Teorias del signoII

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EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

1

2.1 El signo como proceso de interpretación Charles Sanders Peirce es considerado el iniciador de una de las corrientes más importantes de la semiótica. Su definición de signo obedece a un cúmulo de conocimiento proveniente de áreas disciplinares diversas y de una corriente filosófica que se gesta a finales del siglo XIX y que será determinante en los años posteriores en el pensamiento norteamericano: el pragmatismo- pragmaticismo. La definición de signo en Peirce procede directamente de la tradición clásica y lo entiende en esencia como aliquid stat pro aliquo. Se trata de algo que está en lugar de otra cosa, para alguien bajo un cierto aspecto o circunstancias. En uno de sus ensayos, que sienta las bases para la semiótica cognitiva, el estudioso norteamericano expone la siguiente reflexión:

[…] Yet this does not quite tell us just what the nature is of the essential effect upon the interpreter, bought about by the s_m_ósis of the sign, which constitutes the logical interpretant. (It is important to understand what I mean by semiosis. All dynamical action, or action brute force, physical or psychical, either takes place between two subjects [whether they react equally upon each other, or one is agent and the other patient, entirely or partially] or at any rate is a resultant of Duch actions between pairs. But by “semiosis” I mean, on the contrary, an action, or influence, which is, or involves, a cooperation of three subjects, Such as a sign, its object, and its interpretant, this tri-relative influence not being in any way resolvable into actions between pairs .__m

in Geek of the Roman period, as early as Cicero’s time, if I remember rightly,

meant the action of almost any kina of sign; and my definition confers on anything that so acts the title of s “sign”.) (281-282) Charles Sanders PEIRCE, 1940 Philosophical Writings of Peirce New York: Dover Publications

El signo es el resultado entonces de la unión entre tres elementos: el objeto que lo determina, el signo material que lo expresa y el signo que lo interpreta. La unión de estos tres elementos, tal y como se concibe en el proceso que deriva de la unión, es también el que permite dar vida a un signo y

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

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se le denomina semiosis. La posibilidad de estudio del signo en un plano social debe centrarse precisamente en el proceso de semiosis.

[…] A sign is something which stands for another thing to a mind. To its existence as such three things are requisite. In the first place, it must have characters which shall enable us to distinguish it from other objects. In the second place, it must be affected in some way by the object which it signifies, or at least something about it must vary as a consequence of a real causation with some variation of its object. One of the simplest examples of this is a weathercock, which is directly moved by the force of the wind. A photograph is caused by a radiant light from the object it represents. In the case of a picture executed by hand the causation is less direct, but none the less exists. The relation of a historical statement with its object is that of being caused by it. If a promise is made, this is a sign of the thing promised only as far as it will itself cause the existence of its being, unless we are to regard its as a prophecy which is caused by that state of mind which will cause the thing prophesied to be carried out. Thus the causation may either be from the object to the sign, or from the sign to the object, or from some third thing to both; but some causation there must be. The third condition of the existence of a sign is that it shall address itself to the mind. It is not enough that it should be in relation to its object as will bring the mind into a certain relation with that object namely, that of knowing it. In other words it must not only be in relation with its object, but must be regarded by the mind as having that relation. It may address the mind directly, or through a translation into other signs. In some way it must be capable of interpretation. We have seen that thoughts themselves have intellectual significance only as far as they prove themselves to other objects of thought. And since, on the other hand, there is no sign which the mind may not make use of in reasoning, it follows that the science of thought in its intellectual significance is one and the same thing with the science of the laws of signs. Now there are many general truths with regard to signs which hold good for all signs whatever, of necessity; being involved in the essential nature of the mind. But they are involved in so much of what is true of the mind as is implied in our capability of reasoning at all and which may therefore be said to be implicitly taken for granted by all men, that is, to be deducible from what everybody agrees to and must agree to before we can begin any discussion whatever in a rational way, and which is thus taken out of science. These principles might be evolved from a

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

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study of the mind and of thought, but they can also be reached by the simple consideration of any signs we please. Now the latter mode of studying them is much the easiest, because the examination of external signs is one of the most simple researches which we can undertake, and at least susceptible to error, while the study of the mind is one of the most difficult and doubtful. We shall therefore proceed in the remainder of this part of the work to compare signs, and generalize our results, being guided in doing so by a certain feeling of the necessity that this or that must be true, such as is felt in the mathematics the origins of which necessity clearly is, in this case at least, that the principles are involved in the postulate, that the mind is so constituted as to investigate. Charles Sanders PEIRCE 1873 Writings of Charles S. Peirce Indiana: University Press, (1993)

Existen diversas formas de expresar a través de esquemas el pensamiento triádico que conforma al signo. El más común, aunque objeto de polémicas diversas lo concibe como un triángulo, en el cual, las aristas representan los momentos que lo componen. Se trata de una representación que trata de subrayar la idea de una interacción entre cada uno de los elementos, es decir de una relación triádica en las que las flechas explican la dirección de las conexiones (Bonfantini 1980).

interpretante

signo

objeto

Algunos autores lo conciben como una relación no jerarquizada ya que la interpretación pasa por momentos de relación que bien pueden comprender

los tres momentos en un solo proceso y sin seguir el orden aparente que plantea una esquematización a través de la figura triangular en la que cada vértice supone un orden preestablecido. 2.2. El signo interpretante Las primeras reflexiones acerca del signo como una cadena que enlaza un significado con otro se en encuentra en los escritos realizados entre 18771978 y que se reúnen en La teoría de la significación actualmente contenidos en los Collected Papers. El signo, al ser activado por otro signo forma una cadena que resulta interminable pues las conexiones que además de ser imprevisibles, son también infinitas. Peirce observa en este periodo que el pensamiento nunca se detiene en la conexión interminable de ideas, y el paso de un signo a otro signo es el resultado de una interpretación, por tal motivo, denomina signo interpretante a aquel que deriva de un primer signo. El signo interpretante se encuentra a su vez conectado con otro signo interpretante en una cadena que se repite infinitamente aunque observa que ésta se detiene al momento en que cesa la actividad cerebral en el individuo, es decir, al momento de la muerte. A ese signo Peirce lo denomina signo interpretante final. En el siguiente esquema hemos querido mostrar gráficamente este razonamiento.

SIGNO

SIGNO

SIGNO

INTERPRETANTE

INTERPRETANTE

SIGNO INTERPRETANTE FINAL

En 1904 Peirce retorna nuevamente el concepto de signo interpretante esta vez en el ensayo “A Survey of Pragmaticism”. En esta ocasión se trata de

proponer una tipología que explique los tipos de conexión que pueden observarse entre los signos. De acuerdo a la interpretación que resulta de la conexión, el estudioso norteamericano observa la existencia de tres diferentes tipos de signos interpretantes: • El signo interpretante emotivo, que por su naturaleza puede ser considerado también un interpretante afectivo y se define como el sentimiento o la emoción que se produce al momento de producir un signo como respuesta. • El signo interpretante energético, que responde en el proceso con un esfuerzo de tipo mental o físico. Se trata de una acción por parte del sujeto que actúa como efecto manifestado del contacto con el signo inicial. • El signo interpretante lógico final significa para el autor la consumación de la real significación del concepto que conecta a ambos signos.

INTERPRETANTE EMOTIVO

AFECTIVO Es el sentimiento que produce. Es el esfuerzo

SIGNO

ENERGÉTICO

para actuar por parte del sujeto. SIGNIFICACIÓN

INTERPRETANTE

DE UN CONCEPTO .

LÓGICO

Es posible constatar diferencias entre los tres tipos de signos, si seguimos el razonamiento del estudioso norteamericano. Los dos primeros, el emotivo y el energético, son el resultado individual de la exposición al signo,

por parte la cadena que los une, mientras que en el lógico podemos observar un proceso que puede ser similar al interior de una comunidad de usuarios. En tal sentido se puede plantear la posibilidad acuerdos sociales que garanticen un proceso de interpretación común para un grupo específico. La transición lleva a entender al signo no sólo como un conjunto de momentos que determinan al pensamiento humano al activar el significado depositado en un signo sino en proceso dividido en fases que es habitual al grupo que comparte el mismo proceso. Como hemos podido observar en el inciso anterior, el signo puede además explicarse, no solo en la conexión de sus interpretantes, sino a través del proceso que los relaciona, es decir la semiosis. Es necesario precisar, con respecto a los planteamientos que permiten su descripción, que el signo se puede concebir como un conjunto de momentos que permiten acceder al conocimiento. La semiosis comprende las siguientes reflexiones: • Es ante todo el resultado de un proceso. • No puede ser separada de ninguna de sus partes constitutivas. • En ella están incluidos los tres momentos aunque solo la relación de los últimos dos (signo- signo-interpretante) es aquella que se considera la que efectivamente realiza el proceso. La aparente contradicción anterior define el carácter culturalmente determinado del signo e incluye la capacidad del individuo de responder, no obstante sea un proceso social, de manera conexa a su propia concepción del mundo y a sus propias experiencias. Cada uno de los elementos que la componen pueden ser definidos a partir del resultado final, es decir de la semiosis. De hecho, los componentes son concebidos por Peirce de la manera siguiente:

La semiosis y sus componentes Objeto dinámico

Es el objeto que se encuentra fuera signo o sea fuera de la semiosis.

