbólico : permite que los hablan tes mante ngan inte raccio nes en las que se pueden poner de acuerd o sobre distinc iones que serían confus as o cuand o menos discut ibles si se a frontase n des de otros modos de compo rtamie nto . Es bastan te probab le que la co munic ación textua l ponga en juego la ma_v or parte de las habilid ades superi ores del comportamie nto racion al human o: a) capaci dad para RE SOLVER PROBLE MAS, b) capaci dad para PLANIF ICAR, e) capaci dad para IDEAR, PONER A PRUEBA y EVALUA R HIP ÓTESIS, el) capaci dad para E M PARE JAR PATRON ES, e) capaci dad para PROCES AR CON FACILID AD enunc iados que sean espera bles o previs ibles, f) capaci dad para PROCES AR EN PRO FUNDID AD enunc iados inespe rados o impro bables , g) capaci dad para REDUCI R LA COMPLE JIDAD contrarrestan do las LIMITAC IONES DE PROCES A MIENTO , h) capaci dad para selecc ionar el Foco DE ATENCióN , i) capaci dad para mante ner activada la CONTIN UIDAD de una experi encia, y j) cal. Bock ( 1 979) sugiere que existen ciertos paralelismos entre el procesam iento textual y el tipo de _ tar.eas �u e �� les a�Jgnan a los SUJetos en los experimentos psicológicos tradicionales, por ejemplo la memonzacJOn de hstas de palabras. Un estudio de Ma1y Kircher (citado en Meyer, 1 977: 308), sin embargo, llega a la conclusión contraria.. ·
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pacidad para coordinarse de un modo efectivo con otros participantes en la interacción.2 5 . En la actualidad, se sabe que la INTELIGENCIA no consiste (mi camente en la capacidad para almacenar y recuperar con rapidez y efi cacia conocimiento específico (una desafortunada concepción errónea muy dif·undida tanto entre los psicólogos como entre los educadores), sino que surge de la habilidad para aplicar una reducida pero podero�a serie de habilidades v de procedimientos en la realización de cualqwer tarea concreta (Bea� grande, 1 980a, y Papert, 1 980). Se trata, en resu midas cuentas, de la capacidad para trabajar con un alto PODER de re solución (en el sentido en que se emplea este término en Minsky y Pa pert, 1 974: 59) gracias al reconocimiento de que cualqU.ier tarea � ue se vaya a realizar es, a fin de cuen tas, un ejemplo específzco de un tzpo general de operación cognitiva, como las que se enumeraron en X.4. Los procesos de decisión y selección que se activan durante la comu nicación textual funcionan en este nivel de profundidad abstracta, a causa de lo cual se puede transmitir contenido y se puede controlar una situación comunicativa sin tener que recurrir a otros textos ante riores. Un fenómeno interesante que demuestra el nivel de abstracción en el que opera el procesamiento lingüístico es que los hablantes pue den recordar el contenido general de un discurso incluso después de haber olvidado la superficie textual utilizada en su transmisión (Schweller� Brewer y Dahl, 1 976). Ello se debe sin duda a que en el ni vel de la atención consciente, la sintaxis, el significado, la información y la planificación de un texto no se procesan como conjuntos de pa labras y de estructuras concretas, sino como tipologías de elementos y de relaciones (véase III . 1 4, 1 7, 3 5 ; IV.3; V.2 5 y ss.; VIL7 y ss.; VIII . l ü y ss., etc.). E n este sentido, l a investigación e n e l campo d e la comu nicación textual puede ser de gran utilidad para la elaboración de mo delos de procesamiento con implicaciones significativas en el estudio de la inteligencia en general. 6. Ante la necesidad de hacer frente a un cambio de prioridades en el estudio del lenguaje, puede adoptarse la decisión sensata de de sarrollar una nueva perspectiva, aunque sea a partir de las mismas cuestiones tratadas por la lingüística tradicional (véase el prefacio, punto 6). Así por ejemplo, el aislamiento de los «rasgos distintivos», practicado de un modo generalizado por la lingüística descriptiva (véase II. 1 9), puede reconducirse hacia el análisis de aquellos rasgos que se activm1 realmen te en el curso de las operaciones l ingüísticas. De igual manera, el análisis estructural de oraciones potencialmen te am2 . En este manual se apela repetidamente a estas nociones (véase el índice temático y Beaugran· de, 1 98üa, para más detalles)
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biguas, un ejerc1c1o frecuente en la gramática transformacion al, pue de reorientar se hacia la búsqueda de las estrategia s de procesamient o que excluven o resuelven las ambigüed ades en el uso reaJ.3 En este mis mo sentido , la noció n de «presupos ición>> , entendida como el co noci- miento previo supues to en una oración simple, tema que ha fome nta do numerosa s discusion es en tre los filósofos (véase Petófi y Franck, eds . , 1 974) , podría situarse en una nueva perspect iva si se desarrolla se una teoría general de cómo se utiliza el conocim iento del m undo en la comunica ción. De manera similar; la preocupa ción de los lógicos con respecto a la «existenci a>> real de objetos individua les y de «co n diciones de verdad>> para las oraciones podría suplantar se por la in vestigación del umbral cognitivo en el que los humanos pueden reco nocer objetos y creer afirmacio nes (véase V.40). Si se llevase a cabo de manera sistemátic a esta reconvers ión de los viejos enfoques, quizá to das aquellas cuestione s que se han resistido a un tratamien to de fi niti vo desde puntos de vista especulat ivos o formales podrían resolverse ahora desde un punto de vista empírico. 7. Si, como se sugirió en X.4, la comunica ción textual relaciona entre sí todas las principal es habilidad es del comporta miento racional humano, no hay duda de que la utilidad de la ciencia del texto es enormem ente amplia y universal . Considerado desde este punto de vista, la mayor parte de las disciplina s cercanas a la l ingüística com parten con ella aspectos relaciona dos con la resolució n de problema s, la planifica ción, la comprob ación de hipótesis y la atención. Así, por ejemplo, no puede negarse que los textos son el vehículo más extendi do mediante el cual los científico s investiga n y discuten entre sí. En la mayor parte de las ciencias, el estatuto que poseen las teorías y los modelos coincide con la apreciac ión del discurso que sirve para ex presarlas y comunic arlas. 4 Los propios científico s no pueden perte necer a una comunid ad científica determin ada a menos que hayan adquirido sus convencio nes argumen tativas y discursiv as. No hay ninguna duda de que, en la ciencia, el uso h abitual de textos (instruc ciones, descripc iones, explicaci ones, análisis, entrevist as, cuestiona rios o relatos de investiga ción) es tan i ndispens able como los i ns tru mentos tecnológic os más complejos . 8. En muchas disciplinas, los textos mismos figuran entre l os ob j etos de i nvestigac ión. Así, por ejemplo, los soció LOGOS se ocupan de nociones como la interacción simbólica (George Henry Mead), o como 3 . Peter Hartmann (en comunicación personal a R de Beaugrnnde) cree que el análisis lingüísti co tiende de una manera natural a multiplicar el tipo de ambigüedades que no juegan un papel en In comunicació n real; véase la nota 7 del capítulo II!, 4. Groeben ( 1 978) considera que las pmebas psicológicas y lingüísticas pueden emplearse para perfeccionar los textos didácticos utilizados en la instmcción científica .
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]a in teracción estra tégica (Erving Goffman). 5 De igual manera, entre las preocupaciones de la sociología de la educación, y en el estudio de �as . diferencias en tre clases sociales, aparece en lugar destacado las ha�:)l h . dades lingüísticas. 6 Los ANTROPóLOGOS investigan los cuentos tradzcw11ales, !os �-ituales , !os litigios y otras instituciones culturales centradas en torno al uso de ciertos tipos de textos. 7 La PSIQUIATRÍA y la PSICOLO· G í A dependen del discurso terapéutico para el descubrimiento y el tra tamiento de las enfermedades mentales. 8 9. El estudio de la LECTURA. ha progresado de manera considera ble en los últimos años. La ciencia del texto puede aportar una defi nición fiable del concepto LEGIBILIDAD, entendida como el punto al que sería conveniente se acercara la presentación de un texto para facili tar su adecuada recepción. Antiguamente, las indagaciones con res pecto a la legibilidad se centraban casi exclusivamente en aspectos su perficiales, como la longitud y la fTecuencia de las palabras o la com plejidad de las oraciones que componían el texto (véase �1 panora ma _ que se presenta en Klare, 1 96 3 , y Groeben, 1 978) . Sem�J antes meto . dos ingenuos podían ser aplicados de una manera sencilla y d1recta, pero el resultado de sus mediciones era muy insatisfactorio porque no permitía llegar a ninguna conclusión significativa. Con; o señ al a . _ . Ronthkopf ( 1 976: 1 08), en este tipo de método «la caractenst1ca lext ca que se tiene en cuenta fundamentalmente es la familiaridad. No se presta excesiva atención ni a la intensidad ni a la concreción . Se de satienden totalmente tanto la exposición como la organización. Se ig noran los factores de contenido>> . En resumen, con excepción de cier tos factores cohesivos obvios, la medición antigua de la legibilidad no tuvo en cuenta la textualidad. 1 0. Para evaluar la coherencia de un texto, la medición de la legibilidad ha de tener muy en cuenta de qué manera el conocimiento presentado en el texto interactúa con el conocimiento del mu:1Cto al macenado en la memoria del receptor (véase IX.37 y ss.). Por eJemplo, la legibilidad puede utilizarse para experimentar qué parte del mate rial en apariencia necesario para hacer encajar los diversos elementos del ESQUEMA DE U N RELATO puede eliminarse sin que se deteriore su co herencia (Thorndyke, 1 977). 9 La organización jerárquica del material Véase Blumer (ed ) ( 1 9 6 9) y Goffman ( 1 974) Véase Gumperz y Hymes (eds.) ( 1 972) y Cicourel ct al ( 1 974), 7. Véase Frnke ( 1 972), Colby ( 197 3a y b), Salmond ( 1974), Leodolter ( 1 97 5 ) Y \Vodak ( 1 980) 8. Véase Dressler v Stark ( 1 976), Engel ( 1977), Labov y Fanshel ( 1 977) y Wodak-Leodolter ( 1980). 9. Véase Kintsch ·(! 977b). En un estudio comparativo de alumnos de cuarto y décimo grado, Beaugrnnde v !v!iller ( 1 980) concluyeron que según cómo se almacene el conocimiento importante se prod �cen ,. a;·iaciones significativas en la interacción entre el esquema mental y las capacidad�s c ?g· _ nitivas principales. Sobre los esquemas, ,·éase V. l 6 y la nota 22 del capítulo IX. Sobre la modahzacwn de la lectura, véase Beaugrande ( 198 1 a)
