Informe de Gobierno del Estado de Sinaloa 1992

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VI INFORME DE GOBIERNO 1992

Lic. Francisco Labastida Ochoa

Sexto Informe de Gobierno

Sinaloa

1992

Honorable Congreso del Estado:

En cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 40 de la Constitución Política del Estado de Sinaloa, rindo por escrito, ante esta H. Legislatura, el Sexto Informe de Gobierno, en el que doy cuenta del estado que guarda la administración pública a mi cargo.

Al hacerlo, ratifico mi permanente respeto a los principios consignados en la Constitución Política del Estado; mi más alta consideración a esta H. Legislatura; y mi entrañable cariño a Sinaloa.

Este informe, por ser el último del período para el cual fui electo, contempla el recuento de lo más destacado que, juntos, Sociedad y Gobierno, realizamos durante el sexenio.

Revisa de dónde partimos y a dónde, con trabajo perseverante, llegamos; en qué nos comprometimos y qué logramos; por qué lo hicimos, de qué nos valimos para hacerlo; y también, qué nos falta aún por completar.

Sinaloa no se inventa en un sexenio. La historia de un pueblo es la suma de muchos esfuerzos, grandes y pequeños; de las realizaciones de la sociedad en conjunto y de cada uno de sus individuos; de lo que cotidianamente va sumándose a lo hecho durante mucho tiempo.

Consciente de eso, mi compromiso fue el de contribuir al avance de este gran estado; de sumar mi trabajo, al de muchos otros que han logrado convertir a Sinaloa en un emporio de la producción, en una de las economías más dinámicas del país; de sumarme a la tarea de un pueblo respetoso de su pasado, que está comprometido en la construcción de un cada vez más amplio y seguro porvenir.

Mi Gobierno se comprometió a:

Entender los límites que el tiempo impone, razón por la cual, el mayor esfuerzo se encaminó a sembrar nuevas semillas que se fueran convirtiendo, poco a poco, en nuestros nuevos frutos.

A respetar siempre la ley, razón por la cual fue el Derecho el que enmarcó el trabajo.

Al inaugurar una nueva forma de ejercicio político, razón, por la cual la sociedad fue siempre escuchada y respetada, lo que trajo consigo su decidida participación, en todo lo que en estos años hicimos.

A fortalecer las libertades, razón por la cual recuperamos el clima de entendimiento, fortalecimos la pluralidad, nos unimos para soportar las adversas condiciones, sin perder y por el contrario, acrecentar, lo mucho que hemos forjado a lo largo de los años.

A cumplir anhelos largamente acariciados por muchas generaciones de sinaloenses, razón por la cual levamos a cabo obras que no tienen precedente en la historia del estado.

A recuperar para Sinaloa el tiempo que había perdido con respecto al avance nacional, razón por la cual superamos prácticamente todos los rezagos, en aquellos aspectos que determinan la calidad de vida y el bienestar social. A fortalecer la democracia, razón por la cual hemos construido un nuevo marco jurídico y más que eso, una creciente civilidad política en que todas las ideas son respetadas; en que todos los enfoques son escuchados; en que todas las propuestas son evaluadas.

A dar un nuevo impulso a la economía, para que sobre nuevas bases siguiera siendo la palanca que mantuviera el avance del estado, razón por la cual impulsamos la transformación de nuestra base productiva, entendiendo los nuevos tiempos de México y los profundos cambios en el entorno internacional.

Nos comprometimos con la seguridad y la justicia, razón por la cual desplegamos en este trascendental aspecto, un esfuerzo sin precedente, que ha dado frutos y permite nuevamente la convivencia social, basada en la seguridad y la armonía.

Me comprometí con el pasado y con el futuro de Sinaloa, razón por la cual nuestras acciones fueron nutridas por la sabia y vasta experiencia que a lo largo de nuestra historia hemos decantado.

Múltiples hechos demuestran que cumplimos con lo que nos propusimos. Hoy, le toca a esta H. Legislatura hacer la primera evaluación. A su juicio soberano y al de la historia, hoy como Gobernador Constitucional del Estado de Sinaloa, mañana como ciudadano, me someto. Algunas semillas, han dado ya frutos que están a la vista; otros, vendrán después, aunque lo que me hace sentir más optimista, después de años duros y con frecuencia difíciles, es que la mejor semilla que hemos logrado sembrar, está en cada uno de nosotros. Porque si bien como estado hemos cambiado, como sociedad y como individuos hemos cambiado más. Somos mucho más exigentes; participamos cada vez más, en los asuntos públicos; respetamos, cada vez más el pensar y decir de los otros; nos hemos revalorado y con creciente orgullo hemos hecho crecer nuestro amor por esta tierra.

Al rendir este último informe de Gobierno, estoy consciente de que nunca prometí imposibles, pero sí establecí lo mucho que podíamos alcanzar, si lográbamos sumar la voluntad y el esfuerzo colectivo.

No prometí paraísos, pero sí un mejor presente y un mucho más amplio porvenir.

Los tiempos en los que asumí la gubernatura eran duros y secos, tanto a nivel nacional, como estatal.

Tuve el honor de coordinar los esfuerzos del estado trabajando al lado de dos mexicanos ejemplares, a quienes respeto y admiro: Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari.

Mucho de lo que en el estado se logró, se debe al esfuerzo de los sinaloenses, pero mucho también, al avance que el país tuvo en estos años y al indudable apoyo que recibimos de la Presidencia de la República.

Pocos tiempos tan adversos ha tenido el país, como aquellos en que le tocó gobernar a Miguel de la Madrid.