Objeto inmediato

Es el objeto acción que se encuentra dentro del signo y participa en la semiosis.

Representamen

Es el punto de partida de la inferencia semiótica.

Interpretante inmediato Es el interpretante tal como es “representado o significado en el signo”. Interpretante dinámico Es el “efecto efectivamente (actually) producido sobre la mente”. Interpretante normal

Es el interpretante final que une los dos sentidos de los interpretantes anteriores; es “el efecto que sería producido en la mente por el signo si este último fuera suficientemente desarrollado por la mente”.

Las formas de esquematización que incluyen los diversos momentos son también variadas pues cada una logra destacar un particular en el potencial explicativo del modelo. Se trata de identificar las más utilizadas y mostrar su eficacia explicativa por lo que presentaremos a continuación las más generalizadas. Sin duda una de las representaciones gráficas más difundidas es aquella la que describe a la relación triádica como un triángulo con aristas que indican los elementos y las flechas la dirección de la relación entre dichos elementos. Se trata de una explicación que pretende ser analítica del triángulo semiótico propuesto por Peirce, en dicho triángulo, los componentes de la semiosis se sitúan en el momento respectivo de acuerdo al proceso de interpretación de un signo. El análisis muestra el orden ideal en un dicho proceso e incluye todos los elementos participantes de una manera jerarquizada, coloca además a cada constitutivo en un

Interpretante normal

Interpretante dinámico Interpretante inmediato

Semiosis

REPRESENTAMEN

Objeto inmediato

Objeto dinámico

A lo largo del desarrollo de la teoría semiótica diversos estudiosos han abordado la propuesta de modelo sígnico contenida en los escritos de Peirce, de hecho, existen diversas formas de esquematizar su modelo y están determinados por el aspecto del signo que se quiere estacar. Para comprender las reflexiones filosóficas de Peirce respecto al signo, se requiere comprender la necesidad implícita de colocarlas al interior de una teoría general de los signos y de igual modo para su aplicación, deben ser situadas al interior de un modelo metodológico de análisis. Existen diversas posturas al respecto y trataremos de exponer brevemente las más importantes por su trascendencia. La idea de concebir el modelo como una tríada lleva a la esquematización triangular tal y como la hemos presentado anteriormente. Los cambios en la triangulación suelen aparecen en los vértices pues en ellos se colocan los elementos componentes del signo. Así por ejemplo el semiólogo gallego J. A. Magariños de Moratín (1983: 86) coloca el representamen en el vértice superior y de manera análoga sucede con el norteamericano John Deely (1990 [1996: 234- 236]), quien coloca al signo como elemento triádico en la parte superior del triángulo. El modelo que presenta el francés Gérard Deladalle (1990 [1996: 94]) destaca la movilidad que caracteriza la interacción de los elementos y sitúa en el vértice superior al Objeto. Otros modelos prefieren no proponer la representación esquemática a partir de un triángulo por diversos motivos: • La aparente rigidez que la figura geométrica del triángulo supone. • La superficie no significante que queda delimitada una vez que los vértices se unen por medio de aristas, y que puede llevar a la confusión

semántica de quien se aproxima por primera vez a la definición del signo. • La imposibilidad de destacar la importancia de cada elemento y el dinamismo que caracteriza a la semiosis como un continuo proceso de actualización. El esquema trazado por Magariños de Moratín busca reflejar un aspecto fundamental del modelo de signo peirciano que consisten en la interacción de sus partes componentes. La separación del triángulo en otros más pequeños obedece al carácter didáctico que el semiólogo gallego busca resaltar de las relaciones sostenidas entre los tres componentes: el representamen, que como hemos observado se coloca en el vértice superior, el fundamento que ocupa el lugar del objeto pero que remite al concepto de Ground perfilado y descrito por Peirce, y el interpretante. Sin duda la contribución de mayor importancia se encuentra en incluir en cada triángulo menor, la fase que corresponde al elemento del signo. Es necesario que, para fines explicativos, se muestre al signo interpretante como el resultado de un proceso de interpretación activado por un intérprete, sin embargo, la preocupación para evitar confundir al sujeto que realiza la acción de interpretar con el signo interpretante, es clara en diferentes autores que siguen la teoría de Peirce. Representamen /R

“en alguna relación” REPRESENTAMEN

Fu ndamento /R

Interpretante /R

Re presentamen /F

Representamen /I SIGNO

“por algo” FUNDAMENTO

Fundamento /F

“para alguien” INTERPRETANTE

Interpretante /F

Fundamento /I

Interpretante /I

Juan A. Magariños, 1983 El signo Buenos Aires: Hachete, (1983: 86)

El esquema de Magariños coloca al signo al centro del triángulo, que parece semejar más un tetraedro, y lo presenta como el espacio que reúne la interacción de sus tres elementos. La construcción con base en triángulos que forman uno solo de mayor dimensión, permite identificar además a cada vértice con un tipo específico de signo presente en la tipología de Peirce. A la representación de Magariños podemos agregar otras más, que destacan a su vez diversas cualidades conceptuales del signo peirciano. De este modo, la preocupación por traducir el modelo en un discurso divulgativo y aplicable al análisis, el proceso de esquematización puede variar e incluir elementos, del mismo modo que excluir o restar importancia a otros. Existen otras formas esquemáticas de representar el mismo concepto de signo. De hecho, es posible observar diferentes representaciones gráficas para ilustrar el mismo modelo y que como hemos subrayado, dependen de la característica que se quiere destacar del signo. De los variados intentos por reflejar el complejo pensamiento del filósofo norteamericano, se pueden observar distintas focalizaciones sobre aspectos cada vez más específicos contenidos en el modelo formulado de signo. Si partimos de la necesidad de concebir al signo como el resultado de una exposición perceptiva al representamen, el siguiente esquema, que se incluye en Il libro della comunicazione de Ugo Volli (1994) sugiere un esquema en donde la semiosis parte del signo representamen a partir de la relación entre éste y el interpretante y en donde ambos están determinados por el fondo o fundamento, el Ground, y que remiten al Objeto que actúa como referente del significado compartido. Sin embargo, el semiólogo italiano, basa su reflexión en el carácter fragmentario en la formulación de los conceptos tal y como aparecen en los escritos de Peirce, de este modo y para delimitar el concepto de signo, hace énfasis en el escrito 2.92, en el cual subraya la circulación infinita de los signos en la vida social:

La genuina mediación es el carácter del Signo. Un Signo es cualquier cosa referida a una segunda cosa, su Objeto respecto a una Cualidad, de modo tal que lleva una Tercera cosa, su Interpretante, en relación con el mismo Objeto, es de modo tal que lleva una Cuarta en relación con aquel Objeto en la misma forma y así a Infinitum. El signo pierde su carácter significante perfecto si, en cuanto serie se ve interrumpido. No es necesario que el Interpretante exista actualmente. Será suficiente una existencia a futuro. [T. de A.] Charles Sanders Peirce, 1938 Collected Papers Harvard Univeresity

A partir del énfasis en señalar el carácter general del signo y la importancia de sus elementos componentes determinados por el carácter de la relación que los une, el párrafo escogido de Peirce permite plantear el siguiente esquema:

EL INTERPRETANTE SEGÚN PEIRCE

R

I

G

O R

=

REPRESENTAMEN

I

=

Interpretante

G

=

Ground

O

=

Objeto

Existen versiones que destacan la relación entre los componentes tomando por ejemplo, como eje central al Ground. La idea de mostrar en el centro una parte del signo y de la cual se desprenden sus componentes ha sido

utilizada por diversos autores. Podemos citar un caso reciente en el que aparece una representación gráfica para destacar el potencial explicativo del modelo de Peirce en el signo icónico. La elección de Anne Marie Dinesen (1996) subraya la importancia que representa el acuerdo base en la lectura de un signo para explicar el concepto, para lo cual es necesario recurrir a las diversas definiciones que se encuentran dispersas en los escritos de Peirce.