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lingüístico de acuerdo con su importancia y con su grado de genera lidad también afecta al nivel de legibilidad de un texto (Meyer, 1 975 , 1 97 7 ) : los episodios narrativos valorados por los investigadores co mo los más importan tes del relato fueron los que posteriormen te serían recordados con mayor facilidad por el grupo de lectores sometido a experimento. 1 1 . Parece claro que no es posible optimizar la legibilidad de un texto haciendo coincidir simplemente el conocimien to presentado en el texto con el conocimiento previo del mundo del receptor. El texto resultante de semejante manipulación poseería un nivel radicalmente bajo de informatividad, por lo que su procesamiento no tendría, en · principio, interés alguno. Esta inadecuación impregna muchos de los materiales de lectura usados hoy en día en la educación. Sin duda al guna, los lectores emplearán con mucho gusto esf-uerzo adicional en la lectura de un texto si el valor del material lingüístico inesperado que contenga justifica su procesamiento. Ya se argumentó en VIL 2 1 y ss. que el texto del «gorila» está construido de acuerdo con este plantea miento. En conclusión, la legibilidad no debería definirse como un gasto m ínimo de esfuerzo (a pesar de lo que sostiene Hirsch, 1 977), sino como el equilibrio satisfactorio entre el esfuerzo requerido y el re su ltado obtenido en el procesamiento del texto. l O 1 2 . En la investigación y en la enseñanza, el problema de la legi bilidad es similar al ele la ESCRITURA. Los métodos antiguos solían ocu parse anoclinamente ele los mecanismos superficiales, como la pun tuación, la concordancia sujeto/verbo o el orden ele palabras. Incluso l legó a considerarse que saber suprimir los errores en los mecanismos que generan la superficie textual equivalía a saber escribir bien. Pos teriormente, los especialistas (por ejemplo Christensen, 1 96 7) empe zaron a estudiar con mayor amplitud y ambición la organización for mal del discurso y l legaron a encontrar varios patron;s típicos recu rrentes. No obstante, « la razón ele por qué son efectivos los diferentes patrones, la manera en que interactúan sus partes, las técnicas más útiles de decidir sobre la secuencia de pasos que ha de seguirse en la composición, etc., son cuestiones que se han afrontado con ligereza, con indecisión o con una absoluta falta de interés)) (Larson, 1 976: 7 1). Una investigación procedimental basada en el análisis de los proce sos de toma de decisiones sería de gran ayuda en la compensación de esta carencia. 1 1 También deberían explorarse las maneras en que 1 O. En términos generales: los humanos prefieren resolver problemas difíciles si obtienen a cam bio una recompensa satisfactoria. Sobre la preferencia por el conocimiento problemático que aparece en los textos, \'éase la nota 8 del capítulo IX. 1 L Véase IL4, IIL20-28, IVJ0-20 y VIILI 3-27. Flower y Hayes ( 1 979) han propuesto un modelo concebido de una manera similar (véase también Bruce, Collins, Rubín y Gentner, 1 978)
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un escritor puede construir y usar un modelo razonable de la i nten ción lectora de la audiencia. A diferencia del lenguaje hablado, la es critura no puede utilizar el recurso de la retroalimentación inmediata y, por lo tanto, el escri tor ha de presentar su texto en la interacción de una manera más organizada, habiéndolo sometido previamente a una evaluación crítica (véase Rubin, 1 978a). Los factores secundarios de la oralidad, como la calidad de la voz, la entonación, las expresiones fa ciales y los gestos han de compensarse en la escritura con medios pu ramente textuales de focalización y de intensificación expresiva. 1 3 . Los ESTUDIOS LITERARIOS han aplicado tradicionalmente los métodos de investigación vigentes en las tendencias lingüísticas con temporáneas a su propio objeto el e estudio (véase II. l l ) . Así, por ejemplo, los primeros estudios de los « formalistas rusos)) (por ejem plo, Eichenbaum, Jakobson, Jakubinskij, Propp, Sklovskij, Tomasevs kij, Tynjanov, Vinogradov) y de los estructuralistas del <
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reglas especiales, algunas de las cuales, en el peor de los casos, sólo servían para explicar la estmctura peculiar de una única oración. La aplicación de las reglas también generaba muchas estructuras extra ñas para las cuales no se encontraba ningún ejemplo real. En conclu sión, si bien la explosión virtual de reglas gramaticales que proponía la poética generativa permitía eventualmente la generación de cual quiel estructura lingüística concebible por el ingenio humano, sin em bargo nada había quedado explicado en realidad. 1 5 1 5 . Ni el enfoque descriptivo ni el transformacional intenta ron en ningún momento ocuparse de la alternancia de los mundos tex tuales que en la actualidad se considera como uno de los rasgos dis tintivos de la li teratura y ele la poesía (véase IX.S y ss.). Com ; conse cuencia de ello, se desatendieron o se trataron sólo de manera margi nal las funciones epistemológicas y sociales del discurso literario , en la idea discutible ele que el texto poético gira sobre sí mismo, fijando la atención del receptor sobre el formato del mensaje y, por consi guiente, liberando a la interacción comunicativa poética el e cualquier tipo de consecuencia práctica. 1 6. Para dar cuenta del prestigio de los textos literarios y poéti cos dentro del contexto global del discurso social, no es suficiente con referirse al fenómeno de la desviación del lenguaje común. La histo ria de la literatura demuestra fehacientemente que el valor asignado a un texto literario en el transcurso de los años no es un resultado di recto de su grado de desviación; de otra manera, lo lógico hubiese sido considerar la contribución experimental de Gertrude Stein a la litera tura muy por encima de la de Emest Hemingway, y ello no sucede así. Este tipo ele valoraciones quizá se basa más bien en el nivel ele satis facción que obtienen los lectores cuando, por un lado, durante el pro cesamiento descendente de las secuencias lingüísticas inesperadas empleadas por los escritores, descubren las motivaciones comunicati vas subyacentes en su discurso (véase VII. l 3 y ss.), y cuando, por otro lado, durante el procesamiento ascendente de las secuencias lin güísticas esperables, advierten su significación especial. En contra de lo que prevé la teoría desviacionista, las discontinuidades lógicas que aparecen en los textos l iterarios son más efectivas si, en vez de anali zarse en sí mismas, se equiparan con las discontinuidades lógicas en el modelo del « mundo real » establecido socialmente (véase IV. 19, VII.40 y IX. S ) . Por ejemplo, la permanente apelación a la ilogicidacl en el mundo textual recreado en los libros de Alicia de Lewis Carroll tie ne realmente como objetivo la denuncia de la enloquecida arbitrarie1 5. Si cualquier productor textual intentase aplicar semejante gramática, tendría que afrontar también una explosión combinatoria (véase IIL5, 32 )
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dad y convencionalidad con que l a sociedad victoriana trata a los niños. 1 7 . Las lecciones experimentales conducidas por R. de Beau grande en la Universidad de Florida, dirigidas a una audiencia hete rogénea de receptores no especializados, han demostrado que los estudiantes desarrollan rápidamente habilidades para descubrir las motivaciones que subyacen en las secuencias poéticas. Quizás estas mot ivaciones puedan haber escapado al control consciente del pro ductor textual, pero eso poco importa, puesto que la única manera de acceder a las intenciones reales del productor textual es a través ele la evidencia que proporciona el texto mismo. En cualquier caso, se ad vierte inmediatamente que, en este tipo de planteamiento intuitivo, el interés por el texto literario dispara el ansia por descubrir las motiva ciones del productor textual, lo que provoca la emisión de juicios de valor ingenuos. En contra de este planteamiento, algunos opinan que el análisis literario no es relevante si no se tiene un conocimiento ele tallado de otras fuentes de información exteriores al texto, como por ejemplo la biografía de su autor� 1 6 1 8 . E s evidente que este tipo d e enfoque sobrepasa e l alcance de la lingüística tradicional. No obstante, los estudios literarios podrían beneficiarse enormemente de la creación de una ciencia del texto ge neral e interdisciplinaria. Entre las aportaciones que apuntan en esa dirección, destaca la realizada por Siegfriecl J. Schmidt ( 1 979, 1 98 1 ) , quien proporcionó un marco teórico de trabajo para los estudios lite rarios en el amplio contexto de la interacción social. La investigación en este campo se ampliaría y se e nriquecería si tratase el uso de los textos literarios como un objeto de estudio respetable (véase Wienold, 1 97 2 ) : en ese momento, además, la crítica literaria se convertiría no sólo en un medio de investigación, sino también en un objeto de es tudio en sí misma. Aun cuando los críticos no se ponen ele acuerdo en la intención que subyace en ciertas secuencias lingüísticas utilizadas en un texto determinado, el hecho de que se ocupen de desentrañar esta cuestión ya hace evidente su importancia. 1 7 La crítica es básica mente una actividad que se mueve entre el PROCESAMIENTO DESCENDEN TE (encontrar motivaciones comunes en las secuencias lingüísticas más inverosímiles) y el PROCESAMIENTO ASCENDENTE (encontrar motiva ciones especiales en las secuencias lingüísticas más comunes): cuanto 16 . La esperanza de explicar literatura mediante el análisis de las biografías personales de los es critores es un caso especial de procesamiento descendente, consistente en asignar a un autor moti vaciones literarias relacionadas con experiencias extemas que justifiquen sus puntos de vista idiosin crásicos sobre el mundo o sobre el lenguaje (véase X.J S). Sin embargo, la trascendencia de esas expe riencias es, en cualquier caso, cuando menos dudosa o no necesariamente relevante" 1 7. Véase la discusión sobre este punto en Riffatene ( ! 959: 1 62 )
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más grati ficante sea un texto, tanto más amplia será la oscilación que provoca entre el procesamiento ascendente y el descendente. En los textos de Shakespeare, por ejemplo, hay, sorprendentemente, motiva ciones de muchos tipos para seleccionar y organizar de una manera o de otra las opciones lingüísticas. 1 8 Por esa razón, el procesamien to descendente que haga un crítico en su interpretación de una obra de Shakespeare no debería calificarse como <>, sino como más o menos probable , convincente y enriquecedm: 1 9. La ciencia del texto puede también realizar una aportación significativa a los ESTUDIOS DE TRi\DUCCió N . 1 9 Es un hecho que la preo cupación monoternática de la lingüística tradicional por los sistemas virtuales y autosuficientes ha obstaculizado el desarrollo de una teo ría de la traducción, 20 debido fundamentalmente a que la traducción supone, ante todo, la realización de la lengua. Este hecho resulta dra máticamente obvio cuando se emplean sistemas virtuales corno única base lingüística en la traducción automática: todavía no se ha enco n trado ningún ordenador que, equipado únicamente con una gramáti ca y un lexicón, haya traducido con eficacia, puesto que es incapaz de evaluar el contexto. Un ordenador en el que se haya introducido un cuerpo de conocimiento previo del mundo funcionaría mucho mejor que otro sin él, ya que sería capaz de decidir qué conceptos y relacio nes se han combinado en la construcción de un determinado mundo textual. 2 1 Todavía flmcionaría mejor ese ordenador si también estu viese equipado con un modelo de preferencias que cubriese todas las operaciones lingüísticas posibles (proyectar mundos textuales sobre la superficie textual, realizar intenciones y ejecutar planes mediante ac ciones discursivas, relacionar los textos con situaciones contextuales, etc). Bien es verdad que el coste de programación del cuerpo de co nocimiento del mundo y del modelo de preferencias en un ordenador sería muy gravoso, pero no es menos cierto también que a la larga se vería compensado por unos resultados de traducción más inteligentes y satisfactorios. 20. La investigación en el campo de la traducción humana ha sido objeto de una sempiterna controversia entre los partidarios de un enfoque << literal>> frente a otro <> . Semej ante discusión refleja, en última instancia, lo erróneo que puede llegar a ser un enfoque centra do en las equivalencias entre elementos lingüísticos, con independen18 20 . 21.
Véase Jakobson y Jones ( 1 970) y Beaugrande ( 1 979c). Véase Dressler ( 1 970, 1 972b, 1 974b) y Beaugrande ( 1 978a, 1 980e). Este problema ya quedó claro en la crítica de Mounin ( 1 963). Véase X.23. Este enfoque ha sido propuesto especialmente por Yorick Wilks ( 1 972, 1 979); la unidad de tra ducción del grupo de Yale (véase Goldman, 1 975, Schank y Abelson, 1 977, y Cullingford, 1 978) ínten· ta aplicar el conocimiento de los hablantes acerca de los acontecimientos y de las acciones en el pro ceso de comprensión. 19.