Su serenidad, su congruencia, su decisión, su talento y su ejemplo personal, permitieron que el país superara los duros reveses de esos años y al tiempo que enfrentó la crisis, sentó las bases del cambio. Al Presidente Salinas le tocó consolidar la transformación del país y con una extraordinaria interpretación de los profundos cambios que el mundo vive, ha sabido colocar a México en una circunstancia completamente diferente, en la que podemos aspirar a ser beneficiarios del progreso, a dejar de ser un país del tercer mundo para convertirnos, por nuestro esfuerzo y potencialidad, en uno del primero.

Su talento de estadista, su decisión, su extraordinaria energía y capacidad de trabajo, han incidido en todos los aspectos de la vida nacional.

En 1987, el panorama del país era sumamente adverso. La crisis económica arreciaba y presentaba enormes desequilibrios, los cuales, se expresaban en alta inflación, que entonces alcanzaba la cifra del 160 por ciento anual; crecimiento cero del producto nacional e incluso, en algunos años, crecimiento negativo; una deuda externa e interna desproporcionada a nuestra capacidad de pago; creciente desempleo; fuga de capitales; inestabilidad cambiaria; reducción del ahorro interno; crecimiento déficit financiero del 16 por ciento del PIB nacional; drástica caída del gasto social.

Todo ello fue el resultado de los problemas estructurales de la economía, y del impacto que sobre ella tuvieron el derrumbe de los precios internacionales del petróleo y los terremotos de la ciudad de México. Los duros programas de ajuste, limitaban la capacidad del estado, ya que la inversión como proporción del PIB nacional cayó, de un 27 al 16 por ciento, frenando el desarrollo del país.

Tanto la crisis, como la política de ajuste, impactaban tremendamente el nivel de vida de los mexicanos. En pocos años, el poder adquisitivo de la población se redujo a la mitad, provocando una reacción social que en momentos amenazaba con desbordar a nuestras instituciones. Lo que entonces estaba en juego era no sólo superar las adversas condiciones económicas, sino hacerlo sin perder libertades ni ser presa de la anarquía social.

Hoy, que vemos en retrospectiva aquellos años, y habiendo superado muchos de los problemas que entonces tan duramente nos golpeaban, lo menos que podemos expresar es el gran orgullo que sentimos de pertenecer a un pueblo que supo resistir, ejemplarmente las adversidades, logrando una hazaña que causa admiración a propios y extraños.

El entorno de Sinaloa, en mucho impactado por el escenario nacional y también por sus propias deficiencias, era también complicado.

A pesar de que el PIB estatal había crecido cuando el nacional se detenía, era evidente que el modelo económico del estado estaba llegando a su fin.

En primer lugar, la agricultura, la ganadería y la pesca, ya no podían crecer a la velocidad que la dinámica demográfica lo exigía. Teníamos que seguir utilizando los recursos naturales, pero basando cada vez más nuestro desarrollo, en el turismo, en la industria y en las actividades terciarias, cuyo límite es la organización, la eficacia, la productividad.

En segundo lugar, que parte de nuestro crecimiento se basaba en los subsidios que se entregaban, vía precios de garantía y en buena parte de los insumos que las actividades primarias requerían, y que dada la crisis financiera del gobierno federal se veía difícil mantener hacia el futuro.

Y en tercer lugar, estaba muy claro que esa misma crisis financiera, limitaba la capacidad del estado para ejecutar las obras de infraestructura que se requerían. Teníamos que encontrar nuevas formas de participación, nuevas políticas públicas que nos permitieran, en medio de la crisis, atender las demandas sociales y hacer que la economía creciera.

En lo social, el ya de por sí endeble modelo económico, no acreditaba su utilidad.

A pesar de la alta productividad sinaloense y del alto valor de su producción, 14 de los 18 municipios del estado, registraban un nivel de servicios públicos por debajo del promedio nacional, y en las ciudades donde funcionaban, eran insuficientes y de mala calidad. Estábamos rezagados del avance nacional.

Los índices de inseguridad pública, eran extremadamente altos; nuestro nivel de salud, era inferior al de estados con menor capacidad económica; el desarrollo urbano se daba desordenado y a una velocidad impresionante, generando fenómenos de especulación y acaparamiento que también golpeaban a la sociedad.

Otra muestra de lo inadecuado del modelo económico, era el hecho de que las finanzas públicas, elemento esencial del desarrollo, no correspondían con el potencial de la economía. Vivíamos la triple contradicción de un estado rico con un alto crecimiento demográfico, con finanzas estatales y municipales pobres y con una población que presentaba grandes carencias sociales.

La combinación de todos estos factores, habían desencadenado reacciones políticas que evidenciaban la necesidad de un profundo cambio. Porque si bien estábamos conscientes de

que la única manera de vencer la adversidad era sumando el esfuerzo de todos, también era evidente que no podíamos sumar a la sociedad mientras no recuperáramos la confianza, reconstruyéramos el clima de convivencia política y social, e hiciéramos del diálogo, el camino permanente y cotidiano.

Habíamos perdido la confianza en nuestra capacidad para resolver el problema de la delincuencia, y el narcotráfico golpeaba y golpea nuestra escala de valores; el presente era adverso y no veíamos claro el futuro.

Era evidente que lo que antes funcionó ya no era válido. Teníamos que replantearnos, a fondo, qué queríamos y qué podíamos hacer; hacia dónde queríamos dirigir al estado, y hacer acopio de todas nuestras potencialidades y capacidades para lograrlo.

Si bien el panorama era adverso, también teníamos muchos recursos con que enfrentarlo.