Objet

Ground

Signo

Interpretante

Anne Marie Dinesen, 1996 Time Evolution and Modality Center for Semiotic Reserch Aarhus: University of Aarhus

Una de las principales contribuciones al pensamiento Peirciano está contenida en la obra del estudioso norteamericano Floyd Merrell. La preocupación que actúa como hilo conductor en su trabajo, se refiere a la necesidad de no banalizar el modelo y de cuidar la importancia de las relaciones, aún en una representación esquemática. El acuerdo que posibilita la conexión entre los elementos se localiza al centro de la representación gráfica, que remite ligeramente a una especie de triángulo. El vértice superior representa el lugar del signo representamen y define al objeto como objeto semiótico que se encuentra en uno de los vértices laterales. El tercer elemento, el interpretante, se encuentra en el vértice restante. Una serie de flechas y líneas indican la relación que se da, gracias a la interacción constante y continua entre todos los elementos que participan en el proceso de la semiosis. Son tres los elementos que Merrell (1998:44) destaca como componentes esenciales del signo y como condiciones que le corresponden si se sigue el pensamiento de Peirce. La división en dichos números hace posible que:

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

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1.

La función del signo (representamen) sea tal que requiera un objeto de significación.

2.

El signo se refiera a este objeto

3.

El objeto sea capaz de determinar un interpretante (que a su vez de origen al significado del signo). Floyd Merrell, 1998 Introducción a la Semiótica de C.S.Peirce. Maracaibo: Universidad de Zulia

Desde de la perspectiva de Merrell, el signo es el resultado de una relación entre tres elementos que lo “distingue del signo binario que encontramos en la semiología saussuriana” (1998: 45). En un intento por salvar los obstáculos de la fragmentación en los escritos de Peirce, el semiólogo norteamericano propone unificar la visión del signo a través de su definición:

“ La

relación triádica, precisamente, abarca lo que da lugar a la emergencia- el devenir

semiósico- del significado del signo: se trata de relaciones entre objeto-signo y objetointerpretante, además de la relación signo-interpretante” (Merrell: 1998, 45).

Como se observa en la siguiente gráfica, el modelo no refiere explícitamente a un triángulo sino a un complejo de elementos relacionados entre sí, similares a una representación esquemática del infinito, así el Objeto con el Interpretante, el Objeto con el Representamen, el Representamen con Interpretante, el Representamen con el Objeto, el Interpretante con el Representamen, el Interpretante con el Objeto. La representación gráfica queda entonces de la siguiente manera:

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1 Signo, Representamen

R

a

b

Floyd Merrell, 1998 Introducción a la Semiótica de C.S.Peirce. Maracaibo: Universidad de Zulia, (1998: 65)

Sin duda el modelo esquematizado encuentra en esta expresión una forma explícita del dinamismo que Merrell considera fundamental para comprende la idea peirciana de signo. Sus observaciones son el resultado de una lectura profunda de las bases que sustentan el pensamiento peirciano y trata de evitar cualquier tipo de divulgación que pudiese reducir la complejidad explicativa del modelo de signo. De este modo, su principal preocupación parece radicar en lograr explotar el potencial explicativo del signo en diversas esferas del acontecer humano. En los siguientes incisos podremos retomar algunas de los principales desarrollos que realiza del modelo y que permiten profundizar en la tipología de los signos para poder transformarlo en un modelo de aplicación que permita abordar ámbitos específicos de la cultura, aunque la aplicación que hace el autor se presenta con el estudio de la literatura (Merrell 1998).

L OS

ESTUDIOS A PARTIR DEL PENSAMIENTO DE

P EIRCE

HAN ENCONTRADO

SEGUIDORES EN TODO EL MUNDO Y EN DIVERSAS DISCIPLINAS, CORRIENTES Y CAMPOS DE LAS CIENCIAS HUMANAS: FILOSOFÍA, LÓGICA , FENOMENOLOGÍA , TEORÍA ESQUEMAS, LITERATURA, ESTÉTICA, SOLO POR CITAR ALGUNOS.

HEMOS

DE LOS

INCLUIDO EN

LA BIBLIOGRAFÍA AQUELLOS ESTUDIOS QUE SE HAN OCUPADO DE CONTRIBUIR AL MODELO DE SIGNO A PARTIR DE LA SEMIÓTICA .

LA U NIVERSIDAD

DE

REPRESENTA EL PRINCIPAL BASTIÓN DE LA SEMIÓTICA PEIRCIANA EN LOS

U

NIDOS .

LA

Y CONTAMOS

OBRA

DE

T

HOMAS

ENTRE SUS ESCRITOS:

S

EBEOK OFRECE

ASPECTOS

DE

INDIANA ESTADOS

TODO TIPO

SIGNOS:

UNA INTRODUCCIÓN

A LA SEMIÓTICA

ADEMÁS LOS TRABAJOS DE

C HARLES MORRIS,

AL CUAL HEMOS

(1994 [1996]). EXISTEN

DEDICADO UN INCISO.

HEMOS

HECHO MENCIÓN TAMBIÉN DE LOS TRABAJOS DE

FLOYD

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

MERRELL, INTRODUCCIÓN

16

A LA SEMIÓTICA DE

CHARLES SANDERS PEIRCE (1998)

CUENTA CON UNA EDICIÓN EN ESPAÑOL POR PARTE DE LA

VENEZUELA. ACTUALMENTE SIGNS,

INTRODUCTORIA

EN

PEIRCE,

SE PREPARA UNA TRADUCCIÓN AL ESPAÑOS DE

EXISTEN LOS TRABAJOS DE

EN BÉLGICA EXPUESTOS

DEL SIGNO VISUAL

SOBRE E

MBERTO

P EIRCE

H O Y , HA SIDO

HA INSPIRADO ESTUDIOS SOBRE LOS PROCESOS INTERPRETATIVOS

DESMEDT (1990)

PARCIALES AL ESPAÑOL, Y HA ALIMENTADO AL

TRATADO

A

Y SU OBRA

1990.

N ICOLE EVERAERT-

POR

G ÉRARD D ELADALLE

PEIRCE, L EER

AL PENSAMIENTO DE

TRADUCIDA AL ESPAÑOL Y PUBLICADA EN

U

ZULIA

DE

MEANING (1997).

AND

E N F RANCIA

DEL

UNIVERSIDAD

QUE

GROUPE _

CON

TRADUCCIONES

SOBRE TODO EN SU VERSIÓN

(1992 [1993]).

LAS CONTRIBUCIONES EN ITALIA TENEMOS LA EXTENSA BIBLOGRAFÍA DE

(1975, 1979, 1984, 1991, 1997

CO

OTROS).

ENTRE

I TALIA

HA DESDARROLLADO EL PENSAMIENTO PEIRCIANO EN DIVERSAS SEDES UNIVERSITARIAS:

LAS BARI

CONTRIBUCIONES DE LOS ESTUDIOSOS REUNIDOS EN LA

HAN TOMADO DIVERSOS ASPECTOS DE LA SEMIÓTICA DE

PARTIDA A CONTRIBUCIONES

DELL’IPOTESI Y

(1984)

S. PETRILLI

Y

FUNDAMENTALES

AND THE SIGNS OF LIFE (2001),

(2001), A. PONZIO

DE Y

DE

COMO PUNTO DE

M. BONFANTINI

LA SEMIOSI E L’ABDUZIONE (1987);

EN SEMIOTICA DELL’IO

EN BRASIL

DE

PEIRCE

UNIVERSIDAD EN

LE

LEGGI

T. SEBEOK ; A. PONZIO

S. PETRILLI

EN

SEBEOK

I SEGNI E LA VITA (2002)

LAS APLICACIONES DEL MODELO A LA MÚSICA Y AL ARTE EN GENERAL

SE SUMAN A LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA DEL PENSAMIENTO SEMIÓTICO LEGADO POR

PEIRCE.

SE

ENCUENTRAN

LAS

APORTACIONES

DE

J.

P LAZA

EN

TRADUÇÃO INTERSEMIOTICA (1987).

E N M ÉXICO PEIRCIANO

EXISTEN ENSAYOS QUE DIVULGATIVOS SOBRE EL PENSAMIENTO

EN EL LIBRO

COMPILADO

POR

C. GONZÁLEZ O

CHOA

:F

ILOSOFÍA

Y SEMIÓTICA (1997).