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cia del contexto en que aparezcan, como si esas equivalencias fuesen de alguna manera relevantes para el uso real. El traductor «literab descompone el texto en elementos simples (o en pequeños grupos de elementos) y reemplaza cada uno de ellos con otro elemento (o grupo de elementos) hipotéticamente equivalente en la lengua de llegada. El traductor «libre», en cambio, juzga qué función cumple el texto com pleto en el discurso y busca los elementos que puedan cumplir esa función en la situación de la lengua de llegada. El acierto o el desa cierto de cada enfoque es imprevisible: una traducción < puede ser torpe e incluso ininteligible, mientras que otra «libre» puede pro vocar que el texto original se desintegre y desaparezca completamente. 2 1 . La equivalencia entre una traducción y el texto original po dría entenderse en términos de la equivalencia que se establece entre las diversas experiencias discursivas de los participantes.22 En este sen tido, cuando el traductor incumple su labor de mediador e incorpora su propia experiencia discursiva a la traducción, dej ando a los recep tores con muy poco trabajo interpretativo, en realidad está impidien do que se establezca una relación de equivalencia entre la experiencia transmitida por el escritor y la que intentan reconstruir los lectores. Para contrarrestar esta tendencia, los traductores han de esforzarse en transmitir el mismo tipo de experiencia discursiva expresada en el tex to original empleando para ello un mismo tipo de material lingüísti co, intentando que las ampliaciones, reducciones o modificaciones de los componentes textuales sean las imprescindibles para minimizar las inevitables divergencias de experiencia que pudieran producirse. Que ocupen o no los elementos del texto de la lengua de llegada las mis mas posiciones en sus respectivos sistemas virtuales que ocupan los elementos del texto original en los suyos, es una cuestión secundaria, que en ocasiones conduce a conflictos irresolubles e innecesarios. 22. La traducción LITERARIA ejemplifica estas consideraciones de una manera bastante contundente. Tal como se ha sugerido anterior mente, los textos literarios y poéticos utilizan una organización alter nativa del mundo o del discurso acerca del mundo con el objetivo de provocar que los receptores realicen actividades especiales de proce samiento. 23 Si un traductor literario o poético interfiere en esa orga nización alternativa planificada por el escritor, será imposible para el receptor reproducir la equivalencia de la experiencia discursiva. Con demasiada frecuencia, los traductores literarios incorporan en el tex to sus propias actividades de procesamiento: resuelven problemas, re22. Beaugrande ( 1 978a) intentó evaluar qué implicaciones tenia esta tesis en la traducción litera ría en términos de fenomenología de la lectura, es decir, de preservación de la polivalencia. En Beau� grande ( 1 980e) se ofrece un tratamiento del fenómeno mediante redes de coherencia. 2 3 . Véase Vll.29-42, IX 8-9 y X 1 3- 1 8
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ducen polivalencias, minimizan las incongruencias, etc. Ello hace que, en consecuencia, los receptores de la traducción encuentren sus tareas mentales vacías de contenido de antemano. Para no incurrir en ese abuso, y con el objetivo de preservar tanto como sea posible la fluidez de la comunicación de la experiencia, los traductores literarios han de analizar tanto el texto como la serie de reacciones esperables de los receptores. En la realización de semejante tarea sería obviamente de mucha ayuda la ciencia del texto, puesto que trata los elementos y las estructuras lingüísticas en términos de procesos y operaciones. 23. La LINGÜÍ STICA CONTRASTI VA, ocupada en la descripción de las diferencias estructurales entre las lenguas humanas, 24 ampliaría enor memente su campo de estudio si se interesase también en confrontar estrategias textuales. Si se contrasta en exclusiva unos sistemas vir tuales con o tros -tendencia llevada a su extremo por John Catford ( 1 964 ), por ejemplo- la lingüística contras ti va fracasará en mostrar cómo diferentes lenguas pueden usarse para cumplir con los mismos o similares propósitos en la i nteracción humana. En efecto, como se ñaló Georges Mounin ( 1 963), la preocupación exclusiva por las diver gencias entre sistemas virtuales, especialmente en el terreno de la gra mática, la sintaxis y el léxico, conduciría a la suposición absurda de que la traducción es imposible tanto en la teoría como en la práctica. La «estilística comparativa>> desarrollada por Vinay y Darbelnet ( 1 958), por o tro lado, ejemplificó en el uso real de diversas lenguas las correspondencias y las divergencias entre diversos patrones culturales. A pesar de que sus criterios fueron en ocasiones superficiales, Vinay y Darbelnet descubrieron algunas regularidades s ignificativas que, pos teriormente, serían elaboradas empíricamente por sociólogos y psicó logos. 24. La ENSEÑANZA DE LENGUAS EXTRA.NJERAS está en la actualidad en una situación precaria. Demasiado a menudo se acepta como un hecho normal que los estudiantes fracasen en el aprendizaje de len guas extranjeras. De manera inexplicable, ha pervivido en Norteamé rica un enfoque didáctico radicalmente conductista (conocido como método « audio-lingual>> o « directo>>) , basado en la idea de que en el uso del lenguaje subyace un simple mecanismo de estímulo/respuesta, a pesar del hundimiento total de las teorías del aprendizaje conduc tista dentro de la propia psicología (véase VI. 1 2) (y a pesar también del descrédito de este enfoque en Gran Bretaña y Europa, donde se prefieren desde hace años los métodos de aprendizaje de lenguas
orientados hacia la comunicación; véase Wienold, 1 97 3 , y Wilkins, 1 976). Desde un punto de vista conductista, la habilidad para comu nicarse en una lengua se entiende que es la misma que la habilidad para formar patrones sintácticos y paradigmas gramaticales con la ayuda de listas de vocabulario compiladas de manera asistemática. Ya que a los estudiantes nunca se les expone a la tarea de ejecutar estra tegias, su conocimiento de los sistemas virtuales sintácticos, gramati cales y léxicos será de poco valor práctico, puesto que no lo relacio narán con los textos, con las situaciones, con los planes ni con las metas que caracterizan la interacción comunicativa textual. Antes al contrario, los estudiantes se ven abocados a actuar como si la perfec ción gramatical de una secuencia lingüística fuese la única prioridad que aspira satisfacer un hablante cuando se comunica con otro (los profesores refuerzan esta falsa creencia con su modo de diseñar los exámenes y de evaluar a sus alumnos). 2 5 No es de extrañar que mu chos estudiantes de lenguas extranjeras se conviertan en hablantes li mitados en cuanto a recursos expresivos y desamparados en las situa ciones comunicativas cotidianas. La ciencia del texto podría ayudar a señalar unas nuevas prioridades y a seleccionar aquellas reglas y pro cedimientos que, en una escala limitada, sean suficientes para cada es tadio de aprendizaje de la comunicación textual (véase Wikberg, 1 978). 25. La superdisciplina de la SEMi óTICA, entendida como el estudio de los signos en general, todavía carece de una teoría unificada. Si bien existe una enorme diversidad de tipos de signos: escritura, ima gen gráfica, música, pintadas, etc . , sin embargo podría hipotetizarse una unificación de los signos -y de la semiótica- basada en la na turaleza sistemática de su aparición en el contexto de las actividades humanas. En un sentido amplio, cualquier configuración de signos con sentido es un texto que ha de poseer� necesariamente, textualidad. Cada signo i ndividual aparece actualizado en un sistema real que re gula y determina su función y su sentido. La ciencia de los textos lin güísticos podría, perfectamente, ampliarse y generalizarse de manera que se convirtiese en una suerte de semiótica de todos los tipos de tex tos. Las películas, la pintura, los conciertos, las carreras electorales, los juegos, etc., son acontecimientos que se componen de elementos cohesivos y coherentes que se adecuan a las actitudes y a las metas de los participantes dentro de una situación determinada. Presumible mente, éstas serían las precondiciones básicas que deberían cumplir los signos (sea del tipo que sean) para contribuir a la textualización de sus respectivos lugares de aparición.
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24. Véase Nickel (ed.) ( 1 97 1, 1972). En la actualidad, la lingüística contrastiva vive momentos de confusión tras el denumbe de la gramática transformacional como paradigma aceptable. La contras tación de lenguas sólo puede realizarse desde el punto de vista de alguna teoría o modelo lingüístico determinado, nunca desde la nada ateórica (véase Coseriu, 1 97 2 ).
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25. Ulijn (1 980) concluyó que los problemas sintácticos n o eran de hecho un obstáculo importante para la comprensión si se comparan con los problemas semánticos, al menos en las actividades de lec tura en lenguas extranjeras
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26. La INTELI G ENCIA ARTIFICIAL está inmersa en la actualidad en un proceso vertiginoso de evolución. Terry Winograd ( 1 979) ya advirtió que la demanda creciente de programación informática de «alto nivel» no se dirige ya hacia las operaciones numéricas específicas, sino a la «manipulación de sistemas y de componentes complejos» . Hace muy pocos años que los programadores han podido reemplazar por fin los caros programas capaces de realizar únicamente tareas muy específi cas con programas relativamente baratos y con enormes posibilidades de funcionamiento. Poco a poco, la inteligencia artificial se va acer cando al objetivo de diseñar el ordenador INTELIGENTE, programado para realizar cualquier tarea sin que el formato de los datos imponga una restricción seria a su funcionam iento (véase Lenat, 1 977, Walke1� ed., 1 97 8 , y Simon, 1 979; véase la discusión que se planteó en X.S) . Con el tiempo, los ordenadores serán capaces de operar a partir de una descripción «informal» del entorno de una tarea ( Goldman, Bal zer y Wile, 1 97 7 ) . Para ello necesitarán estar equipados de un progra ma que simule una <
26. S e recogen aquí conceptos como t: acceso" , � centro d e control», ((valor por defecto», «marco»�
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perfeccionamiento de la capacidad de memorización y la velocidad de computación humanas ha llegado prácticamente a su límite, se ha de reconocer que las habilidades de los ordenadores se han incre mentado de manera extraordinaria en los últimos diez años, hasta el punto de que, si bien los humanos nunca podrán parecerse más a los ordenadores de lo que ya lo son, sin embargo los ordenadores cada vez se parecen más a los humanos. 28. En cualquier caso, puede considerarse que la inteligencia ar tificial es una fuente i ncesante de modelos de procesamiento de la mente humana . En el campo de la ciencia cogni tiva (véase X . 3 y ss. ) , con bastante frecuencia s e ponen a prueba las teorías sobre las activi dades mentales humanas mediante la construcción de modelos com putacionales. B ien es verdad que los cognitivistas consideran que los modelos computacionales operantes en la actualidad son más simples, en varios grados de magnitud, que los procesos humanos correspon dientes (véase III.3 5) , pero también es cierto que esos modelos han al canzado un nivel de complejidad inasequible para las teorías tradicio nales lingüísticas y psicológicas. Casi con toda seguridad, únicamente los ordenadores perm i ten evaluar de manera i nmediata si una teoría matemática o un procedimiento cognitivo o comunicativo funcionan verdaderamente en tiempo real; únicamente los ordenadores pueden revelar los detalles concretos que suelen permanecer ocultos en los ex perimentos humanos. Dicho con brevedad, la investigación en i n teli gencia artificial permitirá modificar de manera radical el paradigma de la i nvestigación, trasladando el interés actual en la comprensión de los datos por la i ndagación en el campo más amplio de la comprensión de la comprensión. 27 29. Con esta nota optimista concluimos nuestro panorama de lin güística textual. Esperamos haber esbozado las cuestiones básicas de una manera útil y no demasiado técnica. Aunque todas las cuestiones que hemos planteado estén lejos de resolverse, los i nvestigadores van adquiriendo de manera gradual importantes intuiciones acerca de la naturaleza de las cuestiones que i ncumben a su investigación. La na turaleza de los textos, entendidos como objetos relevantes de investi gación, exige con toda claridad que se reevalúe la metodología lin güística tradicional. Una vez que se han definido los textos como acon27.. En todas las ciencias en general se está llevando a cabo finalmente el alejamiento de los
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tecimientos comunicativos, estamos obligados a considerar todos los factores de control y de procesamiento que concurren en las situacio nes reales de comunicación. No obstante, pensamos que esta amplia ción de nuestro marco de trabajo no elevará la complejidad de la in vestigación y de sus aplicaciones, como muchos podrían suponer. El hecho de que los humanos se comuniquen de manera exitosa en una enorme cantidad de situaciones reales distintas indica que ponen en funcionamiento un número muy limitado de estrategias potentes y re gulares en funcionamiento, como las que hemos sugerido en X.4. En el i n tento típicamente inmanentista de aislar los distintos niveles lin güísticos (fonológico, morfológico, sintáctico, etc.) y de mantener el lenguaje separado de su contexto de uso, la invest igación lingüística sin duda ha operado en un plano superficial que, paradójicamente, ha incrementado la complej idad del estudio en vez de reducirla. Si se re condujese la investigación hacia niveles más profundos de análisis, es p robable que surgiese un enfoque mucho más simple y unitario del lenguaje humano.