El más valioso, un pueblo emprendedor, solidario, que ha sabido aprovechar las ventajas que tiene el estado, para construir una economía en permanente avance. Teníamos también, abundantes recursos naturales y una posición geográfica envidiable. Contábamos además, con una amplia infraestructura construida durante varias décadas, que hacían que el estado, aun en esas difíciles condiciones, fuera una opción viable para hacer nuevas inversiones ante la imperiosa necesidad nacional de recuperar el crecimiento. Las ventajas del estado, garantizaban una mejor tasa de retorno de la inversión pública, aun cuando, en esos momentos, dicha inversión fuera inviable.

De la evaluación de lo que teníamos que hacer y del potencial que teníamos para hacerlo, surge el compromiso de Gobierno.

Teníamos que plantearnos metas ambiciosas hacia el futuro, que incluso en ese momento fueron consideradas como utópicas, por las adversas condiciones que como estado y como

país atravesábamos, pero sin las cuales, nuestra perspectiva del futuro hubiera sido inmediatista, y el esfuerzo, si bien sensato, hubiera sido corto.

Sin embargo, no podíamos desoír el presente, teníamos que asumir las severísimas restricciones que teníamos enfrente, superarlas primero, para luego llegar a lo que aspirábamos.

Porque gobernar, es escoger lo que se quiere dentro de lo que se puede, y también, superar los límites que evitan lograr lo que se anhela.

Teníamos que amalgamar la realidad con el idealismo; dimensionar el mañana con respecto al hoy, sin caer, ni en el voluntarismo, ni en el pesimismo.

De ahí que mi compromiso fuera gobernar para el hoy, pero también para el mañana; gobernar para la realidad, pero también pera los ideales; teniendo claro a dónde ir; lo mucho de que disponíamos para hacerlo, y la certeza de que si lo que proponía a los sinaloenses respondía a las aspiraciones colectivas, no marcharíamos solos. Teníamos que abrir caminos para transformar a Sinaloa.

Transformarlo en lo económico, para modernizar la producción adecuándola al tiempo del país y a la urgencia de hacerla internacionalmente competitiva.

Transformarlo en lo social, para recuperar los niveles de bienestar y calidad de vida, atendiendo las necesidades de las mayorías; incrementar el empleo y ampliar la oferta de satisfactores básicos, en especial para los que menos tienen.

Transformarlo en lo político, para avanzar en el perfeccionamiento de la democracia, a través de su fortalecimiento, vigorizando el régimen de libertades y el estado de derecho; replanteando, a fondo, el espacio político y financiero del municipio, ampliando su autonomía para potenciar la capacidad que tiene para movilizar la energía social en tareas de beneficio comunitario.

En este proceso de transformación, debíamos usar mejor lo mucho que teníamos, de ahí, que las primeras decisiones fueran: la de recuperar el clima de Justicia y Seguridad Pública que nos permitiera la convivencia armónica. Poco podíamos hacer si no disminuíamos los altos índices de delictuosidad y dábamos fin a la impunidad.

Para ello, nos propusimos un programa integral que actuara no sólo en los efectos, sino en las causas que inducían a delinquir. Un programa que tuviera una vertiente cultural, encaminada a recuperar nuestra auténtica escala de valores; que brindara opciones de esparcimiento y recreación para cerrar la brecha al vicio y al ocio improductivo; que impulsara el deporte. Una vertiente social, para generar las condiciones de un desarrollo más armónico, que superara rezagos que afectaban el nivel de vida y que por lo tanto incidían en la delincuencia. Una vertiente económica, que actuara en aquellos lugares deprimidos o con economías marginales, para que pudieran volver a crear empleos y expectativas. Y una vertiente propiamente jurídico-policiaca, para la prevención y el combate al delito.

Teníamos, también, que replantearnos la dimensión y papel de las finanzas públicas, haciéndolas proporcionales con la capacidad económica del estado y las demandas crecientes de servicios, de todo tipo, que una sociedad en expansión exigía. Darle a las finanzas públicas el carácter de promotoras de un mejor nivel de vida, de la nueva economía, de dinamizadoras del potencial de la sociedad. Y lo más importante, hacer participar a la sociedad en las transformaciones. Sin ella, el esfuerzo, a más de imposible, carecería de sentido.

Para lograrlo, ejercimos el poder sin autoritarismo y promovimos el acceso de la sociedad en la solución de sus propios problemas, propiciando con ello una nueva cultura política.

En lo propiamente policiaco, logramos disminuir prácticamente todos los índices delictivos y aunque, con eventuales repuntes, éstos jamás regresaron a los niveles previos a la instrumentación del programa.

El programa consistió en 20 acciones, las cuales cumplimos e incluso, en algunos casos, superamos.

La inversión que desplegamos en este programa, registró cifras sin precedentes. En los seis años, la mantuvimos como prioridad y fortalecimos su base material como nunca.

Apoyada en ella, las órdenes de aprehensión crecieron constantemente, alcanzando un total de 9 mil 574 ejecutadas hasta 1992. Siendo grande el avance en seguridad pública, la presencia del delito, no deja satisfechos a quienes lo sufren.

Sin embargo, lo más importante en este trascendental asunto, está en que Sociedad y Gobierno nos hemos probado que, sumando y continuando los esfuerzos, podemos avanzar en esta lucha.

Para ampliar el escaso margen de las finanzas públicas nos propusimos una clara estrategia: -

Una reforma fiscal que dotara de recursos al estado y a los municipios.

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Que aumentara el impuesto predial rústico y crear el de nóminas.

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La actualización del valor catastral de los predios urbanos, con una estructura progresiva y con revisiones anuales del mismo.