S OBRE

REFLEXIONES DE LA OBRA DE

PODEMOS REMITIR A LOS TRABAJOS DE

SINI (1989).

P EIRCE

EN SU DIMENSIÓN FILOSÓFICA

K ARL - OTTO A PEL (1975 [1997])

Y

CARLO

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

17

2. 2 El signo triádico como modelo lingüístico y estético Entre las primeras contribuciones norteamericanas al modelo sígnico de Charles Sanders Peirce, que se gestan en un ámbito cercano a la comunicación lingüística, se encuentran en las reflexiones del estudioso, también norteamericano, Charles Morris. En su libro Signs, Language and Behavior escrito del 1946, Morris expone el móvil principal de su reflexión teórica. Precisamente, introduce su trabajo como el resultado de una la búsqueda cuyo objetivo representa “[…] to lay the foundation for a comprehensive and fruitful science of signs.” (Morris 1946: V). Se trata, específicamente, de sentar las bases para construir una ciencia que estudie los signos y las funciones que éstos pueden adoptar, idea que se transforma en el hilo conductor de su trabajo, a lo largo de diversos estudios y trabajos publicados en la primera mitad del siglo pasado. En un breve ensayo anterior al de 1946, titulado Foundations of the Theory of Signs, y publicado en 1938, propone una definición exhaustiva de signo a partir de la cual se desprenderán el resto de sus posteriores observaciones teóricas.

1. La naturaleza de un signo […] El proceso en el que algo funciona como signo puede denominarse semiosis. Comúnmente, en una tradición que se remonta a los griegos, se ha considerado que este proceso implica tres (o cuatro) factores: lo que actúa como signo, aquello a que el significado alude, y el efecto que produce en determinado intérprete en virtud del cual la cosa en cuestión es un signo para él. Estos tres componentes de la semiosis pueden denominarse, respectivamente, el vehículo sígnico, el designatum, y el interpretante; el intérprete podría considerarse un cuarto factor. Estos términos explicitan los factores implícitos en la afirmación común de que un signo alude a algo para alguien.

Un perro responde con el tipo de conducta (I) que implica la caza de ardillas (D) a cierto sonido (S); un viajero se prepara para esta a tono (I) con la región geográfica (D) a que se desplaza en virtud de la carta (S) que ha recibido de un amigo. En esos casos S es el vehículo sígnico (y un signo en virtud de su funcionamiento), D el designatum, e I el interpretante del intérprete. La caracterización más eficaz de un signo es la siguiente: S es un signo de D para I en la medida en que I tome en consideración D en virtud de la presencia de S. Por tanto, en la

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

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semiosis algo toma en consideración otro algo mediatamente, es decir, a través de un tercer algo. La semiosis es, en consecuencia, una consideración mediada. Los mediadores son vehículos sígnicos; las consideraciones son interpretantes; los agentes del proceso son los intérpretes ; lo que se toma en consideración son los designata. Hay que hacer varios comentarios acerca de esta formulación.

Debería quedar claro que los términos <>, <>, <> e <> se implican mutuamente, puesto que sólo son formas de referirse a aspectos del proceso de semiosis. Los objetos no necesitan ser referidos por signos, pero no hay designata a menos que se produzca esa referencia; algo es un signo si, y sólo si, algún interprete lo considera signo de algo; la consideración de algo es un interpretante sólo en la medida en que es evocado por algo que funciona como un signo; un objeto es un interprete sólo si, mediatamente, toma en consideración algo. Las propiedades que conlleva ser un signo, un designatum, un intérprete o un interpretante son propiedades relacionales que las cosas asumen al participar en el proceso funcional de semiosis. La semiótica, por tanto, no se ocupa del estudio de un tipo de objeto en particular, sino del estudio de los objetos ordinarios en la medida en que (y sólo en la medida en que) participan en la semiosis. Charles MORRIS, 1985 Fundamentos de la teoría de los signos. Barcelona: Paidós

Los antecedentes teóricos inmediatos son retomados de los escritos de Ch. S. Peirce y permiten a Morris observar como componentes a los elementos del signo, para designarlos de manera específica: <>, <>, <> e <>. No obstante, es posible identificar algunos cambios y selecciones a los cuales recurre la versión divulgativa de Morris acerca del pensamiento peirciano y que se alimentan también de las concepciones del signo provenientes de la filosofía del lenguaje, de la teoría de la comunicación y la psicología. Su pensamiento se ve influido directamente por George H Mead, R. Carnap, C. K. Ogden, I. A. Richards, E. Husserl, y E. Cassirer. La conjunción de diversos modelos y las concepciones coincidentes identificadas, sirven a Morris para definir al hombre como el “supremo animal simbólico” y a destacar la importancia del signo al interior de un pensamiento simbólico. Aunque no proporciona un esquema de signo, podemos proponer

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

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una versión cuadrangular marcando los momentos que el autor señala y colocando una arista que permita identificar los tres originales contenidos en Peirce. Para Morris la semiosis, es decir, la relación que une a los elementos que componen un signo, es el resultado de la interacción de cuatro elementos, que son el Designatum, el vehículo sígnico, el interpretante y el intérprete:

Interpretante

Vehículo sígnico

Intérprete

Designatum

Cada elemento permite establecer una parte de la estructura compleja de todo signo y una vez explicada, es posible establecer la importancia del intérprete como parte del signo. Otros autores no consideran explícitamente el papel del intérprete como elemento y momento del proceso semiósico, ya que es precisamente el intérprete quien coloca en relación al vehículo sígnico con el interpretante para actualizar al designatum. Si bien cada elemento corresponde a la definición canónica de signo de tradición peirciana (es algo que está en lugar de otra cosa para alguien bajo cierto aspecto o circunstancia), el rol asignado al intérprete se ve incluido como parte constitutiva del signo, sin especificar el papel extrínseco que tiene con respecto a la unión de los elementos, y sin subrayar que la acción que permite realizar la conexión es posible gracias a él. La siguiente reflexión lleva a cuestionar acerca del designatum , pues es necesario determinar si existe prescindiendo del intérprete, o bien, si posee un cierto grado de independencia con respecto al individuo.

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

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Sin duda una de las mayores contribuciones presentes en su obra se refiere a la dimensión de análisis del signo, que se coloca en diversos niveles y que puede concebirse como resultado del proceso de la semiosis.

Dimensiones y niveles de semiosis

En términos de los tres correlatos (vehículo sígnico, designatum, intérprete) de la relación triádica de semiosis, pueden abstraerse – para convertirse en objeto de estudio- una serie de relaciones diádicas. Pueden estudiarse las relaciones de los signos con los objetos a los que son aplicables. Esta relación recibirá el nombre de dimensión semántica de la semiosis, y la simbolizaremos con el signo <>; el estudio de esta dimensión se denominará semántica . Pero el objeto de estudio también puede ser relación de los signos con los intérpretes. En ese caso la relación resultante se denominará relación pragmática de la semiosis, y la simbolizaremos como <>; el estudio de esta dimensión recibirá el nombre de pragmática. Nos queda todavía una importante relación de los signos que no hemos considerado: la relación formal de los signos entre sí. Esta relación no se había incorporado explícitamente, en la definición de <> anteriormente dada, puesto que el uso habitual parecería no eliminar la posibilidad de aplicar el término <> a algo que no fuera miembro de un sistema de signos; tales posibilidades venían sugeridas por los aspectos sígnicos de la percepción y por los diferentes y aparentemente aislados mecanismos mnemónicos y señalizadores. No obstante, la interpretación de estos casos no está totalmente clara, y es muy difícil asegurar que exista una cosa tal como un signo aislado. Ciertamente, si no realmente al menos en potencia, todo signo tiene relaciones con otros signos, puesto que aquello para la consideración de lo cual el signo prepare al intérprete sólo puede ser dicho en términos de otros signos. Realmente esta afirmación no tiene por qué ser hecha, pero en principio siempre resulta posible hacerlo, y cuando se hace el signo en cuestión entra en relación con otros signos. Puesto que la mayoría de los signos están claramente relacionados con otros signos, puesto que muchos casos de aparentes signos aislados resultan no ser tales una vez sometidos a análisis, y puesto que todos los signos están en relación, en potencia si no en acto, con otros signos, parece correcto establecer una tercera dimensión de la semiosis tan importante como las dos anteriormente mencionadas. Esta tercera dimensión se denominará dimensión sintáctica de la semiosis, se simbolizará como <> y su estudio recibirá el nombre de sintaxis.