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ÍNDICE DE NOMBRES Los números romanos citan capítulos, las cifras remiten a párrafos y los números índices se refieren a notas. Abelson, III.33, V. 1 6, VI.1 4- 1 5 , 29, VI9, VIIL9- 1 0, VIIF· s, X.2 1 Adams, IX22 Admoni, IXI Aiello, X26 Allen, 19 , 1 o, V. 1 6, VI.6, 9.7, VI9 Anderson, J., V.7, VI.24 Anderson, R., 1X22 Apeltauer, VI1I. 1 1 Aquino, V1 0 Austin, VI.6-7, 1 0 Ausubel, II17, IX. 2 5 Ballmer, Prefacio\ II4 Balzer, IIII 6, X.2 6 Barclay, IX. 2 8 Barlett, V. 1 6, IX.30 Bauman, ! 14, 11. 1 5 Beaugrande, 1 1 . 5 , 9, 1 2, II.S, III. 1 2 , IV.7, V. 1 6, VL1 3, X l 3 Beerbohm, IV. 1 8 , 2 5 Bellert, I5 Bencheley, VI.32-33 Benes, IV. 5 1 Bernstein, V19 Berry, 1II I Bever, IIF
Biasci, II1 5 Bierwisch, II.22, IIL7, Xl4 Blom, VL27 Bloomfield, II.9 Blumer, X5 Blumstein, V1I.9 Bobrow, D., IIL 1 9, IV. 5, V.9, X.3 Bobrow, R., V.30 Bock, V2 , XI Bolinger, IV.2 5 , V5, VL2 6 Bouton, IV. 2 5 Bower, IX22 Brachman, V. 1 7, 30 Bransford, II17, IX.28, IX24 Bratley, IV. 5 Brazil, IV. 54-58 Bremond, 11. 1 2 Bresnan, IV. 2 2 Brinkner, II. 1 Brinkman 1XI Brown, J. S., X26 Brown, Richard, III.33 Brown, Robert, IL3 Brown, Rogert, 1V.36, VIIL7 Bruce, I9, IV.40, VL6, 1 6, X I I Buge, IX I 4, 2 5 Bullwinkle, IV.22, IX.2 3
326
1 :--i T RODL'CCIÓ:--i A L A LI:--i G ÜÍSTICA
Camarazza, IV.22 Car·bonell, VI9 Carnap, VII 1 4 Carro!!, IV.2 7 , VL9. 1 , VII . 1 5 , 1 8 , VIIL 3 , IX. 1 7, X . l 6 Carter, VIIL9 Catford, X.23 Chafe, IV.29, 34, 52, V.27, V l 6 Chanslor, I 1 3 Chapin, IV27 Chamiak, V. l 6, 2 7 , 34 Chase, VII. 1 8 . 2 Chatman, Il. l l Chester I l , III2 3 , IV7, V IO Chomsky, IL2 1 , 32, 40, IV.6 Christaller, IV.5 Chris tiensen, X. 1 2 Cicourel, X6 Clark, E., IIL34, VII .9, 1 8 .2 Clark, H., III.34, VII.9, 1 8 .2 Cohen, I9. 1 o, V. 1 6, VL6, 8, VI9 Colby, I L 1 2 , V. 1 6 Cole, IV 1 Coleman, V I O Collins, V. 1 2 , 1 8, 2 1 , IX22, X.3, 27, XI I , 2 6 Conan Doyle, VI.3 Copee, IV.23 Corbett, II.3 5 Coseriu, II.23-24, 2 6, III I , IV33, X24 Coulthard, I. l 3 , !5, II. l , 1 6, II5 Crabbs, I l , VI O Craik, III6 Crowder, F , IV.2 Crymes, P, IV.3 2 Crystal, IIL7, IV.54 Cullingford, V. 1 6, X2 1 Cummings, VIL 1 O Dahl, D., X.5 Dahl, 0 . , IV. 5 1 Danes, II. 1 , IV. 5 1 Danks, III.2 6
Darbelnet, IP , X23 Dascal, Prefacio2 Deeping, IV . 1 3 Denhiere, vns Desoto, VIL 1 8 .2 Dewar, IV.5 Dickens, U 5 , 1 1 1 , IV.30-3 1 , 34-35 , 44, 48, VL1 6, VIIL3 Dijk, I5 9, IL2, 1 1 , 30, 33, 3 6-37, 4042, II 1 6. 1 7, IV. 1 2 , 42, rvs , V. l 6, VI.26-28, VIL 1 8 . 1 , IX.40, IX22, Xl4 Dik, IV.42 Dillon, IV.40, IV33a Dittmar, I l 4 Dolezel, IL8 Donne, IX 1 2 Dougherty, IV.26 Dowty, IV.3 8 Dresher, VIL 1 8 . 3 Dressler, Prefacio. ! , 4, II. l , li iO, IV. 1 6, 2 1 , 32, VIL1 8 . 7, X.5, xs . 1 9, 2 1 Drury, IXI4 Dundes, IL 12 Edmonson, IV.22 Eichenbaum, X. 1 3 Eikmeyer, V 1 3 Eisens tadt, IV.2 Engel, xs Enkvist, IL7, X. 1 Erlich, X 1 2 Emst , III 1 3 Ervin-Tripp, VL2 7 Fahlman, V. 1 7 Feyerabend, X26 Figge, IV. 2 5 Filby, VII. l 8. 2 Fillmore, IV.40, V.27, VIS . 1 6, VIIL l , VIIPa, IX.32, IX I9 Finke, X2 6 Firbas, IV. 5 1 , 5 3 Firth, IIII
ÍNDICE DE NOMBRES Fishman, VL2 7 Flower, IIL ! O, 1 8, 2 0, 23, XI I Fodor, IL28, IP, vs . 6, VIS Fowler, III9 Frake, X7 Frank, IV.50, X.6 Fraser, IV.5 Frederiksen, V.27 Freedle, IX3 · 22 Frege, VII 1 4 Fied, IV. 1 6 Fries, IL ! Fri tsche, III5 Frost, IVJ 4 Galanter, VI6 Gan·et, VI8 Garvin, X 1 2 Gentner, X 1 1 Gilman, VIII.7 Gindin, II. 1 Givon, VII.20 Gleitman, IV.42 Glenn, IX.6, IX22 Goffman, VIII.2, 5, VIII4, X.8, xs Goldman, IIL 1 6, IV. 1 5 , V.3, VI9, X.26, X2 1
Goldsmith, IV. 1 3 , 2 5 , 3 3 , VIII.? Goldstein, IIL33, V.9 Golkova, IV. 5 1 Gomulicki, IX.2 8 Goodglass, VIL9 Goodman, IV 1 3 Govinda, IV. 1 8, 3 1 , 5 2 Green, IV. 1 3, 2 6 Greenbaum, 11 0 , VL2 3-24 Greimas, I L 1 2 , V6 Grice, VL6-7, 9- 1 1 , VP. 4, IX.20-2 1 Grimes, 1 1 2, IV.39, 50-5 1 , IV36, V.27 Groeben, I l 2, IV.39, 50-5 1 , IV36, V.27 Grosse, IX.3 Grossman, IV. S l , IV36 Grosz, III.33, IV.3 2
327
Gülich, I L 1 , IV.50, IX.3 Gumperz, I 1 4, I L 1 5 , VL2 7, X6 Gunter, IV.32 Halle, IX3 . 22 Halliday, P, III.24, III I , IV.23, 2 5 , 27, 32, 4 1 A2, 5 1 , 54-56, IV3D, VIIL 6 Handel, VII. 1 8.2 Hankamer, IV.22 Hansen-Love, Xl 2 Hardy, VI.3 Harris, G., X2 6 Harris, Z. IL2 1 -2 2 , 3 1 , Irs, IV. 1 2 Hartmann, II. l , 30, ns, IIII Harweg, p . s, IL 1 Hasan, P, IV. 23, 25-27, 3 2 , 42 , IV3ü , VIII.6 Haskell, IV.25 Havranek, X. 1 3 Hayes, J., III. l O, 20, 2 3 , XI I Hayes, P., V. 1 , 1 7 Hayes-Roth, V.7 Heger, Il.26 Heider, VL6 Heidolph, II.29, 36, 40 Helbig, IX 1 Hemingway, X. 1 6 Hempel, III.3 Hendricks, X 14 Heringer, VL2 3 Hess, VIL6 Hirsch, IV2 3, X. 1 1 Hobbs, P, III.33 Holland, V4 Hormann, I9, V.2, vs , VI.6, 2 1 Hornstein, VIL 1 8.3 Huddleston, IX.S Hymes, I l 4, I L 1 5, X6 Ihwe, II. 1 1 , 30, 3 3 , 40, rxs Isacenko, IV.25, 3 2 Isenberg, IL2 9, 36, 40 Iser, IX5
I NTRODUCCIÓN A LA LINGUÍSTICA
328
Jakobovi ts, I L 3 2 Jakobson, I I . 1 1 , X. 1 3 , X I 3 . I s Jelitte, II. l Jennings, I I , VIL 2 9 Jespersen, VIL 3 3 Johnson, D . , IV.4, IV I Johnson, N , V. 1 6 , IX22 Johnson-Laird, IIL24, IV.4 1 ,
V.9, 20,
V25, VIL 1 8 . 2
Iones, I L 1 1 , X l 3 . Jorg, VL6, 2 1 Joyce, VIL 1 8 . 7
IS
Kallmeyer, II. 1 Kaplan, IV. 2 2 Kareev, IV.2 Karlsen, IV. 2 5 , 3 2 Karttunen, I5 Katz, IL2 8 , II4, vs . 6 Kay, IX.3 7 . 6 Keele, IV. 2 , VII . l Kennedy, VIII . 9 KJnstch, I 5 , I L 3 7 , IIL34,
V . 7 , 1 5- 1 7 ,
1 9-20, 2 7 , V3. 7, I o , VII. 1 1 , VIIP,
IX.40, IX I 4, 22, X l O KJrcher, X I Klare, X.9 Kloepfer, I L 1 1 Koch, I L 1 1 , 2 6 , II6. s, V6 Kock, I I . 3 0 Kohonen, X. l Kris teva, I I S Kuhn, Prefacio.4, 7, X2 6 Kummer, 11. 30-3 1 Kuno, I l . 1
Labov, V . S , VL24-2 5 , VIL 1 8 . 2 , xs Lakatos, X26 Lakoff, G., IV. 2 6 , 2 8 , VI. 2 6 Lakoff, R., IV.42 Lambek, VI . 2 3 Lang, IV.42
IX.6,
Larson, X. 1 2 Leech, IV . 3 4 Lehiste, IV. 54 Lenat, rrrn, X . 2 6 Leodolter, X'· s Leodol ter-Wodak, X'· s Leskov, IV . 2 8 Levelt, VL2 6 Levesque, IIIA, V.9, 1 7 Levin, J., IV. 1 5 Levin, S., I L 1 1 , X l 3 Lévi-Strauss, IL 1 2 Levy, X I 4 Lewis, IX. 1 2 Li, IV. S l , IV36 Linde, VII . 1 8 . 2 Linsky, VII I 4 Livingston, VII . l O Lockhart, III6 Loftus, E . , 1 1 2 , IV. 2 , V . S , 1 2 , X . 2 7 Loftus, G . , 1 1 2 , IV. 2 , V . S , 1 2 , X . 2 7 London, VII . 1 8 . 2 Longacre, I I . 1 3 , IV. 3 9 , V . 2 7 , V I 6 Lyons, IV I S Magner, VI. 9.4 Makhoul, IIL2, VIL9 Malinowski, IL 1 2 Mandler, V. 1 6 , IX22 Margalit, Prefacio.2 Markov, VII.2 Marlowe, IX. 1 2 Martín, I IL 2 6 Matejka, X I 2 Mathesius, IV. 5 1 , X. 1 3 McCall, J I , V I O McCalla, J9, 1 0 , V. 1 6, VI. 6 , VI9 McCawley, VI . 2 6 Mead, X.8 Meijer, I IL 7 , VI.2 3 -2 4 , 26 Mel' cuk, 1 1 . 3 8-40 Mervis, V. 1 8 , V4 Metzing, IV. S , V. 1 6