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El fomento de la participación de la Sociedad en la ejecución de las obras públicas.

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La modernización de la administración fiscal, el combate a la evasión y a la elusión, y la reestructuración del sistema impositivo del estado y de los municipios.

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El fortalecimiento de la hacienda pública de los municipios.

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La creación de nuevos mecanismos financieros que nos permitieran romper el estrecho margen de las finanzas públicas.

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La búsqueda de la autosuficiencia operativa de los servicios públicos, a través de la descentralización, hacia los municipios de las juntas de agua potable y alcantarillado, con las atribuciones necesarias para el logro de su autosuficiencia técnica y financiera.

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Una mayor participación del estado en los impuestos federales.

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La contención del gasto público dedicado a la administración.

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La orientación del gasto público, a los renglones estratégicos que incrementan el potencial económico del estado, privilegiando la inversión respecto al gasto corriente.

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Darle una mayor potencialidad a la inversión pública.

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El manejo escrupuloso del presupuesto y el cuidado en las inversiones y adquisiciones.

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No hipotecar las finanzas del estado.

El impuesto predial rústico para 1992, reportará ingresos a las haciendas públicas municipales del orden de 33 mil millones de pesos. En 1987, generaba 196 millones de pesos.

En 1992, las entradas de los ayuntamientos por el impuesto urbano superarán los 40 mil millones de pesos. En 1987, eran de 2 mil 322 millones de pesos.

Con el impuesto sobre nóminas se ha recaudado, en los últimos dos años, 49 mil millones de pesos.

Los propios contribuyentes participan ahora en la administración de algunos impuestos y deciden qué hacer con ellos, a través de los comités de planeación municipal, el Fondo Estatal de Solidaridad y los Consejos Directivos de las propias juntas de agua potable y alcantarillado.

Para combatir la evasión y la elusión, constituimos el Sistema Estatal de Coordinación Fiscal que integra como organismo a la Convención Fiscal de los Ayuntamientos del Estado, la Comisión Permanente de Tesoreros Municipales y Funcionarios Fiscales, y la Comisión Coordinadora de Capacitación y Asesoría Fiscal.

Los ingresos totales de los municipios aumentaron 19 veces, las participaciones 15, en tanto que la inflación sólo creció 9 veces.

Con novedosos instrumentos bursátiles, como los Bonos Carreteros Sinaloa, por 300 mil millones de pesos, construimos extensas carreteras y, promoviendo la participación de la iniciativa privada, impulsamos la construcción de nuevas presas.

En estos seis años, se registró en las juntas municipales de agua potable y alcantarillado una recaudación superavitaria del orden de 148 mil 548 millones de pesos, monto que alcanza a saldar en 125 veces el déficit de un mil 187 millones de pesos arrojado en 1987, por los organismos intermunicipales que operaban bajo un esquema centralizado.

En los últimos años, las participaciones federales que recibe el estado han crecido en términos reales hasta representa el 3.6% del PIB estatal. En 1986, significaban el 2.8%.

Abatimos el gasto corriente, el ahorro público no se ha reducido, por el contrario, ha crecido un 70% en términos reales, y la inversión, que en 1987 representó el 8% del presupuesto estatal directo, ahora participa con el 27%. Sumando todos los renglones de inversión, equivale al 37%.

Parte de la obra pública estatal y municipal, la hicimos por administración con el propósito de reducir costos, aumentar la eficiencia y hacer más con menos.

Se promulgó una nueva ley de adquisiciones y administración de bienes muebles del estado. Mediante licitaciones públicas y un actualizado registro de proveedores, garantiza una mayor transparencia y optimización en el ejercicio del gasto público.

No comprometimos el crédito de futuras administraciones. El compromiso, que cumplimos, fue dejar un nivel de endeudamiento público proporcional a nuestra capacidad de pago y financiamiento.

Mi gobierno, deja una deuda pública que representa el 0.8% del PIB estatal. Su servicio, tan sólo representa el 2% del gasto público.

No únicamente cuidamos el crédito de futuras administraciones, sino que también ampliamos sus márgenes de maniobra financiera, al concluir la negociación para reestructurar la deuda histórica del Gobierno del Estado, obteniendo créditos con mejores tasas y plazos de pago. En esto, somos pioneros a nivel nacional.

La sociedad participó de múltiples maneras en todo aquello que nos comprometimos. En lo social, participó financiando y decidiendo las obras que tenían que ver con el mejoramiento de la calidad de vida, desde la introducción de sistemas de agua potable, hasta los programas de escuelas y hospital digno; en los comités de solidaridad, para alumbrado público o la pavimentación de una calle.

En lo económico, con el crédito a la palabra, con la administración y operación de los distritos de riego, con el financiamiento de las grandes obras de infraestructura como las presas, carreteras y puertos, y con las empresas de solidaridad.

En lo político, en la definición del nuevo marco jurídico que ordena la vida del estado; en los diversos organismos electorales creados para dar mayor confianza a las elecciones; en los consejos de seguridad pública y en la Alianza Sinaloense para la Seguridad y el Desarrollo. En lo cultural, en el Patronato Pro-Festival Cultural de Sinaloa; en el Colegio y la Fundación Sinaloa; en el rescate de nuestras joyas arquitectónicas y la construcción de espacios para la cultura; como espectadores y artistas en los múltiples eventos culturales.

Nos apoyamos plenamente en los Comités de Desarrollo Municipal, los Comités Municipales de Planeación, las Juntas Locales de Caminos Vecinales y el Comité de Valuación del Proyecto Tres Ríos. La energía social probó, fehacientemente, su capacidad transformadora.