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

21

Parece conveniente disponer de términos especiales para designar ciertas relaciones de signos con signos, de signos con objetos y de signos con intérpretes. <> se restringirá a Dsin, <> y <> a Dsem, y <> a Dp. La palabra <> implica (pero no designa) <>, designa cierto tipo de objeto (un mueble con una superficie horizontal en la que pueden colocarse objetos), denota los objetos a que puede aplicarse, y expresa su intérprete. En cualquier caso dado, algunas de las dimensiones pueden difuminarse real o prácticamente: un signo puede no tener relaciones sintácticas con otros signos, con lo que su implicación real se vuelve nula; o bien puede tener una implicación pero, sin embargo, no denotar objeto alguno; o también tener alguna implicación pero no contar con ningún intérprete real y por ello carecer de expresión, como sucede con una palabra en una lengua muerta. Aun en tales casos posibles, los términos elegidos son útiles para referirse al hecho de que algunas de las relaciones posibles permanecen irrealizadas. Es muy importante distinguir entre las relaciones que mantiene un signo determinado y los signos que se usan al hablar de esas relaciones; la total aceptación de esto quizá constituya la aplicación práctica de carácter general más importante de la semiótica. El funcionamiento de los signos es, en general, un medio por el que ciertas existencias toman en consideración otras existencias. Con todo, si quiere evitarse la mayor de las confusiones es conveniente distinguir cuidadosamente

varios niveles de este proceso. La semiótica,

considerada como ciencia de la semiosis, es tan distinta de la semiosis como lo es cualquier ciencia de su objeto de estudio. Si x funciona de manera que y da cuenta de z a través de x, entonces podemos decir que x es un signo, y que x designa z, etc.; pero en este caso <> y <> son signos de un orden de semiosis más elevado en relación al proceso de semiosis original y de nivel inferior. Lo que ahora se designa es cierta relación de x y z, y no z sola; se designa x, se designa z, y se designa una relación tal que x se convierte en un signo y z en un designatum. Así pues, la designación puede darse en diversos niveles, y consecuentemente existen también diversos niveles de designata: la <>

revela

un signo de la semiótica (y específicamente dentro de la semántica), puesto que es un signo que se usa al referirse a signos. La semiótica como ciencia utiliza signos especiales para

establecer determinados

hechos acerca de los signos; es un lenguaje para hablar de signos. La semiótica cuenta con tres ramas subordinadas, sintáctica, semántica y pragmática […]

EL SIGNO COMO PROCESO DE INTERPRETACIÓN

22

Las ramas señaladas por Morris corresponden entonces a tres niveles del análisis que resultan complementarios entre sí, pero que cada uno de ellos posee una tarea específica y permiten establecer en su totalidad, la existencia de una ciencia de los signos. De este modo se concibe a la semiótica como un metalenguaje cuya tarea es explicar el funcionamiento de los sistemas sígnicos.

Semiótica

Sintaxis

signo _ signo

Semántica

signo _ objeto

Pragmática

signo _ intérprete

En Signs, Language and Behavior Morris centra su reflexión en el lenguaje y el conocimiento a partir del estudio que puede realizarse a través de los sistemas sígnicos. El discurso se transforma así en un objeto de estudio que debe afrontarse desde una perspectiva semiótica, para lo cual es necesaria la adecuación del modelo de Peirce desde tal perspectiva y a partir de esa tarea debe incluir los diversos niveles de análisis (el sintáctico, el semántico y el pragmático), en relación con los valores sociales que determinan al individuo. El trabajo de Morris destaca varios aspectos del modelo peirciano que desarrolla en sus estudios posteriores a los Fundamentos, y se refieren al fenómeno de la significación en un contexto social. Uno de los trabajos que centran como objetivo plantear la relación que existe entre los signos y su valor social, es el ensayo sobre La significación y el significado, publicado en 1964 [1974] que aborda indirectamente el problema de una semiosis de tipo social. La explicación propone una estructura compleja construida a través de sistemas que permiten explicar los diversos ámbitos de la significación que

rodean al ser humano y que para comprenderlos, es necesario concebir su estrecha interrelación: se trata del sistema social, el sistema de la personalidad, el sistema cultural y el sistema biológico. Todos ellos actúan en conjunción para determinar el proceso que permite al individuo acceder al significado como se muestra en el esquema presente en su obra. Sistema social

Sistema de personalidad

Sistema cultural

Sistema biológico

El estudio complejo del signo preocupa insistentemente a Morris a partir de su dimensión social y de la relación que existe entre las dimensiones necesarias a la construcción del objeto de estudio. Sin embargo la división en estratos que componen un modelo semiótico de análisis, no puede ser considerada infranqueable entre cada uno de los niveles, debido a que un estudio semiótico requiere de la visión global del fenómeno. Incluso un mismo individuo puede poseer competencias diversas orientadas hacia cada una de las funciones; la sintáctica, la semántica y la pragmática, y de este modo las competencias que se generan por parte de los usuarios de los signos pueden dirigirse hacia alguno de los planos privilegiando el significado circunstancial o contextual que le sea requerido.

A partir de esta reflexión

podemos situar la propuesta del semiólogo italiano Umberto Eco (1975, 1984) respecto a la competencia diccionarial (orientada hacia la semántica) versus la competencia

en c i c lo p é di c a (de orientación más cercana a la pragmática) como observaremos detenidamente en incisos posteriores. La importancia que Morris destaca además, de la visión global de la semiótica y ha permitido entenderla como una visión totalizadora capaz de considerar una visión estética que a partir del análisis semiótico. En el campo del arte tal diferencia resulta no sólo necesaria sino fundamental. Del análisis se desprende entonces la diferencia entre análisis estético y juicio estético, en donde en el primer caso, según Omar Calabrese (1985 [1997: 80]) se trata de un discurso sobre la obra de arte y sobre su lenguaje; y en el segundo, de un juicio evaluativo sobre la obra en relación con el público que la disfruta y la lee.

L AS

PRINCIPALES OBRAS DE

C HARLES M ORRIS

HAN SIDO REVISDAS PARA

OBSERVAR SUS EXPLICITACIONES ACERCA DE UNA SEMIÓTICA BASADA EN LOS SIGNOS Y SU DIMENSIÓN

FUNDAMENTOS

SOCIAL .

CONSIDERAMOS

PARA UNA TEORÍA DE LOS SIGNOS

EN DIVERSAS OCASIONES AL ESPAÑOL.

SIGNS, LANGUAGE U NO

COMO LIBRO BÁSICO PARA SU TEORIA

AND

LA

(1971 [1985]) Y HA SIDO

SIGNIFICACIÓN Y LO SIGNIFICATIVO

OSSI

DEL LENGUAJE EN

L

ANDI

M ORRIS

,

QUE

HA

DESARROLLADO

M ORRIS

HA SIDO

PARTIR

PARTIR DE SUS TRABAJOS SOBRE EL TEMA DE

SUS

OBSERVACIONES

METODOLÓGICAMENTE

[1997])

LA

DIMENSION

SOCIAL

A PARTIR DE UNA PERSPECTIVA MARXISTA Y HA DESTACADO

EL VALOR PARA LA CREACIÓN DE UNA SEMIÓTICA ESTÉTICA

A

(1974)

BEHAVIOR

DE LOS PRINCIPALES ESTUDIOSOS DEL PENSAMIENTO DE

F ERRUCCIO R

PUBLICADO

SOBRE

EL

(ROSSI LANDI 1972 [1980]).

M ORRIS

SIGNO

ESTÉTICO

PARA EL ESTUDIO DEL ARTE , POR

RESUME LA PERSPECTIVA

DE

M ORRIS

PENSAMIENTO PERCIANO EN LA SEMIÓTICA DEL ARTE.

EN

HA SIDO ESTUDIADO A Y

RETOMADO

O MAR CALABRESE (1985

UN

RECUENTO

SOBRE

LE

3. El signo interpretante y la interpretación En un intento de búsqueda que permita establecer los elementos en común y las coincidencias entre los modelos de signo, ya sea el que deriva de corte saussuriano, de inspiración lingüística y el signo cognitivo de Charles Sanders Peirce, han llevado al semiólogo italiano, Umberto Eco, a un estudio sistemático del signo interpretante como un signo que actualiza a otro signo al interior de un proceso de interpretación. Los rasgos fundamentales que individua derivan del proceso que los une, la semiosis o función sígnica. Las reflexiones acerca de la interpretación como tercer momento de la tríada representan el resultado de las influencias ejercidas por Roman Jakobson, que abrieron las puertas de la teoría del filósofo norteamericano Charles Sanders Peirce a la semiótica de Eco. No obstante el oportuno encuentro con Peirce al momento de proponer las bases de una semiótica general, existe un trabajo previo sobre la interpretación, en el cual el semiólogo italiano observa con atención la estética tal y como la propone Pareyson (Proni 1990: 20). Se trata de una fase inmersa en el debate sobre el estructuralismo y sus antecedentes en el formalismo. En el periodo de revisión exhaustiva de la semiótica de Peirce, Eco observa al proceso de interpretación de la siguiente manera:

“[…] Jakobson demuestra que interpretar un elemento semiótico significa ‘traducirlo’ en otro elemento (que puede ser un discurso completo) y que de tal traducción el elemento por interpretar resulta siempre enriquecido en forma creativa, y tal creatividad continua siendo el resultado más importante de la semiosis ilimitada de Peirce; […]” (Eco 1978: 24). [T. de A.]