329
ÍNDICE D E NOMBRES Meyer,
IIL 1 8, 2 0 ,
IV29, IX22, 2 3,
X. 1 0,
XI
Miller ,
IIL24, IV.4 1 , V.9- 1 0, 2 0 , V2,
VI6, VIL S
Milne, J I , Vl2 9, 3 1 l'v1ilton, VIL 6 Minsky, III. 3 3 , V. 1 6 , 20, X.S Mis tler-Lachman, III6 Mistrík, IX. 3 Mohan, VI . 2 3 , 2 6 Moliere, VIII I 3 Morgan, IV. 4 1 Morton, F , IV.2 Mounin, X. 2 3 , xzo Muir, IX.7 Mukarovsky, X. 1 3 , X l 3 Mylopoulos, III.4, V.9, 1 7 Neisser, F , m2s , IV. 2 , Newell, I IL 1 7 , III I 3 Newman, VI. 1 6 Nezworski, IX22 Nickel, X24 Noth, IL l Ny, v . 6 , V6, vrrs O'Connell, IV3 Olson, VII. 1 8 . 2 Oomen, III9 Orton, V. 1 6, IX22 Osborne, IX9· 1 0 Osgood, VII. 1 8 . 2 ,
IX. 2 8
2 0 , VIIL 2 , VIIF
Paduceva, IV. 2 1 Paivio, III I 9 , IX . 3 2 Palek, P , IV. 2 5 Papert, IIL3 3 , V . 9 , Parkinson, III 1 7 Pavlidis, III 1 7 Perlmutter, IV.4 Petofi, Prefacio.4,
X.S
I . 1 2 , IL30, 3 2 -3 5 ,
40-42, w s , V. 1 6, 2 1 , X.6
Petrarch,
VIL30
Petrick, IIP Picket, IIL2 Pike, II. 1 3 , 2 6 , VI9 Platón, V. 1 4 Plett, IL3 , IV. 1 2 Pollack, IIL2 Pomorska, X 1 2 Porter, IX. 1 1 Posner, IX. 1 3 Postal, IV.4, 2 2 Powell, VIILS Pribram, VI6 Priestley, IV. 2 5 Pri nce, I L 2 2 Propp, II. 1 2 , X. 1 3 Quillian, V.8, 1 8 , X.27 Quine, VI. 1 2 , VIJ4 Quintiliano, IL6 Quirk, 1 1 0 . 1 5 , VL 2 2 , VIL2 9 ,
33
Raíble, I I. 1 , IX.3 Ralegh, IX. 1 2 Reichenbach, IV. 2 8 , 4 8 Reichman, IV. 2 2 - 2 3 Rieger, V. 3 , V7 Riesbeck, V.3 Rieser, I L l , 3 0 , 40, V3 Riffaterre, IL S , VIL 1 8 . 7 , X l 7 Riha, VIII Ringelnatz, IV. 1 6 Ringen, I IL 7 , VL 2 3-24 Rips, V. 1 8, V4 Robinson, VIL 1 7 Roggero, IV.2 5 Romportl. IX.2 Rosch, V. 1 8, V3. 4 Ross, IV. 3 4 Rothkopf, X.9 Royer, IX. 2 8 Rubín, VI6, IX . 2 3 , X. 1 2 , X I I Rumelhart, F, III I 7 , IV. 2 , V. 1 6, 2 0 , IX. 2 8 , IX22
6-7,
1 0,
330
I NTRODUCCIÓN A L A LINGÜÍSTICA
Sacerdo ti, IVA 1 , V. 1 6 Sacks, I L 1 5, VI.6, 2 7 Sadock, IV 1 Sag, IV.26 Salmond, X' San, IV. 5 1 , IV36 Saussure, IIII Sceglov, II. 1 2, X l 4 Schank, I6, IIL33 , IW, IV.30, V.3, 1 6, 2 7, V7, VI.6, 1 4- 1 5 , VII. 1 7, VIII. 1 0, VIIP. s, IX J 4 , X2 1 Schecker, II. 1 Schegloff, I L 1 5 , VI.6, 2 7 Scherzer, I l 4, II. l S Schlesinger, VI.6, 24 Schmidt, I L l , ns, V.4, VL2 1 , IX.3-4, X. 1 8 Schweller, X.S Scragg, V. 1 6 Searle, P , VI.6-9 Sebeok, IL7, VI.23 Sgall, IV.5 1 Shaffer, VI.9.2 Shakespeare, IV. 1 9, 33, VII.30, VIII.5 Shannon, I l 2 , VII.2, 5 Shoben, V. 1 8 .4 Simmons, Il, IIJ2 3, IV', VI O Simon, III. 1 7, III2 ', X.26 Sinclair, I L 1 6, II5 Sitta, II. l Skalicka, IX.2 Skinner, VI. 1 2 Sklovskij, X. 1 3 Smith, V. 1 8- 1 9, y.¡, 9 Snow, III.7, VI.23-24, 2 6 Solczak-Roberts, IXI S Spark, IX I O Spencer, III. 1 7, VL24 Sperling, F, IV.2 Spillner, II.4, 7, 1 1 Spinner, X26 Spiro, IIL30, V. 1 6, IX.28 Spitzer, II. 1 1
Sprung, VII . 5 Stark, xs Stein, X. l 6 Steinberg, IL32 Steini tz, IV.25 Stempel, IL 1 Stevens, IV. 1 0 Sussman, III.4, V. 1 6 Svartvik, I I O, IV.34, VL22 Sweet, IV.5 7 Tai , IV.42 Talmy, IIL24, IV.40 Tennyson, IV. 1 4 Thatcher, IV.47 Thomdyke, V. 1 6, IX22 , X . l O Thome, IV5, Xl4 Tomasevskij, X. 1 3 Tramin, IIJ22 Tmka, X. 1 3 Tulving, V. 1 3 Twain, VI.4-5, VIIL 1 2 , 1 4, 2 7 Tyler, VI.2 7 Tynjanov, X. 1 3 Ungeheuer, IL38 Vanee, IV. 5 1 , IV36 Vater, IV.25 Vendler, III.2 6 Viehweger, II. 1 Vinay, II2, X.23 Vinogradov, X. 1 3 Vipond, V iO Waletzky, VII. l 8 .2 , IX.6 Walker, J I , III.2, 5, 2 5 , V.30, X.26 Wallace, IV.24 Warning, IIP Wamock, X26 Wason, VIL20 Watson, VI. 1 2 Weaver, VII.2
ÍNDICE D E NOMBRES Webber, P, IIL33, IV.22, IX.23 Weil, II. 1 8 Weinrich, IV. 1 2 , 38, VI.2 1 , VII. l 1 , VII4, IX2 7 Weltner, I 1 2 Werth, IV 1 6, X 1 3 Wesker, IX 1 9 Whi tehead, IV33 Whorf, VIL1 8.5 Widdowson, !5 , IX. 5 Wienold, ns, X. 1 8 Wikberg, X.24 Wilde, VIII. 1 6 Wile, III I 6, X.26 Wilensky, I9, III4, V. 1 6, VI. 1 5, 2 9, VII. 1 7, VIII.9, 1 1 - 1 2 , 22 Wilks, 1.8, I6, III I 2, V.27, V6. 1 6, X2 1
33 1
Wilson, IV. 2 5 Winograd, III.4, 1 8- 1 9, 33, V.9, 1 6, X.26 Winston, III.33, III I 3 , 14. 1 7, IV.5, 7, 4 1 , V.9 Winterowd, IL3 Wodak-Leodolter, X7· 8 Woods, F, III. 2, IIP, IV.5, V 2 7, 30, VIL 9 Wright, V L 1 1 Wunderli, II. 1 Wunderlich, I9, IV.38 Yekovich, IX22 Zadeh, V3 Zolkovskij, IL1 2, 38, 40, Xl4
ÍNDICE TEMÁTICO Los números romanos se refieren a los capítulos; los números arábigos re miten a los párrafos; los números índices i ndican el número de nota que se ha consultar. Los números en cursiva señalan los fragmentos en donde se explica cada término. Los conceptos más importantes del enfoque procedimental que se presenta en este manual se destacan en negrita. abstracción de huella, IX. 28, 30 acceso, IV. 1 , V.30, VII.2 3 , X25 acción, L6, V. 25, VI l , VI.7, J O, 28; véase acción discurs iva - discursiva, IV.54, VI. J J , VIII. 1 0, VIII l O aceptabilidad, Prefacio.6, 1 . 1 4- 1 6, p o , IP, III. 1 6, IV.5 8 , V L l , 2 1 -33 aceptación, VI.28-33 acontecimiento, V. 2 5 , V I l , IX.25 actitudes, L l 3- 1 6, III. 1 6, VI.l activación, 1.6, III.29, V.4, 1 0, 24 - de planes, VI. 1 3 - generalizada, V. 1 2 , 29, 32, VII.2 3, IX.3 1 , 37.6 acto de enunciación, VI. 7 - ilocutivo, VI.7-8 - proposicional, VI. 7 actos perlocutivos, VI. 7 actualización, II.23, IIU 2 , III I O , VI.2 3 , VII. 1 8 .7, X.S, 1 9, 24, V.34, JX I 7
acuerdo de metas, VIII.22 Prefacio.6, 1. 20, 2 3 , II.6, III.9, IV. 37, 5 8 , VIII . 1 1 , IX.S , 1 1
adecuación,
adición, II.3 6, IV.43, IV I O adversación, IV. 42 , 45, VII.24 adyacencia, III.26 afasia, VIL9 agente, I.6, V. 26, VII.3 5 , IX.35 almacenamiento, V. l S , X.27 - activo, III.26, IV. 2 , V.4, 1 0, 3 1 alternativas, III. 1 1 , IX.S-9, 1 2 altematividad, IX. S-9, 1 2 , X.22 alusión textual, IX. 12 ambigüedad, I.S, IIL 1 6, V. 1 , VI.9.7, IX. 1 8, X.6, X3 amenazar, VIII . l O, 2 3 amontonamiento
compactado
material lingüístico, IV. 8,
de
2 3 , X2S
anacoluto, VI.2 anáfora, V. 22, 33 análisis del discurso, II. 1 6, 22 - gramatical vago, IV.36, VII.9 - mediante síntesis, III2 5 - medios/fines, Ill. 1 7c) , 20, V20 - sintáctico, lll. 25, 29, V.24 analogía, V. 1 7, 36, VII.42 antropología, II. 1 2- 1 4, X. 8 arbitrariedad, VI1. 1 8. 3
3 34
l l\TRODCCCIÓN A LA LINGUÍSTICA