La primera etapa de gobierno, la de las duras decisiones, se concentró en lo que era socialmente más urgente. No podíamos demorar la atención de los reclamos sociales, de ahí que la prioridad fuera combatir los rezagos que teníamos en prácticamente todos los renglones del desarrollo, al tiempo que, como país, soportábamos la fase más aguda de la crisis económica.

Utilizando el empuje de las finanzas fortalecidas, la fuerza de la participación social y el descenso en los niveles de criminalidad, cambiamos el panorama que teníamos al principio de gobierno.

Sinaloa ya no está rezagado del avance nacional, por el contrario, en algunos aspectos, va adelante.

Hace seis años, con una población menor, los servicios de salud atendían al 85% de la población. Ahora, éstos cubren al 93% de los sinaloenses.

Con la construcción de los hospitales de Los Mochis, Culiacán y Mazatlán, el número de camas por cada mil habitantes pasó de 0.7 en 1987 a 1.0 en 1992, que es el índice recomendado por la Organización Mundial de la Salud.

Con diversas medidas de saneamiento ambiental, se redujo la morbilidad de algunas enfermedades como las infecciones respiratorias, parasitosis e infecciones respiratorias, cuyas tasas se encuentran abajo de la medida nacional. Como consecuencia, la esperanza de vida que en 1987 era de 70 años, se incrementó a 72.2 para 1992. Superamos la meta fijada y estamos por encima de la media nacional de 69 años.

Con un 7.5 por mil, tenemos la tasa de mortalidad infantil más baja del país.

La asistencia social tuvo en Sinaloa un crecimiento sin precedentes, llegando a dar atención al 355 de la población.

De cuatro programas asistenciales en 1987, se creció a 27 en 1992. En todo ellos, se trató de llegar a la raíz del problema social.

Por ejemplo, se capacitaron promotores de atención al maltrato, se estableció el Centro de Apoyo a la Mujer, que atiende demandas las 24 horas y se crearon agencias especializadas del ministerio público para auxilio a menores, mujeres, ancianos y minusválidos.

La Procuraduría para la Defensa del Menor y la Familia incrementó sus acciones de 1,697 casos atendidos en 1987 a 11,182 hasta octubre de 1992. Complemento necesario fue la creación de la Casa Cuna y del Nuevo Internado del Estado.

En el Hospital Pediátrico se crearon 6 áreas nuevas de atención y la tasa de mortalidad descendió de 9.8 en 1987 a 2.5 en 1992.

En rehabilitación se aumentó la atención de 32,347 terapias en 87 a 124,512 en 1992.

Para involucrar a la población en los trabajos del DIF, se crearon programas del voluntariado que apoyan los programas asistenciales, por ejemplo la Fraternidad de Minusválidos, la Asociación de Ciegos y Débiles Visuales, Fundación Amor, los voluntariados de apoyo a la Casa Cuna, el Internado y la Casa Estatal del Anciano, y se establecido el desfile “Niños de Sinaloa por la Paz” que se convirtió en evento nacional.

Se creó la Red de Velatorios y se abrió el primer crematorio del Estado de Sinaloa.

En el período 1987-1992, 75 mil 420 familias de colonias populares mejoraron su hábitat, pasando de vivienda desechable de cartón, a vivienda definitiva.

Adicionalmente, los programas gubernamentales impulsaron 53 mil 228 acciones de vivienda; una cada hora, todos los días del sexenio. Nos planteamos una meta de 8 mil acciones por año, la cual rebasamos en un 11%.

Del total anterior, 31 mil 77 correspondieron a vivienda terminada; 14 por día.

Con el propósito de impulsar la construcción de vivienda popular, el Estado y los Municipios, redujeron la carga fiscal correspondiente, constituyéndose en el estado pionero a nivel nacional, motivo por el cual se otorgó a Sinaloa el Premio Nacional de Vivienda “Tiempo del Sol”.

17 mil 477 familias fueron beneficiadas con el programa de lotes con servicios progresivos.

En programas emergentes, se atendieron a 4 mil 564 familias que, por fenómenos naturales, sufrieron deterioro en sus viviendas. Fundación Amor captó la solidaridad de la ciudadanía para apoyar esta tarea.

Para evitar que el suelo urbano continuara siendo motivo de especulación, se estableció una reserva territorial de 3 mil 325 hectáreas, parte de la cual requiere de su consolidación jurídica, distribuida en las principales ciudades del estado. Esta reserva garantiza una oferta de tierra apta para la realización de 30 mil acciones de vivienda, suficiente para los siguientes años.

En el renglón educativo, hoy se gasta la tercera parte del presupuesto estatal, mientras que en 1987 sólo el 23.7%. Seguimos construyendo los espacios para que los niños y jóvenes reciban el servicio educativo en las mejores condiciones.

Atendemos al 100% de la demanda en educación primaria; en preescolar, ampliamos la cobertura del 64 al 70% y en secundaria, atendemos un 88%; en bachillerato el 82%; en licenciatura 75%; estas dos últimas, representan porcentajes significativamente superiores a los observados a nivel nacional de 61 y 64% respectivamente. En primaria y secundaria, los índices de deserción son de 4.6% y 9.1%, menores que los indicadores nacionales, que son de 5.3% y 9.5% respectivamente. Atacamos también las causas de esa deserción escolar, con el Programa Niños en Solidaridad en el cual participan 11 mil niños.

Referente a la eficiencia terminal hemos avanzado poco, del 52 al 57% en el nivel primario y en secundaria se mantiene en un 73.5%. El índice de analfabetismo es ahora uno de los más bajos del país, el 9.8%, contra la media nacional que es de 12.4%. Hace doce años, dicho índice era de 13.9%.