La importancia que se concede al modelo peirciano es evidente ya desde sus escritos de fines de la década de los sesenta. En los primeros textos, esboza la naciente teoría general de la semiótica, y se destaca la

importancia de la interpretación como la manera en que un signo interpretante actualiza otro signo. Así, en la Estructura Ausente (1968 [1999]), el motor que rige la búsqueda en la investigación semiótica refleja la importancia que se concede a los códigos. Es a partir de esa búsqueda de una teoría de los códigos, que surgen las primeras reflexiones del modo en el cual el signo forma parte de un complejo que permite articular los mensajes y se encuentra en relación con otras unidades que pueden sustituirse conformando cadenas a través de los lazos que se establecen entre sí. La idea del interpretante representa para Eco una posibilidad fecunda y de amplias expectativas (Proni 1992: 89) que pueden conferir a la semiótica el status de “ciencia rigurosa de los fenómenos culturales” (Eco 1968 [1999: 74]) dejando a un lado la espinosa cuestión del referente. En esta “introducción a la investigación semiótica” (como Eco define su trabajo), el interpretante es definido como:

“[…] el significado de un significante, considerado en su naturaleza de unidad cultural, ostentada por medio de otro significante para demostrar su independencia (como unidad cultural) del primer significante.” (Eco 1968 [1999: 74]).

El signo que interpreta es entendido entonces como un interpretante, a través del proceso de unión denominado semiosis. Al hacer hincapié en los tipos de relación entre signos se observa que cada signo interpretante representa una unidad cultural, lo que motiva un paso necesario en la reflexión y que se refiere a tipificar tales relaciones para poder concebir a la unión de unidades culturales como un sistema semántico que determina una cultura. 3.1. Las unidades culturales y el sistema semántico La preocupación por incluir el debate sobre el sistema semántico como una especie de mecanismo cultural regulador de los códigos obedece a los distintos planteamientos que se discuten en ese periodo. Los inicios de una propuesta aceptada por la naciente comunidad académica por delinear las

bases de una semiótica general se encuentran inmersos en la reflexión sobre la semántica como campo de estudios y reflexión. Es precisamente en este momento que parece una definición concepto de unidad cultural y en el cual se destaca todo su potencial como una entidad semiótica de estudio. Eco observa que:

“[…] la teoría del interpretante nos permite identificar los significados como unidades culturales a través de otras unidades culturales todas ellas expresadas por medio de formas significantes.” (Eco 1968 [1999: 76]).

El concepto de unidad cultural no solo va a permitir futuras aplicaciones a los diversos campos de la semiótica aplicada sino que se transforma en uno de los motores que permitirán la aplicación sistemática del modelo triádico de signo en el estudio de la comunicación.

3.2. El interpretante como mecanismo semiótico En 1973 Eco resume los avances de su teoría en un ensayo divulgativo que aparece publicado con el título de Il segno (El signo, 1973). En este ensayo el interpretante aparece definido por el autor como el “ […] mecanismo semiótico por medio del cual el significado viene predicado por un significante. Se llama interpretante a cualquier otro signo o conjunto de signos (en cualquier substancia de la expresión se realiza su forma de le expresión) que traduce el primer signo en circunstancias adecuada. (Eco 1973 [1994: 173]).

Gracias a esta definición, se habla de un proceso similar al de una traducción en el momento que un signo “se traduce” en un signo interpretante, proceso que se explica como diversas variantes que pueden ser asociadas a “un signo de otra semía que utiliza la sustancia de la expresión (un término equivalente en una lengua extranjera, pero que tiene otra forma de la expresión)” (Eco 1973[1994: 173]). El proceso refleja un flujo continuo de nexos que están circunscritos por los límites que establece una cultura y describen en su relación el espacio semántico que los determina. Se habla entonces de circularidad como un concepto que cobrará mayor importancia en las obras posteriores pero que aparece ya tímidamente en la descripción de las posibles variantes que puede asumir un interpretante. Por ejemplo, se habla de:

“[…] Una connotación emotiva o intelectual asociada hasta tal punto con aquel signo que se convierte, en el contexto, en su substituto adecuado (…) y así sucesivamente.”

El signo interpretante en este ensayo, se propone entonces como el desarrollo del signo, que permite un incremento cognoscitivo y que es estimulado por el signo inicial, de ahí la comparación con el proceso de traducción. Este hecho resulta más aparente cuando el interpretante se coloca en forma de definición, de inferencia, de análisis componencial de todos los posibles sentidos del semema, de caracterizaciones del semema en términos de selecciones contextuales y circunstanciales y por lo tanto, en términos de posibles usos del signo. En este mismo trabajo Eco subraya que, en circunstancias adecuadas de interpretación, existe una marcada alusión a las restricciones y posibilidades interpretativas que da el contexto. Tales circunstancias adquieren mayor importancia para la conformación de las unidades culturales y sienta las bases para aquello que más adelante conformará el concepto de enciclopedia. En Il segno, la definición de interpretante no incorpora nuevos elementos a aquellos ya presentes en la Estructura Ausente, si acaso, resulta evidente la

importancia que va adquiriendo la noción de la interpretación y la valorización como elemento básico para la semiosis, concepto fundamental en la teoría semiótica del estudioso italiano. La publicación del Tratado de semiótica general en 1975 resume la teoría general de Eco que desde los años sesenta va perfilándose como una propuesta metodológica aplicable al estudio de la comunicación y busca reunir las distintas concepciones de signo en un modelo único. En el Tratado se busca definir con mayor claridad el concepto de interpretante a partir del análisis minucioso de la obra semiótica de Peirce. Tal lectura permite al semiólogo italiano proponer definiciones operativas que sintetizan la aplicabilidad de los conceptos peircianos. La síntesis incluye ya una respuesta a algunos cuestionamientos que han surgido a raíz del debate sobre los primeros escritos del autor (Nanni 1980, 1991). De este modo, para diferenciar el interpretante del intérprete Eco aclara que el primero “es lo que garantiza la validez del signo aún en ausencia del intérprete” (Eco 1975 [1996: 114]). Se trata en pocas palabras, de “otra representación referida al mismo objeto” (Eco 1975 [1996: 114]). El Tratado coloca en posición privilegiada a la interpretación, sin abandonar la idea de una fusión natural con la categoría de código (Proni1992: 91). Tal posición no modifica, en lo esencial, la concepción hasta entonces definida por el autor, ya que la variedad que el interpretante puede adoptar recae en alguna de las cinco posibilidades anteriormente previstas y enumeradas: 1. El significante equivalente en otro sistema semiótico. 2. El indicio directo sobre el objeto particular. 3. La definición científica o ingenua en términos del propio sistema semiótico. 4. Una asociación emotiva. 5. bien, “puede ser la traducción de un término de un lenguaje a otro, o su substitución mediante un sinónimo.” (Eco 1975 [1995: 116]) La posibilidad de poder identificar el concepto de interpretante con las categorías semióticas de Carnap y Quine, permiten su definición como:

“[…] el significado de un significante, entendido como una unidad cultural transmitida también por otros significados y por lo tanto, independiente semánticamente del primer significante, definición ésta que se asimila a la de significado como sinonimia.” (Eco 1975 [1996: 120]).

La importancia concedida a las unidades culturales adquiere mayor relevancia ya que tales unidades, bajo esta perspectiva, se transforman en abstracciones metodológicas,

“[…] pero son abstracciones ‘materializadas’ por el hecho de que la cultura continuamente traduce unos signos en otros, unas definiciones en otras, palabras en iconos, iconos en signos ostensivos, signos ostensivos en nuevas definiciones, funciones proposicionales en enunciados ejemplificativos y así sucesivamente; nos propone una cadena ininterrumpida de unidades culturales que componen otras unidades culturales.” (Eco 1975 [1996: 120]).