argumento, VII.38, 4 1 artículos, VIL2 2 asimetría, III. 1 8, 24-2 5 , IIP O , V.30 aspecto, IV.3 8-4 1 , 60, IV35 atención, IV.24, IVI 7. 3 1 , VII. l , 1 8 .2, VII .22, VIIL 1 8, VIIU , 1 6, 1 8- 1 9 atributo, \/26 bloqueo, II1. 1 7 brevedad, VL9 . 8 búsqueda, IIL 1 7, IV7, V. 1 5 , IX.2 1 , x2s - de la motivación, VIL 1 3, 39, IX I I - en un primer nivel de ampli tud, Ill. J 7b) , III.20, vz o - en un primer nivel de profundidad, II1. 1 7a)
- lectora, X. 9- 1 1 cadena de Markov, VIL 2 cálculo d e predicados, IIJS cantidad, V.26, VI .32, IX.37.5 caso, VIS catáfora, IV.2 3-24 categorías, 1F causa, J. 7-8 , IV.46, V.26, IX.3 5 causalidad, L 7, J6 centro de control, III. 1 7, 2 1 , IV.7, V.24, 29-30, xzs ciencia cognitiva, 1.24, IIJ28 , X.3 - normal, Prefacio.4 ciencias exactas, Prefacio.5 claridad, II.6, IV.2 9 , 37, VI.9.5 clases, IV.2 8 , V. l 7, V9 cláusula, JV. 3- 4 , 2 8 , .43, 5 1 , VII.24 clave, IV. 56- 5 7, VLS , VIL 1 8.4 cognición, V. 2 6 coherencia, 1. 6- 1 2 , IS, II. l 6, III. 1 6, IV.4 1 , 5 3 , 58, V, VI. l -3, VII. l , IX.22, 40, X. 1 0 cohesión, 1. 4-5, 20, p. s, II. 1 6, II4, IIL 1 6, IV, V.35, VI. l -2 , VII I , IX.9, 40, X.9
ÍNDICE TEMATICO
IL27, III.35, V1I. 1 8.2, X. 2 9 comunicación, V 2 6 comunidad, IIL1 4 complejidad,
conceptos, 1. 6, V. 4 primarios, V. 25
V.26 concisión, IV.29, 37 condiciones de verdad, X. 6 conductismo, VI. 1 2 , X.24 conector, 16· 7, I V. 8 , 42-50, VII.24 conexión, IV.3 , 8, 42-50, 60 confianza, IX. 37.6, 1X24 conflicto de metas, V1II.9, VIII6 - secundarios,
conjunto
VIII. l O,
integrado
de
- accidental,
V.S, 1 2 , V1Ll 5 , 2 3 ,
IX.37.5 - de sentido común,
11.33, V.2, 1 6,
1X.24, 3 6
- declarativo, V. 9 - del
L l 2 , III.26, IV.2 ,
mundo,
IX.37-39, X . 3 , 6 - determinado,
V. S ,
1 2 , 2 8 , 39,
VII. l 5 , 23 - presentado en el texto,
L 1 2 , V.22,
IX.28, 3 7-39 - previo, IX. l 9 - problemático,
2 6, 1X8 , 1 1 . 1 2
IX.20 legal, IVJ9, VL8 dispositio, IL3 distribución, IVAI disyunción, IV.42, 44 divisibilidad, IV.4 1
correlato
V. l 5 , 1 8 I. 1 6, 2 3 , IL6, III.9, IV. 28, 58, VIL29, VIIL l l , IX. l l , X. 1 6 efecto de primacía, IV29, IX.37.5, IX23 - von Restorff, IV.24 eficacia, 1. 2 3 , II.6, IIL9, IV. l l , 2 8-29, 32, 37, 58, VIII. 1 1 , IX. l l ejemplificación, IX.22 ejemplo, V.1 7, 26 elegancia, IL6 elipsis, IV.3, 3 2-37, VL59, VJ33, VII . 1 8.4
del
mundo, V. 26,
conocimiento
del
38-39
IV.23, 28-29, IX. l 4 ,
- procedimental, V. 9
1 2 , 2 8 , 3 9 , Vl7, VII. l 5 , 2 3 construcción, II.37, IX. 28 contención, V. 2 6 contenido, V . 8 , VII. l , 3 8 contexto, VI.8, 2 6 , 34, VII.5, 1 8, X.9 - espacial, IX.22 continuidad, IIL 1 4, 24, IIII I , JV. J , 1 5, 4 1 , V.2, 24, VI. 2 1 , 3 3 , VIL 1 3, IX.29 contrafactualidad, IV.48, V.28 convención, VI.7, IX. l 6 - prototípico, V. 5 ,
cosentido, IV2 6 creatividad, rvzo creencia, V.40, VL1 6, VIU 8. 1 , IX.7, 1 9, X.6 crítica l iteraria, III.3 1 , X. 1 8 III. l l , 1 3, X.5, 1 2 definición, VII.22-23, VII 1 2 deícticos, VIII.7 deliberatio, II.3 dependencia conceptual, III. 1 6, 3 3 - gramatical, 1. 4 , IIL25-26, 29, IV.S1 0, IV6, V.24, V1I. 3, 34 descomposición, V.6-7 descripción, III.3, VI1J2, IX.26 deseabilidad, VL1 3, VII6, VIII.9, vms deslices, IV1 3, VI1 2 desplegabilidad, IV. 4 1 determinación, 11.23 determinador, IV.7, 9 determini stas frente a probabilísticos, Prefacio.6, I. 1 2 diferenciación, IV.S l , X.4 dirección, VIIII, IX. 1 5 , Xzs - de la situación, VI. 1 5, 20, V1I O, I. l O, 11.25, III.32,
VIL 1 3 discontinuidad,
elocutio, II. 3
emoción,
V. 26
emparej amiento
de
patrones,
III. 1 9, III 17, IV. 3, IV2, V. 1 0, 3 8, 40, VII . 1 8 . 2 , IX.37.3, X.S enfoque procedimental, Ill. 6 , V . 1 5 , X.3, 1 2 - relacional, III. 1 6, IV I enseñanza de lenguas extranjeras, X.24 entidad afectada, V. 26 entonación, II.29, IV.3, 55-58, 60, V1I. 1 8 .4 equivalencia, 11. 2 1 -22, 1V.20, 57, IV24, V.26, VII.3 1 escalada progresiva entre conjun
Vlll. l
direccionalidad,
economía,
efectividad,
decisión,
conocimiento, VI
discurso, IU 6 , US ,
conversacional, I L 1 5 - 1 6, VIII. 1 3 , IX. l , 5, 1 3 -23 corrección, IL6 correcta formación de los textos, Pre facio.6, IL30, III 2 , IV.32 correferencia, IV.2 1 , IV2ó, V.26, V14, VIIL6
planes,
V!JJ7
335
tos integrados de planes, VIII. J 0-
17-27, VIIF· s VL1 8.2, IX.26, 32, IX19 escritura, X. 1 2 espacio, X2 5; véase contexto espacial, conocimiento espacial 13,
IV.32, V.32, VL2 ,
VJI. l 3 , X. l 6 discrecionalidad, IIL24 discrepancia, III. 1 6, IV. 1 9, VII I6, IX7, X. 1 6 discriminación, II.23
VII. 1 3 ,
escenas,
espacios de conocimiento,
V.2 3, 3 1
ll/. 22,
l �TRODlJCCI O�
336
especificación, V 1 7, 2 6 especificidad, IV.28 esquema, V. 1 6 , 38, VIL 1 8.2, IX.6, 2528, 37.2, IX3 . 1 s , X. ! O, X9 estabilidad, IIL 1 4- 1 5, IV ! , 3, 1 5 , 20, 34, 57, IV2 4, V.8, VIL1 6, VII4 estadística, ILS, VIL2-3, 5, 1 0, 1 9 , 34, IX.3 estado actual, VI. 1 3 - de la información, VII. 1 6, VII6 - gramatical, IV5 - inicial, III. 1 7, VI. 1 3 - meta, III. l 7 estados, IV4, V. 26, VI. 1 2- 1 3 , VII6, IX. 1 7, 2 5 estilís tica, II.6- 1 0, X.23 - comparativa, II2 , X.23 estilo, II.7, IF, VI.27, VII. 1 8 .7, IX. 1 6 estrategias, Prefacio.6, III. 1 1 , VI.9, VIII. 1 3-28 -
de
ordenación
estandarizada,
VI. 9.9, VII. 1 8 . 2 , VIII.2 estructura, Ill. 1 2 ; véase macroestructura y microest ructura - profu nda , III6 . 1 9 estructuralismo d e Praga, X:u , X l 2 estudios d e listas d e palabras, X I - d e traducción, X. 1 9-24 - li terarios, II. 1 1 , IX. l 3- 1 6 evaluación de hipótesis, III. 32, IV.6, 8-9, V.S, X.4 evidencia, VI. 1 5- 1 8, VIII. I , 1 9 exófora, VIII. 6-8 existencia, X.6 expectativas, 1V.6, VII. l s .s, VIII.4, 8 experienc ia, V. l 2- 1 4 explicación, IIU explicitud, 1.6, IV.3 8 , V. 1 2, IX.25 explosión combinatoria, III. 5, 32, XI S expresión, IV.52, V.2-3 ·
facilidad
de
procesamiento,
falacia del jugador, VII. 1 1
IIL9
.-\
L\ Lll'-:GUÍSTIC A fallo,
III. 1 7, VIILl O, IX.2 6
fase d e expresión, lll. 2 3 - d e ideación,
IIL2 1
- de recuperación de las ideas, IIU9
- de recuperación de los conceptos,
IIL 2 9
- de recuperación del plan,
IIL29
filología, II. I S foco, IV.24, 52-53, VIL ! , 1 0 fonemas, ll. 1 9, IX 2 forma, V 2 6 formalismo ruso, X. 1 3 , X 1 2 fragmento, IV.57, V.4, 1 0, vz - textual, V.3 1 frecuencia, VIL 1 9-20, VIIL3 fron teras de un acon tecimiento, IIL24 fuerza de vinculación, V.S, 2 8 , VIL 1 5 función, 1.2, II. 1 9, III. 1 4, 1 6, IV.3, VIP . 3, VII. 1 8 .3, IX.6, rxz .