Para mejorar la calidad de educación, actuamos en dos sentidos, mejorando las condiciones salariales del magisterio y modernizando los instrumentos de apoyo didáctico dentro de los cuales destaca, relevantemente, el Centro de Ciencias de Sinaloa, los museos y las bibliotecas.

Los sueldos al magisterio crecieron durante la presente administración, 1,425%, y el nuevo centro de ciencias se convertirá en el primero del país en ligar la investigación y experimentación, desde la infancia, al proceso de enseñanza-aprendizaje, al igual que se hace en los museos y en varios centros de cómputo que ya están funcionando.

En la cultura, actuamos en los siguientes frentes: en infraestructura, construyendo una red de museos en las principales ciudades del estado; recuperando el patrimonio histórico en las ciudades de Culiacán, Los Mochis y Mazatlán; 72 bibliotecas funcionan actualmente y 8 más se pondrán próximamente en operación en todos los municipios del estado, 3 veces más de las que teníamos al inicio del Gobierno.

En cuanto a la promoción de eventos logramos consolidar el Festival Cultural de Sinaloa, que se llevará a cabo por sexta ocasión.

Con el propósito de estimular la creación artística, se estableció el “Premio Sinaloa de Ciencias y Artes”.

Promoviendo a grupos y artistas locales, se impulsaron programas culturales en los municipios de Ahome, Culiacán y Mazatlán.

Sobre historia, cultura y literatura regional, Difocur editó 14 títulos por año, 84 títulos en total, uno cada 26 días del sexenio.

La sociedad participó en este esfuerzo mediante diversos mecanismos: el Patronato ProFestival de Sinaloa; los Amigos del Teatro Ángela Peralta, los Amigos del Museo de Los Mochis y del Museo de Sinaloa; la Fundación Sinaloa y el Colegio de Sinaloa.

Para garantizar la continuidad del programa de trabajo de estas instituciones que la misma sociedad administra, reformamos la Ley de Egresos del Gobierno del Estado y, con la creación del Instituto Sinaloense de la Cultura, las Ciencias y la Investigación Científica, garantizamos que, por ley, el 3% del gasto público se oriente a estos fines.

Al inicio de mi gobierno, el déficit en los servicios de agua potable alcanzaba al 28% de los sinaloenses. En las principales ciudades del estado, el agua potable era insuficiente y en las comunidades rurales, el problema era agudo. En Culiacán, el agua traía lodo y en verano escaseaba en las colonias populares.

Las Juntas de Agua Potable proporcionaban un mal servicio, y su operación era crónicamente deficitaria.

La mayor parte de los sistemas necesitaban rehabilitación y/o ampliación.

Logramos atender el crecimiento demográfico y abatir el déficit al grado que hoy, se atiende al 90% y la calidad del agua que se suministra, expresa una mejoría significativa, el 90% se encuentra desinfectado.

En 1987 servíamos 7 mil 964 miles de litros por segundo, hoy la capacidad de servicio es de 10 mil 911 miles de litros por segundo. El abasto en ciudades como Culiacán, Mazatlán, Los Mochis, Guasave y Escuinapa, está garantizado hasta después del año dos mil.

En drenaje, la cobertura pasó del 41 al 56%.

Tanto en agua potable, como en alcantarillado, estamos por encima del promedio nacional que registra una cobertura media del 75 y 54% respectivamente. Sin embargo, poco hemos avanzado en el tratamiento de las aguas negras.

En deporte, destacan la construcción del Parque Culiacán 87, la rehabilitación de la Unidad Deportiva de Los Mochis, la construcción de áreas deportivas en “El Infiernillo”, el parque “Hernando de Villafañe”, en Guasave, la rehabilitación de los parques de beisbol de Mazatlán y Los Mochis, y múltiples instalaciones en todo el estado. Más de 600 canchas durante el sexenio.

La cobertura en el servicio de energía eléctrica, se incrementó del 64% al 81% en el medio rural, y en los centros urbanos del 95 al 98%. En este aspecto, también estamos por encima del promedio nacional.

En pavimentación, en el plan estatal de desarrollo nos propusimos pavimentar 300 kilómetros de calles en Culiacán, y una cantidad equivalente en las cabeceras municipales y principales ciudades del estado. No cumplimos con la meta, sólo pavimentamos aproximadamente una tercera parte en Culiacán y un poco más en el resto del estado, donde pudimos hacer más, debido principalmente a la eficacia de los COMUN y la participación

ciudadana en el financiamiento de las obras, destacando las ciudades de Los Mochis, Guasave y Guamúchil.

Aunque en este rubro no avanzamos como lo hubiéramos deseado, las modificaciones a la Ley de Desarrollo de Centros Poblados sientan las bases para abatir más rápidamente los rezagos.

A nivel estatal, el parque vehicular de servicio público registró un incremento de 45%; sobresale, en especial, el servicio público de transporte urbano de primera clase, con aire acondicionado, que tuvo un aumento de más del 200% y que incide, de manera directa, en la calidad de vida de la población.

En las principales ciudades se incrementó en un 68% el número de cruceros semaforizados.

Estamos construyendo y concluiremos un nuevo recinto para el Honorable Congreso del Estado.

Como resultado de los programas de ajuste económico iniciados en 1982, a partir de 1988, empezamos a ganar la lucha contra la inflación.

De una inflación del 160% en 1987, en 1989 pasamos a una inflación del 19.7%.