El signo como unidad cultural extiende la posibilidad de aplicación y permite establecer la pertinencia del modelo para un estudio general de la cultura a través de análisis sistemáticos que sentarán las bases para la siguiente fase de la semiótica; la textualización, es decir, concebir todo fenómeno comunicativo a través de un texto que representa usos, normas, códigos y estructuras inmanentes.

3.3. El signo en una teoría de la cooperación textual La búsqueda en la teoría de Peirce de aquellos fundamentos que pueden permitir la explicación de la cooperación textual, lleva a Eco a un estudio ulterior del interpretante, que desarrolla en su libro Lector in fabula (1979 [1987]). La búsqueda culmina con el desarrollo de dos aspectos indispensables para una teoría que pueda hablar de comunidades de usuarios de signos y de procesos culturales de comunicación. Nos referimos: • Por un lado, al concepto de interpretante final entendido como un hábito interpretativo consolidado en una comunidad semiósica.

• Por el otro, a los límites reconocibles en toda interpretación: el límite establecido por el universo del discurso y el límite pragmático que está determinado por el propio texto. En el contexto de una teoría para la cooperación interpretativa del texto narrativo, Eco expone aquellos componentes presentes en la teoría de Peirce que permiten entender en el interpretante la posibilidad de la expansión definicional de un término y que le ofrece la posibilidad de ser traducido en otro término, actuando como “un instrumento de aclaración y explicitación léxica.” (Eco 1979 [1987: 52]). Lo anterior es posible, según nuestro autor, gracias al hecho de que en Peirce un: “[…] signo no es sólo una palabra o una imagen, sino también una proposición e incluso todo un libro. Su concepción del signo puede extenderse también a los textos y, por consiguiente, la noción de interpretante se refiere a procesos de traducción mucho más amplios y complejos que los procesos elementales de sinonimia o de definición léxica elemental.” (Eco 1975 [1987: 120]). 3.3.1. El interpretante final En Lector in fabula, Eco destaca la importancia de la noción de interpretante final “que surge para determinar cuál es el resultado que debe producir el significado de un signo” (Eco 1979 [1987: 63). Si el hábito se establece por las respuestas inmediatas que originan una regularidad de

comportamiento, es decir una tendencia a actuar de la misma forma en circunstancias futuras similares (Peirce en Eco 1979 [1987: 63]), será necesario indagar en qué medida se establecen los hábitos interpretativos entre interpretantes reversibles en dos lenguajes diferentes. Sin duda un hábito interpretativo será el resultado del grado de exposición e intercambio entre dos sistemas semióticos que socavan las rutas de una traducibilidad; un gesto por un concepto, un tono por un estado de ánimo, una palabra de un idioma por otra de otro idioma. La importancia de los contextos que establecen la aparición de un hábito interpretativo está determinada por la posesión, por parte del intérprete, de la información enciclopédica necesaria a la decodificación. No debemos olvidar que el mismo Eco prevé que;

“La enciclopedia se activa y se reduce permanentemente, se recorta, se poda, y la semiosis ilimitada se frena constantemente a sí misma para poder sobrevivir y para resultar manejable.” (Eco 1979 [1987: 69).

Los hábitos interpretativos y el interpretante final permiten establecer acuerdos culturales que explican la semiosis como un proceso social y que determinan la competencia enciclopédica del sujeto por encima de la capacidad individual de relacionar continuamente un interpretante con otro, transformando su capacidad semiósica en un acto regulado socialmente. Sin embargo la mayor contribución se observa en la relación que se crea entre el texto y los confines trazados que para su interpretación. Precisamente, en 1984 aparece Semiótica y filosofía del lenguaje, en el cual el modelo enciclopédico incorpora nuevos criterios para limitar la interpretación misma que es necesaria para afrontar un texto (Eco 1984: 110). Sin embargo es en el libro Los límites de la interpretación, donde Eco proporciona una definición ligeramente enriquecida de interpretación. La primera observación habla de la circularidad del fenómeno interpretativo, es decir;

“En un sistema semiótico cualquier contenido puede convertirse a su vez en una nueva expresión que puede ser interpretada, o sustituida por otra expresión” (Eco 1990: 218)

3.4. El interpretante en un proceso de cooperación textual Una de las características que acomunan a los diversos variantes de modelo de signo es la capacidad reconocida por las propuestas teóricas es la de observar las líneas del sintagma y del paradigma como el resultado de la agrupación de las unidades mínimas para conformar fragmentos significantes 1

capaces de construir textos . La presencia de dichas unidades dan coherencia y cohesión al texto, y permiten, al mismo tiempo, el desarrollo en porciones semánticas más amplias y específicas que, gracias a la capacidad de combinar elementos a través de relaciones que determinan la selección que el lector es conducido por medio de la activación en cada unidad mínima de significado el mecanismo desambiguante que excluye los significados no pertinentes en ese contexto. El proceso genera competencias específicas en todo lector que el texto mismo prevé. El conjunto de estas reflexiones permites a Eco la observación de que “El semema es un texto virtual y el texto es la expansión del semema (1979 [1987: 41]). Para poder expandir el modelo a una serie de momentos en el proceso de la semiosis de modo tal que puedan transformarse

1

Haciendo una revisión de algunos autores que explican el término sema, Helena BERISTÁIN (1985 [1998]) define este concepto “en lingüística y en semántica estructural, conforme a la terminología de Bernard POTTIER, sema es el rasgo semántico pertinente, es decir, la unidad mínima de significación; representa sobre el plano del contenido lo que el fema (rasgo fónico pertinente) es el plano de la expresión. Un sema es un rasgo distintivo de un semema. Un semema es el conjunto de los semas, o sea de los “rasgos semánticos pertinentes” que generalmente se realizan en un lexema, esto es, en una palabra, considerada en un contexto y una situación de comunicación. En el semema ‘silla’, dice POTTIER, hay cuatro semas: ‘con respaldo’, ‘sobre patas’, ‘para una persona’, ‘para sentarse’. Es decir, el semema es una unidad de contenido que suele corresponder en un contexto dado, y para producir un efecto de sentido, a un lexema, aunque también puede corresponder a un morfema o a un paralexema (frase equivalente a un lexema, como ‘letra de cambio’ ‘lobo marino’, ‘boca de lobo’), e inclusive a un sintagma que también es unidad formal” (450-451).

en un modelo de análisis es necesario describir la relación que entretejen y de qué manera se relaciona. En cada uno de los momentos que componen el signo actúan como elementos para conformar el proceso de semiosis necesario para la activación de los contenidos que guían la lectura del receptor al interior del texto. El modelo, como un proceso de interpretación al interior de un texto, se explica a través del siguiente esquema:

GROUND

compone el

Representa en algún aspecto

OBJETO DINÁMICO REPRESENTAMEN

SIGNIFICADO

es interpretado por el

INTERPRETANTE

OBJETO INMEDIATO

motiva al

Se formula así una propuesta que permite que tales componentes puedan explicar la cooperación que existe por parte del lector al interior de un texto narrativo son definidos con precisión pues son el producto de una lectura minuciosa de los distintos trabajos que agrupan las ideas semióticas dispersas en la opera omnia del estudioso norteamericano. Los paréntesis que aparecen en las definiciones contienen un número y ofrecen la indicación que remite a un

escrito específico, ya que la reflexión sobre cada elemento del signo aparece dispersa a lo largo de los años. La definición parte de los pasajes seleccionados por Eco para explicar la semiosis en un proceso de cooperación entre el lector y un texto específico. De este modo tenemos que: • El Ground Permite conocer mejor la manera en que se relacionan los tres momentos del signo: objeto, representamen e interpretante. Eco observa que en algunos escritos Peirce lo define como cualidad que puede ser una idea general o un carácter atribuido. “El Ground es un atributo del objeto en la medida en que dicho objeto se ha seleccionado de determinada manera y solo algunos de sus atributos se han elegido como pertinentes para la construcción del Objeto Inmediato del signo.” (Eco 1979 [1987: 45]). • El Objeto Dinámico Para su definición operativa es posible recurrir a la descripción retomando directamente a Peirce: “Es el objeto en sí en cuanto obliga al signo a determinarse en su presentación” (4.536). Su función principal radica en ser quien motiva al signo. • El Objeto Inmediato “Es el objeto tal como el signo mismo lo representa y cuyo Ser es, pues, dependiente de la representación que de él se da del signo.” En el proceso de delinear sus características, Eco observa ya la red que se entreteje entre todos los componentes pues observa que “el signo instituye al Objeto Inmediato a través del Ground; este Objeto Inmediato es interno (8.534), es una idea (8.183), una representación mental (5.473). • El Representamen Es la parte material del signo. • El Interpretante Difiere del Ground ya que “es la idea que el signo origina en la mente del intérprete” y además “es el medio para representar, mediante otro signo (|man| igual a |homme|, lo que de hecho el representamen selecciona en un objeto determinado (es decir su ground).” El interpretante permite determinar la relación que existe entre el representamen y el Objeto Inmediato. (1979 [1987: 46]).