generali zación, II.37. 1X.2 2 generar, 11.30-32, II I 6 gramática, II.3, III.7-8, VI.2 2 - de casos, V.27, VI S - de relaciones, IVI - del texto, IL30, 36, 40 - transfonnacional, II.27-32, 40-4 1 , X.6, 1 4 gramáti ca/sintaxis, VJIS grupo entonativo, I V. 55 guión, V. 1 6, VI. 1 4 - 1 5 , 3 1 , VF, VII. 1 8.2, VIII.27, IX.37.2
imaginería mental, III.23, III 1 9, VL26, VIL J O, IX.32, IX I S implicatura conversacional, Vr 9. 1 0, 11 imposición, VIIU O, 1 2 indeterminación, IV. 1 5 , 29, V. ! indicios, IVA3 inferencia, I. l l , 14, III.30, IVA ! , V.2 1 , 29, 3 2-34, IX.2 5 , 3 1 , 37, 3 7 .6, 1X2 1 - sobre una carencia d e conocimiento, V.2 1 informante, VI.22, 24 informar, IV 54, VIIU O
2 2 , I l 2, IILIS- 1 6, IV. 1 3, 17, 3I, 50-53, 58, IX. 1 4, 40, X. 1 1 i ns trucciones, VI.2 1 instrumento, V.26 inteligencia, X.5, 26-27 - artificial, III. 33, VI.6, X.27-28 intención, VI.6, IX. l S - de u n texto, III.27-28 intencionalidad, I. 1 3 , I9, 1 L 1 6, III. 1 6, IV.58, VI. l -2 1 , 2 7 interacción, L5, 1 2, lll. 4 , 1 8 , IV.37, 6 1 , V.S, VII. l 8 . 5 , 2 9 interés, I . 2 2 , 1V.30, VII. 1 3 , 2 8 , VIJ S , X. l l i nterrupción, 1V. 1 3 intertextualidad, 1. 2 1 -22, I9, III. 1 6, IV. 1 9, 38, VI.S, IX i ntuición, III.7 Í11Ve11{ÍO, II.3 i nversión, 1V. 1 7, 2 8 informatividad,
!. 1 6 - 1 8,
invocar, I V. 54 , Vlll. 1 0 hechos, Vll. 1 8. 1 ,
1 9, 2 2 , x2s homonimia, IV.3 1 hueco, V.32 iconicidad, III. 1 4 II.37, lll. 2 1
idea,
337
i �DICE TEMÁTICO
1 8 .5, 39, 42 , IX. l O, legibilidad, X . 9- 1 1 lenguas naturales, 11.34 lexicón, II. 30, 33, II 1 3 , IV.29, V. l 9 limitabilidad, IV-4 1 linearización, II4, III.2 5-27, IV. 7 lingüística contrastiva, X.23, X2 4
- del texto, ll. 2
- descriptiva, I L 1 9-27, X.6 - taxonómica, II6 localización, V. 26, IX. 3 1 -32 lógica, IL3, 33-35, V.2 1 IV.6, IV4 s , V.3 1 II.37, rvs marcadores, V.6, V6 marco, V. 1 6 , VII. 1 8 .2, 3 8 , IX.6, 29, 37.2, X2 5 más allá de la oración, IL9 máxima de calidad, VL9.3, 20, IX.20 - de cantidad, VL9.2 - de manera, VL9S9, 3 3 , IX.20 - de relación, VL9-4, IX.2 0 máximas conversacionales, VL9. 1 9 , IX. 1 4, 2 0 mediación, V L J S, VIIU , S, 1 7 , 1 9 , 28, IX J memoria, V2 - a corto plazo, 1V.2 - a largo plazo, IV.2 - activa, IV.2 - conceptual, V7 macroestado,
.
macroestructura,
- episódica, V. J 3
- semántica, V. 1 3 memorización, II.3 meta, L3 , V 1 6 , VI.6, 1 1 - 1 6 , 2 8- 30, 3 3 , VIIL I , X25 microestado, IV.6, IV4, V. 3 1 modalidad, IV. 48, V.26 - canónica, ll. 3 4 modelo d e la situación, VI.29, VII.4, Vlll. l
- discursivo del mundo, IX.23 - procedimental, III.33, IV.3 7 modelos probabilísticos, Prefacio.6, I. 1 2 , VA, VI.2 6 modificador, III.26, IV.7-9, rvs modularidad, III.4, 1 8 morfemas, ll. 1 9, IV. 5 1 motivación, Prefacio.6, III. l l , VII. 1 3 ,
338
1'-:TRODUCCIÓ'-: A LA LI!\GUÍSTICA
39, IX 1 6, 2 1 , X . 1 6 movimiento, V. 26, IX.25 mundo real, V/1. 1 8.. 1 , 1 8 .5, IX.S- 1 0, 1 2 , 1 9, 2 1 -2 2 , X. 1 6 - textual, I.6, rr s . III 1 8, V.2, 8 , 2 2 , IX. 23 negación, VIL20, VIL 3 8 I. 1 3 , VIII.4-5, 1 0 , 2 0 , nivel, II. 9, 40, IJ7 niveles de informatividad, VIL7- 1 7, 27 n o texto, IILS normalidad, V.5 núcleo, IV.7-9 nudos, IV. 5 , V.29-30 numerales, IV. 3 1 negociación,
objeto, L6, V 25 obtención, I L 1 3 . operacionalidad,
III.7, 35, IV. 37, 6 1 ,
V. 1 5
operador, V.28, xz s - de determinación, V.28, 39 - de entrada, \1.2 8 - d e finalización, V. 28, V 1 7 - de prototipicidad, V.28, 3 9 - d e proximidad, V. 28 - de proyección, V. 28 - de salida, V.28 oposición, II. 1 9, IV.20, V.26 oración, IIL S, I V. 3 , 36, 43-44, 5 1 , IV3, VII. 24 ordenación, VI. 9 . 9; véase estrategias de ordenación estandarizada ordenadores i n teligentes, III2 7, X.2627 organizador del avance textual, IX. 2 5 oscuridad, VL9.6
pactar un favor, VIII. 1 0 - un objeto, VIII . I O, 2 7 palabras con contenido, VIL 9- 1 0
funcionales, VIL9, VIP papeles, VI. 1 4 , 2 7 paráfrasis, I L 3 8-40, IV 3 , 1 8- 1 9 , 5859, V.35, VI.9.7, VII.37, 4 1 , VIIL24 paralelismo, I V 3 , 1 7, 20, 59, VIL34 parecidos de familia, V. 1 8, V4 parodia, L 2 2 , IV. 1 9 parte, V 2 6 patrón global, V. 1 0, 16, 2 9 , 38, VIL 1 8.2, IX.37.2 percepción, V. 26, Vl2, IX.34 permutación, IL36
principios regulativos frente a consti t u tivos, 1.23 probabilidad, VL 1 4 d e transición, VII.2 problema, 1!1. 1 7, 24, \l 34, V L 1 3, IX. 14, 26, IX 1 2 - serio, IIL 1 7
perspectiva
- descendente,
ción,
funcional
!1. 1 8 ,
339
�DICE TEi\!ATICO
IV.3,
d e l a ora-
5 1 -53,
60,
VII. 1 8.4 perspectivas, IV.3 8 , V J 6 perspicuidad, VI. 9.5 perturbación, IV. 1 5 , V.4, VI. l O, 20, VII. 1 5 petición, VIIU O, 23-25 plan, 1.9, 13, V. 1 6 , VI.3, 6, 1 1 - 1 6, VI6, VIL4, 1 8 . 2 , VIII. 9- 1 3 , IX.6, 37.2 - d e adecuación, III.20, VI. 1 1 , 20 planificación i n teractiva, VI. 1 6 poder, X.5 poética generativa, X . 1 4, X l 4 poliptoton, IV. 1 6 polisíndeton, IV.43 polivalencia, V. l , VI.9-7, xzz
posesión, V. 2 6 posibilidad, 1.7-8, V.26 pragmática, III. l , VI. S precondiciones, VIIF predominancia, IIL 1 8, 30, VIII. 1 , 8, 1 7, IX.6-7 preferencia, Prefacio.6, III. 1 4, 1 8 , 23, 26, III 1 2 , IV.S, 2 6, 2 9-30, V.30, VIL 1 2 , 1 8.2, X. 1 9 presentador de textos, J9 presuposición, X.6 primi t ivos, V.6, V6 principio de cooperación, VI.9 . 1 , 1 7, 32-33, IX.20
procedimiento de adecuación, 111. 1 9,
VIL 1 2 ,
1 6, VIIL 1 6, 1 8 V/1. 1 2 - 1 6 ,
27, 40,
VIIL3, X. 1 6, X l 6 - en paralelo, IV1 1 - en profundidad,
VII. 1 8 .2, VIII I , IX. 1 3 ,
IVA9, VI. 1 5 , 1 8 , 20-30, VIII . l reconocimiento, V.26 reconstrucción, IX.2 8, 30 recursos de procesamiento, III. l O red, IV. 5 - 1 0, \1.2 3-39, xzs
- de la situación,
V. 3 1 - de sintagma nominal, IV.7-8 - de sintagma verbal, IV.9 - de transición, IV. 5 - 1 0, IV7· 14, V.2 9 - de transición potenciada, IV.5-
III9,
111. 9,
27,
III6 procomplemento, IV.25 I9, II I , IIL2028, V. l 2 , VI. 1 5 proformas, U l l , IV.3, 2 1 -3 1 , 59, IV3 1 , V.3 1 , 35, VII. 1 8 .4, VIII.6, 1 2 , 2 0 profundidad, III9, III.9, III6, 2 4 ; véase profundidad de procesamiento prometer, VL 7 promodificador, IV. 2 5 pronombre, IV.2 1 , VIII.7 propósito, 1. 9, V.26, IX.35 proverbo, IV.2 5 proyección, IV.48, V.28
producción d e textos,
proyectar, 1!1. 1 8
psicología cognitiva, III.34 psiquiatría, X.S Il. 1 9, V. 1 8, 2 2 , V4. 6, X.6 razón, 1 . 8 , IV.46, V.26 razonar, VIII. l O, 24, 26 reafirmación, IV. 1 3 realizativos, VI.S recencia, IX23 recepción de textos, III.29-32 , V. 1 2 , IX.24-40 rechazo, IV. 1 3
rasgos,
1 5-2 1 , xzs
- de dependencia gramatical , I V 8 ,
IV. 1 0, V/. 1 0, VIIL 1 3, IX.25 procedimientos, IV.6 procesamiento ascendente,
reconducción,
JO, V.30 redundancia, V. 1 5 referencia, IV. 1 5 , IVI S, 1 9, V.40, VII I 4 reglas, Prefacio.6, IV.6 - variables, VI.25 regulación, III. 1 4, VII. 1 6 - cibemética, IIL 1 4 relación conceptual, IV. 5 , VA - de coherencia, 1.6, IV.46
relaciones, /. 6, V. 4
relatos, II.37, w s , VIII6, IX.37.2, JX2 1 , X. 1 0 relevancia, VI.9.4, VUS, VIIL3 , VIIP repetición, IV. 3 , 1 2- 1 7, 58-59, fV I S, 1 6 , 1 7 , V.26, 35, 37, Vl4, VI . S , 1 8, VII.37, VIIL S, 2 4 , 2 6 , IX. 1 6 - léxica, IV. 1 2- 1 5 - parcial, IV. 3 , 1 6 resolución de problemas, Jl/. 1 7, 2224, III ! 3, IV.35, V.22, VI. l 3 , 2 1 , VII. 1 3, VIllA, IX.2 1 , X l ü, 2 5 resolvedor de problemas general,
III I 3; véase resolución de proble mas resumen, II.3 7 retórica, II.3-5 reversibilidad, IIJ23 rima, VII.30
340
I NT RODUCCIÓN
II.7, 1 0, III. 1 1 , 1 3 , X.S semán tica generativa, 11. 3 2
selección,
- procedimental, V. 9
sernas, II. 1 9, V.6, V6 sememas, 11. 1 9, V.6, V6 semiótica, X.25 sentido, L6, 1s, IV. 1 5 , 1 8, IV I 9, V I , 8 , VI , VL9.7, 1 1 - 1 4, VII. 1 8 . 5 serie, \!9 seudopronombre, IV. 2 6 significación, V 2 6 significado, 1s , V. 1 , y1 simulación, III.33 sinceridad, Vl.7, 1 0, 30 sinonimia, IV. 1 8, VIL3 7 sinsentido, V.2 , VII . 1 4 sintagma, JV. 3 - nominal , 1L9, IV.7-8 - verbal, 1L9, IV.9 sintagmemas, II. 1 9 sintaxis, IV sistema, 11. 1 9, III.2, 1 2 - abierto, II.27 - cibemético, III. 1 4, IX. 2 9 - de intercambio d e tumos d e habla, VI.6 - real, lll. l 2 , IV.6, 1 8, VIF, IX.2 sistemas virtuales, III . 1 2 , IV.6, 1 8, VL23 , VIL 1 8 . 7, IX.2, X. 1 9, 2 1 , X.23-24 sistematización, III.3, V.3 situación, V. 25, V i l situacionalidad, !. 1 9-20, J l 4, III. 1 6, IV. 1 9, 38, 58 sociología, II. I S , VI.6, X.S soneto, VII.30 subclase, V. 1 7 subcuestiones, IX.22 subordinación, I V. 42 , 46-48, VIL24 sujeto de u na cláusula o de una oración, IV.29, 34, 52-53, VII.24, 3 235 superclase, V. 1 7
.-\
ÍNDICE TB1ATICO