Este hecho marca el momento en que, como país, nos podemos volver a trazar metas de inversión importantes, ya que junto con el descenso de la inflación, el PIB vuelve a crecer, por encima de la tasa de crecimiento demográfico después de muchos años.

Sinaloa tenía proyectos que en ese momento cobran viabilidad: el Puerto de Topolobampo, el Proyecto Carretero Culiacán-Mazatlán y Los Mochis-Don; la presa del Tamarindo; el Proyecto Urbanístico Tres Ríos; la Marina Turística de Mazatlán y, más recientemente, la presa de Huites.

Todos estos proyectos de gran infraestructura, que anhelábamos, por décadas, eran imposibles llevar a cabo si no cambiaban las condiciones generales del país, y, si era ambicioso realizar alguno de ellos en un solo sexenio, se consideraba inviable realizarlos todos, su ejecución era la condición necesaria para cumplir el compromiso de la transformación económica, ya que con ellos no sólo recuperábamos el empuje de nuestras tradicionales actividades sobre nuevas bases, sino que detonamos el crecimiento económico hacia nuevas ramas y actividades.

Nunca, en la historia del Estado, se había efectuado una inversión tan grande como la de ahora. Sólo, en este año, se invirtieron más de 3 billones de pesos en obra pública.

Tres elementos eran claves para transformar la economía sinaloense: obras de infraestructura, capital y tecnología.

Hagamos un recuento. Durante prácticamente todo el sexenio, el modelo agroindustrial seguido por el estado durante décadas, mostró su agotamiento.

En cuatro de los seis años de la administración, el producto de la agricultura fue negativo. En 1988, la agricultura cayó un 36%; en 1990 un 5.1%; en 1991 en un 6.1% y en 1992 se estima en un 15%.

Sólo en dos años, tuvimos crecimiento agrícola, en 1987 del 14% y en 1989 de 49%.

Antes de poner a funcionar los grandes proyectos de inversión, la economía sinaloense dependía fundamentalmente del producto agrícola, tan es así, que en 1988 la tremenda caída de la agricultura derivada de la más grande sequía que padecimos en 40 años, hace que el producto estatal disminuya un 15%.

Sin embargo eso no vuelve a ocurrir, y a pesar de que nuevamente en 1990 el producto agrícola cae, el PIB estatal se mantiene; en 1991 que vuelve a caer, el PIB estatal crece

como nunca en la historia, un 13%; y en 1992 que se espera una caída de cerca del 19.1%, el PIB estatal crecerá alrededor del 6%.

De no haber trabajado en la creación de nuevas bases económicas, los saldos de la economía sinaloense hubieran sido desastrosos. Nunca como ahora la transformación económica de Sinaloa queda suficientemente avalada y adecuadamente sustentada.

Y esto no se debió a que fallaron los sinaloenses. Sinaloa sigue siendo líder nacional en la producción de alimentos, en la captura y valor de la producción pesquera. Se debió a la vulnerabilidad de la economía agrícola mexicana en un mercado abierto, a las pésimas condiciones climatológicas que sufrimos y al violento abandono de prácticas que buscaban proteger nuestra soberanía alimentaria.

Como consecuencia de este proceso de transformación, durante el sexenio se generaron empleos al doble del crecimiento demográfico.

Junto con el efecto directo que sobre la economía tuvo la derrama económica para la ejecución de las grandes obras de infraestructura, que en sólo dos años invirtieron más de 4 billones de pesos, se produjo el siguiente y esperado efecto: los capitales buscaron a Sinaloa, con nuevas inversiones, para nuevos proyectos.

Inversión local, nacional y extranjera en nueva agroindustria, en parques industriales, en maquiladoras, rastros TIF, modernos centros comerciales, marinas turísticas, desarrollos urbanísticos, programas habitacionales, han llegado a Sinaloa. Ello permitirá, que cuando estén concluidas las obras de infraestructura y su derrama económica se detenga, el flujo de inversión se mantenga y la economía no decaiga.

Sinaloa está probando, con esta dinámica, que tiene vastos recursos para adaptarse a una economía abierta y globalizada; con nuevas actividades y giros productivos, está aprovechando ya las ventajas del cambio mundial y nacional; con la concreción del Tratado

del Libre Comercio de América del Norte, nuestra capacidad de transformación productiva se multiplicará en los próximos años, en beneficio de los sinaloenses y de México.

Por eso, definimos a los años de 1991 y 1992 como los años de la transición económica, porque una vez que la inversión pública concluya, una buena parte de la inversión privada se habrá consolidado y empezará a generar la nueva economía.

Los recursos que se estén invirtiendo en estos proyectos, alcanzan una cifra aproximada de 6.5 billones de pesos, en 35 proyectos de la más variada índole.

Junto con la nueva economía, hemos venido redefiniendo y apuntalando la traicionaron, para que la reconversión y el profundo replanteamiento productivo que vive el país, nos afecte sólo en esta etapa y encuentre, en el futuro, nuevas bases de expansión.

Para fortalecer y apuntalar la economía tradicional, hemos ampliado la frontera agrícola; se reconvierte la agroindustria, con grandes costos, para hacerla más competitiva; crece rápidamente la ganadería con mejoría genética, engorda, rastros TIF, plantas pasteurizadoras y ganado de doble propósito; con la acuacultura, se transforma la pesca; y con carreteras y marinas, se amplía la base material para el turismo, aprovechando nuestras grandes ventajas y bellezas.

Nos propusimos diversas acciones para avanzar en la recomposición productiva de la agricultura; impulsar la productividad y la tecnología; incorporar nuevas tierras al riego; y restituir al cultivo tierras afectadas por salitre y otras causas.