• El Significado Eco hace énfasis en la observación peirciana de que “el significado solo puede describirse mediante interpretantes” y se construye precisamente gracias a esa serie de interpretantes interconectados. Para sostener su observación, reúne las diversas explicaciones que aparecen en los escritos de Peirce: “por significado de un término entendemos la totalidad del interpretante general comprendido” (5; L75); “parece natural usar el término significado para denotar al interpretante comprendido de un símbolo” (5.175); el Objeto Inmediato completo, o sea el significado. Sin embargo el proceso que lleva a la aplicación del modelo al análisis de un texto requiere especificar que un interpretante puede ser de dos tipos: un interpretante del discurso y un interpretante del término (Eco 1979 [1987: 48]). La acción del interpretante no se limita únicamente a la relación entre dos términos sino que se manifiesta también como “la conclusión que se extrae de las premisas de un razonamiento” (1.559). A partir de este razonamiento y siguiendo con las reflexiones de Peirce, Eco observa que la conexión entre interpretantes describe los nexos entre aserciones ya que una significa la otra. Lo anterior lleva a que el significado de una proposición abarque “todas sus obvias deducciones necesarias” (5.165). La red de interpretantes permite circunscribir el significado ya que:

“[…] el significado de un término contiene virtualmente todos sus desarrollos (o expansiones) textuales posibles. “ (Eco 1979 [1987: 49]).

A partir de estas premisas Eco concibe al proceso de interpretación como una aquella razón por la que todo signo genera y activa sus propios interpretantes en el espacio semiótico de un texto. Incluso su observación nos lleva a reflexionar en los siguientes términos, que se encuentran contenidos en

su obra posterior a Lector in fabula (1979). Todo texto prevé a su propio lector, ya que:

Entender un signo como una regla que se explica a través de la serie de sus interpretantes significa haber adquirido el hábito de actuar según la prescripción dada por el signo. (Eco 1979 [1987: 66]).

El hábito interpretativo permite diferenciar una competencia, que podríamos como natural, presente en cada individuo y que le permite efectuar la conexión natural entre signos, de una competencia circunscrita a una serie de operaciones determinadas por el espacio recortado por un texto.

La noción de interpretación constituye le fundamento de la hipótesis según la cual un semema es un texto virtual y un texto es un semema expandido. (Eco 1979 [1987: 72]).

3.5. Hacia una tipología de las formas de interpretación

Una de las preocupaciones en la teoría del interpretante se refiere precisamente a la necesidad de distinguir los tipos diversos que pueden coexistir en las formas de interpretar. La tipología obedece a una serie de premisas presentes en la obra de Eco; es decir, para poder hablar de un ejercicio semiósico de reenvío es necesario: • Entender que la interpretación se compone de diferentes subespecies. • Concebir la existencia de condiciones ideales de recepción, es decir la presencia de una enciclopedia (Eco 1975, 1984) que gobierna a la comunidad semiósica receptora. • Observar el funcionamiento del principio de interpretancia como el resultado de proceso de semiosis ilimitada. • Entender la interpretación como una fase final del proceso de semiosis en el cual un signo interpreta otro signo, es decir, un signo reenvía a un interpretante. Lograr identificar variados los tipos de interpretación llevan a una primera división que parten de colocar al sistema semiótica que representa la lengua natural al centro de las necesidades prioritarias de la comunicación, en el entendido de que, es a través de la lengua natural que circulan la mayor cantidad de mensajes en un proceso de comunicación. La primera división concibe entonces una bipartición que se refiere al proceso de interpretación en el mismo sistema semiótico o bien en otro. Las dos posibilidades existentes son: la interpretación endosemiótica y la interpretación intersemiótica. 3.5.1. La interpretación endosemiótica Se efectúa al interior de un mismo sistema semiótico, y se puede identificar claramente al interior de una lengua natural o de un mismo lenguaje. En el primer caso puede ser de dos tipos fundamentalmente: •

Cuando se realiza al interior de las lenguas naturales y entonces genera dos posibilidades más: la endolingüística que se observa en los ejercicios de la sinonimia, la definición, el parafrasear, la inferencia, el

comentario, la adaptación, la asunción de un rol y la interlingüística que se efectúa entre dos lenguas naturales, se trata de la traducción propiamente dicha. • Cuando se realiza entre lenguajes al interior de un sistema semiótico y se puede observar en la explicitación de signos visivos por medio de otros signos visivos, en dónde la variante puede ser la transposición de la tonalidad, la reproducción a colores, o bien, por incisión, etc. 1.5.2. La interpretación intersemiótica La interpretación intersemiótica da origen a lo que la comunidad académica denomina traducción intersemiótica. Sin embargo, no puede ser considerada como una forma única pues existen diversas formas de manifestarse: • La primera que Umberto Eco reconoce como intersemiótica es la parasinonimía y es el caso, por ejemplo, en el cual una imagen se traduce por un término verbal, o bien por nombre del intervalo musical. • Otra variante es la ejecución, y se observa al momento de interpretar una pieza musical, cuando se realiza el montaje de una lírica o la puesta en escena de una obra de teatro, o se opera al leer o recitar un texto. • La tercera variante que Eco identifica es la transposición o adaptación y se trata de la traducción entre dos distintos sistemas que pueden compartir las mismas sustancias, el paso de un libro a un film, de un film a un cómic, etc.) La reformulación no representa una simple adecuación o reorganización de la terminología empleada, se trata de una concepción que parte de las observaciones de Jakobson, quien es el primero en centrar los trabajos de Peirce al interior de una teoría semiótica en el que la interpretación se encuentra como fase final del reenvío que supone la interpretación de un signo. Eco sostiene que la división de los tipos concebidos por Jakobson obedece a la necesidad de establecer una diferenciación tomando como punto central de observación la lengua natural y su posibilidad de traducción en otros sistemas sígnicos. Por tal motivo considera prioritario pensar en la interpretación, trasladando el foco de atención al hecho mismo de interpretar, en lugar de

concebir a la lengua natural como forma privilegiada para todo tipo de comunicación. La organización en los tipos que asume la interpretación brinda nuevas posibilidades de explicación para las nuevas expresiones comunicativas en donde la intersemiótica se transforma cada vez más en una competencia necesaria para la comunicación cotidiana. Las formas compartidas entre sistemas semióticos a partir de sustancias similares representan una realidad en continuo desarrollo en los diversos medios; museos interactivos, la imagen en Internet, búsquedas sensoriales en ejercicios de percepción colectiva como nuevas manifestaciones de arte, etc. En el siguiente gráfico hemos querido retomar la explicación de las formas de interpretación a través de las cuales resulta posible la asociación de interpretantes y la circulación del significado a través de sistemas sígnicos diversos.

ENDOLINGÜÍSTICA

(sinonimia, definición, parafrasear, comentario, adaptación,

inferencia, rol) LENGUAS NATURALES

INTERLINGÜÍSTICA (Traducción propiamente dicha) (hacia la adaptación) ENDOSEMIÓTICA

OTROS LENGUAJES

(explicitación de signos visivos por medio de otros signos visivos, transposición de tonalidad, reproducción a colores o por incisión) INTERPRETACIÓN PARASINONIMIA (Imagen por término verbal, por nombre intervalo musical)

del

INTERSEMIÓTICA

puesta en texto)

sustancias

EJECUCIÓN (interpretar una pieza musical, una escena, leer o recitar un

TRANSPOSICIÓN O ADAPTACIÓN Traducción entre distintos sistemas e (libro, film, etc.)

Umberto Eco, Apuntes del Seminario de Traducción intersemiótica, enero- mayo de 1999.

La preocupación por parte de Eco por diferenciar los distintos tipos de interpretación se debe a un carácter pedagógico y necesario para la semiótica. El interpretante entendido como una unidad cultural que puede ser analizada a partir de los instrumentos de la semiótica, requiere ser observado al interior del el proceso de semiosis que resulta de un hábito interpretativo de carácter social. Solo a partir de

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