LA LI0:GÜÍSTICA superficie textual, 1. 4 , J2,
IIL 2 5 , 29,
IV.. l , 32 supresión, 11.36-37 sus tancia, V. 2 6 , 1X. 35 sustitución, IL2 5 , IV .27
tagmémica, IJ. l 3 tareas, V. 1 5 telegramas, IV.3 5 terna, V. 1 1 , 2 3 , 3 5 , 3 8 , VL33 , VIL24, 3 1 , 38, VIII.4, J O , 1 8-20, 1X 1 3 - 1 5 - recordado, VIII. J O , 1 8 , 24, 2 ó teoría d e l a estructura del texto/estructura del mundo, II.33-34 - de la información, VIL2 - de los actos de habla, VL7-8 - de sedes, V4 . 9 - de series difusas, V3 - estándar, II.3 2 texto, !. 2 , IL26 , 4 2 , III.ó - argumentativo, JX 6 , rxs - científico, VI.9.3, VII . 1 8 . 6 , IX. 5 , J O, X . 7 - descriptivo, IX. 6 - didáctico, IX. J O , X4 - dramático, VIII.5 - literario, 11.3 6 , VII. 1 8.7, 42, VIILS , IX 8-9, X. l 3- 1 6, 2 2 - naiTativo, VIII2, IX 6 , Xl 3 , 1s - poético, IV. 14, IVI7, VIL 1 8 .6, 30, IX. S , 9, X. 1 3- 1 6, X22 textualidad, I.3, IX.40-4 1 , X.9 tiempo, I. l O, IV. 38-4 1 , V. 2 6 , vns, IX.33 - verbal, IV.3, 3 8-4 1 , 60, IV3s, VI. 1 9 tipo de texto, 1.2, 2 2 , VII. 1 8 . 6, 30, IX. J - 1 1
tipología, IX.2, IXI tolerancia, L l 3, III. S, VI. l , 2 1 tonema, JV. 54-56 transformación, IL2 1 -2 2 , 4 1 trivialidad, VII.9, 1 1
umbral d e activación d e planes, VL1 3 de finalización, JJI. JO, 27, 3 1 unidad mínima, I L 1 9 unificar, JX 22 u tilización, III. 1 1 , X.6 Prefacio.6, V.4-5, S, 22, 39, VL2 ó, VII.7, VIII. l , S, IX.4, IX. 1 1
vaguedad,
341
VIII.9, xz s Prefacio.6, JIJ. 8 , 1 8 , IV.43 , VL1 3 , 2 8 , VII. 1 2 , 1 8 . 1 , variable, JX. 14, 37.5 verdad, V.40, VL9.3, X.6 verificacionismo, V.40 vinculación, IV7, V.4-5; véase fuerza de vinculación volición, V. 26
valor,
V. 26,
- por defecto,
ÍNDICE
Estudio preliminar,
por Sebastián Bonilla
Qué es un texto, o cristalización
versus
.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
7
urbanismo. Un problema previo
de terminología sin apenas importancia. A modo de presentación de la
I11troducció11 de Beaugrande y D ressler. Prospectiva. Para seguir leyendo. Referencias bibliográficas.
Prefacio
27 29
I.
33
Agradecimientos
Nociones básicas Textualidad. Las siete normas de la textualidad: cohesión; coherencia; intencionalidad; aceptabilidad; informatividad; situacionalidad; intertex tualidad. Principios regulativos frente a principios constitutivos: efica cia; efectividad; adecuación.
II.
La evolución de la lingüística del texto
49
Trasfondo histórico de la lingüística del texto: retórica; estilística; estu dios literarios; antropología; tagmémica; sociología; análisis del discur so; perspectiva funcional de la oración. Lingüística descriptiva estructu· ral: niveles del sistema; el enfoque del análisis del discurso de Ha.rris; el trabajo de Coseriu sobre la situación enunciativa; el modelo de la susti tución de Harweg; el texto considerado como una unidad situada más allá de la oración. Gramática transformativa: las propuestas de Isenberg y Heidolph; el proyecto de Constanza; la teoria de la estructura del tex to 1 estructura del mundo de Petüfi; la gramática textual de Van Dijk; el modelo del significado del texto de Mel'cuk; el desan'O!lo de la noción de transformación.
III.
El enfoque procedimental Pragmática. Sistemas y sistematización. Descripción y explicación. Mo dularidad e interacción. Explosión combinatoria. Aumento de la facili dad y de la profundidad de procesamiento. Umbral de finalización. Sis-
69
Í � DICE
�DICE
346
motivación. Direccionalidad. Fuerza de enlace. Supresión y restauración
temas virtuales y sistemas reales. Regulación cibernética . Continuidad.
de la estabilidad. Clasificación de las expectativas: el mundo real; hechos
Estabilidad. Resolución de problemas: búsqueda en un primer nivel de
y creencias; estrategias normales de ordenación; la organización del len
profundidad; búsqueda en un primer nivel de amplitud y análisis me dios/fin. Planificación. Procedimiento de adecuación. Emparejamiento
guaje; dando formato a la superficie textual; tipos de textos y contexto inmediato. Negación. Grado de definición. Un artículo de periódico y u n soneto. Expectativas en niveles múltiples ..
de patrones. Fases de la producción textual: planificación; ideación; de san·ollo; expresión; análisis gramatical; linealización y advacencia. Fases de la r ecepción textual: recuperación del concepto; -r ec�peración de la idea; r ecuperación del plan. Reversibilidad de la producción y de la r e artificial·' cepción. Fuentes de los modelos procedimentales: inteligenci� �
VIII.
89
Cohesión
IX.
tmnes reutilizados: repetición; repetición par·cial; paralelismo y paráfra sis. Patrones de compresión: proformas; anáfora y catáfor;; elisión;
ticos; textos científicos y didácticos. Remitir a textos conocidos. La or ganización de la conversación. Problemas y variables. Seguimiento y manipulación. Las relaciones de coherencia de Reichman. Modelos mundo/discurso. Recuerdo del contenido textuaL Efectos del esquema. Abstracción; construcción y reconstrucción de huellas. Inferir y activa ción generalizada. Escenas e imaginería mentaL Interacciones entre el conocimiento presente en el texto y el conocimiento del mundo almace nado en la memoria. Textualidad en los experimentos de rememoración.
ción.
135
Significado frente a sentido .. Indeterminación; ambigüedad y polivalen cia. Continuidad de sentidos. Mundos textuales. Conceptos y relaciones. Fuerza de enlace: conocimiento determinado, prototípico y accidentaL
X.
Descomposición. Semántica de procedimiento. Activación. Patrones fragmentarios y globales. Activación generalizada. Memoria episódica y semántica. Economía. Marcos; esquemas; planes; guiones. Herencia.
miento del mundo. Referencia.
Intencionalidad y aceptabilidad
1 69
Intencionalidad. Cohesión mermada. Coherencia mermada. La noción de intención en diversas disciplinas. Teoria de los actos de habla. Reali zativos. Las máximas conversacionales de Grice: cooperación; cantidad; calidad; relación y manera. Las nociones de accción y acción discursiva. uiones. Planificación interactiva. Reconducción y di Plane s y met as. . ._ de srtuacrones. Aceptabilidad. Emitir juicios sobr·e oraciones. reccron Relaciones entre aceptabilidad y gramaticalidad. Aceptación de planes y
Atención. Teoria de la información. La cadena de Markov. Probabilidad estadística frente a probabilidad contextua]. Tres niveles de informativi dad. Trivialidad, valor por defecto y preferencias. Procesamiento ascen dente y descendente. Discontinuidades y discrepancias. Búsqueda de la
psicológica. Lectura y legibilidad. Escritura. Estudios literarios: desau tomatización; desviación; poética generativa; la critica literaria entendi da como degradación. Estudios de traducción: traducción literal y libre; traducción basada en la equivalencia; traducción literaria. Lingüística contrastiva. Enseñanza de lenguas extranjeras. Semiótica. Ciencia de los ordenadores e inteligencia artificiaL Comprender la comprensión.
Índice de nombres Índice temático
de metas.
Infonnatividad
283
Ciencia cognitiva: las habilidades del comportamiento racional humano;
Referencias bibliográficas
�
VII.
Investigación y enseñanza lenguaje y cognición. Definiendo la inteligencia. Los textos como trans misores de la ciencia. Sociología. Antropología. Psiquiatría y consulta
Conceptos primarios y secundarios.. Operadores. Construcción de un modelo del mundo textual. Hacer inferencias. E l correlato del conoci
VI.
249
textos descriptivos; narrativos y argumentativos; textos literarios y poé
equilibrio entre concisión y claridad. Señalización de r elaciones: tiempo
Coherencia
Intertextualidad Tipos de texto frente a tipología lingüística. Definiciones funcionales:
y aspecto verbales; actualización; conexión; disyunción; adversación y subordinación; modalidad. Perspectiva funcional de la oración. Entona
V.
225
nes. Conjuntos de planes y escalada en conjuntos integrados de planes. Equilibrio entre eficacia y efectividad. Estrategias de reconducción y de dirección de las situaciones comunicativas.
La función de la sintaxis. La estructura del texto durante el almacena miento activo. Patrones homogéneos: frase; cláusula; oración. Redes de transición potenciada. Dependencias gramaticales. Reglas entendidas como procedimientos. Microestados y macroestados. Ag�upaciones. Pa
Situacionalidad Modelos de situación. Mediación y evidencia. Reconducción frente a di rección. Tendencias dominantes. Estrategias normales de ordenación. Frecuencia. Relevancia. Negociación. Exófora. Dirección. Planes y guio
psicología cognitiva; tipos de operaciones.
IV.
347
201
299 325 333