La productividad creció, pero el descenso del precio de algunos cultivos, fue mayor. De las 120 mil hectáreas que nos propusimos incorporar al riego, se abrieron 43 mil 155 nuevas hectáreas, al impulsar nuevos proyectos hidroagrícolas.

Buscamos beneficiar 130 mil hectáreas de riego afectadas por diversos factores y que impedían su cabal utilización productiva, cumplimos en un 57%.

Fijamos la meta de incorporar 30 mil hectáreas de baja productividad agrícola a la actividad ganadera. Logramos hacerlo con 28 mil 227 hectáreas.

Con la acuacultura, buscamos una nueva etapa en la pesca. Las hectáreas dedicadas al cultivo pesquero, crecieron en 408%; el empleo acuícola un 363%.

La nueva economía no busca inhibir la tradicional, sino complementarla. No se trata de sobreponer una sobre la otra, sino de hacerlas compatibles y mucho más sólidas para el futuro inmediato.

El nuevo marco jurídico en materia agrícola y pesquera impulsado por el Presidente Salinas, en estos trascendentales años para México, plantean ya una ventaja para Sinaloa que, seguro estoy, sabrá aprovechar.

Una nueva y fundamental característica es que esta nueva economía busca un desarrollo social más equilibrado. La promoción económica no la hemos hecho a costa de las necesidades sociales; las inversiones con las que como Gobierno hemos participado para hacer viables las grandes obras de infraestructura, no han sido financiadas distrayendo recursos de los destinados a la atención de los servicios públicos, que la población demanda.

Porque como lo he dicho reiteradamente, la pujanza económica sólo tiene sentido en la medida que contribuya al bienestar de la población, que amplíe sus expectativas, que satisfaga sus anhelos, que genere sólidos futuros.

Así como las adversas condiciones del entorno macroeconómico y los rezagos y carecencias sociales habían golpeado nuestra convivencia política, con objetividad, aprecio

que las nuevas circunstancias han traído consigo un clima de entendimiento generalizado y una nueva civilidad que nos ha permitido recuperar el tiempo pedido en lo político.

Juntos, miembros de diversos partidos políticos, con distintos enfoques y concepciones, pudimos arribar a una ley electoral que a todos satisfizo y que fue producto de la aportación de todos.

Ya la Universidad no está enfrentada con el Gobierno ni éste con aquélla, por el contrario, compartimos propósitos y retos.

Los diversos sectores que hacen de la sociedad civil sinaloense ejemplo de fortaleza y dinamismo, participan en todas las decisiones de Gobierno. No hay sector que se haya quedado al margen, ni hemos excluido a nadie.

Hay nuevos actores en el escenario político, en los Ayuntamientos, en el Congreso del Estado, con los cuales hemos sostenido un respetuoso y constructivo diálogo. Hemos superado el inconveniente argumento de que quien no está con el Gobierno, está contra Sinaloa. Todos luchamos, de acuerdo con nuestras convicciones y enfoques, por lo mismo.

La opinión pública ha sido siempre resptada y atendida. Su nivel de participación en el debate de los asuntos que a todos interesa, es creciente y cada vez más profunda. La libertad de expresión se plasma en las múltiples opiniones que a diario se generan.

Hemos transformado, juntos y unidos, la vida política y social de Sinaloa.

Honorable Congreso del Estado:

He cumplido con la ley y con el compromiso que establecí al principio de mi gestión, con hechos, con obras y acciones tangibles.

Faltan pocas semanas para que concluya el mandato constitucional para el cual fui electo, tiempo en el cual seguiré gobernando a Sinaloa, inspirado en los mismos principios y alentado por los mismos ideales.

Estamos a punto de renovar, mediante el sufragio, el Poder Ejecutivo del Estado, el H. Congreso del Estado, y los H.H. Ayuntamientos, por lo que ratifico que defenderé la democracia, que vigilaré la limpieza de las elecciones, y que estimularé a los ciudadanos para que ejerzan la obligación y el derecho del voto.

Reconozco y mucho aprecio el trabajo que ha venido desempeñando este H. Congreso. Su aportación al avance de Sinaloa es indiscutible.

Al H. Poder Judicial, le expreso mi reconocimiento por lo avanzado en estos años.

A los H.H. Ayuntamientos del Estado y a los señores Presidentes Municipales, como Gobernador y como ciudadano, les agradezco el empeño que han desplegado en su trascendental tarea.

A mis colaboradores, les reitero mi más alta consideración, por su lealtad y entrega al trabajo.

De mi familia, valoro su permanente solidaridad; de mi compañera María Teresa, su invaluable apoyo, y su entrañable cariño.

Y a los sinaloenses, les externo mi agradecimiento por su apoyo; les reitero mi orgullo por haber nacido en esta tierra, y mi admiración por lo mucho que cotidianamente realizan, para hacer de Sinaloa, tierra de excepción.

Así como Sinaloa no empezó con mi gobierno, tampoco con él concluye.

Pero estoy convencido de que tiene mejores armas con las cuales luchar; más activos para capitalizar las nuevas circunstancias; menos pasivos que arrastrar.

Ha sido el mayor privilegio de mi vida gobernar Sinaloa; dirigir los esfuerzos de un pueblo ejemplar y aportar al futuro de nuestro gran Estado.

He servicio a mi estado con lealtad, con convicciones, con ideales; con la lealtad que aprendí de mis mayores; con las conviccionesque he decantado a lo largo de mi fica; y con los ideales de mi pueblo, de mi estirpe, de mi generación.

Los ideales de ayer, de hoy, de siempre.